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CAPÍTULO 31: ¿PODRÉ VOLVER?

Miré a Edward que parecía al límite de su paciencia. Jake en cambio se veía interesado.

Tomé el sobre y saqué muchas fotografías. Había una foto muy vieja de una mujer pelirroja, era la primera de todas. No sabía quien era. Se la mostré a Jenks.

—Se llamaba Victoria, la esposa del señor James, era una mambo, sacerdotisa Vudú— dijo el investigador.

Más fotografías de una casa en muy vieja con totems y figuras horribles. No entendía qué quería decir con eso.

—Es la casa de esa mujer en Haití. Viajé hasta allá porque el señor James salió del país con otro nombre. Lo seguí. Pero cuando llegué él la había matado. Según dicen en el pueblo, ella no usaba la magia para matar a nadie sino para curar pero su esposo no era como ella. Él era un mago negro que hacía trabajos por encargo— Jenks hablaba atropelladamente.

Ví una fotografía de un hombre muerto, desfigurado y sucio. Era aterradora.

—Es James, los pobladores lo apedrearon, llegué junto con la policía, no pudimos hacer nada por él— miré al hombrecillo ratón asustada. Qué terrible ver morir a alguien de esa forma. –Pero pude hablarle antes que muriera, le pregunté y me lo confirmó, me dijo que usted moriría— miré a Edward alarmada.

—Bella eso es… es superchería, somos seres civilizados, no creas en esas cosas— caminaba por la habitación como una fiera.

—No es superchería— dijo Jacob. –Yo vengo de una tribu muy antigua, nos hemos “civilizado” pero las leyendas quedan. Sí se puede matar a alguien con magia negra— sus palabras me dieron escalosfrios, Edward bufó.

Seguí mirando lo que Jenks me había alcanzado, había algunos documentos médicos que no entendía. Le mostré a Jenks.

—Investigué sobre algunas de las muertes que por encargo le hicieron al señor James. Todos murireon igual, con infección en la garganta o en el estómago. Un medico la denominó “infección tropical” porque no sabían que era. Tengo acá mucha evidencia para corroborarla con la muerte del señor Newton, también murió de la famosa infección tropical. Cuando me enteré que usted estaba enferma traté de venir lo más rápido posible pero sufrí un accidente— lo miré intrigada.

Me mostró una de las últimas fotografías.

—Él es Demetri Volturi. Es alguien que me seguía a mí. No sé cómo supo que investigaba pero trató de matarme y no con magia negra sino con un arma— el pobre hombrecillo sacó un pañuelo para limiarse el sudor.

— ¿Qué Tanya no conocía a un tal Demetri?—  me preguntó Jake. Asentí con la cabeza, yo misma había leído en el diario de Tanya sobre un Demetri y un tal Felix.

— ¿Qué insinúas?— gritó Edward.

—Es cierto— Afirmó Jenks, todos lo miramos. –En estos días investigué. Es un ex novio de la señorita Denali— confirmó el investigador.

—Esto es insólito, sólo falta que digan que Tanya le pagó a James para hacerle magia negra a Bella— dijo escéptico.

— ¿No se te perdieron cinco mil dólares últimamente — preguntó Jacob. Edward volteó a verlo muy molesto.

— ¡Tú sabes algo!— le gritó.

—Con ese dinero tu prima le pagó a James— se le enfrentó mi amigo lobo.

— ¡Eso es una mentira! ¿Tienes pruebas?— Edward estaba fuera de sí, tomó a Jacob de las solapas de su camisa y lo empujó contra la pared.

— ¡No! ¡No!— grité tomando la libreta dónde decía lo del dinero. Se lo mostré a Edward agitándolo con mi mano. Él soltó a Jake.

— ¿Qué es eso?— preguntó tomándolo. Sus ojos leyeron rápidamente.

—Eso, es el diario de tu prima. Se lo robé ayer por eso quería ver a Bella, allí dice todo lo que ha hecho a ver si de una vez se te cae esa venda de los ojos. Tanya es un monstruo  yo sabía que no era buena pero ahora me doy cuenta de lo enferma que está— le gritó Jake.

Edward terminó de leer aquella página y pasaba hoja tras hoja. Su semblante fue cambiando, me relajé pero el dolor nuevamante me sorprendió  Quise tranquilizarme, pero me delató el pitillo de la máquina.

— ¿Otra vez?— preguntó Jake. Asentí.

—Debemos encontrar el vudú— dijo Jenks. Lo miré conteniendo el dolor ¿Qué vudú?

—Puede estar e cualquier parte— Jake parecía ofuscado.

— ¿Qué forma podría tener?— preguntó Edward por primera vez sin gritar, o molesto.

—Estoy seguro que es una muñeca— dijo Jenks, miré  a Jake.

—Claro, de esa muñeca escribió Tanya— mi amigo saltó por la libreta. Edward se la entregó. –Mi tía Sue conoce a los ancianos de la tribu, ellos deben saber como desactivar eso— Jake pasaba las páginas.

—Voy a buscar a Tanya ahora mismo— Edward salió como alma que lleva el diablo.

—Lo mas importante ahora es encontrar el vudú, no tenemos mucho tiempo— Jenks parecía otra vez trastornado.

—Pero ¿Dónde?— se pregutnaba Jake. Ya no pude contenerme más y grité. Sentía como si me fueran arrancar la cabeza del dolor.

— ¿Señorita Bella?— murmuró Jenks, Jake tomó una de mis manos antes que yo misma me arranque el tubo que tenía en la garganta.

— ¡Toque el timbre Jenks, rápido!— urgió mi amigo lobo.

Pero ya no soportaba el ardor, parecía que me hubiese comido brasas ardientes. Bajaban por mi garganta a mi estómago. Todo mi pecho estaba en llamas, me quemaba mucho.

Los médicos llegaron, Carlisle echó a Jenks y a Jake de la habitación. Yo rogaba porque hicieran algo para calmar este sufrimiento. En mi cabeza tenía la imagen fija de aquella mujer pelirroja, la misma que James había matado.

No quería morir así, no era justo, no lo era.

Mi cuerpo quedó atrás, dejé de luchar. No soportaba más el dolor, era mejor este lugar calmado y sin ruidos. Nadie me podía lastimar aquí, nadie podría hacerme más daño. Era un lugar bueno, creo.

Caminé un tramo, mis pies no sentían frío, el suelo estaba lleno de musgo y hojas suaves.

Seguí caminado, la hierba se hacía más alta. Aquel campo era el mismo que había soñado tantas veces de niña, el lugar que me imaginaba cuando me ponían las inyecciones en el hospital. Un lugar secreto y privado en donde me escondía para evitar que me dañen. Aquí he venido incluso en mis dolores de muelas, cuando me sacaron el apéndice, cuanto me corté el dedo preparando la comida. Era mejor que un analgésico, mejor incluso que la misma anestesia.

Pero estaba sola, si al menos Edward viniera conmigo. Él se quedó atrás, en el hospital donde sufría tanto.

¿Podré volver? ¿Podré regresar a él?

Quiero ver a Alice, ir de compras todo el día con ella. Ver otra vez la dulce sonrisa de Esme mientras revisa mi trabajo de diseños de la revista. Necesito volver y ver si Emmett y Rosalie ganan su reality viviendo en esa casa de cristal. Incluso quiero ver a Jacob y su risa desprocupada. No me puedo ir así, sin despedirme de nadie.

Pero si vuelvo seguirá doliendo. Me arrancarán la vida de la peor forma. Prefiero estar aquí, soy cobarde. Papá me diría que enfrente mis miedos, el abuelo Charlie me regañaría por tener poco valor. Y mamá… ¿Qué diría mi mamá? Apenas la conocí.

¿Así murió Mike? Pobre Mike, sólo quería que lo quisiera. Y yo lo quise mucho pero no de la misma forma que amo a Edward. Edward, mi Edward. Te necesito…

Un fuerte golpe en el pecho me hizo gritar pero mi voz no salía. Alguien me golpeaba, me dolía, no quería más dolor.

—La perdemos, más voltaje— escuché la voz de Carlisle.

Otro duro golpe en el pecho. ¡Ya no, ya no por favor duele!

—La tengo, ponle un dilatador, estabilízala, rápido a cuidados intensivos—  todo se movía, sentía la velocidad. Nuevamente el rostro de la mujer pelirroja me sorprendió.

“Tranquila nena” me dijo.

“Eres real” le pregunté, era la primera vez que una alucinación me hablaba.

“Ya estan cerca, ya casi la encuentran” me guiñó un ojo. ¿De que hablaba?

“No entiendo” debió parecerle ridículo mi rostro. Una carcajada que parecía el canto de una sirena salió de su boca. Era muy hermosa, parecía una ninfa.

“Te lo mostraré, sígueme” caminó por un sendero, en aquel hermoso prado. La seguí, no tenia otra cosa que hacer. Me llevó hasta el borde de un lago pequeño

“Míralo tú misma” dijo señalando la superficie del agua. Miré atentamente, no parecía cambiar en nada. De pronto, como si me mostrara una película antigua, las imágenes aparecieron.

Era Jake, corría junto a Edward. Unas luces rojas alumbraban cada pocos segundos. Casi era de noche pero todavía podía distinguir claramente la espalda de  mí amado Edward y del mejor amigo que he tenido. Algunos policías salieron a detenerlos, ellos los evadieron. Jake saltó más rápido y llegó primero. Era un pozo profundo, pero no lo miraron. Se agazaparon buscando algo entre los escombros y la hierba alrededor. Parecía recién removida. Ambos cavaban con las manos, quitaban la maleza y seguían buscando. El lodo pronto les ensució sus ropas pero eso no los detenía.

—Acá, encontré una cuerda— gritó Jake.

—No la sueltes— le respondió Edward. Se acercó a él y juntos tiraron lentamente. Pronto no pudieron seguir haciéndolo.

—Se trabó, hay que bajar— Jake miró el foso con miedo.

—Yo lo haré, tu pareces mas fuerte, podrás… sacarme si caigo— apenas sonrió. Lentamente Edward fue introduciéndose en esa hondonada. Quise gritar cuando lo vi desaparecer.

“Tranquila” me susurró Victoria, la pelirroja. Pero ella estaba muerta según Jenks.  Entonces… ¿yo también lo estaba?

“No estas muerta” me sonrió Victoria. ¿Acaso podía leer mi mente?

“James no debió usar la magia para matar, por eso te he protegido” me sonrió.

Sonaba interesante y aterrador pero mi mente estaba en Edward, prácticamente colgaba de uno de los bordes del foso. Sus dedos se resbalaban… iba a caer.

Las manos de Jacob los sujetaron fuertemente.

— ¡Te tengo!— gritó Jake. Lo subió. Juntos examinaron la tela negra que lograron sacar.

—Por el amor de todo lo sagrado ¿Qué es eso?— Edward se alejó un poco de aquella muñeca aterradora.

Estaba hecha con la tela de uno de mis vestidos, su cabello largo se parecía al mío. Llevaba una cinta negra atada al cuello. ¡Casi se le salía la cabeza!

—No la toques, no sabemos tratar esto— reclamó Jake al ver a Edwar acercarse a esa cosa.

—No lo creo… era cierto— murmuraba mi ex conserje.

—Lo llevaré a mi tía Sue, ella sabrá que hacer Jake envolvió nuevamente aquella muñeca es esa tela negra.

Caminaron juntos rumbo a la casa de los Cullen. Habia una ambulancia cerca. Al lado un cuerpo en una bolsa negra llamó mi atención. Debía ser Jessica.

¡Por dios cuántas muertes, cuanto daño!

“Ninguna accion queda impune, todo lo que hacemos nos es devuelto, a veces multiplicado”  otra vez Victoria se adelantaba a mis pensamientos.

La puerta de la casa Cullen se abrió, por ella salieron tres policías. Dos de ellos llevaban a Tanya esposada.

— ¡Edward! Diles que yo no fui, por favor. ¡Edward!— gritaba. Él sólo se limitó a verla duramente. No dijo nada, Jacob también guardó silencio.

Esme salió detrás llorando.

—Mi nena de cabellos de oro ¿Por qué?— abrazó a su hijo.

—Calma mamá. Si es culpable tendrá que pagar.

—Tengo que irme, disculpen— Jacob se excusó y corrió a su auto.

—Llámame cuando tengas alguna noticia, iré al hospital— Edward se despidió cómo si fueran buenos amigos.

La imagen se hizo borrosa. Quería seguir viendo a mi Edward.

“Es hora de volver” me llamó Victoria.

“Gracias” la seguí por el mismo sendero. No quería contradecirla.

“Regresa, yo debo continuar mi camino. Vuelve a abrir los ojos, vuelve a tu vida, vuelve Bella, vuelve…”

—Vuelve amor, vuelve Bella, te necesito— mi mano estaba tibia. Esa voz suave y aterciopelada. Tan llena de amor, tan cálida.

Moví mis dedos. Sus caricias se detuvieron. “Sigue hablándome por favor”

— ¿Bella? ¿Me oyes Bella? Bella por favor, regresa, regresa a mí— no podía desoír ese llamado. Era su voz, era él quien me llamaba. Vamos Bella, ten fuerzas, óyelo te está llamando.

Lo miré y me quedé sin aliento…

Ojos verdes, brillantes, color de la vida, de los campos, de la hierba. Esos ojos verdes hacen que me pierda en tu mirada, me deslumbran, me desarman.  Mírame de esa forma siempre mi amor, mírame como si me extrañaras cada vez que no me ves.

Le sonreí. ¿Qué más podí hacer sino abrazarlo con una sonrisa y amarlo con la mirada? Mi Edward, mío para siempre.

—Tuve tanto miedo Bella, tanto— me besó en la frente, con esa forma de besar que sólo él sabía.

—Edward— mi voz salió algo pastosa. Hasta ese momento ni me había dado cuenta que respiraba por mi misma y ya no había tubo en mi garganta.

Llevé una mano a mi cuello, a mi cara.

—Te quitaron el respirador ayer amor. Estas mejorando, esa infección desapareció— sonrió.

—Y la… ¿la muñeca?— pregunté recordando esa horrible figura hecha de un vestido mío.

—Todo está bien amor. Nada debe preocuparte.

— ¿Y Jake?— pregunté.

—Vendrá por la tarde, siempre viene apenas sale del trabajo— sonrió. Esta vez ya no parecía molesto por mi amistad con el lobito.

— ¿Siempre? Pero… pero, ¿Cuánto tiempo llevo dormida?— mire a mi alrededor.

—Cuatro terribles y angustiosos días. – volvió a besar mi mano.

— ¿Tanto? Oh vaya… ¿y Tanya?— me anime a preguntar.

—Está encerrada. Según la autopsia, aquella mujer, Jessica murió asfixiada, y parece que las pruebas indican que fue mi prima— bajó la mirada.

—Edward, mírame— pedí. No me niegues el brillo de tus ojos. Es mi cielo personal.

— Perdóname Bella. No te creí, pensé que estabas celosa, me advertiste de Tanya y yo apenas te escuché— sus ojos se llenaron de lágrimas. No por favor, no quiero ver mi cielo inundado.

—No es tu culpa ¡Edward! Fue ella la que los engañó a todos.

—Lo siento tanto. Mi madre me contó que trató de lastimarla a ella también. ¿Cómo pudimos creerle? ¿Cómo?— volvió a culparse.

—No te culpes mi amor. Es algo que pasa, es todo— traté de consolarlo.

—No Bella, me cegó el cariño fraternal, yo siempre protegí a Tanya como a una hermana, para mí era como Alice, alguien que necesitaba que la cuidara, que esté siempre allí para defenderla— se llevó una mano a su cabello. Pobre mi amor, él no tenía la culpa de causar ese tipo de bajas pasiones.

Ya me encargaría de quitarle esa culpa. Ahora lo importante era salir de este hospital, para ello empecé a comer, al principio me daba nauseas, pero pronto pude retener los alimentos, mis brazos recuperaron tono, mis mejillas volvieron a llenarse y mis piernas lucían bien. Bastante bien.

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