Doce Rosas
Creo que le prometí a alguien un capítulo nuevo para hoy, así que acá estoy cumpliendo mis promesas como siempre jaja Bueno... como casi siempre ;) En fin, este cap es para ir armando algunas cosas de cara al futuro de la historia, espero les guste.
Capítulo XVI: Doce Rosas
Brighton, Inglaterra
Febrero 1765.
Querida, Ailim:
Las noticias que me envías son por demás alentadoras, Dios sabe que en este lugar necesito sentir que no todo lo que hice fue un error. Jamás podría vivir en paz conmigo misma, sabiendo que sólo te sigo causando malestares. Aunque aún no comprendo cómo puedes estar tan cómoda en su ausencia, espero realmente que ustedes puedan ponerse de acuerdo y hablar como adultos. Dudo mucho que Iker no te aprecie, es un tanto extraño pero le importas, podría jurarlo.
Ahora bien, con respecto a la duda que me has pedido te ayudara a dilucidar. Me temo que mis avances no han sido tan fructíferos, Lord Seinfeld es el hombre más obtuso con el que he tenido la desgracia de tratar. He intentado sacar el tema que a ti te interesa conocer, pero él me evade con bromas y siento que siempre se está burlando de mí a mis espaldas (¡Y también cara a cara!) es insoportable. Pero creo que tratar con él, es mi castigo por haberte obligado a contraer matrimonio ¿verdad? Niégalo, maldita zorra.
Bien por lo poco que pudo decirme, en sus cortos periodos de lucidez mental. Fue que al parecer tanto Nathan, como Iker y él fueron designados al regimiento de infantería ligera 26°. Dijo que Nathan Corbil era uno de los oficiales de mayor rango, en tanto que Iker y él eran; comandante y sargento respectivamente. El trabajo de tu esposo consistía en buscar los caminos seguros, para poder avanzar sobre los lugares que estaban en poder de los indios o de los franceses (Rafe uso el termino "rastreador"). Al ser él un naturalista, no había sido específicamente llamado para luchar, sino simplemente para hacer de guía y notificar sobre la flora y la fauna de las tierras que se adquirían bajo el nombre de la corona. Durante ese viaje a las Américas, Iker escribió el primer libro que luego dedicó a su alteza, sobre las aves en las colonias. Según Seinfeld, Corbil murió en combate tras una emboscada que terminó por reducir su regimiento de cientos, a solo catorce sobrevivientes. Entre ellos tú esposo, el mismo Rafe e incluso ese manipulador ayuda de cámara que tiene Iker trabajando en su casa. Lo lamento, Ailim, pero no pude averiguar cómo murió Corbil exactamente, pero seguiré intentando y a la primera noticia que tenga no perderé tiempo en escribirte. Espero que tú me informes si haces algún avance en esta investigación, a decir verdad comienza a emocionarme esto de descubrir un misterio.
Envíale todo mi amor a Ari, dile que pronto estaremos juntas. No puedo más que agradecerte todo lo que estás haciendo por mí, hermana, las amo y las echo mucho, mucho de menos.
Ivanush Breed.
Ailim dejó caer el papel sobre su cama, la respuesta de su hermana finalmente había llegado, pero no era específicamente lo que esperaba. Afortunadamente Ivanush había descubierto algo, pero una parte no parecía cuadrar. Iker le había dicho a ella que Nathan había muerto luego de que él mismo lo asesinase, mientras que Rafe adjudicaba la muerte de su amigo a una tragedia que no pudieron evitar. Una emboscada, eso decía. ¿Cuál era la verdad? ¿Acaso Iker y Rafe habían acordado mentir al respecto? ¿Por qué contarían historias distintas? A ella no le había parecido que Iker le estuviese mintiendo, a pesar de la frialdad en su mirada, sin duda alguna por un instante le había parecido dolido. Quizás arrepentido. Pero si Nathan había sido amigo de ambos, ¿por qué Rafe ocultaría la verdadera razón de su muerte? Podría ser que fuese más leal a Iker o podría ser que Rafe, también hubiese estado de acuerdo en eliminar al jefe de sus tropas. Ailim soltó un resoplido, eran demasiadas interrogantes, demasiados puntos ciegos. Cansada de pensar en el asunto se dignó a salir de su habitación, en toda la mañana no había visto a Iker. Luego de que la noche anterior lo dejara atado en su alcoba, ella no supo más de él. En varias ocasiones tuvo que reprimir el impulso de cruzar la puerta divisoria y ver cómo se encontraba. Ella creía firmemente que él se merecía ese pequeño castigo, pero por si acaso sería mejor evitarlo ese día.
Pero la suerte no estaba de su lado, tras pensar que él había prescindido del desayuno como normalmente hacía. Ailim tuvo la enorme "fortuna" de toparse con su esposo sentado a la mesa, con el periódico en una mano y una tostada en la otra. Ella intentó retroceder antes de que él la viese, pero fue inútil, Iker pareció sentirla antes de escucharla siquiera. Alzó sus fulminantes ojos verdes en su dirección por una milésima de segundo, y ella supo que estaba en problemas.
—Buenos días —musitó ya entrada en el juego. De nada valía echarse a correr en dirección opuesta, lo mejor sería afrontar todo de una buena vez.
—Pediré tu desayuno, Ailim. —Al volver su rostro notó que en el otro extremo se encontraba Gaby, también con su comida a medio acabar.
—Gracias eres muy amable. —Y cuando el muchacho desapareció por la puerta hacia la cocina, un incómodo silencio se situó entre ella y su esposo. Repentinamente Ailim se imaginó un abismo en donde se encontraba la mesa y por extraño que pareciera, ella tenía el impulso de inclinarse para poder ver mejor su desgracia—. ¿Dormiste bien? —Le preguntó con el simple propósito de provocarlo, no sabía qué le ocurría esa mañana pero por alguna razón quería y sabía que no debía sucumbir a las causticas miradas de Iker.
Él bufó en respuesta sin despegarle los ojos de encima a la página que leía, Ailim sonrió. Notó como Iker bamboleaba en sus manos la taza, la tostada y el periódico con el propósito de no verla directamente; ella pensó este comportamiento un tanto exagerado. Bueno, sí, lo había dejado atado toda la noche, pero eso no amedrentaría a su esposo ¿o si? Una pequeña duda hizo ademan de contradecirla, quizás lo había ofendido con su inocente broma. ¿Sería por eso que no la miraba o no respondía a su provocación? Un feo sentimiento se situó en su pecho, ella no quería que él se sintiera menospreciado. Había una línea muy fina, entre jugar uno con el otro y ofenderse verdaderamente. ¿La había cruzado? ¿Acaso debía disculparse? Iker no era la clase de persona que se retiraba de un enfrentamiento, Ailim estaba preparada para que él alzara el guante y le respondiera. Pero, ¿qué ocurría si él decidía dejar las cosas como estaban? Después de todo Iker había querido blandir la bandera blanca, él había querido ayudarla y ella había abusado de esa libertad.
La duda y la culpa comenzaron a asomar sus horribles rostros, lo miró fijamente intentando encontrar algún signo de burla. Pero Iker estaba tan absorto en su lectura, que no parecía reparar en su presencia en lo absoluto. «Oh Señor, ¿qué había hecho?» Eso por dejarse llevar por un impulso, seguramente había perdido la oportunidad de obtener algo de amabilidad por su parte. Iker no era de esos que se mostraran vulnerables o solícitos, y cuando finalmente decidía enseñar ese rostro ella lo humilla. ¡Qué terrible error! ¿La perdonaría o simplemente ignoraría sus palabras? Bueno, no perdía nada con intentarlo. Tal vez si le prometía no volver a jugar con esas cosas, él lograría entenderlo.
—Iker... —Él continuó leyendo como si nada, Ailim pasó saliva pesadamente—. Yo... lamento lo de anoche... no debí...
Entonces su esposo descubrió su rostro lentamente, Ailim vislumbró sus ojos y mientras el periódico seguía descendiendo, ella fue consciente de lo muy estúpida que era.
—Cinco minutos, fue todo lo que te aguantaste. —Él reía, ¡se reía de ella!
Una vez más la estaba humillando, la había hecho que se disculpara cuando no había cometido ninguna falta. Iker le había devuelto el ataque apelando a su corazón y a sus sentimientos. Eso era bajo, no, peor que bajo... era... era...
—¡Eres un maldito hijo de p...! —Ailim se vio obligada a tragarse sus palabras, al notar como Gaby ingresaba al comedor con una bandeja en las manos y una mirada interrogante.
No podría soportar desayunar en la misma mesa que ese idiota, amablemente le agradeció a Gaby y con paso majestuoso, ella y su desayuno salieron de ese lugar. La leve risilla de Iker la acompañó por todo el trayecto, recordándole que nunca jamás debía bajar la guardia en su presencia. Ese hombre acababa de declararle la guerra.
***
Pasó la mayor parte de la tarde leyendo artículos en la biblioteca, no sabía muy bien cómo responder a Iker, pero lo haría de eso no le cabía duda.
—Tía... —Ailim alzó la cabeza de entre los cientos de papeles que revisaba, notando que en el umbral se encontraba Ari observándola fijamente—. Iker dice si quieres acompañarnos en el invernadero. —Con la duda escrita en el rostro, se puso de pie para seguir a la niña que ni aguardó por su confirmación.
¿También había invernadero? ¿Dónde? La respuesta no se hizo esperar, tras seguir a Ari por un estrecho pasillo por el cual ella nunca antes había transitado, terminaron de pie junto a un puerta de madera tan común como las del resto de la casa. Ailim aún no recorría cada parte pues intentaba no descubrir cuánto le faltaba por remodelar. Pero para su sorpresa, al ingresar en ese nuevo lugar se encontró con un ambiente que nunca se hubiese imaginado perteneciese a su esposo.
El invernadero era una estructura metálica que se elevaba hasta formar una cúpula no muy ostentosa, el cristal en las paredes permitía apreciar en su totalidad el cielo de la tarde. Las gotitas sobre la superficie transpirada, le daba un toque mágico. La luz chocaba con el agua, creando pequeños destellos de colores. Era hermoso y a la vez un tanto solitario. Parecía que de cierta forma ese pedazo de naturaleza, se encontraba ajeno al mundo ajetreado, ruidoso y sucio de Londres. Había una indiscutible atmosfera de humedad y un calor casi agobiante, pero todo eso era fácil de ignorar frente a la vista que proporcionaban las incontables especies de plantas en su interior. Ailim observó en todas direcciones, maravillada por las tonalidades verdes, amarillas, rojas y tantas otras que se extendían orgullosas sobre las largas mesas. Era simplemente revitalizante, tanta vida encerrada en un solo lugar. Si el jardín de Iker la había dejado anonadada, el invernadero era una experiencia más allá de lo explicable.
Avanzó detrás de Ari por el camino de ladrillos, sin poder quitarle la vista a las cosas que la rodeaban, algunas hojas colgaban con abandono desde sus asentamientos y ella las rozaba con las manos para apreciar sus texturas. En un momento la niña se detuvo y Ailim a regañadientes se obligó a cerrar la boca y poner atención. Iker sentado en un banco de granito frente a una mesa, la observaba divertido.
—Me alegro que hayas decidido acompañarnos —murmuró él en tanto que la niña tomaba asiento a su lado y prontamente hundía sus manitos en una maseta llena de tierra. Ailim enarcó una ceja, no sabía que a su sobrina le gustaran esa clase de cosas.
—¿Qué hacen? —instó paseando con la mirada por la mesa en la que ellos trabajaban. Del otro lado en el piso, se encontraba Gaby escarbando con una pala de mano la tierra del suelo y obligando a Dublín a escalar por el hoyo.
—Trasplantamos rosas —respondió Ari ensimismada en su tarea.
—Esta mañana recibí estas rosas blancas y le pedí a Ari ayuda para trasladarlas a unas masetas más grandes.
Ailim reparó entonces en el atuendo que cubría tanto a la niña como a su esposo, ambos lucían unos delantales verdes y tenían las manos bastante enlodadas. Iker con un cuchillo, le realizaba cortes a un tallo lleno de espinas y en un instante le dirigió una nueva sonrisita. Se veía extraño, diferente, quizás relajado. Sí, eso era. Él parecía completamente en sintonía con el ambiente, tenía gotitas de sudor en la frente, llevaba la camisa remangada dejando a la vista aquellas dichosas pulseras y su semblante parecía haber perdido esa constante tensión.
—¿Quieres ayudarnos? —inquirió sacándola de sus cavilaciones.
Ailim asintió, momentáneamente olvidando su pequeña disputa. Tomó el delantal que él le ofrecía y al pasar junto a Gaby el niño le dirigió una mirada interrogante.
—¿Tú no vas a plantar? —le preguntó, al notar que el muchacho parecía más interesado en jugar con el hurón que en las plantas.
—Plantar rosas es cosa de niñas —espetó él con firmeza. Al instante sintió como su esposo se volvía en su asiento, para dirigirle una fulminante mirada.
—No digas boberías, mocoso, las plantas... cualquieras sean, son muy importantes para todo ser viviente. Es necesario que en el mundo existan flores. —Iker regresó la atención a su tallo, parecía estar reflexionando en voz alta y ya ni siquiera lucía interesado en dar su explicación—. Nadie les da la importancia que merecen —continuó casi por inercia.
Los tres se le quedaron mirando sorprendidos por sus palabras, entonces él pareció reparar repentinamente en ellos y les expuso una pícara sonrisa.
—Además... no hay cosa que conquiste el corazón de una mujer, como una hermosa rosa. —La miró con el desafío escrito en los ojos, Ailim frunció el ceño.
Iker ya volvía a ser el mismo, por un instante hasta había parecido un adulto hablando de las plantas con tanta pasión. Pero los momentos de su esposo eran escasos, no le gustaba mostrarse tal y como era, ella se dio cuenta de eso en ese instante. Iker prefería que todos pensaran que no tenía intereses, pero incluso él se había traicionado por un segundo. Aún mantenía esas fuertes convicciones de la infancia, respetaba tanto la naturaleza que llegaba a dar ternura esa devoción.
—¿Las rosas conquistan a las mujeres? —instó Gaby reparando tardíamente en las palabras del conde. Iker asintió resuelto, Ailim soltó un bufido de incredulidad.
—Las rosas son muy bonitas y pueden ser un lindo detalle, pero no te asegurar el corazón de nadie. Sólo tú puedes conquistar a una mujer, mostrándole que te mereces su amor —le dijo al niño y éste frunció el ceño dubitativo, seguramente pensando que la técnica de Iker era mucho más sencilla que la que ella le ofrecía.
—Con doce rosas ganarás a cualquiera —contraatacó su esposo, retándola a responderle el golpe. Ella presionó los ojos en finas líneas, pero no se dejó amilanar.
—No confíes en eso, si la persona no lo merece ni todas las rosas del mundo lo lograrían. —Ailim ya ni siquiera miraba a Gaby, su vista estaba firme en enfrentar la burlona sonrisa de Iker.
—Te apuesto lo que quieras, a que puedo confirmar lo que digo.
Ella sonrió con sorna y con un leve asentimiento accedió a esa demanda. Sabía lo que Iker le estaba proponiendo y no estaba dispuesta a dar un paso atrás.
—¿Con doce rosas? —Soltó un risilla irónica—. Me encantaría ver eso.
Él le correspondió el gesto y se puso de pie, caminando a paso sopesado hasta detenerse por completo delante de ella.
—Tenemos un trato, cariño —le susurró inclinándose ligeramente para que sólo ella lo oyera. Ailim se estremeció casi imperceptiblemente, el calor de ese lugar parecía haberse concentrado repentinamente en sus mejillas—. ¿Por qué no van a pedir que nos sirvan el té en el solárium? —Él se apartó tan rápido como antes la había avasallado, los niños lo miraron y enseguida comenzaron a asentir conformes con su plan.
—Bien... vayan. —Ailim se dio la vuelta para seguirlos, pero entonces una mano en su antebrazo la detuvo en medio de su retirada—. Ven conmigo.
Y ella lo siguió en silencio. Abriéndose paso por entre las plantas y las enormes hojas, Iker avanzó a las profundidades del invernadero hasta terminar el recorrido en un pequeño claro iluminado por varias velas.
—¿Qué pasa? —le preguntó un tanto nerviosa por estar allí a solas con él. Después de todo, Iker podía seguir molesto por lo que le había hecho la noche anterior aunque él se las había cobrado esa misma mañana.
—Te quiero enseñar algo —musitó como si nada. Entonces la empujó ligeramente por la cintura, hasta que Ailim quedó de pie frente a una mesa que exponía hileras de rosas de diversos colores. Ella contuvo el aliento, eran maravillosas. Sin siquiera proponérselo, se vio a sí misma acariciando los pétalos blancos, rojos y amarillos, quería tomar un buen montón y llevárselas a su habitación para decorar cada esquina—. ¿Te gustan?
—Son hermosas —respondió con honestidad.
Iker la observaba pero ella por un segundo se vio abstraída por una belleza completamente nueva. Le gustaban las flores, siempre las había amado, pero nunca había podido tener más que un jardincito simple y sin gracia. En cambio en ese lugar, se podía tener lo que uno desease. El clima que producía el invernadero, era el ideal para cultivar todo tipo de exóticas flores.
—Ven, dame tu mano. —En algún momento Iker había recogido una de las tantas flores que debía trasplantar y en ese instante se la estaba dando. Ella la tomó algo vacilante—. Vamos a darle un nuevo hogar —dijo en tanto que apartaba una maseta limpia y llenaba su base de tierra.
—Ponle un poco de agua, para humedecer el cepellón... será más fácil de sacar y las raíces no se quebraran. —Ailim siguió sus instrucciones sin decir mucho, ella sabía algunas cosas básicas pero era evidente que Iker llevaba tiempo en la práctica—. Ahueca un poco esto —le señaló, mientras le entregaba otra maseta.
Por un largo rato ellos se mantuvieron trabajando en silencio, trasplantaban las flores sin necesidad de darse indicaciones. Y ella se encontró sonriendo en más de una ocasión, cuando sus manos se encontraban en el interior de las masetas, cuando Iker le apartaba casualmente el cabello que se caía sobre sus ojos. Era extraño estar en paz con él, pero a Ailim le gustó la idea de que algo así fuese posible.
—¿En dónde estuviste en toda la semana? —Las palabras se habían precipitado de sus labios, casi en un exabrupto.
Esa duda la había estado atormentando el día y por qué no, la semana completa. Pero sabía que si le preguntaba, él se guardaría el derecho a responder. Iker no parecía comprender que siendo marido y mujer, lo mínimo que se debían era un poco de honestidad. ¿Y qué si él le respondía con la verdad? A ella le asustaba eso, pues entre todas sus teorías la idea de que Iker hubiese ido a ver a alguna mujer, había aparecido en más de una ocasión. ¿Podría ser posible?
—Aquí y allá —respondió finalmente y tal como ella se lo había estado esperando, su esposo había evadido la pregunta con esa poca sutileza suya.
—¿Dónde específicamente? —Lo presionó con la clara intención de obtener algo más que sólo medias confesiones. Iker se giró levemente para mirarla con fijeza, por un instante lució confundido pero la emoción que cruzó por sus ojos fue fugaz.
—¿Por qué? ¿Desconfías de mí?—le espetó casi en broma.
Ailim dejó a un lado la flor con la que estaba trabajando, pues repentinamente sentía las manos demasiado pesadas como para manipular algo tan delicado.
—¿Tendría?
Se observaron en silencio por un largo rato, Ailim comenzó a sentir la densidad del ambiente cada vez más difícil de manejar. La respiración se le había vuelto casi superficial, por más que intentaba llenar sus pulmones estos se encontraban momentáneamente colapsados. Iker le mantuvo la mirada sin inmutarse, pero de un segundo a otro chasqueó la lengua y soltando una risa hueca, se apartó de la mesa en la que llevaban los últimos minutos juntos.
—Has lo que te venga en gana, yo no tengo porque darte explicaciones. —Se soltó el delantal, dándole la espalda mientras hablaba. Ailim sintió como un nuevo sentimiento de decepción la invadía, ¿es que acaso nunca lograría conectar con él?
—¿Te vas? —le preguntó al verlo dirigirse inexorablemente hacia la salida, era una pregunta estúpida pero ella no había podido refrenarse.
—Sí, esto comienza a aburrirme. —Le dirigió una mirada que ella no supo comprender y luego se perdió tras una densa cortina de hojas.
Ailim bajo la vista al piso y sacudiendo la cabeza, terminó por resignar aquella parte de su corazón que intentaba comprenderlo. No tenía caso, Iker era una contradicción y ella no tenía la fuerza mental para manejar a alguien como él. Debía dejar de intentarlo, después de todo era como tratar de nadar en contra de la corriente. Agotador e inútil.
***
Era muy entrada en la noche, pero a él poco le importó perderse la cena. Había recibido una nota por demás importante esa tarde y debía atender esos asuntos antes de dejarse estar. Afortunadamente había logrado que Sofía lo atendiera rápidamente y en ese momento estaba listo para regresar a su casa, no sabía con qué propósito. Quizás y hasta le pediría a Ailim que lo acompañara un rato mientras esperaba el amanecer.
—¡Iker! —El sonido de su nombre rompió en la tranquilidad de la noche. Él se volteó sobre su hombro, notando como desde un carruaje un rostro se asomaba con la mortecina luz de una bujía iluminando tenuemente sus rasgos—. Sube —le indicó su hermano, abriendo la puerta en el proceso.
Iker, no muy convencido, optó por brincar al interior caliente y suave del carruaje. Las calles estaban húmedas y sucias, no había nada de malo en darse un pequeño gusto ¿verdad? William lo observó con sus penetrantes ojos negros e Iker se puso tenso al instante, le recordaba tanto a su padre que a veces eso lo perturbaba.
—¿A dónde vas? —pidió saber, buscando llenar el vacío.
—Al White's. —El club de caballeros que frecuentaba su hermano era de corresponsales lustres y sólo los hombres con títulos que podían rastrearse hasta la mismísima línea de los Plantagenet[1], tenían la dignidad de perder el conocimiento en ese sitio. A él no le agradaba mucho, por eso prefería la rusticidad del Rummer, allí asistían personas simples y servían excelentes comidas—. Acompáñame y tomaremos una copa.
En palabras de William eso significaba: "ven a verme como me embriago". Pues Iker no bebía, en tanto que su hermano era capaz de vaciarse una vitrina completa y aun así mantenerse en pie. Tenía una buena resistencia, pero él pensaba que sólo lo hacía como una forma de aplacar todas sus dolencias o acallar su conciencia. Fuese una u otra la razón, la verdad era que no le importaba tanto como para preguntárselo. Su hermano era el típico hombre víctima de las circunstancias. Iker sabía que William no era una mala persona, pero las cosas malas parecían perseguirlo. Había tenido una esposa traicionera, un amigo igual de hijo de perra y un "posible" heredero muerto. Sí, sin lugar a dudas Will no era el más afortunado de la familia. Pero los antecedentes de los Warenne nunca habían sido del todo positivos.
—¿Cómo está tu esposa?
Iker lo miró con una ceja enarcada.
—Bien —respondió cortante. William posó la vista en la ventana un instante, para luego arrastrarla de forma más decidida en su dirección.
—No es un bonito lugar para estar caminando a estas horas. —Entonces su hermano lo había notado, por un momento él había esperado que Will no reparara en el sitio de donde lo había levantado.
Pero fiel a su personalidad poco entrometida, utilizó comentarios indirectos para de cierta forma preguntarle, ¿qué rayos hacía en un prostíbulo? Iker se sintió ligeramente molesto, que su mujer se lo insinuara esa tarde había sido irritante, pero ahora que también su hermano pusiera en tela de juicio su lealtad era demasiado. ¿Acaso tenía escrito en la frente libidinoso? ¿Un hombre no podía caminar por callejones oscuros, sin estar buscándose una puta?
—¿Insinúas algo? —lo increpó firmemente, William agitó la cabeza en una tenue negación—. Que tu mujer haya sido una arrastrada, no significa que todos tengamos una moral tan laxa.
En esa ocasión los ojos de William centellaron con un claro gesto de incomodidad, Iker sabía que lo había golpeado por lo bajo. Pero le era inevitable, siempre que podía atacaba, así lo habían educado. Ni siquiera cuando el enemigo estaba en el piso retorciéndose, uno debía darle la espalda. Sino que como un buen soldado, siempre hay que asegurarse de dejarlo fuera de combate y rogando misericordia. Sabía que si presionaba un poco por el lado de Marian, William desistiría de sus estúpidos interrogatorios. Y tal como lo había previsto fue como ocurrió, su hermano dejó de lado la conversación y se limitó a observar ausente por la ventana.
Iker no se lamentó, no sintió pena ni nada. Él le había advertido antes y William había decidido ignorarlo, al final de cuentas no era su culpa que fuese un idiota de mente cerrada. Lo malo era que el buen corazón de su hermano, lo hacía presa fácil para las mujeres interesadas y traicioneras. Tal vez ese fue el primer motivo por el cual comenzó a pensar que la nueva fijación de Will tan sólo le traería problemas, y el sobre que tenía en su bolsillo sólo había ayudado a confirmar esas dudas. Por mera curiosidad había hecho algunas averiguaciones en la aduana. No le había gustado mucho descubrir que la señorita Abi Fletcher, era menos que un ente ficticio. Todas las mentiras que le había dicho a su hermano, eran fácilmente desentrañables si se sabía cómo buscar y él era un experto en rastrear cualquier cosa. Sobre todo mentirosos.
Así que estaba dispuesto a hacer un último acto de bondad y le diría a William que se anduviera con cuidado, pero sabía que era muy posible que su hermano hiciera todo lo contrario. Así era su familia con él, hacía años que lo ignoraban, de esa forma era más fácil tener que afrontar su parentesco.
***
Tras pasar dos horas viendo como su hermano ahogaba sus penas en brandy, Iker logró regresar a su casa finalmente. Todo estaba en silencio y en completa oscuridad, tal y como a él le gustaba que estuviese su casa. Recorrió la estancia como muchas noches había hecho, pensando cuánto le habría gustado permanecer junto al río, pero las continuas insinuaciones a su falta de carácter comenzaban a fastidiarlo. Si permanecía toda la noche fuera, Ailim se haría una idea equivocada otra vez. Aburrido, decidió subir a su habitación y echar una leída a un nuevo artículo de un colega escocés. Pero se cansó luego de las cinco primeras líneas, esa noche no estaba para hundirse en el arduo trabajo de la cultivación de nabos. ¿Además por qué alguien querría cultivar nabos? Eran horrorosos.
Su vista viajó casi por inercia hacia la puerta de conexión, en todo el tiempo que había estado allí no había oído ningún sonido provenir de la habitación de su esposa. Eso sólo podía significar que dormía. Se encogió de hombros y antes de poder pensarlo dos veces ya se encontraba cruzando el umbral de su cuarto. Efectivamente ella estaba sumida en un profundo sueño, Iker vaciló un instante antes de acercarse pero luego simplemente se recostó a su lado con completa naturalidad. Ailim no reparó en su presencia, sino que continuó abrazada a su almohada como una niña pequeña. Iker se posicionó sobre su codo para poder admirarla con mayor tranquilidad y luego un recuerdo golpeó su mente de súbito.
Se incorporó con cuidado para no despertarla y tras trajinar unos momento en su propia alcoba, regresó nuevamente a su lado. Ella no había variado su posición y en sus labios se podía ver el esbozo de una tenue sonrisa de tranquilidad. Con una rosa en su mano, Iker comenzó a rozarle las mejillas pétalo por pétalo. Ailim hizo una muequita, pero continuó en su sueño completamente ajena al mundo exterior. Él delineó con la flor los contornos de su rostro y tuvo que ahogar una risa, cuando ella movió una mano para apartarlo. Rozó sus labios y Ailim le correspondió entreabriéndolos de manera demasiado insinuante.
Bien, se dijo internamente, ese juego ya se estaba volviendo peligroso para su sanidad mental. Apartó la rosa, pero ella aún parecía estar invitándolo con esos sonrosados labios, medio húmedos y por demás irresistibles. Iker dejó ir un sonoro suspiro e hizo ademan de levantarse; suficiente de torturas, mejor regresaba a su cuarto y la dejaba dormir. Pero entonces Ailim lo detuvo con una sola palabra.
—Iker... —La miró algo sorprendido, ¿acaso se había despertado?
No hubo ni un solo movimiento, su respiración no había variado y sus ojos seguían tan cerrados como antes. Ella seguía soñando, reflexionó para sus adentros mientras una pequeña sonrisa tiraba de la comisura de sus labios. Ella estaba soñando con él y por la expresión de su rostro tranquilo, no parecía ser algo feo. Se inclinó un poco para plantar un inocente beso en sus labios, pero entonces Ailim murmuró su nombre contra su boca y al instante en que él pensó en retirarse, ella lo detuvo por la solapa del chaleco. Y a decir verdad Iker no hizo mucho por resistirse a su demanda después de eso.
Oh, oh, esto auguraba otra noche sin dormir para él.
***
La tibieza de su lengua recorría su boca con avidez, Ailim sintió que podría robarle sus secretos más oscuros con ese simple beso. Lo deseaba y no tuvo reparos en demostrárselo. «Oh, Iker, ¿por qué no podías ser siempre así?» Ella entrelazó sus manos alrededor de su nuca, apresándolo junto a su cuerpo. Sabía que estaba soñando, pero Dios, era el sueño más maravilloso del mundo. Entonces él comenzó a apartarse, Ailim quiso decirle que aguardara que estaba dispuesta a lo que sea. Pero las palabras no salieron de su boca, Iker le sonrió con amabilidad. Ailim gimió molesta no quería que se terminara, aunque lentamente sentía que dejaba ese letargo tan satisfactorio, para ser prontamente llevada una vez más a la vigilia.
Sus labios suaves, su cuerpo fuerte, su aroma enloquecedor ya no estaban. Ailim se sintió estúpida y extrañamente decepcionada, no había sido real. Pues no podía lograr que Iker se dignara a sincerarse con ella y eso parecía ser su eterno yugo. Soltando un suspiro ahuecó la almohada y se volteó en la otra dirección, dispuesta a retomar su sueño. Al menos allí tenía el placer de saborearlo a gusto. Entonces algo a su lado captó su atención, sobre la funda blanca de un almohadón descansaba inocentemente una hermosa rosa roja. Ailim la tomó algo confundida y no pudo evitar que sus ojos viajaran a la puerta de conexión. ¿Él había estado allí? La duda se clavó en su mente y el recuerdo del beso centelló frente a sus ojos abiertos, tal vez... no, imposible. Sonrió de medio lado, antes de darle un besito a su rosa y volverse a dormir.
[1] La Casa de Plantagenet fue la dinastía reinante en Inglaterra entre 1154 y 1399.
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Me sorprende que ya estemos a la mitad de la historia, es decir, en mi archivo ya vamos por la mitad! Qué loco, no parece tanto y pienso que falta tanto más xDD Bueno, siempre es un gusto ver que más personas se suman a la historia y espero que sigan disfrutando de ella :D
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