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Equivocada

Creo que ya muchos se habrán dado cuenta que estoy de vacaciones, porque esto de que yo aparezca seguido es raro. Pero bueno, ayer terminé de editar esta historia y pensé en ir apurando el desenlace. Qué piensan? Buen plan? Ya me lo harán saber, porque tal vez quieran que le meta suspenso xDD En fin, les dejo un nuevo cap... les digo que ayer mientras leí el final hasta me emocioné un poco, no me acordaba que lo había hecho de ese modo. Es medio raro leerse a uno mismo años después, no lo niego. Bueno ya me callo, a leer...

Capítulo XXVI: Equivocada

Aturdido, no era palabra suficiente para describir como se sentía.

Perdido, bueno quizás esa entraba mejor en la categoría.

Pero Iker tenía una mucho más clara y aplicable, se sentía como la mierda. E incluso la mierda no apestaba tanto como él, en un sentido figurado por supuesto. Porque a decir verdad, el que apestaba era su orgullo. Se había dejado magullar, insultar y vuelto a magullar por unos ineptos. ¡Oh su pobre orgullo! ¿Dónde había ido a parar? Seguramente venía arrastrándolo junto a su decencia.

Subió las escalinatas de su casa con pasos lentos y poco elegantes. Sentía que algo le palpitaba en la cabeza y la sangre seca en su cabello, sólo aumentaba la sensación de estar llegando con la derrota sobre los hombros. Era un deplorable conde, ni siquiera tenía el derecho de entrar por la puerta principal pero no es como si tuviese fuerzas para ir a buscar la de servicio. ¡Con un santísimo demonio! Como odiaba perder.

—¿Milord?

Iker pegó un brinco como una liebre asustada, para luego sacudir la cabeza y poner los ojos en blanco en dirección al cielo. Realmente estaba siendo muy indigno de él ese comportamiento errático. Todavía no podía creer lo fácil que fue atrapado, lo fácil que fue trasportado y desechado luego. Luego de una paliza que casi no recordaba, por supuesto. ¿Qué había pasado? ¿De aquí a cuando él era una presa?

—¿Stephen? —preguntó al vestíbulo en penumbras. Una sombra se movió desde su lateral izquierdo y allí estaba su ayuda de cámara.

—¿Qué ocurrió? —inquirió, mostrándose contrariado y quizá algo preocupado también. Iker hizo un gesto con la mano, indicándole que lo siguiera.

Le costó sus buenos tumbos llegar al estudio, pero le valió una mierda el dolor o las repentinas nauseas. Debía asegurarse de algo y luego podría morir en paz, estaba casi seguro que los repetidos golpes en la cabeza habían desbaratado lo último que quedaba sano en él. Tomó una pluma y papel, y con claros trazos escribió una rápida nota.

—Llévale esto a Rafe.

—¿Pero qué ocurre? —Stephen esperaba una explicación, pero Iker sólo podía pensar en su amigo. Después de todo, tenían el escrito que él cargaba en su chaleco. ¿Le habrían hecho daño? Tenía que asegurarse, si habían llegado a ponerle un dedo encima a Rafe, él en persona se encargaría de torturarlos. Y Dios, cómo iba a disfrutar de esa tortura.

—Sólo ve a ver a Rafe y espera una respuesta. —Su ayuda de cámara asintió, sin ánimos de contradecirlo por primera vez—. Y Stephen. —El hombre se volteó, justo cuando se dirigía a la salida—. Alquila un carruaje, no vayas a pie...

—Señor, ¿está seguro que se encuentra bien?

Iker sonrió con una leve mueca de dolor.

—Sí, sólo aturdido.

Stephen asintió y se retiró sin emitir juicio, pero no sin antes llamar al chico que estaba dando vueltas por el salón.

—Ve a despertar a la señora, dile que el conde ya regresó. —El muchachito frunció el ceño frente a la murmurada orden, y observó en dirección al estudio como pensando en ir a confirmarlo con sus propios ojos—. ¡Ve de una vez, mocoso!

El chiquillo dio un respingo, antes de salir corriendo escaleras arriba. Stephen miró un segundo la puerta del estudio cerrada y luego soltó un suspiro, nunca había visto a su señor actuar tan extrañamente. Y eso que lo de ser extraño, era una marca registrada en el conde de Pembroke.

***

—Ailim... Ailim... —Ella apretó los ojos cuando una tenue luz los golpeó de lleno—. Despierta.

—¿Qué? —preguntó aún somnolienta. Frente a su rostro se encontraba Gaby, sosteniendo un candelabro con las manos temblorosas.

—Ya vino. —Fue lo único que dijo, antes de brincar de la cama y salir de la habitación como un suspiro.

Ella se sentó lentamente, tratando de encarar un pensamiento claro tras la bruma de su repentino despertar. Entonces fue como si todas sus preocupaciones la atacaran sin tregua, se deshizo de las sábanas luchando por poder incorporarse y rápidamente buscó su bata. No se preocupó por calzarse, incluso considerando lo fría que estaba esa noche, simplemente quería verlo.

Iker había salido la tarde anterior a visitar a Rafe y desde entonces nadie sabía nada de él. Ella se había preocupado cuando no llegó a cenar, pero se convenció de que su esposo tenía cierta inclinación a perder el tiempo cuando se encontraba con su amigo, por lo que intentó no darle importancia. Aun así las horas continuaron pasando, hasta que la noche lo cubrió todo, encontrándola a ella sentada en la sala rodeada por las penumbras. Él no había llegado.

Y la noche dio paso a otro nuevo día, Ailim no podía evitar preocuparse. Por lo que cansada de esa incertidumbre, envió a Stephen en busca de Iker. Su sorpresa fue mayor, cuando un Rafe completamente confundido llegó acompañando al ayuda de cámara de su esposo. Ninguno tenía idea dónde estaba Iker y peor aún, Rafe le dijo que en ningún momento él había pasado por su casa. Ailim habría sacudido cielo y tierra de no ser por el amigo de su esposo, quien le prometió hacer todo a su alcance por encontrarlo. Ella sabía que Rafe tendría suerte en la búsqueda, después de todo ellos se conocían bien y nadie más que lord Seinfeld conocía las excentricidades de Iker. Pero una vez que la noche volvió a caer, ella ya no estuvo tan confiada. Comenzó a utilizar sus propios métodos de búsqueda y tras haberse desasido de él dos meses después de casarse, rebuscó entre sus pertenencias hasta hallarlo una vez más.

Su talismán azul, parecía apagado después de un año de encierro. Pero tras aquel fatídico día en el teatro, en el que casi logra incendiarlo todo, se había convencido que su magia debía permanecer oculta. Y eso incluía el único recuerdo que poseía de su abuela. Lo tomó entre sus manos y cerró los ojos, para poder percibir aquello que la tranquilizaba tanto de ese objeto. Pensó en Iker, tratando de recibir algo de él. Sabía que en presencia de su esposo el talismán se volvía oscuro, casi negro. Eso había sido lo primero que la acercó a él hacía tantos años ya. Iker era el único ser humano que lograba activar la magia en su amuleto. ¿Por qué? Ella no podía decirlo. Pero tampoco le importaba, siempre y cuando pudiera encontrarlo.

—Iker... —susurró presionando con mayor fuerza la piedra azul. Ésta emitió un brillo casi mortecino, no la que acostumbraba a hacer cuando Iker estaba a su alrededor. Lo mantuvo en su mente, tratando de que cada rasgo de su rostro se dibujase mientras intentaba sentirlo—. ¿Iker dónde estás?

Y entonces la piedra se tornó casi negra, y ella supo que se trataba de él. Pero no estaba cerca, sólo podía sentir que estaba vivo, nada le indicaba que estuviese completamente a salvo pero sí bien. Ailim se desesperó, porque no podía hacer nada para encontrarlo, si no estaba cerca no podía ir hasta él y aquello la había llenado de una gran impotencia.

Sacudió la cabeza volviendo en sí, había llegado al estudio de su esposo y en el momento en que asió el picaporte, por su brazo resbaló su pulsera. Había decidido que después de todo, necesitaba usarla nuevamente. Pues algo le indicaba que esa desaparición de Iker, no era más que el principio.

—¿Iker? —instó en tanto que lo buscaba con la vista.

Él se encontraba en uno de los sofás, soportando el peso de su cabeza en las manos. Una de las doncellas, había dejado una jofaina con agua en la mesa del té y en ese momento remojaba un paño, para luego colocarlo en la nuca de su esposo. La muchacha clavó sus ojos en ella cuando la oyó entrar, pero Iker no movió un músculo.

—Puedes retirarte —le indicó una vez que se colocó a la siniestra de su esposo. La doncella hizo una pequeña reverencia y salió del estudio en silencio.

Ailim extendió su mano para levantar el paño y en ese instante Iker soltó un quedo gemido. Ella frunció el ceño, al ver la sangre seca que decoraba su nuca y parte del cuello de la camisa. Con suavidad palpó la piel debajo del cabello y él tensó la espalda, cuando sus dedos hallaron un corte de unos diez centímetros escondido bajo su mata azabache. Volvió a colocar el paño que se encontraba empapado de sangre y agua.

—No te pediré que cauterices eso —murmuro él y ella se sobresaltó al oír su timbre rasposo.

Ailim lo tomó por la barbilla para que la mirara a los ojos, y tuvo que ahogar un chillido al verle la boca. Si bien no le sangraba ya, la tenía completamente hinchada, con un morado que le abrazaba parte de la barbilla y enrojecida en la comisura izquierda. Ella delineó con delicadeza su labio y él sólo exhaló, golpeando con su aliento su mano.

—¿Qué pasó? —preguntó, haciéndose de un lugar en el sofá que él ocupaba. Iker sacudió la cabeza en una tenue negación—. Dime.

—Un robo —espetó, apartando la vista. Ella frunció el ceño, Iker no tenía muy bien practicada la parte de las mentiras. Disfrazaba la verdad cuando quería, era muy bueno saliéndose por la tangente de modo de nunca confesar nada, pero nunca le salía mentir cara a cara. Y ella sabía que en ese momento, él ni siquiera se estaba esforzando por pintar la verdad con sus matices. Por primera vez le estaba mintiendo sin tapujos.

—¿Un robo que duró dos días? —No pudo evitar un tono acusador. Él frunció el ceño al mirarla, pero Ailim no se dejó inmutar por la amenaza oculta tras esos orbes verdes.

—Sí, Ailim, un robo de dos días —masculló irónico, mientras se ponía de pie y se apartaba de ella hasta alcanzar la ventana. Ailim también se levantó y se plantó a su lado, esperando a que le devolviera la mirada.

—¿Por qué no me dices que fue lo que pasó realmente? —Iker se encogió de hombros con la vista fija en la luna. Ella presionó los labios en una rígida línea, mientras aguardaba pero él no dio muestras de querer explicarse.

Ailim simplemente no lo comprendía, no era la primera vez que llegaba golpeado, cortado o con sus ropas en un estado caótico. Ella sabía que Iker era propenso a iniciar trifulcas, aunque no entendía con qué objeto. Podía comprender que retara a los hombres que habían asesinado a su padre, hasta cierto punto. ¿Pero qué ganaba buscando pelear con desconocidos? ¿O por qué siempre parecía estar atosigado? Se había tratado de convencer que todo el asunto de la guerra lo había dejado un tanto contrariado, ya que de por sí Iker no dormía por la noches y ella no le decía nada cuando él prefería esperar el amanecer junto al río. Después de todo, Ailim sí necesitaba descansar y no podía llevar el estilo de vida de su esposo. Iker dormía desde que amanecía hasta las diez de la mañana, siempre. En resumen unas cuatro o cinco horas, luego se dedicaba a sus asuntos como si no sintiera el peso del cansancio.

Pero Ailim presentía que él sólo luchaba por lucir normal, porque no había nada normal en su comportamiento y eso nunca había significado un problema para él, nadie que no supiera de sus actividades nocturnas sospecharían que no era un conde, esposo y naturalista modelo. ¿Pero es que acaso podía decirle algo? ¿Podía obligarlo a dormir? ¿Podía decirle que estando a su lado no tendría de que preocuparse? Ella no sabía cómo entrar en su cabeza, no lograba comprenderlo del todo y por eso no quería presionarlo. Sabía que en algún momento Iker sentiría la confianza suficiente como para revelarle todos sus secretos, después de todo Ailim sabía que él no tenía problemas en dormir cuando pasaba las noches en la casa de Rafe. Era como si de alguna forma pudiera sentirse tranquilo en la casa de su amigo y no en la suya propia. Eso sólo podía significar una cosa, Iker aún no confiaba lo suficiente en ella.

—¿Iniciaste una pelea y perdiste? —Supo que al no obtener una respuesta directa, lo mejor sería atacarlo por distintos flancos.

—No.

—¿Era más de uno?

—Dos.

—¿Tenían armas? —Por lo que Iker le había contado, cuando ella le dijo que estar rondando por las calles en la madrugada era peligroso, él sabía zafarse de casi cualquier peligro. Lo único que lo detenía a pensar eran las armas, porque nadie podía ser más rápido que una bala ya disparada.

—Sí. —Ailim ahogó las ganas de gritar. ¿Es que acaso él no veía lo que le provocaban sus respuestas? El simple hecho de saber que lo habían amenazado con armas, le helaba la sangre en las venas. Y ella lo había sabido, ella había presentido un peligro y él por supuesto que no le hizo caso. Suspiró, ya no tenía caso pensar en ello.

—¿Por qué simplemente no les diste tu dinero?

En ese instante Iker clavó sus ojos en ella y pudo notar la chispa de molestia que centellaba en su mirar.

—Porque no querían mi dinero —masculló con la voz en un susurro velado—. Querían darme una paliza, ¿de acuerdo?

—¿Por qué? ¿A quién molestaste?

—No es tu problema. —Esa respuesta la exasperó y Ailim se olvidó de la idea de no presionarlo.

—¡Por supuesto que es mi problema! —exclamó, sintiendo la necesidad de imponerse. Él soltó un suspiro y volvió a darle la espalda, dirigiéndose hacia la puerta como si su presencia le diera lo mismo. Ailim lo tomó por el brazo para detenerlo—. Te estoy hablando.

—Ya he oído suficiente.

—¡Pues yo no! —Lo volvió con algo de brusquedad—. Dime qué demonios ocurrió. ¿Por qué te atacaron? ¿Qué fue lo que hiciste? —Él chasqueó la lengua, desasiéndose de su amarre—. ¿Fuiste por Reginal? ¿Él te hizo eso?

—Por Dios, ese viejo no llegaría a tocarme —respondió altivo. Claramente ofendido por la simple idea de que Reginal, lo dejara en ese estado.

—¿Entonces quién? —Iker dio un paso hacia atrás, el mismo que ella avanzó—. ¡Iker, dime!

—No, déjame en paz.

—No te dejaré en paz. ¡Eres mi esposo! —Eso pareció confundirlo un segundo, el tiempo suficiente para que Ailim lo tomara por las manos evitando que se le escapase—. Por favor dime lo que te ocurrió.

—Un paso en falso —dijo, haciendo que ella se perdiera por completo—. Pero no volverá a ocurrir, sé lo que debo hacer y no permitiré que me alcancen nuevamente.

—¿Quiénes?

—No importa. —Ailim sacudió la cabeza, exasperada, y lo escrutó con los ojos como platos. Él acababa de tomar una decisión en la que claramente, su opinión ni siquiera estaba considerada.

—No quiero más palabras al azar. ¡Dime lo que está ocurriendo! ¿Qué fue lo que hiciste?

Iker sonrió de medio lado.

—Aún nada, pero pronto... —No continuó hablando, sino que con un fugaz ademan le apartó un mechón de cabello que caía sobre sus ojos. Ailim dio un paso hacia atrás, sin comprender la emoción que embargaba la mirada de su esposo. No lucía como el mismo, parecía estar maquinando una maléfica respuesta a quien fuese lo había atacado. No la miraba a ella, miraba más allá y eso la asustó.

—Basta de hacer eso —le pidió con la voz quebrada, él finalmente pareció reparar en su presencia—. Ya deja de ponerte en peligro, sea lo que sea, no quiero que lo hagas.

El gesto de su esposo pasó de sorprendido a molesto en un parpadeo.

—Ya te dije que esto no es tu problema.

—¡Claro que lo es! ¿Por qué ignoras el hecho de que estamos juntos en esto? Estamos casados, no puedes seguir tomando las decisiones por los dos...

—Soy el hombre de la casa, por lo tanto mi deber es cuidar de...

—¡No estás cuidando de nadie aquí!—gritó ella, comiéndose el resto de sus palabras—. ¿Es que acaso no lo ves? ¡Lo único que haces es alejarte de mí! No estás haciendo esto por nosotros, lo haces por ti. Porque aún te hiere el orgullo que nunca obtuviste una respuesta honesta de tu padre...

—Cierra la boca, tú qué sabes...

—Entiendo que estés molesto, entiendo que quisieras saber el porque. ¡Pero ya basta! Jonathan murió, Iker, nada de lo que hagas lo hará regresar. Y nada de lo que hagas ahora, te dará una respuesta... tal vez tu familia te rechazó. Pero mírame... —Alzó las manos con impotencia—. Yo soy tu familia ahora.

Él mantuvo los ojos fijos en ella y con paso vacilante Ailim se acercó hasta tomarlo del rostro.

—No tienes porque seguir buscando, no tienes porque seguir luchando.

—Sí, tengo que —respondió él en un susurro de voz.

Ella agitó la cabeza en una negación, mientras sentía como una leve gota salada resbalaba por su mejilla hasta perderse en sus labios.

—Claro que no, tenemos todo lo que necesitamos. ¿Por qué te niegas a ser feliz?

—Nunca tendré lo que quiero hasta verlo muerto. —Ella cerró los ojos con impotencia tratando de ocultar su dolor, esa no era la respuesta que esperaba.

—Todo esto te está consumiendo, Iker, has planteado tu vida alrededor de una venganza. Pero hay mucho más, estoy yo, está Gaby, incluso Rafe y Ari... —Se obligó a callar, antes de revelar más de la cuenta. Había tanto que quería compartir con él, pero sabía que ese no era el momento indicado. Le acarició lentamente la mejilla—. Olvida todo eso, déjalo ir. —Bajó su mano hasta posicionarla sobre su corazón, deseando que su esposo tuviera en cuenta sus palabras. Estaba harta de permanecer a un lado expectante, como si no formara parte de su vida. Pero era tiempo de poner un alto a todo eso, necesitaba de él. Pues estaba asustada, no sabía cómo llevar acabo lo que le ocurría y le atemorizaba que Iker decidiera no compartir aquello con ella—. Por favor, ya no sigas por ese camino... tal vez ellos pierden la vida pero tú estas perdiendo mucho más.

Necesitaba ser capaz de cerrar los ojos y no tener que pensar que él estaría en algún lugar arriesgando su vida, ella necesitaba saber que eran un equipo.

—No sabes de lo que hablas.

—Claro que sí —exigió ya sin poder contener el temblor en su voz—. Porque lo siento día a día, como te estás apagando... —Tal y como se apagó su reclamo, cuando él le devolvió una fulminante mirada.

—Te equivocas, Ailim —dijo suavemente, pero ella pudo sentir cierta rigidez en esa aseveración—. Hace mucho tiempo que me he consumido por completo. Lo único que me da algo de paz es saber que puedo acabar con todos ellos. Matar es lo único que me apacigua... ¿no lo ves, Ailim? Soy un asesino, encuentro paz al quitar vidas, ese es mi momento de felicidad máximo y lo siento por un tiempo tan pequeño, tan... tan pequeño. —Sonrió con sorna, ella se llevó una temblorosa mano a la boca sin poder evitarlo—. ¿Tú? ¿Gaby? ¿Eso qué tiene que ver? Ustedes sólo son mis impedimentos... yo... —Se silenció sacudiendo la cabeza—. Aunque tengo que admitir que el casarme contigo tuvo sus ventajas. Nunca había visto a Reginal más cabreado pero no fue suficiente, él no hizo nada... pensé que se resistiría, que finalmente me retaría o intentaría atacarme a traición. Pero tú no le importabas a tal punto, perderse la oportunidad de arrástrate a su cama no fue algo que le robara el sueño.

Ella jadeó, sintiendo sus ojos abnegarse de lágrimas.

—¿Qué...? —susurró con la voz atenazada por la frustración. No lograba comprender lo que oía, o el porqué de la mirada que recibía de ese hombre que decía ser su esposo.

—No te preocupes, eso no quiere decir que no seas una buena esposa. —Le sonrió como si con ese gesto intentara apaciguarla—. Además de que te lo debía después de todo, la primera vez te fallé y esta era una excelente oportunidad para resarcirme.

—¿Me lo debías? —Aún no lograba conectar esas palabras o ningunas de las otras para el caso, pero quedarse callada hubiera sido darle más de lo que él merecía.

—Bueno... —Él se detuvo al captar su expresión, como si repentinamente hubiese reparado en lo que decía—. No digo que haya sido... una mala decisión, no me arrepiento ni nada.

—¿No? —le preguntó con cierto grado de ironía, Iker frunció el ceño e intentó tomarla de las manos, pero Ailim se apartó como si le quemaran.

—Ailim, nunca planeé tener una esposa...

—Pero dada las circunstancias, pensaste que sería útil.

—No lo dije de esa forma —replicó él dando un paso adelante—. Sólo que... te había fallado y no podía seguir en deuda contigo. Tú impedirías que...

—¡Ya no sigas! —Lo detuvo alzando una mano delante de su rostro—. Comprendo completamente —espetó, obligando a sus pulmones a coger aire antes de pronunciar sus siguientes palabras—: Considera tu deuda saldada. —Y con eso se dio la vuelta, incapaz de seguir mirando esos malditos ojos, a ese maldito hombre ni un segundo más.

Las lágrimas pugnaban por brotar en cualquier momento, pero ella se dijo que no podía darse el lujo de mostrarse lastimada. Iker había sido honesto, por primera vez le había dado las verdaderas razones por las cuales se había casado con ella. Una deuda, las palabras se repetían en su mente conforme buscaba la maldita escalera, la vista la tenía nublada por el caudal que estaba conteniendo y aun así no se detuvo.

—Ailim. —El susurro de su voz la alarmó, pero ya era demasiado tarde, Iker la había atrapado.

—Déjame, Iker. ¿No vez que intento no ser un impedimento? —Pero él no la soltó, sino que se limitó a mirarla con los ojos en finas líneas.

—Yo no...

—¡Déjame!

—¡Ya basta, no fue lo que quise decir! No me arrepiento de tenerlos a mi lado, sólo de...

—¡No quiero oírte! —lo cortó ella, alzando su voz por sobre la de él. Iker la asió por los hombros, obligándola a mirarlo—. ¡Todo está más que claro! Ya no me debes nada, gracias a ti tengo una casa, dinero y mi hermana está a salvo. —Repentinamente, el recuerdo de las palabras de Reginal centellaron en su mente para terminar de consumirla en su miseria. « Comprendo la razón que lo llevó a gastar tanto dinero, un hombre jamás dudaría en pagar una fortuna por una mujer como tú. Estoy seguro que sabes cómo devolverle esa cortesía.»—. Espero al menos haberte pagado cada penique que gastaste en mí.

—¿Qué? Ailim, ¿qué estás diciendo? —Ella se sacudió para que la liberara y él por primera vez captó la indirecta.

Lo miró un segundo entero, incapaz de decir nada. ¿Por qué había pensado en algún momento que le importaría realmente? Iker lo había confesado, ella representó una buena inversión y por eso la compró. La compró para fastidiar a Reginal, sólo como un medio para su fin. Lo único que le importaba a él era acabar con los asesinos de Jonathan, no ella, no Gaby, ni la familia que podrían formar, sólo deseaba concretar su venganza, sin importar a cuántas personas tuviese que llevarse por delante en el proceso.

—Ya no importa —murmuró y a pesar del dolor que atenazaba su corazón, logró esbozar una vacilante sonrisa—. Gracias por todo lo que ha hecho por mí, milord.

—Espera... —Le presionó una mano para detenerla en su lugar, ella lo miró a regañadientes y no pudo evitar estremecerse frente a esos suplicantes ojos. Pocas veces Iker exigía su atención con tanto ahínco y por un segundo se permitió guardar esperanzas. No sabía porque, pero se negaba a creer que él no sintiera absolutamente nada por ella—. No quiero que piense que...

—¡¡Milord!! —Ambos volvieron la vista hacia el pasillo, por donde cruzaba un agitado lacayo. Ella oyó el quedo gruñido que soltó Iker.

—¿Qué ocurre? —instó sin apartar la vista de sus ojos.

Ailim aún aguardaba escuchar algo que la hiciera creer que poseía siquiera un pequeño lugar dentro de ese matrimonio. ¿Acaso su opinión contaba de algo? ¿O Iker siempre haría lo que su conciencia le dictase? Después de todo, si ella sólo representaba un modo de provocar a Reginal, a él ni debería importarle lo que podría llegar a pensar.

—Lo buscan, dicen que es urgente.

—Despacha a quien sea —espetó sin mirar al hombre, ella casi sonríe. Al menos le importaba lo suficiente como para ofrecerle una explicación.

—Es su hermano —replicó el lacayo y Ailim fue demasiado consciente del momento en que Iker le soltó la mano. Le ofreció una mirada de disculpa, pero ella tan sólo presionó la boca para no gritar. Sabía lo que Will representaba para él y también sabía que podía hacer que su hermano aguardara. ¿Cuántas veces lo había despachado sin más?

—Sólo dame un minuto, veré lo que quiere y...

—No te molestes —lo interrumpió, fingiendo indiferencia—. Ve y atiéndelo.

Iker pareció pensárselo un instante.

—¿Me esperarás?

—¿A dónde más podría ir? —le contestó y en esa ocasión, dejó reflejar en su tono lo mucho que la estaba lastimando.

—Ailim...

—Vete, está claro el lugar en que me pones... —No respondió, por lo que ella supo que no sabía cómo negar sus palabras—. Pero descuida, pagaste por tener una esposa y yo voy a cumplir con mi parte.

—Lo que dices...

—Lo que digo, es que cuando lo decidas me tendrás a tu disposición. Tal y como debe ser, pero no me exijas nada más. —Entonces se dio la vuelta prácticamente corriendo hacia las escaleras.

—Ailim.

—¡Iker!

Ella detuvo sus pies al momento en que alcanzó el rellano, la voz ofuscada del marqués la hizo volverse en redondo. Iker se encontraba unos escalones más abajo y en ese momento, también observaba a William.

—¿Qué pasa? —inquirió su esposo, devolviéndole la atención a su hermano.

—Es Abi —respondió él y Ailim se vio obligada a patear su dolor a un lado, al ver lo abrumado que lucía su cuñado. ¿Qué pasaba con Abi?—. Se marchó...—continuó Will, sin apartar la vista de Iker—. Yo... no sé... no puedo encontrarla.

Por un segundo sintió que se le cortaba la respiración, nada tenía sentido, simplemente se había quedado catatónica.

—Necesito tu ayuda —añadió Will, mientras Ailim luchaba por comprender lo que ocurría. Sintió la presión de una mirada y se vio obligada a apartar los ojos de Will, para responderle el escrutinio a su esposo. Él sacudió la cabeza lentamente y ella hizo ademan de bajar a su lado, pero Iker apartó la vista y sin darle tiempo a reaccionar tomó a su hermano del brazo para jalarlo hacia la salida. Ailim permaneció estática viendo el espacio que él ocupaba minutos antes, viendo como se repetía una y otra vez en su mente, la imagen de su esposo en retirada.

Iker no regresó, tanto él como William desaparecieron en aquella noche de invierno. Su esposo le envió un claro mensaje con esa acción, lo que ella pensara o quisiera debería aguardar. No importaba si lo amaba o no, porque ella no formaba parte de lista de prioridades de Iker. Si bien estaba preocupada por Abi, en ese momento se permitió ser egoísta, pues deseó por un instante ser ella lo más importante para su esposo. Aunque le doliera en lo más profundo del alma, también deseó no haber cometido el estúpido error de permitirse amarlo. Y en su rostro aparecieron las primeras señales de desazón, las lágrimas rodaron una tras otra por sus mejillas, mientras estúpidamente permanecía en el rellano abrazándose a sí misma y aguardando porque regresara. Sólo quería importarle, ya ni siquiera exigiría su amor, simplemente que no desechara el suyo como si fuese descartable. Porque evidentemente se había equivocado al esperar algo más de él. Después de todo ella sólo era un impedimento, así como lo sería el pequeño bebé que llevaba en su vientre.

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Pues así estamos, seguro que ya se dieron cuenta que este es el momento en que Abi vuelve al futuro en la otra historia. Bueno, si no se dieron cuenta ahora lo saben xD Y seguro que también se acuerdan que les he advertido sobre Iker desde el inicio, no pueden decir que entraron a ciegas. 

Se los quiere, gente, gracias por al aguante. Saludos ^^

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