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capítulo 12

En este momento un par de manos grandes, fuertes y ásperas me sujetan con fuerza la cara, para que toda mi atención de centre en él.

—Mírame. Emma, mírame —veo que Alexander mueve la boca, pero son incapaz de captar que es lo que dice.

Parpadeo tratando enfocar bien la imagen de esos ojos verdes que me hacen sentir tantas cosas, pero me es imposible. Mis parpados están demasiado pesados para mantenerlos abiertos más que un par de segundos.

En este momento las fuerzas abandonan mi cuerpo y me desplomó en sus brazos, sus manos me toman la cabeza con firmeza para verme directamente al rostro que se encuentra excesivamente cerca del mío.

De pronto todo a mi alrededor excepto él. Todo a pasado a segundo plano, porque justo ahora me encuentro contemplando las tonalidades de sus ojos color verde y la fuerza con la que frunce el ceño entre parpadeos.

Un sonido estrangulado sale de mi garganta cuando intento inhalar profundamente.

—Respira conmigo, Emma —casi parece una orden.

Trato de decirle que sí. Que haré todo lo que pida, porque con él me siento segura… A salvo como hacía años no me sentía. Pero la voz no me sale y me estoy quedando sin aire.

En este momento siento como pega mi cabeza a su pecho, justo para permitirme sentir el latir de su corazón y su preparación agitada y entrecortada, que es lo único que soy capaz de escuchar en este momento.

Vuelve a tomar mi cabeza entre sus manos para que lo vea a los ojos y veo como sus labios se mueven pronunciando palabras que son incapaces de llegar a mi en este momento. Me encuentro demasiado asustada. Demasiado aterrada.

Une su frente a la mía y de inmediato siento como si aliento cálido pega de lleno en mi boca. Abro la boca para tomar una bocana de aire, ya que mi nariz es incapaz de hacerlo en este momento, como si el aire de la habitación donde nos encontramos fuera insuficiente para mi. Para los dos.

De pronto el olor de su perfume inunda mis fosas nasales, algo que activa un interruptor que me hace reaccionar de alguna manera, para aferrarme a su cuerpo como si mi vida dependiera de ello.

Lo tomo con fuerza de las solapas del saco para y en este momento inclino mi cabeza para pegar mi frente a su barbilla, donde me permito un momento cerrar los ojos. Alexander desliza sus manos por mis hombros y entonces me envuelve los brazos a mi alrededor.

Su abrazo es demasiado doloroso, es incómodo y por extraño que parezca me resulta liberador. No puedo describir de otra manera mientras me aprieta con fuerza contra su cuerpo, logrando liberarme del terror que me carcome los huesos. Logrando que la zozobra merme de manera enfermiza.

No se cuento tiempo pasa antes de que pueda percibir otra cosa que no sea la respiración entrecortada entre nosotros. Mi pulso empieza a disminuir poco a poco con el pasar de los minutos y me percató no a dejado de murmurar palabras tranquilizantes en mi oído, mientras mueve su mano de arriba abajo en mi espalda.

—Eso es, bonita. Vas a estar buen —su tono de voz dulce y protector inunda mis oídos —. Inhala profundo. No tengas miedo, yo estoy aquí. No estás solas.

El corazón se me estruja con violencia, pero le hago caso: inhalo y exhalo un par de veces, como puedo y al ritmo que me impone tratando de agarrar bocanadas de aire.

El estrés, miedo y ansiedad empiezan a dispersarse de  poco.

El tiempo pasa demasiado lento o demasiado rápido, no lo sé. Quiero apartarme, pero la seguridad que me transmite y lo calentito que esta él hombre que me sostiene en brazos a logrado mantener a raya el miedo que me consumía por completo, haciendo imposible que tenga voluntad para apartarme.

—Todo esta bien, Emma. No pasa nada, tomate tu tiempo yo estoy aquí y no pienso dejarte sola —esta vez soy capaz de sentir su respiración rozar mi oreja. Un escalofrío recorre mi cuerpo —. Vamos bonita yo se que eres fuerte. Yo creo en ti —insiste en un tono cálido y dulce.

No se cuanto más tiempo pasa antes de que poco a poco la crisis se vaya dispersando un poco, para hacerme mas consiente de lo que pasa en mi entorno.

Ninguno de los dice nada como si el mundo se hubiera detenido conmigo, nadie se mueve. De pronto la vergüenza y humillación caen sobre mis huesos de forma que no soy capaz de comprender. Quiero disculparme una y otra vez por el episodio que acabo de tener por haber arruinado su evento, pero al mismo tiempo el coraje me hace querer gritarle a la cara, que todo esto es su culpa por tensar tanto la cuerda.

Y la cereza del pastel es ese compromiso que termino de sacarme de balance por completo, pero en vez de hacer cualquier de esas cosas me quedo así. Aquí sin mover un músculo con los dedos entumecidos por aferrarme con fuerza a su saco.

Alexander me aprieta en sus brazos, un segundo antes de que la fuerza del abrazo empiece a disminuir poco a poco. Ahora es un abrazo tierno, dulce y el temblor de mi cuerpo a desaparecido casi por completo.

El aire que hasta hace unos momentos no podía entrar a mi sistema ahora lo hace con normalidad nuevamente.

Trago duro.

Una de las manos que rodean mi cuerpo me abandona para llegar a mi cara y con el pulgar empezar a trazar caricias suaves en mi mejilla, eso hace que mi cuerpo reaccione y por un momento deseo con todas mis fuerzas que el hombre del que me mantengo aferrado no me suelte jamás.

—¿Te encuentras mejor? —pregunta, con un susurro de voz que me hace poner la piel de gallina.

No respondo, aún soy incapaz de confiar en mi voz, es por eso que sólo muevo mi cabeza en señal de afirmación.

—Te sacare de aquí para llevarte a un hospital.

—No —digo, en tono de súplica y siento como la ansiedad recorre mi cuerpo una vez mas.

No le gustan los hospitales, de hecho trato de evitarlos a toca costa, de solo pensar en volver a pisar uno siento que en cualquier momento pueda hiperventilar otra vez.

—No te estoy preguntado —dice, severo—. Es una orden. Acabas de tener una crisis Emma.

—Por favor —mi voz con un hilo de voz—. No me lleves  un hospital, me dan miedo.

—Necesitas que alguien te revise —insiste —. No voy a estar tranquilo hasta que alguien lo haga.

—La doctora Wilson.

—¿Qué?.

—La doctora Renee Wilson es mi psiquiatra —susurro, sintiendo la cara caliente de vergüenza.

Alexander no dice nada, ni siquiera se mueve y cuando lo hace es para apartarse por completo de mi. El vacío que dejan sus brazos en mi es palpable y de inmediato me siento como una niña asustada y vulnerable.

Sigo en el mismo lugar, sin moverme. Sin mirarlo a la cara, la vergüenza que me recorre es tanta que no soy capaz de verlo a los ojos, mucho menos cuando me caigo en cuenta de que sigo en el suelo.

Cierro mis ojos con fuerza y un par de lagrima traicioneras escapan de mis ojos que me limpio de inmediato, porque recuerdo el lugar donde me encuentro en este momento y trato de hacer acopio de la poca dignidad que aun me queda para ponerme de pie, en tanto Alexander se mantiene haciendo llamadas con quien sabe quien.

Mis piernas tiemblan y se sienten débiles, hago un gran esfuerzo por no hacerlo notar pero fracaso enormemente porque Alexander —con el teléfono pegado a la oreja — se apresura a tomarme antes de que vuelva a desplomarme.

Una vez que se asegura que estoy estable, se agacha para tomar el bolso que traía del suelo antes de volver a ponerse de pie.

Trato de pasar de largo y caminar hacia la salida, pero me toma del codo haciendo que de vuelta sobre mi eje de modo que hacemos contacto visual.

Una punzada de preocupación me atraviesa porque no sé qué haré al salir y encontrarme con un salón lleno de gente, periodistas y paparazzis.

—¿Pasa algo? —pregunto, con la voz temblorosa e inestable al tiempo que suelta mi brazo.

—Claro que pasa algo —dice, al tiempo que su mirada refleja preocupación —.  Esto es mi culpa, no debí orillarte hasta este extremo.

Mi corazón se estruja al escuchar esas palabras y algo cálido me invade el pecho de inmediato.

—No te preocupes, ya paso. Si no te importa me gustaría que nos fuéramos ya —lo digo porque es cierto, lo único que quiero es salir de este lugar y dormir.

Su semblante refleja duda durante largos minutos.

—Vamos te sacaré de aquí —aun suena preocupado, pero decidido —. La doctora Wilson nos espera en Seattle. El helicóptero nos está esperando.

No me da tiempo de replicar nada ya que me toma de la mano entrelazando nuestros dedos, antes de salir por la puerta donde nos enfrentamos a la realidad. Mis pues se sientes pesados aun y mientras nos adentramos una vez las al salón donde los meseros caminan por todo el lugar, Alexander detiene a uno para tomar una botella de agua que me entrega.

Varias personas lo saludan en nuestro andar a la salida y otras tantas nos ven a la distancia, Alexander educadamente los saluda antes de seguir avanzando entre la gente pomposa que aquí se encuentra. A mi el trayecto se me hace largo y justo cuando creo que saldremos de aquí una onda de periodistas nos aborda en la salida, entre ellos mi amiga Ruth quien me taladra con los ojos.

—Ojos al suelo —ordena, en voz baja antes de apretar su agarre en mi mano.

Empieza avanzar entre los periodistas que no dejan de disparar flashes en nuestra dirección y lanzar preguntas.

<<Señor Williams ¿podría hablarnos un poco mas acerca de su compromiso>>

<<A caso ella esta embaraza por eso el repentino compromiso>>

<<La modelo Buen Rostro ya quedo en el olvido para usted o solo es una decisión tomada por despecho>>

Trato de levantar cara solo para ver el semblante descompuesto de Alexander y de inmediato el flash de una cámara me ciega, lo que provoca que me aferre a su brazo en señal de que me saque de aquí cuando antes.

Seguimos avanzado mientras los periodistas siguen lanzando preguntas cada vez más desagradables, hasta que llegamos al auto que nos espera aún lado de la acera.

Una vez sentada en el asiento de cuero con el cinturón puesto, Alexander arranca dejando a los periodistas atrás. Dejo ir un suspiro sonoro lleno de alivio.

No demoramos más de unos veinte minutos antes de llegar a la pista donde ya nos espera el helicóptero que nos llevará a Seattle. En otra situación estaría escandalizada por el vistazo de poder que tiene Alexander al conseguir todo esto con sólo una llamada, pero justo en este momento lo agradezco y decido no preocuparme, al menos por ahora.

—Gracias por sacarme de esa locura —digo, una vez que el helicóptero a despegado —.No tienes que acompañar a ver a la doctora Wilson —susurro, apenada.

—No es necesario —Repite —. Pero quiero hacerlo. Quiero asegurarme de que vas a estar bien— su voz suena dulce y preocupada en partes iguales—. Por el bien de mi nervios déjame acompañarte o no podre tener paz si no lo hago.

Me muerdo el labio inferior antes de murmurar un debiendo <<esta bien>> después de unos minutos.

Un par de horas después llegamos a Seattle donde John ya nos está esperando y quien nos lleva al consultorio de la doctora Wilson. No comprendo la magnitud de los alcances que tiene este hombre para hacer que una prestigiosa psiquiatra, a la que solo atiende por medio cita previa haya hecho que nos atienda a las seis de la mañana y en domingo.

—Señor Williams —saluda, la doctora cuando nos abre la puerta de su consultorio —. Debo de admitir que me sorprendió mucho su llamada.

Le extiende la mano al hombre que me acompaña y este la recibe con gesto indescifrable.

—Es una emergencia —es su elocuente respuesta.

—Emma —dice, sorprendida cuando nota mi presencia—. Que sorpresa.

Le doy un intento de sonría antes de adentrarnos en la estancia, una vez que nos ubicamos en las sillas enfrente del escritorio no puedo hacer otra cosa que no sea estrujarme las manos ante el silencio que se instala.

—¿En que puedo ayudarlos? —pregunta, la doctora una vez sentada en su lugar.

—Necesito que revises a Emma —dice, glacial el hombre a mi lado.

Renee clava los ojos en mi ante la declaración de Alexander.

—¿Qué pasa, Emma?.

La vergüenza mezclada con las sensaciones abrumadoras de hace una horas son tan abrumadoras que me aturden.

—Tuvo un ataque de pánico —contesta, Alexander por mi.

Haciendo que otra clase de sensaciones, esta más apabullante que las demás me invada. Me siento como cuando mi mamá me llevaba al médico y ella le informaba todos mis síntomas, y es que, eso es justo lo que pasa. Yo apenas intervengo en un par de ocasiones, cuando ella me pregunta como me he sentido los últimos días y me avergüenza admitir que no estoy tomando el medicamento.

Treinta minutos después y luego de una revisión exhaustiva me extiende la receta que toma Alexander, antes de levantarse y extender una tarjeta negra en su dirección.

—No es necesario que pagues…

Me calló de golpe con la mirada amenazante que me decía. Aún me siento abrumada cuando salimos del consultorio privado, pero al mismo tiempo esta sensación de protección me calienta el pecho de una manera que me aterra.

En mi cabeza no deja de dar vueltas el compromiso y se que es algo de lo que tenemos que hablar, más pronto que tarde.

Es una locura.

En este momento me siento demasiado cansada emocionalmente que lo único que quiero es dormir.

 —¿Quién esta en tu casa?—pregunta, una vez que estamos en el auto una vez más.

No pregunto a donde fue John, por el contrario me dejo que abrocha mi cinturón, antes de que suba al asiento de piloto.

—No se, es domingo y Miranda debe estar con su novio —de inmediato maldito para mis adentros, al darme cuenta del error garrafal que acabo de cometer —. Te pagaré lo de la consulta — trato de desviar el tema.

Estoy demasiado avergonzada, demasiado aturdida y no estoy pensado con claridad.

—No me importa el dinero —dice, con determinación —. De ninguna manera vas a estar sola. No después de lo que acaba de pasar y tu doctora no lo recomendó.

—No quiero ser una molestia. De verdad solo quiero ir a mi casa a descansar, estaré bien —insisto, pero el me ignora por completo, ni siquiera se toma la molestia de darme una mirada.

Se detiene en un semáforo en rojo.

—Ya te lo dije: no voy a estar tranquilo, necesito saber que de verdad vas a estar bien —murmura, mientras aprieta los dedos en el volante.

El semáforo se vuelve a poner en verde y vuelve a poner el auto en marcha, me percato que a cambiado de dirección y siento como si un puñado de piedras cayeran en mi estómago.

—¿A dónde vamos? —pregunto, tratando de lucir tranquila, pero mi débil voz me delata.

—A un lugar donde pueda asegurarme de que estés bien y tranquila.

Y así, sin darme una explicación más sigue el resto del camino en silencio y decido no preocuparme por eso ahora. Ser egoísta por primera vez en años y permitirme acurrucarme bajo la seguridad que me ofrece Alexander.

Hola chicxs aquí otro poquito de Alemma, espero que les este gustado mucho. Quiero que sepan que les agradezco todos sus mensajes y observaciones para con la historia, me ayudan muchísimo a mejorar (porque se que tiene errores) que espero corregir pronto.

Estoy actualizando tarde, porque donde vivo el clima no es el mejor y el Internet esta fallando muchísimo.

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