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capítulo 19

Lágrimas gruesas y pesadas me nublan las visión, un vacío doloroso se apodera de mi estómago y la quemazón en la garganta es cada vez más insoportable.

Se que fui yo la que se metió en esto sola, la que le dijo que no quería una explicación y la que marque la línea entre nosotros y se, que soy a que menos derecho se sentirse traicionada, pero lo hago de todos modos. Lo hago porque en el fondo tenía la esperanza de hablar con el y arreglar las cosas, la esperanza de que alguien como él pudiera enamorarse de alguien como yo… De que esta vez todo fuera diferente.

Una risa carente de humor sale de mi, porque esta más que claro que todo esto solo es uno de sus caprichos, que solo quiere probar sabrá Dios qué y yo soy una completa tonta por confundirme con sus acciones.

El sonido de mi teléfono me saca de mi ensimismamiento y me apresuro a tomarlo, solo para darme cuenta que es mi hermana quien llama. Me limpio las lágrimas con rapidez y respiro hondo antes aceptar su llamada.

—Hola.

—¿Cómo está mi hermana favorita? —habla, la cabra loca del otro lado de la línea —. Yo estoy muy bien por si te lo estas preguntando.

Una débil sonrisa tira de la comisura de mis labios, al escuchar sus palabras.

—Estoy bien, ¿pasa algo?.

—Hoy tengo cita con el ginecólogo para control de natalidad y no quiero ir sola. Me puedes acompañar porfis.

Esta vez mi sonrisa es completa porque casi la puedo imaginar con las manos juntas como si fuera a rezar, un puchero y sus ojos de cachorro.

—No tienes ni que preguntarlo cabra loca.

—Genial, te veo cuando salgas de la oficina —prácticamente grita antes de colgar.

Me dejo caer en la silla detrás de mi escritorio de manera descuidada antes de apoyar los codos en el escritorio y sujetar mi cara entre las manos. Paso el resto de la tarde trabajando, tratando de distraerme, de olvidar lo que vi pero todo lo que consigo es que el nudo en mi estómago se apriete cada vez más.

Los golpes en la puerta de mi oficina me haces pegar un ligero brinco en mi lugar de la impresión, me incorporo con rapidez sintiendo mi corazón latir frenéticamente.

—Pase —indico, a la persona de otro lado y me aterra pensar que pueda ser Alexander una vez más.

Mi cuerpo se relaja un poco al ver a Penny entrar con su bolso.

—¿Nos vamos? —pregunta, entrecerrado los ojos en mi dirección —. ¿Estas bien? tienes los ojos hinchados .

—Sí, creo que es por estar tanto en frente al ordenador —me excuso —. Creo que me iré en un rato, estoy esperando a mi hermana.

—Bien, nos vemos mañana —se despide antes de salir de mi oficina.

Empiezo a guardar todo al tiempo que apago el ordenador justo en el momento que el mensaje de Miranda llega informándome que está abajo esperando por mi. Camino por el pasillo y forzosamente tengo que pasar frente a la oficina de Alexander, su secretaria está en su lugar lo que hace que una punzada de irritación me atraviese. Alzo el mentón un poco antes de cuadrar los hombros al pasar por su lado sin siquiera darle una mirada.

Se que no tengo argumentos para sentirme enojada o traicionada pero lo hago de todos modos y me odio por eso. Por no poder evitar sentirme así, por estar enojada con ella que pese a lo que hizo es la que menos culpa de esto tiene, ella es solo una más en las garras de Alexander.

Estoy por llegar al ascensor cuando siento el bajón que me indica que posiblemente me a llegado el periodo, cierro los ojos maldiciendo por lo bajo antes de dar la vuelta y apresurarse al baño para cubrir mis necesidades.

Mi humor no hace mas que empeorar con la incomoda que siento al tener la toalla sanitaria puesta y por supuesto que los cólicos no se podían hacer esperar. Al salir del baño los gritos de Alexander se pueden escuchar por todo el piso provocando que mi corazón se de un vuelco y mi enojo crezca.

Mientras más cerca me encuentro de su oficina más fuertes se vuelven los gritos, parece una fiera. Mi teléfono suena nuevamente y lo saco para contestarle a Miranda que voy en camino cuando me detengo en seco al mirar el remitente.

Número Desconocido.

Tic, tac, tic, tac. Se te esta acabando el tiempo quería y dulce Emma. Tienes hasta mañana en por la tarde para entregarme el dinero o sabrás de lo que soy capaz.

Un escalofrío me recorre el cuerpo al leer el mensaje, no hace falta que diga quien es: Se que es Daniel.

Para mi fortuna Alexander deposito a mi cuenta el primer pago del contrato que acordamos, me hago uno nota mental de pasar al banco mañana temprano y hacer un retiro.

Una vez que le des el dinero te va a dejar en paz. Pienso a un con la mirada en la pantalla del teléfono cuando esta se ilumina con el mismo remitente que indica una llamada, mi cuerpo se tensa al instante.

—¿Qué quieres? —respondo, con brusquedad alejándome una vez más de la oficina de Alexander buscando privacidad.

—Sólo quería asegurarme de que leyeras mi mensaje —dice, con aire socarrón y una punzada de irritación me invade el cuerpo.

—Lo hice.

—Bien. Ahí una cafetería cerca de donde trabajas, te veo mañana a las tres —un nudo de pura ansiedad se instala en mi estómago ante su declaración, porque eso solo significa una cosa: Me tiene vigilada.

—Te veo mañana —cuelgo sin dejarlo contestar.

Suelto un gran suspiro relajado un poco el cuerpo.

—¿Ha quien vas a ir a ver mañana? —inquiere, una voz ronca y profunda inunda mis odios y por inercia mi cuerpo se vuelve a tensar .

Giro sobre mi eje para encarar al dueño de la voz que se encuentra parado a unos cuantos pasos de distancia. De pronto el enojo, irritación e indignación se mezclan en mi interior al verlo.

—Te hice una pregunta ¿Ha quien vas a ir a ver mañana? —su tono ahora es de molestia.

Tomo aire y recuerdo la escena de hoy, eso solo hace que me llene de coraje, de impotencia y decepción por lo que levanto el mentón ligeramente para hacer contacto visual con el.

—No es asunto suyo, señor Williams. Mi vida privada no es de su incumbencia —contesto, tajante si bajar la mirada.

Puedo ver el momento exacto en el que si cuerpo se tensa y el modo en el que aprieta la mandíbula con fuerza, esta enojado, tanto que una vena salta en su cuello.

—Te recuerdo que firmaste un contrato y una de las cláusulas dice que no puedes salir con nadie hasta que finalice —me recuerda con arrogancia.

—Ni sus mañas ni nada —digo, con ironía —. Tengo muy presente ese acuerdo y no tengo porque darle explicaciones de mi vida.

Hago el intento de irme pero el me toma del brazo obligándome andar con el dentro de la primera oficina que ve —gracias al cielo esta vacía.

—¿Qu… Que haces? —trato de liberarme de su agarre pero es imposible —. Suélteme —siseo, en su dirección.

El brazo fuerte de Alexander se enrolla alrededor se mi cintura haciendo que mi respiración se atasque en mi garganta.

—Shh.— dice, mientras pone uno de sus dedos sobre mis labios callando cualquier ruido que provenga de boca.

Mi pecho se alza con brusquedad debido a mi respiración dificultosa y lo miro a los ojos solo para darme cuenta con la intensidad con la que me observa de regreso, entonces sucede.

Sus labios se estampan con los míos con desesperación, pero me niego a darle acceso a mi boca, su mano —esa que no me rodea la cintura — empieza a recorrer mi espalda provocando que un escalofrío me recorra el cuerpo pegando un quejido en el proceso.

El aprovecha el momento para que su lengua se habrá paso en mi boca, es entonces que me dejo llevar por todas las sensaciones abrumadoras y apabullantes que me genera el hombre del que debería estarme alejando ahora mismo.

Me dejo llevar por la necesidad insana de sentirlo cerca y me maldigo una y mil veces por ser tan débil.

No se cuanto tiempo pasa exactamente cuando la lucidez empieza a regresar a mi, entonces lo empujó con las dos manos con fuerza rompiendo el beso.

—Eres un cerdo, un sinvergüenza. No vuelvas a tocarme jamás —bramo, indignada tratando de ralentizar mi respiración.

La cara de Alexander cambia por completo a una de enojo total, caminando hacia mi como un animal al acecho.

—Eres mía —suelta, tan cerca de mi cara que puedo sentir su aliento golpearme.

Mi mano se estampa en su rostro casi por voluntad propia haciendo que la cara se Alexander se gire hacia un lado con el golpe sordo.

—Te haz vuelto completamente loco.

—Sólo estoy diciendo la verdad. Y es que eres mía, por lo tanto no quiero a ningún imbécil cerca de ti.

Lo observo incrédula por la estupidez que esta diciendo.

—Claro y tu si puedes ir por ahí follando con quien quieras —espeto, molesta.

Un nudo se instala en mi garganta que se me está haciendo imposible deshacer.

—Eso…

—Me voy —anuncio, pasando por su lado —. Me están esperando.

Un gruñido se escucha a mi espalda antes de que avance a toda velocidad saliendo de la oficina. Una vez en el ascensor trato de recuperar la compostura mientras el corazón me late con violencia dentro de mi caja torácica.

Estoy demasiado alterada, las manos me tiemblan pero me las arreglo para lucir normal cuando las puertas de metal se abren en el primer piso y encuentro a mi hermana esperando en recepción.

—Pensé que nunca bajarías —rueda los ojos al cielo —. Vámonos, se nos está haciendo tarde.

Me doy una problema excusa que me cree y nos dirigimos al auto de su novio antes de dirigirnos al consultorio de su ginecólogo.

**

Mi dedos se mueven desesperados sobre mi escritorio y es que toda la mañana desde que salí de casa la zozobra, incertidumbre y ansiedad no me han soltado ni siquiera un poco, a todo eso hay que sumarle la imagen de cierto hombre de ojos verdes que solo me genera una sensación de desazón.

Falta media hora para la hora pactada y no aguanto un segundo más aquí encerrada, ni quiera me puedo concentrar en el trabajo que tengo pendiente, es por eso, que me levanto tomando mi bolso y asegurándome que el sobre con el dinero este justo como cuando lo deje en la mañana y una vez que todo esta bien salgo de mi oficina.

Me siento inestable mientras camino por el pasillo con la espalda recta y el mentón ligeramente alzado, no puedo evitar la punzada irritación que me atraviesa cuando veo a la secretaria de Alexander sentada en su escritorio, se que no tengo derecho pero no puedo evitar cerrar los puños a mis costados y sentir las orejas calientes.

—Buenos días, señorita Smith —dice, cuando paso por su lado.

De inmediato siento como mi cuerpo se tensa, giro la cabeza ligeramente antes de darle una sonrisa de labios cerrados antes de seguir mi camino.

Cuando salgo del edificio el aire helado golpea mi cara provocando un efecto relajante, camino las calles que faltan para llegar tratando de hacer tiempo y cuando la pintoresca cafetería aparece frente a mi faltan diez minutos para la hora acordada.

Cuando entro a lugar esta prácticamente vacío excepto por una pareja que se encuentra en una de las mesas del centro, camino hacia una de las mesas del rincón.

—Desea ordenar algo señorita —pregunta, un mesero minutos después de que tomo asiento.

—Estoy bien así, ordenare cuando llegue mi acompañante —es todo lo que le digo antes de que se retire.

No puedo dejar de mover mis piernas frenéticamente al tiempo que me estrujo los dedos sobre mi regazo. Reviso el reloj que llevo sobre mi muñeca izquierda y me doy cuenta que son las tres con quince. Quince minutos de retraso.

Rebusco en mi bolsa el teléfono para ver si puedo enviarle un mensaje, pero justo en ese momento la silla frente a mi es arrastrada hacia atrás haciendo que congele mis movimientos.

El corazón se me detiene una fracción de segundo antes de retomar su marcha a toda velocidad cuando levanto la cara solo para encontrarme con Daniel.

—Hola amor, disculpa la tardanza.— saluda, descaradamente.

Mi estómago se revuelve antes sus palabras y le dedico una mirada irritada sacando el sobre con dinero, antes de deslizarlo sobre la mesa en su dirección.

—Buenos días ¿desean ordenar algo? —pregunta, una vez mas el mesero.

—Ordena lo que quieras cariño. Yo invito —el cinismo con el que habla hace que la bilis me suba.

—Estoy bien así —digo, en dirección al mesero quien luego de que Daniel ordene se va —. Déjate de estupideces, ya tienes lo que me pediste ahora déjame en paz.

Hago el intento por levantarme para irme pero la carcajada que suelta me congela en mi lugar haciendo que un escalofrío me recorra el cuerpo y un nudo de pura anticipación me atenaza las entrañas.

—Esto no es suficiente —me observa con detenimiento, cosa que le hace sentir aterrada.

Siento como mi cuerpo empieza a ponerse pesado, por lo que vuelvo a sentarme y estoy segura de que mi cara ni refleja otra cosa que no sea el terror que siento.

—No te daré ni un dólar más —digo, y agradezco que mi voz no tiemble.

—Te quiero a ti —espeta, recargando ligeramente su cuerpo hacia enfrente.

Sus palabras me dejan perpleja, parpadeo varias veces aun incrédula por lo que acabo de oír

—¿Es que a caso te haz vuelto loco? —siseo, en si dirección.

Daniel suelta una carcajada mas fuerte que la anterior llamando la atención de la pareja que se encuentra en las mesas de centro.

—No es una pregunta. Te quiero a ti y vas a estar conmigo lo quieras o no —dice, desafiante —. Así que vete olvidando de ese supuesto compromiso y de seguir revolcándote con ese imbécil que tu dueño soy yo

Trago duro.

—Es el colmo de tu cinismo —hablo, haciendo contacto visual con él —. Y si no quieres que te denuncie con la policía me vas a dejar en paz.

Esta vez la sonrisa que me dedica es más siniestra, fría… Desafiante.

—Bien hazlo, me gusta jugar al gato y al ratón. Lo vuelve todo más interesante.

Me levanto de la silla y me alejo de inmediato sin decirme una palabra mas, si permanezco un minuto más aquí me voy a vomitar en cima. Siento los pies pesados mientras avanzo por calle volteando de tanto en tanto para verificar que Daniel no me siga. Mi cuerpo impactar con alguien y de inmediato estoy pidiendo disculpas por venir distraída.

—¿Emma? ¿Esta todo bien? —la voz de un Liam desconcertado me hace alzar la cabeza.

Respiro hondo tratando de tranquilizar los latidos erráticos de mi corazón.

—Sí, sí. Sólo vengo distraída —miento.

—¿Quieres ir a comer algo? —pregunta, dudoso —. Si no tienes algo que hacer claro está.

Estoy por declinar su oferta, pero justo ahora lo que menos me apetece es ir a encerrarme en oficina y volverme loca con mis pensamientos, es por eso que acepto su oferta.

**

Los días en la oficina pasan con rapidez y todo parece ir normal, Alexander no ha vuelto a entablar una conversación que no sea sobre el trabajo o con contestaciones de monosílabos, las cosas entre <<nosotros>> están cada vez mas tensar y eso me tiene bastante agotada tanto como física como mentalmente.

Hoy es el anuncio de compromiso y a mi solo me apetece quedarme en la cama todo el día viendo algún K-Drama, los golpes en la puerta de mi habitación solo me confirman que ese plan o será hoy.

Suspiro con pesadez, pero no muevo ni un músculo.

—Mueve ese culo Emma, tenemos que ir a recoger los vestidos y si no nos vamos ahora se nos hará tarde.

Mi hermana a estado mas emocionada que yo desde que se entero del anunció y eso me preocupan, no quiero que sospeche nada lo único que me falta es un interrogatorio de ella.

De Daniel no he vuelto a saber nada y eso me tranquiliza un poco, haciéndome pensar que todo lo que me dijo solo fue para molestar.

De mala gana y a regaña dientes me levanto de la cama con pereza cuando Miranda vuelve a tocar la puerta, me coloco unos vaqueros color mezclilla rasgados de las rodillas, una blusa negra básica y unos zapatillas deportivas.

Me observo en el espejo de cuerpo completo que se encuentra dentro de la habitación. Estoy hecha un desastre, tengo varios días sin dormir ocho horas seguidas y el estrés que me genera la oficina no ayuda mucho, ya que Jack cada vez es más insoportable.

Por suerte mi hermana piensa que solo son los nervios por el compromiso y yo no desmiento su afirmación.

Feliz inicio de semana. Aquí otro capítulo de Alemma.

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