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Entrando en el juego

¿Quién estaba pidiendo un nuevo cap? Bueno, acá estamos. No tengo mucho que decir, más que gracias por pasarse. Me sorprende que haya tanta gente con ganas de leer esta historia, la verdad tendría que haberla subido antes xDD Que disfruten el cap :D

Capítulo XXI: Entrando en el juego

—¿Qué ocurre?

—Nada.

—¿Y por qué te detienes? —Iker soltó una leve risilla y ella no supo cómo interpretar eso. No era común que alguien se quedara repentinamente quieto sobre su pecho ¿verdad?

—Placer —murmuró después de unos segundos, relajando la cabeza justo encima de su corazón.

—De haber sabido que eras tan fácil de complacer... —Pero no logró finalizar su frase, pues él se incorporó de forma abrupta para silenciarla con un beso arrebatador.

—Pequeña rusa impertinente —la reprendió, mordiendo delicadamente su labio inferior—. Estoy pensando.

Ella frunció el ceño y lo tomó por el cabello para obligarlo a mirarla.

—Iker si tú no sabes cómo hacer esto, estamos en serios aprietos. —Su esposo sonrió frente a su broma, para luego sacudir la cabeza en una vehemente negación.

—No es eso... si sé... —masculló como el típico hombre que se ve herido en su orgullo masculino. Pero más allá de los chistes, Ailim pensaba que algo realmente lo estaba refrenando o molestando y ella quería saber que le ocurría.

—¿Entonces en qué piensas? —lo presionó a sabiendas que sacarle una respuesta concreta, le costaría una buena dosis de paciencia. Y como de costumbre Iker reaccionó tal y como ella lo esperaba, encogiendo un hombro y ocultando el rostro con la excusa de besar su cuello. Ailim puso los ojos en blanco y volvió a jalarlo del cabello para sacarlo de su madriguera.

—Eso duele —se quejó con exageración, mientras en represaría le jalaba a ella un mechón también.

—Dime lo que piensas.

—¿Dime por qué estamos hablando en un momento como este? —replicó su esposo escapándose por la tangente. Ella lo empujó hasta alejarlo de su cuerpo, él rezongó dejándose caer finalmente a su lado y soltando un suspiro de derrota—.Tan sólo pensaba la mejor forma de sacar esto adelante, sin usar las manos.

Ailim lo miró de soslayo —mientras Iker fijaba la vista en el cielo raso, tan absorto como si estuviese intentando contar las grietas en la pintura—, sin creerse lo que acababa de oír. Ella aguardó con paciencia a que él le devolviera la mirada, pero esto nunca pasó.

—Aw...

—¿Qué? —Iker se volvió con el ceño fruncido. Ella le sonrió.

—Nada... —Soltó una leve risilla—. Sólo que me parece muy dulce —admitió sutilmente, maravillándose del gesto desdeñoso que se dibujo en su rostro.

—No digas esas cosas. —Se pasó las manos por los brazos en un fugaz ademan—. Me da escalofríos.

De ser posible Ailim rió aún más fuerte y sin poder evitarlo, giró sobre sí misma hasta lograr que su esposo quedara debajo de su cuerpo.

—Permíteme que yo use las manos —pidió, encontrando aquellas palabras casi más liberadoras que cualquier otra acción.

Iker se limitó a responderle con un leve asentimiento y eso fue todo lo que ella necesitó. Pues sus manos repentinamente, parecieron ser guiadas por una fuerza invisible que sabía a la perfección dónde demorar la caricia y dónde hacerla incluso más fugaz que el paso de un soplido. Ailim se encargó de detallar con su sentido más sensible cada parte fuerte y suave del pecho de su esposo. Tenía unas leves marcas enrojecidas que descendían hasta su abdomen, y ella incitada por la curiosidad se inclinó para trazar con su lengua un tibio sendero curativo. Iker echó la cabeza hacia atrás y como si intentara buscar detener sus propias manos, se sostuvo del cabezal de la cama murmurando cosas por lo bajo.

Ella no quiso saber qué era lo que se decía a sí mismo, pues en ese instante se encontraba descubriendo un sabor completamente nuevo y embriagador. Su viaje se vio súbitamente interrumpido por la cintura de las calzas que marcaban una frontera que ella no estaba lista para cruzar por sí sola. Ailim se mordió el labio inferior, elevando la mirada hasta el rostro de Iker y él le devolvió un guiño, casi como si pudiera adivinar su pedido sin necesidad de expresarlo en voz alta. Él soltó su mano derecha del cabezal y se la tendió con docilidad, Ailim se lo pensó sólo un segundo antes de dejar caer la suya dentro de su palma. Iker presionó sus dedos con suavidad, para luego guiar ambas manos hasta la pretina de sus calzas. Ailim dio una brusca inspiración, pero no se atrevió a apartarse y le permitió que él la ayudara a desabotonar los tres botones que ahora se apretaban contra su tacto. Su mano tembló sin que pudiera evitarlo y él empujó muy levemente sus caderas, para que ella lo sintiera en verdad.

—No tengas miedo —musitó aún con su mano izquierda aferrada al cabezal—. Sácame las botas.

Ella asintió deslizándose hasta los pies de la cama, para poder tirar de sus botas. Al menos en esa ocasión fue capaz de no rodar al piso como una tonta. Y al regresar de rodillas a su lado, él le envió una sonrisa juguetona.

—¿Ahora? —le preguntó, sintiéndose algo insegura arrodillada frente a él sólo vistiendo su camisola.

—Sácame las calzas. —Ailim abrió los ojos como platos, pero al ver que Iker llevaba su mano libre hacia el cabezal nuevamente, supo que eso iba a tener que hacerlo por sí sola.

Volvió a colocarse a la altura de sus caderas, observando con fijeza aquella hilera de botones sueltos que ahora dejaban ver la ropa interior de su esposo. Sabía que para sacar eso adelante debía ser capaz de verlo desnudo, no era tan tonta como para no saber cómo funcionaba a partir de entonces. Dejando ir suspiro tembloroso, colocó ambas manos a los lados de sus calzas y jaló de la ropa con un movimiento decidido. Y luego se enfrentó a sus ropas más íntimas, a las cuales les dispensó el mismo trato sin detenerse a darle dobles pensamientos. Iker rió con suavidad al verla desnudarlo casi evitando tocarlo más de lo necesario, pero ella estaba demasiado ensimismada mirándolo a él como para reparar en ello.

No podía decir que jamás hubiese visto a un hombre completamente desnudo, pero esto era muy diferente. Allí aferrado al cabezal de la cama con sus músculos abdominales tensos y los brazos fuertes extendidos, Iker parecía un sacrificio listo para ser tomado y parecía un sacrificio más que satisfecho.

—Ailim. —Levantó la mirada ante su llamado, ganándose una petulante sonrisa por su parte—. Ven aquí.

Asintió algo cohibida, mientras estiraba su mano para dejarse jalar por él sobre su pecho. El fuego quemaba sus mejillas, sabiendo que su esposo estaba desnudo debajo de ella, que su cuerpo se apretaba contra el suyo y que ella de algún modo elemental quería poder rozar su piel también.

Se dejó presionar contra la firmeza de su pecho por un largo segundo y en algún momento su esposo se olvidó de aquella teoría de no usar las manos. Pues con premeditada lentitud, la tomó firmemente por la barbilla guiando su boca hasta la suya para demandar un beso. Y desde ese instante en adelante todo comenzó a ponerse algo borroso para ella, sentía los labios de Iker presionando los suyos, su lengua abriéndola a su pericia y su mano bajando con suavidad por su costado, hasta terminar su viaje sobre la curvatura de su trasero. Sentía todo eso, pero no sentía que estuviese mal, no sentía que tuviera que poner un alto a su caricia, su caricia se sentía bien y su beso demasiado embriagador como para apartarse a respirar. En ese segundo ella decidió refrenar cualquier recuerdo malicioso que intentara quebrantar su resolución, estaba con Iker y nada malo le ocurriría, no a su lado.

Lo besó como si de alguna forma pudiera recuperar aquel gustillo tan particular que la enardecía. Y tal como lo esperaba, lo halló en lo más profundo de su boca; allí donde la aguardaban sus más tibios y húmedos recovecos. Era tal la sensación de tener a ese hombre bajo su cuerpo, que ignoró el momento en que él le deslizó la camisola que la cubría hasta dejarla completamente expuesta y vulnerable. El escalofrío que recorrió su espalda la abstrajo de su ensueño y al notarse desnuda se incorporó, llevándose ambas manos hacia los pechos, consciente de su repentina timidez.

—Yo...

—No, preciosa... sin miedo, ni vergüenzas —la silenció él, tomándola suavemente por las muñecas y guiando sus manos hacia abajo.

Ailim lo observó con los ojos brillando de emoción, expectativa e incluso algo de temor. Pasó saliva con rigidez al notar que Iker se incorporaba lo suficiente para soplar un beso a su pezón izquierdo. Ella contuvo un suspiro, sintiendo como su lengua la rozaba casi de un modo imperceptible, sintiendo el filo de sus dientes rasgando la piel sensible con el único propósito de enloquecerla. Él se sostuvo de sus caderas, para luego repetir aquella misma suplicante tortura a su otro pecho. Ailim no lo soportó mucho tiempo y con una de sus manos lo aprisionó para que se dejara de sutilezas tan encarnizadamente lentas. Y por supuesto que Iker supo comprender su suplica silenciosa, mordió parte de su cuerpo con completo abandono mientras que sus manos se mantenían ancladas a sus caderas. Su boca surcó caminos invisibles, bajando y subiendo por su cuello con pereza y una vez más se sació de la delicadeza de sus pechos.

—Iker... —gimió sin saber exactamente qué era lo que le exigía.

Aun así el calor que sentía levarse desde su interior a cada recóndita parte de su cuerpo, debía de ser apagado de alguna forma. Ailim se sentía arder, necesitaba una liberación de la cual no tenía idea pero sus más elementales instintos la condicionaban a buscarla. Sentada a horcajadas sobre sus caderas comenzó a marcar su propio ritmo, y posando las manos sobre sus hombros lo empujó hacia abajo con unos deseos irrefrenables de tomar sus labios e intentar de una vez aplacar esas sensaciones. Y así lo hizo, el roce de sus pechos desnudos parecía como un punto infranqueable entre ellos dos, aun así la necesidad de estar más cerca ganaba la disputa. Repentinamente Iker la tomó por la cintura y en un sólo movimiento cambio sus posiciones, instándola con una fugaz caricia a abrirse para él.

Ailim supo el momento exacto en donde ya no había marcha atrás y a pesar de que su esposo había limitado el contacto, en ese instante se permitió un rápido recorrido de su mano por su pierna. Ailim respingó al sentir como él buscaba acoplarse a su cuerpo y no pudo evitar volver el rostro al encontrarse atrapada debajo suyo. Iker detuvo de forma abrupta el ascenso de su caricia y la observó fijamente, con una sola pregunta en sus ojos intensamente verdes. Ailim intentó controlar su respiración, la cual parecía haberse disparado tras ese súbito intercambio de miradas.

—¿Ailim? —Ella presionó los ojos con fuerza al oír su voz y con suavidad le acarició el rostro, como si pudiera de esa forma ahuyentar a los fantasmas que amenazaban echar a perder su recién alcanzada calma.

—Estoy bien —susurró para ambos, pero Iker no se movió y ella se vio en la obligación de abrir los ojos y ofrecerle una convincente mirada—. No te detengas —le dijo con una tenue sonrisa, él hizo una mueca no muy convencido de sus palabras y descendió lentamente para plantarle un beso delicado.

Luego de ese suave contacto, Iker mantuvo la boca pegada a la de ella sin emitir ningún sonido. Ailim desplegó los labios en una sutil invitación y él presionó la lengua contra la entrada de su boca, dejando una tibia estela de humedad que ella no pudo evitar degustar por sí misma. Él rió al notar que ella perseguía su rastro, hasta que en algún instante ambos se perdieron en la totalidad del juego. Fue en ese momento en que Ailim sintió una leve incomodidad entre sus piernas y mientras se concentraba en atrapar la lengua de su esposo, él encontró la manera de abrirse camino a su interior. Su cuerpo se puso en tensión por un breve instante, sin poder del todo acostumbrarse a la nueva sensación que la instaba a ceder y acoplarse a su esposo. Iker parecía más concentrado en besarla de ciento de maneras desconocidas que en otra cosa, por lo que de alguna forma Ailim lograba escaparse momentáneamente del dolor y sólo podía enfocarse en sus labios, los cuales le exigían que le devolviera el beso.

No supo cuándo él se apartó lo suficiente para sonreírle y profundizar aquel punto en que ambos cuerpos se fundían, ni tampoco cuándo sus movimientos pasaron de ser leves roces a algo mucho más intenso. Pero no le importó tampoco, pues de un momento a otro se encontró a sí misma arqueando sus propias caderas en busca de aquella fricción que entre los dos causaban. Y por un segundo la sensación de demanda la embriago, de la misma forma que parecía haber tomado a su esposo. Iker se perdió en su interior entre jadeos, mientras que ella intentaba en vano aplacar los gemidos que surgían incesantemente de su garganta. Hundió el rostro en su cuello, al sentir como algo desde su interior luchaba por abrirse pasó y arrasar hasta con su último resquicio de cordura. Y tras un último embiste del cuerpo fuerte de su esposo, el corazón pareció palpitarle en los oídos y ella sin poder evitarlo lo aprisionó más cerca de sí, para luego dejarse ir en un viaje hasta ese momento jamás transitado.

***

Iker se dejó caer suavemente a su lado y con uno de sus brazos, la rodeó por la cintura atrayéndola hacia el calor que manaba de su cuerpo.

—En un momento enciendo el fuego —murmuró él en tono aletargado.

Ailim frunció el ceño sin recordar en qué instante el fuego se había extinguido. O para el caso, cuándo todas las velas de la habitación se apagaron. Giró la cabeza observando en distintas direcciones y tuvo que sentarse en la cama, al notar el caos que se había desatado en la habitación.

—¿Qué demonios...? —musitó incapaz de terminar su propia pregunta.

—No sé muy bien. Con tu último grito las ventanas y las puertas se abrieron de un bandazo... ¿acaso no lo notaste? —Ella lo miró de soslayo, sintiendo en sus palabras ese tonillo burlesco un tanto exasperante—. Voy a checar el resto de las puertas...

Iker se levantó entonces, cubriéndose la mitad del cuerpo con la sábana y salió por la puerta que tal y como él había dicho, se encontraba abierta de par en par. Más allá oyó el murmullo de voces y tras unos minutos de ausencia, su esposo regresó a la habitación portando en su rostro una flamante sonrisa.

—¿Qué? —inquirió ella contrariada por su expresión.

—¡Todas las puertas y ventanas de la casa! ¿Te lo puedes creer? —instó con los ojos brillando al igual que los de un pequeño frente a un enorme regalo. Ailim se cubrió el rostro con ambas manos y se dejó caer hacia atrás, intentando de alguna forma aplacar las crecientes holeadas de vergüenza—. ¡Eso es estupendo! —decía él mientras volvía a meterse en la cama—. No solo fuego, sino también aire. —Sintió sus manos jalándola para descubrirle el rostro—. ¿Cómo lo haces?

—No sé... —murmuró ella, quejica. No le agradaba en lo más mínimo perder el control de su propio cuerpo, pero al parecer las emociones fuertes le causaban un pequeño enloquecimiento a sus poderes. Si continuaba así, terminaría por convertir al rey en sapo y ella ni siquiera se enteraría de su pequeño acto—. Iker esto esta mal.

—¿Bromeas? —Se abalanzó sobre ella para comerle la boca a besos—. Esto no tiene precedentes... —Ailim puso los ojos en blanco, nunca comprendería la manera en que trabajaba su cerebro o si trabajaba siquiera—. Sí, muy posiblemente has traumado a los niños de por vida... pero de...

—¡Yo no hice tal cosa! —exclamó interrumpiéndolo a media frase, él soltó una sonora carcajada y ella lo empujó cuando intentó besarla nuevamente.

—Mi Dios, cariño, tal vez hasta pensaron que te estaba matando.

—¡¡Iker!! —Lo golpeó, pero él se escabulló hábilmente hacia la otra esquina de la cama.

—Tus gritos alertaron a la guardia nacional... —espetó, encogiéndose de hombros con inocencia. Ella lo fulminó con la mirada y tomando lo que más cerca tenía, le arrojó un cojín impactándole a la parte posterior de su cabeza.

—Yo no grité —masculló con los dientes fuertemente presionados.

—Claro que sí, lo recuerdo muy bien. —Ailim se puso de rodillas en la cama y se lanzó en su dirección para cubrirle su enrome boca. Iker cayó de espaldas en el colchón, riéndose de ella y apretándola entre sus brazos en el proceso. Ailim se inclinó para morderlo a modo de poder liberarse, pero sólo causó que sus risas fuesen aún más fuertes—. Decías algo como: ¡Oh Iker! ¡Amm! ¡Umm! ¡No te detengas!

Ella abrió la boca conteniendo el aliento al oír la imitación que hacía de su propia voz y sin poder pensárselo, le descargó un fuerte golpe en el pecho completamente indignada. Iker la abrazó con fuerza pero Ailim ya no estaba de juego, lo miró enfurruñada antes de cruzarse de brazos y mascullar una profunda maldición.

—Eh... venga no te enfades.

—Suéltame —pidió con la voz en una tajante advertencia. Iker no hizo caso de su tono y la apretó aún con mayor determinación, hasta lograr acorralarla entre la cama y su cuerpo.

—Vamos, cielo, sólo estaba bromeando —dijo de modo conciliador, pero sin perder esa sonrisita de suficiencia. Ailim le volvió el rostro, manteniendo su pose indignada y él comenzó a murmurarle disculpas al oído, mientras que con su mano le hacía cosquillas en el vientre—. Bueno, tendré que ser más persuasivo. —Y tras decir esas palabras, Iker descendió abruptamente hasta que ella logró alcanzarlo y detenerlo a escasos centímetros de su parte más íntima.

—¡Iker!

—¿Qué?

—Regresa... —bramó jalándolo de donde podía, pero él no parecía muy entusiasmado con la idea de volver arriba.

—Pero quiero ganarme tu perdón.

—Ya te lo ganaste —le apuntó, observando desde lo alto aquellos ojitos verdes que centellaban con malicia frente a la posibilidad de romper las reglas. Ailim le mantuvo la mirada fijamente, no podía exigirle tanto en una sola noche. Necesitaba mucho más que un encuentro íntimo, para mostrarse tan vulnerable.

—Bien —accedió él con un pequeño gesto de derrota—. Pero tarde o temprano te investigaré por completo, no habrá parte de tu cuerpo que yo no haya saboreado... mordido... o...

—¡Suficiente! —Lo detuvo alzando las manos en el aire—. No... no necesito que me des los detalles —espetó con todo el pudor de una dama, él sonrió para luego volver a acurrucarse a su lado con completa desenvoltura.

—Ailim es cuestión de tiempo para que aprendas que conmigo no necesitas callar ninguno de tus pensamientos.

—Me doy cuenta —musitó irónica. Él se puso de lado, descansando la cabeza sobre una de sus manos mientras que con su índice marcaba un camino por su cuello, hasta terminar por surcar suaves círculos sobre su pecho. Ailim se mordió el labio, incapaz de refrenar los escalofríos placenteros que despertaban esas cadenciosas caricias. Y ya sin poder contenerse soltó un leve gemido, antes de atraer a su esposo por la nuca y acallar cualquier sonido contra sus sensuales labios.

***

—Esto es una completa pérdida de tiempo —masculló entre dientes, mientras cambiaba con incomodidad de posición para tener una vista más amplia del lugar.

—Pues disculpa, no sabía que algo más importante reclamaba tu presencia.

Iker presionó los ojos en finas líneas, antes de dirigirle una caustica miradita a Sofía.

—Son las doce de la noche, mi cama reclama mi presencia —señaló con tono arrogante, recibiendo a cambio una incrédula exhalación.

—¿Desde cuando? ¿No será que tu mujercita te reclama? —Él se limitó a sonreírle con sorna a modo de respuesta, y una vez más concentró su atención en la abarrotada clientela del bar. Sofía lo había mandado a llamar en cuanto obtuvo "de fuentes fiables", algo de información útil. Pero hasta el momento el invitado de honor, quien debía llegar a las diez, seguía sin presentarse.

—Está claro que no va a aparecerse —comentó con desgana, analizando la posibilidad de emprender el regreso a la casa, seguramente Ailim seguiría despierta y aguardándolo. Y aunque podría sonar un tanto apresurado, Iker tenía unas ganas irrefrenables de tomar a su mujer entre sus brazos como la noche anterior, perderse en sus besos y dejarse saciar por sus sublimes caricias.

—...crees? —Iker sacudió la cabeza obligándose a salir de su estupor, Sofía lo observaba con el ceño fruncido y un claro gesto de impaciencia—. No es suficiente que te estés quejando por todo, ahora también ni siquiera me pondrás atención.

—Te estaba escuchando —se excusó aunque no de forma muy creíble.

—¿Al menos tuviste el detalle de leer lo que Rafe envió? —¿Era su impresión o esta mujer cada día parecía más soberbia? Se encogió de hombros, ofreciéndole una tentadora media sonrisa. Sofía soltó un bufido frente a su actuación—. ¡Por Dios, Iker! ¿Es que acaso ya no quieres hacer esto?

—¡Claro que sí! —exclamó por encima del murmullo general. Sofía se cruzó de brazos logrando que su pecho rebozara altivamente por sobre su canesú. Iker extendió una mano para acariciarle la cintura y con una suave ademan, la atrajo lentamente hacia él—. Venga, no te pongas en ese plan —susurró junto a su oído, en tanto que su mano vagaba por su espalda en una tranquilizadora caricia—. No tienes que preocuparte, todo sigue tal y como lo hemos pactado.

Ella se mordió el labio antes de mirarlo con renuencia.

—Pienso que lo único que te interesa ahora es ella.

Iker soltó una leve risilla, plantando un beso en su tráquea de modo persuasivo.

—No digas bobadas —la acalló con su ya tan común tono de burla. Sofía lo apartó deliberadamente, para clavar sus ojos dorados sobre los suyos.

—Actúas diferente y puede que intentes mentirte a ti mismo, pero a mí no me engañas. —Frente a esa aseveración él le liberó por completo.

—Como digas, lo que pienses me tiene sin cuidados —prorrumpió ya harto de esa conversación, Sofía lo tomó bruscamente por la barbilla obligándolo a devolverle la mirada.

—¡Eres un idiota! —Iker sacudió la cabeza, intentando escapar de su amarre pero ella se mantuvo firme—. Solo un estúpido como tú echaría todo a perder por una zorrita que te aburrirá en dos semanas. ¿Qué es lo interesante, Iker? ¿Su inexperiencia? ¿Su inocencia? —instó irónica—. Todo eso se irá en menos de un parpadeo y luego estarás deseando algo nuevo, sé como eres...

—No.

—Ni creas que me vendrás a convencer con tus palabritas bien ensayadas. Cuando se te pase la calentura por esa niña, regresa y hablaremos como adultos.

Sofía se dio la vuelta para salir majestuosamente del salón, Iker presionó las manos en puños antes de ir detrás de ella. La alcanzó en el pasillo de camino a su habitación y la detuvo por un brazo un poco más brusco de lo que había pretendido.

—Nada cambio, ¿estoy aquí o no?

Sofía sonrió con aspereza.

—Estás aquí, pero ¿cuándo fue la última vez que publicaste un artículo? ¿Cómo llevaremos acabo esto si tú no cumples con tu parte?

Iker masculló una maldición, asiéndola por el rostro para mirarla con firmeza.

—Te dije que me encargaría. Ailim sólo es un medio para el mismo fin, no tienes de que preocuparte, cumpliré mi promesa. —Ella no pareció muy convencida de sus palabras, pero en un instante rozó con la yema de sus dedos la comisura de sus labios e Iker no pudo evitar sonreír frente a esa brecha de comprensión que se hacía presente.

—¿No la amas? —instó tomándolo con la guardia baja. Él abrió la boca para responder, pero en un principio la frase adecuada no salió de su boca. Ella soltó una risa sin un ápice de humor—. Me lo temía... cariño mío, el amor no es algo diseñado para personas como nosotros.

—Yo no... —Pero Sofía lo silenció, cubriendo sus labios con una de sus pequeñas manos delicadas.

—No digas nada, no lo niegues o me lo confirmes. Tengo un acuerdo contigo, el cual espero que respetes. Si la niña esa va a ser un impedimento entre nosotros, pues entonces decide qué es más importante para ti, ese ridículo chiste que tienes por matrimonio o cumplir con tu palabra.

Él retrocedió casi imperceptiblemente.

—No entiendes, ella no tiene nada que ver, voy a seguir adelante con o sin su consentimiento. Nadie va a poner límites a mi venganza, ni mi esposa, ni tú, ni siquiera la promesa de una muerte casi segura —espetó resuelto, aunque por un instante la idea de ocultarle la verdadera razón de su matrimonio lo hizo vacilar.

Sabía que Ailim no pondría pegas en esa cuestión, pues no tenía ni siquiera que saber algo al respecto, y de hacerlo él no tenía porque dar explicaciones. Era su decisión después de todo, si se había casado con ella fue para menguar esa sensación de estarle en deuda. Pero no es como si en algún momento le hubiese prometido eterna entrega. Iker tenía un plan y lo mantendría firmemente, aunque eso significara perderla a ella en el proceso.

Una joven embutida en un corsé rojo con cintas negras, se acercó corriendo hacia Sofía para murmurarle unas palabras al oído. Iker la miró expectante, cuando ella le dedicó una sonrisa cómplice.

—Está aquí —anunció entrelazando un brazo al de él para guiarlo nuevamente al salón—. Está solo y deseoso de perder dinero.

Una sonrisa lobuna surcó sus labios, en ese momento cada parte racional de su mente se desentendió de su cuerpo. Era tiempo de ponerse manos a la obra; con un tanteo rápido verificó la presencia de su florín al costado derecho de su cuerpo, mientras que sus instintos de cazador le indicaban hacia donde debía buscar a su presa. Y en una mesa de juego lo divisó. De un sólo trago Iker se bebió el brandy que le ofrecía su amiga para darle confianza, y plantándose a un lado de los anfitriones del encuentro pidió de un lugar en el juego. Necesitó mirarlo por sólo un segundo antes de que en sus ojos apareciera el brillo del reconocimiento, Iker le ofreció un saludo con la cabeza a modo de dejar implícita la invitación a una nueva partida. Y en ese momento las cartas fueron puestas en la mesa.

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Dos pasos adelante y diez atrás, no? Recuerden que yo les dije cómo es Iker, no se olviden que todas fueron advertidas desde el principio jaja Espero les haya gustado ^^ 

pd: Quienes hayan leído Cameron Brüner, se darán cuenta que antes era un poco más tímida para hacer escenas de sexo si comparan ambas historias. Y ya con Cameron perdí todo el pudor jajaja


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