
XXIII
Los rumores corrían como corrientes de río dentro del palacio, en una semana, los sirvientes, guardias y personas allegadas a la corona sabían lo que estaba por acontecer, el rey Min Yoongi había elegido a su próximo consorte y era nada más y nada menos que el viudo de Jung Hoseok, Park Jimin. En el pueblo lo conocían por ser el chico de hermosa sonrisa que había conquistado el corazón de uno de los generales más venerados, cuando el rey le hizo su concubino comenzaron las habladurías, al pensar que ellos estaban juntos desde mucho antes, ahora para los habitantes de Silla, cobraba sentido aquel rumor, porque no había manera que el rey designara como consorte a un muchacho inexperto que no conocía nada sobre la corona y sus deberes como rey.
No pasó mucho tiempo para que los rumores llegaran al concubinato, donde los amantes del rey, quienes habían sido entrenados durante años para su labor y conocían a la perfección el papel que tenían en el castillo, llevaban años al lado del rey Min, habían llevado en sus vientres a su progenie, por lo que para ellos era inaudita aquella decisión, sin embargo, confiaban en que todo se trataba de un error, hasta que ese anuncio real llegó.
En la sala del consejo, el rey Min les había mandado a llamar, junto a los concejales, los y las concubinas, junto al príncipe de Silla, esperaban con paciencia lo que el rey estaba por decir, SuRan mantenía un semblante serio y tranquilo, pero internamente la preocupación estaba carcomiendo sus entrañas, porque como dama y primera concubina, ella era quien estaba mayormente preparada para ser consorte, por el bien del concubinato, el rey Min debía elegirla, aunque en su interior sabía lo que realmente sucedería, miró de soslayo a Jimin quien se mostraba nervioso, no había hablado con ninguno, se mantenía en silencio, pretendiendo que no sabía nada.
—¡El rey de Silla ha llegado! —informó uno de los guardias, haciendo que los presentes se inclinaran con respeto.
El rey Min, caminó imponente hasta su trono, donde se sentó, miró a los presentes con formalidad, hasta que su vista paró en Jimin, sólo así su gesto se dulcifico, porque ver a su hermoso concubino quien lucía radiante llevando a su hijo en el vientre, siempre le calmaría.
—¡Bienvenido mi rey! —dijeron al unísono.
—Esta mañana, los he convocado porque tengo un anunció importante que darles, como todos saben, nuestra eterna reina Min Seungwan, ha dejado este mundo, he trabajado arduamente para atrapar a los culpables, haré hasta lo imposible porque paguen, no tendré piedad—al decir esto, su vista recayó en su hijo quien tenía la mandíbula apretada, debido al dolor contenido que le causaba escuchar sobre su madre—. Como la tradición lo dicta, he decidido quien será mi nuevo consorte, aquel que me acompañara en mi reinado, dará a luz a mis herederos y cuidara del concubinato.
Los presentes miraron al rey con curiosidad, este siempre los sorprendía, nunca podían prever un movimiento de su rey, estaban al tanto de sus deseos y de la forma en la que le gustaba que sucedieran las cosas, un hombre fuerte y venerado, quien había llevado a Silla a la victoria siendo joven, sin embargo, había ocasiones en las que el rey los sorprendía pero no de la mejor manera, aún en sus mentes estaba en incidente de aquella aldea, donde inocentes habían perdido la vida, aunque era lamentable, reconocían que no había otra manera de hacer las cosas, porque a menos que quisieran morir, no irían en contra de los mandatos de su rey.
SuRan miró al rey con súplica, porque de esa decisión dependía toda su vida, las enseñanzas de la reina estaban en su mente, intentaba a toda costa de mantenerse en calma, pero le estaba costando mucho trabajo, porque todo lo que conocía pendia de un hilo. Si elegía a Jimin las cosas cambiarían, porque este no sabía la forma de desenvolverse en el palacio, no sabía los protocolos o liderar el concubinato, además, que ella podía ver en sus ojos, algo que le asustaba, Jimin no los quería cerca, corrían peligro.
—La decisión que he tomado ha sido en base a mi criterio como rey, mi orden es ley y nadie puede ir en contra de ella—tomó aire, porque dentro de él sabía que lo que estaba por hacer era una barbarie, iba en contra de todas sus enseñanzas, de lo que su madre y reina le habían enseñado, de lo que su mismo padre le había advertido, elegir a Jimin podría resultar desastroso, pero eso era lo que menos le importan, quería a Jimin como su rey—. He decidido hacer mi consorte a alguien que sé, hará un buen trabajo, porque tiene un buen corazón, trabajará duro por Silla, goza de juventud, de vitalidad y lleva a su vientre a un hijo mío, mi consorte y nuevo rey de Silla será Park Jimin.
Silencio, la sala se llenó de un silencio sepulcral, Jungkook miró a Jimin quien observaba al rey con una sonrisa llena de amor y devoción, negó por lo bajo, previendo que aquella decisión, traería caos al palacio, pudo haber intervenido, pero lo dejó pasar, porque nada de lo que dijera podría hacer cambiar a su padre de opinión.
Los concubinos miraron a SuRan, quien cerró los ojos, dejando escapar una pequeña lágrima que rodó por sus mejillas, SoYeon tomó la mano de esta con fuerza, al otro lado Jeonghan hizo lo mismo, este demostrando su inconformidad con una ligera mueca en los labios, sus bellos ojos pararon a los del rey quien le miró con seriedad antes de desviar la mirada a Jimin, a quien llamó para que subiera a su lado. Al hacerlo, Jimin pudo ver mejor el panorama, cerca del trono, todo se veía tan pequeño, los rostros inconformes de los concubinos le lleno de pesar, porque no quería ganarse su odio, Yoongi le había explicado que su deber era cuidar de ellos y evitar que cometieran una equivocación.
—¡Nuestro rey es sabio! —dijeron inclinando la cabeza, para el nuevo rey de Silla, Min Jimin.
SuRan estaba temerosa, se encontraba detrás de esa puerta, esperando a que fuese abierta, cuando los guardias le permitieron entrar, lo hizo de una forma elegante, manteniendo la calma, aunque por dentro estuviese desbordándose debido a la frustración y a la angustia. Se paró frente al rey, antes de hacer una reverencia, este la miró con una tenue sonrisa.
—SuRan, me sorprende verte aquí ¿No deberías de preparar las felicitaciones para Jimin?
Herida, miró al rey. —Mi señor, ¿Alguna vez le he fallado? —preguntó con un nudo en la garganta.
—¿A qué se debe esa pregunta? —levantó una ceja consternado.
—¿Por qué él? —susurró con seriedad, sus ojos estaban inyectados de dolor—. ¿Por qué ha elegido a Jimin como consorte? Sabe que yo no tengo nada en contra de él, pero, mi señor, mi reina, ella, dijo que ese lugar era mío.
Yoongi suspiró, se puso de pie y bajo los pequeños escalones, para estar a su altura, se paró frente a ella y la observó con detenimiento, SuRan era hermosa, pero no lo suficiente, él la adoraba, porque su personalidad era única, le gustaba estar a su lado, confiaba en ella, estaba seguro que de haberla elegido, ella habría hecho un trabajo honorable como reina, pero no era Jimin.
—He elegido a Jimin, porque sé que hará un buen trabajo—respondió sin pensarlo—. Todos ustedes son especiales para mí, estoy orgulloso de las cosas que han logrado a mi lado estos años, pero, estoy seguro que mi consorte debe ser Jimin—la vio bajar la cabeza, Yoongi tomó su mentón con delicadeza volviéndola a levantar, miró sus ojos castaños tristes y sonrió com cariño—. Sé que puedo confiar en ti, tú serás quien ayude a Jimin, quien le instruya y lo vuelva un buen rey, no hay nadie más que pueda hacerlo, Seungwan te tenía un amor incondicional, ella te ha enseñado tanto, quiero que seas una persona fiel a Jimin, él te va a necesitar, por favor, no juzgues mi decisión, que sólo yo sé porque la he tomado.
Aunque la tristeza se aflorara en su pecho y el dolor le causará que cada espacio de su ser sufriera, asintió, porque ella había aprendido de su reina, y SeungWan decía que una buena concubina siempre obedecía a su rey.
—Lo haré—susurró conteniendo el llanto.
Yoongi sintió acercándose hasta que sus frentes se tocaron, tomó sus mejillas, ella pensaba que el rey tomaría sus labios, pero no lo hizo, en vez de eso beso su frente con cariño y acaricio sus mejillas.
—Nada va a cambiar, el amor que les tengo es indestructible.
Ella había escuchado durante años esas palabras, las cuales había creído sin problema alguno, sin embargo, en esos momentos, estas le parecieron falsas, porque algo estaba cambiando y lamentablemente no podía pararlo.
No quería enfrentarse a ellos, le daba miedo, pero tenía que hacerlo, Jimin ingresó al salón del concubinato, llevaba el corazón en la mano, no quería ser odiado, entendía que la decisión del rey era apresurada y equivoca, pero no podía parar de sentirse afortunado y amado. Su felicidad estaba nublada por el semblante serio de esas tres personas, que semanas atrás, habían tenido sonrisas radiantes en sus rostros angelicales, unas que no habían vuelto desde la muerte de la reina.
Los tres se levantaron e hicieron una reverencia a Jimin, ya que pronto, en cuestión de días, este se convertiría en su rey, Jimin correspondió sentándose frente a ellos, siendo ayudado por su dama de compañía.
—Lamento no haber venido antes—dijo con nerviosismo.
—Está bien mi señor—dijo SuRan—. Nosotros comprendemos que ahora tiene responsabilidades que cumplir con el rey.
Jimin asintió ligeramente, miró a Jeonghan y a SoYeon quienes miraban sus manos sin decir palabra.
—Lo siento—dijo de forma honesta-. Sé que esto no es algo que ustedes esperaban o deseaban, incluso a mí me ha tomado por sorpresa, yo...hay muchas cosas que yo no sé hacer-confesó bajando la mirada—. Entiendo que pedirles esto puede ser cruel e incorrecto de mi parte, pero, necesito su ayuda, quiero aprender a ser un buen consorte, no sólo para el rey o para Silla, sino para ustedes, les ruego que me ayuden, yo...quiero que seamos hermanos, que nos llevemos bien, no deseo mal para ustedes, quiero su felicidad, no seré igual de bueno que nuestra reina, pero...quiero al menos hacer algo bien, por ustedes y por mí.
Mordió su labio inferior, jugando con sus manos, temeroso de escuchar una negativa, sin embargo, lo que sucedió después de sus palabras le dio un vuelco al corazón, porque tres manos se posaron sobre las suyas, levantó la mirada con los ojos cristalinos, observando los rostros amables de aquellas personas, Jeonghan le sonrió.
—Estaremos aquí para usted mi señor.
—No me llamen así, por favor, díganme Jimin.
—No podemos hacer eso —dijo SuRan con un suspiró—. Hay mucho que tiene que aprender, pero le ayudaremos.
—Lo haremos—asintió SoYeon.
Jimin sonrió entre lágrimas. —Les prometo que no fallaré.
Aquel emotivo encuentro, marcó el inicio de su destino como líder del concubinato, Jimin, no fue defraudado, los chicos, en especial SuRan, le ayudaron comprender los protocolos del palacio, lo que sucedería en la coronación y sus deberes como rey, le explicaron cada cosa con una paciencia que no creyó de ser capaz de ver después de Hoseok.
En los días, aprendía lo que podía, su estado avanzado de embarazo no le ayudaba a mantener la concentración deseada, estaba cansado, en las noches con su rey, no podía aguantar despierto, Yoongi lo abrigaba y lo abrazaba durmiendo a su lado, aceptando no tocarlo hasta que no se sintiera bien, así en pocos tiempo, Jimin estaba listo, para ser rey, o al menos eso era lo que pensaba.
Esa mañana el palacio se llenaba de preparativos, gente que iba y venía, procurando que todo fuese perfecto para la coronación del nuevo consorte, Silla se llenaba de fiesta, confiando en que su rey había tomado la mejor decisión, porque veían en Jimin, la juventud, belleza y bondad, que el mismo rey había profesado. Todos pedían que la sabiduría llegara a aquel joven, para que reinara junto al rey Min, con sensatez y honestidad.
Jungkook quien había decidido mantenerse al margen de la situación, no pudo ignorar más el hecho de que se celebraría aquel memorable acontecimiento, llegó a la habitación donde arreglaban a Jimin, entro sin anunciarse, dentro era un caos, las damas iban y venían de un lado para el otro preparando al próximo rey. Lo vio sentado frente a uno de los espejos, siendo peinado, sonrió de lado al ver cómo sus manos se movían de forma nerviosa.
—Primera lección—dijo llamando su atención antes de acercarse.
Jimim posó sus ojos en el príncipe quien le regalaba una sonrisa, la cual correspondió. —¿Jungkook?
—No muestres que estás nervioso—se posicionó a su lado—. Felicidades, has logrado lo que deseabas.
—¿No estas enojado conmigo? —preguntó con un hilo de voz.
Jungkook rio por lo bajo. —He traído algo para ti —dijo sacando de su manga una pulcera de oro gruesa, tomó su mano y se la puso—. Jimin, por favor, haz un buen trabajo, sé un buen rey.
Jimin le sonrió asintiendo, tomó sus manos y las apretó. —Gracias.
—Es momento de que me vaya, te veré en unas horas—se separó de él, con una última sonrisa se dio la vuelta para salir, cuando lo hizo, se encontró en la puerta a un rostro conocido. Aquel guardia evitó su mirada, no lo conocía, pero tenía que mantenerlo vigilado, porque este había visto algo que no debía.
Las horas pasaron, los arreglos en su cuerpo, cabello, rostro y ropa, habían dado como resultado que no pudiera reconocerse en aquel reflejo, el hanbock amplio que llevaba esa tarde, era negro, con detalles en rojo y dorado, ocultando su avanzado estado, resaltando sus pendientes de oro, su peinado y su maquillaje ligero, se veía como un rey y esa tarde oficialmente sería uno.
Se quedó solo en su habitación, caminando de un lado pata el otro nervioso, su corazón latía con fuerza y su bebé no dejaba de moverse, con su mano acariciaba su vientre redondeado. Trataba de respirar como le habían recomendado pero era en vano. Mordió su labio inferior conteniendo las ganas de llorar, esa tarde se casaría de nuevo, ahora con el rey y sería coronado.
—Mi señor—dijo su dama entrando apresurada—. Tengo algo para usted, uno de los guardias lo ha traído ¿Cree que sea del rey?
Le alargo un pequeño pergamino, Jimin lo tomó de inmediato, estaba sonriendo, porque posiblemente Yoongi quisiera darle algo antes de que todo ocurriera, lo que le haría convencerse de que estaba tomando la decisión correcta, no espero para abrirlo, al hacerlo sonrió encantado, pero al verlo detenidamente, una opresión creció en su pecho, estaba seguro de que ese pergamino no era de su rey.
—¿Quien te lo dio? —preguntó sofocado.
—Uno de los guardias—dijo ella, extrañada por la actitud de Jimin.
—¿Cómo era? —susurró.
—Muy alto, peli oscuro y ojos grandes —respondió tratando de recordar.
—ChanYeol—susurró muy bajo, de modo que la dama no pudo escucharle—. Sal de aquí -ordenó.
La mujer hizo una reverencia antes de darse la vuelta y salir de habitación, dejando a un Jimin muy confundido y asustado, en la soledad, sintió nauseas atacando su garganta, sus piernas débiles que estaban a punto de fallar, tuvo que detenerse en uno de los postes de la cama para evitar caer de rodillas en el piso, no podía respirar y su pulso aumentaba, golpeando fuertemente su piel.
Volvió a mirar el pergamino, aquella nota que creyó estaba alucinando, pero no, claramente, ahí había un dibujo, un pájaro, pero eso no fue lo que le impresionó al grado de casi desfallecer, sino la inscripción que estaba debajo, era una frase sencilla, posiblemente una de las pocas que sabía leer, sus labios temblaron, no pudiendo repetirlo en voz alta.
"Estoy vivo"
Reconocería esos trazos y esa letra en donde fuera, era Hoseok, y en esa carta le decía que estaba vivo, no podía creerlo, cada espacio de su ser experimentaba un cambio, del miedo a la preocupación, pero no fue hasta que llegó a la culpa que comenzó que llorar. Las lágrimas surcaron sus ojos, hasta que de derramaron por sus mejillas, cayendo por su mentón, sus labios comenzaron a temblar, llevó una mano a su boca para evitar sollozar fuertemente. Negó una y otra vez, pidiendo piedad al cielo, rogando porque aquello fuese mentira, Hoseok no podía estar con vida.
Tembló de pies a cabeza ¿Y si era mentira? ¿Si alguien que lo odiaba estaba usando eso en su contra? Para él podría tener sentido, o tal vez era su manera de nublar aquella posibilidad, porque Jimin, no sabía lo que debía hacer. No podía creer que Hoseok estuviese con vida, de ser así, estaba seguro de que este habría intentado llegar a él, además si eso sucedía, él no podía casarse con Yoongi, nada tenía sentido, estaba confundido y asustado, ¿Y si Hoseok estaba vivo ocultándose del rey? ¿Qué pasaria si eso no fuera más que una estrategia para hacerlo dudar? Nadie lo quería como rey, ¿Habría sido alguno de los concubinos? Miles de preguntas rondaban por su mente sin respuesta, porque no había a nadie a quien pudiera preguntarle, no tenía ayuda y decírselo a Yoongi podría ser un mal peor. Estaba destrozado cuando llamaron a la puerta.
—Mi señor, es momento—dijeron a través de esta.
Levantó la mirada, nuevamente sintiendo su cuerpo pesado, miró la carta en sus manos y se levantó, caminó alrededor, hasta que decidió ponerla debajo de la almohada, limpio sus ojos, no podía dar marcha atrás, todo aquello debía ser una equivocación, Hoseok no podía estar con vida, tocó su vientre por última vez hasta tomar una enorme bocanada de aire y dirigirse a la puerta, la abrió siendo recibido por sus damas y los guardias.
El camino fue una tortura, no era así como pensaba que se sentiría el día que realmente pudiese enlazarse para siempre con Yoongi, el hombre que amaba, estaba asustado, cada paso era inseguro, en su interior, las emociones se acumulaban como una avalancha, estaba al borde y un pequeño dolor en su vientre le dijo que tenía que tranquilizarse. Cerró por un momento los ojos, tratando de pensar en la razón por la cual estaba ahí, llegando a su mente sólo el recuerdo de Yoongi. Tenía que decirle, pero ¿Y si eso lastimaba a Hoseok? Abrió los ojos cuando estuvieron cerca, no podía y no lo haría.
Después de una larga caminata por los jardines, donde se puso a pensar en las posibilidades que tenía, llegó al otro lado del camino, frente a él estaba el palacio principal, algunas personas se amontonaban a su derecha e izquierda, dejando el pasillo libre, sobre los grandes escalones se encontraba el rey. Sus ojos vagaron alrededor, mirando con detenimiento hacia donde se dirigía. Los tambores y los flautines, anunciaban su llegada, marcando su marcha.
La gente le observaba, sentía las miradas sobre su cuerpo al tiempo que hacían una venia con la cabeza demostrando su respeto, su caminar era lento, con el pulso acelerado y las manos en la boca de su estómago, tapando con las anchas mangas si vientre hinchado, un impulso inconsciente por proteger a su hijo, a lo lejos no podía mirar con claridad el rostro del rey, quien le esperaba con paciencia, no pudo se capaz de mirar eso, pero sí de ver un rostro conocido. Baekhyun, entonces sus ojos brillaron, tal vez no estaba realmente solo, su amigo podía ayudarlo, quiso sonreírle, pero no podía, tenía que estar serio.
Sus manos temblaban, entonces sucedió, miró de reojo a la izquierda, en donde se encontraban algunos habitantes de Silla, no tuvo que mirar más, no lo hizo porque le reconocería donde fuera, con un sombrero de paja que tapaba su rostro, cerró los ojos sintiendo las ganas de llorar martillar su ser. Porque todo el miedo que había tenido al leer esa carta era real, Jung Hoseok estaba con vida, tuvo que detenerse, en esos momentos debía de hacerlo aún si eso ocasionaba su desgracia, pero no lo hizo, esa tarde hubo muchas cosas que Jimim pudo hacer pero evitó por completo. Comenzó a subir, esta vez siendo capaz de ver con mayor claridad a Yoongi.
Sus ojos le observaban con cariño, surco en sus labios una sonrisa tierna, cargada de amor, fue eso lo que le hizo avanzar con mayor rapidez, sin tener el mínimo cuidado, avanzó hasta que estuvo cerca de su rey, donde se sentía seguro.
Ambos se observaron, uno frente al otro, pusieron sus manos dobladas entre sí, haciendo un cuadro y se inclinaron, la música paró por completo. Yoongi sintió a Jimin y miró a su pueblo.
—Pueblo de Silla, con la bendición de nuestros ancestros y de Dios, he de unir mi vida a mi nuevo consorte, quien será su rey, reinaremos por los siglos.
—¡Larga vida a los reyes de Silla!—se escuchó en todo el lugar.
Yoongi tomó la corona de oro que le ofrecía uno de sus guardias reales, Kim Namjoon, aquella que había llevado SeungWan y su madre, la que puso en la cabeza de Jimin haciendolo su rey.
—Les presento a Min Jimin, rey de Silla—dijo antes de tomar la mano de este con delicadeza, poniendo en su dedo un anillo de oro y diamantes.
Jimin le sonrió con los ojos cristalinos, no de felicidad sino de miedo, escuchó la celebración y miró al pueblo de Silla, estaba mudo, no pudo decir nada, lo único que hizo fue perderse por un momento en aquellos ojos castaños que le miraron con dolor, mientras sostenía la mano del amor de su vida El Rey, Min Yoongi.
Espero les haya gustado. 👌
Capítulo dedicado a valeperezbenitez feliz cumpleaños linda ❤🐤💜
Los amoooo muchoooooo 💜
Quería agradecerles de todo corazón por las 100k leídas, en verdad muchas gracias por apoyar la obra aún sabiendo que es muy dramática.
Espero que continúe gustandoles.
🖤
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