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capítulo 16


Estoy sentada en la salda de espera del consultorio de la doctora Wilson con Alexander Williams a lado mío, este último se encuentra tecleando en su teléfono mientras yo no puedo de la vergüenza. Esta es la primera vez desde que me mude a Seattle que vengo con alguien a consulta.

Estar aquí y por extraño que parezca me hace sentir paz, ya que la mitad de mi vida la he pasado entre terapias. Me estrujo los dedos en mi regazo dándole miradas de reojo al hombre a mi lado.

Como es que siempre puede parecer tan impresionante e imponente.

—Emma Smith —la asistente dice mi nombre y me pongo de pie —. Su turno.

Volteo a ver al hombre que aún se encuentra sentado y que ahora tiene su atención en mi.

—Ve, aquí estaré cuando salga —dice, y agradezco que no se le haya cruzado por la cabeza la ida de entrar conmigo.

Asiento con la cabeza en gesto afirmativo antes de echarme andar con dirección al consultorio de la doctora Wilson.

—Bienvenida Emma ¿cómo estas?—pregunta, Renee sentada el sofá que se encuentra en su consultorio —Siéntate —señala el sofá frente a ella.

La sección se extiende más de lo planeado y es que hacia tanto tiempo que no tenía una terapia así, que se siento tan liberador. Son cerca las nueve de la noche cuando salgo para encontrar Alexander con un vaso de —lo que parece —café en la mano.

—¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? —pregunta, cuando estoy lo suficientemente cerca para escucharlo.

—Estoy bien —aseguro, y es verdad incluso me siento mas ligera.

Alexander me observa dudoso por unos segundos, como asegurándose de lo que le acabo de decir sea verdad y cuando —creo— se convence de que es cierto deja ir un suspiro de lo que parece… ¿Alivio?.

—¿Nos vamos?.

—Sí. ¿Qué te apetece cenar? —pregunta, cuando empezamos a caminar a la salida.

—Una Big Mac de McDonald’s —digo, y Alexander hace una mueca —. ¿Qué? ¿no te gustan?.

—Nunca he comido comida rápida —admite, una vez que estamos dentro de auto—. A demás eso no es saludable, Emma.

Suelto un bufido al tiempo que hago un gesto desdeñoso con la mano.

—No puedo creer que nunca hayas comido una hamburguesa de McDonald’s —no se si me siento sorprendida o indignada —. Es más esta vez yo invito.

No contesta, en su lugar suelta una risita baja antes de perderse entre la avenida atestada de autos. Enciendo mi teléfono solo para ver que en la pantalla brilla el icono de llamadas perdidas, al revisar me doy cuenta que son de mi hermana y justo en este momento me entra un mensaje.

Cabra loca.

Hermana ingrata, por si te interesa hoy me quedaré a dormir con Carlos.

Pd: tendrás casa sola, por si quieres invitar al a mi cuñado.

Pd: Usa condón o mejor no.

Casi me atragantó con la saliva a leer su mensaje y justo abajo esta un Gif de sexo.

Es impresionante lo rápido que mi hermana acepto la verdad a medias que le di sobre todo lo relacionado con mi jefe, para ella esto no es mas que un compromiso normal.

No respondo el mensaje, en su lugar vuelvo apagar la pantalla del teléfono y me dedico a ver por la ventada sintiendo la ligereza que me permite mi cuerpo en este momento después de la charla con Renee.

Para cuando Alexander se estaciona en uno de lugares de estacionamiento del establecimiento de comida rápida, me siento animada. No me pasa desapercibida la manera en la que su auto sobre sale de los que aquí se encuentran, también noto como todos se nos quedan viendo cuando entramos y es que aún traemos ropa de oficina.

Claro que el traje de diseñador hecho a la medida que trae Alexander jamás se va a comparar con el traje de pantalón de vestir color negro y blazer del mismo color que traigo yo —y que a demás compre en rebaja.

Mis stilettos blancos —igual que mi camisa —resuenan en el piso del establecimiento cuando entramos.

—Siéntate iré a ordenar. Hoy yo invito.

—No hay forma en la que yo me coma algo de este lugar —dice, pero ya me estoy alejando hacia las cajas.

—Buenas noches, que desea ordenar.

—Quiero una Big Mac y un cuarto de libra doble con papas grandes.

El chico teclea antes de decirme el precio por lo que saco la tarjeta de mi cartera y se la extiendo.

—Gracias —digo, cuando tengo la charola con mi pedido en las manos.

El chico no me contesta en su lugar me giña in ojo que me hace sonrojar. Camino hacia la mesa donde está sentado Alexander con el ceño fruncido, que es junto al área de juegos que justo ahora se encuentra vacía.

—¿Por qué estas roja? —gruñe, molesto.

Ruedo los ojos al cielo.

—Toma esta es para ti —ignoro, su pregunta y le extiendo lo que compre para él.

Empiezo a comer y no puedo evitar cerrar los ojos cuando le doy una mordida a mi hamburguesa y siento como todos los sabores explotan en mi boca, tomo una patata frita y la sumerjo en el kétchup antes de metérmela en la boca y hacer un bailecito ridículo.

Alexander me observa con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho recargado del asiento de piel sintética del establecimiento.

—¿No comerás?.

—No.

—Anda, deja de ser pomposo y come conmigo.

—Emma esto no es saludable, es carne procesada puede hacerte daño…

—Bla, bla, bla. Como sea eso fue lo único que escuché. Solo come y deja de parecer que te tengo secuestrado —tomo otra patata y la sumerjo en kétchup antes de extender el brazo hacia su boca —. Vamos, aquí viene el avioncito.

Empiezo hacer ruidos de avión y por un momento creo que se va a parar para irse, pero contra todo pronóstico rueda los ojos al cielo antes de gruñir y arrebatarme la patata de una mordida.

Sorbo por la pajilla de la gaseosa.

—Jamás atraeremos a nuestros hijos a un lugar como este —murmura, tan bajo que creo que lo imagine.

—¿Qué dijiste? —casi me ahogo con mi hamburguesa.

—Nada, que comas para irnos.

—Solo si tu lo haces también.

Tenemos un duelo de miradas por un par de segundos hasta que asiente derrotado. Para cuando Alexander me deja el la puerta de mi edificio son casi las once de la noche, saludo al portero al entrar que me responde amablemente.

Una vez que el ascensor se abre en mi piso camino por el pasillo rebuscando en mi bolso las llaves de mi apartamento, pienso en todo y en nada a la vez porque he decidido que no me voy abrumar por cosas que no tengo el poder de saber si pasarán o no.

Me detengo en seco justo cuando estoy apunto de llegar, porque la puerta del apartamento se encuentra entre abierta.

Mi primer pensamiento es llamar a Josh —el portero —pero luego la idea de que Miranda pudo volver porque olvidó algo cruza mi mente.

Ruedo los ojos al cielo, porque justo eso sería algo que haría mi cabra loca.

Un nudo me atenaza las entrañas al entrar y ver que el apartamento tiene las luces apagadas, pero que está todo iluminado por la luz de las velas que están por todos lados. De inmediato un sudor frio recorre mi espina dorsal y todas las alarmas se encienden en mi sistema, canino con precaución hasta el apagador que esta justo en la pared de la sala, pero algo —alguien — hace que me detenga en seco.

Todo el buen humor y la positividad que sentía cuando salí del consultorio se a esfumado por completo dándole paso al pánico.

Mi corazón se salta un latido para reanudar su marcha a una velocidad antinatural al darme cuenta de que hay un hombre sentado en mi sofá, no logro distinguir quien es debido a que la luz de las velas no alumbra tanto.

Llama Alexander. Sugiere la voz en mi cabeza.

Pero desecho ese pensamiento en cuanto la voz extraña y a la vez tan malditamente voz llega a mis oídos.

—Hola amor ¿te sorprendí? —su voz envía un escalofrío por todo mi cuerpo —. Tardaste demasiado, estaba empezando a impacientarme.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, con la voz entre cortada.

Él enciende la luz y yo no soy capaz de mover un músculo, incluso creo que dejo de respirar cuando se pone de pie y camina en mi dirección, por acto reflejo retrocedo hasta que mi espalda queda contra la pared y él se para frente a mi.

¡Muévete! ¡haz algo! no te quedes ahí parada. Me grita la vocecilla insidiosa de mi cabeza, pero no puedo moverme.

—Pero porque esa cara, pensé que te daría gusto verme —no me pasa desapercibido el tono burlón de su voz.

—Vete. Vete ahora mismo de mi casa —grito, y quiero golpearme por sonar así de insegura

Una carcajada carente de humor sale de su garganta.

—No pienso irme de aquí sin obtener lo que vine a buscar—espeta, al tiempo que pone sis manos a la altura de mi cara.

Su cuerpo encuentra al mío y está tan cerca que el olor de su perfume mezclaron con alcohol y cigarrillo inunda mis fosas nasales haciendo que me den ganas de vomitar.

Daniel siempre ha sido atractivo, incluso ahora que lo desprecio. Lleva la barba ligeramente rebajada, sus ojos color miel era algo que me encantaba de él, aunque ahora parecen desenfocados y distantes.

Un mundo de sentimientos encontrados me embargan al volver a verlo luego de tantos años, pero si de algo estoy segura es que no hay ni una mísera pizca de ese supuesto amor que dije sentir en su momento.

De pronto mis piernas empiezan a sentirse lánguidas y la respiración empieza a faltarme. Necesito hacer algo rápido, pero mi cerebro está en shock y no es capaz de conectar con mi cuerpo, es por eso que sólo me quedo aquí entre la pared y su cuerpo siendo completamente inútil.

Recuerdos de esa fiesta donde le dije que estaba embarazada empiezan a llegar a mi con una fuera abrumadora.

Ese es tu problema.

No es mío, por mi puedes hacer lo que quieras.

Quien me asegura que así como te revolcarse conmigo lo hiciste con alguien más.

Eres una zorra.

Aborta, yo no me haré responsable de nada.

No quiero que me involucres  en eso.

Los ojos se me llenan de lagrimas y el nudo en mi garganta de aprieta un poco más antes el recuerdo de sus palabras, para cuando por fin puedo hacer que cuerpo obedezca a mi cerebro lo empujó con fuerza y digo—;

—Estas loco si piensas que te voy dinero —espeto, llena de impotencia —. No verás de mi ni un mísero dólar.

Toma mis muñecas con demasiada fuerza cuando intento pegarle un puñetazo y pego un chillo cuando mi espalda impacta contra la pared por la fuerza en la que me empuja. Levanta mis manos sobre mi cabeza y las sujeta con una sola mano.

Acerca tanto su cara a la mía que puedo oler si aliento rancio mezclado con cigarrillo y alcohol lo que provoca que las nauseas se hagan más fuertes.

—Eres hermosa. Siempre lo has sido, lastima que hayas sido tan estúpida —dice, pasando su nariz por mi cuello —. Si no hubieras cometido el error de embarazarte, nuestra historia seria diferente.

Sus palabras son como pequeños cuchillos que se clavan en mi pecho, esos sin contar la cantidad de sentimientos apabullantes que me genera todo esto, el nudo en mi garganta cada vez es más insoportable y siento mi corazón estrujarse con violencia.

—¡Cállate imbécil! —forcejeo, con fuerza —.no tienes ningún puto derecho de hablarme de esa manera, eres un maldito cobarde. Un grandísimo hijo de puta —grito, histérica queriendo que me suelte —. Nuestro hijo murió el día que te dije de su existencia.

—Oh, así que el bastardo murió. Yo que venia a jugar al papá de la familia feliz —por instinto y sin poder usar mis manos le escupo la cara a lo que el me da una bofetada que me escuece la mejilla.

Sus palabras hacen que fuego corra por mis venas, veo rojo y lo único que quiero es que él sienta dolor. Mucho dolor.

Intento luchar una vez mas, sin éxito por lo que opto por pegarle una patada en las bolas que hace que me suelte mientras se dobla sobre si mismo, lo que me permite salir corriendo y encerrarme en mi habitación poniendo el seguro.

—¡Estúpida zorra!—escucho, que grita detrás de mi.

El corazón me late de manera antinatural cuando recargo la espalda en la puerta, no se en que momento empecé a llorar pero lagrimas gruesas y pesadas se deslizan por mis mejillas.

Con las manos temblorosa busco mi teléfono en el bolso que aun traigo colgado, el enojo está a la par con el terror que me recorre el cuerpo. Cuando por fin logro encontrar el bendito aparato entró al icono de llamas y justo cuando estoy por empezar a buscar el contacto de mi hermana para pedir ayuda, la puerta es golpeada con brusquedad haciendo que mi cuerpo de incline un poco hacia delante y el teléfono se escape de mis manos, maniobrando para poder agarrarlo inútilmente porque cae al suelo de todos modos.

La manera en la que Daniel golpea la puerta me aterra de una manera que siento como toda la sangre se fuga de mi cuerpo, olvidando por completo el teléfono en el suelo. Recargo todo mi peso sobre la puerta, pero es inútil sus golpes son demasiado fuertes. No se cuanto

Dejo el teléfono en el suelo, para recargarme con todas mis fuerzas en la puerta, pero los golpes que da Daniel me empujan hacia delante. No sé cuánto tiempo más podra soportar la puerta.

—¡Lárgate!. Déjame en paz —suplico, con la voz entre cortada.

Las lágrimas golpean mis mejillas y entre sollozos aferro mis piezas al suela en un inútil intento de que el no lograre abrir la puerta.

Llegados a este punto estoy mas haya de la histeria y lo único que quiero es que se largue y me deje tranquila.

—¡Ayuda! ¡ayúdenme por favor!.

—Grita todo lo que quieras, nadie vendrá ayudarte así como nadie te ayudo antes —se burla sintiendo como todos los vellos de mi cuerpo erizan —. Ahora abre la maldita puerta y deja de hacerme perder el tiempo —ordena, con notoria molestia en su voz.

Angustia. Zozobra. Ansiedad. Todo se arremolina en mi interior con tanta violencia que creo que vomitare.

—Vete a la mierda, no voy abrir nada. Lárgate y no vuelvas —apenas puedo formular la oración con la voz entrecortada mezclada con los sollozos.

Empiezo a hiperventilar, de pronto todo me empieza a dar vueltas y cada vez estoy menos consiente de lo que esta pasado. De pronto siento como mi cuerpo es impulsado hacia delante con fuerza llenarme de bruces y golpeándome la cabeza con algo

Soy vagamente consiente de como Daniel entra a la habitación luego de romper la puerta y soy incapaz de moverme, hablar o respirar con normalidad sintiendo que el aire me falta.

Creo que empieza haber humo a mi alrededor no lo se estoy demasiado abrumada para enfocar la vista. Las manos de Daniel toman mi cara, pero son incapaz de mantener los ojos abiertos por la pesadez que siento en este momento.

—Volveré Emma, esto es solo el principio —siento como pega sus labios fríos a los míos antes de sentir mi cuerpo impactar contra el suelo frío una vez más antes de perder el conocimiento.

**

Escucho mucho ruido a mi alrededor, me duele mucho la cabeza y mi cuerpo se siente demasiado pesado como para moverme, alguien toma mi mano con fuerza y es hasta entonces que intento abrir los ojos.

Lo intento varias veces hasta que logro abrirlos en forma de rendija.

—¿Q-que… Paso? ¿Dónde estoy? —siento la garganta seca, tanto que me duele al hablar y mi voz se escucha más ronca de lo normal por la falta de uso.

Las luces rojas y azules de las patrullas de policía llegan a mi campo de visión, de pronto todo vuelve a mi como un camión demoledor; Daniel en mi apartamento, queriendo entrar a mi habitación, su amenaza.

Intento sentarme de golpe, pero no logro hacerlo ya que la siento como su mi cabeza fuera a explotar, llevo la mano a mi frente y al bajarla veo sangre y, es entonces cuando soy consciente de la mascarilla de oxígeno que tengo puesta.

Hay mucha gente corriendo de aquí para a haya. Estoy abrumada y confundía hasta la mierda, el pánico se empieza apoderar de mi.

De pronto imágenes catastróficas empiezan aparecer en mi cabeza de golpe y me escucho gritar incoherentes al azar con desesperación.

—Tranquila, estoy aquí. No te dejare sola —la voz ronca de Alexander inunda mis oídos, antes de que su cara aparezca en mi campo de visión.

Mi corazón se salta un latido y siento como la respiración se me atasca en la garganta.

—¿Qué haces aquí?—pregunto, aterrada y aturdida en partes iguales.

—Su prometido salvo su vida señorita —la voz de uno de los paramédicos, que no me había percatado que estaba cerca llega a mis oídos —. Es una suerte que llegara a tiempo.

Parpadeo confundida y sin entender muy bien que es lo que esta pasando. El paramédico me examina, toma mi pulso y hacer las revisiones de rutina mientras yo permanezco recostada en la camilla.

—Al parecer todo está en orden, pero para descartar cualquier cosa la vamos a trasladar al hospital para que revisen el golpe que trae en la cabeza y le hagan unos exámenes por humo que estuvo inhalo por quien sabe cuanto tiempo.

Aun no comprendo bien lo que esta pasando, me siento muy desorientada.

—No… —Intento decir, pero me veo interrumpida por Alexander

—Muy bien, yo me voy con ella.

Los paramédicos empiezan a mover la camilla para subirla a la ambulancia cuando a lo lejos logro oír la voz de Miranda.

—¡Emma!, ¡Emma! ¿Estas bien?, ¿pero que paso?.

—La van a llevar al hospital— dice, Alexander fríamente y con impaciencia.

—Yo me voy con ella .— La voz de Miranda refleja preocupación.

—De ninguna manera, yo iré con ella — responde Alexander en tono desafiante —. La van a llevar al hospital, te mando la ubicación.

Miranda lo fulmina con la mirada pero esta tan preocupada que no discute en su lugar toma a Carlos que por cierto no había visto y se van.

**

Al llegar al hospital todo esta lleno de reporteros tomando fotos por todos lados y gritando preguntas, es tanta la aglomeración de la gente que la ambulancia baja su velocidad.

Gracias al cielo la seguridad nos deja pasar más haya de la puerta.

Me sacan sangre, me hacen rayos X y más exámenes de rutina antes de asignarme una habitación en donde por cierto ya se encuentra Alexander. Ya no tengo la máscara de oxigeno y estoy un poco más consciente.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿por qué estas tú aquí?.

Alexander me mira como si fuera la persona mas extraña del planeta, como si me hubiera salido otra cabeza y eso solo provoca que el estómago se me encoja.

—Recibí tu llamada —explica y parpadeo confundida —. Cuando contesté solo escuche gritos, golpes y mucho ruido. Salí de inmediato para tu apartamento y cuando llegue se estaba quemando.

La oleada de mortificación es tanta que me siento extraña en mi propio cuerpo, quisiera que la tierra se me abriera y me tratara en este momento.

—¿Qué fue lo que pasó, Emma? —pregunta, con seriedad y el corazón me da un vuelco.

Él hombre frente a mi me observa sin emoción alguna y con la mandíbula tan apretada que temo que pueda hacerse daño. Me da vergüenza admitir en voz alta lo que paso y siento como la bilis sube por mi garganta.

—Alexander yo te agradezco mucho lo que hiciste —empiezo —. Pero no soy tu problema, ni es una clausula en el contrato.

No quiero que se siga metiendo mas en mi vida, pero tal parece que el destino quiere seguir jugando sucio ya que de todos los números en mi teléfono, se tuvo que marcar justo el de él.

—Dime quien fue —si escucho lo que me dijo, lo ignoro —. ¿Quién fue el hijo de puta que te hizo esto? dame un maldito nombre —esta vez su tono es tan severo que me hace encogerme sobre mi misma al notar lo cabreado que está.

Me quedo en silencio un par de minutos y cuando estoy apunto de decir algo la puerta se abre haciendo que los dos giramos la cabeza en esa dirección, solo para ver a Miranda y Carlos entrar aumentado la tensión en la habitación.

—Me asuste muchísimo —mi hermana me abraza y se ce realmente afectada —. Cuando Alexander casi me da un infarto ¿que paso?.

La abrazo devuelta permitiendo que la paz que me genera merme un poco lo angustiada que me siento, sintiendo como su cuerpo se sacude con las fuerza de los sollozos.

—Por favor no llores —suplico.

—Tuve mucho miedo, Emma. Pensé que te perdería para siempre.

Un nudo se instala en mi garganta y las lágrimas pican detrás de mi garganta, pero parpadeo para no llorar o se pondrá peor. Luego de repetirle como cien veces que estoy bien logra calmase.

No me pasa desapercibida las miradas asesinas que se da Carlos y Alexander y me hago una nota mental para averiguar que es eso que me estoy perdiendo, ya que es la misma mirada que le dio a Liam.

—Ve a descansar, voy a estar bien— trato de sonar animada para que ella no se preocupe.

—De ninguna manera Emma. Yo me quedo contigo— dice, un poco indignada .

—Deberías de ir a descansar Miranda, yo me quedare con ella toda la noche.— La voz ronca de Alexander inunda la habitación.

Miranda voltea para encararlo y por como la conozco estoy segura que su declaración no le encantó.

—Por su puesto que no la voy a dejar sola, es mi hermana y me necesita.

La tensión en la habitación se hace más grande y asfixiante, tanto que Alexander da un paso amenazante en dirección a mi hermana y de inmediato Carlos se para enfrente de ella igual de amenazante y sosteniéndole la mirada

¿De que mierda me perdí?.

—Ve a descansar cabra loca, estaré bien. Alexander se queda conmigo, no te preocupes —digo, y me sorprendo por lo segura que suena mi voz un claro contrate con lo vulnerable que me siento.

—Vamos, amor. Creo que lo mejor es irnos a descansar —dice, mi cuñado pasando un brazo de manera protectora por los hombros de mi hermana.

Claro que mi hermana no sería mi hermana si se rindiera a la primera, así que luego de un rato y ni muy convencida decide irse con su novio al ver perdida la discusión con Alexander.

Ambos se despiden de mi no sin antes lanzar una amenaza de volver mañana a primera hora.

Buenas madrugadas. Aquí otro poquito de Alemma, espero lo disfruten mucho.
Nos estamos leyendo.

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