Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cuando acaba el placer

Sé que los hice esperar, pero tienen que entender que esta semana fue una mierda. No tuve luz durante dos días, tuve que estudiar al dulce calor de las velas y en mi vida a oscuras le di varias patadas a los costados del sillón. Así que por piedad, no me maten por la espera... hago lo que puedo con lo que tengo y los capítulos los tengo que revisar tranquila para darles algo que valga la pena ser leído. 

En fin, les dejo un cap largo con el que van a poder contrastar cosas con Pide un deseo, esto es lo que no se vio aquella vez xDD 

Capítulo XVIII: Cuando acaba el placer

—Te ves tan tenso...—Y se sentía tenso, exhausto y muchas otras cosas más que ni siquiera valía la pena mencionar—. ¿Hace cuánto que no duermes una noche completa?

Iker se encogió de hombros frente a esa pregunta, pues en su deseo de parecer un hombre respetable hasta se había olvidado de dormir.

—No importa, ¿tienes lo que envió Rafe?

Unas manos juguetearon por su pecho entreabriendo la camisa en el proceso, él sentado en el sofá ni se inmutó por esa dócil caricia.

—Sí, por supuesto —respondió ella, casi luciendo ofendida por su repentino cambio de tema. Iker la miró expectante y Sofía le regaló una sonrisita pícara, la cual parecía invitarlo mucho más que sus sugerentes caricias.

—Bueno, dámelo —dijo, haciendo ademan de ponerse de pie. Ella ignoró con elegancia su sutil movimiento, aprovechando su posición para arrellanarse mejor sobre su regazo.

—¿Así me lo pides? —lo increpó, frunciendo sus exuberantes labios en un puchero más que ensayado.

Iker no se sentía para juegos, a decir verdad estaba corriendo con poco tiempo y Sofía se estaba arriesgando demasiado a pedirle cualquier tipo de cortesía en ese instante.

—Venga, Sofía, tengo que irme ya. Dame la información. —Ella sacudió la cabeza en una negación, para luego tomarlo por el cabello con innecesaria fuerza y jalar de su rostro hacia arriba, alejando su mirada de su pronunciado escote. Él casi sonríe al verse descubierto en su fechoría, aunque el movimiento le había dolido más de lo que estaría dispuesto a admitir—. No —murmuró a modo de advertencia.

La puta no le hizo el mínimo caso y antes de que pudiera albergar siquiera la idea de replicar, se vio silenciado por sus deliciosos y conocedores labios rojos. Iker presionó las manos en la carne de sus caderas con algo de rabia y con un empellón la tiró lejos de sus piernas.

—¡He dicho que no!

Sofía lo observó desde el piso con un gesto entre ofendido y realmente cabreado. Algo que a Iker lo traía sin cuidados, la verdad sea dicha.

—Ya veo como será esto —musitó ella en tanto que se ponía de pie y con majestuosidad se dejaba caer sobre el edredón negro, algo desgastado por el uso, de la cama—. Serás de esos maridos fieles. —Soltó una leve carcajada encendiendo un cigarrillo y bamboleándolo con desinterés entre sus esbeltos dedos.

Iker presionó los ojos en finas líneas, sintiendo que el camino que estaba tomando la conversación simplemente empeoraría antes de mostrar mejoría alguna. Se levantó con tranquilidad de la butaca que había estado ocupando y fue a yacer a un lado de ella en el colchón. Sofía le extendió el cigarro y él por mera cortesía le dio algunas caladas, aunque vagamente fue consciente de su sabor. Suspiró tras cruzar sus piernas a la altura de los tobillos y fijar la vista en la pintura descascarada del cielo raso.

—No es eso, sólo que no tengo tiempo últimamente.

—No tienes tiempo para mí —le espetó sin vacilar—, porque por lo que oí últimamente hasta tienes tiempo para tu familia. —Ella se giró ligeramente en su dirección y lo observó desde su posición sentada con un gesto que no admitía replica.

—Mi hermana se va a presentar en la temporada, ¿qué quieres que haga? No puedo sólo ignorarla. —Aunque a decir verdad sí podía y quería, pero había ciertas cuestiones que debía manejar y eso no podía hacerlo a la distancia. Si deseaba ganarse un punto con Ailim, lo mejor sería vigilar que su hermano no estuviese cayéndose de amor por la americana. Eso para Iker era un hecho, estaba dispuesto a ganar en ese juego, aún cuando tuviera que fastidiar a su hermano o a Sofía en el proceso.

—¿Qué es lo que te hace ella? —instó repentinamente e Iker supo al instante que no estaban hablando de Zulima. Sofía se puso de costado y lo aguijoneó con sus penetrantes orbes dorados, era una linda mujer no iba a negarlo y parte de su cuerpo reaccionó ante el recuerdo de ocupar la misma cama.

—No sé de que... —Pero las palabras se le atoraron en la garganta, cuando sintió la mano de ella arrastrándose hasta la parte frontal de sus calzas—. Sofía —le advirtió, tratando de moverse lo suficiente como para que captara el mensaje—. Aguarda.

La tomó por las muñecas, a lo cual ella respondió con una atenta mirada y algo más, algo muy parecido a la burla. Iker bufó para sus adentros y como buen caballero que pretendía ser, cerró los ojos dándose un segundo para pensar en detener todo aquello. Finalmente terminó por encogerse de hombros ante el pensamiento, era un caballero y como tal, no era nadie para negarle el gusto a una mujer. La liberó y dejó que le hiciera lo que se le viniera en gana, porque fingir que no quería ser acariciado, fingir que no quería ser atendido, fingir que no quería tener una mujer entre sus brazos una noche entera, sería la mayor de las mentiras.

—Tú no quieres que aguarde —espetó ella con confianza y mucha razón. Hábilmente comenzó a abrirse paso entre sus ropas, para poder alcanzar la parte más manipulable de su anatomía—. Esa chiquilla no puede saber como satisfacerte, tú eres un hombre apasionado. ¿Qué puede saber ella? —Él gruñó como única respuesta, pues momentáneamente se encontraba sin la habilidad del habla—. Yo en cambio...—dijo, mientras iniciaba la tortura con ambas manos y con un solo impulso de sus piernas, se montaba a horcajadas sobre él—. Sé como tratarte, sé lo que quieres, cómo y cuándo...

Se inclinó para murmurarle quién sabe qué junto al oído, y una vez más se engulló de él como si no tuviera que pedir permiso. Sofía lo conocía, Iker no era un hombre difícil de seducir y ella sabía aprovechar eso a sus anchas.

—Espera... —se escuchó decir sin mucha convicción.

Ella sacudió la cabeza en una tenue negación y comenzó a danzar sobre su pelvis, mientras desataba los pocos nudos que sostenían su escaso atuendo de puta. Iker maldijo entre dientes, cerrando los ojos por una fracción de segundo. Nadie tenía porque saberlo, se dijo para sí, además todo el mundo creía que él era un degenerado libidinoso ¿por qué no darles la razón? Sería un revolcón sin sentido, pero del cual estaba necesitando desde el mismo día que Ailim regresó a su vida. Gimió y no por placer, sino por rabia. ¿Desde cuándo pensaba en una situación así? En condiciones normales él se limitaría a actuar y a dejar que las fichas cayeran de la manera que deseasen, pero ahora incluso estaba previendo las consecuencias de lo que estaba por hacer. ¿En qué mundo bizarro y sin sentido se encontraba?

—¡No! —Volvió a tomarla por las caderas apartándola de su cuerpo y salió de la cama como si estuviese huyendo de la peste. Un sentimiento tan oscuro y repulsivo bajó por su tráquea, haciéndolo sentir como el peor de los afeminados.

—¿Qué te ocurre? —le recriminó en ese instante, una muy contrariada Sofía. Iker negó efusivamente, juntando su casaca en el proceso para poder salir cuanto antes de ese lugar. Pero entonces algo tan común como un sonido lo detuvo a media acción, ella comenzó a reír. No era algo melodioso, sino sádico y bastante perturbador, él le obsequió una fulminante mirada pero se abstuvo de hablar—. ¿A cuántos vimos pasar por aquí diciendo que una vez casados no los volveríamos a ver? —Era una pregunta retorica, él lo sabía, pero aun así no pudo evitar hacer un conteo mental de todos esos hombres—. ¿Cuánto duró su promesa de "fidelidad"? —remarcó la última palabra con asco, como si el simple hecho de pronunciarla le causara repulsión—. ¿Una semana? ¿Dos? —Sofía se puso de pie y en menos de un parpadeo estuvo delante de él, tomándolo por las manos—. ¿Cuánto crees que durarás tú? Realmente me das pena... y algo de ternura, pero mayormente tu idiotez me da pena.

—Mide tus palabras —advirtió con los últimos resabios de cordura que le quedaban.

—Nunca tuve que medirlas contigo, ¿ahora que estás casado debo? —Iker supo que estaba siendo un hipócrita, por lo que una vez más optó por responder a eso con silencio—. Jamás pensé que te comportarías de esta manera, me estás despreciando por una niñata que claramente... —Le miró la entrepierna—. No sabe complacerte.

—Eso no es asunto tuyo y no tiene nada que ver con ella, te he dicho que me esperan... no puedo quedarme. —Quiso convencerse que esa era la razón, que podría revolcarse con Sofía una vez que cumpliera con sus obligaciones. Pero, ¿qué tan cierto era eso? ¿Podría?

—Correcto —aceptó la mujer con una leve sonrisa—. Cuando termine el debut de tu hermana, ven a verme.

Él presionó la mandíbula de forma casi imperceptible, deseaba tanto sacarse todas estas frustraciones que le causaba su esposa noche a noche. Pero también parte de él quería permanecer en la casa y aguardar por lo que fuese que ella ideara para entretenerlo hasta el amanecer. En los pasados días, había descubierto que ellos podían ser como antes. Por supuesto que estaba siempre presente ese detalle de querer tumbarla en la cama y hacerla suya, pero más allá de eso, e incluso por encima de eso estaba ella. El mero hecho de tenerla para contemplarla, de escucharla mientras le leía alguna tonta obra de Shakespeare o sentirla durmiendo sobre su pecho, lo satisfacía de un modo que no había creído capaz. Si tan sólo no tuviera que estar atado para disfrutar de dichos momentos, la vida sería demasiado buena. Pero qué infiernos, la vida no era buena y rara vez lo era con él. ¿Qué pasaba con su cabeza? ¿Acaso estaba queriendo anteponer una conversación con una mujer por un revolcón? Algo realmente iba mal, algo realmente iba a tener que cambiar a partir de ese momento.

—Te esperaré, hoy me tomo la noche sólo para ti.

—¿El sobre que envió Rafe? —instó, tratando de apartarse de ese sendero. Pero Sofía no era tonta, sus años en el oficio la habían hecho una mujer que no aceptaba evasivas y mucho menos una tan tonta como la que él intentaba esgrimir.

—Te lo daré cuando vengas esta noche. —Posó sus pequeñas manos sobre su pecho y en un brusco movimiento descendente, le marcó un camino con las uñas que iba desde el corazón hasta su abdomen.

—Santísima puta... —masculló con los dientes apretados, Sofía comenzó a reír por su hazaña y él se apresuró a cerrarse la camisa, haciendo caso omiso de ella.

—¿Entonces vendrás?

—¿Tengo otra opción?

La mujerzuela le expuso una vez más ese rostro con el que se ganaba cada penique.

—No tienes que verlo como una obligación, antes disfrutabas conmigo... al menos... —Lo abrazó por la espalda y una vez más osciló peligrosamente con sus afiladas uñas por su cuerpo—. Al menos que ya no puedas.

Iker se dio la vuelta con brusquedad y la alejó con un desdeñoso movimiento.

—No digas estupideces, esta noche hasta te olvidarás de tu nombre... sólo recordarás gritar el mío.

Sofía le sonrió ampliamente, él había caído en su trampa y por extraño que pueda sonar, no se sentía embaucado. En cierta forma, echaba de menos esos juegos de persuasión en el que ambos se sumergían en medio de la pasión. Echaba de menos sentirse un hombre malo, echaba de menos ser el Iker que sólo se preocupaba por hacer feliz a Iker.

—Así se habla —le espetó ella y en cuanto lo vio completamente listo, se dirigió danzando hasta la puerta para abrírsela de par en par. Iker se inclinó y tomó sus labios con desmesurada fuerza, riendo al oír como la puta soltaba un chillido—. Me las pagarás.

—Estoy contando con eso —murmuró, mientras se alejaba por el pasillo. Se echó su casaca al hombro y emprendió el camino a casa. Sería noche de fiesta, presentaciones y desenfreno. No era un tipo fiel, ¿para qué seguir engañándose?

***

Ailim cruzó las manos por encima de sus faldas y se deshizo de un hilo imaginario que ella creía arruinaba su atuendo. El carruaje avanzaba por las calles en un traqueteo lento y constante, ella sentía que su estómago saltaría por la ventana de comunicación con el próximo bache que cruzaran. No era que no estuviese acostumbrada a los viajes, pero en esa ocasión el destino en cierta forma la intimidaba. Esa tarde había transcurrido como si nada, ella jugaba a las cartas con los niños y mientras ellos buscaban las mejores formas de hacer trampas, su esposo irrumpió para anunciarle que esa noche tendrían una fiesta. Ailim había entrado en pánico casi automáticamente, pues se había encontrado sin vestido, maquillaje, joyas o cualquier cosa que vestir. Y la frustración fue en aumento, en cuanto Iker mencionó que irían al debut de su hermana y la señorita Abi. Toda la familia de él estaría allí y Ailim tendría que presentarse en harapos, casi muere sobre la mesa de juego.

Pero para su buena fortuna logró sacar el problema adelante, había desperdiciado lo que le restaba de luz solar en las calles, buscando todo lo que necesitaba para lucir como una condesa. Iker la había admirado casi con desinterés, luego de que ella desperdiciara todo un día arreglándose para poder estar a su altura. En ese momento que se dirigían a Autumn manor, Ailim comenzaba a barajar la opción de que tal vez no había logrado su cometido. Repentinamente su vestido verde de muselina le parecía demasiado insulso, su tocado falto de adornos y su collar pasado de moda. Así no vestiría una condesa, así no vestiría la condesa de Iker. Suspiró de manera casi audible y enfocó su vista en la ventana, la oscuridad de la noche parecía extenderse más allá de lo que sus ojos podían apreciar.

—¿Nerviosa?

Ella negó, pues no se fiaba del todo de la firmeza de su timbre. Iker se volvió de forma leve en su dirección, la luz de la bujía iluminaba sus rasgos parcialmente y eso le dio por un instante un aura sombría. Ailim sacudió la cabeza quitando esas ideas de su mente, él no se mostraba muy entusiasmado con la presentación en el baile y ella no sabía discernir el por qué. Tal vez pensaba que ella lo avergonzaría delante de su familia o quizás delante del resto de los hombres y mujeres de la sociedad. Después de todo era el primer evento público en el que se presentaban como marido y mujer, eso seguramente lo tenía inquieto.

—He estado en bailes antes —murmuró, para darle a entender que sabía como comportarse—. No voy a hacer nada indebido. —En esa ocasión él giró el rostro hacia la calle, Ailim pensó que su incomodidad podría venir por el lado de que estaban usando carruaje. Uno alquilado, pues ellos no poseían uno y eso era algo extraño teniendo en cuenta su posición. Pero Iker caminaba para todos lados, ella se había sorprendido mucho al ver que la recogía en carruaje, esto debía ser importante.

—No estoy seguro que pueda prometer lo mismo.

Ella respingó y lo observó con los ojos muy abiertos.

—Tú sabes comportarte cuando la situación lo amerita —dijo más bien para calmarse a sí misma, sabía que Iker conocía a la perfección la etiqueta y los protocolos. No los respetaba, pero los conocía y el hecho de que estuviesen en un carruaje daba a pensar que esa noche él quería parecer normal—. No hay de qué preocuparse, nadie sospechará nada.

—¿De qué no somos un matrimonio real? —le lanzó sin avisos, provocando que el aire saliera de sus pulmones de forma abrupta—. Si eso fuese un problema, la mitad de los asistentes estarían condenados. No seremos los únicos fingiendo allí.

Ailim presionó las manos agradeciendo tener guantes y ser incapaz de atravesarlos con las uñas. Ella era muy consciente de lo que ellos hacían, pero no quería pensar que todo lo que pasaban juntos era una actuación. Iker daba a entender que ni siquiera lo estaban intentando, pero si lo hacían ¿verdad? Una pequeña idea la hizo vacilar, quizás pasar las noches juntos hablando no era lo que él considerara como algo que haría una pareja normal. Pero Ailim no se sentía lista para dar el siguiente paso, no aún al menos y creía que sus avances, aunque lentos, se dirigían en la dirección correcta.

—¿Entonces qué te preocupa? —preguntó, tratando de determinar qué rayos le preocupaba a ella en el proceso.

—Nada —espetó casi de manera brusca. Ailim frunció el ceño, pero prefirió no decir más. Claramente Iker no estaba de humor esa noche y eso no le auguraba nada positivo a la velada, pero por el bien de la farsa ella se pintaría una muy creíble sonrisa.

***

Se había sorprendido mucho a sí misma riendo en los brazos de William, mientras recorrían la pista. En el momento en que hubieron llegado a la mansión familiar, su esposo había sufrido un cambio abrupto justo frente a sus ojos. Al parecer ella no era la única que se esforzaría por aparentar esa noche, le dolió sobremanera ver cómo Iker la presentaba a su familia con una apreciación hacia su persona que en realidad no sentía. Pero si alguno de ellos lo notó, fue muy discreto guardando su opinión. Para ella la familia de Iker se había tragado la farsa casi con la cereza incluida y Ailim asintió a eso, debía guardar las apariencias después de todo.

Por eso mientras bailaba con su cuñado, luego de que las presentaciones de las candidatas hubieron sido realizadas, ella se sentía cómoda. Will aún parecía el chico que ella recordaba, aunque ellos en teoría nunca se habían conocido hasta esa noche, eso no significaba que ella no lo hubiese visto antes. Incluso recordaba al francés que lo acompañaba siempre a todas partes, también estaba de invitado esa noche y era el escolta de la joven Zulima. Ailim recordaba poco de la niña, pues ella era la que menos sabía de Iker en la casa y en esos años a ella no le servía como fuente de información. Pero William y sir Nigel si lo hacían, ellos no eran muy benévolos al hablar de su esposo, pero no le importaba para ella cualquier cosa que le indicara que se encontraba bien era suficiente.

—Necesito que me reveles esta duda, él no duerme ¿verdad?

Ailim sonrió mientras sacudía la cabeza.

—Aún nunca lo he visto dormir —murmuró en tono confidente, los ojos negros de su cuñado centellaron con el reconocimiento del humor—. He probado con somníferos, pero parece autómata ya no sé qué hacer —se quejó teatralmente. William soltó una leve carcajada y le dio una vuelta para continuar con los pasos del baile.

—La pobre quiere descansar, pero en las noches simplemente me debo a ella y a su cuerpo.

Ambos se voltearon en dirección de la voz que soltaba aquel irrespetuoso y poco atinado comentario. Will se limitó hacerle una rápida reverencia a su hermano y luego con grandilocuencia se despidió de ella, dejándola a merced de su esposo. Iker le sonrió adquiriendo la postura de baile.

—Esposa, ¿te diviertes?

—Me divertiría más si dejaras de actuar como un truhán.

—¿Y eso?

Ella se mordió el labio, ¿cómo decirle lo incómoda que la ponían todas sus insinuaciones a las relaciones íntimas que no tenían? Comprendía que para Iker esos comentarios no tenían importancia, comprendía que él sólo intentaba convencer a su familia de la solidez de su improvisado matrimonio, pero eso no quitaba que sintiera todo aquello como reproches.

—Nada, Iker, olvídalo. —Quiso soltarse, pero él la presionó y de un tirón firme la regresó a su sitio.

—Ni se te ocurra dejarme en medio de la pista solo —le espetó con la voz en una tajante advertencia. Ella cerró la mano con fuerza alrededor de sus dedos, pero él no se dio por aludido.

—Escóltame fuera, ya no quiero bailar. —En respuesta a su pedido, él deslizó una de sus manos por su espalda y la pegó a su cuerpo de una manera que la danza no requería. Ailim observó a su alrededor notando como algunas mujeres, le arrojaban miraditas curiosas—. Estás haciendo el ridículo, suéltame.

—Yo bailo como me venga en gana —dijo él, haciendo que su dichosa mano rozara la parte baja de su espalda y luego más allá.

Ailim contuvo un chillido cuando Iker le presionó el trasero, a la vista de más de un chismoso cerca. Ella, con fuerzas sacadas de la ira, lo empujó deliberadamente para apartarlo de su lado. Él volvió a atraerla sin liberar en ningún momento su muñeca izquierda, Ailim no quería armar un escándalo pero comenzaba a exasperarse.

—Quieta, esposa, no querrás arruinar tu primera aparición en sociedad —le murmuró con la boca pegada a su oído, ella se apartó para mirarlo a los ojos con desilusión.

—¿Por qué haces esto? —pidió saber con la voz en un susurro.

Iker chasqueó la lengua disgustado y rápidamente rompió su particular postura de baile para luego guiarla fuera de la pista.

—Me aburro como una maldita ostra, si no puedo divertirme contigo ¿con quién entonces? Incluso mi hermano que es un idiota, está teniendo mejor suerte que yo esta noche. —Apuntó de forma desinteresada hacia el jardín, pero Ailim no supo comprender ese ademan. No que le importara de todos modos—. Y yo estoy casado —agregó como si eso fuese su culpa.

—Este no fue el acuerdo que tuvimos —le recordó, tratando de mantener un tono de voz sosegado. No era necesario que alguien los oyera discutir ese asunto, no era necesario que él trajera esa conversación en ese momento. Iker soltó un resoplido, paseando con los ojos por la pista como si ella no estuviese de pie frente a él—. Además, ¿crees que vas a manosearme en la pista cuando no tuviste la decencia de decirme ni un puto cumplido?

Él bajó la vista abruptamente hacia sus ojos, Ailim no había querido salirse por esa línea y soltar un improperio. Pero incluso lord Richard se había dignado a alabarla con unas palabras, eran discursos ensayados ella lo sabía, pero el detalle era lo que en verdad contaba. ¿Y su esposo se quejaba? Ella ni siquiera obtenía el mínimo de cortesía por su parte, no a menos que tuviese ganas de ver cuánto podía hacerla sonrojar con sus ocurrencias sobre el cuerpo de una mujer en compañía del de un hombre.

—Disculpa —masculló de forma repentina—. Pero siempre que te digo algo así, tú tan sólo me vuelves el rostro.

—Maldición, Iker, es que tú no tienes punto medio. Es un baile, me preparé toda la noche para esta ocasión y tú ni siquiera me dijiste "bien hecho". Pero sí felicitas a tu hurón cuando caza una cucaracha.

Él se cubrió el rostro con una mano y de un momento a otro soltó una estridente carcajada, varias de las personas a su alrededor se volvieron para ver lo que ocurría. Ailim sólo deseó cortarse la lengua, ¿cómo se le ocurría sacar el tema en un lugar así? Se dio la vuelta antes de seguir humillándose y salió airosa a través de unas puertas ventanas que guiaban a la terraza, segundos después sintió como un par de manos se cerraban alrededor de su cintura con lo que ella pensó un gesto dulce. Iker hociqueó en su cuello, hasta reposar los labios justo debajo del lóbulo de su oreja. Ailim intentó no reaccionar al calor de su abrazo, pero instintivamente dejo caer la cabeza contra su pecho, casi como si una fuerza externa la instara a hacerlo.

—Estás hermosa, cielo, eres un tributo a la femineidad, las mujeres comenzarán a hacer fila en la puerta de nuestra casa, buscando descubrir tu secreto. —Ella no pudo más que echarse a reír—. Con tu presencia me has robado el habla, por eso no dije nada antes... necesité de algunas horas para cerciorarme de que no eras un ángel que venía a castigarme por mis pecados. Pero me dije: ¿qué destino el mío si este ser celestial me lleva de viaje al infierno? Pues iría gustoso una y mil veces si tan sólo me diera el lujo de rozar sus labios, de hundirme en su carne pura, de robarle la inocencia y mostrarle la gracia del pecado del amor... una y otra y otra vez...

—¡Ya por Dios! —Iker siempre sería Iker. Se dio la vuelta y le cubrió la boca con las manos, mientras él sonreía más que complacido por su reacción—. Eres un blasfemo, no puedes decir cosas así...

—Pero si todas son verdad —murmuró él debajo de su mano y ella tuvo que contener un gemido, cuando Iker lamió con delicadeza su palma. La apartó casi con renuencia, ya que en ese lugar debía aparentar ser una dama y aunque él era su esposo, estaban al aire libre—. ¿No te gustaron mis cumplidos?—preguntó con rostro inocente sin liberarla de su amarre.

—Sí me gustaron, pero de ahora en adelante yo te los haré a ti. Sólo por si acaso. —Él sonrió mientras asentía y se dirigía a robarle un beso, Ailim giró el rostro logrando que Iker rezongara junto a su cuello—. Creo que es hora de que vayas en busca de tu hermano, no es prudente que estén tan a la intemperie —señaló en tanto que perdía la vista en el frondoso jardín. Iker imitó su gesto y frunció el ceño.

—¿Te convenciste de que la americana es una zorra? Está claro que una mujer decente, no se escaparía con un hombre a la oscuridad en medio de un baile tan concurrido.

Ailim puso los ojos en blanco y le palmeó la mano con tranquilidad.

—El amor hace que la gente corra riesgos.

—El amor hace a las personas estúpidas. —En esa ocasión a ella se le borró la sonrisa, pero su esposo no pareció reparar en ello pues aún seguía mirando a la noche.

—Hablas como si supieras —musitó sin quererlo realmente, él tensó los brazos alrededor de su cuerpo pero no la liberó.

—Claro que sé, estoy enamorado y ni siquiera puedo tenerla... pero aun así sigo albergando la esperanza. —La miró seriamente—. ¿No crees que eso es estúpido, Ailim?

—Creo que debes luchar por tus sentimientos. —Aunque eso podía significar que deseara a otra mujer, pues al fin de cuentas él estaba enamorado de alguien que no podía tener y ella ni siquiera entraba en esa lista. Porque aunque quisiera decirle que no, su corazón parecía mandar cuando estaba cerca de Iker. Ella lo quería a él, ¿pero él a quién quería?

—No seas tonta, no estoy enamorado de nadie eso ni siquiera es real. —Y sin agregar más, le plantó un beso juguetón y salió en busca de su hermano y la señorita Abi Fletcher.

Ailim se quedó viéndole la espalda por largo rato, ¿hablaba en serio o sólo era otra de sus bromas? La duda parecía ser su eterna compañera. Ya no quiso pensar en el asunto, dado que era tiempo de ponerse la máscara. Era curioso, la noche que se reencontró con Iker él le había arrebatado su antifaz y ahora parecía que a fuerza le había colocado otro- Muy a su pesar, Ailim debía admitir que éste era mucho más difícil de cargar. Porque no sólo ocultaba su rostro, sino que debía ocultar sentimientos, lágrimas, frustraciones y dudas. Por un segundo anheló volver a la tranquilidad de su antigua vida, pero luego lo vio dirigirle una sonrisa desde las escalinatas y el pensamiento tambaleo notoriamente. ¿Qué le estaba pasando?

***

—Ha sido una velada maravillosa —aseguró Rosalie Warenne, mientras le presionaba las manos de forma afectuosa. Ailim le sonrió a la madre de Iker y ésta casi pareció apenada al momento de devolverle el gesto. Se acercó para besar su mejilla y en el último segundo le murmuró algo al oído—: Sé fuerte.

Ailim no tuvo tiempo de preguntar a qué se refería, pues se vio obligada a seguir con los protocolares saludos. La señorita Abi le expuso una vacilante sonrisa y Ailim casi se echa a reír de su expresión. Estaba claro que la muchacha le tenía un terror de muerte a Iker, pero ella esperaba haberla calmado un poco esa noche. Su esposo era extraño en todos los sentidos, pero no era peligroso.

—Me encantó conocerte —le dijo con honestidad, mientras le daba un rápido abrazo.

—Sí, a mí también —murmuró Abi con ese nerviosismo en la voz que parecía nunca abandonarla.

—Te estaré visitando.

—Cuento con ello. —Y con otro beso en la mejilla fue en busca de su esposo, quien en ese momento se encontraba discutiendo algún asunto con su hermano mayor.

—Estoy lista —anunció en cuanto estuvo junto a los hombres, Will sonrió y le beso la mano para despedirse.

—Ha sido un placer.

Ailim rió y entonces sintió como la jalaban del brazo para ponerla en movimiento. Quiso quejarse por la grosería de su esposo, pero lo ignoró, no iba a echar a perder una velada que fue mejorando conforme pasaban las horas.

La familia de Iker no era tan desagradable como ella los recordaba, aún sentía antipatía por Rosalie y Richard, pues ellos simplemente eran personas que jamás entendería. Pero los hermanos de Iker eran amables, atentos y en ningún momento la hicieron sentir menos. Al llegar al carruaje, el lacayo los saludó con una reverencia y se apresuró a abrirles la puerta. Ailim brincó dentro con la ayuda de la mano de su esposo, pero al volverse notó que Iker la observaba desde la puerta y no parecía muy proclive a acompañarla.

—¿No vienes?

—Caminaré —respondió él casi con impaciencia, Ailim frunció el ceño e hizo ademan de bajar.

Iker se había comportado tan bien después de su encuentro en la terraza que ella no comprendía esa repentina frialdad en su actitud, sabía que él tenía sus modos y normalmente costaba sacarlo de su estado taciturno cuando se veía obligado a hacer algo que no quería, pero él incluso había superado sus expectativas sobre aquella velada. Y no quería que aquello se perdiera, no cuando parecía que comenzaban a encontrar algo de equilibrio.

—Te acompaño —espetó más que resuelta. En ese momento no había necesidad de usar el coche, al fin de cuentas ya habían salido de la fiesta y ella no tenía problemas en caminar a su lado.

—No, es tarde y es peligroso.

—¿Peligroso para mí, pero no para ti? —Iker se sacudió incómodo en su lugar y le envió una mirada que pretendía zanjar la conversación de raíz—. Quiero caminar es una noche perfecta... —Observó la luna casi por inercia, deseando más que nunca saltarse los protocolos—. Lo haré.

Recogiéndose las faldas se incorporó para descender, deseando más que nada extender un poco más ese momento juntos. Estaba completamente decidida a conocer a Iker y eso debía implicar cada aspecto de su vida, incluso los que no parecían ajustarse a su posición.

—He dicho que no. —Pero entonces él cubrió con su cuerpo la salida y Ailim se quedó muda al ver la furibunda mirada que le dirigió. Volvió a su lugar casi guiada por la profunda advertencia de sus orbes verdes.

—¿Por qué no? —susurró un tanto dolida por su negativa. Pensaba que comenzaban a entenderse, que su malestar se iría una vez que dejaran a su familia, pero al parecer una vez más había cometido un error en su interpretación.

Ailim lo observó aguardando su respuesta, pero al notar la velada expresión de su rostro no pudo evitar estremecerse. Él había actuado extraño desde el inicio, se había calmado cuando la situación lo había requerido, pero una vez más volvía a ser el mismo. Algo lo perturbaba y Ailim comenzó a pensar que no tenía nada que ver con el baile o su familia, sino estrictamente con ella.

—¿Qué ocurre contigo? —lo increpó sin apartar sus ojos de él, Iker le respondió con un encogimiento de hombros—. De acuerdo, hablamos en la casa.

—No me esperes. —Fue lo único que dijo antes de cerrar la portezuela del carruaje y sumirla en las penumbras.

La sangre se le heló en las venas y por un segundo completo no supo cómo interpretar esas palabras, o quizás no quiso hacerlo. Él iba a... no podía ser posible, no después de las cosas que estaba haciendo por ella. ¿Por qué?

—¡Iker! —exclamó, saltando fuera del coche como una completa loca. Ailim no se inmutó por los bramidos que soltó el cochero al verla salir disparada del interior, dado que sólo tenía lugar en su cabeza para una cosa—. ¡Iker! —Volvió a llamar y su mirada lo halló al otro lado de la acera, observándola con gesto distante.

—Vuelve al carruaje —ordenó, sin siquiera dirigirse a su lado. Ailim sintió que sus pies se movían por si solos y de un momento a otro, se encontró justo frente a su esposo.

—¿A dónde vas? —La voz le tembló ligeramente, pero se dijo que debía saberlo. Si él quería tener amantes ella no lo detendría, pero debía saber si su matrimonio siquiera tenía una mínima esperanza. Iker enarcó una ceja, como diciendo: "¿Realmente quieres saber?" Y ella se vio en la encarnizada tarea de asentir a esa interrogante silenciosa, él sonrió.

—Voy por ahí.

—¿Con una mujer?

Su sonrisa se tornó maliciosa.

—¿Importa?

—Claro que importa —masculló con la rabia apenas contenida—. ¿Vas a ver a una mujer? —preguntó una vez más. Iker se limitó desviar la vista hacia la calle y esa fue la gota que rebalsó su paciencia—. ¡Contesta! —gritó pateando el piso con frustración—. ¡Contesta, no seas cobarde!

—¿Qué quieres oír, Ailim? —La miró como si todas esas noches juntos no hubiesen ocurrido, la miró como si se tratara de una molesta situación que se veía obligado a enfrentar y eso la desconcertó por completo. Tuvo que morderse la lengua para no gritarle, para no sacudirlo por los hombros y pedirle que regresara en sí—. Sí, voy a ver una mujer, sí, porque estoy aburrido de esta situación exasperante, sí, porque tú eres la situación que me exaspera, sí, porque no soy una buena persona y porque no puedo evitar pensar que estoy mintiéndome a mí mismo pretendiendo que quiero esto... y sí, porque realmente no puedes esperar fidelidad por mí parte.

A ella se le secó la boca al recibir de buenas a primeras, todas las respuestas a cada uno de los temores que la habían estado atormentando. Iker no tuvo reparos en hacerla añicos y luego simplemente regodearse en su miseria. Ailim se cubrió la boca con una mano, pero fue inútil. Las lágrimas rompieron su semblante con tan sólo inspirar para recuperar el oxígeno.

—Bien —musitó con fuerzas sacadas del mismo dolor.

¿Es qué acaso esperaba que él aguardara eternamente? Hasta las cosas que le decía tenían sentido para ella, llevaba toda la semana tratando de conocerlo mejor pero eso no era lo que se requería para ser una esposa de verdad. En un mes de matrimonio, había logrado exasperar a su esposo por el simple hecho de no saber cómo interpretar su papel. Esto debía de ser un nuevo record. Se limpió el rostro con odio, no iba llorar por él y menos en su presencia, después de todo ella nunca había pedido ser la mujer de nadie.

—Entonces que te diviertas.

Se dio la vuelta con la espalda recta, lista para alcanzar su carruaje que aún la esperaba en la calzada. No volvió la vista atrás, no podía decir que estaba perdiendo algo, pues Iker nunca le había pertenecido como para sentir aquella perdida.

—Ailim. —Su mano envolvió su muñeca y de un fuerte jalón la giró sobre su eje, obligándola a enfrentarlo—. ¿Por qué te molesta tanto? Tú no quieres nada conmigo... —Ella sonrió con ironía pero se limitó a agitar la cabeza, incrédula, las palabras ya ni quisieron salir de su boca. ¿Para qué?—. Siempre te alejas de mí, parece que sólo toleras mi presencia cuando estoy amarrado, el resto del tiempo sólo compartimos la casa y me evitas.

—Eso no es cierto —masculló con la voz algo chillona.

—Ailim no es porque quiera que cumplas con tus deberes de esposa, podría esperar el tiempo que estipularas, si tan sólo me dieras alguna idea de lo que quieres. Pero no sé lo que quieres, te has conformado una idea de mí que no estoy seguro de comprender. —Iker cerró los ojos de forma breve y dejó ir un leve suspiro por entre sus labios—. Quieres confianza, pero cómo demonios me la voy a ganar si desde un principio decidiste que yo no soy digno de tu confianza.

—Yo no...

—No lo niegues, lo veo en tus ojos y en los de todo el mundo... nadie quiere confiar en mí. Y no los culpo, pero tratándose de ti pensé que al menos me darías la oportunidad. —El silencio se extendió tras esa confesión, Ailim clavó la vista en el piso incapaz de sostenérsela.

Lo que Iker decía quizás era cierto, ella quería confiar en él pero recelaba ante la idea de dejarse llevar por ese impulso. Se había formado un juicio sobre su persona, porque no quería pensar que Iker podía ser algo más que aquel truhán manipulador que mostraba de cara al mundo. Después de todo, ¿quién confía en alguien así? Pero la pregunta real sería, ¿Iker era en verdad de ese modo? ¿Acaso podía comprometerse en algo? ¿Valía la pena sacarle ese prejuicio que ella misma se había forjado? No es como si él hiciera meritos, pero a decir verdad con ella sólo había estado esforzándose por gustarle. Iker tenía detalles agradables y últimamente parecía ceder con más frecuencia a sus demandas, ¿esa era su forma de demostrarle que podía confiar en él? ¿Sería capaz algún día de soltarle las manos y simplemente yacer a su lado en la cama? En ese momento, ni siquiera se sentía capaz de llevar ese pensamiento más lejos, porque sabía que podía lidiar con él cada noche pero no sabría qué hacer cuando el sol se alzaba. Ella aún no lograba conectar a los dos hombres que era Iker, el hombre que por las noches se mostraba paciente y atento con ella, junto con ese otro que desaparecía durante las horas diurnas a Dios sabe qué lugares y volvía desalineado, oliendo a tabaco y muchas veces con sangre en sus ropas.

—No sé... —murmuró exteriorizando sus propias dudas. Iker la observó con una pequeña sonrisa de comprensión.

—No voy a forzarte, pero tú tampoco me fuerces a continuar con este absurdo. —Ella no abrió la boca, pero estaba segura que su mirada trasmitía cuanto le habían dolido sus palabras—. Lo dejaremos por la paz, Ailim, tú por tu lado y yo por el mío.

Frente a su respuesta muda, él le depositó un beso en la frente y con paso decidido se alejó calle abajo. Ailim en esa ocasión sintió el vacío que su presencia había dejado y por varios minutos fue incapaz de ver en otra dirección que no sea la que su esposo había transitado. Pero luego quiso obligarse a aceptarlo, pues si ella no podía darle lo que él quería, no tenía sentido seguir fingiendo que podrían sacarlo adelante. Sin importar cuánto lo quisiera —porque sí lo quería—, tal vez Iker y ella no debían ser más que amigos. Y quizá si comprendía aquello, sería capaz de sobrevivir los años venideros dentro de su matrimonio falso.

___________________

Espero les haya gustado, a pesar de lo que ocurrió en la historia. Deben comprender que Iker es alguien que se aferra mucho a las cosas y les disgusta sentir que no tiene el control. Ya veremos qué pasa... saludos ^^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: