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Capítulo 11


A la lejanía se escucha el golpeteo de una puerta, me remuevo en mi lugar tratado de ignorar el sonido que se detiene, para a los pocos segundos volver a repetirse.

Me ruedo sobre mi misma para quedar boca arriba antes de abrir los ojos, la luz que entra por la ventada me hace saber que ya a amanecido, me siento sobre la cama aún soñolienta frotándome un ojo, entonces el sonido de la puerta se repite.

Me toma un minuto recordar que estoy en Nueva York y que la única persona que podría venir a tocar mi puerta es Alexander.

—Carajo —murmuró, por lo bajo cuando alcanzó mi teléfono y me doy cuenta que son las diez de la mañana.

Una punzada de culpabilidad me atraviesa cuando tengo repetidos mensajes de mi hermana, uno más alarmante que otro, es por eso que le escribo un mensaje donde le digo que enseguida de marco.

Bajo de la cama caminando hacia la puerta descansa, bostezando y con el pelo enmarañado. Al abrir la puerta hago una mueca al darme cuenta que es un empleado del hotel.

—Traemos un paquete para la señorita Smith —anuncia, el camarero sosteniendo una gran caja y un par de bolsas.

—Yo no he ordenado nada —digo, y mi voz sale ronca por la falta de uso.

Seguramente me veo del carajo con la ropa arrugada, el pelo despeinado y bostezando casa par de minutos, pero es que me siento todavía muy cansada. Y seguramente tengo la cara hinchada y si tengo un poco de mala suerte también tengo marcas de la almohada.

—¿Es usted Emma Smith?.

—Sí, pero…

—Firme aquí —me, extiende una hoja que firmo antes de que me entre las cosas y desaparezca.

Desorientada y confundida cierro la puerta para ir hacia la cama una vez más, dejo ir un suspiro cansado antes de poner las cosas sobre la cama.

Mis ojos se clavan en el sobre plateado —del mismo color que la caja— que descansa encima de la tapa de la caja, lo tomo en mis manos y mi corazón da un vuelco al pensar en quien pudo mandarlo.

Espero sea de tu agrado. Lo compre pensando en lo espectacular que te veras con el puesto, en la manera en la que resaltaran tus hermosos ojos grises

Pd: Toma esto como una ofrenda de paz.

Alexander Williams.

La perfecta caligrafía que he visto infinidad de veces en documentos, hace que un nudo se instale en mi estómago antes de volver a guardar la nota en el sobre.

Tomo la tapa de la caja y al abrirla me quedo sin aliento viendo el hermoso vestido de seda verde esmeralda. Lo tomo de los finos tirantes antes de sacarlo de la caja y quedarme maravilla al ver lo hermoso que es, tiene una abertura un poco más arriba de la mitad del muslo con un gran escote en V en la parte de frente.

Lo dejo en la caja una vez más para tomar una de las bolsas y ver unas hermosas zapatillas de tacón de aguja en color plateado con tengo el jadeo que amenaza con escapar ante lo hermosas que están. Tomo la última bolsa que tiene un estuche de terciopelo color rojo que al abrirlo no puedo detener el gran suspiro que me abandona al ver la hermoso collar de esmeraldas con incrustaciones de diamantes, paso los dedos con cuidado por encima del collar sin crecer que algo como esto pueda ser real.

Es hermoso.

No puedo imaginar lo costoso que debe ser, incluso trae unos aretes a juego. No puedo aceptarlo, es hermoso pero es demasiado.

Tomo vuelvo a cerrar el estuche de terciopelo para tomar mi teléfono y llamarlo para decirle que no puedo aceptarlo. Busco su número en mis contactos y cuando lo encuentro presiono llamar pegándome el aparato a la oreja.

—Buenos días, Emma —su voz ronca y profunda inunda mis oídos al segundo timbrazo, provocando que un escalofrío me recorra entera.

Por un momento no se que decir, creo que incluso dejo de respirar dejando que el silencio se extienda entre nosotros.

—¿Emma?

—No puedo aceptarlo —logro articular, luego de una pequeña eternidad —. Es demasiado.

Estoy esperando un comentario mordaz, alguna burla de su parte pero en su lugar me toma por sorpresa las siguientes palabras que pronuncia:

—¿Te gusto?

—Sí. Todo esta hermoso, pero…

—¿Ya tienes un vestido para esta noche? —pregunta.

—No, pero…

—Ahora lo tienes problema resuelto —contesta, resuelto —. No acepto un no por respuesta, es una orden.

No me da tiempo de decir nada mas porque cuelga.

Ofrenda de paz Emma. Es que solo Alexander Williams puede dar una ofrenda de paz tan costosa.

Me quedo contemplando su ofrenda de paz por un rato antes de desplegar una sonrisa y llamar por facetime a Miranda y a Ruth para mostrarles lo hermoso que esta todo.

**

El silencio de habitación me está volviendo loca, la ansiedad se a empezado apoderar de mi con el pasar de los minutos, el extraño palpitar de mi corazón, que hace que la sensación de ahogamiento sea cada vez mas notoria.

Me siento extraña y creo se debe al camión brusco en mi entorno, lo que me ha empezado alarmar. No puedo dejar de pensar en lo que paso y en el evento de hoy en la noche, sopeso la ida de poner una escusa para no salir hoy.

Pero solo de pensar en la cara de satisfacción de Alexander con una enorme sonrisa de victoria al darse cuenta que tiene razón me revuelve el estómago.

Maldito orgullo que mantiene firme, antes no me llevo a ningún lado y esta vez no creo que sea diferente pero no puedo permitir que me vuelva a ver vulnerable. El temblor incontrolable en mis manos me desespera al grado de querer golpear algo o gritar con todas mis fuerzas. Me levanto de la cama no puedo seguir sentada, necesito calmarme o no lograre mantener la compostura

Miro el almuerzo que trajeron hace un par de horas pero no se me antoja nada, por lo que me apresuro abrir la ventada de la habitación, para poder sentir el fresco del aire golpear mi cara. Una vez abierta me detengo frente a ella e inhalo y exhalo un par de veces tratando de calmar el miedo desmedido e irracional que me recorre el cuerpo. Estoy entrando en pánico.

Y mis pensamientos han empezado a traicionarme.

Tranquila Emma, tu puedes, esto no es mas fuerte que tu. Me repito para mis adentros una y otra vez pero sigo sintiendo como si pudiera arrancarme todos los cabellos con las manos.

Tranquila Emma, tranquila tu puedes, esto no es mas fuerte que tu. Digo para mis adentros pero sigo sintiendo como si pudiera arrancarme todos los cabellos.

Giro sobre mi eje para encaminarme hacia el baño, una vez dentro me quedo parada frente al espejo que esta frente a mi por largos minutos queriendo que todo esto sea una pesadilla.

Regreso a la habitación después de una eternidad para llamar a recepción donde pido unas tijeras, que no tardan en llevarme y con ellas en mano regreso al baño para pararme nuevamente frente al espejo.

Mis piernas tiemblan y empiezo a sentir como toda la sangre de mi cuerpo se acumula en mis pies, aprieto con fuerza las tierras en la mano mientras observo la mujer que me devuelve la mirada del otro lado del espejo.

Respiro hondo antes de tomar el primer mechón de cabello rubio y empezar a cortarme el pelo mientras lágrimas gruesas, pesadas y llenas de frustración ruedan por mis mejillas.

Veo caer mis mechones largos de cabello al suelo y empiezo a sentir un ligero alivio. Hace mucho no me daba un ataque de ansiedad y estoy orgullosa de mi porque hasta hace un par de meses esto no hubiera acabado bien.

Al cabo de un rato y luego de terminar de cortar mi pelo a la altura de mis hombros, tomo una larga ducha donde me permito que la sensación abrumadora de ansiedad termine de disiparse.

Cuando salgo del baño envuelta en un albornoz me siento un momento en la orilla de la cama para poder terminar de calmarme, sigo así por uno par de minutos hasta que el sonido de mi celular me hace dar pequeño brinco en mi lugar.

Trato de levantarme a contestar, pero aun, me siento un poco inestable. El aparato deja de sonar y se escucha el sonido de un mensaje entrando.

Inhalo profundamente.

Me levanto a tomar el aparato del infierno en el que brilla el icono de llamada pérdida con el nombre de Alexander en la pantalla. Se me hace un nudo en la garganta , quito el icono de llamada perdida y abro el mensaje.

Donde me doy cuenta que mi cuñado le pasó mi número a Liam, el amigo que me presentó en la fiesta de mi hermana. En el mensaje Liam me invita a salir.

Ruedo los ojos antes de dejar el teléfono una vez más sobre la mesita de noche y volver a tumbarme sobre la cama, no se cuanto tiempo pasa, pero para mi es como una eternidad cuando empiezo a tener el control de mi cuerpo por completo otra vez.

Volteo a ver la hora en reloj que se encuentra en una de las paredes de la habitación para darme cuenta que son las seis con treinta minutos. Saco el vestido de la caja en la viene y lo extiendo por encima de la cama, donde lo contemplo por un par de minutos.

Suspiro, antes de ponerme manos a la obra en el maquillaje que llevare y aliarme el cabello ya que no creo que pueda hacer mucho con el cabello hasta los hombros.

Para cuando acabo una hora y media después me observo en el espejo del baño, no me puedo reconocer, es como no fuera yo.

En realidad me siento como otra persona, me siento extraña en mi propio cuerpo. Después de haber pasado meses sin tener una crisis, volver a experimentarla es como si volviera a estar en la línea de salida. El solo hecho de pensar me da taquicardia.

Me quito el albornoz quedado solo en unas diminutas y finas bragas de encaje —para que no se marquen en el vestido —, antes de tomar el vestido que descansa en la cama y deslizarlo por mi cuerpo. Me empiezo a desesperar cuando no puedo subir el cierre en la parte de atrás lo que me tiene maldiciendo por lo bajo.

Los toques en la puerta me hacen detener la letanía de palabrotas que salen de mi boca. Camino enojada y con el vestido a medio poner hacia la puerta, donde al abrirla tengo que reprimir un jadeo al ver al hombre que se encuentra luciendo maravilloso con un esmoquin de tres piezas azul marino.

—Alexander —digo, y odio sonar sin aliento.

Sus ojos me recorren de arriba a bajo de una manera que me hace sentir hermosa.

—¿Necesitas ayuda? —pregunta, con un brillo extraño en la tormenta verdosa que son sus ojos.

—Sí. No.

—Sí o no—esta vez puedo notar la diversión en su voz al tiempo que enarca una de sus espesas cejas.

—No, bueno si —dejo, ir un suspiro y dejar de ser una idiota frente a él antes de pronunciar —: Por favor.

Me hago a un lado para que entre y camino con el siguiéndome los pasos, el sonido de la puerta cuando cierra detrás de él hace que un cosquilleo me recorra el cuerpo. Lo ignoro.

Me detengo al cuando llego a la mitad de la habitación y no me giro esperando que me ayude a cerrar el vestido. Un nudo de anticipación se instala en mi garganta cuando lo siento detrás de mi y un escalofrío me recorre entera cuando sus manos, entran en contacto con la piel desnuda de mi espalda el empezar a subir el cierre con calma.

La cara me arde debido a que ahora más que nunca soy plenamente consciente de la falta de sujetador —que el vestido no permite llevar.

—Listo —dice, pero no aparta las manos de la parte donde acaba el cierre.

—Gracias —me alejó, dándome la vuelta para encararlo.

Sus ojos reparan meticulosamente y lenta mente mi cuerpo desde la punta de mis pies descalzos, hasta llegar a mi cara donde frunce el entrecejo.

—¿Te cortaste el pelo? —pregunta, con confusión y curiosidad.

—Necesitaba un cambio —es todo lo que digo, encogiéndome de hombros.

De pronto me tengo que morder el interior de la mejilla para reprimir el impulso idiota de preguntarle si le gusta.

—¿Estas lista? —habla, después de una eternidad en silencio cortando el hilo de mis pensamientos.

—Sólo me pongo las zapatillas —hago un gesto con la cabeza para soñar la caja que esta sobre la cama.

Entonces el hace lo las inesperado del mundo. Se estira para alcanzar la caja antes de caer acuclillado, haciendo que se me atasque la respiración en la garganta.

No me muevo. No hablo, llegados a este punto creo que no respiro viéndolo desde arriba. Siento la cara caliente cuando desliza su mano desde mi rodilla—esa que queda justo en la abertura del vestido — hasta llegar a la parte al tobillo donde me da un pequeño toque que me hace alzar el pie del suelo para que el coloque la zapatilla.

Procede hacer lo mismo con mi otro pie, y juro que no puedo creer que algo como colocar un zapato, Alexander Williams lo haya vuelto algo tan sensual. Creo que arruine mis bragas con la mirada oscurecida e intensa que me dan sus ojos.

—¿Nos vamos?.

No puedo más que asentir incapaz de confiar en mi propia voz. Nos dirigimos al auto en completo silencio —lo cual agradezco— para despejar la bruma sensual que tuvimos hace un momento. Una vez dentro y con el cinturón de seguridad puesto, nos ponemos en marcha.

Mientras el auto avanza por las avenidas de la gran manzana, un escalofrío me recorre la espina dorsal. La ansiedad y el nerviosismo se apoderan de mi cuerpo una vez mas al darme cuenta de la fila enorme de carros que hay cuando nos aproximamos al sitio se me hace imposible hacer otra cosa que no sea bajar el vidrio del auto para poder tomar in poco de aire.

Si al hombre que conduce se le parece extraño mi comportamiento no lo comenta, gracias al cielo.

Inhalo y exhalo un par de veces, solo para reafirmar que hoy es uno de esos días en lo que todo pesa demasiado, donde todo te afecta. Hasta respirar.

—¿Te encuentras bien, Emma?—dice, dándome vistazos de tanto en tanto.

—Sí —miento —. Sólo estoy nerviosa, nunca he asistido a un evento así.

Medio asiente en respuesta, antes de que nos volvamos a sumir en un silencio largo y tirante. Ruego al cielo que algo pase y me impida llegar al evento, a estas alturas me he vuelto una tan cobarde que los recuerdos no me dejan pensar con claridad.

Minutos después llegamos el lugar de evento, esta lleno de autos lujosos y de personas vestidas de galas entrando al lugar. El primero en bajar es Alexander quien se apresura abrir mi puerta extendiendo su mano para que la tome, dudo un momento en hacerlo y por una milésima de segundo pienso en pedirle que me regrese al hotel.

Puedes hacerlo. Me aliento.

Tomo valor y acepto la mano que me ofrece, al poner los pies en la acera siento que toda la sangre se me agolpa en los pies volviéndolo pesados al instante, al ver la horda de reporteros que empiezan tomar fotos aturdiéndome con el flash.

De inmediato Alexander al ver que estoy entrando en pánico, envuelve su brazo alrededor de mi cintura antes de hacer que nos movamos hacia el interior del lugar.

La taquicardia que hasta ahora había mantenido a raya se dispara haciendo que mi respiración se vuelva dificultosa. No se la expresión que tengo, pero no debe ser buena ya que Alexander me observa con la mandíbula apretada.

—Iré a traerte una botella de agua —informa, antes de alejarse.

Observo a mi alrededor luego de un par de minutos de aturdimiento, todo en este lugar grita: Elegancia. Poder.

Las mesas están estratégicamente colocadas frente al escenario que se encuentra en la parte del fondo, la música en vivo le da un aire sofisticado al lugar. Los meseros van de aquí para haya con charolas llenas de copas en las manos y hay personas que murmuran en pequeños grupos dispersa por todo el lugar.

Volteo para todos lados pero no veo Alexander por ningún lado, así que empiezo a caminar, porque me he empezado a sentir incomoda con las miradas que me daban algunas personas al pasar. Un nudo de pura ansiedad se instala en mi estómago y le ordeno a mis pies seguir avanzado.

Volteo para todos lados tratando de encontrar a Alexander pero no logro verlo por ningún lado, empiezo a caminar por el lugar y un nudo de pura ansiedad se instala en mi estómago le ordeno a mi cerebro que siga avanzando y lo hace cuando de pronto siento que me toman de brazo.

—¿Emma?—detengo mi andar antes la voz que me llama.

Volteo solo para ubicar de donde proviene la voz, solo para ver a Liam parado a unos cuantos pasos de mi. El amigo de Carlos se acerca con una sonrisa en los labios y, debo admitir que hoy se ve mucho más guapo en traje de gala que con ropa informal.

—Que sorpresa encontrarte aquí —saluda dejando dos besos en mis mejillas, con un asentó igual de marcado que Carlos.

—Hola —atino, a decir un poco aturdida tratando de que mi voz no suene inestable—¿Qué haces aquí?.

—Vengo en representación de mi padre —dice, como si fuera un fastidio asistir a este tipo de eventos —. Pietro Rinaldi me a mando en su representación— hace una mueca como si le desagradara el simple hecho de decir el nombre de tu padre —. ¿Tu que haces aquí?.

Estoy por contestar pero una mano grande y fuerte se envuelve alrededor de mi cintura.

—Aquí estas, te he estado buscando amor —dice, Alexander jalando mi cuerpo hacia atrás para pegarlo al suyo.

El sonriente, amable y risueño Liam endurece el rostro al ver al hombre que me mantiene sujeta y pegada a el.

—Rinaldi —prácticamente gruñe el hombre detrás de el.

—Williams —escupe Liam.

Una extraña aura de tensión se forma cuando ambos hombres se dedican una mirada asesina.

—¿Se conocen? —No puedo evitar preguntar.

—Por desgracia —murmura, Liam —. Fue un gusto verte Emma, tal vez nos podamos hacer algo con Carlos y Miranda después.

—Claro me parece…—la mano en mi cintura se aprieta.

—Si me permites te robo a mi novia — sus palabras son como un balde de agua fría que se junta con la palabra amor que no deja de hacer eco en mi cabeza.

Trato de corregirlo, de decir que nada de eso es verdad al notar como Liam aprieta la mandíbula y los puños a sus costados, pero estoy demasiado aturdida, abrumada con todo esto. Trato de sonreír pero los nervios me están matando por dentro no se cuanto tiempo podre aguantar esta situación.

Sus palabras siguen taladrado mis oídos mientras me guía en dirección contraria a la que estábamos, mis pies se mueven en automático a sabrá dios donde.

Cuando logro tener un poco estabilidad me detengo y me alejo unos pasos de él.

—¿De donde lo conoces? —gruñe, colérico.

—¿Perdón?.

—Hablo enserio, Emma ¿de donde lo conoces? —pregunta, severo y la confusión cada vez más grande.

—Me invito a salir —digo, y Alexander parece a punto de golpear algo —. Es amigo del novio de mi hermana, es de confianza.

Una sonrisa irónica se dibuja en su cara.

—Tienes prohibido acercarte a el —ordena, glacial.

—Y quien lo dice ¿tú?. No me hagas reír.

—Problemas en el paraíso Williams—una voz ronca y profunda con un asentó bastante marcado nos hace voltear a ambos.

Lo he visto. Se que lo he visto en algún lugar pero no recuerdo donde. El hombre alto camina en nuestro dirección haciendo que Alexander de su atención, que a diferencia de Liam esta aparece más amable.

—Rothschild, no sabía que ahora te iba el chismorreo.

Claro. Lo viste en el artículo de Internet, salen posando juntos en una foto por una donación a una fundación. Noah Rothschild.

Ambos hombres se dan un saludo masculino y no puedo evitar notar imponentes, intimidantes y poderos que parecen ambos.

Son casi de la misma altura excepto por un par de centímetro que le saca Noah a mi jefe. El hombre parece un Vikingo con esa barba castaña abundante, el cabello largo sujeto por una goma y ese traje que parece que se va a romper en cualquier momento.

Alexander hace las presentaciones pertinentes y es solo entonces que noto a la pelinegra que cuelga de su brazo: Jude Rothschild, su esposa.

El matrimonio Rothschild no demora demasiado con nosotros ya que son abordados por par de reporteros, que los hacen irse, no sin antes tomarnos una foto a los cuatro.

El nerviosismo y la pesadez aumentan conforme pasan los segundos.

—Nos regalaría unos minutos señor Williams —pregunta, el reportero frente a nosotros.

Alexander me vuelve a pegar a su cuerpo con brusquedad antes de contestar un educado <por su puesto>

Los flash no se hacen esperan cuando empiezan preguntarle sobre la nominación al premio del mejor empresario, mientras yo trato de hacer mis mayor esfuerzo por sonreír.

—Todos estamos muy intrigados, por verlo aparecer en tan buena compañía —dice, el reportero una vez que acaba con el tema empresarial —. Desde la ruptura con la modelo Buen Rostro no se le había vuelto a ver con nadie.

Puedo sentir el cuerpo de Alexander entrar en tensión y me basta un vistazo para ver quien tiene la mandíbula apretada. Inevitablemente una chispa de satisfacción brilla en mi interior, por el simple hecho de que a él tampoco le gusta que se metan en su vida.

—No entiendo, por que la sorpresa. Han pasado tres años de eso y quien no dejaría ver con una prometida tan hermosa como la mía

El estómago se me revuelve hasta el extremo de querer vomitar al escuchar sus palabras.

El reportero parpadea confundido en mi dirección mientras yo sonrío con un pitido irritante en los oído.

—¿Es su prometida? —pregunta, estupefacto el hombre que lo entrevista

—Lo es —confirma, y las ganas de vomitar se intensifican. Estoy a nada de perder la compostura —. Emma Smith mi futura esposa.

Siento mi cuerpo empezar a temblar y él también lo siente porque pega su cara a mi sien simulando darme un beso y en el proceso susurra un tranquila.

—Señorita Smith en hora buena. ¿Qué se siente conquistar a uno de los hombres mas codiciados del país?.

Me quedo en blanco. No se que esta pasando y siento que necesito respirar, justo en este momento y como una descarga de adrenalina mi cerebro funciona.

—Suficientes preguntas —interviene, Alexander obligando a caminar lejos cuando pone su mano en mi espalda baja.

—Tenemos que hablar —murmuró, por lo bajo para que solo el escuche y con toda la naturalidad que puedo imprimir en mi voz en este momento.

—Ahora no—saluda a un par de hombres a la distancia —. Cuando acabe del evento. Por cierto, hoy te vez particularmente hermosa prometida —el sarcasmo en su voz hace que el coraje empiece a invadirme y llegado a este punto me volveré loca con todas las emociones que estoy experimentado.

Nos lleva a la mesa asignada y no me pasa desapercibidas las miradas de los que se encuentran sentados en la mesa —conocidos de Alexander —, no puedo evitar sentirme como pez fuera del agua. El dichoso evento empieza pero ni atención pongo, no puedo dejar de estrujar mis manos bajo la mesa y contando El tiempo para largarme de aquí.

—¿Qué tienes? estas pálida —su tono de voz se ha vuelto serio, su semblante se a tornado severo y lo que puedo hacer es darle una mirada venenosa antes de volver mi atención al frente.

Empiezan a explicar la trayectoria de los nominados una más impresionante que la otra, mientras yo me mantengo exactamente en el mismo lugar, sin mover un músculo el sonido de los aplausos hace que salga del shock que tengo justo a tiempo para ver Alexander levantarse e ir al escenario

Yo aprovecho la distracción para levantarme de la mesa sin mirar a nadie para encaminarme hacia la puerta trasera, escuchando los aplausos y murmullos de las personas, mi plan falla cuando veo un par de periodistas venir en mi dirección me desvío y entro a la primera puerta que veo.

Al parecer es una especie de bodega donde hay mesas y sillas apiladas.

Tranquilízate Emma, esto no es mas fuerte que tú. No lo es. Últimamente eso se ha vuelto como un mantra para mi.

Cierro los ojos tratando de tranquilizarme, pero no funciona. Segundos. Minutos. Horas.

No se cuanto tiempo pasa antes de que la puerta se abra a mi espalda, pero no me giro ni abro los ojos.

—Pensé que te habías ido, ¿qué es lo que te pasa?—volteo a encararlo y el brillo de sus ojos a desaparecido por completo—. ¿Estas bien? —oír eso me sacude por completo.

Como si hubiera presionado algún interruptor interno en mi que hace que me desmorone.

—No. No estoy bien. Hace días que no se lo que es estar bien y que fue toda esa mierda allá fuera —sueno, molesta porque en realidad lo estoy y agitada —. Dijiste que no te volverías a meter en mi vida personal.

—No le interesa en lo mas mínimo meterme en tu vida personal ya te lo había dicho —un suspiro áspero se le escapa

—No vaya que considerado —digo, con sarcasmo y más indignada de lo que deseo —. ¿Entonces que fue todo eso? —pregunto, una vez más.

Una punzada de irritación me invade cuando tiene el descaro de sonreír. De verdad lo hace.

—No se a que mierda estas jugando, pero te advierto que no voy a caer en tu juego.

Su sonrisa se ensancha mostrándome sus perfectos y blancos dientes.

—Ya estas jugando desde hace mucho tiempo Emma.

Yo no debería estar aquí en primer lugar, lo que debería de estar haciendo es tratando de deshacerme el terrible fantasma de ansiedad que no me a dejado tranquila desde que desperté esta mañana y no aquí siendo parte de este circo. Porque eso es lo que es esto un circo.

No se cuanto tiempo paso sumida en mis pensamientos pero por la expresión del hombre con el que discuto creo que a sido demasiado

—¿Qué tienes? — pregunta, con preocupación y la mirada clavada en mi.

—Nada que te importe. Solo vete y déjame un momento.

De pronto por mas que veo como sus labios se mueven no puedo lograr escuchar nada de lo que dice, trato de parpadear varias veces pero es inútil.

—Emma —su voz profunda, me hace consiente de que estoy apunto de tener una crisis.

Y por más que trato de contener la ansiedad se apoderado de mi, el temblor en mis manos es cada vez más notable y el latir de mi corazón está fuera de control.

No puedo hablar, no me puedo mover, me he paralizado por completo en mi lugar.

—¿Emma?—su voz la escucho cada vez más lejana, como si pasara por un túnel.

En este momento siento como todo el aire no fuera sufienciete, como si la habitación cada vez se fuera haciendo más y más pequeña. Trato de moverme, hablar pero mi cerebro se encuentra demasiado aturdido para obedecer.

El miedo se ha apoderado de mi, mi pulso se acelera cada vez mas, mi cuerpo empieza a hormiguear y la falta de aire hace que un sonido de estrangulado salga de mi boca.

—¡Emma! ¡pero que carajo! Respira.


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