Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

capítulo 10

Lo empujó luego de haberme tenido suficiente de la tortura que son sus besos, después de haber recuperado el control de mi cuerpo cortando el beso en el proceso.

La expresión del hombre frente a mi es intensa y al mismo tiempo indescifrable, sigo tan abrumada por su beso que no me doy cuenta de que Alexander me mantiene acorralada entre sus brazos.

La distancia entre nosotros es casi inexistente, tanto que puedo sentir el calor que emana si anatomía. El olor a alcohol, cigarrillo y perfume caro invade mis fosas nasales, mis piernas se sienten lánguidas y agradezco que sus brazos me sostengan o temo que caería al piso.

He dejado de llorar y un nuevo sentimiento calienta el pecho, el corazón me late de manera antinatural, mi respiración es dificultosa y mis labios arden debido al contacto ansioso de sus labios.

Aun con todo y eso lo único que quiero es poner cuanta distancia sea posible entre Alexander y yo, porque su presencia me aturde. No me deja pensar con claridad y odio que me haga sentir segura entre sus brazos sin siquiera proponérselo.

Ya le he dicho lo que quería saber, es hora de que se vaya de una vez.

—Permíteme estar cerca de ti —pega su frente a la mía —confía en mi.

Cierro los ojos permitiéndome unos segundos el montón de sensaciones abrumadoras. Apabullantes, que sus palabras me genera.

—No pienso ser tu fundación de caridad. Tu buena acción del día —lo empujo saliendo de sus brazos, creando distancia entre nosotros.

—Emma…

—No. No Alexander, no somos amigos, tampoco pretendo que lo seamos—sueno mas dura de lo que pretendo, que incluso yo misma me sorprendo —. Llevo años trabajando para ti y jamás he recibido ni siquiera una mirada, no pretendas que crea que ahora estas preocupado por una de tus mil empleadas. Solo por favor déjame en paz.

Llegados a este punto y después de todo lo que acabo de contarle, me vale una mierda los formalismos. Las ganas de azotar la cabeza en cualquier pared hasta quedar inconsciente, cada vez es más tentadora.

Su expresión luce cada vez mas descompuesta, como si de verdad le interesara lo que me pasa.

¿Por qué le importa?.

—Lo siento. ¿de acuerdo? Lamento mucho haber interferido en ti vida privada —se pasa una mano por el cabello exasperado.

Respiro profundo haciendo acopio de toda la dignidad que me permite mirarlo a los ojos en este momento, alzando el mentón en el proceso.

—Acepto tu disculpas. Pero no voy a volver a trabajar para ti, no te voy a permitir que me veas como lo haces ahora… Con lastima —me sorprendo de lo firme que suena mi voz —. Me a quedado claro que no soy para nada indispensable. Así como buscaste remplazo para mi puesto como secretaria, puedes hacerlo para encontrar otro publicista.

Una punzada de irritación completamente ajena a lo que esta pasado, me atraviesa cuando recuerdo la manera en la que me remplazo por esa falsa pelirroja.

Los ojos verdes de Alexander me observan con intensidad y… ¿diversión?. Se gira sobre su eje antes de empezar a pasar las manos por si cabello alborotándolo más en el proceso.

Necesito que se vaya lo más rápido posible, no se cuanto tiempo mas podré mantener todas mis piezas juntas.

El silencio se instala entre nosotros haciendo que poco a poco se asiente sobre mis huesos el peso de lo que acaba de pasar. Después de lo que se siente como una eternidad y al mismo tiempo no es suficiente Alexander se gira para encararme.

—¡Que no entiende que a mi me importan una puta mierda tenerte lástima!. ¿Me daba curiosidad?, sí. La incertidumbre me estaba matando al preguntarme una y otra vez que había llevado a una mujer como tú hasta ese extremo, pero créeme que no me interesa en lo mas mínimo tenerte lastima. Con la lastima y autocompasión que te tienes tu misma te basta y sobra. Y es, que tu eres la única que no se da cuenta de lo fuerte, valiente y…

No puedo controlar la irá que me quema la punta de los dedos y como un impulso que no puedo —quiero —controlar, estampo mi mano en su mejilla.

—Y tu que carajo sabes, cuando hablas desde el privilegio, cuando no has tenido que pasar ninguna de las cosas de las que he vivido—inquiero, con notable indignación.

El hombre frente a mi se agarra la mejilla como si creyera que lo acabo de abofetear, sus ojos se verdes se oscurecen varios tonos dándole un toque desafiante, peligroso. Antes de que despliegue una sonrisa carga de ironía.

—¿Y tu que sabes? ¿lo que dicen los medios amarillistas? ¿lo que se dice en los pasillo de la oficina? No sabes una mierda de mi, Emma. Si te hubiera tocado la mitad de las cosas que yo he vivido, tus intentos de suicidio no hubieran quedado solo en intentos —su voz se vuelve fría y distante mientras habla —. Y lamento mucho que te moleste lo que te digo, pero es la verdad y tal vez nunca nadie te lo a dicho, pero aquí la única que siente lastima por ti eres tú.

La ira me consume a tal grado que no soy capaz de conectar mi cerebro con mi boca.

—¿Te molesta escuchar la verdad? pues lo lamento mucho, pero más vale que te vayas acostumbrando porque es la manera en la que te hablare de ahora en adelante. No estoy dispuesto a seguirte tratando como una muñeca de porcelana como lo hacen todos a tu alrededor, con miedo de decirte las cosas, con miedo a que te vayas a romper—dice, con tanta seguridad que escalofrío me recorre la columna dorsal.

Lo odio. Odio que siempre tenga que llevarme al límite, de sacar a la Emma impulsiva que sepulte hace años y por la manera en la que me observa se, que esta esperando que diga algo.

—Eres un hijo de…

¿Qué? ¿un hijo de puta?, sí. Voy a ser el más grande hijo de puta porque haré que dejes de sentir lastima por ti —explica, con una calma asombrosa volviendo hacer el hombre de negocios que estoy acostumbrada a ver—. Así que Emma, ten muy presente eso —le doy una mirada venenosa —. Creo que lo mejor sería que me retiré.

Se pasa la mano por el cabello una vez más, antes de que sin emitir palabras se gire para echarse andar hacia la puerta. Cierro los ojos con fuerza y aprieto los puños a mis costados controlando el impulso de aventarle el florero de mi amiga a la cabeza.

—En un par de horas John pasará a recogerla para llevar al aeropuerto —dice, cuando se detiene antes de llegar a la puerta —. El evento en Nueva York es pasado mañana y tenemos que partir hoy.

El aire con el que lo dice me deja petrificada en mi lugar, tratando de entender si es que a caso escuche mal.

—Ya no trabajo para ti.

—Lo sigues asiendo. No he aceptado tu renuncia ni la aceptare—se volta a encararme y se encoje de hombros.

—Ese es tu problema—digo, resuelta —. Ni quiera como puedo imaginar como es que si quiera piensas en que podría seguir trabajando para ti, después de todo lo que a paso —sacudo la cabeza en una negativa —. Ya no se quien necesita más un psiquiatra.

—Supongo que somos dos locos Emma —hace un gesto con la mano restándole importancia —.Respondiendo a tu pregunta: la Emma que se que vive en ti, esa que no dejas salir a la superficie es más valiente que el remedo de persona que eres ahora. Es más fuerte que esto —me señala de arriba abajo —. Más madura, mas valiente y es, esa Emma la que necesito.

Sus palabras golpean mi orgullo con fuerza, que ruge con violencia reconociendo el reto en sus palabras. Le ordeno a mis piernas avanzar y gracias al cielo lo hacen, dando pasos temblorosos pero firmes hasta posicionarme justo frente a él. Desafiante.

Me encojo de hombros imitando el mismo gesto despreocupado que hizo hace un momento y digo —:

—Lamento muchísimo decepcionarte Alexander, pero justo ahora no me encuentro cumpliendo caprichos de nadie —digo, lacónica pero lo mas amable que puedo ser en este momento.

El hombre frente a mi prieta la mandíbula con fuerza en un gesto que se me antoja frustrado. Exasperado.

—¿Dime que tengo que hacer para que olvides el error que he cometido?.

Una carcajada carente de humor abandona mi boca, mientras las lágrimas pican detrás de mi garganta.

—¿Un error? ¿en serio? ¿me estas jodiendo? —digo, medio riendo —. Alexander eso no fue un jodido error, fue una completa invasión a mi privacidad.

Alexander me observa con gesto indescifrable antes dejar un suspiro cansado.

—Por un momento llegue a pensar que eras mas madura que esto, no como las jovencitas de tu edad. Me equivoque al creerme la imagen que pretendes venderle a las personas—esta tensando la cuerda se manera peligrosa y lo sabe.

—¿Qué te hace pensar que me conoces? ¿qué te hace pensar que tienes el puto derecho de meterte en mi vida? de opinar si quiera. ¿Qué sentirías si yo me entrometiera en tu vida? Como tu lo haz hecho en la mía y de la nada te empezara a cuestionar sobre el motivo de cancelación de tu compromiso con la modelo Ofelia Buen Rostro — la cara de Alexander es de horror y sorpresa. Y se que estoy siendo una completa perra comportándome de la misma manera que el lo hizo al cuestionarme pero no me importa —. ¿Crees que me conoces por haberme llevado a tu casa o tienes el derecho de preguntarme cosas de mi vida privada Alexander?. Pues déjame infórmate algo: las cosas no funcionan así y eso no te da ningún puto derecho de nada.

—Ya te dije que lo siento, carajo. ¿Qué quieres que haga?. Jamás imagine encontrarme con algo como esto. —replica, exasperado —. Sólo quería saber quien era en realidad la mujer impertinente que no me puedo sacar de la cabeza — no se que decir, no se como responder a eso Alexander parece darse cuenta de mi estado ya que continua —: Solo quería saber… Tienes razón yo no tengo ningún derecho de meterme en tu vida, y se que no estoy en posición de pedirte nada, pero te pido que seas más madura que esto. Que no condenes por un error —insiste,  en un tono que se me antoja derrotado

Ah! Quiero gritar de frustración, sabe perfectamente donde presionar. Por un lado me da terror pensar en los alcances que podría ser capaz de llegar con tal de hacer lo que el quiere y aceptar seria ponerme la soga al cuello yo sola.

Entorno los ojos indignada e irritada a partes iguales por todo lo que esta pasando y por sentirme acorralada. Alexander mi mirada expectante por una respuesta.

—No puedo volver al trabajo, si de por sí todos los empleados piensan que me enrolle contigo para obtener la cuenta de pañales ecológico no quiero ni imaginar lo que pensaran si vuelvo como si nada después de tantos días —explicó, con calma cambiando de táctica.

Alexander me observa como si me hubieran salido dos cabezas y con un gesto que dice <buen intento>

—Nadie tiene porque decir nada —asegura, como quien sabe que tiene todo el poder de destruir a quien se atreva a desafiarlo—. Todos están al tanto de que tomaste licencia por enfermedad.

—Ojalá fuera tan fácil como lo dices.

—Ojalá no te ahogaras en una lágrima —dice, y le doy una mirada irritada que lo hace rodar los ojos —. Todo va estar bien Emma.

—¿No vas a volver a meterte en mi vida?

—Ya te dije que no me interesa en lo mas mínimo tu vida privada.

—Bien —digo, de mala gana—. Volveré al corporativo, pero no iré a Nueva York contigo.

Me cruzo de brazos.

—Eso no va hacer posible, el boleto de avión y la reverberación del hotel ya están a tu nombre —me informa —. Y no las puedo cambiar con el evento a la vuelta de la esquina.

Maldita sea. Ya lo tenía todo planeado.

—No debiste dar las cosas por hecho.

—Por favor no empecemos otra vez Emma —dice, como quien habla una niña berrinchuda.

Aprieto la mandíbula con fuerza, no quiero dejarlo ganar, no quiero darle la maldita satisfacción. Pero aun con todas las ganas que tengo de mandarlo al diablo, dejo salir un profundo respiro de resignación.

—A las ocho pueden pasar por mi —espeto, de mala gana.

La sonrisa que amenaza por tomar su rostro, me hace querer golpearlo con fuerza. Alexander asiente en gesto afirmativo y victorioso antes de terminar de salir por el apartamento. Reprimo la ganas inmensas que tengo de gritar tomando profundas respiraciones.

—Maldito—murmuró, por lo bajo consiente de que no hay nadie mas conmigo —. Estas jodida Emma, muy jodida.

¿Qué diablos esta mal con ese hombre?.

Me siento en el sofá tomándome un momento para digerir lo que acaba de suceder y apaciguar el huracán de emociones abrumadoras e intensas que me tienen al borde del colapso.

No puedo huir de la realidad para siempre, porque cuando esta me alcanza es peor y prueba de ello es lo que acaba de pasar. Unos pasos se escuchan en el pasillo antes de que la voz de Ruth llegue a mis oídos.

—¿Te encuentras bien? —pregunta, en voz suave.

—Sí. Eso creo —susurro, girando la cabeza para verla parada junto al sofá.

—Ese hombre esta loco —dice, y le hago saber que estoy de acuerdo con un débil <sí> que la tiene medio riendo —. Dime la verdad, Emma ¿salías con él? —entorna los ojos en mi dirección —. No es que tenga algo de malo, esta loco pero esta guapísimo…

—¡Claro que no! —la corto —. No se que le pasa.

—Yo creo que lo que quiere es meterse bajo tus bragas —bromea, y la miro mal —Ya, ya tranquila. No se lo que vayas hacer, pero sea lo que sea sabes que cuentas conmigo ¿verdad?.

El pecho se me calienta con una sensación de calidez y aún no se como la vida me premia con personas tan maravillosas como Ruth cuando no me lo merezco.

—Lo se. Y se que nunca te lo he dicho— la tomo de las manos —. Pero quiero que sepas que…

—¡No! —me corta con brusquedad —. Ya se que soy la amiga más fabulosa que has podido tener y que no sabrías que hacer sin mi —bromea, y se que solo lo hace porque sabe que estas cosas me ponen sentimental —. No me debes nada mi rubia.

La envuelvo en un abrazo que me de vuelve, donde me susurra que cuando quiera podemos ir a destruir el auto de mi jefe, lo que provoca que ambas nos partamos de risa.

—Necesito llamar a Mirada para que me ayude a empacar.

Ruth me deja ir y yo me apresuro a llamar a la cabra loca que me dice que no me preocupe que ella se encarga. Tiempo después me despido de mi amiga agradeciendo el tiempo que me dejo pasar aquí con ella y prometiendo compensarle el hecho de que no la lleve a conocer la ciudad con una noche de tragos cuando nos volvamos a ver.

**

El chófer de Alexander llega puntal a mi apartamento, justo cuando estoy terminando de guardar mi pasaporte en la bolsa de mano que llevare conmigo. Todo paso tan de prisa que no tuve tiempo de comprar un vestido de noche y me hago una nota mental de comprar uno en Nueva York, cosa que le no le agrada a mi bolsillo.

Camino hacia la puerta con unos vaqueros azules y camisa negra sencilla antes de colocarme el abrigo largo.

—Buenas noches señorita Smith —habla, John cuando abro la puerta —. ¿Esta lista?.

—Sí, solo darme un momento.

Regreso sobre mis pasos para ver a mi hermana con gesto mortificado cuando paso por su lado para ir a traer mi maleta. Es la primera vez desde que estuve en la clínica que nos vamos a poner tierra de promedio y se que eso la inquita en demasía.

Cuando regreso sujetando la maleta que rueda en el piso me detengo un momento sin importarme que este la puerta abierta y el chófer de mi jefe esperando.

—Miranda no quiero que te preocupes, voy a estar llamándote todo el tiempo. Solo es trabajo, en tres días estoy de regreso.

—Lo se, es sólo…

Me agachó a su altura y le acuno con mis manos la cara que me vea a los ojos. Odio de verdad darme cuenta que ella no me tiene confianza, que piense que todo lo que yo espero es la oportunidad para hacerme daño.

—Escúchame, no voy hacerme daño. Ya no, así que quiero que dejes de preocuparte por eso.

—Me lo prometes —susurra, con un hilo se voz y el corazón se me estruja con violencia.

—Lo prometo —me trago el nudo que se empieza a formar en mi garganta —. Ahora ven y de dame un abrazo que tengo que irme.

—Cuídate Emma —dice, en mi oreja —. Eres todo lo que tengo y no quiero que te pase nada.

Trago duro.

—No me va a pasar nada—aseguro.

Después de un par de minutos y contándome un trabajo enorme dejarla salgo del apartamento, donde John me ayuda con la maleta. Que sube en el maletero del lujoso auto de Alexander.

En cuanto me pongo el cinturón de seguridad un nudo se instala en mi garganta, al caer en cuenta de todo lo que ha pasado en estas últimas semanas y a pesar de tratar de deshacerlo me es imposible, el coraje que sentía una horas atrás a desaparecido por completo por lo que solo queda este sentimiento de tristeza.

Parpadeo varias veces para darme cuenta que hay lágrimas en mis ojos, trato de distraerme con otros recuerdos —felices— mientras miro por la ventana como el auto avanza entre la avenida atestada de autos, pero es inútil una oleada de sentimientos se apodero de mi formando un nudo en mi estómago.

No se cuanto tiempo pasa antes de que John se detenga frente al aeropuerto donde me ayuda a bajar mi equipaje, antes de decirme que Alexander espera por mi en donde se registra el equipaje.

Le doy un débil <gracias> antes de avanzar hacia el lugar que me indicó. No me toma mucho tiempo encontrarlo ya que es el único que parece salido de una sección de fotos. Siempre me va a sorprender la manera en la se ve: lleva un pantalón de vestir negro con una camisa de cuello alto del mismo color y un abrigo largo color gris.

—Buenas noches, Emma —el nudo en mi estómago se aprieta cuando me doy cuenta que ya no soy la señorita Smith.

—Buenas noches, Alexander —un brillo extraño aparece en sus ojos cuando su nombre escapa de mis labios.

Nos miramos a los ojos por un par de segundos antes de que sea yo la que aparte la mirada.

¡Basta Emma!. Es sufienciete. Me reprendo interiormente.

Una vez que el equipaje queda registrado, nos movemos a la sala de abordar ya que nuestro vuelo ha sido anunciado por los altavoces. No me pasa desapercibido la manera en que las mujeres a nuestro alrededor se comen Alexander con los ojos y no las culpo la verdad es que si no fuera tan idiota sería el hombre perfecto.

La sobre cargo que recibe nuestros boletos me da una mirada venenosa antes de indicarme que siga. Alexander me alcanza poniendo su mano en mi espalda baja para que avance, lo que hace que me tense.

Aunque el vuelo es comercial, los asientos son de primera clase por lo que el vuelo pese a ser un poco largo no es tan incómodo.

Cuando llegamos a Nueva York horas después estoy cansada y muriendo de sueño, es por eso que dejo —sin protestar— que Alexander se haga cargo de la llave de nuestras habitaciones. Un camarero se me acerca ayudarme con el equipaje.

—Por aquí señora Williams—dice, y doy gracias de estar bebiendo algo o seguro me atragantó.

—Oh no, yo no…

—¿Pasa algo?—la voz ronca y profunda de Alexander me interrumpe —. Tengo que ir hacer algunas cosas, tu ve a descansar hoy no hay pendientes por hacer.

Estoy demasiado agotada para pelear o discutir es por eso que toma la llave que me extiende antes de girarme y seguir al camarero que me guía a una de las habitaciones estándar del hotel.

La verdad no puedo más que agradece cuando entro a la habitación, ni siquiera me digno a ponerme un pijama antes de dejarme caer a la cama boca abajo y me digo que solo dormiré un momento antes de llamar a Miranda y decirle que llegue con bien, entonces me dejo ir en la bruma del sueño.

Aquí otro poquito de Alemma.
Nos leemos mañana.

 Redes sociales
Instagram- ana_dn95
Twitter -anadiaz240695
Threads- ana díaz
También hice un grupo en Facebook por si quieren unirse el link lo pueden encontrar en mi perfil.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro