XI
Los días pasaban y las lluvias habían arribado en el reino, las tardes eran húmedas, en suelo desprendía un relajante aroma a tierra mojada, le gustaba tanto que se quedaba sentado al lado de la ventana observando la lluvia. Su corazón estaba sintiendo un peso que le llenaba de angustia, Hoseok no fue a verlo, en su mente se preguntaba la razón ¿Y si este ya lo sabía? tenía miedo de descubrir la respuesta, porque moriría lentamente si Hoseok le mirara con despreció, en ese tiempo se había dado cuenta de los errores que estaba cometiendo, pero no podía hacer nada en contra de su corazón, porque aunque fuera cruel e incorrecto amaba al rey, su mano fue a parar a su vientre, ahí donde el hijo del hombre que amaba crecía, nunca se planteo ser padre, Hoseok le había dicho muchas veces que lo mejor para ellos era esperar a que fuera más maduro, pensaba que era lo mejor, sin embargo, en esos momentos estaba feliz de ser padre.
No había visto tanto al rey como hubiera querido, este le decía que estaba ocupado atendiendo diferentes tareas del reino, además de que se sentía preocupado por la lucha que se desarrollaba en esos momento, Jimin no iba a negar que eso también le mantenía ansioso, porque era Hoseok quien estaba peleando por el reino.
Cuando tenían oportunidad de estar juntos, Jimin podía darse cuenta de las pequeñas marcas rojas que el rey tenía alrededor del cuello y el pecho, marcas que él no hizo, estaba molesto y al mismo tiempo triste, aunque era insensato de su parte sentirse de esa manera, al final de cuentas el rey estaba casado y tenía consortes, personas que le daban la satisfacción que él necesitaba en el momento que lo requería. Había llorado al descubrir que no era tan especial, sino uno más.
No podía parar el tiempo, era imposible, así que no había manera de evitar que las personas del pueblo notaran que estaba en estado, podía decir que su hijo fue concebido antes de la partida de su esposo, pero cuando Hoseok regresara, todos sabrían que era una mentira, se preguntaba si este lo amaba lo suficiente como para aceptar que iba a tener un hijo del rey.
Los días que siguieron, la angustia lejos de disiparse, se asentó en su pecho de forma permanente, ni siquiera en los brazos del rey encontraba refugió, este no le decía nada, no hablaron del tema, ni del bebé, ni de lo que pasaría con él. Poco a poco sus esperanzas estaban muriendo. Una tarde alguien toco a su puerta, al abrirla se llevó la sorpresa de ver a su tía, la hermana menor de su padre que vivía a las afueras de Silla.
—¡Jimin!—dijo esta con una enorme sonrisa abrazándolo con fuerza.
Jimin no pudo contener el llanto y lloró en sus brazos, había necesitado ese toque familiar, uno que nadie podía brindarle, por las noches mientras peinaba el cabello de su madre le hablaba de todo, pero esta no le escuchaba, eso le hacía sentirse realmente solo. LeeHi, la hermana menor de su padre les había perdido el rastro durante años, no sabía dónde se encontraban, su padre había roto contacto con su familia desde que decidió vivir en la capital de Silla, durante años ella les buscó y cuando pudo encontrarlos, se llevó la noticia de que su hermano estaba muerto, su cuñada había perdido la razón y Jimin estaba casado. Mantenían contacto mediante cartas, pero las visitas eran escasas.
—Tía—dijo con una sonrisa al separarse—. ¿Qué haces aquí? Vamos, pasa.
La dejó entrar en la casa, la mujer miró alrededor, pero al ver todo tranquilo se extraño. —¿Y Hoseok?
—En batalla—susurro con un nudo en la garganta—. Se fue hace semanas, pero volverá pronto.
—Eso explica por qué deje de recibir tus cartas—suspiro sentándose al lado de Jimin, alargó la mano para tomar la suya—. ¿Estás bien?
Jimin negó. —Hice algo malo.
LeeHi ladeo la cabeza preocupada por el estado de Jimin, su sobrino no se veía como el mismo chico alegre con una energía explosiva, ahora parecía una estrella apagada casi por completo.
—¿Qué sucede cariño?
—Lamento esto, acaba de llegar y yo le estoy incomodando con mis problemas—se disculpo con un ligero puchero en los labios.
—Vine a ver como estaban, así que no me incomoda, al contrario quiero escucharte, ponme al día Jiminie ¿Qué pasa?
—Me entregue al rey Min—susurro bajando la mirada—. Me lo propuso y acepte, ahora estoy esperando un hijo de él y cuando regrese Hoseok yo moriré.
—Jimin—dijo sorprendida—. Ven conmigo, vámonos de aquí, donde nadie pueda encontrarte.
Jimin miró a su tía. —No puedo—dijo con lágrimas en los ojos—. Me enamoré....me enamoré del rey.
No pudo aguantar por más tiempo aquel sollozo que se había escondido en su garganta durante días, le contó todo, la manera en la que se conocieron y por qué estaba enamorado, LeeHi lo escuchó y abrazó cuando fue el momento, ella sabía lo que aquello significaba para Jimin, no estaba de acuerdo, creía que había cometido una enorme falta, pero Jimin era joven y no tenía ninguna guía, ella no podía darle la espalda. Decidió entonces quedarse un tiempo con él.
—Jimin te buscan en la puerta—dijo tratando de despertarlo.
Los ojos de Jimin se abrieron con dificultad, con el paso del tiempo el cansancio de estaba apoderando de él, bostezo y se cambió. En la puerta estaba un hombre, llevaba el mismo traje que Hoseok, trago en seco, algo en la manera que ese hombre le miraba le decía que algo estaba mal.
—¿Jung Jimin?—preguntó con voz grave.
—Si...soy yo—susurro conteniendo la respiración.
—Lo siento mucho—dijo mostrando una reverencia al tiempo que alargaba una espada, esta llevaba amarrada en el mango un listón azul, uno que Hoseok siempre llevaba ya que destacaba el rango al que pertenecía, se quedó quieto mirando lo que ocurría sin comprenderlo realmente, su tía llego a su lado, miró la escena y tapo su boca con la mano, sus ojos se agrandaron.
—¿Qué?—preguntó Jimin consternado.
El hombre se enderezo. —Mi general, Jung Hoseok ha muerto en el frente de batalla, su cuerpo...fue incinerado junto a los de su tropa, esto, para usted, lo lamento demasiado.
Jimin negó, un dolor abrasador se extendió por todo su pecho, sus ojos se llenaron de lágrima, dio un grito desgarrador y cayó de rodillas, no podía creerlo, era imposible que alguien como Hoseok que era el mejor guerrero de Silla muriera, la culpa le carcomió desde dentro, sus brazos abrazaron su cuerpo, podía sentir a su tía hablarle y abrazarlo por los hombros pero eso no pudo tranquilizarlo, estaba perdido, su esposo estaba muerto y él no pudo despedirse, fallo a la promesa de amarlo para toda la vida.
No paro el llanto, ni siquiera cuando su tía le llevó dentro, no paro de llorar, estaba confundido, era imposible que alguien como Hoseok hubiera muerto, deseaba regresar el tiempo atrás, al último día que le vio. Poco a poco sus lágrimas fueron desapareciendo dejando detrás un lamento sollozo. Sólo tenía algo en mente.
—Jimin ¿A donde vas?—dijo su tía preocupada yendo a la puerta donde se había detenido.
—Vuelvo pronto—respondió en un susurro dándole la espalda, salió de su casa, la lluvia estaba comenzando a descender, eso no le detuvo, emprendió camino al castillo, sólo había una persona en toda Silla que podía responder sus preguntas.
A medida que cruzaba el pueblo, era consciente de las miradas de la gente, algunos hablaban a sus espaldas, tal vez, estaban enterados de su desgracia y en esos momentos sintieran pena por el pobre chico que nuevamente estaba desamparado, al acercarse al palacio, creyó que le restringirían el acceso pero fue todo lo contrarío, ellos ya le conocían, abrieron las puertas dejándolo pasar, ni siquiera le preguntaron a donde se dirigía y no era como si Jimin necesitara indicaciones.
El rey le había contado lo que hacía cada día, a esas horas de la tarde no estaría en su lecho, ni disfrutando del té o probando comida, estaría en el salón con su consejo, un lugar al que Jimin entraría por primera vez, nadie lo detuvo, nadie quiso hacerlo, porque tenían miedo que si lo tocaban el rey se molestara. Namjoon se puso frente a él.
—El rey esta ocupado joven—dijo con seriedad.
Jimin miró sus ojos, en estos estaba reflejado el cansancio, días de sueño, lucía enfermo. No le importaron sus palabras, paso a un lado de él y Namjoon no le detuvo, en vez de eso le siguió para escoltarlo. Así fue como entro a la sala prohibida, donde nadie que no estuviese autorizado podía entrar, ni siquiera la reina.
La sala estaba llena de hombres con semblantes duros y fríos. Jimin no se detuvo para mirarlos, porque la furia de sus ojos estaba dirigida a una sola persona, al rey quien estaba sentado en su trono, esta al ver a Jimin mojado y con los ojos llenos de dolor abrió la boca, la cual cerro casi al instante.
—¡¿Qué fue lo que hiciste?!—gritó con enojo, toda su energía estaba dirigida a sacar el dolor que tenía dentro.
Los miembros del consejo se quedaron atónitos al ver la manera en la que ese muchacho cualquiera le hablaba al rey, creyeron que este iba a ordenar sacarlo o castigarle pero no lo hizo, se quedó mirando a aquel muchacho en silencio.
—¡Dijiste que lo ibas a mandar a la retaguardia! ¡Era un trato!
Eso hizo que Yoongi despertara, no podía permitir que Jimin confesara todo frente a las personas más poderosas de SIlla, se levantó y miró alrededor. —Salgan ¡Ahora!—los hombres se levantaron confundidos y ofendidos.
Jimin se quedó en medio de la habitación temblando mientras esperaba a que todos saliera, cuando se hallaron solos, Yoongi bajo de inmediato las escaleras, tomó a Jimin del brazo y lo estrujo sin cuidado.
—¡¿Qué mierda estas haciendo?!—reclamó mirándolo a los ojos completamente molesto—. ¿Sabes la estupidez que estabas a punto de cometer? ¡Jimin!
Jimin se zafó de su agarre y se alejó. —¡Lo dejaste morir!
—No sé de qué me estas hablando—dijo fingiendo desconocimiento.
—¡Hoseok está muerto!—dijo antes de romperse en llanto.
Yoongi observó como Jimin se deshacía frente a él, tuvo celos por la manera en la que este lloraba al recuerdo de Jung, suspiro frustrado. —¿Cómo eres capaz de acusar a tu rey de esa manera?
—Teníamos un trato, si me entregaba a ti, pondrías a Hoseok en la retaguardia.
—¡No fue mi culpa! fue tu esposo quien se puso en ese lugar, Jimin ¿Crees que podría hacer algo así? Hoseok era mi mejor guerrero. Perderlo ha sido un gran golpe.
Jimin miró a Yoongi. —No te creo—susurro—. No estas siendo honesto, no te creo.
—Si no lo hacía—farfullo con rudeza—. Tú habrías muerto.
Los ojos de Jimin se llenaron de lágrimas de impotencia, miró a Yoongi como si no le reconociera, fue en ese instante que se dio cuenta del terrible error que había cometido, ese hombre no era tan maravilloso como muchas veces había pensado, no, era un ser despiadado que hacía de cualquier cosa para conseguir lo que quería.
—Hoseok lo hubiera aceptado—susurro bajado la mirada—. Si yo le hubiera dicho, él habría tomado al bebé como suyo, porque Hoseok no era como tú, él era bueno.
Eso colmó por completo la paciencia de Yoongi quien al escuchar la declaración de Jimin, lo tomó con fuerza de los hombros, le estrujó haciendo que este levantara la mirada y lo viera, sus ojos se conectaron, sintieron la misma electricidad recorriendo sus cuerpos, pero ignoraron esa atracción.
—¡Tú eres mío y también ese bebé! Es mi hijo—recalcó cada una de las palabras con furia—. No dejaré que rompas esto Jimin, sé que me odias en estos momentos pero no te voy a dejar ir, casi pierdo la guerra por ti, desde ahora, vas a saber quien es Min Yoongi, sólo tienes dos opciones, amarme o sufrir.
—¡No me quiero quedar contigo! ¡Me iré!—gritó.
—¡Jamás te irás!—dijo al momento que tomaba su cabeza y lo besaba, Jimin lucho contra sus brazos, pero a medida que esa boca experta se movía sobre sus labios comenzó a ceder, debilitado por el latido de su corazón, abrazó al rey y se entrego en ese beso, sintiendose una persona espantosa. Yoongi se separó de él y junto sus frentes —. Te haré mi concubino. Jimin, no vas a escapar de mi nunca ¿Entendiste?
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