XXI
Desesperación, eso era lo único que se podía sentir en el palacio, tanto sirvientes, como guardias y familia real, estaban desesperados por la reina, el suceso fue tan repentino que el rey no pudo dar una orden, fue Namjoon, jefe de las fuerzas que dio la orden de buscar al bandido que había herido a la reina, la hipótesis que viajaba entre los habitantes de Silla, era que, aquella flecha estaba dirigida al rey y que por algún motivo habían fallado.
El pueblo entero se encontraba envuelto en un silencio sepulcral, amaban a su reina, ella era amable, tenía la inteligencia, audacia y belleza para liderar junto a rey a Silla. Pensar en perderla les llenaba de angustia, parecía que ya nada era seguro, pero seguían confiando en que su rey los protegería.
Poco sabían aquellos plebeyos que el rey Min, se hallaba hundido en la miseria. No podía dormir, habían sido los dos días más largos de su existencia, su mente no dejaba de pensar en Seungwan, su hermosa reina, la primera persona en el mundo la cual amo con locura, con quien se casó y engendró un hijo. La mujer que estaba detrás de sus logros y quien le había ayudado a construir un harem fuerte y armonioso.
Estaba enojado, furioso y no descansaría hasta encontrar a los responsables, necesitaba venganza, nadie podía atacar a quien amaba sin consecuencia alguna, pero estaban pasando los días y no había noticia alguna, estaba al tanto del trabajo que Namjoon realizaba, pero no era suficiente.
—Mi señor—dijo el médico real, haciendo una reverencia al entrar al salón de reuniones, su consejo se encontraba ahí como todos los días esperando una respuesta, mientras le aconsejaban usar aquel ataque como una razón para ganar territorio en el sur—. Me temo que le tengo malas noticias.
Yoongi le miró con frialdad, en su pecho, su corazón comenzó a latir con una fuerza descomunal, un escalofrío recorrió su cuerpo terminando en su nuca, lo sabía, aunque por un momento quiso negarlo, quiso cegarse, en su interior estaba consciente de que su amada reina no sobreviviría.
—¿Qué ocurre? —preguntó en un hilo de voz.
—Hemos estado dos días tratando de estabilizarla, pero lamentablemente está perdiendo mucha sangre, su cuerpo el débil y me temo que hay una infección, su pulso está descendiendo, creemos que no pasará la noche.
—Bien—dijo con un asentimiento—. Avísale a Jungkook—dijo mirando a Taehyung quien asintió con un movimiento de cabeza—. DongHae avisará a mis concubinas, Choi, dile al emperador que lo espero en mi salón personal.
Jimin jamás había sentido tanto miedo, estaba en el concubinato, mirando a la nada mientras que los demás se encontraban en el suelo rezando, no dejaba de mover las manos incómodo, su mente indudablemente se remontaba a ese día, a cuando su vista cayó al frente y miró entre las personas a aquel sujeto misterioso que levantó la flecha en el aire, él lo miró cuando apuntaba y lo único que hizo fue callar.
—El rey me ha mandado a decirles que...tienen que ir a despedirse de su alteza—dijo uno de los guardias.
SuRan tapo con una mano su boca antes de sollozar, SoYeon la abrazó llorando a la par, mientras que JeongHan se quedó en silencio al igual que Jimin, que lo único que sintió fueron nauseas ¿Y si alguien se enteraba que él miró la flecha que se dirigía a la reina y no dijo nada?
—Vamos—dijo Suran quien era la más afectada, SeungWan era como su hermana, a quien respetaba y amaba, perderla la destrozaría para siempre.
Jeonghan tomó sorpresivamente a Jimin de la mano, este le miró confundido ganándose una tenue sonrisa. —Ella era como una madre para nosotros—asintió con los ojos cristalinos—. Siempre estuvo ahí, nos enseñó mucho, sé que no la conocías bien, pero ella también cuidaba de ti.
—Estoy sorprendido—mintió con un nudo en la garganta—. No puedo creer que esto esté pasando.
—Ninguno de nosotros, pero si se vuelve insoportable para ti, tienes que decirlo, no queremos que te sientas mal, hay que cuidar del bebé.
Eso fue como un golpe, la culpa estaba atragantándolo, tenía que decirle a alguien, liberarse, pero tenía miedo, porque Min SeungWan era la mujer más importante y querida de Silla y gracias a que él no había dicho nada aún y cuando tuvo tiempo, lo tomarían como un traidor. Jimin se preguntaba ¿Por qué no hizo nada?
Cruzaron el pasillo en completo silencio, como había estado el palacio desde hace dos días, cruzaron una puerta llena de guardias, para llegar a los aposentos de la reina, una habitación grande y repleta de lujo, Jimin venía detrás sintiendo su cuerpo pesado, no quería verla, no deseaba hacerlo sin sentir ganas de vomitar debido a la presión de su pecho y boca del estómago, sin embargo, no pudo evitarlo.
Min SeungWan se había caracterizado por ser una mujer hermosa, a la que el tiempo le tenía especial cariño, los años no habían cobrado la factura de su cuerpo, sus facciones infantiles y el sonrojo en sus mejillas la hacía pasar por alguien mucho más joven. Pero en esos momentos, en su lecho de muerte, la muerte estaba cernida sobre su cama, su piel perdió la luz y la coloración de sus mejillas, sus labios blancos y agrietados, sus ojos cansados y rojos, estaba muriendo y Jimin no pudo avanzar más, se quedó en uno de los postes de la cama abrazándolo con fuerza, los demás subieron a la cama y se acomodaron alrededor de la reina, donde lloraron desconsoladamente.
SuRan besó su frente. —No me puedes dejar, no seré capaz de vivir sin ti.
—Madre—sollozó SoYeon—. Si te he fallado o faltado en alguna de tus enseñanzas, os ruego que me perdones.
SeungWan no hizo nada las que acariciar los cabellos de la pelinegra, de sus ojos salían gruesas lágrimas que inundaban sus mejillas, Jimin no dejaba de mirarla fijamente.
—Te amo Seung—susurro JeongHan cerca de su oído.
Ellos callaron, como si esperaran que Jimin dijera algo, Suran incluso lo miro, el cuerpo de Jimin tembló y se desbordó. —Lo siento, perdón...mi reina, perdón si te fallé—sollozo sin poder calmar sus lamentos nacidos de la culpa.
La reina alargó la mano con debilidad, el dolor se estaba haciendo cada vez más insoportable, la dejaba sin energía, apenas podía mantener los ojos abiertos, Jimin con temor se acercó, JeongHan se levantó para dejarle el espacio libre, se sentó con cuidado a su lado, con miedo de moverla, SeungWan tomó la mano de Jimin con débil agarre, sonrió ligeramente, permitiendo que Jimin llorara con la cabeza en sus manos enlazadas.
Seungwan miró a ese muchacho, joven e inexperto con lástima, porque estaba segura de que tras su muerte él sería el nuevo rey, ocuparía su lugar, uno que no estaría listo para desempeñar, porque Jimin no se imaginaba el dolor y la responsabilidad que llevaría en sus hombros, había vivido los privilegios de ser un concubino, de preocuparse por sólo recibir al rey en las noches de necesidad, no de estar a su lado soportando los golpes de Silla y entrenar a quienes se robaban el amor del rey.
—Es mejor que la dejemos descansar—susurro SoYeon tomando de los hombros a Jimin, temiendo que este se pusiera realmente mal.
SuRan asintió. —Vayan ustedes—indico limpiando sus lágrimas, observó cómo Jimin miraba a la reina por última vez, profiriendo un "lo siento" aquello le desconcertó ¿Por qué Jimin se disculpaba de esa manera? Espero a que desaparecieran para acostarse al lado de su reina—. No me puedes dejar—susurro contra su cuello.
—E...s....parte....de....la....vi..da..a—gimoteo con dificultad.
—No hables—sollozo—. Quédate en silencio, no pierdas las fuerzas.
—¿A...ún te qued..an...esper..anza...s?
SuRan se incorporó para mirarla, Seungwan tenía una tenue sonrisa en el rostro, llevó una mano hacía ella y la acarició. —La esperanza es lo último que se pierde.
—Quie..ro...que me...haga...s...un favor—susurro preocupada, el aire le faltaba—. Joy...as...caja...una...carta...Jung...kook....
—No entiendo—dijo analizando en su mente las palabras de la reina—. Joyas, caja, una carta, Jungkook.
Miró hacía atrás, donde estaba el tocador, se levantó y caminó hacía ese lugar, la dama de la reina estaba cerca con la cabeza gacha, SuRan la ignoró por completo, abrió el joyero de oro y perlas, ahí no había nada, introdujo la mano rebuscando, hasta que dio con un pergamino pequeño en el fondo, lo sacó y miró, regresó a la cama de la reina y se lo mostro.
—¿Este es para Jungkook?
Seungwan asintió con lágrimas en los ojos. —Cuida...de...él.
—Lo lamento—dijo YiXing mirando a Jungkook quien lucía terrible, no había dormido nada por la noche—. Me gustaría quedarme y darte mi apoyo, pero mi padre me ha dicho que partiremos por la mañana.
—Está bien—susurró asintiendo—. Posiblemente cuando nos volvamos a ver, todo será diferente.
YiXing se acercó más a Jungkook, quería reconfortarlo, intentó llevar una de sus manos a las del pelinegro, las cuales descansaban en su regazo. Estaba a punto de decirle algo, cuando escucharon la puerta del pequeño salón siendo abierta, desvió la mirada a la puerta, encontrándose con uno de los guardias reales, la mirada fría que le lanzó lo dejó perplejo.
—Necesito hablar con mi señor—anunció con una reverencia.
Jungkook se quedó quieto, YiXing fue testigo de cómo sus ojos miraban con añoranza al soldado, levantó una ceja al comprender lo que estaba sucediendo, tomó la mano de Jungkook y la llevó a sus labios depositando un pequeño beso en su dorso, la dejó nuevamente en su lugar y se levantó.
—Nos vemos más tarde—dijo con una sonrisa, la cual no eliminó, miró al guardia fijamente, riéndose de la situación la cual le parecía muy divertida.
Ambos, soldado y príncipe, se miraron sin mostrar expresión alguna hasta que las puertas fueron cerradas y se encontraron solos. Jungkook se quebró por completo, comenzó a sollozar sin dejar de mirar a Taehyung, pidiendo a gritos que llegara hasta él y lo sostuviera, para el soldado ver de esa manera a su príncipe le conmovió, no pasó mucho tiempo para que se acercara a paso largo y se sentara a su lado atrayendo su cuerpo a su pecho, lo abrazó con fuerza acariciando sus hombros y besando su cabeza, Jungkook sollozo con las manos aferradas a su cuello.
—¡No quiero que muera! —gruño con frustración—. No estoy listo para perderla ¡Es mi mamá!
—Lo siento mucho Jungkook—susurro contra su cabeza, sintiendo el nudo en su garganta acrecentarse, el llanto de su amado se clavaba en su pecho haciéndole daño, porque sabía que no había nada que pudiera decir o hacer para desaparecer su dolor—. Lo siento mi pequeño.
Jungkook no contestó, no estaba en condiciones para hacerlo, se limitó a sollozar en su cuello hasta que el llanto se volvió un hipido que no le permitía estar quieto, fue entonces que con dificultad debido a la nublosidad de sus ojos miró a Taehyung.
—Me quedaré solo—susurro arrugando el gesto—. Perderé todo lo que amo en el mundo y me quedaré solo, porque nadie, jamás, podrá borrar el dolor de perder a mi madre.
—No estás solo—negó el moreno, tomándolo de las mejillas—. No lo estas, yo estoy aquí.
—No Taehyung, tú no estás, me has abandonado y sólo estas a mi lado en estos momentos porque tienes lástima, pero cuando pase el luto, volverás a tu vida, olvidando por completo este iluso corazón que te ha amado desde el primer momento en que te vio.
Tras escuchar estas palabras el castaño quedó absorto, sus ojos se entrecerraron y una mueca de dolor nació en sus labios, negó con ligereza, no apartó las manos de las mejillas del príncipe, el cual le miraba suplicante, esperando algún movimiento, algo que le indicara que lo que acababa de decir era mentira.
—Aunque se sequen los mares, aunque el sol abandone el cielo y mi cuerpo sea puesto bajo tierra, yo jamás dejaré de estar a tu lado, nunca, siempre me tendrás velando tu sueño y escuchando tus lamentos, porque, aunque no podamos estar juntos en esta vida y no pueda amarte como lo es merecido, yo, por la divina gracia, preferiré mirarte de lejos, nadie me quitara ese anhelo.
Jungkook no pudo soportarlo y se lanzó a tomar sus labios, en un beso cargado de dolor, por la pérdida, el pequeño pelinegro de dieciocho años, estaba perdiendo a su madre y despidiéndose del amor de su vida, dejando su corazón sumergirse en una tristeza permanente, ni el oro, ni la corona o el prestigio en batalla, podría hacer que olvidara el sufrimiento que cargaba dentro.
Cuando abandono esos labios cálidos se dio cuenta que era el momento de enfrentarse a la mayor de sus batallas, tendría que ir y despedirse de su madre. Pero Jungkook no era el único que tenía que hacerlo.
El rey Min Yoongi había enfrentado a la muerte en batalla, su padre había perecido en batalla, mientras que su madre lo hizo en el lecho, esas dos pérdidas marcaron su vida y la de su reino, sin embargo, esa noche todo pareció ser diferente, ya que el miedo se apoderaba de cada espacio de su ser, no podía hablar, habían pasado horas y él no pronuncio ninguna palabra, escuchó al emperador quien le dio sus condolencias, pero nada más, tenía miedo, como un infante, porque estaba a punto de perderla.
Al principio se odiaron con el alma, pero cuando conocieron que entre ellos había cosas pequeñas en común intentaron una amistad, que los llevó a enamorarse perdidamente, Yoongi a pesar de los años y sus concubinos, seguía pensando que Min Seungwan era la mujer perfecta.
Mientras atravesaba el pasillo con una lentitud casi extrema, imágenes de ella pasaban como ráfagas de fuego en su cabeza, sus manos temblaban al igual que sus ojos, estaba por llorar, pero no lo hizo, no hasta que llegó a esa habitación, se acercó sin hacer algún ruido porque la miró dormir, como un ángel, en la cama a su lado estaba Jungkook, durmiendo acurrucado a su cuerpo como un bebé en busca de cobijo, le recordó a cuando este era tan pequeño que cabía en sus brazos.
Se sentó en la cama, apretó la mandíbula, llevando una de sus manos a la mejilla fría, poco a poco estaba perdiendo el calor de la vida, Seungwan se removió ligeramente hasta que abrió los ojos, cansados y opacos, que poco a poco se llenaron de lágrimas, posiblemente la reina creyó que el rey no iría a despedirla.
—¿Cómo es que eres hermosa incluso en estos momentos? —susurro ahogado.
—Has...venido—susurro con dificultad, perdiendo el aire en cada palabra.
—No estoy listo para dejarte ir, dijimos que viviríamos hasta morir en el mismo lecho—negó sin poder contener las lágrimas.
Min Yoongi, rey de Silla, se inclinó hacía el pecho de su reina y comenzó a llorar desconsoladamente, ella llevo su mano a los cabellos oscuros donde acaricio sin fuerza, comenzando sus propios sollozos dolorosos. Jungkook abrió los ojos observando la escena, sin moverse, aferrado aún al brazo de su madre, al escuchar llorar a su padre sus propias lágrimas rodaron por sus mejillas de forma descontrolada.
—¡No me dejes Seungwan! —sollozó Yoongi, levantando la cabeza y mirando a su reina quien sonreía—. Siempre serás tú, nadie más que tú. Te amo, más que a mi vida te amo.
—Te...amo—susurro.
Yoongi la abrazó a su cuerpo, pidiendo que ella le regresara el abrazo, pero su cuerpo estaba tan débil que le fue imposible hacerlo, Min SeungWan cerró los ojos oliendo por última vez el aroma de su rey, el único hombre al que amó y por quien daba la vida, a quien siempre apoyo aún si eso significaba ir en contra de sí misma. Sonrió al escuchar ese te amo y suspiró.
El cuerpo que sostenía se soltó, paró su llanto para alejarla de su cuerpo y mirarla, tocó sus mejillas sin vida y negó, abrazando de nuevo su cuerpo sollozo en su cuello. Jungkook se hizo bolita en la cama, llorando en silencio la muerte de su madre.
¡LA REINA DE SILLA ESTÁ MUERTA!
Capítulo dedicado a minsu73 feliz cumpleaños hermosa, la única que a través de audios me ha hecho hasta hacer un maratón. Love u❤💜
PD. No podía ser Agust el hermano porque esta triviado y porque entonces la historia perdería el sentido.
🖤🤍
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