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XIII

Jimin miraba con una mueca la puerta de su casa, su corazón latía con una fuerza descomunal, como si este quisiese abandonar su cuerpo, sus piernas se movían de manera ansiosa, mordía con impaciencia su labio inferior, las nauseas atacaban la boca de su estómago, sólo tenía una oportunidad. Tenía miedo, pero la decisión estaba tomada. 

LeeHi su tía apareció tomando de la mano a SoDam quien miraba al piso cohibida, no se sentía muy cómoda saliendo de la habitación, si tía llevaba en la mano unos sacos con sus cosas, Jimin tomó el que estaba a sus pies y se levantó y avanzó hacía ellas. 

—¿Están listas?—preguntó con un nudo en la garganta, se acercó a su madre y le sonrió—. Saldremos a dar un pequeño paseo. 

—Pronto va a amanecer—dijo su tía con una mueca—. Tenemos que ponernos en marcha, a medio día ya deberíamos haber llegado a las afueras de Silla. 

Jimin asintió, miró por última vez la casa que había ocupado junto a Hoseok y su madre, dejaba miles de recuerdos atrás, la nostalgia por abandonar el lugar donde fue muy feliz le pesaba en el corazón, pero no tenía otra opción. Había llegado a casa "por algunas cosas" o al menos esa fue la escusa que le dio al rey Min, prometió que a primera hora en la mañana estaría dentro del pasillo, sólo tenía unas horas para escapar, porque de ninguna manera se quedaría a su lado después de lo sucedido, no se tragaba aquello que dijo, Hoseok había muerto por su culpa. 

Iba a alejarse llevándose todo lo que amaba, eso incluía a su hijo, su tía le aseguró que en las afueras nadie le buscaría, confiaba en que el rey no se daría cuenta. Cubierto por una capa azul, que ocultaba su cabeza y parte del rostro salió de la casa siendo seguido por su tía y madre, esta última miraba confundida alrededor, a la oscuridad de la noche, las calles estaban en completo silencio, sigilosamente comenzaron a alejarse, Jimin miró hacía atrás, el palacio parecía estar inmerso en una tranquilidad aterradora. 

Sus pasos hacían eco en la soledad de los alrededores, la adrenalina le tenía al borde de devolver lo poco que se encontraba en su estómago, trato de ignorar aquella incomodidad, su madre se sostuvo de su mano, él entrelazo sus dedos, estaba molesto consigo mismo, años atrás había prometido cuidar de ella, no quería verla sufrir, cuando conoció a Hoseok, le dejó claro que no podía abandonarla, no era una opción, este la acepto, incluso era el único que podía hacerla reír, se consideraba un mal hijo, la estaba haciendo pasar por una gran dificultad, todo resultado de su adulterio. 

No dijeron nada, caminaron en silencio hasta que pudieron entrar en el bosque, su tía dijo que podían seguir el sonido del río, al mirar alrededor Jimin recordó sus días de desgracias, donde las estrellas le servían de cobijo por las noches.  Al cabo de un rato, cuando sus pies dolían de lo cansados que estaban, miró al cielo, este comenzaba a aclararse, la mañana estaba cerca. 

—Es mejor que descansemos un poco—dijo su tía con un suspiro parando, llevó a su madre a la copa de un árbol donde se sentaron, Jimin asintió y les siguió, se recargó en el troncó del árbol  y junto las rodillas al pecho—.No hagas eso, puede dañar al bebé. 

—No creo que ese sea el mayor de sus problemas tía—suspiró, alargó las piernas, recargó la cabeza en el tronco y cerro los ojos por unos momentos—. ¿Qué diremos cuando pregunten de quién es la criatura? 

—Dirás que es de tu esposo, que lamentablemente ha muerto en la guerra—respondió después de una larga pausa—. Nadie tiene que enterarse de donde viene.           

—Es el rey...tarde o temprano me encontrará—susurro mordiendo su labio inferior hasta que encajó su colmillo, el dolor le permitía mantener sus ojos secos, no era el momento de llorar—. Hoseok debe estar burlándose de mí, ni siquiera pude darle un funeral digno. 

—Lo haremos cuando lleguemos a la aldea, por el momento deja de pensar en eso Jimin, es mejor ponernos manos a la obra, los pensamientos pueden ser tus peores enemigos en los momentos de angustia y dolor. 

No contestó, sabía que su tía tenía toda la razón, en esos instantes su mente estaba reprochándole las horribles decisiones que había tomado. Después de descansar lo suficiente, se levantaron y siguieron su camino, ahora que la luz del sol estaba iluminando todo a su alrededor, podían movilizarse con mayor precisión. 

A medida que avanzaban, Jimin comenzaba a sentir una extraña opresión en su pecho, su garganta se atragantaba con un nudo incapaz de ser desecho, por alguna razón que no podía comprender tenía ganas de volver, su mente no dejaba de evocar el recuerdo del rey, uno que comenzaba a creer que sería imborrable. Estaban cerca del risco, él cual tenían que rodear para cruzar la montaña, caminaron sin parar, estaban cansados y eso podía apreciarse en sus rostros, sin embargo, no podían parar, porque a esas horas el rey Min, posiblemente ya sabía de su ausencia, estaban a nada de llegar al límite de la capital cuando escucharon el sonido de caballos acercándose, se miraron entre sí. 

—Tal vez sea algún viajero—dijo su tía tratando de tranquilizarlo, pero el corazón de Jimin palpitaba con tanta fuerza que le era imposible conseguir la calma en sus palabras. 

Se pegaron a la piedra que había a sus espaldas, miraron alrededor, varios hombres vestidos de negro a caballo les rodearon, no parecían ser de la realeza lo cual espantó aún más a Jimin, quien les observó con temor, pararon los caballos, frente a él estaba un hombre vestido de negro, llevaba un sombrero de paja que le impedía verle el rostro. 

—¿Qué quieren?—dijo LeeHi con temor en la voz. 

 Dos de los hombres se rieron, Jmin trago en seco. —Pro favor dejar que sigamos nuestro camino. 

Las risas aumentaron, eso le dio la posibilidad a Jimin de saber con exactitud que era lo que estaba pasando, el hombre del sombrero  de paja se bajó del caballo, levantó la cabeza y dejo verse, el rostro pálido con la sonrisa llena de ironía le hizo sentir que su corazón estaba a punto de desfallecer, algunos mechones de su cabello enmarcaban su rostro, sus ojos profundos le examinaban con atención, podía ver en ellos la furia, estos ya no lo miraban con amor sino con despreció. 

—¿Huir?.—preguntó tajante—. ¿Creíste que podías huir de mi?

—Si—dijo con un susurro—. Al menos lo intenté. 

Yoongi rió incrédulo, negó y se acercó un paso, Jimin no retrocedió, simplemente bajo la mirada. —Lastima que no puedes hacerlo, dime Jimin ¿Cómo quieres hacer esto? ¿Por las buenas o por las malas?

—Déjalas ir a ellas, por favor, mi señor—susurro para que sólo él lo escuchara. 

—Bien, pero no en Silla, no se quedarán en el reino.

Jimin abrió los ojos y le miró.—¿Qué?

—No en la capital, es mejor que no haya personas cerca que nublen tu juicio. Despídete. 

Se dio la vuelta y volvió a subir al caballo. 

—¿Jimin?—preguntó su tía.

—Tía—dijo al momento de darse vuelta y mirarla, con los ojos inyectados de dolor—. Por favor, llévatela, cuida de ella, yo veré la manera de ayudarte—sus labios temblaron—. Veré que hacer, tal vez cuando nazca el niño, me deje partir. 

LeeHi sabía lo que eso significaba para su sobrino, se acercó y le abrazó con fuerza. —Cuídate mucho, no dejes que te ponga una mano encima, Jimin cuida tus espaldas, estaremos esperándote.

Asintió antes de darle un beso en la mejilla, se separó de ella y caminó a su madre, le tomó de las mejillas y sonrió. —Pronto estaré contigo, te va a gustar el campo, por favor no me extrañes—a ese punto las lágrimas ya rodaban por sus mejillas, le dio un beso en la frente—. Te amo y lo siento mucho. 

Su madre le miró confundida. —Mamá...ma....ma.-balbuceo. 

Jimin se separó de ella y se acercó a Yoongi quien le miraba sin expresión alguna, le tendió la mano desde el caballo, la tomó con remordimiento, con fuerza, Yoongi le subió y lo sentó con las piernas a un costado frente a él, Jimin cerro los ojos para no ver como su madre le miraba alarmada, el caballo se puso en movimiento, tuvo que sostenerse con fuerza de los hombros del rey para no caer. 

—¡Mamá....ma....ma!—gritaba su madre de forma desconsolada.

—Te odio, te odio, te odio, acabas de matar el amor que te tenía—sollozó apretando su agarre a la ropa de Yoongi. 

—No me odias, estas molesto pero no me odias, y lo siento, pero no te voy a dejar ir, nunca, nosotros viviremos juntos y moriremos juntos. 

No respondió nada, simplemente lloro hasta que llegaron al palacio. 
























La habitación a la que le habían conducido era grande, estaban finamente decorada y tenía todo lo necesario para su comodidad, se preguntaba en qué momento el rey había ordenado algo así, una chica entro e hizo una reverencia hacía él.

—Mi señor, soy DaHyun, su dama, yo le estaré ayudando en lo que usted necesite, la reina me ha llamado para ayudarle a vestirse.

Jimin la observó con una mueca. —No necesito ayuda, no saldré de aquí.

—Es una orden directa del rey mi señor—respondió de inmediato. 

ÉL sabía que si se negaba entraría en un juego en el cual no ganaría. —Soy Jung Jimin.

Dahyun asintió. —Déjeme servirle mi señor. 

—Esta bien.

Fue cambiado y arreglado, llevaba un hanbock negro con amarillo, su cabello estaba bien peinado y su cuello llevaba una gargantilla de oro, siguió a Dahyun por los pasillos del palacio hasta que llegaron a la sala principal. Yoongi estaba en el trono, sentado, impasible, sus ojos pararon a su cuerpo en cuanto fue anunciado, se levantó con la gracia de un rey y se encaminó hacía él, con el dorso de la mano acarició su mejilla, Jimin desvió la mirada. 

—Tenemos cosas que hacer —dijo Yoongi de forma molesta al ver el gesto de rechazo de su concubino, lo tomó de la mano y lo condujo-a la fuerza-a la terraza.
—. Mira. 

El patio central estaba lleno de soldados, no comprendía lo que estaba pasando hasta que un hombre era llevado a rastras, lo hincaron en el piso. Yoongi abrazó a Jimin por la espalda, puso su barbilla en el hombro menudo y susurro en su oído. 

—Te he perdonado porque te amo, y quiero que conozcas cada aspecto de tu rey, me conoces como tu amante, mis manos han recorrido tu cuerpo apaciblemente durante noches, llevas a mi hijo—dijo esto posicionando su mano en el vientre plano—. Pero no he mostrado más que indulgencia contigo, Jimin, ahora que estás aquí eres parte de la realeza de Silla y como tal debes aprender de las políticas ¿Sabes que le hago a un rebelde?

Negó con los ojos abiertos de par en par, sus manos temblaban, Yoongi levantó una mano y la bajo, en ese instante, uno de los hombres que miraba sin expresión a la persona hincada levantó una espada, Jimin abrió los ojos al comprender lo que estaba a punto de suceder, la espada fue levantada en el aire, Yoongi lo mantenía cerca haciendo que mirara como esta cortaba el viento e iba a parar a la nuca del hombre hincado, cerró los ojos con fuerza al tiempo que escuchó el sonido sordo de algo cayendo. Se removió hasta que se dio la vuelta abrazando a Yoongi con fuerza, estaba mareado y confundido. 

—Yo te protejo—susurro besando su mejilla—. Porque yo soy el rey Jimin, el dragón que lidera este reino y a cada uno de los habitantes, nada malo puede pasarte si estas a mi lado ¿Lo entiendes?

No respondió, porque en esos instantes comenzó a ver la realidad, Yoongi no sólo era un hombre dulce y cariñoso, no, era un rey despiadado y rencoroso, aquella había sido una advertencia silenciosa de lo que le pasaría si intentaba irse de nuevo. 

—Vamos, es momento que conozcas a los demás—susurro antes de besar su frente.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        









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