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XIX

Jimin tocó con la punta de sus dedos la tela suave y lisa que cubría su cuerpo, era satisfactorio verse en esta, un hanbok color beige, con decoraciones en dorado y negro en las mangas y cuello, sus pies llevaban zapatos tan cómodos, que parecía que estaba caminando sobre un una alfombra de pétalos de rosas, se miró al espejo, Dahyung estaba detrás de él, esta acomodaba su cabello hacía atrás, manteniéndolo en su lugar con una peineta de fino oro sus ojos y labios estaban ligeramente maquillados, sus orejas mantenían dos pendientes de oro y sus manos anillos de diamantes y jade.

—Está listo mi señor—dijo su dama haciéndose hacía un lado mientras realizaba una venía con la cabeza.

Era el momento para conocer a los emperadores de la dinastía Tang, estos habían viajado desde China, para hacerle una visita diplomática al rey Min. Por días estuvo preparándose para ese momento, quería demostrar que era capaz de realizar labores que su rey le impusiera, que podía ser de confianza, la reina Seungwan había sido de gran ayuda, esta le explicaba con paciencia las cosas que tenía permitido hacer y lo que debía de evitar a toda costa, le enseño sus propios protocolos y los de sus visitantes, tratando de que así se minimizaran los accidentes que pudiesen ocurrir en sus manos, al ser un chico inexperto y maleducado.

Yoongi le había dicho que no tenía nada de qué preocuparse, le escuchaba reparar las reglas y le sonreía cuando lograba memorizar algo, cuando se equivocaba, se lo hacía ver con tranquilidad, su relación se estaba fortaleciendo.

Salieron de sus aposentos, los guardias que esperaban en la entrada hicieron una reverencia en cuanto le vieron, porque Jimin se había convertido en el favorito del rey, eso lo colocaba justo debajo del estatus de la reina, no había visto a los demás concubinos, pero intuía que no estarían contentos, sobretodo SuRan quien había sido revocada de su puesto de primera concubina y de SoYeon que ya no podía alardear ser la favorita, Jimin quería sentirse mal por ellas, pero la realidad era que no lo hacía, podía ser egoísta de su parte, pero estaba feliz de que el rey sólo acudiera a su habitación por la noche, incluso aunque no tuviesen intimidad, este llegaba y le abrazaba para dormir a su lado. Las semanas pasaban y su vientre crecía, en pocos meses podría dar a luz a un hijo de la realeza.

El palacio entero estaba bajo tensión, el rey quería que aquella visita fuera perfecta, por lo que las tareas se incrementaron para quienes servían el palacio, al igual que para quienes cuidaban que todo estuviese en orden en el pueblo y los alrededores, el miedo de equivocarse estaba latente, esa mañana DaHyun le había comentado lo cerca que estuvo el rey de ejecutar a uno de los cocineros por no estar haciendo bien su trabajo, para Jimin eso era excesivo, pero él no tenía ni voz ni voto dentro del palacio, al igual que los demás tenía que acatar las órdenes.

Los guardias lo condujeron a uno de los salones, en este esperarían a que les indicaran que los emperadores y su guardia estaban entrando al pueblo, por el mensajero que habían mandado esa mañana, sabían que no quedaba mucho tiempo para su llegada. Cuando Jimin entró, se imaginó ver primero a la reina, ya que esta tenía un serio compromiso con la puntualidad, en más de una ocasión le había llamado la atención por ser descuidado con los horarios. No se encontró a la reina, pero sí al rey y eso le hizo sonreír.

Yoongi lucía una vestimenta digna, una hanbock negro, en su cintura llevaba una cinta roja, bajo esta, una línea de detalles dorados, al igual que sus mangas y cuello, la corona de gran tamaño que estaba en su cabeza y dejaba dos tiras de cadena colgando a cada lado de su cabeza de oro, le hacían ver imponentes, tanto que Jimin se quedó en la entrada haciendo una reverencia.

—Mi señor, estoy aquí—dijo con inseguridad, ver al rey vistiendo como uno, hizo que sus dudas sobre si estaba haciendo lo correcto al estar en la reunión salieran a flote.

Sin embargo, Jimin no podía conocer lo que el rey estaba pensando en ese momento, Min Yoongi, sólo podía apreciar la belleza de su amor, era inexplicable la forma en la que su inocencia se resaltaba con aquella vestimenta, inocencia que era corrompida cada noche por sus manos y sus suspiros llenos de placer, Jimin era una joya invaluable, una que había encontrado en el momento indicado, no importaba lo que pasará, él no iba a dejar que nada ni nadie lo separara de su amor verdadero, quien eres su rey, al menos en su corazón.

Se acercó sin dejar de sonreír, a escasos centímetros de él, lo tomó de los hombros para que pudiese levantar la mirada, examinó con curiosidad los pequeños ojos brillantes y los labios entreabiertos, no podía bersarlo frente a los demás, porque no era la forma de comportarse en público, mordió su labio inferior y alargó la sonrisa, despertando la de Jimin, luminosa y tierna.

—Te ves perfecto—dijo con voz ronca, bajo sus manos de los hombros hasta las manos las cuales acarició—. La selección de colores ha sido perfecta.

—La reina ha hecho un gran trabajo—asintió una vez con la cabeza—. Usted mi rey, se ve poderoso.

Yoongi sonrió ladino. —Te voy a decir un secreto—se inclinó un poco a su oreja—.  La corona es demasiado pesada, quiero botarla.

—Pero eso es imposible mi rey-respondió con un sonrojo.

Yoongi disfrutaba ese juego que tenían afuera de la habitación, donde sus comportamientos se volvían recatados, aun sabiendo que en la intimidad ambos podían tratarse como iguales. El coqueteo iba a seguir de no ser porque escucharon las pisadas en el pasillo, Yoongi dejó las manos de Jimin y se separó yendo hacía la puerta, de esta rodeada por guardias emergió Seungwan, al verla quedó anonadado, su reina era preciosa, tenía esa belleza natural que muchas mujeres deseaban, su piel perfecta, pálida, con un cuerpo pequeño, una sonrisa encantadora y unos ojos expresivos. Esta lucía un vestido tradicional, color rosa palo, con adornos dorados, sobre su cabeza llevaba su corona, brillante oro que iluminaba su rostro, hizo una inclinación hacia ella.

—Mi reina, está usted perfecta—sonrió con cariño.

Seungwan se sonrojo. —Usted también mi señor, hace mucho tiempo que no lo veía portar la corona.

Yoongi asintió, ante ese intercambio de cordialidades y palabras amables, Jimin sintió un nudo en la boca de su estómago, una amarga sensación que recorrió su cuerpo y se alojó en su garganta, bajo la mirada para no verlos y deseo tapar sus oídos para no escucharlos, pero eso le era imposible. Escucho como se acercaban.

—Jimin, te ves maravilloso—dijo la reina con cariño maternal.

—Muchas gracias mi reina—se inclinó un poco hacía adelante.

—Querido creo que el embarazo te ha sentado de maravilla-al escuchar eso, Jimin levantó la mirada, sonrió con pena, por los terribles pensamientos que estaba sintiendo.

—Gracias mi reina—repitió, esa vez con un tono más amable.

—Vaya, esta es una escena que me da nauseas, ¿Estamos jugando a la familia perfecta?

Los tres se volvieron a observar a Jungkook, Jimin quedó impresionado por la belleza del doncel, este vestía de negro, con detalles de plata, parte de su cabello estaba hacía atrás, sujeto con un adorno de oro que iba desde su cabeza y culminaba en sus orejas, era una serie de espirales, estas al terminar lo hacían de manera delicada en sus orejas, con dos pendientes circulares de donde se agarraban dos cadenas que se encontraban en su pecho, alrededor de su rostro había dos mechones de negros cabellos. Seungwan frunció el ceño al verlo, no era el atuendo que ella había elegido para él, se suponía que su hijo debería llevar colores claros que reflejaran su pureza.

—No quiero que comiences a hablar de esta manera cuando el emperador llegue ¿Me has entendido? —sentenció Yoongi con la mirada.

Jungkook le miró con suficiencia, pero asintió. —No planeo hacerlo padre.

Namjoon interrumpió la escena y entró, hizo una reverencia ante los presentes. —Mi señor, el emperador Wu ha entrado al pueblo junto a sus generales.

Yoongi asintió una vez, se volvió a la puerta, tomó la mano de Seungwan y la puso en su antebrazo, Jimin y Jungkook iban detrás de ellos, a una distancia considerable. Jungkook miró de reojo a Jimin quien tenía una mirada llena de emociones que no eran descifradas con exactitud a simple vista.

—Sería lindo ¿No?

Jimin le miró confuso. —Lo lamento, pero no comprendo.

—Hablo de caminar a su lado, eso te gustaría ¿No? Portar esa corona, ser presentado como su consorte—habló regresando la mirada al frente, donde sus padres caminaban—. Pero no puedes-dijo con reproche.

—Sé que no puedo—respondió con un nudo en la garganta.

—No pienso ser malo contigo Jimin, no quiero ser cruel, pero debes de estar consciente de cómo son las cosas aquí, los celos no te llevaran a ningún lado, los concubinos no son tan inocentes como piensas, todos tienen sus armas escondidas.

Jimin se quedó en silencio, repitió esas palabras en su mente por unos momentos antes de que llegaran a la salida, caminaron hasta encontrarse en la cima del palacio, justo sobre aquellos escalones largos, el caminó principal se hallaba dividido por dos líneas de guardias que se hincaban sobre una de sus rodillas, las puertas del palacio se abrieron, de estas entraron hombres de armadura negra, con el semblante serio y frío, seguido de estos caballos con generales y dos carruajes. Jimin estaba atónito por todo lo que veía.

Esperaron en silencio, mientras los carruajes eran abiertos, en el primero, bajo un hombre alto, vestido de blanco, con una corona de oro con decoraciones en rubí, este caminó siendo seguido por sus guardias personales, una segunda persona bajó, se trataba de un hombre un poco más bajo que el primero, estaba vestido exactamente igual, salvo que los adornos que llevaba en la cabeza, formaban un buqué de oro con flores de jade. Del segundo carruaje bajo un muchacho, se veía joven, de la edad de Jungkook, vestido como los otros dos, salvo que este llevaba el cabello recogido sobre su cabeza, con una pequeña coronilla de oro.

Yoongi comenzó a bajar ayudando a su reina, detrás de ellos lo hicieron Jungkook y Jimin, este último sentía nauseas de los nervios de estar en aquella situación, con dos hombres poderosos, que le intimidaban, el camino a recorrer era largo, a cada paso sentía como su corazón retumbaba en su pecho, de manera inestable. Cuando estuvieron cerca soltó un pequeño suspiro.

Min Yoongi hizo los brazos hacía adelante, poniéndolos uno sobre el otro doblados y separados de su cuerpo, el rey de la dinastía Tang hizo lo mismo, ambos se inclinaron hacía adelante, haciendo que sus hijos y consortes hicieran lo mismo. Una vez terminado el protocolo de bienvenida se levantaron.

—Rey Wu YiFan, para mí es un honor tenerlo en mis tierras—dijo con seguridad y formalidad en la voz, una que impresionó a Jimin, haciendo que su cuerpo se llenara de una energía que le recorría por completo.

—Rey Min Yoongi, agradezco su hospitalidad y que nos haya permitido venir.

Ambos hombres se observaron por unos momentos, se conocían desde la infancia, cuando sus padres hacían reuniones para procurar la alianza, sin la ayuda de la dinastía Tang, Silla no hubiese prosperado como hasta ese momento. Eran hombres fuertes, con ideales que seguían al pie de la letra, su impetuosa personalidad les había permitido llegar lejos y ser aliados, porque ninguno de los dos podría aliarse con un cobarde.

—Mi reina Seungwan ha preparado todo para su estadía—la reina inclinó la cabeza.

YiFan la miró con una sonrisa llena de respeto. —Se lo agradezco reina de Silla, mi rey, ZiTao, estará encantado de aprender en su compañía sobre las costumbres de Silla—el nombrado hizo una venía con la cabeza hacía la reina—. Ellos deben ser tus hijos.

Yoongi sonrió ladino. —Sólo uno de ellos, aquí—dijo señalando a Jimin quien bajo la cabeza e hizo una reverencia—. Mi primer concubino y ayuda de mi reina, Jimin, a su lado esta Jungkook mi primogénito.

Jungkook aguantó las ganas de reír por aquella formalidad e hizo una venía. —Este es mi hijo, Yixing, espero que ambos puedan llevarse bien.

Tanto Jungkook como Yixing se miraron, sus semblantes serios que aparentemente no demostraban nada, les dijo a gritos que el rey Wu se equivocaba por completo, ellos no se agradaban, sin embargo, se saludaron con respeto como todos estaban esperando, ya que sabían que aquella reunión no rutinaria, tenía un propósito, formar una alianza mucho más fuerte, un matrimonio, la unión de dos naciones.

















La mesa estaba en completo silencio, Jimin estaba mirando sus manos, nervoso, SeungWan miraba a Jungkook quien observaba la salida con ganas de huir de ahí, tanto el rey ZiTao como su hijo se mantenían en completo silencio, sentados derechos, esperando a que los reyes regresaran de su reunión privada.

—Jimin, sirve el té—dijo Seungwan con calma.

Había practicado lo suficiente como para saber lo que tenía qué hacer, sin embargo, en esos instantes todo su entrenamiento fue olvidado, miró fugazmente a la reina quien asintió una vez con la cabeza, segura de que nada podía salir mal, Jimin tomó la tetera de cerámica blanca, esta estaba preparada, con té de jazmín. Tenía que servirles primero a los invitados, sus manos comenzaron a temblar, estaba bajo una inmensa presión, tanto que no midió la forma en la que estaba sirviendo, derramando un poco de té en la mano del rey, este le miró con seriedad.

—Lo siento mucho—dijo con una reverencia.

—Mei—dijo él sin dejar aquella tranquilidad.

SeungWan y Jungkook apretaron la mandíbula, cuando Jimin levantó la cabeza, observó como una de las damas del rey se acercaba a él, no previó lo que sucedería a continuación, no hasta que no sintió el golpe en su mejilla, cerró los ojos llenos de sorpresa, entonces, las palabras de la reina cobraron sentido en su cabeza, no debes equivocarte si no quieres recibir un castigo, al ser un concubino joven, el rey de Tang podía castigarle si este se equivocaba.

—Sigue Jimin—dijo SeungWan tratando de controlar su ira, a ella no le gustaba que tocaran así a sus compañeros—. Lamento lo sucedido mi señor.

ZiTao miró a la reina y sonrió con suficiencia. —Mi rey tiene diez concubinos—explicó con simpleza—. Si quieres mantener el orden debes de ser duro, al final esa es nuestra labor ¿No es así?

—Mis métodos son diferentes—dijo con una sonrisa—. Hasta los animales aprenden de las palabras, es esencial saber utilizarlas.

—Los asnos cuando han dejado de caminar, se les golpea, un buen golpe al principio hará que teman lo suficiente como para no volver a cometer un error—levantó una ceja con sorna—. ¿Qué hará usted mi reina cuando su alteza amplié el harem? Con el tiempo aprendemos de mala manera que la frialdad es necesaria cuando se trata del concubinato. No podemos dejar que los deseos de uno, arruinen a los demás.

Seungwan asintió. —Afortunadamente mi rey, nosotros hemos aprendido a coexistir con hermandad, no hay esos problemas entre nosotros.

ZiTao miró a Jimin quien apretaba las manos. —Entiendo, concubino Jimin ¿Qué me dice usted? ¿Realmente no existen deseos individuales que estén por encima de los demás?

Jimin levantó la mirada, observó primero a la reina quien asintió dándole el permiso para hablar, estaba humillado, se sentía enojado, no sólo con aquel que había mandado a golpearlo, la mano que impactó sobre su rostro, sino también consigo mismo, por no haber sido más atento.

—Los hay—dijo contradiciendo a la reina sin saber, incluso Jungkook le miró con una ceja alzada, SeungWan estaba molesta al sentirse traicionada.

—¿Ahora lo ves querida? —sonrió ZiTao

—Aún no termino—dijo nuevamente llamando la atención del rey, quien le miró con burla—. Existen aquellos lamentables sentimientos, que hacen imperfectos nuestros corazones, los hay, porque existe el mal que sonsaca la pureza de nuestras almas, para que desarrollemos burdos sentimientos, es innegable que existen aquellos intereses personales, pero, aquí, nuestra reina nos ha mostrado el camino para dejarlos de lado, con paciencia nos ha mostrado que entre nosotros es mejor amarnos a odiarnos. Ella ha sabido cómo tratarnos.

ZiTao llevó el té a sus labios y suspiro, SeungWan miró a Jimin quien volvía a bajar la mirada y sonrió. Ella sabía que Jimin no estaba hecho para la vida en el harem, pero esperaba que con el tiempo sus palabras se hiciesen realidad.

El silencio permaneció hasta que los reyes aparecieron, su estado del ánimo era mejor que el que se presenciaba en ese salón, fue entonces que estando todos nuevamente reunidos pasaron a la sala de entretenimiento, donde miembros cercanos del estado y del consejo brindaban por la prosperidad de ambos reinos, la música, las bailarinas y el bufón fueron una verdadera distracción para los reyes de Tang que lucían tranquilos y entretenidos.

—Jimin ¿Por qué no nos bailas? —dijo ZiTao sin dejar aquella sonrisa falsa.

Jimin le miró con asombro e inseguridad, estaba por decir algo, pero la reina intervino. —Jimin esta indispuesto, en estos momentos se encuentra cargando uno de los hijos de Silla.

—Vaya, si no lo dice, es imposible darse cuenta—dijo ZiTao—. Pero, estar en estado no impide que se pueda hacer un pequeño baile, algo delicado, cuando alguien en el concubinato está en espera, sigue realizando las actividades que le corresponden ¿No es así mi rey?

YiFan asintió. —Afortunadamente, mi rey ha hecho que mis concubinos sean fuertes.

A Yoongi no le gustó nada la forma en la que había dicho aquello, estaba por responder mordazmente, con inteligencia, pero Jimin interrumpió.

—Si me lo permite mi rey, quiero presentar un baile para sus altezas.

Tanto Seungwan como Yoongi le miraron con preocupación, pero este último asintió, Jimin bajo los pocos escalones que había, al hacerlo, se puso en medio y les miró, la ansiedad corrió por sus venas, porque de ninguna manera quería que le pasara algo. Sin embargo, cuando empezó la música, Jimin comenzó a moverse de forma delicada, en un baile con algunas vueltas, movimientos de manos y poco de pies. Quedó hipnotizado, la forma en la que se movía era especial, como una pluma que se desliza por el viento, silencioso y con una gracia divina. No era el único que pensaba aquello, ya que, en esa sala los presentes observaban al concubino Jimin bailar anonadados, la presentación cargada de emociones les dejo con una sonrisa en el rostro.

Seungwan miró de reojo a ZiTao que se mantenía en completa seriedad, sonrió con orgullo regresando la mirada a Jimin, este observaba con profundidad a Yoongi, ella suspiro, las palabras de Jimin llegaron a su mente, ¿Hace cuánto que había estado ignorando su dolor por cuidar el de los demás? Cayó en cuentas, el terrible dolor que era haber dejado de ser amada.

















La caminata era tensa, estaban siendo observado por ojos curiosos, detrás de ellos venían los guardias personales y las damas encargadas de servirles. Jungkook estaba harto de aquella farsa, del protocolo que repudiaba, él no quería casarse con alguien que no amaba.

—No me casaré contigo—dijo con voz clara sin mirarlo.

Yixing le miró deteniendo su paso. —¿De verdad?

Jungkook se detuvo y le dio la cara, con la seguridad de un guerrero asintió. —No pienso casarme contigo, antes moriré.

La sonrisa del príncipe le dejó helado, confundido en demasía espero. —Tampoco quiero casarme contigo—miró alrededor—. Hay alguien que me espera.

El pelinegro levantó una ceja de manera consternada, sonrió asintiendo, el peso en sus hombros se aligeró, miró alrededor, encontrándose con un par de ojos que le observaban con profundidad, Taehyung se dio la vuelta rompiendo el contacto visual.

—Yo también—suspiró—. Pero, ¿Qué podemos hacer?




Espero que les haya gustado.
Muchas gracias 🖤❤🦆

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