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CAPITULO 11: ¡MIKE NO TE MUERAS!

— Bella, necesito hablar contigo— me dijo Esme algo seria esa mañana, temblé por dentro. Otra suegra. Noooo.

—Claro, dime— apenas reconocí mi voz.

—La fiesta de aniversario será en dos semanas, la revista ya está casi lista y quería pedirte que me ayudes a organizar la fiesta. Usualmente Alice lo hace pero tiene un desfile al día siguiente así que no cuento con ella para nada. ¿Podrás?— me miró casi rogando. Cómo podría negarme.

—Claro Esme, cuenta conmigo para todo— sonrió.

—Quiero preguntarte algo personal, es complicado— casi dejo de respirar, ella sabía. Su mirada me lo confirmaba. Creo que he quedado traumada de por vida con esto de las suegras.

—Si claro— apenas dije sentándome.

—El otro día que vino tu esposo, me di cuenta que conocía a Edward, se saludaron. Pero mi hijo parece que no lleva bien a Mike— me miró como escaneando mi rostro. —¿Tú sabes porque?— preguntó inquisitiva.

—Pues no lo sé— dije mintiendo, casi me toco la nariz para ver si no estaba más grande.

—¿Dé dónde conoces a Edward?— me preguntó directamente.

—Esme…— mi voz se quebró. –No sabía… te lo juro… no sabía— rompí a llorar como una niña pequeña. Ella se acercó a mí y me consoló.

—Tranquila. Creo entender. Edward era el joven del que me hablabas. Y ahora yo me siento muy mal por todo. Es fácil aconsejar a una amiga sobre su vida pero no es fácil cuando se trata de mi hijo. Bella ¿amas a Edward?— me preguntó buscando mi mirada.

—Creo… creo que si— dije atormentada.

—Bella… lo siento pero un "creo" no me basta. Sé que te di algunos consejos, hasta te alenté a que dejaras a tu esposo si te gustaba aquel conserje pero trata de comprenderme— parecía estar en un dilema.

—¿Quieres que me vaya del trabajo?— le pregunté.

—Te necesito mucho ahora como para que dejes la tienda. Pero si no defines tu situación me temo que deberé pedirte que dejes de trabajar. Sólo quiero saber si vas a terminar o no tu matrimonio— preguntó.

—Si, estoy decidida pero tengo problemas en casa ahora mismo. Mike está tomando esas pastillas que parecen afectarle he querido hablarle pero no cuando trae esa sustancia dentro— no sabía que hacer, había dejado pasar demasiado tiempo con este matrimonio. Todo era culpa mía.

—Por favor, por favor… no quiero ver sufrir Edward— dijo.

Salí desalentada de su despacho. Fui a almorzar muy retrasada y me olvidé el celular en la oficina. A medio camino mi auto dejó de funcionar en medio de la calle.

—¡Maldición!— grité, Edward me estaba esperando en el restaurante, apenas y tenía cambio en mi cartera. Bajé del auto y encontré un teléfono publico pero no recordaba el número de Edward, ¿Quién recuerda todos sus números grabados en el celular?

Traté de buscar en mi cartera y en mi pequeña libreta de notas el número de alguien que me pudiera ayudar.

Nada, hasta que me fijé en una tarjeta que había puesto en mi billetera. Tenia la tarjeta de la mecánica, marqué pero no me contestaban, probé el celular de Jake y me contesto a la tercera timbrada.

—Habla Jake— dijo jovialmente.

—Hola Jake, soy Bella, del audi azul ¿me recuerdas?— dije

—Hola Bella, que milagro que llamas. ¿Está todo bien?— preguntó.

—No, acabo de quedarme en medio de la calle, mi auto se paró y necesito con urgencia llegar a un lugar.

—Bien, llegaremos en un momento, iré con mi auto para llevarte a donde necesites y la grúa para que remolquen tu coche al taller, la compostura será gratis si hemos fallado en arreglarlo pero si es alguna cosa más...

—Si, si, está bien, lo que digas, eres un sol Jake, gracias. Ven rápido por favor—casi grite de alegría. Le di mi ubicación y no tardó ni 15 minutos en llegar. Edward debería estar en el restaurante preocupado.

—Hola— dijo Jake al llegar, me pidió las llaves y se las dio al conductor de la grúa. —Sube, te llevo— ofreció. Me subí a su coche, un bonito volkswagen celeste.

—¿A dónde?— preguntó.

—Al restaurante La Bella Italia por favor— le dije algo desesperada.

—Aja, tienes una cita— dijo sonriendo.

—Algo así pero voy retrasada— me relajaba hablar con Jake, parecía no hacerse problemas por nada.

—No me digas que con Cullen, ese tipo es un pedante celoso— soltó una carcajada.

—Edward no es pedante— le corregí.

—Pero si celoso. Todavía me guarda rencor— se volvió a reír.

—¿Porque Edward te tiene rencor?— pregunté.

—Es por Tanya— sonrió él al ver mi rostro. –Es una rubia despampanante que solía andar con él. Un día Cullen vino a visitar a mi primo y pues me encontró con ella, es un celoso de porquería, hasta ahora no me habla— se puso algo serio.

—¿Tú y Tanya?— pregunté.

—Tuvimos una aventura pero ¿Quién no? Además no sé porque se molestó si él tampoco andaba con ella, sólo eran amigos cariñosos. ¡Llegamos!— dijo sonriéndome, yo apenas alcanzaba a procesar lo que acababa de contarme. Le agradecí y bajé pronto del auto. Corrí a la puerta y entré, no vi a Edward por ningún lado, el alma se me cayó al piso, había llegado demasiado tarde. Me dispuse a salir y me topé con Jake en la entrada.

—¿Te dejó plantada?— preguntó.

—Creo que llegué muy retrasada— dije sin ganas.

—Pero aún puedes comer, yo tampoco he almorzado, se supone que es mi hora de comer también— Miró hacia el horno que estaba a un lado de la recepción. –Creo que unos canelones me caerían bien— sonrió.

—Mejor me voy— dije apenas en un susurró.

—Morirás de hambre como un auto sin gasolina. Anda no es una cita, sólo un par de amigos hambrientos— me invitó a volver al restaurante. Mis tripas sonaron y tuve que confesar que también tenía mucha hambre.

Nos sentamos y pedimos lo que estuviera casi listo porque ya no tenía mucho tiempo para comer.

—¿Entonces sí estas saliendo con Cullen?— preguntó Jake.

—Algo así— dije apenas.

—Buena suerte, ese tipo es un cara de palo, parece que no sonriera, creo que somos muy diferentes, yo no puedo parar de reír y de divertirme. La vida es corta Bella— no pude responderle porque de inmediato sentí un aroma familiar detrás de mi. Alguien se acercó a la mesa. Me di vuelta con el corazón en la mano.

—Provecho— dijo Edward mirándome comer. Traté de tragar lo más rápido posible para poder explicarle.

—Pues no estabas, la pobre moría de hambre, si quieres siéntate y así comemos los tres— dijo Jake suelto de huesos.

—Fui a verte al trabajo y me dijeron que saliste retrasada, pensé que nos habíamos cruzado por eso volví— su voz era algo dura. –Pero ya que estás en tan buen compañía te dejo— se giró para marcharse.

—¡Edward!— grité apenas pude gritar ya que todavía tenía fideos en la boca. ¡Esto sólo me pasa a mí Dios santo! Me levanté para seguirlo pero se dio vuelta y me miró.

—Sabes donde encontrarme, termina tu almuerzo— dijo claramente molesto y salió. Se me quitó el hambre de improviso.

—¿Lo ves? es un celoso— dijo Jake.

—Discúlpame Jake— dije, pagué el almuerzo y salí de allí, tenía que encontrarlo y explicarle. Decidí parar un taxi. En las que me meto por no pensar las cosas. Maldición, no pasaba ningún taxi que me llevara. De pronto el auto plateado de Edward se estacionó frente a mí. Me abrió la puerta y subí. ¿Estaría tan molesto como en el restaurante?

—Explícame— dijo secamente mientras manejaba.

—Se malogró mi auto— susurré.

—¿No podías haberme llamado?—

—Olvidé el celular en la oficina… no me sé tu número de memoria— parecía una niña dándole explicaciones a su madre.

—Ahora trata de hacerme comprender porque estabas comiendo con ese tipo en el restaurante donde se suponía teníamos una cita— dijo claramente mas relajado y sonriendo.

—Moría de hambre— dije revolviéndome. —¿Por qué odias a Jake?— le pregunté.

—Es algo complicado. No es un buen tipo— dijo otra vez molesto.

—¿Cómo lo sabes si no lo conoces?— pregunté.

—¿Y tu si?— dijo él mirándome, me desesperé y lo obligue a volver la vista a la vía.

—Claro que no pero parece buena persona.

—Parece lo que no quiere decir que lo sea—dijo muy seguro

—¿Quién es Tanya?— pregunté.

—¿El muy imbécil te lo dijo?— preguntó y rápidamente se salió de la vía. Estábamos en algún lugar de la ciudad que yo no conocía.

—No me dijo nada claro, sólo la mencionó— susurré.

—Tanya es mi prima. Vino a visitarnos hace tres veranos pero se cruzó con ese perro— mus nudillos se marcaron sobre el timón del auto.

—Creí que ustedes… que tú y ella eran más que sólo primos o amigos…— dije muy suavemente.

—Quisiera sacarle los dientes a ese imbécil— murmuró. Me dio algo de temor su reacción.

—Edward no se cual sea tu problema con Jake pero se ha portado muy bien conmigo. Creo que estas exagerando tus celos, si antes te quitó algo no quiere decir que ahora…

—No me quitó nada Bella. Y si, estoy celoso si lo veo cerca de ti porque sé que Black no es bueno. Es un maldito relajado que no toma sus responsabilidades en serio— bufó.

—¿Responsabilidades?— pregunté.

—Es algo complicado de explicar y muy personal, ni siquiera mis padres se enteraron. Sólo mantente alejada de él, parece que le gustas— me acerqué un poco para poder besarlo y demostrarle que con la única persona que yo quería estar era con él.

—Tranquilo, me alejaré… si eso te hace feliz— empezó a atraerme más, su boca de movía con avidez por mi cuello. —Edward… debo volver al trabajo… Esme… tu madre me espera— eso pareció tranquilizarlo un poco.

—Me vuelves loco, literalmente. Paso de un estado de ánimo a otro con demasiada rapidez desde que te conozco— me sonrió.

Minutos después me dejó en el trabajo. Toda esa tarde me la pasé muy atareada, la revista entraría a impresión al día siguiente y estaba tan nerviosa. Llegué a casa y tomé una ducha caliente para relajarme, hice la cena pero Mike no llegaba, así que me recosté a esperarlo.

Edward me besaba los pies, su mirada de deseo me encendía, lentamente subía por mis piernas, tocándome, besando con devoción cada milímetro de mi piel. Empecé a sentir humedad y necesidad de él. Estaba sólo con la bata puesta, así que no le fue difícil abrirla para tenerme totalmente expuesta, entreabrí un poco las piernas para invitarlo a adentrarse en mí. Su boca fue hacia mi pecho, el cual succionó con avidez. Sus manos me acariciaban con demasiada fuerza, hasta que sentí que mordió mi pezón y grité.

 

—Lo siento, estoy muy ansioso— la voz pastosa de Mike me asustó y abrí los ojos de inmediato. –Parece que ya no tienes el periodo, te necesito Bella— dijo rozando la punta de su pene contra mi, ¡por Dios! Estaba desnudo. ¿Qué hago? Piensa rápido, piensa rápido.

—Ahhhhhh— grité como loca. Mike se levantó de improviso. –Una rata, arriba del armario— apenas se alejó de mi me cerré la bata y salí de la cama y de la habitación como alma que lleva el diablo.

—Bella no pude verla ¿En serio era una rata?— escuché decir a Mike.

—Una enorme, seguro se ha escondido por allí— grité desde la cocina. Puse un poco de agua a hervir para que no se le ocurra seguir tratando de propasarse.

—¿Bella?— dijo él todavía en cueros. –Ven, ya pasó, yo te defiendo si aparece la rata— me sonrió y levantó sus brazos. Entonces miré hacia la mesa de la cocina y tomé un trozo de pastel.

—Muero de hambre, te esperé y no llegabas ¿Te sirvo la cena?— le dije con la cara mas inocente que pude poner.

—Está bien. Voy a ponerme algo— me sonrió y fue a la habitación. ¿Y ahora que hago? Ni modo, no me queda otra alterativa, sino le digo hoy lo de la separación voy a terminar siendo muñeca inflable. Rayos.

—Está delicioso tu pastel, sabes, creo que voy a hacer ejercicio, he notado que estoy engordando, tal vez me inscriba en un gimnasio. O será lo bien que cocinas— me sonrió, hasta me dio pena animarme a hablarle.

—Mike, yo… creo que estoy pasando una etapa algo difícil. Necesito tiempo para replantearme algunas cosas— me miraba algo confundido.

—¿Ya quieres ir de vacaciones? Cuando quieras Bella, a donde digas— trató de sonreír pero se notaba nervioso.

—No. Yo… he llegado a la conclusión que lo nuestro no es más que simple costumbre. Mike, quiero irme de casa— ya estaba, una ruptura limpia, ahora a esperar su reacción. Pasó un minuto, dos. Él seguía con el tenedor en la mano procesando lo que acababa de decirle.

—No te entiendo Bella— dijo por fin. –Todo va bien entre nosotros, no peleamos, no reñimos, nunca discutimos…

—Lo sé… nosotros nunca hemos tenido una disputa porque nunca peleaste por nada conmigo, no te riño porque apenas me doy cuenta que estás y no discutimos porque casi no conversamos. Somos como dos extraños viviendo en la misma casa. Yo… no quiero seguir así— todavía se veía confundido.

—Creí que una mujer era más feliz mientras menos se le molestara. No soy tonto, siempre he tenido miedo de que quieras dejarme porque no te doy todo lo que necesitas, eres joven y nuestra vida sexual es el problema pero estoy intentando solucionarlo. Hoy mismo podemos iniciarlo, Bella seré un mejor marido lo prometo— me rompía el corazón hacerle daño pero esta mentira no podía seguir, a la larga lo dañaría mas si seguíamos juntos.

—Mike… yo… no te amo. Pensé que estaba enamorada de ti cuando nos casamos pero con el tiempo…

—Todo es mi culpa, yo tenía mis complejos, me avergonzaba no poder cumplirte, Bella dame una oportunidad, sólo una más, te demostraré que aún me amas— tomó mis manos como si fuera su salvación.

—Lo siento Mike. Lo he pensado bien y mi decisión es irrevocable. Me iré mañana— por primera vez vi emociones en su rostro.

—No Bella, no me dejes, sin ti me muero. Bella, eres todo lo que tengo, mi mundo, mi mejor amiga, no puedes marcharte. Si quieres un tiempo para pensarlo te lo daré. Podemos dormir en habitaciones separadas. No te vayas, te lo suplico— sus ojos se humedecieron y me sentí peor.

—No podemos alargar lo inevitable. Mike, quiero el divorcio— le dije de forma suave pero firme, su rostro se contrajo y se llevó una mano al pecho.

—Bella, no puede dejarme. ¿Divorcio? No, no…— lo siguiente pasó como en cámara lenta, Mike se desplomó de su silla al piso.

—¿Mike? ¿Mike? ¡Auxilio!— grité. No sabía que hacer. – ¡Ayúdenme por favor!— Mike tenía los ojos entreabiertos, entonces sentí que golpeaban la puerta, yo estaba junto a Mike llorando, tratando de reanimarlo pero nada daba resultado.

—¡Edward! ¡Edward!— grité rogando porque me escuchara, de pronto un fuerte golpe en la puerta me hizo brincar del susto y unos pasos viniendo hacia mí.

—¿Bella? ¿Qué sucede?— era Edward, con el cabello mas alborotado que de costumbre y sin camiseta.

—No se. Cayó al suelo, creo que es su corazón— empecé a sollozar mas fuerte.

—Llama a los paramédicos, rápido— me gritó, mientras él empezaba a hacerle la resucitación, como pude llegué al teléfono y marque el 911, atropelladamente les di mi dirección y una operadora me calmó cuando le dije que había alguien ayudándome. Pronto entraron tres hombres a la casa y corte la comunicación. Le pusieron una mascarilla a Mike y lo subieron en una camilla.

—¿Es familiar?— me preguntaron.

—Si, es mi esposo— dije más calmada.

—¿Quiere venir con nosotros?, lo llevaremos al hospital Sant Lukes, está fuera de peligro afortunadamente el joven logro hacer que su corazón reaccionara pero tenemos que ponerlo en observación.

—Yo llevaré a la señora, debe cambiarse, no puede ir así— escuché a Edward detrás de ellos.

—Está bien ¿tiene su seguro?— me dijo el que no estaba cargando la camilla.

—Si claro, fui corriendo por los papeles para que pudieran ingresarlo sin problemas, escuché que se llevaban la camilla.

—Bien señora la esperamos— me dijo es para médico y salió.

—Siento haber roto tu puerta, la repondré— dijo Edward acomodándola.

—Voy a cambiarme— entré a mi habitación y me puse lo primero que encontré, también le llevé una muda a Mike por si le daban de alta pronto. Tomé más papeles, Mike era muy meticuloso en cuanto a la documentación.

—Estoy lista— dije saliendo a la sala. Edward estaba sentado en el sillón, ya con una camisa y muy pensativo. No dijo nada hasta que entramos en su auto.

—¿Qué pasó Bella?— preguntó.

—Yo… tengo la culpa, casi lo mato— empecé a llorar.

—Bella, tranquila, respira. Cuéntame— pidió, secando mis lágrimas.

—Le dije que quería irme de casa, le pedí el divorcio— seguí llorando mientras Edward arrancaba el auto, me ofreció pañuelos desechables mientras manejaba serio. Al llegar al hospital quise bajarme de inmediato pero él me detuvo.

—Debes calmarte, no es tu culpa, simplemente… ¿le dijiste sobre nosotros?— preguntó.

—No, yo sólo le hablé del divorcio y se puso así— dije algo más tranquila.

—Tal vez sea por las pastillas que me dijiste que está tomando. No te culpes— Trató de abrazarme pero lo detuve.

—Edward, Mike casi muere hoy, gracias por salvarlo, ahora debo ocuparme yo de esto— bajé muy triste.

Mike había sido trasladado a una habitación, todavía estaba en riesgo pero fuera de peligro. Me senté a su lado. Me remordía la conciencia ser la causante de todo este problema. Casi mato a mi esposo. Soy una mala mujer, infiel y sin corazón. No podía dejar así a Mike, no ahora. Me quedé dormida en la silla. Desperté en la madrugada cuando una enfermera entró a la habitación a cambiarle el suero.

—Bella, Bella— seguía divagando él.

Era oficial, me sentía peor que una cucaracha aplastada y seca. Era la mujer más pérfida de la historia, Dalila, Mesalina y María Magdalena eran niñas de pecho a mi lado. Casi mato a Mike, casi lo mato.

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