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Capítulo 4

KyungSoo se ha preguntado más de una vez qué es la felicidad.

Piensa que se trata de algo abstracto; todos tienen la capacidad de ver la felicidad de una forma diferente, hallarla en situaciones u objetos impensables o crearla por sí mismos.

Para KyungSoo, la felicidad era ver la sonrisa en el rostro de su hermano mayor, recibir su compañía día a día y, a cambio, ser su acompañante en todo momento; en paseos a media tarde; en escapes sigilosos fuera del Palacio. Era encontrar la presencia cálida de SeungWang justo a su lado, mirarlo a los ojos fundidos en miel brillante y dulce; sentir sus manos tomando las suyas; los labios en el dorso pálido; la voz acariciándole los oídos con gentileza.

Esta era la felicidad de KyungSoo: dos personas que podrían ser capaces de elevar su corazón y su alma a los cielos, de convertirlo en un hombre completo y dichoso.

Nada podría importarle más, nada podría causarle tanto amor, nada podría ser tan especial. Su hermano y su amante, solo dos personas, un número muy pequeño que podría causar lástima, dos razones que podrían provocar incomodidad, pero KyungSoo nunca fue ambicioso ni avaricioso; estaba orgulloso de sus dos fuentes de felicidad; él realmente no quería nada más.

Esto no había cambiado; la alegría era la misma desde que puede ser capaz de recordar, y se mantuvo intacta durante el florecimiento de su vida.

Cuando tenía quince años, la emoción en su corazón era desbordante y brillante; a pesar de las sombras frías y opacas que lo rodeaban, aún era capaz de mantenerse resplandeciente debido al par de hombres en su corazón. Ahora tenía diecisiete años, había crecido un poco más y su personalidad se había moderado a un halo de dignidad y elegancia que exigía el imperio y la corona.

Era un hombre ahora, todo un adulto con responsabilidades para con su pueblo y su familia y, a pesar de esto, su felicidad seguía manteniendo la misma naturaleza, seguía latiendo fervientemente en su corazón.

Con la llegada de la adultez, el ofrecimiento de su mano fue inmediato. El Príncipe Heredero, ahora Su Majestad el Emperador, había subido al trono apenas el año pasado (su padre había decidido renunciar a la corona debido al constante agotamiento físico y mental y el deterioro de su salud; el pueblo no se opuso) y ya se desempeñaba como un espléndido monarca.

Corazón blando, mano firme. SeungSoo tenía el aprecio de la gente y la admiración y lealtad de sus hombres.

Él no había faltado a su palabra. Cuando KyungSoo tuvo la edad suficiente, se reunió con el siempre gentil y valiente SeungWang a puerta cerrada. Allí expuso su deseo de casar a su hermano menor con él y, para sorpresa de nadie, el más joven aceptó diligentemente. Así pues, el anuncio oficial se escuchó en cada rincón del Imperio Do y pronto todo fue organizado para que la ceremonia se llevara a cabo.

El sajudanja fue colocado en el escritorio del Emperador esa misma tarde, con la intención de asistir al chamán al día siguiente para pautar una fecha propicia para la boda.

KyungSoo no pudo ver a SeungWang durante todo el proceso, pero ambos fueron constantes con las cartas enviadas de un extremo a otro.

Con el compromiso asegurado, SeungWang había pausado sus oficios en el ejército y comenzaba a reunir su dote para la ham de KyungSoo (esto lo enterneció por completo. KyungSoo no esperaba que SeungWang moviera sus fichas tan pronto, incluso por él. Fue maravilloso). Así que el Joven Segundo Príncipe tuvo que abstenerse a la idea de ver a una de las dos personas más importantes para él y desplegó toda la paciencia que poseía. La recompensa valdrá la pena, eran las palabras que intentaban consolarlo en todo momento.

Al día siguiente, el Emperador se dirigió personalmente a la familia del chamán que todos los Emperadores del imperio Do acostumbraban a visitar. KyungSoo lo había visto partir esa mañana con una sonrisa tranquilizadora y también lo vio llegar con una expresión agotada, pero con respuestas positivas en la lengua.

—Podremos llevar a cabo la ceremonia en cinco meses, ¿no es maravilloso? Tu unión ha sido bendecida por los cielos, querido hermano. 

KyungSoo se había llevado una mano al pecho, los ojos grandes y brillantes como dos linternas puras y hermosas resplandeciendo más que las estrellas. Era una imagen tan bella, tan magnífica y etérea, que incluso el Emperador en medio de su agotamiento sintió calidez y dulzura en su corazón al apreciarla.

—Su Majestad es realmente portador de la esperanza. El corazón de este príncipe le agradece sus buenas noticias.

—Este hermano mayor está complacido al hacer feliz el corazón de su pequeño hermano.

No mucho después, KyungSoo se había retirado a su habitación y corrió con una sonrisa emocionada hacia su escritorio; encendió las dos velas que iluminarían el papel y molió un poco de tinta. Tomó el pincel con soltura, su manga sujeta por su mano de jade de forma elegante, y se apresuró a escribir los siguientes caracteres que llenarían el pergamino desplegado:

"Querido SeungWang.

Su Majestad el Emperador ha llegado de su viaje al hogar del Señor Adivino con nada más que buenas noticias. Aparentemente, la fecha propicia para una futura unión será dentro de cinco meses a partir de ahora. ¿Se ha visto una fecha más próxima que esta entre los miembros de la realeza? Me encuentro gratamente sorprendido, pero indiscutiblemente feliz y complacido. Deseo que sea lo mismo para usted.

Ya no podría soportar mucho más tiempo sin verlo, mi corazón lo anhela dolorosamente día a día. ¿Qué podré hacer para combatir este afecto sin su fuente de deseo? Mis sentimientos se desbordan y mi corazón frágil necesita sus cuidadoso diligentes. Sin embargo, esperaré con ansias la finalización de este último tiempo sin usted, sabiendo que pronto podré mantenerme a su lado indefinidamente.

Extrañándole y queriéndole,

DKS".

"Querido Joven Segundo Príncipe:

Me encuentro genuinamente feliz y sorprendido ante las palabras que ha escrito en su carta. ¡Cinco meses! ¡Tanta prontitud me ha dejado excesivamente maravillado y satisfecho! ¿Es de esta forma como debe sentirse un hombre bendecido por los cielos? Honestamente, si no lo es, la sensación es muy similar.

¿Cómo podría dormir tranquilo sabiendo que Su Alteza se siente de esta manera día a día, noche a noche? No puedo hacer más que acompañar su anhelo con el experimentado por mi alma y mi propio corazón. Lo extraño. Lo extraño profundamente.

Espero que el tiempo sea lo suficientemente amable para ambos y que pueda transcurrir prontamente, de esta manera por fin tendré la dicha y la calma que me trae poder mirarlo.

Lo quiero intensamente.

Por favor, cuídese. Pronto llegará el invierno y la nieve podría debilitar su cuerpo. Coma adecuadamente, no salga tan tarde del Palacio, beba té con frecuencia. De esta manera encontraré algo de calma en medio de la agitación producida por mi inutilidad al no poder protegerlo por mi propia cuenta.

Deseando admirar la belleza de su rostro nuevamente y escuchar la dulzura de su voz; siempre suyo,

Jung SeungWang".

El proceso continuó su curso con aparente normalidad. Las tradiciones se llevaron a cabo y KyungSoo recibió la ham un día ventoso y gris. Había sufrido de frío durante todo el día debido a la llegada inminente del invierto; sin embargo, al ver los regalos guardados celosamente en la caja de madera labrada, no puede hacer más que sentirse completamente cálido por dentro.

Telas rojas y azules, dinero, libros, cajas del té más fragante y exquisito del país, joyas, ropas preciosas, tocados para el cabello, zapatos y, escondido especialmente entre las mangas de una túnica, una daga filosa, elegante y letal. KyungSoo había quedado totalmente encantado y no tardó en enviarle una carta a su prometido.

"Querido SeungWang:

La ham ha llegado a mis habitaciones y con ella la calidez que representa todo este despliegue de hermosura y resplandor. ¿Cuánto tiempo pudo tomarle reunir todas estas maravillas? Me siento avergonzado, temo que me ha dado un valor que no merezco y mi corazón se comprime al pensar en el derroche que ha hecho por tantos objetos de valor. Por favor, no compre tantas cosas, para hacerme feliz no son necesarios los tesoros ni las riquezas.

Siempre que pueda permanecer a su lado, mi alma estará satisfecha.

Deseo que este invierno no lo golpee con mucha fuerza. Por favor, manténgase alerta ante los posibles resfriados y cubra bien su cuerpo. Descanse, usted lo merece luego de una vida de lucha y sacrificio.

Le adjunto un pequeño obsequio para poder retribuir todo lo que me ha dado. Por favor, recíbalo afectuosamente.

Suyo,

DKS".

KyungSoo envió la carta junto a uno de sus tocados más queridos (un adorno extremadamente delicado con forma de flor de loto, lleno de su aroma y adornado con diamantes rosados y oro) y miró con una sonrisa suave cómo su encargo era transportado por un halcón mensajero, batiendo sus alas con fuerza en medio de la tarde.

"Querido Joven Segundo Príncipe:

Nada de lo que pueda darle podrá acercarse mínimamente al valor que usted representa para mí. Podría trabajar toda mi vida en el ejército, disponer de la riqueza familiar, invertir todas mis joyas y mi dinero y nada sería suficiente, nada podría dar una alusión a lo preciado que es usted para mí.

El obsequio que me ha dado, por otro lado, no era necesario, y aunque me encantaría devolverlo no me atrevo. Si lo veo por las noches, entonces su imagen aparecerá ante mí; si lo acerco a mi nariz, seré capaz de oler la fragancia de su cabello, si lo llevo a mis labios, podré besar su cabeza en la distancia. Usted está en mis venas, en mi mente y mi corazón.

Gracias por su consideración.

Sobre mi salud no debe preocuparse. Me mantengo saludable y fuerte, he descansado lo suficiente, soy un hombre activo totalmente libre del acecho de los resfriados. Como siempre, le pido que usted mismo se cuide en todo momento. No se enferme o mi corazón podría sufrir mucho dolor por usted.

Agradecido, extrañándolo, enviando abrazos apretados y un suave beso en su frente; quien lo adora,

Jung SeungWang".

. .· '¸.·*'¨) ¸.·*¨)
             .(¸.·' (¸.·'* .  El Concubino del
                                       Emperador.

El adivino había dicho que el día propicio para su ceremonia de casamientos era dentro de cinco meses. Él dijo que su unión había sido bendecida por los cielos. El dijo que todo era correcto, entonces, ¿qué estaba ocurriendo en ese momento? ¿Por qué todo estaba cayendo tan fuertemente, inevitable como el derrumbamiento de las cartas al entrar en contacto con el viento?

KyungSoo era un príncipe cubierto con el manto de la desgracia y la mala suerte. Él debería haberlo recordado, debería haber sabido que las cosas no serían tan fáciles, que no todo podía salir a pedir de boca.

Y, sin embargo, lo olvidó, lo hizo a un lado y fue ingenuo y ahora estaba lidiando con las consecuencias de su descuido.

El Imperio había sido sacudido con la llegada repentina de las tropas del Sur y del Sureste, unidas en una sola fortaleza indomable que atacó su país.

El griterío; el jaleo; el llanto; los pasos apresurados; todo despertó a KyungSoo de su sueño profundo y lo obligó a levantarse con prontitud. Su habitación se sacudió cuando las puertas se abrieron con un fuerte deslizamiento y un grupo de guardias se aproximaron a él, las exclamaciones de fondo ordenándoles su proceder.

—¡Mantengan a salvo a Sus Majestades, salven al Joven Príncipe, a la Madre Reina y al anterior Emperador! ¡Las tropas que resguardan el castillo: diríjanse al campo de batalla y sirvan de apoyo para el Emperador! ¡Rápido! ¡No hay tiempo que perder!

—Su Majestad, apresúrese, estamos evacuando el Palacio —le informó uno de los oficiales más cercanos, justo antes de tomarlo del bíceps y conducirlo fuera de la habitación—.

KyungSoo tropezó un poco, el cabello desparramado sobre su espalda, la capa interior cubriendo precariamente su cuerpo, los pies descalzos cubiertos prontamente con el par de zapatos más cercanos. Fue vagamente consciente de una capa mullida sobre sus hombros y de la carrera entre los pasillos que formaban el Palacio.

Fuera todo era un caos: gente corriendo, mujeres llorando, empujones y vidrios rompiéndose. Todo se estaba desmoronando delante de sus ojos. A través del paisaje que brindaba el jardín, KyungSoo captó la amplia montaña de humo que avisaba sobre la quema del pueblo, la destrucción de su hogar.

Estaba aturdido, abrumado, en medio de un shock profundo.

No fue hasta que había sido llevado hacia los caballos que consiguió reaccionar brevemente y afirmar su lugar en el suelo, hundiendo los talones en la nieve sin importarle el mordisco del frío en sus tobillos delgados.

—Mi hermano... mi hermano, ¿dónde está mi hermano, dónde está SeungWang? ¿Mis padres? ¡¿Dónde están todos?!

—Su Majestad, no tenemos tiempo, ¡debemos irnos antes de que sea demasiado tarde! ¡Es la orden del Emperador!

—¡No, no! ¡Debo ir con mi hermano, debo estar con él! ¡No puedo irme! ¡Déjeme ir! 

—¡Alteza, no puedo permitirle eso! ¡Kwang, toma al príncipe y llévatelo!

—¡No, basta, suélteme, déjeme! ¡Debo ir con mi hermano! ¡Suéltenme, por favor, suéltenme!

KyungSoo no se había dado cuenta de ello, pero de sus grandes ojos como perlas se deslizaron numerosas lágrimas llenas de desesperación. Era una imagen que llegaba al corazón, dolía profundamente al ser observado, pero no había tiempo para dudar, no podían rebatir una orden directa y los soldados fieles y leales al Emperador lo sujetaron con mucha más firmeza, trasladándolo exitosamente hacia los caballos. Fue en el momento que había sido colocado sobre uno de los corceles cuando un relincho poderoso interrumpió la escena.

KyungSoo sintió su corazón sacudirse al enfocar su visión borrosa a causa de las lágrimas y ver directamente a SeungWang. Su prometido mantenía una expresión seria y afierada en sus rasgos atractivos, mantenía sujetas las riendas del caballo con fuerza y su espada colgaba de su cintura. Los oficiales se detuvieron por un momento al verlo llegar y este no perdió el tiempo, descendiendo del animal de guerra para subir justo detrás de KyungSoo.

—¡Ex-capitán! ¡No puede hacerse cargo del príncipe! ¡Usted ha renunciado al ejército hace meses!

—"Ninguno de ellos será capaz de protegerlo mejor que tú, así que ve con mi hermano y mantenlo a salvo". Esas han sido las palabras del Emperador, por lo tanto, tomaré al Joven Segundo Príncipe y lo pondré en un lugar seguro. Ustedes vayan con el Emperador y ayuden en el campo de batalla, los necesitan cuanto antes.

SeungWang no esperó a que alguno respondiera. Apretó el estómago del caballo con sus tobillos y no tardaron en ponerse en movimiento. KyungSoo fue estabilizado con una de las manos del ex-capitán en su cintura; esto fue lo que impidió que cayera del caballo estrepitosamente.

—Su Alteza, cubra su rostro con la capucha de la capa. Tendremos que pasar por el pueblo para poder llegar al bosque —dijo tratando de mantener un tono calmado, pero KyungSoo no era tonto; era plenamente consciente de la tensión que lo llenaba en ese momento—.

Obedeció sin dejar de llorar en silencio y se encogió en su lugar, apretándose contra el pecho del hombre a su espalda.

—SeungWang, mi hermano...

—El Emperador se encuentra bien. Me acabo de reunir con él y le aseguro que se encuentra bien resguardado. Tenga confianza en mí.

KyungSoo asintió, un poco más tranquilo al saber algo sobre el mayor. Apretó dos puños sobre la capa que lo abrigaba y cuando volvió a hablar, lo hizo con cierta dificultad (tenía que luchar contra el frío, contra el dolor en su corazón, el ritmo veloz del caballo y la preocupación, y aunque no quisiera admitirlo, era una batalla muy díficil de ganar en medio de todo aquel caos).

—¿Qué está pasando, SeungWang?

SeungWang afirmó aún más su agarre alrededor de su cuerpo y llevó al caballo por las zonas menos transitadas de la Capital, lo cual no era muy efectivo en plena guerra. Manejó al animal con maestría y experiencia, esquivando las hojas afiladas amenazantes de las espadas en su dirección y la persecución de los oficiales enemigos. Una explosión se escuchó desde alguna parte, el fuego se alzó por encima de la blancura de la nieve y la sangre pintaba de carmesí mortal la hoja en blanco anteriormente pura y tranquila.

Por encima de todo el alboroto, la voz de SeungWang se escuchó sobre su oído, tensa y jadeante. 

—Las tropas proveniente del reino del Sureste han hecho una alianza con nuestros enemigos en el Sur para destruir el reino. Pensamos que habíamos acabado con las amenazas persistentes cuando simplemente dejaron de atacar las fronteras y se retiraron, así que dejamos que gran parte de la defensa de las fronteras flaquearan y volvieran a casa cuando el anuncio de nuestro matrimonio fue hecho público. Los pocos hombres que quedaron custodiándolas no fueron capaces de mantenerlos a raya cuando llegaron, y por eso pudieron invadir. Ahora mismo el Emperador está tratando de encontrar al oficial al mando del ejército para poder ponerle fin a la guerra. Mi tío está a su lado y con él, todas las filas que se encuentran en la Capital —lo miró por un segundo efímero antes de volver a enfocarse en el camino delante de él y luego agregó con seguridad—. Su Alteza no debe preocuparse, el Emperador es un hombre de magníficas habilidades. Él estará bien... maldición, ¡abajo!

KyungSoo obedeció de inmediato, solo para ver cómo un segundo después una flecha volaba justo en el lugar donde se encontraba su cabeza. SeungWang fue capaz de esquivarla y volvió a apretar los costados del caballo, tiró de las riendas y lo redirigió lejos de la lluvia filosa que llenaría la calle de llantos, desgracias y muerte.

Llegaron al bosque con dificultad. El animal bajo ellos estaba agotado, pero se obligaba a continuar con su carrera desesperada entre los árboles, en un camino transitado por la familia real cuando debían salir del Palacio y necesitan pasar desapercibidos. La noche seguía su curso, un cielo sin luna que los dejaba solos en medio de la masacre y la desgracia, como si no quisiera ver el caos en el que se había envuelto el Imperio Do.

El olor de la sangre persistía en la nariz de KyungSoo, quemando sus pulmones con la fragancia incómoda del hierro mientras los gritos y las explosiones corroían sus oídos.

Giró un poco el cuello para ver el pueblo que dejaban atrás y su corazón se hizo añicos ante la triste imagen que quedó en sus ojos. Casas destruidas, su gente corriendo por sus vidas, las lanzas, espadas y sables siendo azotados hacia personas inocentes, los caballos llevando a sus jinetes a una muerte segura... KyungSoo lloró amargamente al ver tal momento de horror, el asedio más espantoso de su historia.

Pensó en su hermano, un hombre orgulloso y fiel que no huiría mientras su gente luchaba a muerte, mientras el pueblo escapaba con desesperación. El hombre que no dejaría al país atrás y se quedaría a luchar por sus creencias, su cultura, su familia y su honor. Su alma se torció aún más al recordar el rostro de SeungSoo lleno de determinación mientras blandía su espada, conduciéndose a una posible muerte que KyungSoo no podría evitar.

Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas sin parar, llorando por las madres que perdían a sus hijos, por los hijos que perdían a sus padres, por el marido que perdía a su esposa y la esposa que perdía a su familia. Lloró por su propio amado hermano, por el desconocimiento del paradero de sus indiferentes padres, por el rico y feliz país que había caído en la miseria en tan solo un momento, en un efímero instante, como una burla de los dioses más despiadados.

¿Cómo no podía doler? ¿Cómo no podía quedarse sin aliento mientras su corazón se retorcía, su alma se quebraba y las astillas que dejaba atrás lo lastimaban, haciéndolo sangrar internamente? ¿Cómo no llorar y sentirse tan desdichado y culpable?

Después de todo, KyungSoo era el príncipe de la desgracia y la mala suerte.

Ahora solo quedaba una sola persona a su espalda, el hombre que tenía su corazón en sus manos, el capitán que lo había cuidado y amado tiernamente, tan respetuoso y valiente, tan generoso y amable. Solo tenía una fuente de felicidad para él en este momento y, sin embargo, no había manera de sentirse dichoso por tenerlo, no podía sentir nada al tener la mano de este hombre en su cuerpo. 

KyungSoo estaba destruido.

Corrieron por un tiempo, huyendo de los cascos de los caballos que los seguían cada vez más de cerca. SeungWang desprendía un aroma a fiereza y determinación que lo abrumaba por completo, los gritos del bando enemigo resonando en sus oídos. "¡Adelante, vamos! ¡Están más adelante, atrápenlos! ¡Que no huyan, llévenlo al Emperador!".

La mano de SeungWang lo sostuvo con más fuerza, rozando los bordes del dolor. Maniobró al caballo, llevándolo a lugares estrechos y empinados, aseguró su posición más de una vez y apretó los labios, temiendo por la vida apagada contra él.

Él hizo todo lo humanamente posible para salir de ahí, para escapar, pero ¿qué era un humano imponiéndose contra los designios iniciales del destino? ¿Un mortal yendo en contra de una fuerza imparable que había existido por miles de años?

Absolutamente nada.

Fueron alcanzados por los oficiales extranjeros, rodeados por espadas filosas y amenazantes. ¿Podría haber una oportunidad? KyungSoo había dejado de tener esperanza. Ya no sentía preocupaciones, no le temía a la muerte. Las estrellas lo habían dicho y él lo ignoró, se burló, creyó tontamente que podría nadar contra la poderosa marea solo para morir en la orilla. Era tan patético.

—¡Suelte al príncipe y entréguelo de inmediato! ¡Es una orden directa del Emperador!

SeungWang apretó tanto la mandíbula que sus dientes chasquearon contra sus oídos. KyungSoo hundió sus hombros e inhaló profundamente el aroma de su prometido, la esencia que lo había hecho sentir seguro y a salvo durante la mayor parte de su vida, la fragancia que lo había cautivado y que lo conducía a los pensamientos más valiosos e ingenuos de su mente. Egoísta y descaradamente deseó que el destino, ese del que había renegado, maldecido e insultado en el pasado, le concediera la oportunidad de encontrarse con este hombre, con este aroma, en una vida con mejor fortuna y mayores posibilidades. Donde su felicidad sería más amplia, donde pudiera ser feliz a su lado por completo.

—Su Alteza, cuídese. Mi corazón estará eternamente con usted; yo prometo buscarlo cuando sea el momento indicado.

Sus palabras lo dejaron confundido y descolocado. Él, un hombre que había aceptado su final y mantenía los brazos abiertos para recibir la llegada de la muerte escuchando tales cosas desconcertantes... fue confuso, una agitación para su corazón pesado. Giró el cuello y miró el perfil determinado del antiguo capitán. Tan fuerte, tan valiente y tan preciado. KyungSoo no podría soportar perderlo.

—SeungWang, ¿qué planeas? No hagas nada extremo...

—Mi deber es mantener con vida a Su Alteza, es la orden del Emperador y es lo que desea mi corazón; yo le soy fiel a ambos.

—SeungWang...

—KyungSoo —el sonido directo de su nombre sin ningún honorífico, expuesto con tanta intensidad y profundidad lo ha dejado completamente quieto, sus ojos bien puestos sobre los del contrario—. KyungSoo, mi amado KyungSoo. ¿Cómo podría entregarte? Eres mi vida, ¿cómo puedo darles algo tan valioso? No podría permitirlo. Por eso debes irte. Yo me reuniré contigo cuando sea el momento indicado.

—SeungWang, por favor, son demasiados...

Entonces sucedió algo que nunca antes había ocurrido, una situación jamás experimentada. KyungSoo sintió nuevas lágrimas rodando intensamente por sus frías mejillas, la sacudida en su corazón y la calidez suave y profunda cubriendo sus labios por primera vez. SeungWang lo había tomado de la barbilla y lo besaba como si el mundo fuera a acabarse, como si quisiera dejar su alma y su corazón en un solo toque significativo y efímero.

Los labios de KyungSoo temblaron y un sollozo roto llenó el acto y el momento con un aire de pérdida inevitable. SeungWang se alejó, lo miró a los ojos por última vez y luego susurró sobre su boca:

—Lo amo profundamente.

Entonces, aprovechando la sorpresa de los oficiales y del propio KyungSoo, bajó del caballo y sacó su espada. Golpeó con fuerza el trasero del animal y este corrió de inmediato hacia adelante, con KyungSoo aferrado torpemente a las riendas.

KyungSoo giró el cuello, lo miró luchando cuerpo a cuerpo con numerosos hombres, moviéndose tan feroz y elegantemente como un fénix; el deseo irrevocable de volver lo llenó, ¿pero qué podía hacer? KyungSoo podía defenderse, pero no era un experto. Sería una carga que aseguraría la muerte del hombre que amaba.

El hombre que amaba y que estaba determinado a encontrarlo en el futuro, que lucharía para salvarlo, para volverlo a ver.

KyungSoo lloró amargamente, con su corazón exprimido por el sufrimiento sangrando profundamente, las astillas de su alma hundiéndose más y más, hasta que él solo fue una existencia llena de sangre y agujeros imposibles de coser. KyungSoo aún escuchaba los gritos, aún escuchaba el llanto por encima de sus propios sollozos; sentía las explosiones en su corazón, sentía el desgarrador sentimiento de pérdida al pensar en su hermano.

Veía a SeungWang luchando contra quince, veinte hombres por su propia cuenta mientras él seguía adelante, dejándolo atrás, sin poder hacer nada para no convertir una promesa en algo sin valor, para no derrochar una vida y una creencia tan preciada de esta manera.

SeungWang dando la vida por él... él podría hacerle creer que lo había conseguido, podría darle ese descanso eterno mientras permitía que el destino actuara y su propio final llegaba. Para un hombre que lo había amado y cuidado durante toda su vida, para la persona más leal, que lo defendía incluso en su último aliento, KyungSoo podría construir una ilusión que calmaría su corazón, incluso por encima de su propio dolor.

Su camino despejado no duró el tiempo suficiente, KyungSoo ya lo sabía. Fue rodeado por innumerables hombres a caballo, soldados cargando con orgullo el uniforme militar tan diferente al de su propia nación. Así, el deseo de SeungWang había muerto, de esta manera acabó la esperanza de su hermano.

KyungSoo fue atrapado por las fuerzas enemigas mientras su país era quemado y destruido, mientras su gente era asesinada y sus guerreros sucumbían a la fuerza bruta y profunda de los hombres del Sur. KyungSoo fue llevado al campo de batalla, un lugar de muerte y sangre, de desesperanza y desolación, ahora silencioso.

KyungSoo fue trasladado por las calles que había visto desde su juventud, cuando escapaba junto a SeungSoo y se dedicaban a comer en los puestos locales y comprar baratijas bonitas. Vio las mismas casas que había visto una y otra vez, prósperas y brillantes, siendo consumidas por el fuego, los cuerpos que una vez lo habían reconocido como un príncipe arrojados sobre la nieve, con la mortal caricia de la muerte pintando en carmesí profundo.

Una cultura, una nación entera bajo las cenizas.

Finalmente, KyungSoo también miró los ojos que una vez lo miraron con tanto amor, con tanto cariño y atención, observó aquel rostro provisto con una belleza cálida, las manos que lo habían abrazado y le habían enseñado, el cuerpo que lo había arrullado cuando la soledad y la tristeza eran demasiado insoportables.

KyungSoo miró a su primera fuente de felicidad totalmente destruida, sin vida, sin nada que le recordara al pasado, al hermano sonriente y calmado del día anterior. Porque la muerte también se lo había llevado y había despojado la vitalidad y el brillo de sus irises cafés, porque su cuerpo ahora estaba frío, desprovisto de su calidez reconfortante. Porque sus manos no se moverían jamás, su voz no se volvería a escuchar y sus risas habían sido apagadas para siempre.

Con una herida en el corazón, la sangre brotando a borbotones y sus hombres apilados cruelmente en una montaña de cuerpos inmóviles, el Emperador del imperio Do había caído.

Su amado hermano mayor había muerto.

—Hyung-nim —susurró, totalmente pasmado mientras su caballo caminaba junto a los cadáveres de su nación, el cadáver que había sido el hombre más importante del país, pero también su hermano, su confidente—... hyung-nim... ¡Hyung-nim! ¡Hyung-nim, levántate, hyung-nim!

Bajó del caballo con desesperación sin importarle el llamado de los oficiales y corrió hacia el cuerpo de su hermano, esquivando los brazos que se habían extendido para detenerlo y golpeando las manos que intentaban aferrarse a él e impedir su carrera. Sus piernas se movieron con rapidez, esquivando cascarones vacíos de vida desparramados en la nieve hasta llegar a él. Se arrodilló duramente en el suelo, sus rodillas ardiendo por el frío, y tomó a su hermano con los ojos llenos de lágrimas, con el corazón pesado y vacío, totalmente destruido, sin nada qué salvar.

Tan frío. Tan frío. ¿Cuándo su SeungSoo había sido helado? ¿Cuándo fue desprovisto de su calidez? ¿Cuándo lo había perdido de esta manera? Su familia, su país, su amor... ¿cómo lo había perdido todo en un segundo?

¿Por qué?

¡¿Por qué?! 

—Hyung-nim, despierta. Hyung-nim, aún debo casarme, ¿recuerdas? Mi boda es en algunos meses más. ¿Quién va a acompañarme? ¿Quién estará conmigo? Hyung-nim debe darme su bendición. Hyung-nim debe consentir a mis hijos, hyung-nim debe enseñar a luchar a sus sobrinos. ¿Por qué aún no despiertas cuando te digo todo esto? Todavía tienes que seguir entrenándome. Debes cuidarme, debes hablarme de las hazañas de SeungWang incluso con tus burlas por mis sonrojos. Debemos escapar al pueblo, comer dulces y ver el río antes de casarme. Debes seguir diciéndome que no soy un brote de mala suerte, debes acompañarme. ¡Hyung-nim! ¡No puedes dejarme solo, no tú, no lo tienes permitido! ¡Así que despierta! ¡Despierta de inmediato y dime que todo estará bien! ¡Abrázame, hyung-nim! Abrázame fuerte, porque estoy totalmente roto.

Por supuesto, SeungSoo no se movió, no habló, no hizo absolutamente nada mientras KyungSoo lloraba intensamente en su pecho, mientras KyungSoo cerraba sus ojos aún abiertos y, en cambio, era él quien lo rodeaba con fuerza y hundía en rostro en su cuello. Ya no había calidez, su alma se había ido hace mucho tiempo y con él, una hermosa existencia que solo podría vivir en sus recuerdos.

KyungSoo gritó, pero el sonido de su voz no se escuchó en sus oídos. KyungSoo maldijo, pero todo había sido cubierto por una gruesa capa de dolor. KyungSoo se llenó de sangre de su hermano, pero las lágrimas imparables no le permitieron notarlo.

Lo único que KyungSoo había percibido, era que ya estaba muerto mientras continuaba respirando.

¿Qué es la felicidad? Ya KyungSoo no podía saberlo.

La había perdido.

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[✍🏻]

No importa cuántas veces lo lea en medio de las correcciones, la muerte de SeungSoo siempre me hace llorar  (༎ຶ ෴ ༎ຶ)

Estoy publicando de forma seguida porque ahora puedo aprovechar mis datos. Mientras me quedan, trataré de adelantar esto para no dejarlas/los esperando tanto tiempo c:

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