La Primer Estocada
¡Hola! Quería subir este cap. antes pero ando medio liada con el tiempo y eso. Pero en fin, ya estamos y es hora de meterle un componente extra a esta historia. Tal vez lo que leyeron Pide un deseo, empiecen a relacionar algo xDD
Capítulo VIII: La Primer Estocada
—¡Ya despierta, holgazán! —Iker sintió el movimiento de la cama, antes que la voz que interrumpía su sueño. Gruñó en respuesta, mientras con una mano intentaba espantar a aquel intruso—. ¡Vamos, cielo, el día espera por ti!
—¡No me toques!—exclamó fastidiado, en tanto que golpeaba la mano que acariciaba su cabello—. ¡Maldición, Seinfeld, compórtate como hombre!
Rafe brincó de la cama riendo a puro pulmón, Iker sabía que quería fastidiarlo pero aún no se acostumbraba a abrir lo ojos y encontrar a un hombre a su lado.
—Dado que las formas comunes no surtían efecto contigo, opté por una manera más directa. Ya estás despierto, ¿no?
—Si te vuelves a meter en mi cama, te sacaré a los espadazos ¿entendido?
Rafe rodó los ojos sin siquiera detenerse en su amenaza.
—Tranquilo, Iker, tu dignidad esta intacta y yo no tengo deseos de robártela —sonrió frente a su ceño fruncido, Rafe siempre salía bien librado en sus rencillas—. Me preguntaba si querías acompañarme en el desayuno…
Fue caminando hasta la ventana para descorrer las cortinas, haciendo que Iker cerrara los ojos por instinto. El sol de la mañana lo golpeó sin reparos, pero él sabía que ya era tiempo de regresar; a esas horas debía volver en sí mismo y encarar sus obligaciones.
—No tengo hambre, gracias.
Rafe se volvió para mirarlo con sus comprensivos ojos marrones.
—¿Oh, te levantaste de malas esta mañana? ¿Prefieres que pida que te suban una bandeja? Puedo decirles que incluyan chocolate, bollos y panqueques de arándano. —A Iker se le hizo la boca agua en cuanto oyó la palabra arándano, lo único positivo de pasar la noche en casa de Rafe, era que a la mañana siguiente se encontraría con un desayuno como los dioses mandan.
¿Hace cuanto tiempo que no comía panqueques de arándano? Su ama de llaves no era capaz de calentar agua correctamente, pedirle que cocinara algo así sería como obligarla a matar.
—Quizás pueda detenerme unos minutos en tu cocina —aceptó medio de mala gana, pero el otro no hizo el menor intento de ocultar su sonrisa satisfecha.
—¡Todo listo entonces! Te espero en el comedor… —Lo observó alejarse a grandes zancadas, pero en un instante se detuvo para recoger algo del suelo—.Vamos, compañero, tu padre necesita intimidad.
Iker estuvo a punto de protestar, pero se lo guardó. ¿De qué valía decirle algo a Rafe? Todo le entraba por un oído y le salía por el otro, al menos se compadecía de él y de Dublín dándoles asilo siempre que lo necesitaban. Y por supuesto, también panqueques.
Unos minutos después se encontraba atiborrando su plato de comida, los panqueque en primer lugar, acompañados por tartaletas, huevos hervidos, té (porque el chocolate era para niños) y un jugo de naranja recién exprimido. La gloria había tomado forma de comida, si le dijeran que luego de esto moriría él aceptaría su destino con una enorme sonrisa. Los primeros diez minutos los empleó en engullir como pocas veces hacía, al menos para Rafe no tenía que poner en práctica su rigurosa educación. Al hombre le daba exactamente lo mismo sus modales en la mesa, teniendo en cuenta que juntos habían cazado animales salvajes y frente a la precariedad de esos momentos, los habían comido sin siquiera darle una cocción adecuada o cocción alguna.
—Esto está delicioso —murmuró, limpiándose con la manga el jugo que caía de su boca.
—Me encargaré de notificárselo a Tristán. —Tristán era el cocinero de Rafe, Iker siempre había pensado que sería útil tener uno de esos él mismo. Pero luego pensaba en todo el trabajo que acarrearía buscar a alguien competente y ponerlo a prueba, también encargarse de todos los detalles engorrosos y entonces sus ganas de tener un cocinero se esfumaban. Demasiada burocracia.
—¿Qué tal está tu harén?
Iker soltó su tenedor olvidando por un segundo su alimento, la mención de sus mujeres le produjo un fruncimiento de cejas automático. Rafe encontraba divertido el hecho de que día a día, él parecía perder mayor terreno en su propia casa. Su amigo había bautizado al grupo que conformaban Ailim, Cleo y Ari, como “su harén”. Aunque él no encontraba el significado razonable en ese título, en teoría un harén está a servicio de su amo y lo que menos hacían ellas era seguir sus órdenes.
—Ayer encontré a Chico peinado y con el chaleco abotonado de forma impoluta. —Y eso era poco decir, en los cuatro días que llevaban metidas en su casa, Iker ya había comenzado a desconocer el lugar. Un día lo hallaba oscuro y lúgubre—tal y como a él le gustaba por cierto—y al siguiente había flores decorando los rincones, las ventanas abiertas de par en par y olor a limón impregnado hasta en sus camisas.
—El encanto femenino —farfulló Rafe con una sonrisa que poco hacía por ocultar su regocijo—. Los cambios son buenos, mi amigo.
Era el momento en que Seinfeld se ponía melancólico, Iker comenzó a vaciar su plato. Tenía suficiente con sus propias penurias, como para estar aguantando ajenas.
—¿Avanzaste algo con lo que te pedí? —Afortunadamente recordó que un buen trabajo mantendría la mente de su amigo por caminos más transitables.
—Sí, pero no creo que nos ayude.
Iker frunció el ceño, dejando a un lado los restos de su desayuno.
—¿Qué va mal?
—Pues verás… —Rafe tironeó incómodamente del cuello de su chaleco—. Me temo que el juez está comprado. —Eso no lo sorprendió mucho, contados en todo el parlamento quizás dos jueces no eran corruptos, pero sabía que siempre se podía pagar más.
—¿Y cuánto nos saldrá? —preguntó sin vacilación alguna. Nunca esperó que el asunto le saliera gratis, no era tan optimista ni tan estúpido.
—No, no entiendes, Iker… el juez es esposo de su hermana.
Oh bien, entonces sí estaban jodidos. Por desgracia en lo que a corrupción se refería, los jueces siempre tendían a tirar más del lado de la familia.
—Maldito Reginal —musitó, notando que el viejo se le había adelantado un paso. Si el juez era su cuñado, las posibilidades de comprarlo eran tan remotas como que en ese mismo momento él aprendiera matemáticas—. ¿Y qué hay de sus finanzas? ¿Hallaste algo con lo que podamos…? —No terminó la frase, sabiendo que Rafe lo comprendería sin necesidad de entrar en detalles.
—Bueno, está endeudado hasta el culo y un poco más… creo que si aún no lo empeñó, es porque nadie aceptaría tremendo adefesio.
Iker asintió ausente, tratando de apartar la visión del culo de Reginal de su mente.
—¿Y con cuánto crees que lo callaríamos? —Su amigo sacudió la cabeza, pero él hizo caso omiso de su gesto y lo apremió a responder.
—¿No piensas que te estás involucrando mucho? Entiendo que la chica sea amiga tuya y todo eso, pero pagar por los pecados de otro hombre… —Se encogió de hombros, seguramente sin comprender las razones que lo movían a actuar de ese modo. Rafe no conocía su pasado, no sabía lo que Reginal representaba para él, Ailim e Ivanush. En dosis similares y por razones distintas, lo tres tenían deudas con ese viejo y de alguna forma debían cerciorarse de sacarlo de sus vidas.
—No me vengas a sermonear con tu moral oxidada, sé lo que debo hacer.
El otro se limitó a sonreír de medio lado.
—Podrías difamarlo.
Iker había pensado esa posibilidad, Reginal tenía tanto polvo encima que ni mil artículos terminarían por revelar sus indiscreciones. Pero en ese caso de nada le serviría, pues el viejo tenía una carta en su favor y era que sabía muy bien lo que Ailim e Ivanush eran capaces de hacer. Si usaba al Fantasma para descubrir sus trampas, era muy probable que él los golpeara del mismo modo. Era muy consciente de que él no era el único por allí publicando artículos controversiales, por lo que esa vía no era un escape.
—Prefiero dejar al Fantasma fuera de esto, sería demasiado evidente y tal vez me exponga.
Rafe accedió a su negativa con un asentimiento, Iker no tenía ni voluntad, ni paciencia como para darle las verdaderas razones.
—¿Entonces le pagarás?
—Lo razonablemente conveniente —asintió tranquilamente, no es como si empleara su dinero en asuntos más importantes.
—Hm… pensé que le pedirías ayuda a Jorge.
Iker se sonrió para sus adentros, pensando en cómo reaccionaria el rey si le pidiera que interviniese a favor de Ivanush. No, eso no era ni remotamente posible, jamás se atrevería a tal descaro. Aún no entendía por qué las personas pensaban que el rey y él tenían una relación tan estrecha. Iker había sido obligado a asistir a la corte en más de una ocasión y lo habían sentado junto al rey para que le sirviera de entretenimiento. No eran amigos ni mucho menos, sólo que a Jorge le gustaba oírlo hablar de la naturaleza. La razón que lo había llevado allí, fue su maldito libro de aves americanas. ¿Cómo iba a saber que al rey le gustaban esas cosas? Ni por asomo pensó que al utilizar la cortesía de cualquier escritor—esa de dedicarle a su alteza un libro que esperaba fuese aceptado en las bibliotecas londinenses—se acarrearía tantas dificultades. Jorge se había mostrado enormemente agradecido por la dedicatoria (que todos hacían) y desde entonces una vez a la semana, se encontraba en su salón hablando de aves.
—Prefiero que esto quede en la mayor de las discreciones. —Por no decir que ni ebrio hablaría de su vida privada con el rey—. Bueno… ¿con cuánto lo arreglamos?
Rafe dio un sorbo de su taza antes de responder.
—Tendría que hablar con sus acreedores, ya sabes decirles que comiencen a meter presión para de ese modo hacerlo más abierto a la negociación. —Le gustaba como razonaba Rafe, por eso sabía que no se había equivocado al momento de pedir su ayuda.
—Milord. —Una de las puertas laterales se abrió repentinamente, dejando ver a un acalorado cocinero cargando en sus enormes manos una bola de cabello blanca—. Lord Dublín ya terminó su recorrido por mis despensas, creo que por el resto del día estará más que satisfecho.
Iker extendió una mano hacia Tristán, quien en ese momento dejaba a Dublín oscilando delante de su rostro.
—Gracias —murmuró metiendo a su hurón dentro del chaleco. No supo determinar si el cocinero estaba o no enfadado por la osadía de su mascota, pero prefirió no averiguarlo. El tamaño imponente de ese hombre, haría que hasta al más valiente pensara dos veces sus palabras antes de dirigírselas a él—. Creo que ya nos vamos.
Rafe le dirigió una divertida mirada.
—Bien, ¿qué te parece si esta noche paso por tu casa para hablar mejor este asunto?
Iker asintió mientras se ponía de pie.
—¿Llevarás tu comida?
—No puedo creer que aún hagas que lleve mi propia cena.
Rodó los ojos, soltando un suspiro por lo bajo. Al fin y al cabo, tendría que alimentar a su harén también.
—Bien, me encargaré de conseguir algo. —Tendría que mandar a Stephen al club, extrañamente reparó en el dinero que se estaba gastando esos días en comida. Quizás un cocinero sería más rentable después de todo.
***
Ailim movía enérgicamente su escoba de un lado a otro, estaba más que convencida que podría hacer que la entrada luciera resplandeciente. Esa mañana, como las tres anteriores, se había levantado temprano con el propósito de quitar el polvo de ese viejo caserón. No era tarea simple, pero se sentía bastante orgullosa de sí misma. Con la ayuda de Cleo, Chico, Ari e incluso Stephen, habían logrado reducir la mugre en un cincuenta porciento. Ya tenían habilitadas la biblioteca y dos salitas auxiliares. Ese día, habían removido el viejo hollín de la chimenea del salón y también habían quitado las cortinas amarillentas, para darles el lavado que esperaban desde tiempos memorables. En un principio se había sentido bastante impaciente por conocer las reacciones de Iker frente a sus avances. Pero él nunca estaba allí para ayudarlos o simplemente criticarlos. Ailim había intentado, inútilmente, no preguntarse qué hacía él diariamente. Pues las veces que lo encontraba deambulando por la casa eran mínimas. Llegaba todas las mañanas con el desayuno para todos, según Chico el que traía del club, y era la misma cuestión con respecto a las comidas. Ella le había preguntado, ¿por qué no contrataba una cocinera? Y él le había dado un encogimiento de hombros como respuesta. Sería tonto preocuparse por él, pero no podía evitar pensar en Iker por las noches. Ya que él nunca dormía allí.
La primera vez que había despertado en su cama ella pensó que sería una ocasión única—que el jefe no pasara la noche en su cuarto—pero se sorprendió al notar que todas las noches era lo mismo. Después de dejarles la cena, él desaparecía sin darle a nadie explicaciones. No que ellas las esperara, no le importaba o al menos de eso quería convencerse.
—Buenos días. —Alzó la cabeza, notando tardíamente que llevaba los últimos cinco minutos barriendo el mismo punto.
Chico le sonreía desde la entrada con el cabello rubio revuelto por el sueño. No era particularmente madrugador, pero compensaba eso con una actitud incansable a tomar cualquier tarea en sus manos. Ailim lo observó un segundo; hasta la fecha le había ofrecido cuatro nombres diferentes, pero él no se había quedado conforme con ninguno.
—¿Cómo estás, Fred?
Él le sonrió ampliamente, sacudiendo la cabeza en una tenue negación.
—Intenta otro —le espetó, dejándose caer en las escalinatas de la entrada. Era un chiquillo desgarbado, alto pero aún lejos de formarse por completo. En un principio ella le había atribuido más edad de lo que en verdad tenía. Aunque sinceramente, nadie sabía a ciencia cierta cuántos años llevaba en el mundo. Iker le estimaba unos doce o trece años, ella por la altura en un principio había pensado en quince, pero luego notó porque el conde le daba menos edad. Su forma de hablar aún era bastante chillona, la típica tonada de un muchacho que todavía no había entrado en la adolescencia. Y su actitud con Ari, era la desdeñosa manera que mostraban los chiquillos que claramente quieren destacar las diferencias entre ellos y las niñas.
—¿Qué tal Roy?
—Ni que fuera perro. —Ambos se volvieron en dirección de la voz baja que se proyectaba incluso más fuerte que la de cualquier barítono. En serio, ¿cómo era capaz de eso?
Chico se puso de pie para ofrecerle una reverencia a Iker, pero éste pasó por su lado sin hacerle el menor caso. Ailim frunció el ceño, debía advertirle al conde de su estúpida forma de relevar al niño, cuando lo único que quería era algo de su aprobación.
—Bueno días, milord —saludó ella, sin dejar su tarea de lado. Sintió el calor de su presencia demasiado tarde, pues cuando se volvió ya lo tenía pegado a sus talones.
—¡Qué calurosa bienvenida! —dijo en tanto que le plantaba un beso en la mejilla. Chico desde las escaleras rió y en esa ocasión Iker le envió un guiño cómplice. Ailim se mordió el labio para no insultarlo por su descaro, le había dicho una y mil veces que no la besara—. Esta noche tenemos un invitado a cenar…
—¡Yo voy por la comida! —exclamó el muchacho, sin siquiera dejarlo acabar su frase.
Iker frunció el ceño echándole una acalladora mirada, él se contrajo en sus hombros bajando la vista al suelo. Ailim sin poder contenerse, le golpeó el brazo logrando que el conde suspirara cansinamente.
—Bien, puedes ir —espetó modulando su tono—. Pero que Ailim te acompañe, no creo que puedas tú solo con todo. —Chico sonrió entonces, enviándole una esperanzadora mirada a ella, como esperando tener su aprobación. Claro tenía tantas posibilidades de negarse, como de preparar por sí sola la cena.
—Yo te acompaño —dijo ella, haciendo al momentáneo Roy feliz.
—¡¡Iker!!¡Iker! —La vocecilla de Ari parecía cobrar mayor potencia conforme avanzaba a vivo trote por el pasillo principal. El conde se volvió en dirección de la puerta abierta y recibió sin reparos a la niña que saltó a sus brazos—. ¿Lo trajiste? ¿Lo trajiste? —preguntaba ansiosa mientras le golpeaba el pecho con sus manitos.
Ailim no pudo escapar de ver como Chico ponía los ojos en blanco frente a esa escena. El niño estaba bastante celoso del vínculo que Ari había formado con Iker en menos de una semana. Pero, por supuesto, el conde era completamente ignorante de todo el revuelo que causaba su presencia para cada uno de los integrantes de esa casa. Ari le había tomado un cariño que ella nunca se hubiese imaginado, ¡al punto de llamarlo por su nombre! Pero Iker no manifestaba disgusto por eso, aunque seguía siendo en general bastante frío con la niña. Ailim aún no comprendía el porqué de esa amistad y seguramente, Chico tampoco lo hacía.
—Sí, pero me temo que ya fue alimentado.
La niña frunció el ceño momentáneamente, pero cuando Iker sacó a su rata del chaleco cualquier enfado se le esfumó. Ailim retrocedió por puro instinto, aunque él jurara que no era una rata ella tenía sus reservas.
—Hola, lord Dublín.
Chico estiró su cuello hacia un costado para observar al bicho, recibiendo a cambio una triunfante sonrisa por parte de Ari. Sin que Iker lo notara, le expuso su lengua a la niña y ella se limitó a tirar de la casaca del conde, para guiarlo puertas adentro.
—¿Te gustaría jugar con Dublín también? —preguntó en cuanto los otros dos hubieron desaparecido.
Chico se encogió de hombros en un gesto que en cierta forma, emulaba las respuestas de Iker. Y aunque no obtuvo más que eso, Ailim supo que el niño tenía tantas ganas como Ari de cargar a aquel animal. Tendría que hablar con Iker al respecto, Chico no era un empleado, no era una mascota, era un ser humano por el que nadie se preocupaba.
Por supuesto, Iker se encargaba de alimentarlo y vestirlo, ¿pero acaso eso era suficiente? El niño también necesitaba de atención y afecto, tareas que el conde todavía no asumía como propias.
—Bueno… entonces me preguntaba si antes de buscar la cena, te gustaría tomar un helado conmigo.
—¡Sí! —exclamó él en respuesta borrando su ceño fruncido al instante. Lo bueno de la gente joven era que se olvidaban rápido de sus pesares. Al menos momentáneamente.
A las cinco de la tarde, Ailim y “Samuel” salieron a realizar su encargo. Iker se había marchado una hora antes, prometiendo que estaría presente a las ocho en punto para la cena.
—Samuel no me gusta. —Ella bufó regalándole un severo ceño fruncido al muchacho—. Bueno, es que conocí a un Samuel que era un idiota —se atajó Chico, leyendo en su gesto que sus negativas la comenzaban a molestar. A decir verdad, a Ailim le divertía escuchar sus razones para no llevar tal o cual nombre, él resultaba ser bastante ocurrente en sus excusas.
—Con ese argumento me has rebatido las últimas cinco opciones, o conoces muchos idiotas o ese tipo es el hombre con más nombres en el mundo.
Él rió en respuesta y se limitó avanzar a grandes zancadas. A veces actuaba como todo un aristócrata consumado, eso era por su manía de copiar a Iker. El conde no era un buen ejemplo para el muchacho, definitivamente. Ailim sonrió con su propia ocurrencia y apretó el paso para ponerse a su lado.
—¿Qué tal Marcos?
El niño se detuvo entonces y por un segundo sus ojos negros perdieron el brillo de la diversión, al parecer había dicho algo inadecuado.
—Ailim… tú no te vas a marchar ¿verdad?
Ella pasó saliva con rigidez sin esperarse esa pregunta en lo absoluto, ¿qué se suponía que debía decirle? La nota de pesar e indecisión que surcaba su rostro casi le rompe el corazón. Al parecer ella era la primera que se tomaba el tiempo de ofrecerle un nombre al niño y esto estaba despertando una respuesta en él que ella no estaba segura de poder controlar. Chico quería que alguien lo notara y quizás estaba comenzando a pensar que ella era ese alguien. «Ailim no puedes ser tan despiadada, dile lo que quiere oír» ¿A pesar de que eso no fuese cierto?
—Yo… estaré aquí el tiempo necesario —farfulló tentativamente, logrando que él bajara la vista al suelo acongojado.
Mala respuesta, lo sabía, pero tampoco iba a engañarlo ¿cierto? Al menos antes de marcharse, le daría un nombre. En ese momento, al pensar eso, por un segundo sintió una punzada en el pecho. La idea de quedarse en aquella casa, tuvo cierto atractivo. No por ella o por Iker, sino por Chico. Era la primera vez que alguien manifestaba tan abiertamente que necesitaba de su presencia.
***
—Oh, me alegro que estés aquí.
—A decir verdad me sorprendió un poco tu nota…
Ella se sonrojó ligeramente, para luego guiarlo al interior de la casita.
—Lo sé, fue todo un tanto apresurado, esperaba que vinieras en la semana pero…
Iker sabía a dónde se dirigía con su divague, él le había prometido pasar por allí para darle algún tipo de resumen de los acontecimientos, pero a decir verdad había corrido con poco tiempo y suerte.
—Lo lamento, estuve un tanto ocupado… las cosas no han resultado tal y como yo esperaba —admitió, pasándose una mano por la nuca de forma ausente. No le agradaba quedar en desventaja, pero en esa ocasión estaba un tanto lento en su búsqueda de soluciones.
—Me lo imaginaba, no tienes porque darme explicaciones. —Ella se detuvo para servir el té—. ¿Cómo lo están llevando? Hablé con Ailim ayer pero ella se muestra muy positiva en todo, lo que significa que está mintiéndome.
Iker sonrió de medio lado, las incomodidades de Ailim tenían más que ver con él que con las dificultades por la acusación.
—Bueno, están bien —respondió un tanto evasivo. Al fin de cuentas, estaban alimentadas, lejos del frío y ocupadas. Eso podría considerarse bien—. Pero dime, ¿con qué razón me enviaste a llamar? —Ivanush suspiró, sorbiendo un largo trago de té. A Iker le dio la impresión de que ella intentaba dilatar el asunto—. ¿Ivanush?
—Hemos llegado a un acuerdo —soltó repentinamente, él enarcó una ceja en un principio sin encontrar sentido a sus palabras.
—¿Con quién?
—Reginal. Retirará los cargos. —Ella parodió una sonrisa que lejos estuvo de convencerlo.
Frunció el ceño.
—¿Y cuál es el truco?
Sacudió la cabeza para restarle importancia, logrando que él le enviara una escéptica mirada.
—Sin trucos, yo… él simplemente quiere que le haga un favor y luego todas podremos marcharnos.
Iker asintió solemnemente, sabía que ella le estaba ocultando la verdadera razón, pero presionarla para que se lo contara no funcionaria ¿o si?
—¿A quién amenazó?
La sonrisa de Ivanush se congeló en su mismo inicio, mandando su decadente actuación por los suelos. No que hubiese estado ni cerca de engañarlo de todos modos.
—Iker… esto no tiene sentido. —Entrelazó sus manos temblorosas, para dejarlas descansar sobre su regazo y lo miró, derrotada—. Luchar contra él es imposible, debimos darnos cuenta antes, no hay nada que podamos hacer.
—¡Y una mierda!
Ella soltó un suspiro que casi podría parecer el esbozo de un reprimido sollozo.
—No entiendes, sólo quiero que ellas estén bien.
—¿A costa de qué? ¿Tú vida? —Ivanush lo observó con un gesto desgarrado, claramente había dado en la diana—. ¿Piensas qué Ari estará bien perdiéndote? ¿Qué Ailim podrá lidiar con ello?
—Yo… sé que ellas comprenderán.
—Ivanush, no eres un mártir. Jesucristo ya demostró que el sacrificio no sirve para nada. —Ella frunció el ceño, pero no hizo ademan de responder. Iker depositó su taza sobre la mesita y se pasó una mano por el cabello alborotando los mechones negros—. Aún hay tiempo, estoy buscando la forma de hacerlo retractar, sabes los hombres tienen muchas cosas escondidas…
Ella alzó la vista de sus manos, horrorizada.
—No, no… eso no es necesario. No quiero que te inmiscuyas en su pasado, es peligroso. —Entonces lo golpeó cierto grado de realidad, así que las cosas iban más allá de Ailim y Ari. Reginal también lo había amenazado a él, por supuesto logrando que el único apoyo de Ivanush se hiciera a un lado, el barón allanaría su camino con un simple pincelazo.
—Ivanush, no soy tan fácil de matar.
—Pues no quiero poner a prueba esa aseveración, no podría cargar con tu muerte en mi conciencia.
Iker rodó los ojos, las mujeres eran tan fáciles de intimidar.
—Escucha, de mi vida nos preocuparemos luego… ahora… —Pero ella no lo dejó terminar, se puso de pie para darle mayor énfasis a sus palabras.
—He dicho que no, Iker, realmente aprecio lo que haces por nosotras pero no puedo, ya tomé mi decisión. Él… —Se silenció sacudiendo la cabeza con resignación.
—¿Él qué? —Aguardó a que respondiera, pero ella se limitó a estudiar los entramados de la alfombra sin romper su silencio—. Ivanush, ¿qué te dijo? Puedes confiar en mí.
Entonces alzó sus llorosos ojos pardos del suelo, para escrutarlo con pesar.
—Él volvió a visitarme hoy, dijo que si no tenía una respuesta para mañana se llevaría a Ari… —El llanto distorsionaba su voz, pero Iker pudo comprender a la perfección la razón de su apresurada decisión—. No puedo permitir que se le acerque, ¿comprendes? Sé que a tu lado está a salvo, pero sólo se necesita un mínimo descuido… y yo desde aquí no podré hacer nada.
No encontró forma de rebatir ese argumento, el tiempo había sido un factor relevante hasta ese instante. Lo único que podía pensar era en sacar a Ailim y la niña de Londres, pero ¿qué le aseguraba que Reginal no las encontraría? O peor aún; que no tomaría represarías contra Ivanush. Si solo pudiera protegerlas mejor, si existiese una forma de reclamar sin la necesidad de apelar a tretas pobres como un chantaje. ¿Pero quién oiría el reclamo de unas jóvenes que ni inglesas eran? Él podría tener los mejores contactos del mundo y aun así, ellas seguirían sin ser nadie. A las personas no les interesaban sus pares de su misma nacionalidad, muchos menos repararían en la injusticia de una chica rusa.
En ese punto estaba estancado, podría apelar a la bondad de los hombres si ellas fuesen mínimamente sus primas, pero ni eso.
—Quizás si le ofrezco pagar sus deudas… —Estaba divagando en voz alta, al levantar la mirada notó que Ivanush lo observaba con ojos como plato—. ¿Qué?—preguntó confundido, ella sacudió la cabeza.
—Sé que no quieres rendirte ante él, pero te juro que pasé la semana rebuscando en mis opciones, no queda otra.
Diablos, odiaba perder.
Él no se había ganado su reputación, dejándose amedrentar frente a una simple intimidación. Era un conde por amor de Dios, estaba perdiendo frente a un mísero barón. Sí bueno, un barón mayor que él que quizás llevaba los años que tenía Iker haciéndose de buenas conexiones. Eso le corría en contra, pero su título debía servir para algo.
Por un instante se preguntó cómo haría Jonathan para vencer en esa situación, su padre podría ser un idiota en muchos aspectos, pero tenía la capacidad innata de ganar cualquier enfrentamiento. Ya sea físico como verbal. Conexiones, todo se trataba de eso. El nombre siempre jugaba de respaldo frente a una acusación, si ellas fueran familiares suyo Iker incluso podría exigir una satisfacción y arreglar eso como dos caballeros. Ni el rey, ni el juez, ni nadie más que sus padrinos se enterarían de eso. Un camino simple, pero a la vez imposible. No podía mentir y decir que repentinamente, había descubierto un parentesco entre ellos. Ya era tarde para salirse con algo así, en un día no sería capaz de armar toda esa farsa. Entonces, ¿cómo?
—Una unión… —susurró, tratando de maquetar en su cabeza aquella nueva opción.
—Iker ya basta, tiene todas las cartas a su favor. Está incluso dispuesto a decirle al mundo que Ailim es una bruja, me ha mostrado el escrito que preparó su secretario. Lo enviará a los periódicos, si hace eso no sólo la arruinará a ella, sino que Ari tendrá que cargar con una acusación de asesinato y de brujería. Nunca nadie la tomará en serio…
Iker se presionó los parpados, los problemas no dejaban de aparecer. Ya estaba cabreado antes, pero que ese bastardo tuviese intenciones de acusar a Ailim, había logrado caldear más su volátil paciencia.
—Esa clase de acusaciones ya no son tomadas en serio. —Aunque muchas personas seguían siendo bastantes estúpidas como para creer en eso. Bueno, no que fueran mentiras él lo sabía, pero también sabía que las personas—dícese brujas—no representaban una amenaza para nadie—. Se expondría al absurdo…
—¿Realmente lo crees? Sólo tiene que animar al obispo y éste se sentirá más que complacido de echarle la culpa a Ailim, por todas las calamidades que ocurren en Londres.
Bien, eso no iba a negarlo. Siempre que pudieran culpar a alguien, Dios quedaba libre para arrojar la primera piedra.
—¡Demonios!—exclamó colérico, no acostumbraba a alzar la voz por lo que su arrebato incluso logró descolocar a Ivanush—. Lo siento… esto, no sé qué hacer…
Una cuestión que lo traía de las pestañas, nunca se había imaginado a sí mismo confesando algo así. Ivanush permaneció en silencio al igual que él, tal vez ambos analizando eso que claramente ya no podían cambiar. La resignación era una de los sentimientos más mierda que había experimentado hasta el momento.
—Claro… eso perdería peso, si ella… fuese alguien… —Iker la apremió a continuar, pero Ivanush sonrió como descartando la idea—. Olvídalo, es una tontería.
—Quiero oírlo. —Pero su interlocutora negó mirándolo de manera penetrante—.Venga, Ivanush, sé que tuviste una idea… cuéntame.
—En realidad fue algo que dijiste antes, una unión. —Él asintió aún sin poder leer lo que reflejaban sus ojos.
—Pensé que si ustedes tuviesen alguna relación de familia conmigo, sería más fácil poder hablar en su nombre pero no hay tiempo para algo así.
—Un matrimonio —musitó ella, alzando las cejas en gesto insinuante.
Iker pensó un segundo sus palabras, hasta que logró asociarlas con su expresión. Abrió la boca, pero por un segundo ningún sonido salió de ella. Se aclaró la garganta para intentarlo una vez más.
—¿Me estás proponiendo matrimonio? —Sabía que esa no era el plan de Ivanush, pero le fue imposible no tomarle el pelo.
—¡No seas idiota! Eso sería demasiado evidente, pero con Ailim… —dejó la frase a medio hacer y al instante Iker olvidó su broma.
Eso no podía tomarse a la ligera, nunca antes había pensado en casarse pero sabía que en algún momento tendría que hacerlo. Bueno, no que tendría, no era una especie de obligación. Claro, tenía un título que debía pasar a su “hijo” pero llegado ese momento, él había incluso pensado en adoptar uno. ¿A quién le importaba un título de segunda categoría? El verdadero título lo llevaba su hermano y nunca siquiera había pensado esto como una injusticia. William estaba preparado para ser marqués y él, bueno él estaba preparado para holgazanear.
—Claro que eso es mucho pedir, jamás podría…
Él la silenció con un ademan, seguramente Ivanush interpretaba su silencio como una negativa. Cuando, ciertamente, no lo era. Al menos no del todo.
—Creo que es una excelente idea, si ella se convierte en condesa no podrían difamarla y tú serías familia. Familia legal. —¿Cómo no se le había ocurrido antes? «Quizás, porque Ailim ni muerta se casaría contigo» La mejor forma de que ella no pudiese negarse, era mantenerla completamente ignorante al respecto.
—Pero sólo tenemos hasta al amanecer —espetó ella, echándole un poco de realidad a esas divagaciones.
—Entonces no hay tiempo que perder. —Se levantó para llamar a uno de los guardias y darle una pequeña orden. El hombre salió rápidamente a cumplirla y mientras ellos esperaban, Iker se detuvo un segundo a pensar cómo sería estar casado con Ailim. Le costó un poco imaginar aquello como un cuento de hadas, pero bueno, ella quería lo mejor para su familia. Estaba seguro que una vez que le expusiera las razones, ella comprendería a la perfección esa decisión e incluso la apoyaría.
—Ella nunca estará de acuerdo. —Ivanush parecía estar leyéndole la mente, a lo cual Iker se encogió de hombros con desinterés.
—Por lo tanto nos aseguraremos de que no sepa nada, hasta que ya sea un hecho.
Ella frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Milord, ¿mando a llamar?
Iker se volvió para asentirle a Stephen, se acercó lentamente para hablar a corta distancia, como si estuviese compartiendo un secreto de la boca del mismísimo rey.
—Vas a ir con el obispo y le pedirás a mí nombre, una licencia especial de matrimonio. —Los ojos de Stephen centellaron con sorpresa—. No le pongas pegas al asunto, paga lo que sea que pida.
—¿Y el nombre de la novia? —instó recuperándose de su pequeño shock, Iker notó como le enviaba una interrogante mirada a Ivanush.
—No, a mí no me mires —respondió ella con un tono bastante curioso. Por un segundo llegó a pensar que reía.
—Ailim… Breed —musitó, sintiéndose extraño al pronunciar su apellido real. Hasta el momento a ellas les había funcionado eso de ocultarse tras el misticismo que acarreaba el apellido Iliria, pero si iba a casarse con ella, debía hacerlo con la Ailim real. Stephen asintió ausente, seguramente guardándose más de un comentario al respecto—. Cuando tengas la licencia trae a un clérigo contigo…
—¿También busco a la novia?
Él negó con una trémula sonrisa.
—No, pienso sorprenderla con todo esto. —Stephen no necesitó más explicaciones, se embotó su tricornio sobre el cabello grasiento y salió disparado a la iglesia. Iker miró a Ivanush con gesto insoslayable—. ¿Qué tan bien se te da firmar por tu hermana?
Ella abrió los ojos de par en par, incapaz de esconder su asombro.
—¿Un casamiento por poderes, Iker? ¿No crees que al menos tendríamos que decírselo?
—¿Y darle la oportunidad de que se niegue? —Sacudió la cabeza firmemente, esa noche tendría una esposa sea ella consciente o no del asunto.
____________________________
Y así empieza todo xD Espero les haya gustado ^^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro