capítulo 18
La vibración del teléfono que me dio Miranda hace unos días vibra en la mesita de centro frente a mi, por inercia mi corazón se detiene una fracción de segundo, antes de reanudar su marcha y esta vez lo hace de una manera más demandante, antinatural.
En este instante una sensación insidiosa de malestar e incomodidad me invade por completo y no puedo hacer nada para sacarla de mi sistema.
Y es que, si bien agradezco haber podido recuperar el mismo número, el teléfono se ha vuelto mi peor enemigo estos últimos días; sentirlo vibrar o escucharlo sonar se ha vuelto una completa condena.
Porque ahora el que suene solo quiere decir que alguno de los dos hombres que tienen mi mundo de cabeza me esta llamando. Si bien he buscado la manera de hablar con Alexander de explicarle que fue lo que pasó y decirle que es Daniel el que me ataco, pero el esta tan distante y solo llama para saber algunas cosas de la empresa, pero siempre manteniendo su distancia.
Debiste haber aceptado su ayuda. Me reprimo interiormente.
Antes podía aseguran que uno de ellos me llamaba de manera agradable, sin embargo dadas las circunstancias en las que todo ha ido pasando, todo se ha vuelto denso e insoportable porque ahora Alexander y Daniel están volviéndome completamente y absolutamente loca.
La distancia de Alexander y la insistencia de Daniel me están desquiciando a tal grado que no se cuantas veces he deseado que me parta un rayo. Cada vez son mas mis ganas de mandar todo a la mierda y desaparecer.
Pero he tomado la decisión de hablar con Alexander discúlpame por mi actitud infantil y pedirle su ayuda. Daniel no deja de llamar para presionar y esto me tiene abrumada que lo único que puedo hacer es darle largas y largas pero se que eso no funcionara por mucho, por eso decidí que en cuanto regrese al trabajo hablaré con Alexander.
Le debo una explicación y si quiero mantener un poco de paz en mi vida debo dársela aunque no quiera. Y la realidad es que no sabia que podía extrañar que estuviera rondando a mi alrededor, su presencia y la sensación de sentirme segura a su lado.
**
Por fin después de unos días puedo volver al trabajo, aun sigo en el apartamento de mi cuñado —cosa que por cierto tiene Alexander todo gruñón y molesto —, Miranda no estaba muy convencida de que volvería tan pronto al trabajo, pero si seguía sin hacer nada terminaría de volverme loca.
Aliso una arruga imaginaria de mi falta de lápiz color blanco mientras el ascensor sube a uno de los últimos pisos, para cuando las puertas de metal se habrán lo primero que aparece en mi campo de visión es Penny que se encuentra hablando con Joshua, este último es el primero en verme.
—Por fin volviste Emma, la oficina no es lo mismo sin ti —me abraza efusivo cuando llego hasta donde ambos están.
—Que gusto ver que estas bien amiga —Penny me abraza eufórica—. Tenemos que ir a comer hoy —Volta a ver a Joshua —. ¿Vienes?.
—Claro, yo invito esta vez.
—También los extrañe, pero no es necesario que tu pagues la cuenta.
Joshua hace una mueca al escuchar eso último antes de hacer un gesto desdeñoso con la mano restándole importancia antes de despedirse para ir a sus labores.
Penny enlaza su brazo con el mío antes de empezar a caminar conmigo por el pasillo hacia mi oficina. Al pasar puedo notar como todos me observan antes de cuchichear y todo lo que hago es tomar un profundo respiro.
—No les hagas caso, te tienen envida porque te vas a casar con nuestro jefe —sus palabras me caen como un balde de agua fría —. Por cierto ¿como van los preparativos? ¿Ya tiene fecha? —pregunta, animada.
—Con todo lo que a pasado no hemos tenido cabeza para pensar en eso —le regalo una sonrisa de labios cerrados —. ¿Sabes si el señor Williams ya llego?.
Penny frunce el ceño y me suelta una vez que llegamos a mi oficina, la cual tiene el escritorio lleno de pendientes.
—No deberías seguir llamándolo de ese modo, se van a casar y que sigas con formalismos es rato —inquiere, con los ojos entrecerrados en mi dirección —. Y no. No a llegado, su secretaria me acaba de decir que hoy llegara después de la comida.
Me muerdo la mejilla interiormente para no decir alguna cosa imprudente y me limito asentir con la cabeza. Me pongo a ordenar la locura de papeles encima de mi escritorio y tiempo después Penny se va.
Un nudo se pura ansiedad se instala en mi estómago de solo pensar en Alexander, no se exactamente que es lo que le diré pero si puedo ser sincera ya no quiero que este distante… Así mis días se han convertido en un constante subir y bajar emocional al que no me puedo acostumbrar. En una montaña rusa que parece no tener fin y que cada vez se vuelve mas turbia, mas peligrosa… Más incierta.
Así pues paso toda la mañana envuelta entre montañas de trabajo y tratando de adelantar los pendientes que son urgentes. Para llega la hora de la comida me permito dejar que un poco de el estrés y la ansiedad que no me han dejado en todos esos días se disperse un poco al hablar de cosas tribales con Penny y Joshua.
La verdad es una completa sorpresa descubrir que en realidad la química que hay entre ellos es sorprenderte, se complementan súper bien y tienes gustos similares.
Cuando entro a mi oficina nuevamente me sorprendo al ver la caja que esta sobre mi escritorio con un sobre color negro con verde encima. Tomo el sobre en mis manos una vez que me siento en la silla que esta detrás del escritorio.
Un nudo me atenaza las entrañas y hace que mi corazón de un vuelco furioso es el hecho de que el sobre contiene una invitación para celebrar formalmente el compromiso entre Alexander y yo.
Trago duro.
Si no fuera por el hecho de que estoy sentada, seguro caigo de culo de la impresión. Incluso parpadeo varias veces y me pellizco solo para asegurarme de que esto no es una mala pasada de mi cabeza.
No entiendo, mi cerebro ni logra procesar las palabras escritas en la invitación. No logro digerir como es que todo esto paso en solo unos días.
Necesito hablar con Alexander.
Y con ese pensamiento, respiro hondo antes de tomar el valor de ir a su oficina para poner las cartas sobre la mesa de una vez por todas y de paso hablarle de Daniel.
Pero sobre todo pedirle una explicación de porque no se me tomo en cuenta para dar una noticia de esta magnitud. Antes de salir a llamo a recepción solo para asegurarme de que ya haya llegado y cuando me confirman que si siento como si un puñado de piedras cayeran en mi estómago.
Vamos Emma, tu puedes hacer esto.
Con todo el valor que logro reunir en este momento salgo de mi oficina, el repiqueteo de mis stilettos resuena en el piso provocándome una sensación de zozobra y ahogamiento.
Con cada paso que me acerca hacia las grandes puertas de madera mi valentía empieza a flaquear, pero me ordeno seguir adelante. Al llegar el escritorio de su secretaria está vacío por lo que sigo de largo ya que las puertas están entre abiertas.
Trago duro.
Al entrar por las enormes puertas de manera me arrepiento de inmediato al ver perpleja la escena que se desarrolla delante de mi. Mi corazón se detiene una fracción de segundo, mi estómago se estruja con violencia y el aire se queda atascado en mi garganta.
Y ahí esta él, sentado en el gran sofá de su oficina con los brazos extendidos a los costados sobre el respaldo del sofá, con la camisa blanca desencajada y abierta de modo que puedo ver la tablilla de su abdomen, tiene la cabeza inclinada hacia atrás y los pantalones enrollados alrededor de sus tobillos con una mujer —su secretaria — entre sus piernas prendida de su pollo dándole sexo oral.
No me muevo, ni parpadeo es más creo que ni respiro durante lo que parece una pequeña eternidad, donde todo lo que puedo ver es la cabeza de la mujer subir y bajar sobre su longitud y todo lo que escucho son los gruñidos de satisfacción de Alexander.
Trato de recordarme que no somos nada, que no me debe nada y que no tengo motivos para sentirme herida, pero lo hago de todos modos y es entonces que las ganas de llorar se vuelven insoportables. cuando logro ordenarle a mi cerebro moverse me giro sobre mis talones, y es justo entonces que se percata de mi presencia quitando a la mujer a toda velocidad antes de maniobrar para subirse el pantalón.
—Lamento haber interrumpido —es todo lo que logro formular antes de salir de la oficina a toda velocidad.
Estoy aturdida, abrumada e incrédula por todo esto, siento como el pulso golpea detrás de mis orejas con fuerza, el estómago se contrae con una sensación que no sé descifrar si es asco o sentimiento.
—Emma espera —lo escucho llamarme, pero no me detengo.
No quiero hacerlo es por eso que aprieto el paso para llegar a mi oficina y una vez dentro cierro la puerta detrás de mi poniendo el seguro. Trato de controlar mi respiración y de deshacerme del nudo que se a formado en mi garganta sin éxito, mi corazón golpea con tanta fuerza mi pecho que siento que en cualquier momento puedo salirse.
Los toques en la puerta me hacen pegar un brinco en mi lugar y en lugar de abrir a enfrentar a Alexander —porque se que es él —me tomo unos minutos para cerrar los ojos y tratar de calmar la sensación de traición que me embarga.
Un escalofrío me recorre de pies a cabeza y los oídos me zumban debido al disparo de ansiedad que me ha dado en este momento. Pánico, ansiedad y enojo se arremolinan en mi pecho casi al instante y reprimo el deseo que tengo de salir corriendo en este puto momento para desaparecer.
Dejo ir un profundo suspiro antes de armarme de valor —que no siento —y abrir la puerta mientras me las arreglo para mantener mi gesto inexpresivo. Su camisa blanca sigue desencajada, pero por lo menos tiene todos los botones hechos.
El cabello lo lleva alborotado y la expresión de su cara me resulta indescifrable.
—¿Se le ofrece algo señor Williams? —pregunto, lo más natural posible le y me sorprendo de lo firme que suena mi voz.
—Tenemos que hablar — su voz ronca invade mis odios haciendo que mis piernas se sientan lánguidas y los vellos de mi nuca se ericen.
De inmediato una bola de sentimientos contradictorios se instalan en mi estómago.
Trago duro.
La cantidad de palabras que están en la punta de mi lengua es abrumadora, pero me las arreglo para mantener serena y guardar silencio recordándome que en realidad el no me debe nada. Guardo silencio porque si abro la boca se que voy a llorar, y ni quiero llorar. No con el aquí y sobre todo no por él.
Un silencio incomodó invade la oficina.
—¿De que quiere hablar exactamente? No quiero hacerlo perder el tiempo — trato de decirlo lo mas neutral que mis palabras pueden sonar en este momento.
Su mirada se ensombrece casi al instante, pero yo ni me inmutó ante tal gesto de su parte, trato de permanecer fuerte aunque por dentro me estoy muriendo por la escena que acabo de presenciar y que se repite una y otra vez en mi cabeza.
—Lo que viste…
—Yo no soy su burla señor Williams, se que no me debe nada, mucho menos algo como la fidelidad pero le voy a pedir que mientras esta farsa siga en pie mantenga en secreto sus encuentro carnales —suelto, con desazón.
—Las cosas no son como tu crees.
—Yo no creo nada. Yo solo hablo por lo que vi.
—Todo tiene una explicación —dice, exasperado.
—¿Y que me vas a explicar? Como por accidente la boca de tu secretaria cayó en tu polla —el sarcasmo en mi voz hace que haga una mueca de desagrado —. Sí te soy sincera, ni me interesa entender una mierda —mi voz se quiebra ligeramente en el proceso y carraspeo antes de continuar —: Y aunque lo hiciera, aun me interesará escuchar lo que sea que tienes para decirme, nada cambiara la imagen que tengo en este momento de tu persona.
—Se que estas enojada y no tengo justificación pero…
—No—lo interrumpo con toda la intención de herirlo, con toda la intención de que se largue de una puta vez —. Usted a mi no me debe nada señor Williams. Usted es mi jefe y yo no tengo porque cuestionar la manera en la que lleva su vida privada, yo solo soy una empleada mas y se muy bien cual es mi lugar.
El silencio que le sigue a mis palabras es tan denso como desolador y no puedo hacer otra cosa mas que quedarme aquí de pie en medio de mi oficina sin mover un músculo porque siento que si lo hago me caeré a pedazos, mirando fijamente al hombre que no hace mas que provocarme toda clases de sensaciones.
La boca de Alexander se abre para decir algo, pero se cierra cuando —supongo— se da cuenta que no hay nada que decir.
Dolor, decepción y angustia se apodera de mi cuerpo, se que soy la menos indicada para sentirme de esta manera, se que fue mi culpa y lo que mas me duele es que yo sabia que esto no iba a terminar bien, soy una imbécil por empezar a hacerme ilusiones de que esto podía ser algo mas. De si quiera sopesar la idea de contarle la manera en la que Daniel me está chantajeando.
Después de unos cuantos minutos de silencio, por fin Alexander logra formular una oración.
—Que bien que tenga claro su papel señorita Smith y que recuerde que tiene un contrato firmado. El fin de semana se llevará acabo una reunión para celebrar nuestro compromiso —dice, glacial volviendo hacer el hombre de negocios que es siempre a pesar de llevar la ropa desalineada.
No puedo hacer nada para deshacerme de estas horribles ganas de llorar. De estas horribles ganas que tengo de desaparecer.
—Como le dije se muy bien cual es mi lugar y cuales son mis obligaciones —le guiño un ojo al tiempo que el veneno y la ironía que impregnan mis palabras es tan denso que yo misma me sorprendo —. Estoy segura que quedará complacido con mi actuación, será una nota maravillosa en los medios. No tendrá queja.
La mandíbula de Alexander se aprieta con fuerza al tiempo que cierra los ojos y cierra las manos en puños con fuerza a su costados y así sin decir nada mas se gira sobre sus talones y desparece por la puerta dejándome con un huracán de emociones y el corazón estrujado en el pecho.
Aquí otro capítulo de Alemma.
No todo es lo que parece chicas, es todo lo que puedo decir.
Nos leemos el lunes. Espero disfruten el capítulo.
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