capítulo 13
Nos toma alrededor de treinta y cinco minutos llegar a una casa que se encuentra prácticamente en medio de la nada, todo lo que se puede ver alrededor son grandes y frondosos árboles.
Pero lo que de verdad me saca de balance es la hermosa casa que se encuentra en medio de todos esos imponentes árboles. Me permito apreciar el hermoso paisaje que pese a la poca luz que hay me deja maravillada.
Se pueden ver claramente los tres niveles que acompañan la pendencia donde se sitúan entre lozas de concreto y voladizos, incluso hay árboles insertados dentro de la misma casa, con masivos muros, cuya superficies rústicas contrastan con los grandes e imponentes ventanales.
Es un contraste perfectamente equilibrado, como si la casa y el bosque se complementarán de tal manera, que te genera un ambiente de paz.
El auto de Alexander baja la velocidad una vez que se dirige a la rampa, donde el inmenso portón del garaje a desnivel se abre para dejarlo pasar y una vez ahí se empieza a cerrar con lentitud detrás de nosotros, dejándonos en penumbras. Alexander se apresura a salir del auto para rodearlo y abrirme la puerta, así pies sintiéndome aun inestable tomó la mano que me ofrece bajando del auto y cerrando la puerta detrás de mi.
Entrelaza sus dedos con los míos antes de guiarnos hacia la puerta que se encuentra a un costado del garaje y por un momento no se escucha más que el sonido de nuestros pasos andado. Al salir del garaje nos hace caminar por la increíble fachada de vidrio que da a la puerta principal de la casa, me trago el jadeo que me genera el entrar y ver la amplitud interna, el juego de alturas y la presencia de árboles vivos que atraviesan la estructura de concreto.
Me suelta la mano o lo hago yo, no lo sé. Pero giro sobre mi eje con lentitud solo para poder absorber toda la imagen que esta ante mis ojos.
No puedo creer lo que veo.
Simplemente no puedo creerlo.
Sacudo la cabeza en una negativa ante la imagen que me llega a la cabeza que es tan decepcionante como irritante. Es hasta este momento que me percato del abismo que separa su mundo del mío, de lo diferentes que son y de lo poco que podríamos encajar el uno con el otro. De pronto me siento tan mortificada y abrumada por el hilo que han empezado a tener mis pensamientos…
La voz de Alexander ronca y profunda, que me encanta me saca de mis pensamientos.
—¿Te gusta? —dice, y de alguna manera luce nervioso, como si de verdad le importa mi opinión.
—Es precioso —admito —. ¿Dónde estamos?.
—Bienvenida a mi refugió —dice, delante de mi y en ese momento su mirada se encuentra con la mía —. Siempre que quiero huir del mundo.
Y justo en este preciso momento, pasa lo que muy pocas veces he presenciado pero que no me podría cansar nunca de ver. Él salvaje, imponente y aterrador Alexander Williams desaparece, permitiéndome ver a un Alexander más humano… Vulnerable.
—Sígueme —habla, después de un rato en silencio y su voz suena ronca y pastosa.
Lo sigo sin protestar hasta llegar a una estancia donde hay un árbol que atraviesa desde el suelo al techo, aun lado se encuentra un sofá de color blanco donde me indica que espere mientras desaparece de mi campo de visión, para regresar segundos después.
—Toma —me extiende un vaso con agua, que acepto dando un pequeño sorbo y tomando la pastilla del medicamento que compro de camino aquí —. ¿Estás mejor?.
—Un poco —me sincero —. Gracias por todo—lo digo porque es cierto.
Pero en realidad quiero decir es: gracias por no dejarme sola, por preocuparte por mi, por hacerme sentir protegida. Pero no sé lo digo porque no quiero parecer intensa, necesitada.
—Después de lo que paso, no podría hacer otra cosa que no fuera asegurarme de que estuvieras bien —expresa, con seriedad.
Siente culpa. Me susurra la vocecilla en mi cabeza.
Justo es este momento sus palabras sin como un baldazo de agua helada, como concreto cayendo sobre mi cabeza. Mi corazón empieza a latir con tanta brusquedad que lo siento golpear contra mis costillas.
—Si no te importa me gustaría descansar un poco—digo, mandado lejos los pensamientos incongruentes que estaba empezando a tener.
Seria demasiado cliché que algo pudiera suceder entre nosotros y porque el abismo que nos separa es demasiado profundo, que caer en el sólo podría significar una cosa: morir.
Toma mi mano sin decir una palabra haciendo que me ponga de pie antes de que nos haga subir las escaleras para llegar al pasillo donde —supongo — se encuentran las habitaciones.
Y no puedo dejar de maravillarme con la impresionante vista al bosque atraves del ventanal que va del piso al techo.
—Iré a buscarte algo que te pueda servir para dormir —anuncia, una vez que nos introduce en una habitación.
Un suspiró largo y pesado se escapa de mis labios cuando sale de la habitación dejándome sola, cierro los ojos con fuerza dejando que las últimas veinticuatro horas —incluido el anuncio de nuestro supuesto compromiso —caiga sobre mis hombros y empiece aferrarse en mi cerebro, dejamos aquí parada en medio de la habitación.
No se cuanto tiempo pasa antes de que Alexander vuelva a entrar en la habitación, teniéndome un ramera blanca que supongo es de él.
—No es cierto —pregunto, incrédula.
No me responde, en su lugar se limita a encoger los hombros antes de girarse con intención de salir de la habitación.
Ruedo los ojos al cielo.
—Espera —lo detengo en seco—. Quédate conmigo esta noche, no me dejes sola — pronunció, en un susurro, se gira sobre su eje y recorre mi rostro con lentitud.
Siento que el corazón me va a estallar, siento como mi pulso late con tanta violencia detrás de mis orejas que temo que el mismo sea capaz de escucharlo. De pronto da un paso en mi dirección y luego otro hasta sujetar mi cara con sus manos.
—¿Estás segura?—pregunta, dudoso con cierto brillo en los ojos.
Incapaz de confiar en mi voz para repetirlo en voz alta, me limito asentir en gesto afirmativo. Me da un casto beso en la frente que se sienta tanto o más íntimo como cualquier clase de contacto físico que pudiéramos llegar a tener. Se siente como algo totalmente diferente y me aterra por lo que empujó lejos hasta el más recóndito de mi memoria ese sentimiento.
—Me iré a cambiar —anuncia —. Deberías hacer lo mismo. Ya vuelvo
Entonces sale de la habitación. Se que mañana me voy arrepentir, que posiblemente me voy a sentir como completa imbécil, pero ahora mismo lo que necesito es su cercanía, de la seguridad que me transmite… Aunque sea sólo por un par de horas.
Y se que tal vez eso sea ser demasiado masoquista, pero a estas alturas que más da.
**
El calor intenso que siento en mi espalda me hace darme la cuenta de que todo es real. Que no fue solo una pesadilla mas. Aun con los ojos cerrados y el brazo —protector— de Alexander rodeando mi cintura escucho a la lejanía el sonido estridente de mi teléfono y por un momento me planteo el no contestar, para seguir disfrutando un poco más de su cercanía.
Porque se que todo va a cambiar cuando la burbuja en la que nos envolví se acabara cuando hablemos del compromiso, yo no voy a ser participe de algo como eso. Vuelvo a escuchar el sonido de mi teléfono y me estiro en el mullido colchón dejando de las sábanas, acto seguido y con mucho cuidado de no despertarlo, quito la mano de Alexander que me mantiene sujeta a su cuerpo para levantarme de la cama.
Tomo el aparato que no deja de sonar justo cuando la llamada se pierde. Reviso en la pantalla el icono de llamadas perdidas marca un número que no conozco y antes de que pueda hacer algo vuelve a sonar, haciendo que el mismo número vuelva aparecer en la pantalla.
Me encamino rápidamente hacia la sala bajando por las escaleras con el teléfono sonando en mi mano.
—¿Sí? —digo, con curiosidad cuando deslizó el dedo aceptando la llamada y colocando el aparato contra mi oreja.
—Por un momento pensé que no ibas a contestar Emma —la voz del otro lado inunda mis oídos y un escalofrío me recorre el cuerpo.
—¿Quién habla? —pregunto, insegura deseando estar equivocada.
—Tan rápido te has olvidado de mi, si decías que era el amor de tu vida —la voz con aire de suficiencia me eriza los pelos de la nuca.
No puede ser. Esto no puede estar pasando justo ahora. Me quedo en silencio tratando de salir del shock que me genera escuchar su voz después de tantos años.
—¿Sigues ahí? — pregunta, ansiosa la voz del otro lado del auricular.
En ese momento un nudo de pura ansiedad se forma en la boca de mi estómago, al escuchar después de muchos años la voz del novio que me rechazo cuando más lo necesitaba.
—¿Qué diablos quieres Daniel? —respondo, a la defensiva al cabo de unos minutos en absoluto silencio.
—Pensé que te daría gusto saber de mi —contesta, con notable cinismo.
—¿Qué es lo que quieres? —vuelvo a preguntar.
Quisiera colgar pero soy incapaz de mover un músculo de la impresión. El silencio del otro lado de la línea solo hace que el nerviosismo y la ansiedad en mi incrementen invadiéndome por completo.
—Iré al grano amor. Necesito pagar un par de deudas y tu me vas ayudar —dice, arrogante y altivo.
—¿A casi te has vuelto loco?, No te voy ayudar una puta mierda —digo, en un tono de voz bajo para no despertar Alexander pero contundente.
—Emma, Emma, Emma. Mi querida Emma no has dejado de ser aquella niña ingenua, aunque debo de admitir que me pone muchísimo ese lado desafiante —hace una pausa —. Vas hacer lo que yo te diga, si no quieres que el empresario con el te haz comprometido y toda la prensa se entere de que eres una asesina.
Pánico crudo y puro se apodera de mi en cuestión de segundos, y me siento tan insegura he indefensa.
—No soy una asesina —digo, con un hilo de voz.
—Amor claro que lo eres —asegura —. Mataste a nuestro hijo, es que acaso ya ni lo recuerdas —se escucha un largo suspiro del otro lado de la línea —. No estás en posición de negociar nada. Te buscaré en cuanto esté en Seattle… Por cierto felicidades por tu compromiso, veo que lo zorra no se te a quitado —se burla.
—Yo… No… Daniel…
De pronto no soy capaz de escuchar nada y, confundida aparto el teléfono de mi oreja solo para descubrir que ha colgado, una mezcla de coraje, pánico y frustración se apoderan de mi.
No me he movido ni un milímetro desde que la llamada termino y siento como si me hundiera en un hoyo bastante familiar que hace que mis ojos se empiecen a llenar de lágrimas.
—¿Emma? —la voz de Alexander hace que pegue un brinco en mi lugar, dejando caer el teléfono de la impresión.
—Maldita sea—mascullo, en un susurro apenas audible mientras me agachó a recoger el aparato del suelo.
—¿Pasa algo? —pregunta, desconcertado.
Mi pulso late con fuerza mis manos tiemblan de manera incontrolable, el aliento me falta y todo —absolutamente todo —ha perdido enfoque. Giro sobre mis talones para encararlo luego de lo que parece una eternidad y no me pasa desapercibido que solo trae puesto es un pantalón de chándal.
—No —digo, tratando de sonar casual, pero no lo consigo del todo.
La sensación insidiosa y pesada provocada por lo que me acaba de pasar hace unos minutos, me ahoga. Me llena de una ansiedad angustiante, que lo único que está consiguiendo es hundirme un poco mas.
Últimamente inestable es mi estado natural. Me recuerdo.
Alexander me mira con incertidumbre y me hago una nota mental de tomar el medicamento o entraré en crisis otra vez.
—Alexander tenemos que hablar—digo, al borde del colapso de histeria.
Su semblante se vuelve serio al escuchar el tono desesperado y ansioso de mi voz, el aparato infernal comienza a sonar en mi mano vez más y siento como toda la sangre se agolpa en mis pies. Siento como si pudiera morir ahora mismo.
—¿No vas a contestar?—apunta.
—No es importante —musito con la voz ligeramente temblorosa.
El teléfono deja se sonar y es justo en ese momento que el sonido de varios mensajes entrando de golpe se escucha, haciendo que Alexander alzar una de sus espesas cejas.
Bajo la mirada para ver que son mensajes de mi hermana, donde me manda varias notas de periódico, revistas de chismes y links de programas de televisión donde se me anuncia como la prometida de Alexander Williams y como si eso fuera poco se rumorea que estoy embarazada. Luego de todo eso viene en letras mayúsculas y con signos de admiración las palabras <<necesito una explicación. Ahora>>
Ay no, ay no. Mierda, mierda, mierda.
Sacudo la cabeza en una negativa, pero no respondo. Mi cabeza trabaja a toda velocidad y cuanto recuerdo lo que dijo el infeliz de Daniel siento como si me golpeara un camión demoledor.
Me encontró gracias al anuncio de Alexander.
—Voy a buscar algo para desayunar —dice, girando sobre su eje dirigiéndose a la cocina.
—¡No!—grito, aterrada haciendo que se detenga y me encare —. Primero hablemos, ¿Qué pasara con el anuncio que hiciste ayer? Y que esta por todos lados —digo, sintiendo como la irritación y el coraje me empiezan a invadir.
El semblante de Alexander se descompone casi por completo al abandonar las palabras mi boca.
—Fue un impulso —su tono se me antoja culpable —. No pensé que se divulgará tan rápido.
—Entonces, que esperabas que pasara si prácticamente lo gritaste en cadena nacional —pronunció, con veneno —. Soluciónalo, yo no pienso ser participe de este teatro — se que sueno como una maldita perra pero en este momento no me importa.
—No.
—¿No?. Que se supone que significa eso.
—No lo voy a desmentir Emma—suena resuelto—. No voy a quedar como un imbécil y no me voy evidenciar.
—¿Y yo? —pregunto, indignada —. En todo tu magnífico plan donde quedo yo, si quiera te has puesto a pensar la manera en la que me afecta lo que hiciste.
Aprieta la mandíbula y su gesto se vuelve indescifrable.
—Te ofrezco un Contrato —dice, glacial.
—¿Y que gano yo con todo eso? ¿qué dirán en la oficina?, mejor aun ¿qué dirá tu familia?. ¡Dios! Todo mundo debe pensar que soy una completa zorra.
—No vuelvas a llamarte así —gruñe —. Por ningún motivo y bajo ningún concepto —suena tan contundente que me estremezco —. Por los empleados no te preocupes, ellos no tienen que cuestionar mis decisiones y mi familia seguro estará extasiada de que por fin voy asentar cabeza —dice, eso último con ironía —. Te doy lo que tu pidas: dinero, una apartamento, un auto, joyas. Lo que tu quieras, pero no lo voy a desmentir.
Una carcajada carente de humor abandona mi boca.
—Eres un imbécil —escupo, molesta—. ¿Qué piensas que soy? Una mujerzuela…
—Ya te dije que dejes de llamarte así—sisea, con los dientes apretados.
—Eso fue lo que me diste a entender —sueno indignada.
—Creo que lo mejor será que nos calmemos —sugiere, y estoy de acuerdo —. No quise ofender, solo trato de plantar una solución que sea fructífera para los dos. Es por eso que sugerí un contrato, con cláusulas y condiciones que ambos estemos de acuerdo.
Lo pienso por un momento y ya no me parece tan descabellada la idea de aceptar su propuesta, solo porque estando cerca de él me siento segura aunque el mundo se esté cayendo a pedazos.
Es demasiado peligroso. Me dice mi subconsciente y se que tiene razón, pero…
—No quiero dinero, ni ninguna estupidez de las que acabas de decir.
Una pequeña sonrisa se empieza a dibujar en la comisura de sus labios y el brillo en sus ojos es mas intenso
—Entonces, ¿que es lo que quieres?—su voz empieza a sonar inestable.
—Quiero que cuando acabe toda esta locura me dejes en paz. Que no me busques, ni me llames. Que hagas como si nunca me hubieras conocido —digo, con tanta seguridad que me sorprendo.
La cada de Alexander se queda en neutral, no dice ni hace nada por un par de minutos que se me antojan eternos.
—Eso significa que ¿aceptas?—pregunta, incrédulo y con cierta desilusión en sus palabras.
Yo me limito asentir, a pesar de que se que voy arrepentirme de esto mas tarde, de que voy a lamentarlo después y de que se, que esto va a acabar por destruirme en el proceso. Acepto.
¿Que les pareció este capítulo de Alemma?.
¿Qué piensan del aparecido de Daniel?.
Chicas nos leemos el lunes, tengo algunas cosas que hacer el finde y no quiero prometer algo que no se si vaya a poder cumplir.
Las tecueme.
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