EPÍLOGO
“Quisiera cubrir tu desnudez con mis besos, hacerte un vestido de caricias para que el mar travieso no se atreva a envolverte.
Sé mía en el crepúsculo, ese momento mágico, cuando la luz no muere y el sol ya partió.
Ven mi Bella. Ven a mí.
Mis dedos tocarán una balada en tu cuerpo, las notas más altas serán los jadeos que salgan de tus labios.
¿Me entregas tu pasión?
¿Me das tu deseo?
Te premiaré con mi desenfreno.
Me palpita el corazón, la sangre fluye con fuerza en mis venas, mi autocontrol va menguando, siento la potencia del deseo que se hace un nudo en mi garganta y, poco a poco, va bajando hasta sentir explotar mi hombría con mi amor endurecido.
Quiero, en este momento eterno, sembrar nuestros sueños. Esparcir mi anhelo en tu ser.
Deseo, saborear tu piel salada, adentrarme en tus rescoldos, llegar a lo profundo de tus depresiones, a lo alto de tus montes.
Necesito, urgentemente atrapar tus suspiros, hacer míos todos tus gestos.
Tu cuerpo reclama mis caricias, se abre para mí y me sumerjo suave, lento para amarte eternamente.
Con una fuerza, inagotable, inmortal, así es mi amor y mi deseo por ti”
…
BELLA
Mis músculos relajados se dejaban acariciar por las suaves aguas tropicales. El olor a mar, la brisa, el viento cálido, todo a mí alrededor me incitaba a cerrar los ojos y descansar.
Todo, menos alguien que, cual tritón sensual, nadaba a unos metros en las verdosas aguas del mar caribeño. Todo un espécimen apetecible. Siempre oí que decían “consume lo que el mar produce”, hoy iba a hacer caso a ese dicho de pescadores.
Levanté mi cabeza para mirar… derecha, nada. Izquierda, sin novedad. Estábamos solos, en menos de una hora el sol se ocultaría.
Un crepúsculo de amor.
¡Pasión al aire libre!
Creo que mojé mi bikini de sólo imaginarlo. Sí, necesitaba que Edward me hiciera el amor aquí mismo, a orillas del mar.
Escuché el chapoteo de sus pasos caminado hacia mí…
¡Ahora o nunca Bella!
Quité el sujetador de mi bikini y me levanté para ir a nadar. Y ¡ups! Al cruzarme con él, la parte superior del bañador, cayó a los pies de mi esposo.
Sus ojos parecían dos platos soperos. Le sonreí pícaramente y sin recoger mi prenda me metí al agua.
No tardó más que unos segundos en alcanzarme, sus manos traviesas fueron directo a lo que quedaba del bikini. Con apenas unos movimientos me tenía frente a él como dios me trajo al mundo.
“Conserje travieso” pensé, aunque técnicamente él ya no era mi conserje. Ni siquiera era dueño del edificio. Apenas cobré la herencia de Mike, invertí en hacer las reparaciones de aquel lugar y lo vendimos con buenas ganancias.
Ahora estábamos a punto de adquirir la televisora donde Emmett trabajaba, para convertirla en un estudio de cine. Edward estaba entusiasmado en hacer la música para las películas.
Pero hoy no vinimos en plan de trabajar… económicamente hablando… esta semana era para dar rienda suelta a nuestra pasión en una luna de miel ardiente. Y no me podía quejar, apenas salíamos de la habitación para comer y ver el mar. Pero... ¿Por qué hacerlo en una cama si teníamos tanta intimidad en esta playa desierta?
— ¿Se le perdió esto señorita?— susurró a mi oído mostrándome el bikini en una de sus manos.
—No me di cuenta. ¿Cómo podría agradecerle su atención?— me restregué un poco en su cuerpo.
¡Ay! una dura erección me recibió. A pesar del agua su entrepierna se sentía tibia.
Él buscó mis labios y nos fundimos en un apasionado beso, largo y profundo, nos hundimos en el agua para poder acariciarnos. Recorrí sus brazos, su pecho, sus caderas. Edward masajeaba suavemente mi entrepierna, sus “dedos maravillas” me hicieron ver estrella de colores.
Me tomó en brazos y me llevó a la orilla, donde siguió azotándome de placer. Sin dejar de besarme se quitó el bañador, abrió mis piernas con suavidad, hurgando para comprobar el efecto que causaba cada toque que me regalaba.
—Amo cuando te mojas así— me susurró. Su voz aterciopelada acariciaba tanto como sus manos.
—Edward, ¿Nunca te han dicho que es de mala educación hacerse esperar demasiado?— me quejé.
—Perdón amor… siénteme— entró fácilmente.
¡Qué sensación de calidez, de completura! Quería gritar. Edward me hacía vibrar con sus suaves movimientos.
Rodamos en la orilla, el agua nos daba en la espalda. Quedé sobre él. Estaba tan caliente que me moví rápido, la fricción enviaba espasmos a todo mi cuerpo. Lo miré, para comprobar si estaba tan cerca como yo de llegar a la cima del mundo. Su rostro contorsionado me dio el empujón que necesitaba, di un par de veloces saltos más para alcanzar mi liberación.
Chillé al sentir toda esa energía recorrerme, pero Edward no me soltaba, seguía sin dejar que baje de mi éxtasis. Una y otra vez entraba en mí, yo derrumbada sobre él, que seguía penetrándome sin detenerse, sin parar el ritmo enloquecedor.
Su liberación vino precedida de un gruñido feroz, sus fuertes mandíbulas estaban tensas, su rostro demostraba su intenso clímax.
Nos amamos hasta que la luna brilló sobre nosotros. Exhaustos y felices caminamos de vuelta a la cabaña dónde nos dimos un delicioso baño de tina.
—Nunca olvidaré este viaje— me atrajo hacia su cuerpo desnudo.
—Ni yo, créeme que no lo olvidaré.
— ¿Recuerdas cuando nos conocimos?— preguntó.
—Cómo olvidarlo. Estabas para comerte con todo y caja de herramientas— recordé aquella vez en que me achicharraba de calor y pedí que me arreglen el aire acondicionado. No sabía que el calor que sentía era de otro tipo. Y que sólo el conserje podía apagar mi incendio.
—Nunca creí que realizar pequeños arreglos en el edificio me haría conocer a la persona que más amo en la vida.
Sólo Edward podía decir las frases más románticas y lograr que me humedezca. Su voz era demasiado sensual.
—Pasamos muchos problemas— tomé su mano y la apreté.
Habíamos tenido suficientes obstáculos, desde un marido mentiroso hasta magia negra, pasando por una prima psicópata.
—Nada que no podamos superar— mordió suavemente el lóbulo de mi oreja.
—Lo dices porque a ti no te hicieron vudú — sonreí. Aunque recordar aquello me daba escalofríos.
—No me recuerdes eso— suavemente empezó a masajear uno de mis pechos.
—Me gustó mucho nuestra boda— jadeé.
— ¿Qué parte? ¿Cuándo tu amigo tropezó llevándose un trozo de pastel, o cuando le tiré tu liguero a la cara? – allí iba otra vez. Según Edward no sentía celos de Jacob. Pero cada que podía decía o hacía algo en su contra. O por, se burlaba.
—No. Mi parte favorita fue cuando Emmett bailó el baile del caballo subido en la mesa de los canapés— solté una carcajada.
Un suave gruñido de mi marido me hizo reír. Pero no detuvo los movimientos de su mano traviesa. Ahora le daba masajes a mi otro pecho. Con suerte seguiría bajando para hacerme delirar con esos largos, suaves y complacientes dedos de pianista.
.
.
.
Tres meses después…
—Positivo señora Cullen. Usted está embarazada— no podía creer lo que escuchaba. En secreto vine a otra clínica para corroborar mis sospechas, no quería ilusionar a toda la familia con una falsa noticia.
Una nueva vida crecía dentro de mí, eso me llenaba de felicidad y a la vez de miedo. ¿Sería una buena madre? ¿Estaba preparada para esto?
—Gracias doctor— recibí los análisis y salí rumbo a casa.
Esto cambiaba muchas cosas. Necesitábamos una casa más grande, jardines, un auto familiar.
¿Se acabaría la eterna luna de miel? ¿Adiós a mis noches de pasión? ¿Qué sería ahora de esas maratónicas sesiones de sexo desenfrenado?
Todo sea por mi hijo. O tal vez sea una niña. Me hacía tanta ilusión una pequeñita con los ojos verdes de Edward. Y sus cabellos cobrizos.
Debo alimentarme mejor, tomar vitaminas. Salir a correr con más precaución. No puedo exponerme a caídas ni tropezones.
Es una vida lo que llevo dentro, el fruto de nuestro amor.
¿Cuál sería la reacción de Edward? ¿Se quedaría mudo? ¿Sonreiría? ¿Se emocionaría?
Tantas dudas en mi cabeza, tanta emoción en mi corazón.
Esta era la mejor noticia del mundo.
Caminé hasta mi casa, entré haciendo el mínimo ruido posible, Edward trabajaba en su piano. Una dulce melodía estaba tomando forma. Muy dulce y fresca. Incluso más tierna que la nana que compuso para mí.
—Es preciosa ¿Para la nueva película?— pregunté abrazándolo por detrás.
—No. Simplemente salió. Es casi una canción de cuna, he tratado de componer algo más emocional para le película pero no me sale.
— ¿Canción de cuna eh? Tal vez le demos utilidad— besé su cuello.
—Sería maravilloso— sus dedos volvieron a deslizarse en las teclas y la tierna melodía llenó el salón. Me imaginaba a una criatura dando sus primeros pasos en la alfombra, llegando junto a nosotros en el piano.
Ese futuro estaba tan cerca.
—Edward tengo algo que decirte— tomé un gran bocanada de aire.
Él se giró alarmado. Creo que el tono que empleé no fue el correcto.
— ¿Pasó algo? – por su cara podía darme cuenta de su preocupación.
—Sí. Fui al médico…
— ¿Te sientes mal?— se alarmó. Hay Bella que poco tacto tienes para estas cosas.
—No amor. Siéntate— le pedí.
Edward dejó su piano, sus manuscritos y su melodía. Vino a sentarse conmigo.
—Dime. Por favor, me tienes preocupado— tomó una de mis manos.
—Edward… es que… vamos a ser padres. Estoy embarazada— sonreí.
Debí sacar mi cámara y hacerle una fotografía. Su expresión o expresiones cambiaron de repente. Parecía a punto de sonreír y preocupado. No sabía si en algún momento reiría o empezaría a llorar. Sus gestos eran indescifrables y a la vez cómicos.
—No sé qué decir— dijo finalmente.
—Pues di lo que sientes ¿Estás feliz o no?
—Decir feliz… sería quedarse corto. Estoy… ¡Bella es maravilloso! ¡Es la mejor noticia del mundo!— tomó mi rostro entre sus manos y depositó un beso suave y dulce. Todo lo que mi corazón ansioso necesitaba.
La noticia del bebé hizo que Emmett se apresure a pedirle matrimonio a Rose y Alice y Jasper se comprometieran.
—Gracias Bella— comentó Esme mientras le ayudaba a recoger los servicios, luego de la cena. Teníamos la costumbre de cenar en familia una vez por semana, generalmente los viernes.
— ¿Por qué?— pregunté.
—Desde que llegaste, todo cobró vida. Mi Edward ha madurado, Emmett por fin tiene pareja estable y Alice aceptó a su eterno novio para dar el siguiente paso.
—No creo que yo tenga nada que ver en que Emmett y Alice hayan cambiado— le sonreí.
—Tú nos trajiste suerte— me miró con una sonrisa muy hermosa. Siempre tenía deseos de abrazarla, ella es como la madre que se me fue a tan temprana edad. Siempre me aconseja, me dice palabras cariñosas y está pendiente ahora más que nunca de mí.
El embarazo pasó como un sueño. Edward cuidaba de mí como si fuera mi sombra. Los últimos meses no se apartó ni cuando iba al baño.
Y una mañana de verano, pocos días después de mi cumpleaños número 25, nació nuestra pequeña… El parto fue tan fácil, dicen que es raro pero así fue.
Sólo 5 horas de contracciones y mi pequeña salió rápido. No me dio tiempo ni de gritar… y afortunadamente Emmett no llegó con su cámara para filmarlo. Había amenazado con eso desde que se enteró que iba a ser tío.
—Es hermosa mi amor— Edward tenía en brazos a nuestra pequeña. –Nuestra pequeña…
—Renesmee— susurré.
— ¿Reneesme? Creí que querías llamarla Elizabeth o Jane— sonrió. Sí, yo había contemplado nombres de escritoras famosas. Pero la sonrisa de mi hija me recordó a la de mamá. Y esos ojitos verdes, tan hermosos eran de Edward y Esme.
—Renée por mi mamá y Esme por la tuya. ¿No te parece bien?
—El nombre que elijas me parece perfecto. Mamá llorará de felicidad.
Horas después, la familia en pleno entró a visitarme. Emmett traía flores, Rose ropa para cambiar a la bebé. Alice me obsequió un moisés precioso. Esme y Carlisle nos compraron un cochecito rosa.
Nunca pensé ser parte de una familia tan unida, tan cariñosa. Siempre quise tener hermanos y hermanas en quieres confiar. Unos padres amorosos que estén siempre pendientes de lo que me pase. Y los Cullen me habían acogido como una hija más. Me sentía tan importante ahora que había traído al mundo a la primera nieta.
Tanta felicidad me hace olvidar los recuerdos tristes, las lágrimas y sinsabores pasados. No hay día en que no agradezca a Dios por haberme dado una vida tan hermosa. Un esposo perfecto, una familia con la que soñé y ahora una hija… fruto de mi gran amor.
Perdono a todas las personas que me hicieron daño alguna vez, a Mike, quien murió arrepentido por lo que hizo, a Jessica que encontró una muerte horrenda, incluso a Tanya que pasará largos años en prisión por su obsesión mezquina.
Soy tan feliz… tanto…
— ¿Estás bien mi amor?— Edward besó mi coronilla. Me acurruqué a su pecho para descansar. Nuestra pequeña dormía en una cunita al lado derecho de mi cama. Mañana nos darían de alta y podríamos irnos a casa.
—Más que bien— pasé mis dedos entre su sedoso cabello. –Tengo sueño amor— suspiré. Edward empezó a tararear una melodía dulce, que hace tiempo había compuesto para mí. Me fui relajando.
Antes de abandonarme al sueño, mi mente hizo un repaso por todos los momentos al lado de mi esposo, un hombre maravilloso que conocí cuando se malogró el aire acondicionado del departamento.
¿Quién iba a pensar que encontraría el amor en el guapo conserje de un edificio?
F I N
Gracias por leer amigas.
PATITO
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro