CAPÍTULO 23: SUFICIENTE... ¿PARA SIEMPRE?
—Edward— dije muy bajito. Me miró intensamente, creí que no resistiría tanta felicidad.
— ¿Ha sucedido algo?— llegaron dos sobrecargos preocupados. Uno de ellos me tendió su mano para ayudar a levantarme.
—Sólo tropezamos— dijo Edward con seguridad. –Una feliz coincidencia pues nos conocemos hace tiempo. ¿Estás bien Bella?— me sonrió ya levantado.
—Si— dije apenas regresando a mi lugar. Edward me siguió después de tranquilizar a los tripulantes que parecían alarmados.
— ¡Por fin te encontré!— dijo. Quise decir algo pero uno de sus dedos se posó en mis labios para callarme. –No sabes cómo te he buscado Bella. Creí que no volvería a verte. Fui a tantos lugares y no pude encontrarte. Mi Bella— tomo mis manos y me estremecí. –Tú eres mi vida, no sabes el infierno que fue vivir sin ti. Bella ¿Podrás darme una oportunidad para ganarme tu perdón?— mis ojos se humedecieron al oírlo. ¿Ganarse mi perdón? Dentro de mí ya lo había perdonado. Entonces sí me amaba, me había buscado, me extrañó, quizás tanto o más que yo. Era tan feliz al escucharlo.
— ¿Me buscaste?— pregunté. Era lo que más curiosidad me daba.
—En Philadelfia, dónde vivías con tu papá. En Phoenix, de dónde era tu madre. También fui Florida dónde viviste un tiempo. Contraté a alguien para que me ayude a rastrearte… incluso llegué a Forks— me confesó. Eso me dejó algo perturbada. ¿Me rastreó? ¿Estuvo en Forks?
—Fuiste a Forks… ¿Cuándo?— pregunté.
—El investigador que contraté me envió una fotografía por email, inmediatamente salí para allá. Pero llegué cuando te habías marchado. Conocía a tu abuelo, no me recibió bien pero creo que después de conversar entendió— su mirada era la misma de siempre, tan enamorado, como si yo fuera la cosa más preciada para él.
— ¿Conociste a Charlie?— pregunté.
—Sí, me dijo que habías vuelto para una audiencia. No sabía de qué se trataba, el investigador no me lo había dicho. Tomé otro avión para volver y encontrarte pero el mal clima hizo que me detuviera en Seattle un día. Le llamé a Tanya para que te esperara en el aeropuerto pero no apareciste…— Rubia insípida, con que era cierto que fingía a Edward que lo ayudaba.
—Yo me encontré con Tanya, tropecé con ella, sin querer claro— él sonrió al escuchar eso. –Pero ella no me dijo nada— su mirada cambió. Ojalá se diera cuenta que su prima en realidad lo que quería era que siguiéramos separados.
— ¿En serio? Ella dice que no te vio para nada. Debe haberse confundido— Edward siempre confiado, ya me iba a encargar yo de que abriera los ojos.
—No se confundió, si me reconoció— Edward seguía turbado. Pero cambió de semblante para continuar con su relato o confesión, no lo sé. Lo único de lo que estaba segura que me hacía muy feliz saber que siempre me buscó.
—Llegué al juzgado cuando ya habías salido. Mike se abalanzó sobre mí sin haberle provocado. Yo sólo quería verte, pensé que tu ya no me querías cuando te marchaste de allí— ahora estaba triste. Que mala fui.
—Me asusté— le confesé.
—Toda esta tarde he ido de un lugar a otro. Dónde Emily, al motel de los Clearwater y a la mecánica. Un niño me comentó que te vio salir con Jacob— el tono de sus voz se hizo duro. Él no veía con buenos ojos a mi amigo lobito.
—Yo confío en Jake, es mi amigo— hizo un gesto de fastidio casi imperceptible. Iba a ser difícil conciliarlos pero no me importaba, yo le demostraría a Edward que Jake no era el mal elemento que él creía.
—Bueno, lo importante es que te encontré al fin. ¿Podrás perdonarme Bella? ¿Tengo al menos una oportunidad de lograr hacerte olvidar todo lo mal que me porté contigo?— en ese momento anunciaron el despegue y el sobrecargo llegó a pedirnos que abrocháramos nuestros asientos. Era una suerte que el vuelo no esté lleno, así no nos separaríamos.
—Edward— sonaba tan bien volver a pronunciar su nombre.
— ¿Si Bella?— su mirada me ruborizaba. Moría por besarlo y aferrarme a su cuello.
— ¿Por qué nunca me dijiste que el edificio donde trabajabas era tuyo? ¿Por qué te hiciste pasar siempre por conserje?— la pregunta del millón. Lo que más me causaba curiosidad. Saber porqué no confiaba en mí.
Edward pareció dudar un momento antes de hablar. Se veía que la pregunta le era incómoda.
—Simplemente porque el edificio no es mío. Invertí todo lo que tenía, mis ahorros y mi patrimonio personal en un mal negocio. Era una construcción demasiado vieja y desgastada. Pensé que con refacciones podría venderla en cuanto terminara de pagarle al banco y me quedaría algo de ganancia. Pero me equivoqué y no quería que nadie lo supiera. Por eso trabajaba allí, porque quería terminar de repararlo. Tú pensaste que era sólo el conserje y así me amaste, no sabes lo feliz que me hacía que no te importara que fuera alguien inferior a ti— tomó una de mis manos y la acariciaba con suavidad.
—No te consideraba inferior, no soy una snob. Yo trabajaba de mesera antes de casarme— él sonrió al escucharme.
—Sí, lo sé. Tomé un café en el lugar dónde trabajaste, en Philadelfia— lo miré sorprendida. Me conmovió tanto eso. –Bella necesito saber si me permites volver a tu vida nuevamente y ganarme tu perdón— con gusto le diría que sí pero necesitaba saber tantas cosas antes de volver a entregarme a él.
—Edward… yo traté de dejar todo atrás, de alejarme de lo que había pasado…— sus ojos parecían tristes. Eso me apenaba. –Dijiste que no me querías…
—Fue por despecho. La mentira más vil pude decir. Estaba tan ofuscado Bella. En verdad creí lo que dijo Mike pero sólo porque tú lo confirmaste. Quise morir cuando me enteré de la verdad, de lo idiota que fui contigo. Pero era tarde, ya te habías marchado. Por eso me dediqué a buscarte todos estos meses— sabía que decía la verdad, que él también me amaba. Pero nos habíamos lastimado tanto. Nuestra relación empezó de forma impetuosa, pasional. Y yo no quería más caos en mi vida.
Deberíamos hacer las cosas bien, empezar desde cero. Aunque no sabía de qué forma sacar esta necesidad de estar entre sus brazos y me haga olvidar todo.
— ¿Cuánto tiempo vas a quedarte en Forks?— pregunté.
—El tiempo que sea necesario. El resto de mi vida si con eso logro tu perdón— me sonrió. Sí que parecía decidido a todo.
—No tengo nada que perdonarte Edward. Yo no guardo rencor y menos a ti. Lo que pasó fue por nuestra falta de confianza. Porque en verdad no nos conocíamos. Nuestra relación se basó en lo sensitivo, lo que nos mantenía juntos era la pasión— traté de hacerle ver mi punto de vista.
—Yo te amo Bella…— empezó a defenderse. Pero yo no lo acusaba de nada.
—No confiabas en mí. Ni ese día de la fiesta, ni antes. Nunca me dijiste nada del edificio, ni de tu vida o de tu familia. Todo lo que sé de ti es por otras personas— me dolía aceptarlo pero era cierto.
—No quería preocuparte con mis problemas porque tu ya tenías los tuyos— mi hermoso Edward, el conserje de quien me enamoré.
—Eran nuestros cuerpos los que se entregaban Edward, nada más. Compartimos una relación basada en lo sexual. No niego que fue intenso, Dios, yo nunca había experimentado tal cosa. Pero nosotros no teníamos nada más en común que el sexo— había tenido mucho tiempo para pensar en ello, debía confesarle mis conclusiones.
—Eso no es cierto Bella, yo te entregué mi cuerpo y mi alma. Puedo darte la razón en que nos faltó tiempo, para conocernos más, compartir nuestros problemas. Que teníamos apenas unas horas para estar juntos y las aprovechábamos de forma particular— sus mejillas se colorearon un poco. Casi sonreí. –Pero nuestra relación no estaba basada únicamente en lo sexual. ¿O es que… tú no me amas?— preguntó con tristeza.
—Claro que sí— contesté rápidamente. –Te extrañé muchísimo pero no quiero que volvamos a caer en lo mismo— no quería que lo nuestro sean sólo “encuentros”.
Yo necesitaba a Edward en mi vida las 24 horas del día, no simplemente visitas clandestinas para hacer el amor.
—Y no lo haremos. Quiero hacer las cosas de forma correcta. Voy dispuesto a pedirle tu mano a Charlie— me alarmé al oír aquello. Yo sólo quería que me dijera que íbamos a empezar como una pareja normal, saliendo a pasear, a comer, al cine y todo lo que hacen los enamorados. Apenas había conseguido divorciarme hace unas horas. ¿Estaba lista para volver a embarcarme nuevamente en un matrimonio?
Al parecer notó mi sobresalto. Tomó mi mano y la acarició.
—Bella…— empezó a hablar lentamente. Ay no, por todos los santos del cielo ¿Me iba a hacer la pregunta? ¿Aquí, en un avión, a más de 3000 metros de altura?
Miré a mí alrededor, cerca de nosotros un hombre roncaba. No era nada romántico. Recordé que Mike me lo pidió en un parque, yo tenía ampollas en los pies y me dolían horrores. Y cuando mi ex esposo se arrodilló se desgarró un músculo. No, ya malogré el momento, además el lugar no era el adecuado. Terminaríamos teniendo sexo en el baño del avión y no era así como yo quería empezar.
— ¡Edward no!— le corté antes que empiece.
— ¿No qué Bella?— preguntó, algo desubicado.
—No lo hagas por favor. No sigas, no digas nada— le rogué.
—Pero, yo debo…
— ¡No! Por favor…— así no. No en un vuelo nocturno, yo quería algo romántico, que pueda recordar y no dejar de suspirar.
— ¿Sabes lo que te voy a decir? No es posible…— empezó a tartamudear. Esperaba que no se molestar porque le corté la petición.
—Lo sé, por favor, déjalo allí— pedí otra vez.
— ¿Cómo te enteraste? Nadie lo sabe…— miró a su alrededor, a los sobrecargos, a la gente. No entendía nada. ¿Enterarme de qué? ¡Ay no! ¿Acaso había preparado algo con toda la tripulación? Me sentía morir por frustrarlo.
— ¿Qué?— pregunté asustada.
—Yo… perdí el anillo que te había comprado, cuando regresaba de Seattle— solté un suspiro de la pura tensión contenida. ¿No pensaba proponerme matrimonio entonces? Y yo preocupándome por nada. Si seré tonta.
—Ay, no te entiendo Edward— dije al borde de la locura.
Eso era lo malo que yo tenía. Siempre suponía y me dejaba llevar por eso, antes de descubrir la verdad completa. Bella, Bella mejor cierra la boca y espera.
—Iba a decirte que… quiero que nuestra relación sea duradera, quiero un “para siempre” entre nosotros. Pero que lamentablemente había perdido el anillo con el que debía proponerte matrimonio y que me esperes hasta tener otro para pedirte que seas mi esposa, como es debido— le sonreí como idiota, en realidad me sentía así.
Ya no me importaba si me hacía el amor aquí mismo o en el pasillo. Debía dejar de preocuparme, Edward me amaba y eso era suficiente.
Suficiente para siempre.
…
Llegamos a Forks al amanecer, en un hermoso auto plateado que Edward rentó en Port ángeles. Manejaba bastante bien aunque muy rápido para mi gusto. No sabía que le iba a decir a Charlie, si Edward iba a quedarse en conmigo o no. Apenas me había despertado y ya estábamos frente a la casa de mi abuelo. Traía el cabello despeinado, ojalá no haya roncado en el auto. Moriría de vergüenza.
—Llegamos Bella— tomó mi mano.
—Que bien. ¿Vas a entrar?— pregunté con temor.
—No. Voy a conseguir un alojamiento para descansar. No hemos dormido nada, tienes ojeras, deberías dormir un poco— me sonrió. Pero si yo había venido inconsciente desde Port Ángeles. Y a él no se le notaba que tenía sueño.
— ¿Volverás?— pregunté como si éste fuera el adiós.
—Claro que sí ¿De qué hablamos todo el viaje? Te dije que me quedaría el tiempo que sea necesario— quitó el seguro de mi puerta. –Vendré por la tarde— me sonrió. Le di un beso rápido y me bajé. No quería una larga y jugosa despedida o no iba a poder dormir pensando en eso.
Le dije adiós con la mano desde el portal y entré más feliz que niño, con fuegos artificiales, el 4 de julio.
— ¡Charlie!— grité entrando. Me arrojé a sus brazos. Estaba feliz, no me lo podía creer ahora que ya no estaba Edward.
—Has vuelto. ¿Y esa cara de felicidad? ¿Era Edward el que conducía ese automóvil?— preguntó.
—Si— dije feliz. –Tengo hambre ¿Quieres que prepare el desayuno?— casi dancé hacia la cocina.
—Claro, gracias. Me cae bien el tal Edward— dijo sentándose a la mesa y tomando una rebanada de pan.
— ¿De qué hablaron?— pregunté conectando la cafetera.
— Yo quería estar seguro si ese hombre te amaba. No importa su condición, edad o color. Si te ama para mí es suficiente— serví el líquido caliente junto con unas tostadas.
—Me ha pedido que volvamos pero yo no sé— dije pensando.
— ¿No sabes qué?— preguntó. Charlie tenía razón ¿No sabía qué? Estaba segura que lo amaba, que moría por volver a sentir sus labios. Soñaba con él cada noche ¿Por qué no hacerlo realidad? ¿Qué estaba esperando?
—Es que… quisiera tomarlo con más calma. Antes, Edward y yo fuimos muy aprisa.
—Uno nunca sabe cuánto tiempo tiene Bella, lo sé por experiencia— dijo pensando.
—Charlie… ¿Por qué abandonaste a la abuela?— me atreví a preguntarle.
—Yo no la abandoné. Fui a trabajar a otro país, eran tiempos difíciles. Ahorré cada centavo que gané para comprarle una bonita casa pero cuando regresé era tarde. Mi hijo no me conocía y ella… Su corazón ya no me pertenecía— probó otro sorbo de café. Aún podía sentir algo de dolor en sus palabras.
—Pero… ¿No te esforzaste en recuperar a tu familia? Tal vez ella sólo quería que la volvieras a conquistar— traté de saber más.
—No. Y me arrepiento de ello. Marie me dijo que ya no me quería y yo me fui. No volví a buscarla. Nunca se volvió a casar, si tuvo otra pareja no lo supe— tomó una tostada. Me apenaba tanto mi abuelo. Era algo que definitivamente yo no haría. No iba a permitir que el orgullo me cegara. Yo sabía que Edward me amaba y no lo dejaría ir.
—Entonces… ¿Crees que debería volver con Edward?— le pregunté.
—No te había visto sonreír así en los seis meses que viviste aquí. Si Edward es el causante de esa felicidad, no deberías dejarlo ir. Pero es sólo mi opinión, lamentaría perderte ahora que te conozco mejor— sonrió. Terminó de desayunar y salió. Singular persona el abuelo.
Bueno, ahora si debía decidir qué hacer con mi vida. Sé que Edward dijo que venía a quedarse hasta que lo perdonara pero ya no tenía intención de seguir poniéndole peros a nuestro romance.
Preparé un delicioso almuerzo para recibir a Edward. No sabía exactamente a qué hora vendría, ni dónde se había hospedado. El pastel me quedó delicioso, tuve que esconderlo porque Charlie le había metido el dedo dos veces.
Cuando empezó a oscurecer me alarmé un poco. Edward no había venido, ni llamado. ¿Se habría arrepentido?
Escuché que Charlie me llamaba desde el recibidor. Debía ser Edward, estaba segura. Salí corriendo de la cocina, quitándome el delantal.
Su voz se oía agitada, me di cuenta que algo pasaba y no era nada bueno. Apenas me miró corrió hacia mí.
—Lo siento Bella, sé que dije que me quedaría pero no voy a poder cumplir mi palabra— me entristeció lo que dijo pero lo más importante ahora era saber que le pasaba. Edward no rompería una promesa por nada. –Mi madre ha sufrido un accidente— dijo preocupado. Me alarmé, yo le tenía mucho afecto a Esme, habíamos trabajado juntas, es más, hasta fue mi confidente en el momento que más lo necesitaba.
—Debes ir— dije apenas.
—Espero que entiendas, vendré a verte cuando me asegure que ella está bien— se acercó un poco y acarició mi rostro. Afuera empezó a llover. Tenía ganas de llorar. Una parte de mí, la más egoísta, quería decirle que se quedara. Pero eso no estaba bien, él no podría estar aquí si sabía que la vida de su madre peligraba.
—Claro— dije tratando de sonar tranquila.
—Perdona Bella, volveré pronto— me dio la espalda para irse. Charlie que nos miraba desde el umbral de la puerta puso el brazo obstaculizando su salida de la casa.
—Bella, ve con él— me ordenó. Lo miré abriendo los ojos desmesuradamente. ¿Mi abuelo se había vuelto loco? ¿Qué iba a hacer yo allá en Jacksonville y menos en la casa de Edward?
—Pero… yo…— apenas pude balbucear. Edward se giró a verme. Él no parecía sorprendido con la idea, es más hasta podría jurar que esperaba con ansias mi respuesta. — ¿Me llevas?— le pregunté dudosa.
—Hasta el fin del mundo— sonrió apenas. Se veía tan preocupado por su madre.
Corrí escaleras arriba por una maleta pequeña, metí unos cuantos trapos, objetos personales y algo de dinero. Bajé lo más rápido que pude. Sé que era una locura pero valía la pena.
Salimos tomados de la mano, nos despedimos de Charlie que se quedó tranquilo. Sólo pidió que volvamos a visitarlo cuando las cosas mejoren.
El camino a Port Ángeles fue muy rápido a pesar del intenso aguacero, Edward era un excelente conductor. Conseguimos lugar en los vuelos y al día siguiente ya estábamos aterrizando en Jacksonville. Me apenaba un poco llegar así a su casa, la última vez que vi a Esme o a Alice no fue en las mejores condiciones. Mi jefa debió presenciar aquel altercado en la fiesta de aniversario de su tienda y sólo por eso se me caería la cara de vergüenza. Luego de eso no volví a trabajar y nunca le di explicaciones a ella.
Por otra parte, Alice, mi buena amiga, vio como Edward me decía que no me quería, cuando logré escaparme de donde Mike me tenía cautiva. A pesar que no me defendió, sentí que ella sí me creía, que de alguna manera confiaba en mí.
Sólo esperaba nadie me recordara lo pasado. Yo no era culpable o tal vez sí, de haber iniciado un romance con Edward estando casada. De enamorarme de este guapísimo hombre. Era inevitable.
Todavía estaba divagando cuando Edward estacionó delante de su casa. Mi corazón latió aprisa. Yo era una intrusa aquí, al menos hasta que Edward aclare mi situación con él. Y me presente como algo más que una amiga. Aún no habíamos hablado de eso, no teníamos las cosas en claro.
—Llegamos. Bella…— empezó a hablarme. No lo dejé continuar, ya me había acobardado de entrar.
—Lo sé, si quieres espero aquí— le dije esperando que pensara lo mismo que yo.
— ¿Esperar aquí? ¿Por qué?— me dijo asombrado. –Todos saben que estoy enamorado de ti, no voy a decirles que ahora somos amigos, sería ilógico— se acercó a darme un beso pero lo esquivé.
—Edward, es que… me da vergüenza con tu familia— le confesé.
—No tienes porqué sentirte así. Mi madre sabe lo que ocurrió, mi padre debe estar al tanto. Alice siempre me reprochó por aquel día que viniste a buscarme, a dos kilómetros de aquí se bajó del auto después de aporrearme con su bolso. Ella… siempre confió en ti y no dudó ni un momento— me alegraba oír aquello. Mi buena amiga Alice.
—De todas formas, creo que debería esperarte en otro lugar— seguí insistiendo.
—Ningún otro lugar, estamos juntos ahora y no quiero separarme de ti— sus ojos se oscurecieron. Ya no me pude resistir más, me acerqué y lo besé. Necesitaba aspirar su esencia, sentirlo mío otra vez. Me correspondió con ardor, recordé que estábamos fuera de su casa, que quizá su madre se encuentre grave. Disminuí mis ansias, ya tendríamos todas las noches siguientes para demostrarnos cuánto nos habíamos extrañado. Tomé valor para seguirlo.
La casa ahora me parecía mucho más grande que la vez anterior, cuando vine a buscar a Edward, no quería recordar ese momento así que, hacer tripas corazón y enfrentar lo que venga, si iba a ser “en un futuro cercano” la esposa de Edward, tal y cómo él quería, y yo también, debía atreverme a entrar en la mansión Cullen.
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