CAPÍTULO 24: ¡LA PASIÓN HA VUELTO!
La mansión era imponente, exquisitamente distribuida podía ver amplios ventanales y la entrada de mármol le daba un toque palaciego. Obra de Esme claro está.
Caminamos lentamente, antes de llegar a la entrada vi la figura de Alice. Parecía que nos estaba esperando aunque Edward no llamó para anunciar que llegábamos Mi amiga hiperactiva nos recibió con una amplia sonrisa, tenía deseos de abrazarla, ella pareció entender y corrió hacia mí.
— ¡Bella! Cuánto te he extrañado ¿Dónde estabas?— me dijo tiernamente, la había echado de menos, ahora me daba cuenta.
—Alice. Yo… estuve con mi abuelo— a pesar que moría por hablar con ella largo y tendido, no era el momento. Había una urgencia.
— ¿Y mamá?— preguntó Edward preocupado.
—Arriba. Esta descansando— dijo ella como si nada hubiese pasado. Miré a Edward sorprendida.
— ¿No estaba en el hospital?— preguntó el.
—Ah, si, pasó la noche allí, papá estaba de guardia y quería tenerla cerca— sonrió mi amiga.
— ¿Y el accidente?— Edward estaba empezando a irritarse podía sentirlo.
— ¿Accidente? Bueno, se cayó en las escaleras pero sólo fueron 3 escalones, parece que se estiró un tendón en la muñeca, nada grave. Edward has pasar a Bella, es de mala educación que hablemos aquí en la puerta— Alice apuró nuestro ingreso.
Por dentro la casa era mucho mejor. Las paredes hacían un bonito contraste de colores. Enormes jarrones y bellas pinturas adornaban el recinto. Los cálidos muebles hacían sentirse en un verdadero hogar, además de los pequeños detalles prácticamente insignificantes, que sumados daban como resultado una vivienda acogedora.
—Tanya me llamó anoche, dijo que mamá estaba hospitalizada— reclamó Edward. Ahora entendía, la rubia esa otra vez.
— ¿Edward?— escuché su voz que provenía del segundo piso. Bajó rápidamente, traía ropa muy ajustada y la melena suelta. Corrió a abrazar a su primo. Me dio mucha rabia la forma en que se apretaba contra él.
—Tanya me dijiste que mamá estaba hospitalizada— Edward se veía molesto con ella.
—No. Te dije que estábamos saliendo para el hospital. Yo estaba con ella cuando se cayó. Le dolía mucho la mano, creí que se la había roto, en ese momento fue que te llamé, no sabía que estabas tan lejos— le volteó la tortilla. Era muy buena para mentir. –Hola— dijo mirándome como si fuera un bicho.
—Tanya me dijiste hoy que mamá estaba muy mal— volvió a reclamarle Edward. Obvio que esa bruja le llamó para alejarlo de mí.
—Le dolía mucho, ella no se queja con tío Carlisle para que no se preocupe— de lo más fresca se desparramó en el sofá.
Edward se sujetaba el puente de la nariz, obviamente estaba fastidiado. Me miró y trató de sonreír.
—Voy a ver cómo está ella— me dijo acercándose. – Le diré que te traje conmigo— besó mi coronilla. Subió las escaleras a grandes zancadas.
— ¿Cómo le dijiste a Edward que mamá estaba grave, si sabías que él iba tras Bella?— Alice le recriminó a Tanya.
—Edward tenía derecho a saber que su mamá había tenido un accidente— se defendió la rubia.
—Pero no debiste alarmarlo— Alice se veía muy enfadada. Tanya no le hizo caso y tomó una revista. Qué rabia me daba pero no debía decirle nada, las cosas caen por su propio peso y Edward pronto se daría cuenta.
—Siéntate Bella, tenemos tanto de qué hablar— Alice tomó mi mano y me llevó hasta uno de los sofás. – ¿Como pudiste desaparecer así? Rose y yo te hemos llamado tantísimas veces, ella me dio los numeros de tus antiguas amigas en Philadefia, llamamos a mucha gente buscándote…— Alice empezó hablar y no había forma de callarla, sabía que quería noticias, detalles de todo, pero estaba esa zorra allí y no quería darle el gusto de escuchar nuestra conversación.
—Quisiera que nos reuniéramos con Rose, quien de seguro querrá matarme, para ponerlas al tanto de todo, tengo tanto que cantarles— le sonreí.
— ¿Tienes dónde quedarte hoy? Me imagino que ya no debes tener casa— mi amiga seguía su parloteo. – Quédate aquí Bella, mandaré a preparar la habitación de huéspedes por favor, además es casi de noche, no permitiré que vayas a un hotel— rogaba mi vivaz amiga. Qué alegría volver a tenerla cerca.
—Pues, creo que lo hablaré con Edward— dije sonriéndose por su hospitalidad.
—La casa está llena, mañana vienen Irina y Kate, las habitaciones están preparadas para ellas— dijo Tanya sin despegar los ojos de su revista. Pero obviamente no se perdía palabra de nuestra conversación.
—Pues que se queden las dos juntas en una sola habitación— sentenció Alice, molesta por la interrupción de la golfa esa.
—Pregúntale primero a tía Esme, a ver que dice— Tanya dejó su revisa y se alejó de nosotras. Iba meneando el trasero como una gata en celo. ¡Ay! Qué rabia me daba. Sólo por darle la contra aceptaría la invitación de Alice. Pero no podía, no debía incomodar a nadie.
—Alice, yo creo que lo mejor es que me hospede en el centro. Cuando Edward regrese le pediré que me lleve— le sonreí para aliviar la tensión. No quería que mi buena amiga tuviera problemas con su familia por culpa mía.
—Bella, ésta es también mi casa, no voy a dejar que esa tonta se meta. Ella es la que está demás, llevo meses siendo irónica pero no entiende…— Alice se levantó y revoloteaba mientras mostraba su enfado. Me sentí bien que me prefiera a mí que a Tanya que era su prima.
Edward bajó las escaleras, no podía saber lo que pasaba por su mente, su rostro no mostraba ninguna emoción. No sonreía, ni se mostraba molesto. Pero al llegar frente a mi, esbozó una leve sonrisa. Mi corazón repiqueteaba cada vez que él hacía eso. Verlo sonreír me alegraba demasiado.
—Esme quiere verte pero en este momento no es posible. Hace media hora que tomó una pastilla para dormir y le está haciendo efecto. Pide que te quedes ¿Podrías hacer eso por ella y por mí?— pidió tomando mi mano. La llevó hasta sus labios y la besó. Cerca de nosotros oí a Alice suspirar.
—Yo… no creo que sea lo mejor…— quería decirle que sí pero no estaba segura.
—Convéncela Edward, Bella cree que va a incomodar porque Tanya dijo que la casa estaba llena— acusó Alice.
— ¿Tanya dijo eso?— Edward estaba confuso otra vez. Parecía que creía en su prima, que confiaba en ella. Sabe Dios cuantas mentiras le habrá dicho y lo bien montada que tenía su treta.
—Edward, es mejor que me vaya. Podrías llevarme al hotel de la señora Sue?— pedí. Él hizo un gesto de desagrado que de inmediato asocié con Jacob.
—No, allí no— me dijo con firmeza. Miró a su hermana. —Alice, dile a mamá, cuando despierte, que Bella estará aquí mañana para desayunar— era obvio que él tampoco estaba de acuerdo en que me quedara. Tal vez prefería que su querida prima no se moleste.
—Edward, yo quería conversar con Bella— chilló ella desde un rincón donde estaba su computadora portátil –Tenía muchas cosas que mostrarle de mi nueva colección— siguió quejándose.
—Mañana tendrás mucho tiempo para eso— le sonrió. Tomó mi mano y caminamos hasta su auto. Salir de aquella casa me entristeció. Pensé que Edward pelearía un poco por que me quedara.
Subí al auto sin decir nada. Estaba triste pero no quería demostrarlo. Sólo deseaba estar sola para llorar un poco. Seguro mañana me sentiría mejor y podría tener esa charla con Esme.
Edward manejó también en silencio. Eso sólo ahondaba mi pena. Me habría gustado tanto que él se impusiera por sobre los deseos de la frívola de Tanya y me prefiriera. Ahora me dejaría en un bonito hotel para ir con su familia. No podía creer que fuera el mismo Edward que la noche anterior me aseguró que me había buscado y estaba dispuesto a todo para que le diera otra oportunidad.
Estacionó de pronto. No veía la hora de bajarme y que se fuera.
Abrió la puerta del copiloto y me sobresalté. No lo miré al bajar, mi vista estaba clavada en el piso. Que extrañamente se me hizo conocido. Miré de pronto a mí alrededor, estaba en aquel edificio. Dónde lo conocí. Donde él era el conserje y yo una señora, muy frustrada.
Busqué sus ojos, él sonreía. Quise abrazarlo pero me tomó entre sus brazos y me llevó no por la entrada principal, sino por otra puerta, directamente al apartamento # 1.
—Si te quedabas en casa, no iba a poder dormir pensando en ti. Y no te quiero lejos nunca más— no sé de qué manera se las ingenió para abrir su puerta conmigo en brazos todavía.
— ¿Este apartamento no era de Lauren?— pregunté conteniendo las ganas de besarlo hasta que no me queden fuerzas.
—Ella se casó hace un par de meses y ahora vive en el lado este de la ciudad. Me dejó una tarjeta indicándome dónde, no sé con qué intensión— Edward seguía siendo el mismo ingenuo de siempre. Era hermoso. Hermoso, sensual y completamente mío.
—Lauren nunca tendrá buenas intensiones contigo. Y yo tampoco— lo besé, ya no me podía contener. Edward me correspondió con la misma intensidad.
Lentamente, como si contara los pasos, llegamos a la habitación. Mi cuerpo temblaba, nuevamente despertaba a estas exquisitas sensaciones. Y paradójicamente parecía que nunca estuvimos separados, que todo fue una pesadilla. No había ya más dolor, ni tristezas. Entre los brazos de Edward no había nada más que amor y pasión. Era el mismísimo paraíso, casi irreal.
—Te extrañé tanto, Bella, mi Bella— gemía mientras me penetraba. Quería gritar, no sólo de placer, sino de felicidad, de éxtasis. Me aferré a él, cómo si mi vida dependiera de eso. Me entregué completa y absolutamente, ahora era suya, como él había dicho “En cuerpo y alma”. Cada respiración, cada latido de mi pecho le pertenecía. Y no iba a permitir que nada arruinara nuestra felicidad.
—Más… ¡Edward!— grité en momento de alcanzar mi propio orgasmo. Quería, más, mucho más que sólo hacer el amor. Quería que fuésemos una sola persona, sin miedos ni temores. Uno sólo, para siempre.
El ritmo se hizo frenético y alargó mis espasmos, estaba suspendida en un palcer inigualable, físico y emocional. Sus arremetidas, fuertes, precisas, constates me llevaban a la gloria.
Lo amaba, Dios ¡Cuánto lo amaba!
.
Desperté al sentir una mano traviesa acariciando mi trasero. ¿Debía hacerme la dormida y dejarlo seguir? Quería saber hasta dónde podría llegar, si se atrevería a hacerme alguna caricia más “profunda” creyéndome dormida.
El maldito celular sonó, menos mal que Edward no vio mi cara de frustración. Juro que si es la Tanya esa, me levanto y le tiro el teléfono por la ventana,
—Si papá. Vamos para allá, quería desayunar en familia. No demoramos más de 30 minutos— lo escuché decir.
Ay no. Desayuno familiar con los Cullen. ¿Cómo me presento, con Esme y su esposo, tan campante después de haber tenido cuatros orgasmos nocturnos con su hijo? No iba a dejar de pensar, todo el bendito desayuno, en la forma en que Edward me hizo gritar a las cuatro de la mañana, después de cierta maniobra bastante placentera.
Espero que Tanya pueda darse cuenta lo bien que la pasé. Sólo por eso valía la pena asitir a esa reunión.
Nuevamente la misma mano traviesa que minutos atrás me exploraba, llegó a terminar su labor. Entreabrí las piernas un poquito.
—Sé que estás despierta desde hace rato. Tu sonrisa te delata— sus dedos buscaron esa pequeña alarma femenina que te avisa que estás casi lista para correrte. Edward debería patentar esos movimientos.
— ¡Edward!— chillé casi a punto de tener otro delicioso orgasmo. Pero el malvado dueño de esos magníficos dedos dejó de moverlos. Quitó su mano y reclamé por ello. – ¡Oye!— grité.
— ¿Necesitas algo?— dijo sensualmente, subiendo sobre mí. Podía sentir lo que necesitaba rozándome las piernas. Edward estaba otra vez más que dispuesto a darme placer. Y yo no iba a decirle que no.
— ¡Edward!— volví a gemir. No se me ocurría nada más que decirle, si es preciso le rogaría. Me faltaba tan poco para llegar al cielo otra vez.
—Seguiré adelante sólo si prometes que estaremos en mi casa en veinticinco minutos— susurró en mi oído. Su voz llena de deseo hizo que me humedeciera. Es más, ya debería haber mojado las sabanas.
— ¡Lo prometo! ¡Lo prometo!— que más daba, igual pensaba ir con él. Y me urgía mucho, mucho… ¡mucho!
No me hizo esperar, tal vez porque llevaba prisa. Se hundió en mí, mientras levantaba mis piernas con sus fuertes brazos. Sus movimientos fueron rápidos y violentos, chillé como una gata techera pero me importaba un carajo si alguien me escuchaba, total, este edificio era de Edward.
Empapada de sudor y demás fluidos me dejé ir hacia las estrellas, a ese espacio que sólo podía compartir con mi amor, aquel a quien tanto necesitaba.
—Lo prometiste Bella, si es preciso te llevaré a la ducha cargada— me reclamó Edward tomando uno de mis pies. Acababa de tener un orgasmo histórico y él quería sacarme de la cama. Yo necesitaba quedarme un ratito más recordando y fijando en mi memoria este dia tan especial.
Ni modo, los Cullen esperan. Lo seguí a regañadientes a la ducha, para cuando entré él ya salía. Me tomó diez minutos estar lista y cambiada. Traía el pelo mojado y una cara de recién follada. ¡Qué manera de presentarse con la nueva familia! Espero que mi nueva y querida prima se dé cuenta, eso tenía que verlo.
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