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Capítulo 3

El otoño había traído consigo la alegría de KyungSoo.

El clima había mejorado notoriamente, sus padres enviaron una carta para preguntar por él y su hermano y SeungWang habían regresado a casa. Las lecciones se habían pausado con la llegada del Festival de Otoño y los deberes de la familia real para con los dioses, así pues, KyungSoo dejó de preocuparse por cuán recta estaba su espalda en las clases de ética y se dedicó a seleccionar túnicas adecuadas para el recorrido que harían sobre la montaña SeoJin.

Cada año, a mitad de otoño, cuando los arces alcanzaban su esplendor máximo y todo estaba bañado en escarlata y dorado, la familia imperial planearía un viaje rumbo a la montaña SeoJin; ahí obsequiarían ofrendas a los dioses de la prosperidad y la abundancia como representación superior y máxima del pueblo; orarían por la posteridad del imperio Do, la salud de su gente y la continuidad de la paz y su estirpe. Era un proceso sumamente importante y respetado; aquellos que tenían la dicha de asistir eran recompensados con una oleada de honor e infinito orgullo y provocaba las alabanzas y el entusiasmo de la gente.

Después de todo, ¿quienes eran los más indicados para realizar un acto de esta categoría si no era la familia de los descendientes de los dragones celestiales? Los cielos escucharían las palabras del Emperador y con ello el pueblo sería salvo, bañado en bendiciones y desprovisto de dificultades.

A KyungSoo no le apasionaban los temas referente a los dioses y el mundo espiritual, pero se maravillaba ante la felicidad del pueblo, como la dicha parecía rodearlos en estas fechas y la extraordinaria forma en la que el mundo se sumía en carcajadas, adornos delicados y finamente elaborados y música alegre y vivaracha. Además, KyungSoo tenía la oportunidad de salir del Palacio para cumplir con su parte de las tradiciones y eso era algo que agradecía profundamente.

Como las tropas habían descansado los suficiente y los asuntos externos parecían haberse calmado, el capitán SeungWang, el general JunSuk y, por supuesto, el Príncipe Heredero podrían asistir al viaje (los primeros dos sirviendo como guardaespaldas de la familia imperial junto a otro grupo de destacados oficiales). Entonces, cuando llegó la mañana del día indicado, la familia real se vistió con túnicas vaporosas, hanboks preciosos finamente elaborados y abrigos acolchados que los mantendrían calientes durante la larga caminata.

Las damas de la corte y algunos oficiales trasladaban las ofrendas bañadas en oro, diamantes y jade, la familia real era servida por sus doncellas personales y el capitán y el general se subieron a sus caballos de guerra para resguardar el vehículo que llevaría al Emperador, la Emperatriz y sus hijos.

Debido a que era una tradición que nadie podría atreverse a modificar o romper, los cuatro miembros de la realeza compartirían un mismo carruaje. KyungSoo no sabía cómo reaccionar, como solía ocurrir una vez al año, cuando llegaba la misma situación inevitable, pero su corazón pareció relajarse notablemente al recibir una sonrisa tranquilizadora de parte de su hermano mayor y ser ayudado a subir al carruaje por las manos firmes y cálidas de SeungWang.

Finalmente, para cuando hubo tomado asiento junto al futuro Emperador del imperio, no había ningún tipo de pensamiento apesadumbrado que circulara en su mente.

Como era de esperarse, y sin ser una sorpresa real para KyungSoo, el viaje fue extremadamente silencioso en el interior del carruaje. Fuera podía escucharse el aplauso constante de la gente que se acercaba para poder ver pasar al grupo, los gritos jubilosos y las exclamaciones contentas, el relinchar de los caballos, los cascos golpeando el suelo, la música y los silbidos; pero dentro todo estaba quieto, callado y oscuro. Las cortinas cubrían la imagen del exterior, los monarcas miraban al frente con orgullo y los príncipes se encargaban de mantener la visión lejos de los adultos.

KyungSoo jugueteó la mayor parte del tiempo con el lobo tallado de su pulsera, aflojando y apretando su agarre sobre el dije mientras su cuerpo se sacudía con el movimiento de los caballos. SeungSoo, por otro lado, observaba a sus padres de vez en cuando y luego volvía a mirar a su hermano menor.

Eternos minutos después de haber salido del Palacio, y sin cambios aparentes en el estado de ánimo complicado, el Príncipe Heredero decidió tomar cartas en el asunto y fue el primero en iniciar una conversación casual que buscaba derretir el iceberg que mantenía alejada y distante a su familia.

—Escuché del profesor KwangSung que el Joven Segundo Príncipe es un tesoro invaluable en el mundo de la poesía y los cuentos clásicos. Predice la llegada de un futuro y excepcional maestro de palabras sabias que conmoverá una multitud de corazones en mi joven hermano.

KyungSoo parpadeó, sintiéndose sorprendido ante el repentino sonido de una voz rica y suave a su lado. Su postura mejoró de inmediato y se obligó a abandonar el lobo aullador bajo los confines de sus mangas para poder mostrarse correcto y firme delante de su hermano mayor y sus padres. Una sonrisa amable surcó sus labios y un asentimiento posterior confirmó lo dicho por el príncipe SeungSoo.

—Mi hermano mayor, el Príncipe Heredero, tiene razón. El maestro augura una carrera próspera si continúo dedicándome al estudio de las letras. Según sus palabras, este príncipe tendría la habilidad de transformarse en uno de los escritores y poetas de excelencia que han nacido en nuestras tierras.

—Es algo agradable —intervino su padre, el Emperador, y el corazón de KyungSoo dio un vuelco mientras sus ojos se mantenían respetuosamente bajos—; sin embargo, para mi segundo hijo no es necesario enfocarse de más en los estudios académicos. Siempre y cuando sepa complacer a su futuro marido y mantenga en alto el apellido de nuestra familia, nada más importará.

No eres de gran utilidad. El segundo más joven, el que está bañado en desgracias y desdichas. No tienes un futuro brillante, no tienes oportunidades; solo debes conformarte y agradecer si un matrimonio se lleva a cabo y atender a tu marido de ser así. No tienes que resaltar, no tienes que superarte ni demostrar nada, lo único que puedes hacer es seguir siendo hermoso, cuidar de tu esposo y no deshonrarnos.

KyungSoo casi podría haber escuchado esas palabras en la mente de su padre, y aunque no lo quiso, un golpe de decepción le arrebató el aire de los pulmones y ardió en su mirada desviada.

Era tan fácil herir los sentimientos de las personas; tan dolorosa, impactante y sin una sola gota de misericordia era la verdad. Letales como un arma, las palabras pueden destruir el corazón, la mente y el espíritu con un solo ataque, con un solo pensamiento expuesto. 

KyungSoo ya conocía la opinión y la manera de pensar de su padre respecto a él; renuente, dejándolo siempre a un lado, huyendo de su presencia de ser necesario, ignorándolo olímpicamente, sin aplaudir ni halagar sus logros y talentos. Él lo sabía, era tan consciente de la situación que cada vez que lo recordaba, dolía. Sin embargo, escucharlo de esta manera, mientras su hermano trataba de elogiarlo para que sus padres le echaran un vistazo, para que por fin pudieran verlo, era tan doloroso, tan dañino.

SeungSoo se tensó en su lugar. Sus puños se apretaron y sus cejas se fruncieron ligeramente. La Emperatriz, sentada junto a su marido, bajó la mirada y suspiró muy suavemente; lo suficientemente elegante como para permitir expulsar sus propias tensiones a través de un gesto tan mundano.

—Aunque el matrimonio y la responsabilidad filial sean importantes, no debe ser el centro de la vida de mi hermano. Su Majestad, mi hermano menor es sumamente talentoso, es brillante y carismático. Destaca en todos sus estudios, tiene modales incomparables y una belleza y nobleza dignas de ser reconocidas. Su mente es brillante y todos pueden notarlo. ¿Por qué Su Majestad insiste en reducirlo a un adorno con gracia para un hombre? Él es un joven doncel, pero también es un Príncipe Imperial; sus talentos deben ser contados y reconocidos...

—Es porque es un hombre receptor y el segundo en la línea al trono que debe ser tratado como tal. SeungSoo, tú estás destinado a ser la máxima estrella que ilumine nuestro imperio, nadie debe adorar a alguien más que al futuro Emperador, nadie debe relucir más que él, incluso si se trata de su hermano más joven. Los donceles no tienen un gran futuro; viven como flores fragantes, como concubinos reales, como centros de diversión y lujuria. Criamos al Príncipe KyungSoo como un hombre educado y prometedor, lo educamos para que fuera alguien lo suficientemente digno para tener una buena pareja, para que no sea visto como un objeto de carne y placer. Hicimos un buen trabajo y nadie pensará en él menos de lo que se piensa de un príncipe más que vino después del futuro heredero al trono. ¿Eso no basta? ¿Para qué querer más?

—Padre...

—Mi hermano mayor no debe preocuparse por KyungSoo. KyungSoo no es exigente, jamás desearía brillar por encima del resplandor de Sus Majestades ni ser reconocido o halagado por nadie, así que no podría atreverme a esperar que nada de esto ocurra. Este joven Príncipe será un buen esposo, atenderá a su marido de forma brillante e impartirá a sus hijos el valor filial y el honor de mi apellido; Su Majestad ha hecho un buen trabajo haciendo de mí un hombre honorable alejado de los pensamientos sucios y mundanos, por ello KyungSoo está profundamente agradecido. Gracias, Su Alteza el Emperador, por todo su esfuerzo y benevolencia vertidos en este joven Príncipe.

KyungSoo formó una reverencia profunda, su cuerpo imposiblemente inamovible incluso con el sacudir constante del carruaje, mostrando de esta manera su respeto hacia su padre. SeungSoo formó una expresión complicada, sus ojos brillando de forma dubitativa; sin embargo, KyungSoo no se atrevió a alzar la mirada para verlo y tranquilizarlo de esta manera.

El Emperador pareció relajarse al oírlo y volvió a su posición inicial en su asiento. Su expresión se suavizó ligeramente y sus ojos se desviaron a la ventana cubierta por la cortina flotante. La Emperatriz fue silenciosa, distante; no se atrevió a decir una palabra al respecto, pero en su interior su corazón dolió por la desdicha y la injusticia que constantemente rodeaba la vida de este hijo que había alumbrado.

El carruaje siguió siendo tan silencioso como al principio, y esta vez nadie pensó en cambiarlo.

Los alaridos y el alboroto de la gente común fueron dejados prontamente atrás, junto con el sonido chisporroteante del aceite caliente de los puestos de comida y el aroma de las especias flotando en el aire. Ahora la pureza de los bosques llegaba a su nariz, la naturalidad de todo, el silencio únicamente interrumpido por el paso de los caballos, fue un conjunto de cosas que podría calmar la agitación de uno. Como entrar directamente en las laderas del mundo espiritual, alejado de los asuntos mundanos que llenaban a la humanidad de inmundicia.

KyungSoo se atrevió a moverse, extendiendo una pálida y delicada mano para correr la cortina a su lado y echar un vistazo al paisaje vasto que se imponía para él.

Innumerables árboles de sauces con hojas rojas se extendían magníficamente, gloriosos y bellos, altos como el cielo y tan preciosos como un tesoro invaluable. Fueron un manto carmesí que los rodeaba en su camino, que los saludaban con el mecer del viento en sus ramas, llevando su olor puro hasta su nariz para que pudiera absorberlo y limpiar sus pulmones de esta manera. Sonrió suavemente mientras sus ojos se empapaban de la visión etérea y sus dedos se aferraban al marco de la pequeña ventana.

A su lado, el caballo manejado por SeungWang se acercó y el joven capitán formó una curva de luna menguante sobre sus labios. El vuelco en su corazón y el latido desenfrenado fueron conocidos y dulcemente agradables para KyungSoo.

—Joven Segundo Príncipe, debería resguardarse en el carruaje; la tarde es fría y el clima puede debilitar su salud —dijo con gentileza, un tinte dulce como los duraznos en almíbar que calentó su cuerpo por completo. KyungSoo no podía temerle al frío, no si podría escuchar esa voz y ese tono de por vida—.

—Capitán SeungWang, agradezco sinceramente su preocupación, sin embargo, este príncipe no es tan débil y frágil. Puedo soportar un poco de frescura en el ambiente. Usted, en cambio, encontrándose tan pobremente abrigado, viajando a caballo y exponiéndose a la crudeza del otoño ¿cómo podría recomendarme tal cosa? No se puede reprender el descuido cuando uno es descuidado.

SeungWang rió con diversión. Ajustó su agarre sobre las riendas del caballo y asintió, dándole la razón.

—Usted tiene razón —concedió con suavidad. Luego de un par de minutos llenos de un silencio tranquilo, SeungWang buscó algo en el interior del cuello de su túnica y se lo extendió con una sonrisa. KyungSoo parpadeó con sorpresa y abrió su mano como acto reflejo para recibir el obsequio—. Mientras cabalgaba, esta se deslizó fuera de las ramas hasta que se encontró al alcance de mi mano. Espero que le guste a Su Alteza.

Era una hoja de arce roja, sencilla y hermosa. Algo tan simple, tan común en esa época; KyungSoo podría encontrarla en cualquier parte, una igual a otra, sin nada tan distintivo, algo que palidecía delante de las flores frescas y los jardines elegantes y encantadores de su Palacio, pero, a pesar de esto, KyungSoo la encontró genuinamente especial e invaluable.

De pronto, dejó de ser una simple hoja de arce bajo su mirada conmovida; ahora era igual de hermosa que las plumas de un pavo real y mítica como las alas de un fénix. Por supuesto, esto no podía deberse a nada más y nada menos que a la persona que se la obsequiaba.

Porque el ser amado, con gestos tan nobles y aparentemente simples, convertía una hoja rutinaria en algo totalmente excepcional y majestuoso.

La tomó con cuidado, como si se tratase de la porcelana más exquisita de su colección y la acarició tiernamente con la punta de sus dedos, trazando su forma y la textura agradable bajo su piel. Sus mejillas se entibiaron y su sonrisa suave completó una imagen sumamente sublime. Tan majestuoso que cualquiera que lo mirara quedaría sin aliento. SeungWang no fue la excepción a la regla, suspirando débilmente ante la delicadeza de la belleza que se encontraba ante él.

Los impresionantes ojos grandes y resplandecientes de KyungSoo se posaron sobre el capitán, pómulos bañados en color y labios arqueados en los laterales; llevó la hoja de arce a su pecho e inclinó la cabeza con reconocimiento.

—Los gustos del capitán SeungWang son agradablemente sencillos, expone una belleza dulce e inocente que acepto con mucho deleite y felicidad.

—Mi Príncipe, no puedo hacer más que diferir en este caso. Mis gustos son extremadamente exigentes, tan elevados que sobrepasan los cielos y compiten con la belleza de los dioses.

Entonces había arrojado sobre él una mirada llena de tantos secretos y tantas confesiones. KyungSoo no puede apartar sus ojos de los contrarios, no puede evitar que su cuerpo se estremezca y sus sentimientos fluyan como un río infinito y poderoso.

Él era tan especial, tan gentil. Enalteciendo a KyungSoo, colocándolo al nivel de un Dios, ¿cómo no sentirse halagado, cómo no sentirse querido y cautivado? Una confesión pobremente expuesta, pero que traía consigo tanta sinceridad y emoción tras las palabras cautelosas... su corazón no puede evitar sacudirse y sangrar afecto dulce y puro.

—¡SeungWang! ¡Apura el paso, estás retrasando a los oficiales! ¡No puedes estar ahí, vamos! —exclamó repentinamente el general a lo lejos y KyungSoo se sobresaltó ante el repentino asalto—.

SeungWang formó una sonrisa llena de disculpa y pesar e inclinó la cabeza ligeramente.

—Lo siento, Alteza, pero no puedo continuar haciéndole compañía. ¿Le molestará si lo dejo de nuevo por un tiempo?

Por supuesto; KyungSoo deseaba tenerlo para sí mismo día y noche. Sin embargo, no podía exponer algo así de egoísta y vergonzoso, así que simplemente negó y sonrió de forma conciliadora.

—No me molesta. Capitán SeungWang, gracias por hablar conmigo brevemente y por su presente. Lo cuidaré y atesoraré como sus regalos anteriores.

—No lo pongo en dudas. Joven Segundo Príncipe, nos vemos más tarde.

KyungSoo asintió y luego lo vio partir. Al perderlo de vista, un suspiro fue expulsado desde lo más hondo de su pecho y su mano dejó ir el agarre sobre la cortina, se deslizó sobre su lugar original y bajó la mirada para apreciar la hoja de arce entre sus dedos.

Abstraído por el simple y hermoso detalle, KyungSoo no es capaz de captar la nueva tensión en el interior del carruaje, o las miradas que sus padres arrojaron sobre él como un manto vigilante. La Emperatriz carraspeó suavemente y una sonrisa ensayada llenó sus labios maquillados con tinta roja.

—El capitán SeungWang es realmente atento con el Joven Segundo Príncipe... ¿Acaso hay alguna razón tras su cuidado especial? —la voz suave y hermosa dirigiéndose a él lo dejó sobresaltado y un poco inquieto—.

Sus manos se aferraron a la hoja un poco más fuerte de lo que hubiera deseado, doblándola ligeramente en uno de sus bordes, sin embargo, se obligó a tranquilizarse, su mirada fija justo bajo los ojos de la Emperatriz.

—Su Majestad la Madre Reina no debe preocuparse. El capitán SeungWang solo comparte una amistad agradable y transparente con este Príncipe desde hace algunos años. Sus cuidados tienden a ser naturales.

—Es una amistad que posiblemente desbordará en un futuro matrimonio; dicha unión será bendecida por mí cuando KyungSoo cumpla la mayoría de edad y mi lugar en el trono se haya establecido. Espero que Su Majestad el Emperador y la Madre Reina no encuentren ningún inconveniente al respecto.

KyungSoo dejó de respirar por un momento y su corazón dio un vuelco nervioso en su pecho. Sus ojos sorprendidos miraron a su hermano quien, firme y decidido, no se retractó de su aseguración. Temeroso, enfocó a su padre, pero este no parecía más interesado o conmocionado que antes.

—El capitán SeungWang ciertamente es un joven prometedor. Proviene de una familia de guerreros que ha sido leal al imperio por cientos de años, su destreza en el campo de batalla es admirable y su reputación es firme como un sauce, bien establecida y sin una sola hendidura que lo haga sentir avergonzado. Creo que es la única opción lo suficientemente aceptable para alguien como el Joven Segundo Príncipe. Es lo mejor que podríamos encontrar para él.

Los puños de SeungSoo se apretaron sobre sus muslos, pero su tono de voz fue afiladamente controlado, perfeccionado con el paso de los años y los constantes comentarios dolorosos de los altos funcionarios (y el propio Heredero de los Cielos) hacia su hermano menor.

—Mi hermano menor es capaz de conseguir a alguien digno de él y que aprecie sus sentimientos; es un joven especial que fácilmente podría provocar amor en cualquier corazón dispuesto a recibirlo; es una buena persona, amable y talentoso, así que no dudo ni por un segundo que pueda ser capaz de conseguir a la persona que ama y unirse a ella. El capitán SeungWang es la mejor opción entre todas porque ama, cuida y aprecia a mi hermano menor; además, sabe que ha sido la decisión elegida por KyungSoo el hecho de que puede quedarse a su lado, y eso para él es un honor que llevará durante toda su vida.

»En definitiva, no es un honor para mi hermano ser unido a cualquier opción medianamente aceptable. Es el honor de alguien más ser aceptado por mi hermano, y la persona que sepa esto, la persona que esté consciente de ello y que aún así se sienta orgulloso y satisfecho, es lo suficientemente digno para ser parte del corazón del Joven Segundo Príncipe.

Sus palabras fueron extremadamente firmes, serias y demandantes, una aseguración máxima, como si fuera la verdad absoluta que nadie podía refutar. KyungSoo no pudo decir nada, demasiado avergonzado como para hilar un pensamiento, una oración coherente que rebatiera lo dicho por su hermano. El Emperador y la Emperatriz se encontraron en la misma situación difícil.

Nuevamente, el silencio fue el protagonista en aquel espacio reducido, pero esta vez, sintiendo el calor del afecto de su hermano y sosteniendo su hoja de arce en su regazo, KyungSoo siente que puede soportarlo de mejor forma.

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             .(¸.·' (¸.·'* .  El Concubino del
                                       Emperador.

Llegaron a la montaña SeoJin sin ningún tipo de dificultad. El Emperador fue el primero en bajar del carruaje, ayudó a su esposa a deslizarse fuera del mismo y se adelantó junto a ella mientras SeungSoo y KyungSoo los seguían de cerca.

Las filas de oficiales, doncellas y damas de la corte se habían movilizado para caminar delante y detrás de la familia real, cada uno en una posición estratégica bien planeada y diseñada para asegurar la supervivencia de todos.

A partir de este momento dejarían los caballos y los carruajes atrás, cuidados por un posadero al pie de la montaña; ellos debían hacer su camino a pie, llevando sus ofrendas con orgullo. KyungSoo tenía entre sus manos una daga bendecida, hecha de plata fundida y diamantes incrustados. SeungSoo, a su derecha, sujetaba una espada maravillosa, pesada y valiosa; por otra parte, SeungWang se había deslizado hasta colocarse a su izquierda para mantenerlo protegido.

Incluso con la frialdad e indiferencia de sus padres y el alejamiento de los criados, KyungSoo podría sentirse cuidado y querido con estos dos hombres caminando a su lado, sin atreverse a dejarlo solo. No necesitaba nada más.

El camino hacia la cima de la montaña SeoJin era complicado, lleno de baches y raíces que sobresalían de la tierra para hacer un terreno complejo. KyungSoo se había obligado a ser extremadamente atento al lugar donde ponía sus pies, se afirmaba a sus pasos con seguridad y conservaba la calma cuando resbalaba por la humedad del suelo.

Aunque escalar estos caminos representaba un constante esfuerzo físico, el frío del otoño llegaba a sus huesos traspasando las capas de ropa y piel, impidiéndoles entrar en calor por completo. Tal era la fuerza del viento que KyungSoo se había visto obligado a detenerse para sujetarse el cabello dos veces porque este arrastraba la cinta sobre las hebras suaves y aflojaba su agarre en los mechones danzantes.

Era un proceso difícil que podría desgastar incluso al hombre mejor entrenado, por ello era tan importante que se llevara a cabo por la familia imperial. De esta manera se demostraría su sincera preocupación por el bienestar de la gente común. El esfuerzo sería recompensado con la lealtad del pueblo. 

KyungSoo, aunque había entrenado artes marciales y se ejercitaba con frecuencia, ya se sentía sofocado y agotado. Su respiración estaba agitada y los músculos de sus piernas ardían con cada nuevo paso lleno de esfuerzo. Se sentía un poco avergonzado, porque debido a él, SeungSoo había tenido que disminuir su propio ritmo para poder estar a su lado y sus padres se habían adelantado una distancia considerable.

Tomando con firmeza su ofrenda, KyungSoo miró de reojo al Príncipe Heredero de apariencia calmada y tranquila y le dijo con suavidad, tratando de controlar la agitación de su respiración y los latidos de su corazón.

—Hyung-nim, ¿por qué no te adelantas un poco? Como Príncipe Heredero, su Majestad debería unirse a Su Alteza el Emperador y a la Madre Reina.

SeungSoo lo miró de soslayo por un segundo antes de negar suavemente.

—Aún falta un poco más para llegar a la cima, así que no hay necesidad de apresurarse. Puedo acompañar a mi hermano menor por un tiempo.

—De igual forma, hyung-nim no debería estar tanto tiempo junto a mí; Su Alteza el Emperador se nota disgustado y no quiero causarle más inconvenientes. No deseo que el ofrecimiento de las ofrendas se lleve a cabo con sabores amargos en el corazón, nuestro pueblo no lo merece.

—KyungSoo —susurró su hermano con cierto pesar, los hombros hundidos y KyungSoo se detuvo para poder sonreírle con dulzura—.

—Hyung-nim, lo dejaría ser obstinado en una situación distinta, pero ahora no podemos ser egoístas. Estamos haciendo esto por la gente común que tanto lucha por nuestro país, ¿cómo puedo crear un ambiente poco digno? Por favor, hyung-nim, reúnase con el Emperador y la Emperatriz.

—Tú también deberías venir entonces, eres el Segundo Príncipe.

—Precisamente. Soy el Segundo Príncipe, Príncipe Heredero, mi presencia no es tan importante como la suya. Yo soy una cuestión secundaria que puede tomarse su tiempo siempre y cuando cumpla con la tradición. Voy a estar bien.

—Pero...

—Su Alteza, lamento entrometerme, sin embargo, si teme por el Joven Segundo Príncipe, puede encontrarse tranquilo. Me encargaré de hacerle compañía y cuidarlo mientras usted cumple con su deber —dijo SeungWang con suavidad, inclinándose respetuosamente mientras mantenía una voz cuidadosamente amable y gentil—.

SeungSoo pareció pensarlo por un momento, mirándolos de un lado a otro, hasta que finalmente exhaló con profundidad y asintió, reticente.

—Está bien. Confío en el capitán SeungWang, así que manténgase cerca y vigilante —SeungWang asintió de inmediato y luego el mayor se dirigió a KyungSoo—. Soo, ten cuidado donde pisas, ¿de acuerdo? Nos veremos en la cima.

—Deseo lo mismo para mi hermano mayor. Cuídese en el camino —KyungSoo formó una breve reverencia y SeungSoo asintió una última vez antes de ponerse en marcha—.

Una vez se hubo ido, KyungSoo y SeungWang reanudaron su caminata al pobre ritmo tranquilo de KyungSoo. El capitán no pareció frustrado por esto y se mantuvo cerca de él en todo momento, extendiendo su mano para servirle de apoyo cuando había un lugar especialmente difícil que debía pasar o estando atento a las raíces sobresalientes y ocultas en la tierra llena de montañas de hojas de arce.

Justamente estaba tomando su mano para ayudarlo a pasar sobre una de estas raíces gruesas tan particulares y traicioneras cuando KyungSoo comenzó a hablar con él en voz baja, amortiguada por los pasos de sus acompañantes y el sonido de las espadas haciendo "clinc clanc" contra las ropas protectoras de los oficiales.

—¿Capitán SeungWang? Disculpe si soy atrevido, pero la verdad es que me siento un poco curioso... usted, ¿alguna vez ha pensado en casarse?

KyungSoo pasó por encima de la raíz con éxito y volvió a marchar adelante. El toque de la mano de SeungWang persistió agradablemente sobre su propia palma antes de retirarse lentamente y seguir caminando a su lado con una pequeña sonrisa, sus facciones relajadas obsequiándole aún más atractivo suave y gentil.

—No es atrevido. Me complace que se interese por mí (aquí, tenga cuidado con esta tierra inestable). La verdad es que no todos los hombres que comparten mi oficio piensan en formar una familia por el peligro que representa ser parte de las filas del ejército, sin embargo, es algo que yo siempre he deseado. Casarme, tener hijos... quiero hacerlo cuando el momento indicado llegue. He vivido mi juventud sirviéndole al imperio, así que quiero vivir mi adultez sirviéndole a mi familia. De esta manera me sentiré excepcionalmente complacido con el tipo de vida que llevo.

KyungSoo lo miró con atención, afirmando sus pies sobre la tierra pantanosa y resbalosa. Alzó un poco los bordes de la túnica y continuó adelante lo mejor posible.

—Eso quiere decir que... ¿se retirará del ejército cuando se establezca con su pareja?

SeungWang asintió con una sonrisa sumamente tranquila.

—Así es. Sería injusto casarme para dejar a mi compañero solo en medio de los viajes inevitables que tendría que hacer si me quedo en el ejército. De esta forma podría estar a su lado, acompañarlo y cuidarlo.

—Pero- ¡oh! Tranquilo, tranquilo, no ha pasado nada, solo me he resbalado un poco —dijo con torpeza luego de estabilizarse al deslizarse sobre la tierra mojada; tomó una bocanada de aire y luego retomó sus palabras—. ¿No estaría dejando atrás lo que le gusta y le apasiona? ¿No sería eso injusto para usted?

SeungWang volvió a extender su mano para ayudarlo a escalar la zona problemática, manteniendo un agarre firme en su bíceps para darle estabilidad. Al pasarlo con éxito lo soltó nuevamente y colocó sus manos tras su espalda.

—Comencé a entrenar con mi tío cuando tenía cuatro años, podría decirse que nací con una espada en la mano; me uní al ejército a los doce años; la primera vez que fui a la guerra para ayudar en una alianza militar fue cuando tenía catorce años; a los diecisiete me convertí en capitán; desde entonces, nunca he dejado de luchar y servirle al país. Hace poco me di cuenta de esto: he dejado a un lado mis deseos como hombre para aumentar el honor y el orgullo filial.

Lo miró de reojo, sin dejar de sonreír, con un brillo similar al resplandor de los diamantes más hermosos bajo los rayos del sol. El corazón de KyungSoo se sacudió y sus mejillas se llenaron de calor.

—Fue una gran revelación. Me pregunté, ¿cuántos años más tendría que arriesgarme con enfrentamientos peligrosos? ¿Por cuánto tiempo blandiré una espada? ¿Cuándo dejaré de viajar y me asentaré? ¿Realmente soy feliz viviendo de esta manera? Entonces lo supe: la vida militar está bien, puede mantenerme distraído y complacido por un tiempo, me llena de gloria y satisfacción, pero no es todo para mí. Pensé con naturalidad que podría retirarme y no me dolería hacerlo, que sentiría la misma satisfacción si cuidaba de mis hijos en una casa retirada de la ciudad, algo que haría con mis propias manos, si protegía a mi pareja, complaciéndola y amándola. Su Alteza, nací para servir al país y ser leal a la familia real, pero también nací para ser un padre y un esposo, así que no podría ser algo injusto. Seguiría siendo indudablemente feliz.

KyungSoo lo miró por un tiempo extremadamente largo y bochornoso.

Este hombre tan poderoso y ágil; este hombre capaz de acabar con cientos de enemigos para mantener la paz en el imperio; este hombre con cicatrices y piel endurecida por el esfuerzo y el trabajo duro; esta persona indiscutiblemente talentosa y fuerte... Él era capaz de ablandar todas las capas de su corazón, inyectar en su interior el calor más puro y dulce, acunarlo en su ternura y su simpleza tan cautivadora.

SeungWang no era un hombre excepcionalmente atractivo, sus rasgos no eran especialmente llamativos, incluso podría tener una cara considerada "común" para muchos, pero era la nobleza en su corazón, la tranquilidad en su mirada y la seguridad de su toque lo que podría conquistar a cualquier persona que él quisiera. Incluso KyungSoo, un príncipe que creció rodeado de reglas difíciles, belleza exquisita y altos estándares, no podía pasar por alto a este hombre.

No podía huir de la atracción y el magnetismo.

—¿Y cuál es el pensamiento del Joven Segundo Príncipe al respecto? ¿Tiene deseos de casarse? —dijo con parsimonia, volviéndolo a ayudar a esquivar el camino inamovible de una gruesa raíz—.

KyungSoo subió una pierna, luego la otra, y cuando creyó que estaría bien, trastabilló y cayó directamente sobre el pecho de SeungWang. El capitán lo había rodeado rápidamente por los hombros y la cintura, buscando estabilizarlo mientras lo acercaba más a su pecho cálido para darle seguridad.

KyungSoo soltó un grito ahogado, el corazón tronando, salvaje, contra sus costillas; tan veloz como las alas de un colibrí y tan fuerte como el vigor de un fiero toro. Sus pómulos ardientes hormiguearon, el calor lo llenó completamente y sus manos apretadas se aferraron a la túnica limpia bajo su mejilla.

—Alteza, ¿está bien? Si está agotado puedo llevarlo en mi espalda —sugirió con suavidad, aún manteniéndolo en su abrazo protector—.

KyungSoo inhaló el aroma distintivo de SeungWang, cerró los ojos por un momento para egoístamente disfrutar de esto y luego de algunos minutos de silencio e inamovilidad, negó con la cabeza.

—No es necesario, estoy bien. No me he lastimado... siento causarle molestias.

—No es una molestia para mí mantener a salvo al Joven Segundo Príncipe, es un gran honor.

KyungSoo se alejó un poco para poder verlo a los ojos, y al encontrar el mar luminoso en los suyos, su propio reflejo mostrándose en las irises cafés, no puede evitar sonreír tontamente.

Terminan alejándose lentamente al ser conscientes de las miradas curiosas y disimuladas arrojadas hacia ellos; esta vez, KyungSoo decide ser cuidadoso como nadie más al ponerse en marcha de nuevo.

—Yo siempre he sabido que debo casarme en algún momento —dice luego de un tiempo de caminata, regresando al tema de conversación brevemente olvidado—. Al ser el Segundo Príncipe Heredero y, además, un doncel, había sido despojado de cualquier tipo de responsabilidad para con el reino. No tenía utilidad en el ejército, tampoco era de mucha ayuda en la política, no podía ser un jefe militar ni ayudar a mi hermano en la toma de decisiones como lo haría un consejero real así que tenía que hacer realidad la única opción con la que había nacido: casarme con un hombre lo suficientemente honesto e influyente para que mi familia o el país tuviera algún tipo de ganancia.

»Cuando era pequeño creía que me casaría con un Lord importante, un príncipe lejano y remoto, un hombre demasiado mayor con extraños gustos y aún más extrañas costumbres, pero estaría bien, porque podría ser capaz de complacer a mis padres de esta manera.

—¿Sin embargo?

KyungSoo sonrió.

—Sin embargo, ahora cada vez que pienso en casarme no es la imagen de un Lord, un Príncipe o un hombre mayor y de gustos extraños lo que imagino. En cambio, es un joven hombre amable, fuerte, valiente y generoso lo que veo. Es un hombre que me hace compañía, me apoya y se preocupa por mí, alguien que me protege en todo momento y será capaz de mover montañas para asegurar mi felicidad —KyungSoo lo miró de reojo, encontrándose directamente con los ojos fijos y brillantes de SeungWang—. Siempre supe que tenía que casarme, no podía huir de esto y el pensamiento me dejaba un poco triste y angustiado, pero ahora es una opción que podría considerar con una sonrisa y el corazón cálido. Con el cambio de persona en mi mente y en mi alma, entonces no hago más que esperar por mi mayoría de edad para poder unirme a alguien así.

—La persona que elija el Joven Segundo Príncipe será sumamente afortunada.

KyungSoo se encogió un poco de hombros. No era un movimiento digno de la realeza, pero KyungSoo fue capaz de hacerlo ver como algo magnífico y totalmente delicado.

—No podría saberlo; no obstante, si alguien así me aceptara como su esposo, entonces sin dudas el afortunado sería yo.

Volvieron a mirarse directamente, dos sonrisas conocedoras concediendo permisos y confesiones disimuladas mostrándose una frente a la otra con libertad. SeungWang rió por lo bajo y sus ojos reflejaron la alegría y la complacencia que el propio KyungSoo sentía en su corazón agitado.

—No tengo dudas de que esa persona lo ha aceptado incluso ahora, Majestad.

Llegaron a la cima de la montaña SeoJin sin ninguna dificultad. Como era la tradición, el Emperador y la Emperatriz fueron juntos hacia el río cristalino y calmado que fluía ininterrumpidamente, recorriendo toda la montaña. Se arrodillaron frente a este y formaron tres reverencias completas para mostrar humildad, respeto y transparencia ante los dioses; luego construyeron un pequeño y hermoso altar, encendieron incienso y procedieron a llevar sus ofrendas hacia las aguas en movimiento.

El primero fue el Emperador. Dejó caer en el río un cuantioso tesoro formado por las joyas más lujosas y hermosas que pudo encontrar en todo el reino; volvió a arrodillarse y juntó sus manos mientras formaba su oración con los ojos cerrados y una expresión serena. Lo siguió la Emperatriz y el Príncipe Heredero. Cuando SeungSoo acabó, KyungSoo tomó una gran bocanada de aire y también se acercó a las orillas del río.

Formó las tres reverencias con lentitud, asegurándose de hacerlo especialmente bien frente a todos los ojos que lo observaban con atención, esperando que se equivocara en algún momento. Encendió su varita de incienso y la colocó en el altar, después sacó de sus mangas la daga de plata y la dejó caer suavemente en el interior del agua. Juntó sus manos, cerró los ojos y oró desde la inquietud y el nerviosismo de su mente.

"Por favor, dale paz eterna a mi pueblo y a mi familia. Bendícenos con el descanso de la guerra, permítenos vivir tranquilamente. Que el imperio Do sea próspero durante muchos siglos más".

Formó una última reverencia como gratitud y despedida y luego se puso de pie con la ayuda de SeungWang.

La procesión no duró mucho más que eso. Soltaron algunas linternas para avisarle al pueblo que la tradición había permanecido por un año más de forma exitosa y luego descendieron de la montaña (esta vez, SeungSoo permaneció anclado a su lado y SeungWang tuvo que retirarse para darle su espacio). Llegaron al Palacio envueltos en la alegría de la gente, en los cantos aún más ruidosos y animados que los que se habían mostrado en la mañana y en los pétalos de flores que dejaron caer sobre ellos como un manto de lluvia carmesí.

KyungSoo se despidió de SeungWang y de SeungSoo con una sonrisa y una breve reverencia y siguió a HaeSu hacia sus habitaciones; ahí, mientras ella preparaba su baño y su ropa para dormir, KyungSoo guardó la hoja de arce que continuaba escondida en el bolsillo de su manga.

La sonrisa que trajo consigo el recuerdo de la conversación con el capitán (y el calor que aún recordaba su cuerpo junto al del mayor) perduró incluso después de que se hubo dormido.

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Bonito el momento antes del desastre (MUAJAJAJA). Ahora sí, falta poco para que JongIn aparezca y el fic arranque adecuadamente.

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