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capitúlo 15


La calma que me genera este lugar permite dispersar —por el momento — toda la ansiedad y el temor que siento, estoy sentada bajo la sombra de un gran árbol, dejando que la naturaleza me de la tranquilidad que necesito para poder procesar todo con la cabeza fría.

Es una locura.

Cierro los ojos y apoyo las manos en la tierra a mi espalda de modos que el aire golpea mi cara cuando la echó hacia atrás, absorbiendo el efecto relajante que esto trae a mi sistema.

Pero esta tranquilidad no demora demasiado ya que la voz de Alexander —que se encuentra disparando, no tan lejos de mi — llega a mis oídos.

—Deberías de venir a intentarlo, es relajante —sugiere.

Abro los ojos y muevo la cabeza en una negativa.

—Quiera pasar un rato mas aquí —lo digo porque es cierto —. Este lugar es maravilloso. Pero eso seguro ya te lo han dicho las personas que has traído antes.

—Eres la primera persona que viene aquí —dice, antes de anotar sabrá dios qué en una pequeña libreta que tiene aún lado del rifle, para después mirar por los binoculares —. Sólo tu y John saben de la casa y solo tu sabes de este lugar.

No dice nada más antes de votarse y seguir en lo suyo, parpadeo varias veces sorprendida tratando de asimilarlo sus palabras, pero no me resulta tan extraño que quiera un poco de privacidad. Yo siendo una simple mortal a veces quisiera desaparecer, no puedo ni imaginar el estrés que alguien como él debe de tener.

El aire golpea mi cara provocando que la piel se erice y cierro los ojos nuevamente disfrutando de las maravillas que la naturaleza me ofrece.

Pasan aproximadamente como veinte minutos antes de sentir que una sombra sobre mi, que me hace abrir los ojos de golpe encontrado unos ojos verdes que me observan entre la diversión y la curiosidad.

—Vamos —me extiende una de sus manos —. Inténtalo yo te enseño.

—No creo que sea buena idea…

—¿Por qué no?.

—Nueva he usado un arma —señalo lo obvio.

—¿Y?. Ya te dije que yo te ayudare.

Ruedo los ojos al cielo reprimiendo una sonrisa al ver lo joven y animado que parece en este momento.

Lo observo durante un par de segundos con un poco de temor al nunca haber visto ni de cerca un arma y ahora el quiere que la dispare, siento como un frío recorre mi espina dorsal.

—No te darás por vencido —no es una pregunta.

—No. No lo haré.

Un poco dudosa acepto su mano que me ayuda a ponerme de pie antes de que me guíe hacia donde están las dos armas ubicadas en el suelo. Me acuesto boca debajo de modo que me sostengo en con los codos.

Alexander se ubica a mi lado —demasiado cerca— explicando detalladamente todo lo que tengo que hacer; ajustar la mira, tener en cuenta la humedad y el viento, la rotación de la tierra, tiempo de viaje de la bala ya que todo eso es necesario para un francotirador.

—Toma los binoculares y localiza tu objetivo —ordena, mientras anota más cosas en su libreta.

—Siempre pensé que solo era disparar y ya.

Una risa por lo bajo se le escapa.

—Es más completo que eso, cuando haces tiros de larga distancia tienes que cuidar ciertos aspectos ya que cuando se es francotirador muchas veces sólo vez el objetivo pero no sabes si la bala impacta en el blanco por la distancia, por eso se tiene que ser extremadamente preciso.

—¿Cómo sabes todas esas cosas? —inquiero, curiosa.

Tomo los binoculares para observar al muñeco de prueba que se encuentra a una distancia considerable, que por cierto tiene ya varios impactos en la cabeza. Alexander no me contestas y mi cerebro olvida cualquier pregunta que le haya hecho ya que acercado su cuerpo al ras del mío.

—Tienes que sujetarla así—Toma mis manos y acomoda mi cuerpo de manera correcta sin soltarme —. Muy bien Emma, lo estás haciendo perfecto.

Una corriente de energía recorre mi cuerpo al sentir su piel en contacto con la mía, siento el cuerpo pesado cuando su mano ubica la mía en el gatillo.

—Ahora observa por la mira el objetivo —susurra, en mi oído. Obedezco acercando mi ojo a la mira del rifle —. ¿Lo has localizado?.

Siento la garganta seca, es por eso que todo lo que puedo hacer es asentir en gesto afirmativo. El corazón me late de forma desenfrenada, es como si acaba de correr un maratón y el que la respiración de Alexander golpe mi oreja no me ayuda en lo mas mínimo.

—Bien —es todo lo que dice antes de acomodarse más cerca de mi.

Una nueva sensación está más alucinante mezclada con la adrenalina me llenan el cuerpo y cuando el dedo de Alexander presiona el mío en el gatillo haciendo que la bala salga disparada.

El desfogue de adrenalina que siento en este momento es alucinante. Me duele un poco el golpe del retroceso del arma, pero nada puede quitar de mi la sensación electrizante que siento.

—Tiene razón, esto es impresionante —volteo a ver al hombre que frunce el entrecejo.

No se a movido ni un solo milímetro, ni yo tampoco.

—Si vamos a simular una relación debes dejar de hablarme de usted —la irritación en su voz es notaria.

Mi corazón se salta un latido al caer en cuenta de que le volví hablar de usted. Asiento con la cabeza al tiempo que le pido que me siga enseñado, la verdad es que tengo que empezar a tutearlo —no es que no lo haga ya, pero en veces como esta se me sale sin querer.

Es imposible no verlo de reojo de tanto en tanto y ponerme nerviosa, se ve tan peligroso, misterioso y determinado que si no lo conociera diría que es un asesino profesional.

Creo que debo de dejar de ver tantas series de acción. Me digo interiormente.

Respiro hondo y me armo de valor para tocar el tema que inevitablemente tenemos que conversar.

—¿Cómo debemos llevar la relación? —se aleja se mi, lo que aprovecho para sentarme.

Se ve un poco sorprendido por mi pregunta, como si no se esperara que fuera yo quien sacara el tema a relucir. Se mantiene en silencio un par de minutos, eso solo hace que mi nerviosismo aumente.

De pronto las manos me empiezan a sudar y siento como mis pies se van haciendo pesados por lo que me pongo de pie, y no es para menos ahora estoy en boca de todo el mundo.

Empiezo a caminar de un lado a otro, la ansiedad volvió y su silencio me estaba matando de los nervios.

Tranquila Emma, no debes perder la calma. No ahora. Me repito interior mente.

El solo hecho de imaginar a Daniel apareciendo nuevamente en mi vida y con él un pasado que me esmero por enterrar todos los días, hace que me den ganas de vomitar.

—¿Te encuentras bien? Te has puesto pálida —inquiere, curioso.

Su voz me saca de mi ensimismamiento haciéndome volver al aquí y ahora. Me detengo en seco, me giro sobre mis talones para encararlo.

Suelto un profundo suspiro.

—Sí, solo estoy un poco ansiosa —admito —. Esto es una completa locura, nadie va a creernos una mierda…

—Hey, tranquila. Nos encargaremos de hacerlo parecer real.

Alexander empieza a caminar en mi dirección y se detiene solo cuando esta parado frente a mi, haciendo que tenga que levantar la cabeza para ver esos dos posos verdes. Me toma de la mano antes de echarse andar hacia el árbol donde está sentaba en un principio, una vez en el lugar nos sentamos.

—¿Cómo lo haremos parecer real?—digo, con notoria angustia en mi voz —. ¿Y bien? —insisto, cuando veo que no responde.

Me muerdo el labio inferior antes de encararlo y ver el momento exacto en el que una emoción salvaje cruza sus ojos.

—Todo será lo mas real posible, nadie tendrá la menor duda de este compromiso —dice, resuelto.

—¿Y cuando dices lo más real posible, a que te refieres?.

—¿Qué nunca has tenido una relación?.

—Sí. Pero…

—Entonces sabes a lo que me refiero —dice, enojado como si le fastidiara el tener que explicarme lo obvio.

De pronto una idea cruza mi cabeza y me hace tragar duro.

—No vamos a follar —digo, sintiendo la cara caliente.

—Me a quedado claro que no soy el tipo de hombre con el que follarías —espeta, fríamente —.Y a menos que usted folle en público, eso no pasará.

Deseo con todas mis fuerzas que la tierra se abra y me trague, la vergüenza es casi insoportable por lo que tengo que apartar la mirada. Tampoco me pasa desapercibido que me ha vuelto a llamar de usted.

—¿Qué diremos cuando nos pregunten como nos enamoramos? —pregunto, aún sin mirarlo a la cara.

—Es obvio —contesta, glacial —. Con el trato diario tu desarrollaste sentimientos por mi y un día tomaste el valor de decírmelo —esta vez cuando habla suena socarrón y arrogante lo que hace que una punzada de irritación me atraviesa.

Volteo para verlo directo a los ojos, solo pata ver la pequeña sonrisa que se asoma en la comisura de sus labios. De pronto como balde de agua fría cayendo sobre mi, me doy cuenta de la magnitud de la situación en la que me estoy metiendo.

Me siento acorralada.

De pronto como balde de agua fría cayendo sobre mi, me doy cuenta de la magnitud de la situación en la que me estoy metido pero en este momento me siento acorralada.

Enarco una ceja incrédula a lo que el ha dicho, porque es mas fácil aferrarse a la irritación que me genera su comentario que la zozobra de todo lo que se nos viene.

—¿Ha si que yo desarrolle los sentimientos por ti?—no quiero sonar venenosa pero lo hago de todos modos —. Porque no decimos que tu te enamoraste de mi, que fuiste tan insiste termine aceptando salir contigo. Lo que dices suena demasiado cliché ¿no crees?.

—Sí, puede ser. Pero no sé me ocurre otra razón lógica por la cual nosotros empezaremos una relación— eso golpea mi ego de una manera que no sabia que se podía golpear.

Y una vez mas vuelvo a estar frente al idiota, egoísta y soberbio hombre de negocios que estoy acostumbrada a ver todos los días en la oficina.

Ruedo los ojos al cielo.

—Tal vez porque soy encantadora, eficaz y hermosa ¿no son esas razones sufienciete?.

—No, no lo son. Al menos no para mi.

Auch.

—Tampoco tienes porque ser grosero —musito, enojada.

—No soy grosero. Soy realista —dice, lacónico —. Ahora, volviendo a lo importante, necesitas un anillo John pasará por ti el mañana para que vayas escoger uno.

Sin ganas de seguir golpeando mi ego y tratando de mantener la poca dignidad que me queda intacta, acepto a regaña dientes.

Toca varios temas con respecto al compromiso ficticio, entre estos esta el contrato donde me ofrece una cantidad mensual por el tiempo que la farsa demore, cosa que no me desagrada ya que con eso podré darle algo mejor a Miranda.

Después de un largo rato discutiendo el tema, se levanta sacudiendo su ropa y yendo a recoger lo las armas y todo lo que trajimos.

—Vamos, se esta haciendo tarde—anuncia, cuando tiene todo acomodado justo como cuando llegamos.

Nuestra caminata de regreso a su casa es silenciosa, cada quien va perdido en sus pensamientos y debes en cuando le doy miradas de reojo solo para ver su gesto indescifrable mientras camina como si no llevara 31 libras cargando, todo lo contrario de mi que voy dando las últimas.

Una vez que llegamos volvemos a la habitación de armas para dejarlas en su lugar, sin decir una palabra.

—Subiré a tomar un baño —anuncia, y sin esperar que diga nada se echa andar por las escaleras.

Me quedo parada en medio de la sala de estar viendo como si ancha espalda desaparece de mi campo de visión y pensando en como es que mi vida se ha vuelto caótica en estas últimas semanas.

**

Tomamos la carretera para volver a la ciudad en el mismo silencio con el que vivimos del bosque. Se que esto es solo el principio de todas las cosas que se me vienen en cima; la presa, toda la oficina y la más importante —para mi —Miranda, esta última me agobia más que todo lo demás.

—Cabe mencionar señorita Smith que esto es estrictamente confidencial —habla, rompiendo el silencio que nos envolvía sin despegar la vista de la carretera.

—No pensaba comentarlo con nadie —informo, tajante.

Me da una mirada por el rabillo del ojo sin pronunciar palabra, por lo que vuelvo a mirar por la ventana en silencio que pese a ser denso no me resulta incómodo, incluso creo que me gusta.

—Gracias por traerme señor Williams —digo, una vez que se detiene frente a la puerta de mi edificio.

No dice nada, en su lugar veo como aprieta la mandíbula es por eso, que procedo a quitarme el cinturón de seguridad y estoy por tomar la manija de la puerta cuando una mano grande y áspera envuelve mi muñeca.

—Tómese el día libre. Se que estos días han sido difíciles —mi corazón dan un tropiezo al notar el ligero tono de preocupación en su voz.

No digo nada al respecto pero algo cálido me invade el pecho, por lo que me limito asentir con la cabeza en señal de afirmación, acto seguido me zafó de su agarre y abro la puerta saliendo del auto. Una vez que cierro la puerta del auto este sale a toda velocidad perdiéndose entre la avenida.

Subo las escaleras hasta mi apartamento ignorando la mirada reprobatoria de la señora Scavo, mi vecina. Abro la puerta de mi apartamento y lo primero que veo es a Miranda sentada en el sofá con la portátil en las piernas, seque le debo muchas explicaciones pero en este momento no estoy de ánimos para hacerlo.

—Hola hermana ingrata —sisea, en cuanto me ve —. Será que seré requerida para la boda o me enteraré cuando ya tengan hijos.

Respiro hondo armándome de paciencia. Esta enojada y con justa razón, siempre nos contamos todo.

—Se que tienes muchas preguntas y que todo esto es muy confuso pero te pido que me des un poco de tiempo y te lo contaré todo, pero ahora estoy muy cansada —digo, en tono de súplica haciendo un puchero.

Mi hermana menor me observa dudosa pero al final asiente, me giro sobre mis talones para echarme andar hacia mi habitación cuando su voz me hace detener.

—¿Emma y si folla bien? —pregunta, divertida —. Él tiene vibras oscuras que…

—No lo se —la interrumpo y de inmediato me doy cuenta de mi error —. Quiero decir que no se a que te refieres con vibras oscuras y por ningún motivo hablare de mi vida sexual contigo.

Dicho esto emprendo una vez más mi caminata a mi habitación, una vez dentro lo primero que hago es tomar mi portátil para ver darme cuenta que lo primero que rondaba en Internet es el anuncio de nuestro compromiso.

Dios en que me he metido.

**

Ha pasado una semana desde que Alexander anunció el compromiso y fuera de los murmullos donde no me bajan de oportunista, caza fortunas y zorra todo ha ido normal en la oficina.

Nos hemos dejado ver juntos en un par de ocasiones en público, donde él es más atentado y cariñoso cosa que no me deja de parecer incomoda. Somos el tema del momento, John a pasado esta mañana por mi para ir a un par de tiendas y mientras observo la caja de Tiffany que no hace más que hacerme sentir mortificada.

El costo del anillo es una completa locura, ni siquiera me he atrevido a ponérmelo después de que salimos de la tienda y es que Alexander le dio ordenes precisas a John de comprar lo que sea que me gustará.

Y la verdad es que el anillo es precioso pero cuando vi el precio casi me da un infarto, todos los intentos por hacerlo cambiar no sirvieron de nada y ahora me siento mal por hacerlo gastar tanto dinero por algo que falso.

Por otro lado me siento un poco más tranquila porque Daniel no aparecido por ningún lado ni llamado, lo cual agradezco, pero al mismo tiempo me mantiene ansiosa, a la expectativa.

No hay día en el que no piense en el contrato que me dio Alexander, donde redacta cada clausula meticulosamente. Todavía no me atrevo a firmarlo, lo cual es ridículo cuando acabo de adquirir un anillo de compromiso que vale a más de mis ingresos por año.

Tomo la carpeta con el contrato y firmo las tres hojas que lo conformar para después colocarme en anillo en el dedo anular de la mano izquierda.

Bien, ya no hay marcha atrás. Solo espero no equivocarme.

Suspiro.

Los toques en la puerta de mi oficina me hacen cerrar la carpeta de golpe y echarla al cajón del escritorio junto a la caja del anillo.

—Pase —digo, volviendo mi vista al ordenador.

—Vaya que eres rápida —la irritante voz de Jack llega a mis oídos —. Nunca pensé que con tu fachada de mojigata lograrás que el jefe se casara contigo. Bien jugado Smith.

—Que quieres Jack —suelto, tajante. No estoy para sus estupideces.

—Seguro la haz de chupar de maravilla para haber logrado algo así —sigue, con sus estupideces y mi paciencia de agota.

—Si no tienes nada que decir relacionado con el trabajo vete, antes de que te reporte por acoso.

—Hazlo y me voy a encargar de todos sepan que andabas de ofrecida conmigo, pero como no te hice caso inventaste esa historia.

No digo nada sintiendo como la sangre me hierve ante lo fácil que seria salir bien librado de mi acusación. Puedo ver la sonrisa socarrona y de satisfacción que desliga dándome ganas de borrársela un puñetazo.

Estoy por contestar cuando la puerta se abre dándole paso a nuestro jefe.

—¿Pasa algo? —pregunta, serio y con cierta molestia en si voz.

—No. Solo venia a ver si Emma…

—Señorita Smith para ti —lo corrige Alexander.

—La señorita Smith ya tiene lista las nuevas propuestas para los próximos proyectos.

Alexander me observa con detenimiento como buscando algún indicio de que lo que esta diciendo Jack sea cierto, su mirada baja y se detiene en el anillo que se encuentra en mi mano. Un nudo me atenaza las entrañas y bajo la mano rápida poniéndola debajo del escritorio, lejos de sus ojos.

Siento el calor subir por mi cuello hasta instalarse en mis mejillas.

—Te los haré llegar cuando estén listas—digo, sin aliento.

Jack esta por decir algo mas pero Alexander le lanza una mirada amenazante por lo que solo asiente y sale de la oficina dejándome sola con él hombre de ojos verdes y pelo azabache.

—¿Estas ocupada?—pregunta, al tiempo que cierra la puerta.

—No, de hecho estaba apunto de ir a buscarte a ti oficina. Ya he firmado el contrato.

En el momento en el que las palabras abandonan mi boca su cara cambia y veo el momento en el que sus ojos se iluminan. Abro nuevamente el cajón para sacar la carpeta y extenderla en su dirección.

—¿Te gustaría ir a comer?—pregunta, en un tono mas relajado.

—Gracias, pero ya quede con Penny y Joshua de ir a comer —me sincero.

Mi respuesta no le a gustado en lo absoluto y puedo verlo en la manera en la que su entrecejo se frunce.

—Entonces vamos a cenar —sugiere, no muy contento.

La verdad esta muy cansada para salir, no solo físicamente si no también mentalmente, a demás hoy tengo cita con la doctora Wilson son demasiadas cosas las que me estaban pasando y siento que en cualquier momento puedo colapsar, es por eso que no me puedo dar el lujo de faltar a mis terapias.

—No quiero sonar grosera, pero hoy tengo una cita con…

Me quedo callada por un momento y se que el ya sabe todo sobre mi pasado, pero eso no quita que aun me cuente hablar con naturalidad con el sobre mi salud emocional, no es como si tuviéramos una relación de verdad.

—¿Con? —me invita a continuar —. ¿Me estas evitando, Emma? —pregunta, severo.

—Claro que no —trato de sonar casual —. Tengo cita con la doctora Wilson —me obligo a decir.

—Perfecto, te llevo a la cita y después vamos a cenar —dice, resuelto —. Nos vemos a la hora de la salida Emma.

Y antes de que pueda protestar me regala una sonrisa al tiempo que se gira sobre su eje y se echa andar hacia la puerta por la que desaparece, dejándome con un puñado de piedras en el estómago y el corazón latiendo con rapidez.

Me disculpo por la hora mi Internet no estaba cooperando.
Aquí otro capítulo de Alemma, espero les esté gustando un montón
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