XX
La noche lúgubre forjaba su camino, temeroso pasaba aquel valle que lo llevaba a la mira de su destino, aquella misión que lo mantuvo cesante durante días, necesitaba encontrar a aquellos que fueran débiles de espíritu para obtener información, tuvo suerte, así que con el mapa trazado en su mente emprendió el viaje, uno del cual no sabía si saldría ileso. ChanYeol le había advertido hasta el cansancio de las posibles consecuencias que pudiera sufrir, porque podía morir a manos de los rebeldes o del rey cuando se enterara que seguía con vida.
Llegó a la villa, el campamento del enemigo estaba a unos kilómetros de distancia, tenía tiempo de pensar en un plan que pudiera salvar su pellejo, o al menos eso era lo que él pensaba, no llevaba largo tiempo recorriendo aquellos peligrosos caminos cuando escuchó las pisadas de los caballos, se detuvo de inmediato, mirando alrededor tocó el mango de la espada que descansaba en su cintura, estaba listo para desenfundarla pero al ver quien salía de la penumbra detuvo sus movimientos, lo tenían rodeado.
Los barbaros del ejército rebelde le miraban con la sonrisa tatuada en los rostros sucios y duros, al menos quince hombres en caballo estaban rodeándolo, mordió su labio inferior, sentía como su pulso se aceleraba y un escalofrío recorría su columna, no era lo mismo verlos cuando detrás suyo tenía un ejército de hombres entrenados en las artes de la guerra, a estar completamente solo enfrentando a los compañeros de aquellos caídos que habían sucumbido ante la furia de su espada.
—Mira a quien tenemos aquí—dijo uno de ellos acercándose con una sonrisa llena de sorna—. A la furia del rey de Silla ¿No habías muerto Jung? ¿Será este un avistamiento de tu alma en pena pagando por las vidas que se ha cobrado tu odio? Creía que nos veríamos en el infierno.
Hoseok mantuvo su postura, a pesar de saber que podría morir en esa fría noche, lo tenía claro, pero antes de hacerlo, quería cumplir su deseo impetuoso de venganza.
—No es un alma en pena lo que ves, sólo soy un mortal que busca indulgencia y que tiene información valiosa para tu señor.
—¿Crees que le creeremos a uno de los guerreros más grandes del rey? Esto debe ser una táctica de tu rey.
Hoseok negó de inmediato. —Min Yoongi no es mi rey—dijo con fiereza, mirando a los ojos de aquel general—. Estoy aquí porque quiero destruirlo y recuperar lo que me pertenece.
El general del ejército rebelde levantó una ceja, cuestionando las palabras que escuchaba del que creía su enemigo, relamió sus labios manteniendo aquella sonrisa llena de orgullo y suficiencia.
—Entrega tu arma entonces—ordenó haciendo que uno de sus hombres se acercara al costado de Hoseok, este desenfundó su poderosa espada y mirándola por unos momentos la entregó, en señal de paz—. Vamos a ver si el verdadero rey de Silla quiere recibirte.
El general se dio la vuelta, una serie de hombres cerraron su camino, para no permitirle escapar, estos estaban escoltándolo, con sumo cuidado. Hoseok tomó con fuerza las correar de su pura sangre, jamás imaginó que fallaría a su voto de servicio, el que hizo cuando se unió a las filas del ejército del antiguo rey de Silla, tal y como lo hizo su padre, quiso llegar alto, ser reconocido por su astucia, peleaban con el orgullo de estar sirviendo a un gran rey, sin embargo, todo sentido de pertenencia hacía el reino que lo había visto nacer quedó atrás, cuando supo que el rey al que juro lealtad, había destruido egoístamente su vida, tomando lo que más amaba en el mundo, a Jimin.
No iba a retroceder hasta no ver al gran rey Min Yoongi pagar por sus faltas, lo haría caer y recuperaría a Jimin, lo llevaría lejos, donde ambos pudieran comenzar de nuevo, siendo felices, como siempre debió ser.
El campamento del ejército rebelde estaba escondido detrás de las montañas, sonrió ladino, siempre lo supo, pero sus sugerencias de atacar ese lugar fueron ignoradas por Kim Namjoon quien era el que le aconsejaba al rey en cuanto a las decisiones sobre el ejército y las estrategias de batalla. El lugar al que se adentraron, no era más que una villa, las personas, mujeres, soldados y niños le miraban con seriedad, la profundidad de sus ojos le decían que sabían bien quien era, aunque no le hayan visto nunca antes.
Chozas pequeñas, algunos hombres forjando espadas y soldados vigilantes, pronto se dio cuenta de la realidad, estaba en el territorio enemigo, muy alejado de la comodidad del reino, donde había dejado de ser bienvenido. Frente a él había una carpa de enorme tamaño, fuera de esta había algunos hombres armados, con armadura oscura, de baja calidad, no como la que llevaba el ejército del rey.
El general y los soldados bajaron de los caballos, Hoseok hizo lo mismo, se quedó de pie, mirando como el hombre que le había llevado a ese lugar entraba a la tienda, espero con la frente en alto, tragando en seco mientras sentía la profunda mirada de los demás sobre su ser, en ese momento podrían matarlo y quemar su cuerpo, nadie se opondría.
—Puedes entrar—dijo el general saliendo de la tienda con una mirada dura.
Hoseok tomó una bocanada de aire de forma discreta, la cual fue sacando lentamente, con el fin de controlar su respiración, avanzó con los guardias pisándole los talones, la tienda se abrió, dentro, todo era completamente diferente a lo que había imaginado, llena de armas, con un trono de madera donde estaba sentado el jefe de los rebeldes, sus ojos pequeños le intimidaron, tenía una mirada fría, con una sonrisa mordaz, vestido de negro, con el cabello recogido sobre la cabeza, donde descansaba un adorno para sostenerlo con un dragón.
Con renuencia se hinco en el piso sobre una de sus rodillas, mostrando respeto al hombre que tenía en sus manos su cabeza. —Mi señor, soy Jung Hoseok.
—Sé bien quien eres, tú nombre es inconfundible, decenas de mis hombres han muerto en tus manos ¿Has venido a pagar por ello? O ¿A qué ha venido uno de los mejores generales de mi hermano?
Hoseok levantó la cabeza, aún de rodillas miró al hombre que le cuestionaba con la mirada. —He venido a prestarle mis servicios, a decirle todo lo que sé sobre Silla y su ejército.
—¿Vienes a traicionar a tu rey? —preguntó con una ceja alzada—. ¿Qué es lo que hizo Min Yoongi para hacer que su fiel soldado se volviera en su contra?
—Me ha quitado todo lo que amo en el mundo—respondió sin demora.
—¿De verdad crees que puedo creerte? Dime ¿Cómo sé que no me has mentido?
Hoseok se puso de pie. —Sé que durante años han querido entrar a Silla sin ser descubiertos, sé una manera de hacerlo, los emperadores de Thang, están reunidos con el rey en este momento, ellos quieren casar al heredero Min Jungkook con el hijo mayor del emperador, en unos días se hará el anuncio oficial, habrá una celebración y todo el pueblo estará presente.
El general del ejército le miró con una ceja ligeramente levantada, aquello que escuchaba era tentador, durante años había buscado una manera de entrar al territorio de Silla sin ser descubierto, pero no confiaba en aquel general que había servido a su hermano durante años.
—Creo que deberé analizar tu propuesta con detenimiento, mientras tanto, algunos de mis hombres te van a acompañar, no podrás abandonar el campamento, hasta que no descubra cuáles son tus verdaderas intenciones, nadie juega con Kwon Jiyong.
Hoseok fue tomado de ambos brazos y llevado a la salida, no pudo decir nada más, al momento que iba saliendo chocó contra alguien que entraba, al mirarlo quedó atónito, un chico alto, delgado, de cabello oscuro y facciones angelicales, tenía la belleza del mundo, estaba vestido con una armadura oscura, su cabello hasta el mentón suelto alrededor de su rostro, le miró con desprecio, antes de hacerse a un lado. Hoseok parpadeo, aquel soldado era sin duda, hermoso.
Jungkook se miró en el espejo por última vez, ese día su madre se había asegurado de que llevara un hanbock color champagne, con decoraciones en bordados blancos y dorados, su cabello estaba recogido sobre la cabeza en un moño sostenido por seis palillos negros, tres en cada lado, de estos se desprendían una hilera de pequeños adornos de flores, no le gustaba, él era un guerrero, sin embargo, no podía hacer nada en contra de su madre.
Ese era el día, en el cual estarían anunciando al pueblo de Silla su compromiso, con el hijo de los emperadores de la dinastía Thang, nada había ayudado para que su padre declinara la idea, nadie pudo evitarlo y estaba muriendo por dentro, después del compromiso, él debería de irse a China con los emperadores a pasar una temporada, como invitado, con guardias eunucos y sus damas, quienes le acompañarían en el viaje y le cuidarían, cuando volviera a Silla, pasaría un mes antes de contraer matrimonio en su reino, viajaría de nuevo a China y se casaría allá, según las tradiciones de su pueblo, después de eso, se tendría que conformar con no ver a sus padres durante mucho tiempo.
Había dejado claro con Yixing que ellos jamás tendrían un romance, no serían más que dos seres desdichados que compartirían la misma mala suerte, engendraría un hijo para después dejarlo todo a los concubinos y concubinas que el muchacho tuviera al acceder al trono, pero el emperador se veía fuerte, eso les dejaba muchos años por delante siendo ellos dos simplemente.
Pero Jungkook no daba un paso en falso y tenía un plan, su padre, no dejaría que viajara sin un acompañante digno, ¿Y quién podría ser mejor que Kim Taehyung? No se iría solo, se aseguraría de llevarlo consigo.
Al salir de la habitación miró de frente a aquel que estaba huyendo de su presencia. Taehyung le miró con seriedad, como lo había hecho las últimas semanas, al sentirlo cerca sin poder tocarlo sintió nauseas, la boca de su estómago experimentó esa incomodidad conocida desde hace algunos días.
—Seré yo quien lo escolte al desfile, mi señor—dijo con voz grave, la misma que llenó de una sensación ansiosa a su cuerpo.
—Perfecto—respondió sin expresión alguna, como si no le afectara su presencia.
Se abrió camino y avanzó, sintiendo la dura mirada de Taehyung en su nuca, sus manos comenzaron a sudar, estaba distraído del camino que no miró que frente a él estaba un pequeño escalón, tropezó casi cayendo al piso de rodillas, de no ser por las grandes manos que le sostuvieron de la cintura, evitando su caída, contuvo la respiración, Taehyung le ayudo a estabilizarse, cuando estuvo derecho, pensó que este le soltaría, pero en vez de eso, apretó sus manos alrededor de su cintura, cosa que sabía, le excitaba.
—Con cuidado señor—dijo en su oreja antes de alejarse.
Jungkook apretó la mandíbula, se acomodó el traje y comenzó a caminar ahora con más cuidado y sin despegar la vista del piso, estaba consciente de que Taehyung lo había hecho a propósito, eso le hizo sentir una extraña sensación en su pecho, la opresión que había estado presente durante días se disipo un poco, reemplazándola con una nota de esperanza.
Después de una larga caminata llegaron a lo que era el lugar del desfile, se sentó al lado de su madre que estaba a la derecha de su padre, Jimin estaba a su lado, los emperadores y Yixing estaban a la izquierda de su padre, aparentemente nadie se dio cuenta que había llegado tarde.
—Es un día caluroso—susurro Jimin quien estaba rojo de las mejillas, con calor, ese día llevaba un traje amarillo que le hacía lucir lindo.
—Es mejor que te acostumbres, estas celebraciones duran horas—suspiró.
La música estaba sonando, su padre Yoongi reía con el emperador, Yixing le miró y sonrió, ambos estaban tristes, porque sabían lo que el destino les tenía deparado, Jungkook tomó su copa de vino de arroz, su madre le miró y le sonrió con cariño, él correspondió a la sonrisa, llevo la copa a sus labios y cerró los ojos, un segundo, eso fue todo lo que tardó, escuchó el sonido del viento y sus ojos se abrieron, miró primero a Jimin quien tenía los ojos perdidos en un punto de la multitud, entonces todo pasó en cámara lenta.
—¡Hirieron a la reina!
Eso fue lo que escuchó antes de reaccionar, volvió la cabeza hacía su madre y sus ojos se abrieron de la impresión y el miedo, la copa cayó sobre su regazo mojando su vestimenta, sus manos comenzaron a temblar, el grito de las personas, seguido de la movilización de los guardas, todo se oía demasiado lejano, como si lo viera a través de una tela opaca, sus ojos no se despegaban de su madre, que ahora estaba en los brazos de su padre con una flecha atravesando su pecho.
—¿Mamá? —susurró inaudible.
¿Que les pareció?
Actualizaciones oficiales: MIÉRCOLES
Gracias por leer.
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