CAPÍTULO 13: ENFERMO TRAMPOSO
Me desperté entre unos poderosos brazos. No me tomaría ningún esfuerzo acostumbrarme a esto, se sentía muy bien.
Traté de moverme un poco para ver el reloj pero su agarre no cedía.
—Edward— intenté zafarme.
—No te vas a ir tan temprano— dijo con el rostro hundido entre mis cabellos.
—Pero…
—Sin peros. Déjame un rato así por favor.
— ¿Ha sonado mi teléfono?— pregunté.
—No.
— ¿Seguro?
—Completamente. Lo apagué antes de dormir—
— ¿Y si…?
—También desconecté el teléfono de tu casa— parecía no sentir ningún remordimiento.
—No puedes hacer eso… y si…— empecé a quejarme.
—Mike ha amanecido bien, llamé temprano al hospital. Tranquila— dejé de forcejear y me relajé.
Otra vez regresaron los remordimientos. "Mujer infiel" "pérfida", "inmoral", me repetía.
Una suave y tentadora mano empezó a hurgar entre mis piernas.
Oh, el hombre sexy, delicioso, tentador… y muy peligroso, empezaba temprano.
"Bella, más fuerza de voluntad" Me giré para mirarlo a los ojos.
—Edward… yo creo— empecé a hablar muy decidida.
—Creo que… estás tan húmeda…— sus ojos se oscurecieron, parecía tener hambre y no precisamente de comida. Quería mi sangre… bueno mi cuerpo, pero es que Edward era más guapo que un dios o un vampiro.
Y allá iba yo, dejándome llevar nuevamente, dejando que Edward se apoderara de la situación.
Sentí su cuerpo sobre el mío e instintivamente abrí las piernas… si iba a pecar de nuevo lo iba a disfrutar mucho.
—Huyamos juntos Bella— me dijo mientras mordía mi cuello.
Abrí los ojos de inmediato ¿había oído bien? ¿Me estaba pidiendo que dejara todo y nos escapáramos? Sería… ¡Genial! ¡Grandioso! Solos, lejos de todo el mundo… ¿Y de qué viviríamos? Obviamente yo no tendría trabajo ¿Y él? Parecía que había dejado la conserjería pero seguía trabajando en el edificio. Yo no tenía mucho dinero ahorrado, apenas nos alcanzaría para un par de meses… ¿Y cómo podría mirar a mis amigos luego?
— ¿Estás hablando en serio?— dije completamente aterrada.
—Sí. Me iría al fin del mundo si puedo estar contigo así. Quiero que podamos dormir juntos cada noche, ir de compras, cenar en algún restaurante, sin tener que escondernos— hablaba con mucha seguridad.
—Pero… es que… sería algo tan… tan— no encontraba la palabra adecuada. ¿Impulsivo? ¿Irracional? ¿Inmaduro?
—Tan maravilloso— me ayudó a terminar mi frase.
—Sí claro— dije no muy convencida. Huir, no sería lo adecuado.
—Quiero tenerte así cada mañana— volvió a recorrer mi cuello y llegó a uno de mis pechos, salté de estremecimiento mientras aún trataba de procesar lo que me estaba pidiendo.
— ¿A dónde iríamos?— pregunté jadeando cuando empezó a hacer círculos con su lengua alrededor de mi pezón.
—A Brasil, Paris, Londres, La India, China. Al desierto... que importa— empezó a bajar por la piel de mi vientre. ¿Cómo podía pensar con coherencia cuando…? ¡Por Dios! Lo que me estaba haciendo no deberían leerlo menores de edad. Traté de tomar aire y… al diablo con pensar.
Si creí que sus dedos estaban adquiriendo experiencia se quedaban cortos al lado de su lengua. Encontró mi pequeño nudo y empezó a excitarlo lentamente, yo por supuesto acepté ir hasta la luna con él.
—Llévame aa ddónde quierass— ni siquiera podía hablar bien cuando dije aquello.
Pareció aceptar mi respuesta pero como tenía la boca ocupada me cogió por las nalgas y empezó a mover esa dichosa lengua más rápido. No tardé nada en llegar a un orgasmo tan intenso que chillé de placer. Edward siguió jugueteando unos segundos más, hasta que me miró.
— ¿Cuándo? — preguntó triunfal, ni siquiera podía respirar bien y ya venía a reclamar su premio, tramposo, me sacó esa promesa bajo tortura. Deliciosa tortura.
— ¿Cuándo qué? — me hice la loca.
—Sabes a que me refiero, acabas de aceptar huir conmigo. ¿Cuándo? — volvió a preguntarme.
—Edward, eso sólo empeoraría las cosas. Quiero hacer todo bien. Mike debe recuperarse para poder pedirle el divorcio— ahora si estaba contra la espada y la pared, bueno literalmente hablando, entre su espada y la cama.
— ¿Y eso cuánto tiempo te llevara? ¿Una semana, un mes, un año?— me dio un beso agridulce, tenía mi sabor en sus labios.
—No lo sé— estaba a punto de derrumbarme, otra vez el maldito remordimiento me llegó.
—Esperaré. Seré paciente, estaré cerca para lo que necesites. Lo que sea— me miraba con adoración.
—Gracias. ¿Ya no trabajas más en el edificio? —pregunté.
—Sí, sólo que contrataron a James porque no me daba abasto para todo, hay muchos problemas con las redes de agua y fluido eléctrico, al parecer la constructora usó materiales deficientes. Pero sigo haciéndome cargo de la administración—me sonrió. Así que seguía siendo mi conserje de todas formas.
— ¿Puedo llamarte entonces si algo se me descompone? —pregunté coquetamente.
—Las 24 horas del día, los siete días de la semana. Puedo verificar si tus artefactos necesitan mantenimiento— empezó a jugar esta vez con su miembro en mi entrada. —Si hay algo que necesites desatorar, limpiar, drenar— lo sentí entrando poco a poco. ¿Por qué este hombre haría todo tan bien?
Empezó el baile erótico por excelencia, él empujaba dentro y yo salía a su encuentro llenándome con cada embestida. Se retiraba un poco y volvía a entrar hundiéndose hasta lo más profundo de mi cuerpo. El ritmo empezó a hacer incontenible, los suaves gruñidos de mi amante me hicieron tocar el cielo, nuevamente me dejé ir hasta que sus fuertes convulsiones me hicieron abrir los ojos. Se veía glorioso y lleno de poder derramando su simiente dentro de mí.
Pero todo lo bueno tiene su final y ya casi era media mañana. Me despedí con tristeza para volver a la realidad. Mi marido enfermo.
.
Mike fue dado de alta ese mismo día por la tarde, le dieron una semana libre en su trabajo por lo cual decidí ir a trabajar sólo mediodía y regresar pronto para acompañarlo mientas se recuperaba.
Después de dos días Mike estaba casi repuesto y yo más tranquila pero no había hablado con Edward y menos lo había llamado. Estaba limpiando un poco cuando escuché el timbre.
—Hola Bella— me saludó Jessica Stanley, en otro tiempo "Jessica la sufrida". Según sé Mike y ella terminaron cuando yo aparecí en escena. Nunca fuimos amigas pero tampoco peleamos. ¿Qué la traería por acá?
—Hola Jessica. Pasa. ¡Qué milagro!— ¿Habría venido hasta aquí sólo para visitar a Mike enfermo?
—Bueno, traje unos papeles que Mike debe firmar— dijo sonriente
— ¿Papeles? Creí que venías a visitarlo— pregunté confundida.
—No, yo fui al hospital a verlo por lo de su corazón, esto es otra cosa— se sentó sin dejar de sonreírme.
— ¿Negocios? No sabía que estabas en la ciudad— traté de ser amable, de todas formas no había nada que nos enemistara.
—Sí, pensé que con su enfermedad sería una bendición lo del cambio— me sonrió. Yo estaba perdida.
—No te entiendo— la miré y pareció desconcertada.
—Jess— Mike apareció en el umbral de la puerta, se veía nervioso.
—Mike, el señor Banner me envió los documentos. Nada más tienes que firmarlos y tu cambio es un hecho. Gracias por tomarme en cuenta para el cargo— le agradeció.
Me sentía más pérdida que la mamá del chavo. Miré a Mike que sonreía de satisfacción. ¿Qué mier… coles pasaba aquí? Me pregunté, tratando de no ser maleducada mentalmente.
—Gracias Jess, espero que encuentres la ciudad agradable. Bella, Jessica es la nueva gerente de la empresa en Jacksonville—se acercó y le dio un abrazo.
—Me alegro tanto que estés bien Mike y gracias por todo— ella también estaba feliz.
Si Jessica era la nueva gerente ¿Qué pasaba con Mike? Se jubilaba, lo habían despedido, le dieron licencia… o… no… lo transfirieron. Maldición.
—Bueno ahora debo buscarme un apartamento en la ciudad, me han mostrado dos pero en una zona que no vale la pena, me gustaría uno en este barrio es tranquilo y hay muchos parques— dijo ella pero yo todavía estaba paralizada.
—Creo que podrías ocupar el nuestro en una semana— dijo él. Entonces era un hecho. Mike había pedido su cambio sin consultarme. Condenado panzón.
— ¡Yo no me mudaré!— casi grité sin importarme mi tono de voz.
—Bella, quería darte una sorpresa, regresamos a nuestra casa, linda. Sé que este apartamento es pequeño y que el calor y la humedad son insoportables. Nuestra casa está abandonada y por mi enfermedad he pedido que me regresen a Miami. Jessica se hará cargo de la compañía aquí— ¿Y cuando diablos pensaba decirme algo tan grande?
—Mike, yo tengo un trabajo, estoy por presentar la revista, ayudo en la organización de aniversario de la tienda— hablaba lentamente para que no se me salieran las palabras poco decentes que aprendí en las calles.
—Lo sé Bella pero eso es la otra semana ¿Cierto? Luego nos podemos marchar, la casa de Miami será más cómoda para mi recuperación y la revista Degeneres me ha dicho que te aceptarán de inmediato— ¿así que Mike se hacía el convaleciente mientras llamaba a todo el mundo para decidir nuestras vidas? No lo iba a permitir.
—Hablaremos en la noche. Tengo que salir— le dije, fui a mi habitación y tomé su frasco de pastillas, lo metí en mi bolso y salí de casa, dejándolo supuestamente firmando los documentos para nuestro traslado. Si él quería irse, se iría solo.
Preferí ir primero a una farmacia para que me dijeran si estas pastillas eran preparadas o las comunes, ya que no encontré receta médica.
La farmacéutica se quedó mirando es frasco, lo destapó y sacó unas cuantas pastillas.
—Señorita, lo siento pero el Cialis no viene en ese color. Mire— me mostró un blíster donde pude ver que las pastillas vendidas al menudeo tenían un color distinto al del frasco.
— ¿Estas son de color naranja? ¿Entonces, estas pastillas no son cialis?— le pregunté asombrada.
—No. Parece que fueran… no estoy segura— miraba una y otra vez una de las pastillita verdes mi frasco. —Creo que son Meizitang— las miraba por todos lados e incluso la partió por la mitad.
— ¿Y eso para qué sirve? Pregunté.
—Son unas pastillas chinas para adelgazar, no las vendemos en nuestra farmacia puede conseguirlas en las boticas homeopáticas— me dijo amablemente. Estaba a punto de irme pero tenía más dudas.
—Solo una pregunta mas ¿Estas pastillas no tienen contra indicaciones?— Le pregunté.
—Según su composición de hierbas naturales no debería tenerlas. Pero últimamente las están fabricando con sibutramina. Debería hacerse un chequeo antes de tomarlas. Podría subírsele la presión por el esfuerzo. La sibutramina le da una sensación de energía y vitalidad pero es mala para el corazón— casi me caigo de la impresión. No sabía que pensar. ¿Mike tomaba pastillas para adelgazar a sabiendas que son malas para el corazón?
—Gracias— atiné a decir. Caminé unos pasos completamente confundida con esa revelación.
Pero por no fijarme, cosa muy usual en mi, fui a chocar con el pecho duro de alguien. Me di un golpazo en la frente ¿Quién podía tener el pecho tan duro?
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