XXXVI
Canción megamente recomendada: Hallelujah, Rufus Wainwright
—¡Atacan la muralla y el pueblo!
El grito fue un llamado de ayuda. En medio de la madrugada, como sombras que provenían del oscuro bosque, el ejército rebelde arribó, llevándose entre las manos a quienes querían proteger Silla. El golpeteo de los caballos en la tierra despertó a los pueblerinos, quienes al descubrir lo que sucedía comenzaron a temer, aquellos que valientemente quisieron detenerlos, fueron atacados hasta terminar boca abajo en el suelo, pisoteados por el correr de los caballos.
El fuego alumbraba el camino, fuego prendido de antorchas, con las que prendían las casas de Silla, por primera vez en años, el pueblo se vio aterrado. Lo que quedaba del ejército del rey se aglomeraban en la entrada del palacio, esperando, los hombres bárbaros, sonreían con burla, su único objetivo era tener la cabeza de Min Yoongi en sus manos y no les importaría matar a quienes se interpusieran en su camino.
Dentro del palacio, el caos estaba presente, los guardias reales avanzaron a la alcoba de su señor, quien estaba poniéndose la armadura, tenía que salir a pelear, Jimin sostenía a su hijo con fuerza, su cuerpo entero experimentaba un escalofrío derivado del miedo.
—Mi señor—dijo DomgWook entrando con la armadura puesta—. Tenemos que sacarlos de aquí, uno de mis hombres ha ido al este, no creo que la muralla aguante lo necesario.
—No puedo irme del palacio—dijo con una mueca—. Ellos no pueden entrar aquí ¿Entendido? Los aliados ya vienen, tenemos que aguantar hasta entonces, Jimin quédate aquí.
—No—negó de inmediato acercándose a Yoongi—. No puedes dejarme aquí, no quiero—sus ojos inundados de lágrimas, suplicando protección, negó internamente, dándose cuenta que lo único que en verdad tenía miedo de perder en Silla era a él—. Por favor.
—Vamos, quédate muy cerca de mí—dijo automáticamente, volviéndose a su general quien asintió, salieron de aquella habitación, donde algunos guardias les esperaban—. ¿Jungkook?
—El general Kim está con él—informó con seguridad.
—Bien—relamió sus labios antes de continuar.
Taehyung corría por los pasillos desesperado, aunque los rebeldes aún no estaban dentro del palacio, sabía que no pasaría mucho tiempo para tenerlos ahí, su único objetivo era buscar a Jungkook y ponerlo a salvo, al llegar a la alcoba del príncipe, se sorprendió que sólo un guardia estuviese custodiando.
—¿Los demás? —preguntó con seriedad.
—Con el rey—dijo haciéndose a un lado.
Entró a la habitación agitado, mirando desesperado alrededor, cuando sus ojos se encontraron, a diferencia de lo que pensó, Jungkook estaba completamente listo, con su aradura negra, su cabello recogido hacía atrás y la mirada penetrante.
—Jungkook—dijo con alivio, había olvidado por unos momentos que su amado era un guerrero.
Jungkook corrió a sus brazos, le envolvió en un abrazo cálido y lleno de amor, Taehyung tomó sus mejillas y le dio un largo beso. —Lo lamento, debí estar aquí, lo siento.
—Está bien, no es momento de hablar de eso—dijo con voz temblorosa—. Tenemos que ir por Jimin, Taehyung ¿Me amas?
—Con toda el alma—asintió con ternura.
—¿Confías en mí? —preguntó con seriedad, cuando vio que este asentía, relajó los músculos de su rostro y sonrió—. Entonces vamos a luchar, por nuestra libertad.
SeokJin observaba sobre la colina las llamas del fuego, a su lado llegó Namjoon quien lideraba el ejército, hombres que confiaban plenamente en la sabiduría de su señor, le miró de soslayo.
—Tenemos que ir—dijo con remordimiento.
—Sólo tenemos que esperar un poco más—susurró—. Hoseok ha entrado.
Min Yoongi confiaba en sus hombres, pero lo que él no podía saber, era que dentro del palacio había más traidores de los que imaginaba, manteniendo cercas a su amado, fue llevado al salón de reuniones, donde pondría a salvo a Jimin, por donde podía ver el estado de sus hombres y la muralla, muchas veces se había parado en el balcón mirando a su pueblo, por quien había dado todo, sus años de gloria, su estabilidad y su fuerza.
Ahora su cuidad estaba ardiendo en llamas y él no podía hacer nada más que esperar la ayuda, en ese momento podía darse cuenta de lo débil que era por Jimin, él debía estar afuera, jugándose la vida sobre su caballo, blandiendo su espada cortando las gargantas de sus enemigos y atravesando sus pechos, pero en vez de eso, se encontraba cuidando al hombre que amaba y a su hijo.
Sin embargo, al llegar al salón no se imaginó encontrarse con que este estaba envuelto en sangre, los cuerpos de los miembros del consejo se encontraban tapizando el piso, sus manos temblaron, sostuvo con fuerza la espada, Jimin a su lado exclamó debido al asombro.
—Debe esperar aquí señor—dijo DongWook levantando su espada, mirándolo con una sonrisa sarcástica.
Yoongi alejó a Jimin indicándole con la mirada que debía quedarse detrás de él, levantó la espada mirándolo con furia.
—Has traicionado a tu rey—dijo con seriedad, su voz sonaba grave y glacial.
—No he sido el único—dijo con una sonrisa torcida—. Ha sido engañado.
Yoongi tragó en seco. —Entonces de eso se trata, traicionar a su propio reino.
—No, esto se trata de que tu era de tiranía está por terminar—se acercó con sigilo.
—Antes tendrán que matarme—dijo con los ojos entrecerrados.
—Yo no lo haré—dijo dando un paso hacia atrás.
Yoongi entrecerró los ojos confundido, hasta que miró a alguien aparecer de las sombras, sus ojos le dejaron helado, su rostro se contrajo de furia, ahí frente a sus ojos, con la armadura que usaba cuando servía a sus filas, se encontraba el fantasma que creyó dejar en el pasado, Jung Hoseok, miró sobre su hombro, Jimin tenía los ojos abiertos, pero no se veía tan sorprendido como lo podía estar alguien que ve a su ex amado vivo.
Regresó la mirada, Hoseok no lo estaba observando a él, sino a Jimin. —Tenemos que irnos.
—Esto es una maldita broma—dijo soltando una carcajada—. Pensé que estabas en el infierno.
Hoseok le miró con suficiencia. —Al infierno es a donde tú vas a ir—dijo con una mueca—. Es tu fin Min Yoongi, tu suerte se ha terminado.
—Entonces Namjoon era el traidor—sonrió con melancolía—. Igual voy a matarte.
—Quiero ver que lo intentes, cuando mi espada te atraviese, me llevaré a Jimin.
—Eso contra mi cadáver—dijo empuñando la espada.
Ambos se miraron con odio, comenzando a avanzar, dándolo todo en su última pelea, el primero en atacar fue el rey, quien golpeo su espada con la de Hoseok, este entrecerró los ojos, moviéndose de manera rápida para bloquear el ataque, sus estrategias de pelea eran muy diferente, Hoseok podía ser el mejor guerrero, lo demostraba en la forma de sus movimientos y en cómo golpeaba, eran golpes limpios, sin embargo, Min Yoongi era un bárbaro, sus movimientos ágiles y veloces le hacían responder con mayor rapidez, mientras Hoseok bloqueaba uno de sus ataques, él estaba dando otro.
Lo acorraló, el rey conocido por la forma en la que destrozaba a sus oponentes, atacó con fuerza, estaba furioso y eso podía verse en cada uno de sus movimientos, eran tantos que Hoseok no podía preverlos, ahora comprendía por qué nadie podía ganarle a Yoongi en un combate, era letal y esa misma letalidad fue la que lo hizo caer, cuando la espada del rey hirió su pierna derecha, bloqueo con éxito el ataque que iba directo a su cabeza, sus ojos se encontraron, la oscuridad emanando de ellos, se odiaban, por el hecho de pelear por el mismo hombre.
—No te lo llevarás—dijo con voz gruesa—. Jimin es mío.
—No, él no es tuyo, lo robaste de mi lado, jugaste sucio—le escupió con desprecio, se levantó y volvió al ataque.
Esta vez la furia de Hoseok, hizo que el rey retrocediera, cubriéndose de los ataques que habían aumentado en fuerza, hacía que el estruendo de las espadas fuera escuchado como eco en toda la habitación, Yoongi escuchó a Jimin lloriquear que se detuvieran, eso le dio la fuerza para recuperar la energía de su ataque, tenía que separarse, matar a Hoseok y llevarse a Jimin, tenía que huir antes de que el ejército arribara, porque ahora, no sabía quién estaba realmente de su lado, en el camino tendría que buscar a Jungkook, ellos eran lo único que le quedaba.
De la fortaleza del rey, nació el tigre, le atacó con todo lo que tenía, hiriéndolo en el hombro derecho, haciendo que perdiera por completo la estabilidad, Hoseok por una milésima de segundo bajo la guardia, lo que le dio la oportunidad a Yoongi de golpear su muñeca, la espada del guerrero cayó y él se encontró con una espada en su cuello.
—Te voy a matar—dijo antes de tomar impulso hacia atrás con la espada, la iba a encajar en su pecho, pero al realizar el ataque, alguien se interpuso.
Hoseok agrandó los ojos cuando vio a Jimin de frente, sus ojos llenos de lágrimas le miraban con desesperación, mientras la espada sobresalía de su pecho, la comisura de su boca comenzó a llenarse de sangre, una punzada en su pecho hizo que sintiera un escalofrío en todo su cuerpo.
—¿Por qué? —dijo dejando escapar las lágrimas que había retenido por meses.
Jimin le miró con aquella mirada perdida, la misma que le recordó a la primera vez que lo vio, siendo un niño, inocente, humilde y lleno de vida, el traje de seda que llevaba se estaba llenando de sangre.
—Yo viviría por ti y moriría por ti—susurró en llanto—. Lo siento tanto.
Cayó de rodillas, Yoongi lo sostuvo en sus brazos, estaba perdido, sus ojos miraban con horror la escena, su espada estaba en el pecho de su amado y él lo había asesinado, tomó sus mejillas, sosteniendo su mirada, comenzó a llorar de la impotencia.
—No—sollozo—. Jimin no, ¿Qué hiciste? ¿Por qué lo hiciste?
—Te amo—le miró con intensidad.
—No puedes hacerme esto—negó acercando sus labios a la frente de Jimin, donde lloró por el amado que estaba perdiendo—. No puedes dejarme, no ahora cuando más te necesito.
—Lo siento Yoongi—dijo con dificultad—. Bésame, por favor.
Acarició su mejilla manchada de sangre y acercó sus labios, los cuales besó con la delicadeza y la ternura que se merecía, transmitiendo el amor que le tenía, uno que había sobrepasado sus más profundos sueños, el que había puesto ante todo y todos, Jimin, el ángel que tuvo en sus brazos y a quien deseo, sabiendo que era imposible que estuviesen juntos, Jimin, por quien fue en contra de los dioses y del mismo destino para tenerlo, por quien cometió pecados imperdonables, pero a quien amaba más que a su vida, más que a su reino, no le importó la guerra, los gritos de los rebeldes quienes entraban al palacio, eso quedaba en segundo plano cuando estaba perdido en los labios que poco a poco se volvieron fríos, en medio de ese beso pudo sentir, el último aliento de su amado, Jimin había muerto.
Cuando se separó le cerró los ojos, sollozando ahogado, un segundo después el dolor desgarrador de la espada clavándose en su pecho le hicieron soltar el cuerpo de Jimin y mirar el suyo, la espada plateada estaba sobresaliendo tosió lanzando sangre, miró hacia atrás sobre su hombro y lo vio.
Con una mirada vehemente, que no había visto en ningún guerrero, estaba el autor de aquella masacre. Min Jungkook.
Yoongi cayó boca abajo en el piso de su palacio, su mano se alargó tocando ligeramente los dedos de Jimin, a quien observó con cariño, esa fue la última imagen que el rey tuvo cuando murió.
—Mi señor, el ejercito de Thang y el comandado por Namjoon está aquí—dijo DongHae a Jungkook.
Jungkook apartó la vista de su padre y caminó a las escaleras que llevaba al trono, en el primer escalón llorando se encontraba el hijo de Jimin, bajó la mirada tragando su melancolía.
—Lo siento Hoseok—dijo en voz alta, sabiendo que este se encontraba al lado del cuerpo de Jimin—. No puede salvarlo de sí mismo.
Taehyung se acercó a él y asintió. —Hay que continuar, mi rey.
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