Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━━━Capítulo Trece | El Perdón del Consorte

Capítulo 13
El perdón del Consorte

La luz tenue de la mañana se filtraba a través de los paneles de madera en la gran sala del consejo del palacio. El Consorte Real HyunJoon, con cuatro meses de embarazo que ya comenzaban a ser visibles, se mantenía erguido al frente de la sala. Sus ojos, aunque en un principio brillantes y llenos de esperanza, ahora reflejaban una mezcla de preocupación y determinación.

Los miembros del consejo, una serie de hombres de edad avanzada con rostros serios, se encontraban en sus respectivos asientos, observándolo con interés. El peso de la situación era evidente.

—Es imperativo que hablemos sobre las recientes alteraciones en las tradiciones del palacio —comenzó HyunJoon con una voz firme que contrastaba con la fragilidad de su estado físico—. La seguridad de nuestra familia y la estabilidad del reino están en juego.

Uno de los ministros, el de más edad, frunció el ceño.

—¿De qué alteraciones está hablando, Consorte? La llegada de la concubina Areum es un asunto de menor importancia comparado con las verdaderas preocupaciones del reino.

HyunJoon ajustó su postura, su mirada no vaciló.

—La presencia de Areum no es un asunto trivial. Desde su llegada, la atmósfera en el palacio ha cambiado drásticamente. Los rumores han comenzado a circular y la estabilidad que tanto hemos trabajado por mantener está en peligro. No podemos permitirnos ignorar este problema.

Otro ministro, conocido por su inclinación a la burla, se permitió una sonrisa cínica.

—¿Acaso está celoso, Consorte? Parece que su preocupación por Areum es más personal que política.

La habitación se quedó en un silencio incómodo, los demás ministros intercambiando miradas nerviosas. HyunJoon mantuvo la calma, aunque por dentro su enojo crecía.

—Si la preocupación por la estabilidad del reino es vista como celos, entonces estamos en grave peligro. Mi deber como consorte es proteger la armonía dentro de este palacio y garantizar que ninguna influencia externa altere nuestra paz. La presencia de Areum está desafiando eso, y no puedo quedarme de brazos cruzados —la mirada de HyunJoon se volvió más severa—. No sólo estoy hablando de la seguridad de mi posición. La salud de nuestro emperador, Sunghoon, también está en riesgo. Su comportamiento ha cambiado y se ha vuelto errático desde la llegada de Areum. No podemos ignorar las señales. Exijo que se asignen vigilantes a Areum para asegurar que no haya más perturbaciones.

El ministro burlón intentó replicar, pero la autoridad en la voz de HyunJoon y el resplandor de su determinación silenciaron cualquier intento de desacuerdo.

Un ministro mayor asintió con gravedad.

—Entendemos, Consorte. Se tomará nota de su solicitud y se procederá en consecuencia.

HyunJoon hizo un gesto de asentimiento y, a pesar del esfuerzo por mantener la compostura, su mente estaba agitada. La noche anterior había sido dura; Sunghoon lo había abofeteado en un arrebato de furia que nunca había visto en él. La actitud distante del emperador y el creciente desdén que sentía hacia él eran un golpe devastador.

El Consorte miró alrededor de la sala con una mezcla de tristeza y resolución.

—La situación del palacio debe ser controlada antes de que todo se derrumbe por completo. Si no actuamos con rapidez, el reino, nuestra familia y la estabilidad misma se desmoronarán.

Con esas palabras, HyunJoon se retiró de la sala, su corazón pesado y su mente llena de incertidumbre. Sabía que la batalla por proteger su hogar y su familia apenas comenzaba, y la sombra de Areum se cernía sobre ellos como una amenaza implacable.

Los pasillos dorados, usualmente bulliciosos y llenos de vida, parecían ahora fríos y distantes. HyunJoon, con su elegante hanbok y la prominente barriga de cuatro meses de embarazo, caminaba con pasos medidos y elegantes. El peso de su condición no parecía disminuir su gracia, pero la preocupación en sus ojos era evidente. Cada paso resonaba como un eco de su creciente angustia.

Al girar una esquina, HyunJoon se encontró frente a frente con el emperador Park Sunghoon. El emperador, con su espléndido atuendo de gala, parecía más desaliñado de lo habitual. Su rostro mostraba signos de agotamiento y preocupación. Al ver a su consorte, Sunghoon intentó acercarse con una expresión de remordimiento.

—HyunJoon —empezó Sunghoon, su voz cargada de una tristeza que intentaba disimular—. Necesitamos hablar.

HyunJoon, sin girar la cabeza para mirarlo, se detuvo pero no hizo ademán de acercarse. El desdén en su postura era evidente, y sus labios estaban firmemente apretados.

—¿Qué más queda por decir? —replicó HyunJoon, su tono frío y cortante—. La noche pasada fue lo suficientemente elocuente.

Sunghoon frunció el ceño, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Te pido disculpas por mi reacción... La ira me sobrepasó. No debí haberte golpeado.

—¿Ira? —HyunJoon levantó una ceja, la incredulidad en su mirada—. ¿Es eso lo que ahora llamas la ira? ¿Y qué pasa con la razón por la que me golpeaste? ¿Acaso no es justo que yo también busque a alguien para consolarme?

Sunghoon trató de acercarse, pero HyunJoon levantó una mano para detenerlo. El gesto fue firme, cortando cualquier intento de reconciliación.

—No necesito tus excusas —dijo HyunJoon con una frialdad que helaba el aire—. Ya no queda nada que decir. La llegada de Lee Areum lo ha cambiado todo. Todo lo que construimos... todo lo que éramos, se ha desmoronado.

Sunghoon abrió la boca para responder, pero HyunJoon ya había comenzado a caminar de nuevo, su elegancia inalterada a pesar del dolor que sentía. La tristeza se reflejaba en cada paso que daba.

Sunghoon lo observó alejarse, sintiendo cómo el peso de sus errores lo aplastaba. La separación, ahora inevitable, era un vacío en su corazón que ninguna disculpa podría llenar.

Con HyunJoon desapareciendo en la distancia, el palacio volvió a su silencio implacable, marcando el inicio de una nueva y dolorosa realidad para ambos.

En su despacho, Sunghoon se debatía entre la culpa y la desesperación, su rostro surcado por arrugas de preocupación mientras miraba por la ventana, hacia el jardín del palacio.

Sunghoon no podía dejar de recordar la noche anterior. Había sido un estallido de furia que nunca pensó que experimentaría. En el fragor del momento, había abofeteado a su consorte real, HyunJoon. La rabia de su comportamiento parecía una maldición que lo perseguía, incapaz de ser liberada por el tiempo o el arrepentimiento.

—¿Cómo pude ser tan ciego? —murmuró Sunghoon, su voz temblando de auto-reproche.

El silencio en la habitación se rompió con la entrada de un sirviente que llevaba un mensaje urgente. Sunghoon recibió el pergamino con manos temblorosas y leyó rápidamente el contenido. Su rostro se tensó aún más al comprender la magnitud de la situación. HyunJoon había decidido tomar represalias, contratando un concubino para él mismo. El consorte, aún en su embarazo de cuatro meses, había actuado con una frialdad que Sunghoon nunca había visto en él.

El emperador sintió un peso en el pecho, sabiendo que su furia había empujado a HyunJoon a una desesperación que nunca había imaginado. De inmediato, Sunghoon tomó una decisión. Necesitaba demostrar su arrepentimiento y recuperar el amor de su consorte.

—¡Preparen los mejores hanbok para el Consorte Real! —ordenó Sunghoon a sus asistentes, su voz marcada por una determinación que contrastaba con su dolor interno—. Quiero que sean los más hermosos que este palacio haya visto.

Los sirvientes se apresuraron a cumplir la orden del emperador, mientras Sunghoon se dirigía hacia la habitación de HyunJoon. Cada paso que daba se sentía más pesado, como si el suelo bajo sus pies se resistiera a permitirle acercarse a su consorte.

Al llegar, Sunghoon se detuvo ante la puerta. Su mano temblaba al elevarse para tocarla. Sabía que HyunJoon estaba en su interior, y no podía ignorar el frío que emanaba de la habitación, una frialdad que parecía haber absorbido la calidez que alguna vez compartieron.

—HyunJoon —dijo Sunghoon, su voz un susurro—. Por favor, déjame entrar.

Dentro, HyunJoon estaba sentado en un rincón de la habitación, el elegante hanbok que solía llevar con tanto orgullo ahora parecía ser una prisión más que una prenda de lujo. Su rostro estaba impasible, como una máscara que ocultaba la angustia que sentía por dentro.

—¿Qué es lo que deseas, Majestad? —preguntó HyunJoon con voz fría, sin levantar la vista.

Sunghoon sintió una punzada de dolor al ver la distancia que se había creado entre ellos. Se arrodilló ante su consorte, su corazón latiendo con fuerza mientras intentaba encontrar las palabras correctas.

—Me doy cuenta de lo que hice, HyunJoon. No hay excusa para mi comportamiento. Te ruego que me perdones. No puedo soportar verte así.

HyunJoon no respondió de inmediato. La tensión en el aire era palpable. Finalmente, levantó la mirada, sus ojos fríos y distantes.

—Las palabras no pueden deshacer el daño que has causado —dijo HyunJoon, su voz tan serena como una corriente congelada—. Pero agradecería si dejara de intentar comprar mi perdón con lujos. No necesito más joyas ni hanbok. Lo que realmente necesito es la sinceridad de tus acciones.

Sunghoon sintió una oleada de desesperación. Sabía que recuperar la confianza de HyunJoon no sería fácil, y que el camino hacia el perdón sería largo y lleno de obstáculos. Sin embargo, estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en sus manos para reparar el daño que había causado y para restaurar la paz en su vida y en su reino.

Con una profunda inclinación, Sunghoon se levantó y salió de la habitación, su mente llena de resoluciones. El camino hacia el perdón y la reconciliación sería arduo, pero estaba dispuesto a enfrentarlo, por el bien de su amor y de su familia.

Mientras el emperador se alejaba, HyunJoon permaneció en su lugar, la tristeza y el dolor reflejados en sus ojos. Sabía que el cambio no llegaría fácilmente, y que la reconstrucción de lo que una vez fue su vida junto a Sunghoon sería un desafío monumental. Pero también sabía que el primer paso hacia la sanación era enfrentar la verdad y permitir que el tiempo hiciera su trabajo.

El palacio, una vez símbolo de un amor eterno, ahora se encontraba en la encrucijada de la traición y el arrepentimiento.

Capítulo pequeño
Pero al din actualicé!!!!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro