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capítulo 1

Hace mucho tiempo que de deje intentar hacer mis días más llevaderos, he de admitir que caí en la monotonía, es como si viviera en piloto automático. Hoy como todos los días la alarma sonó a las seis con quince, el tiempo suficiente para irme al trabajo.

En lo que preparo el desayuno —unos huevos con tocino — para Miranda mi hermana menor y la única familia que tengo, repaso un poco la agenda de mi jefe hoy.

—Llamando a la maniática del trabajo —la voz robótica de  Miranda me hace levantar la vista de la Ipad del trabajo —. Buenos días Em.

La sonrisa radiante que me regala me calienta el corazón, verla todos los días con el cabello rubio igual al mío enmarañado por los horas de sueño y cubierta de ese ridículo pijama de emojis me dan años de vida.

—El desayuno esta listo —le informo —. No podré acompañarte, pero come todo recuerda que el desayuno es el alimento más importante del día.

Miranda rueda los ojos al cielo.

—No soy una niña Emma —dice, con fastidio.

—Para mi siempre serás mi hermanita.

Le giño un ojo.

—Emma corta el royo —hace un gesto de fingida indignación, que ni ella se cree—. No me puedes seguir viendo como una niña, cuando tengo sesiones de sexo con Carlos.

Casi escupo el café que estaba tomando al escucharla, no es que yo sea puritana o mojigata es solo que para mi es difícil a similar que a crecido.

—Ya no te dejare con Carlos a solas en sus noches de películas —le lanzó una amenaza siguiéndole el juego.

Carlos es su novio hace dos años y la verdad es que es un amor de persona, él ha sido un gran apoyo para nosotros desde que llego a la vida de Miranda.

—No seas aburrida, también tú deberías de buscar quien te quite el estrés.

—Así estoy bien gracias.

—Hablo enserio Em, si no tienes…

—Tengo que irme, voy tarde al trabajo —la corto, porque no voy hablar de mi sexualidad con ella—. Suerte en la Universidad hoy.

Me levanto a toda velocidad de la silla donde esta sentada, para tomar mi bolso, sus ojos verde claros me observan acusatorios cuando se da cuenta que solo no quiero hablar con ella. Y es que Miranda pese a que está por cumplir veinte años, no deja de ser curiosa, incluso un par de veces me hizo a ir a citas a ciegas lo que fue un fatídico desastre gracias a dios esa faceta ya termino.

—Te veo en la noche —me acerco a darle un beso en la frente antes de irme —. Si necesitas algo no dudes en llamarme.

No le doy tiempo a responder, simplemente camino hacia la puerta cerrando la detrás de mi. El elevador del edificio no está en funcionamiento —para variar — por lo que no me queda más que ir por las escaleras.

Busco mi teléfono en mi bolso y no esta, por un momento entro en pánico creyendo que lo perdí, por lo que regreso a roda velocidad a mi apartamento y lo veo justo donde estaba sentada hace unos momentos.

Miranda suelta una risita cuando lo tomo.

—El sexo soluciona los problemas de memoria.

Ni siquiera me molesto en contestarle, ya voy tarde así que salgo a toda velocidad del edificio donde vivimos, no es la mejor zona pero es decente y mi trabajo me permite pagarlo.

Una vez en la parada del autobús repaso todos los pendientes de la oficina y me hago una nota mental de preguntarle al señor Williams sobre la reunión que abra en Nueva York para entregar el premio al empresario del año.

Mi teléfono vibra en mi mano, lo que me hace pegar un brinco en mi lugar. Es un mensaje de Carlos donde me recuerda que tenemos que reunirnos en para organizar los detalles de la fiesta sorpresa de la cabra loca que tengo como hermana.

La realidad es que me emociona mucho y se que a ella le encantan las sorpresas. A veces compadezco al pobre de Carlos porque mi hermana a veces es un poco complicada, pero es la persona con el corazón más grande que conozco.

El trayecto en autobús me resulta un poco largo por lo que ya enserio voy tarde, es por eso que cuando me bajo en tengo que correr al gran edificio que es el Corporativo Williams el número uno en Marketing en Seattle.

Aun no se como tuve la suerte de entrar a trabajar aquí pero lo agradezco, no entre ejerciendo lo que estudie —publicidad— pero era secretaria o seguir buscando. El claxon de un auto suena cuando atravieso la calle, pero es que voy tarde por lo que le grito una disculpa sin detenerme, aunque soy plenamente consciente de que llegaré tarde.

Maldigo mi mala suerte cuando llego al ascensor casi sin aliento, ruego al cielo que don arrogante no esté de genio hoy o va hacer un día muy largo. La puestas de a caja de metal están por cerrarse cuando una mano las detiene.

Toda la esperanza muere en ese instante cuando veo entrar a mi jefe con un traje hecho a la medida que le queda de infarto y es que tiene que estar uno ciega para no darse cuenta que parece un adonis. Claro que eso no le quita el gesto severo que trae pintado en la cara todo el tiempo a eso sumándole su imponente presencia.

Su ceño se frunce ligeramente cuando me ve aquí y es que no le pasa desapercibido que voy tarde lo que ocurre muy pocas veces. Sus labios mullidos se cierran en una línea recta y esto lo que tengo que saber para darme cuenta que hoy será un día largo.

Según la revista Forbes es el soltero más codiciado hasta el momento con sólo veintiocho años a logrado expandir el negocio familiar en un setenta porciento más que los últimos años. No se que de codiciado tendrá con esa cara de limón chupado todo él tiempo.

Aja! Tu con depresión y el con su amargura. Digo en mi mente lo que me hace sonreír.

Tenerlo de jefe es un tortura ya que para mi buena/mala suerte, me toco ser secretaria de presidencia. Cuando se introduce al ascensor y pese a que solo somos nosotros dos su presencia es tan abrumadora e imponente que me hace sentir como si estuviera lleno el espacio.

—Buenos días, señor Williams —digo, por educación pero el ni se inmuta.

Engreido.

Las puertas se cierran y el trayecto hasta el último piso pasa lento e incómodo con el silencio que se instala entre nosotros y su personalidad aplastante.

Justo cuando las puertas se abre se digna hacer contacto visual conmigo y sus ojos verdes varios tonos más oscuros que los de mi hermana, hacen que toda la sangre se me golpe en los pies. No puedo evitar de sentirme intimidada hasta la médula cada vez que me observa de esta manera que me abruma en demasía.

—Pendientes para hoy —su grueso y ronco tono de voz llega a mis oídos, justo cuando el sale de ascensor.

—Tiene una junta a las diez de la mañana, con los socios —le informo, siguiéndole el paso—. Esta pendiente la confirmación su asistencia al evento de Nueva York.

Termino de decir los pendientes cuando llegamos a mi lugar de trabajo.

—Bien.

Es todo lo que dice antes de encaminarse hacia la enorme oficina de puertas dobles que se encuentra detrás de él escritorio donde trabajo. Me toma un momento espabilarme antes de acomodar mis cosas y sentarme en mi lugar de trabajo prendiendo la computadora.

—Buenos días Emma, ¿comemos juntas hoy? —Penny la asistente de el jefe de los publicitas aparece frente a mi escritorio.

—Hola Penny, claro, paso por tu lugar para irnos más tarde.

Me da un asentimiento de cabeza antes de irse. Penny fue la primera persona que me ofreció su amistad, pese a que yo la rechace muchas veces ella no se dio por vencida. Jamás he conocido a una persona más persistente que ella.

Suelto un gran suspiro antes de ponerme a revisar la montaña de trabajo. Lo agradezco, no hay nada mejor que sumergirme en trabajo para no darle rienda suelta a los demonios que amenazan con arrastrarme devuelta a la oscuridad de la que tanto trabajo me costo salir.

El resto de la mañana se me va en llamadas y organizar la información que utilizaran en la justa, es por eso que cuando menos lo espero han pasado diez minutos de la hora de la comida.

—Sabía que si no venía por ti, moriría de hambre —la voz de una indignada Penny llega a mis odios.

—Lo siento, se me fue el tiempo —trato de excusarme—. ¿Nos vamos?.

—Tu pagaras la comida en compensación.

—Por su puesto.

Es lo mínimo que puedo hacer, con esta seria dos veces que la dejaría sin comer. No lo hago al propósito, simplemente no me da hambre y no me esfuerzo en poner un poco de comida en mi estómago.

Salimos juntas de la oficina y subimos a su auto perdiendo nos en la avenida. Penny es mayor que yo y es un amor de persona, tiene el don de hacer que las personas hagan lo que ella quiere y, es que con esa cara regordeta y su pelo castaño no hace mas que ser hermosa.

—No se como soportas al demonio Williams —susurra, antes de engullir un poco de la comida que hay en su plato.

—No es tan malo —me encojo de hombros.

Penny entrecerrar los ojos en mi dirección acto seguido me apunta con el tenedor en una posición que si fuera otra persona, parecería amenazante.

—¿Te gusta tu jefe? —Su pregunta me saca tanto de balance que por un momento no se que decir —. Oh dios, Emma te gusta tu jefe.

Da un gritito llamando la atención de algunos comensales que se encuentran en el restaurante.

—Por dios, Penney claro que no —le corto el royo, ella hace una cara de decepción —. Lo que quise decir, con que no es tan malo es: que nunca me tomo personal las cosas.

—Bueno —se encoje de hombros —. Yo ya los voy shippear en mi mente y punto.

Sacudo la cabeza en una negativa, pero muy a mi pesar sonrío. Penny esta muy loca. Mi teléfono suena en mi bolso, por lo que me apresuro a sacarlo.

Frunzo el ceño por que es número privado, pero aún así deslizó el dedo para contestar.

—¿Hola?.

—Señorita Smith —la voz profunda y ronca se mi jefe me inunda los oídos, provocándome calofrío.

—¿Señor?.

—Donde diablos esta señorita Smith— ruge al teléfono—. Me urgen los datos de los clientes de Londres.

—En mi hora de comida —digo, y me sorprende que mi voz suene tan firme.

Se escucha un gran suspiro del otro lado de la línea y luego nada. Tengo que despegar el teléfono de mi oreja para comprobar que efectivamente me ha colgado y es todo lo que tengo que saber que mi día no hará más que empeorar. Adiós a la reunión con Carlos hoy.

**

Para cuando regreso a la oficina son cerca de las tres de la tarde, los demás empleados apenas están volviendo de su hora de comida y yo me apresuro para tomar todos los documentos con respecto a los clientes de Londres —esos mismos que mantiene lejos de la vista de los demás ejecutivos.

Tomo una gran bocanada de aire antes de encaminarme a la gran oficina de puertas doble y entonces levanto la mano antes de tocar dos veces.

No me atrevo a entras. No desde la última vez que tuve la osadía de entrar antes de que respondiera que podía entran y lo encontré follando con una mujer que sabrá dios de donde salió. Desde ese día me cuesta un poco mirarlo a la cara por la vergüenza que sentí —siento.

La realidad es que mi jefe es un promiscuo, para nadie es un secreto que su oficina es una pasarela de mujer hermosas. Una voz gruesa tan malditamente familiar me indica que puedo pasar, por lo que empujó las grandes puertas para adentrarme a las espaciosa oficina cerrando la puerta detrás de mi.

—Aquí tiene la información de los clientes de Londres —le extiendo la carpeta, que por supuesto no toma —. Lamento los inconvenientes señor.

—Quiero completar discreción con este asunto —habla, sin despegar los ojos de la pantalla de su computador.

—Cuente con ello señor.

El silencio se instala entre nosotros y me debato entre irme o esperar a que el me lo indique.

—Si ya no me necesita —empiezo —. Me retiro.

—Señorita Smith —me llama cuando estoy apunto de salir —. Esta lista la presentación para la campaña de los pañales ecológicos.

—Solo me falta corroborar algunas cosas con el departamento de publicidad y…

—No me gustan los errores Señorita Smith —esta vez, deja de prestarle atención al computador paga observarme con detenimiento y reclinarse en su silla.

—Lo se señor, es sólo…

—Las escusas son de personas mediocres y no me interesa escucharlas de usted. Si no puede con el puesto, puede dejarlo para alguien competente —dice, tajante y yo parpadeo un par de veces para tratar de disipar el coraje que empieza a invadirme.

Su comentario me irrita sobre manera, por lo que le regreso la mirada desafiante y alzo ligeramente el mentón sosteniendo su mirada por un par de segundos.

Es perfectamente consciente de la carga de trabajo que hemos tenido estos últimos meses —no me quejo— que apenas tenemos tiempo para respirar, nada le cuesta ser un poco solidario, amable… humano.

—Mañana a primera hora tendrá la propuesta sobre su escritorio — mi voz sale más brusca de lo que espere, una emoción salvaje cruza sus ojos y contra todo pronóstico el amago de una sonrisa surca su rostro.

Es apenas un segundo que por un momento creo que lo imagine.

—No esperaba menos de usted señorita Smith. Puede retirarse.

Con mi dignidad intacta o eso creo salgo de la oficina, una vez fuera dejo salir el aire que no sabía que contenía y apoyo las manos en el escritorio dejando que la adrenalina de lo que haga de pasar merme un poco.

No cabe duda que lo atractivo no quita lo imbécil. Inhalo y exhalo un par de veces para controlar la indignación que siento, por haberme tratado como una incompetente.

El sonido un mensaje entrante me hace pegar un brinco en mi lugar, por lo que suelto una maldición.

Cabra loca.

Em hoy me quedaré en casa de Carlos, no me esperes. Tienes casa sola para invitar a quien tu quieras.

Ruedo los ojos ante su insinuación y seguido del mensaje manda un emoticón de diablito sonriendo y gif de sexo. Bueno eso es nuevo.

Yo le escribo de regreso que me quedaré hasta tarde trabajando, antes de guardar el teléfono en unos de los cajones del escritorio.

No han pasado más de veinte minutos cuando el repiqueteo de unos tacones me hace levantar la vista a la mujer despampanante que camina en mi dirección.

Retengo el impulso de rodar los ojos, porque esta más que claro que es otra de las conquista de mi jefe, es justo el tipo de mujer con las que suele enredarse: alta, piernas de infarto, delgada, lleva el cabello perfectamente recogido en un moño que la hace ver elegante y soberbia al mismo tiempo. No puedo evitar compararla conmigo, que a diferencia de ella soy más de las que pasan desapercibidas. De las invisibles.

—Infórmale a tu jefe que Cyntia lo busca —ordena, sin dedicarme una mirada.

No me toma mucho anunciarla y cuando mi jefe me dice que puede pasar, le informo a la señorita perfecta que puede entrar, la verdad es que ni siquiera me molesto en la forma tan irrespetuosa que me hablo. No puedo evitar pensar como soportan a mi jefe, si son igual de insoportables que el. Tal para cual.

Lo que resta de la tarde me la paso armando la bendita propuesta y por como pinta la cosas esta más claro que me iré de aquí muy tarde.

No se cuantas horas llevo a pasado, solo se que hace un par de horas Penny paso a despedirse. El piso está casi vacío, el cielo ya ha oscurecido.

Las puertas detrás de mi y ni me inmutó, cuando mi jefe junto a su acompañante pasan enfrente de mi escritorio, ella parece muy cariñosa colgada de su brazo acariciándole la cara, lo dicho: tal para cual.

No me dedican ni una mirada cuando pasan por mi lado y mejor, no estoy para más comentarios mordaces.

Un momento después de que desaparecen por el pasillo, me levanto a estirar las piernas un momento, dándome cuenta que son casi las ocho de la noche, gracias al cielo Miranda no estará esta noche porque seguro que comenzaría a molestar. Y como si la invocara mi teléfono suena con una llamada entrante de ella.

—Aun sigues bajo el yugo opresor de tu jefe.

No puedo evitar reír ante sus ocurrencias.

—Hola, para ti también te cabra loca. Y sí, aún sigo en el trabajo.

—Yo pienso que todo eso es un plan de tu jefe para follarte sobre su escritorio.

—Oh, claro. Estoy esperando que todos se vayan para quitarme la ropa y entrar a seducirlo —digo, con sarcasmo.

El grito que pega me hace despegar el aparato de mi oreja.

—¿Enserio?. Esa es mi hermana.

—Claro que no Miranda. Mi jefe se fue hace un rato.

—Pero si estuviera ahí lo harías.

No puedo evitar rodar los ojos al cielo y pedir paciencia.

—¿Qué quieres Miranda?.

—Nada, solo para sabia si te había gustado el Gif que te mande.

—No me vuelvas mandar Gif de sexo Miranda. Es una orden de hermana mayor.

—Que aburrida eres —resopla, indignidad.

—Adiós. Te quiero. Usa condón —suelto, eso último antes de colgar.

Segundos después mi teléfono suena indicándome un mensaje, que al abrirlo me doy cuenta que es de Miranda y es un Gif de sexo, con una postdata que dice: siempre uso condón, junto a un emoticón con lentes negros.

Antes de regresar a mi lugar de trabajo, decido que un café me caería de maravilla, es por eso, que camino hacia la —no tan pequeña— cafetería que se encuentra en el piso. Cuando reviso el reloj de mi muñeca, me doy cuenta que son cerca de las once de la noche.

De regreso a mi lugar de trabajo me puedo dar cuenta que la luz de la oficina del señor Williams esta encendía, lo que me hace fruncir el entrecejo.

¿Qué no se había ido? ¿Volvió?.

Tengo una lucha interna decidiendo ir a ver si de verdad regreso o entrar apagar la luz. Me muerdo el interior de la mejilla antes de dejar salir un suspiro cansino. ¿Y si esta follando?.

Que se joda, no me paga lo suficiente para estar presenciando sus comportamientos inmorales.

—¿Ahora se dedica a mirar las puertas de mi oficina?—el tono arrastrado de su voz me hace estremecer.

Me tomó un momento para espabilarme y ordenar mis ideas antes de encararlo.

—No lo vi regresar, pensé que la luz se había quedado encendida —le informo.

—Como sea, no me importa.

Me pasa de largo sin dedicarme una mirada más. Vaya hombre. Me siento en mi lugar para seguir trabajando, donde el tiempo se va volando, para cuando reviso la hora en una esquina de la pantalla de computador son cerca las tres de la mañana.

—Me falta cafeína —murmuró, dejando salir un bostezo.

Estoy por alejarme con rumbo a prepararme otro café, cuando un pensamiento me cruza el pensamiento. Y, en un impulso envalentonado salido de sabrá dos donde, regreso sobre mis pasos para preguntaré a mi jefe si le apetece —o no— un café.

Toco las puertas enumero puestas de madera y solo cuando su voz llega a mis odios indicándome que pase lo hago.

La imagen que me recibe al entras es tan impresión como erróneo, ya que mi jefe —Alexander Williams — el mejor empresario según Forbes esta sentado de manera degradada en la silla detrás de su escritorio, el saco quedó olvidado en alguna parte junto con la corbata, los primeros botones de su camisa negra están desabrochados y el cabello —que hoy en la mañana estaba perfectamente peinado —esta revuelto, una clara señal de que se estuvo pasando las manos por el en repetidas ocasiones.

Carraspea la garganta cuando he pasado mucho tiempo viéndolo, siento como el rubor sube por mi cuello para instalarse en mis mejillas.

Claramente esto fue una muy mala ida.

—Venía a preguntar si le apetecía un café —mi voz, sale en un murmuró tembloroso.

Mi jefe levanta su mano izquierda donde puedo observar el vaso con líquido ambarino que está tomando.

—Sí quiera café, se lo habría pedido —responde, glacial como siempre.

—Ser un poco amable no lo va a matar— susurro, solo para mi.

Pero tal parece que me escucho, ya que arquea una ceja en señal interrogante.

—Lamento interrumpirlo —me disculpo, por mi imprudencia —. Me retiro.

Giro sobre mis talones para echarme andar hacia puerta y, justo cuando tomo el pomo de la puerta su voz me congela en mi lugar.

—Espere. Tome asiento —maldigo por lo bajo, obligándome a regresar sobre mis pasos y sentarme en una de las acolchonadas sillas frete a su escritorio.

Le hago una plegaria al universo para que esto no sea contraproducente. Por largos y tortuosos minutos no se escucha nada más que el sonido de nuestras respiraciones, la ansiedad empieza a invadirme el cuerpo. Porque aja, es entrada la madrugada y estoy sola con mi jefe en su oficina, sin contar que el parece estar un poco ebrio.

Bajo la mirada a mis manos cuando no puedo soportar la intensidad de su mirada. La mera en la que me observa como si pudiera quitar todas las capaz que he ido poniendo durante estos años y llegara al centro donde puede ver eso que no me permite ser una persona normal. Como si fuera capaz de ver más allá de lo que le permito ver al mundo de mi.

—Siempre me a parecido una persona muy interesante, señorita Smith — habla , después de lo que se siente como una eternidad— ¿Por qué está usted aquí?

Me obligo a levantar la cabeza para mirarlo, su cabeza esta ligeramente hacia delante viéndome con… ¿Curiosidad?. Cuando mis ojos conectan con los suyos una expresión extraña cruza su mirada, pero es tan fugas que no puedo apostar haberla visto.

Sus ojos verdes se oscurecen varios todos, de pronto siento la boca seca por lo que con la punta de mi lengua me humedezco los labios. Y. él, baja su mirada ahí.

Tienes que salir de aquí. ¡Ya!. Gruta la vocecilla en mi cabeza. Busco a toda velocidad en mi una excusa para salir de aquí, sin tener éxito.

—La paga es buena —me encojo de hombros, como si la platica fuera de lo más normal del mundo. Y dudosa añado—: A demás trabajar para usted no es tan malo como todos piensas.

La realidad es que mientras hagas bien tu trabajo no tienes problemas con él, por lo tanto yo no tengo problemas con él, de hecho esta es la primera vez que tenemos una interacción tan larga desde que trabajo aquí.

Se que como líder de una compañía tan grande y prestigiosa debe de someterse a un estrés inimaginable, también sé que le gusta que todo salga conforme a lo planeado, la puntualidad y la eficiencia. Casi quiero reírme cuando me doy cuenta de todas las pequeñas cosas que se de él sin darme cuenta.

Una carcajada sonora me hace salir de ensimismamiento en el que me encontraba.

—Es la primera vez en mi vida que alguien me dice eso. Debe estar usted muy loca —una mueca que simula una sonrisa —que se le ve terrible por cierto — se asomaba en sus labios.

—¿Quiere saber lo que creo? —pregunto y asiente—. Que ha bebido demasiado, señor Williams. Lo mejor será que vaya a descansar, mañana será un día muy largo.

Y tan pronto como las palabras abandonan mis labios me arrepiento, al ver el rostro del hombre que tengo enfrente hacer una mueva que está a medio camino entre la irritación y la diversión.

—Y usted quien es para decirme ¿si he bebido demasiado o no?— ahora es su turno para mojarse los labios con la punta de la lengua.

Trago duro.

Debo de admitir que luce tan jodidamente sexy. Lástima que sea idiota, tampoco es como que el fuera un prospecto para una relación… Ahuyento lejos los pensamientos innecesarios.

—Lo siento, excedí con mi comentario. No fue mi intención incomodar —me levanto de donde estoy para irme lo más rápido que pueda.

—Espere, no le he dicho que puede retirarse— no me pasa desapercibido el tono divertido y al mismo tiempo ausente y despreocupado de su voz.

Me congelo en mi lugar. Quiero golpearlo en la cara por hacerme pasar esta situación tan bochornosa y me hago una nota mental de imaginarme más tarde haciéndolo. Trato con todas mis fuerzas mantenerme firme frente a él, pero la realidad es que me genera un montón de emociones contradictorias.

—Le puedo hacer una pregunta señorita Smith —dice, aumentando el nerviosismo que se apodero de mi cuerpo, haciendo que mis mano suden.

Pese a eso, no dejo que amedrentar así que tomo una gran bocanada de aire, antes de alzar el mentón y volver a sentarme en la silla. El gesto de satisfacción que le adorna el rostro me dan ganas de aventarle el estúpido porta lápiz que esta sobre su escritorio.

—Adelante —concedo, con tanta seguridad que yo misma me sorprendo.

—Quiero sinceridad —me informa —.¿Qué piensa usted de mi?.

Casi quiero rodar los ojos al cielo, su pregunta me saca de balance. Sí este espécimen de hombre supiera que yo soy la última persona para hablar cuando tiene crisis existenciales.

Mi jefe se acaba el contenido del vaso de golpe, sirviéndose otro en seguida, por un momento no se que contestar y su mirada insistente no me ayuda a entrar las palabras a la pregunta que me a hecho, ¿Qué se supone que le diga?. Si le digo la verdad seguro me quedo sin trabajo.

—Señor no quiero se grosera, pero llevo trabajando con usted aproximadamente un año y siempre ha sido exigente en cuestiones de trabajo —hago una pausa breve, acomodando las palabras para continuar —. Ya que su puesto lo requiere. La verdad es que no me va juzgar a las personas —me muerdo el labio inferior dudosa —. Pero todo el mundo se a dado cuenta de que de un tiempo para acá, bebe demasiado.

Bien hecho Emma. Acabas de quedarte sin trabajo, a ti que te importa si quiere beberse todo el alcohol del puto mundo.

—Y usted piensa que bebo demasiado.

—No importa lo que yo piense.

Entrecierra los ojos en mi dirección incrédulo y yo maldigo el lapso de sinceridad que me hizo llegar a este momento.

—De igual modo quisiera escuchar lo que piensa —que insistente.

—Por lo regular las personas que beben demasiado es porque no son felices.

—Así que, usted piensa que no soy feliz —dice, levantando una de sus pobladas cejas.

—Yo no dije eso.

—Dijo que las personas…

—Nunca dije que usted —lo interrumpo, encogiéndome de hombros.

Esta vez una sonrisa real se dibuja en sus labios.

—Es fascinantemente interesante —habla más para si mismo que para mi —. La belleza y la inteligencia no son una buena combinación, pero veo que usted tiene ambas —Sus palabras me dejan sin habla y antes de que pueda decir algo añade —: ¿Lo sabía?.

Hola!! Hacia muchísimo tiempo que quería hacer esto, porque sentía que la historia tenía muchas (muchisimas) fallas. Entonces ahora que tengo tiempo le voy a dedicar un poco de tiempo para dejarla bonita.
Los capítulos los estaré subiendo súper seguido.
Sin más que agregar espero que le den mucho amor.

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