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Capítulo 14

Con la llegada de la versión de los hechos de parte de Kim JongIn, KyungSoo se había visto obligado a cambiar completamente su forma de ver al monarca y reacomodó sus pensamientos y sus sentimientos de de forma inevitable.

Aunque anteriormente se habían mantenido en una zona de paz donde podía ser capaz de soportarlo por algunos minutos enteros e ininterrumpidos, no era nada comparado al posterior análisis y aceptación que traía consigo esta nueva realidad sobre los hechos pasados.

No fue fácil ni mucho menos, pero KyungSoo se obligó a abrir su mente ante nuevas perspectivas. Luego de mucho pensarlo, de tratar la situación con cuidado y cautela, decidió que no perdía nada intentándolo. Además, estaba agotado de esa constante corriente tóxica circulando en su cuerpo como un torrente indetenible y peligroso. Se lo había prometido a SeungWang y a SeungSoo, por lo tanto, tenía que seguir adelante y vivir de manera saludable y tranquila a partir de ahora.

KyungSoo, lejos de "tratar de soportarlo", se dedicó a escucharlo realmente, detallar su manera de expresarse, oír sus pensamientos y sus inquietudes por voluntad propia. Fue sigiloso porque era parte de su naturaleza desconfiada, pero definitivamente se permitió ser un poco más abierto, más receptivo.

Salían a caminar juntos. Paseaban por los patios amplios y hermosos del Palacio Principal, se encontraban los fines de semana en la oficina del Emperador, donde ambos se sumergirían en sus propios asuntos: Kim JongIn atendiendo temas oficiales de suma importancia mientras KyungSoo creaba nuevos poemas y libros que guardaría celosamente en su habitación, e irían al pueblo cuando el monarca tenía tiempo.

Era un buen cambio, algo refrescante, algo nuevo que lo podía mantener cómodo y a gusto. Al permitir que sus defensas bajaran una milésima, KyungSoo fue capaz de verlo todo con nuevos ojos; pudo notar que, de hecho, Kim JongIn no era tan malo como lo creía en un inicio.

Y recuerda la conversación que tuvieron cuando se conocieron. Una montaña jamás se moverá bajo los deseos de un tigre alado... sin embargo, en ella pueden haber derrumbes por la fuerza de un hijo del dragón. Cambiar sus pensamientos y comportamiento terminó siendo inevitable. Al final, el Emperador había tenido razón y su temple y terquedad se había movido ligeramente a un lado.

Hasta el momento, KyungSoo no se había arrepentido por ello.

Debido a que la temporada de primavera comenzaba a darle paso al verano, KyungSoo se sintió más animado con la idea de continuar entrenando. El calor ayudaría a que su cuerpo no sintiera ningún tipo de dolor y el acondicionamiento de una sala especial para él, hecha luego de sugerírsela a Kim JongIn, no hacía más que aumentar su deseo de volverse fuerte.

El Emperador le había recomendado la ayuda de un entrenador personal, uno de sus guardaespaldas de confianza que era todo un experto en las artes marciales. El monarca se había sentido especialmente contento cuando KyungSoo le pidió aquella habitación de entrenamiento y quiso complacerlo en cualquier aspecto referente a ello. KyungSoo aceptó porque, de hecho, era necesaria la ayuda y la instrucción que un veterano podía ofrecer y así comenzó de nuevo con una rutina cuidadosa y efectiva que lo mantuvo bastante entretenido durante las mañanas.

Sin darse cuenta, con el transcurso de las semanas, KyungSoo contaba con un cuerpo torneado y definido y una resistencia que nunca antes había tenido durante sus años de aprendiz. Era más ágil, más rápido y más fuerte, y él supuso que el hecho de que aquí no tenía prohibido hacer estas cosas contribuía generosamente con su evolución física. KyungSoo se sintió verdaderamente agradecido.

Hoy era uno de esos días donde se encontraba finalizando su sesión de entrenamiento matutino cuando Kim JongIn se adentró en la habitación. KyungSoo secaba el sudor que corría por su sien y su cuello cuando las puertas se abrieron y el monarca entró con todo su esplendor magnífico e inalcanzable. Una pequeña sonrisa cordial se colgó en sus labios y su cabeza asintió ligeramente en reconocimiento a su presencia. Delante de él, igualmente transpirado aunque estable, su maestro formó una reverencia educada para su superior.

—Su Majestad, este oficial lo saluda cordialmente.

Kim JongIn asintió con una sonrisa y le palmeó el hombro dos veces.

—Igualmente, oficial Jang. Concubino Do. ¿Cómo ha ido la práctica el día de hoy?

El oficial Jang se incorporó y miró a KyungSoo con una suave sonrisa prometedora.

—El Concubino Do es un gran estudiante, Su Alteza. Trabajando activamente con sus conocimientos previos en las artes marciales y defensa personal, hemos dado pasos avanzados con el transcurrir del tiempo y el anexo de nuestro propio estilo de lucha. Ahora está en un nivel estable y continúa aumentando su habilidad. Dentro de poco, el Concubino Do podrá alcanzar el mismo nivel físico que el de un Capitán del ejército.

KyungSoo escuchó todo en silencio, con un halo de complacencia y orgullo revoloteando en su corazón. Su mirada viajó hacia el rostro del Emperador y encontró en él una sonrisa cálida, completamente satisfecho con las noticias prometedoras.

Para KyungSoo fue la primera vez que alguien distinto a su hermano y SeungWang le sonreía por hacer algo como practicar artes marciales y defensa personal siendo un doncel, un receptor. Fue refrescante, también lo alivió profundamente.

—Eso es realmente impresionante. Concubino Do, me encuentro satisfecho y muy feliz al saber sobre su evolución. Lo ha hecho muy bien.

KyungSoo negó y dejó la pequeña toalla descansando sobre su hombro.

—No debes halagarme a mí. Si no fuera por el oficial Jang, yo no hubiera conseguido lo que hoy en día disfruto. Todo de lo debo a él.

—El Concubino Do es realmente amable —dijo Jang con suavidad, ojos reluciendo con aprecio—, sin embargo, no debe menospreciar su propio esfuerzo. Usted ha conseguido lo que tiene debido a su tenacidad y voluntad. Es muy fuerte y debe reconocerlo ante los demás.

El Emperador asintió de inmediato.

—Estoy de acuerdo con el oficial Jang. No olvides darte méritos, Concubino Do —luego de decir aquello, Kim JongIn se volvió hacia el mayor y le preguntó, no sin amabilidad y educación:—. Oficial Jang, ¿podría compartir un tiempo a solas con el Concubino Do? ¿O aún tienen algo más que hacer?

—¡No, no, Su Alteza! Ya hemos terminado, pueden irse cuando gusten.

—Muchas gracias. Concubino Do, ¿me acompaña a dar un paseo?

KyungSoo lo miró por un momento, ojos sobre ojos mientras una sonrisa imborrable se encontraba muy bien colocada sobre la boca regordeta del monarca. Luego de algunos segundos, él también sonrió con suavidad y asintió.

—Le acompañaré.

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             .(¸.·' (¸.·'* .  El Concubino del
                                       Emperador.

Aseado y con un nuevo cambio de ropa, KyungSoo se reencontró con el Emperador en el jardín más cercano. Esta vez había recogido su flequillo, que había crecido bastante este último tiempo, y mantenía su cabello atado en una simple coleta baja. Kim JongIn, por otro lado, había colocado un sombrero sobre su cabeza y aguardaba por él con las manos cruzadas tras su espalda.

Sin aflojar o adelantar el paso tranquilo que mantenía, KyungSoo acortó la distancia final y el Emperador sonrió inmediatamente después de verlo llegar. Él, por su parte, no dejó de apreciar las flores florecientes del árbol que el mayor había estado admirando durante minutos enteros, permitiéndole de esta manera apreciarlo en silencio, salvándole silenciosamente un poco de cara ante su inexistente disimulo de observación.

—Las magnolias son hermosas en este lugar. Nunca te lo dije, pero disfruto viéndolas.

El Emperador parpadeó suavemente y volvió a mirar al árbol ante él. Sonriendo, alzó una mano y con sus dedos masculinos y expertos acarició uno de los gruesos, grandes y elegantes pétalos.

—Las flores son hermosas. Cuando subí al trono, le pedí a un grupo de jardineros y poetas que diseñaran un lugar que me permitiera encontrar paz y belleza. Si los expertos en el amor y las historias encontraban inspiración en él, entonces sería perfecto para mí.

—Creo que fuiste sabio. Aunque la lectura es especialmente adictiva y única, es fácilmente comparable con la tranquilidad que aporta un bosque de bambú bien planeado o los colores atractivos de las flores más hermosas.

El Emperador sonrió un poco más grande, un poco más sincero, cuando aquellas palabras abandonaron sus labios.

—Es la primera vez que alguien me elogia por algo así sin tener una sola onza del deseo de agradarme y complacerme. Cuanto más te elevas en un mundo de poder, más resulta difícil encontrar la honestidad y la transparencia en las personas que te rodean.

Suavemente, y bajo la mirada atenta de KyungSoo, Kim JongIn tomó una de las tantas magnolias colgando en las ramas del árbol y la acunó dulcemente en su mano. Con un tirón gentil, la flor se desprendió de la rama y se quedó reposando en la amplia palma abierta. Una vez asegurada entre sus dedos, el Emperador se volvió hacia KyungSoo y le extendió la flor delicada, sin una sola muestra de maltrato.

KyungSoo parpadeó y lentamente acercó su propia mano para tomar la magnolia blanca, pura, completamente hermosa y elegante. Mientras la observaba, quieta y preciosa, no puede evitar recordar aquella historia antigua, extranjera y florida.

"Mientras el Emperador de la Gran Capital admiraba las flores de magnolia, su Concubina más querida y exquisitamente hermosa apareció a su lado para hacerle compañía. El Emperador reconocía la belleza de su amante y tenía un ojo pleno para la naturaleza, por ende, no puede evitar compararla con la elegancia y la pureza de la magnolia dulce que se mecía suavemente para ser apreciada y reconocida.

En un momento de romanticismo, él tomó una flor y se la ofreció como obsequio, reconociéndola de esta forma como una persona invaluable, respetable, portadora de su afecto más puro y sincero. Desde entonces, ofrecer una flor de magnolia fue una tradición significativa en la nobleza. Trascendió fronteras y se convirtió en un movimiento afectuoso extremadamente dulce".

KyungSoo no dijo nada al respecto, sin embargo, le pareció una lástima deshacerse de ella cuando era tan preciosa; él subió su mano y la acomodó en su cabello, resguardándola tras su oreja para que no se perdiera ni se arruinara. Mientras tanto, Kim JongIn lo observó y se cautivó por su imagen, por sus rasgos dulces y su cabello lacio y amable con la inofensiva y vulnerable flor. Internamente deseó pasear su mano por encima de los mechones azabaches en forma de una amable y afectuosa caricia que demostrara todo su querer. Reprimió sus deseos, sin embargo, y se conformó con mirarlo un poco más.

Luego de algún tiempo lleno del ininterrumpido y tranquilo silencio, KyungSoo, viéndose incapaz de reprimir su curiosidad, volvió a dirigirse a él, esta vez con una pregunta.

—Sé que me dijiste que no debo pedirte permiso para esto, pero quisiera saber... ¿puedo preguntarte algo personal, incluso íntimo?

JongIn se sintió sorprendido por un momento, pero no tardó en asentir a su petición.

—Por supuesto, todo lo que desees.

KyungSoo se detuvo entonces y se dedicó a pensar en las palabras correctas para poder usar. Repasó la pregunta en su mente y trató de no mostrarse demasiado interesado o entrometido al respecto; a pesar de ello, sus intentos fueron en vano. Era notable su curiosidad, Kim JongIn pudo notarlo fácilmente con solo un vistazo.

—Mientras mantuve mis reuniones y conversaciones con los Concubinos Byun, Lee y Kim, fui puesto al corriente sobre la historia tras la estrella bajo la cual naciste, sobre la persona que te amaría y amarías por igual. ¿Crees que tu deseo por tenerme se debe a esto? ¿Es posible que se trate de la costumbre de escucharlo desde tu nacimiento, que se haya vuelto una costumbre para ti y no tenga sentimientos románticos involucrados? —KyungSoo finalmente apartó la mirada del magnolio y se enfocó fijamente en el monarca silencioso y paciente—. ¿Podría tratarse de eso?

El Emperador llevó nuevamente las manos a su espalda y acomodó su postura, haciéndose ver mucho más alto e imponente delante de KyungSoo; sus rasgos normalmente inalterables y tranquilos se convirtieron en una imagen cargada se seriedad, pero una luz llena de franqueza y disposición brilló en sus ojos oscuros. Él respondería honestamente. KyungSoo no se extrañó por ello, porque era un hombre bastante honesto normalmente, pero aún así sintió su corazón acelerándose un latido ante las altas expectativas.

—Viví gran parte de mi vida deseando conseguir a la pareja que el cielo me había prometido desde mi nacimiento. En un inicio, me negué a la petición de mi padre por contraer nupcias con la actual Emperatriz; era joven, desconocía la importancia de los lazos políticos y estaba dispuesto a casarme con la persona indicada. Recordando el tiempo pasado me doy cuenta de lo tonto e irracional que era en ese entonces —el Emperador sonrió con cierto cariño mientras su mirada se tambaleaba sobre una época incierta y desconocida. KyungSoo lo miró con atención, esperando, paciente, cada una de sus palabras continuamente nostálgicas—.

»Como puedes ver, las cosas tuvieron que cambiar un poco a medida que fui creciendo. Con la llegada del trono, mi matrimonio y la madurez, me di cuenta de que realmente no estaba bien hacer lo que tanto deseaba. ¿Cómo podía buscar a alguien para hacerle contraer nupcias conmigo solo porque una estrella lo dijo? ¿Cómo podría hacerle desgraciado de esa manera? Porque donde radicaba mi devoción y mi anhelo, para la otra persona no existía más que desconocimiento y el desenvolvimiento de su propia vida. ¿Realmente está bien obligar a alguien a mantenerse a mi lado por mis propios deseos, a base de mi poder y estatus? ¿Cuánto tiempo pensé en mí mismo y no me tomé la molestia de ponerme en los zapatos de mi persona ideal? ¿Por qué no pensaba en la posibilidad de hacerlo desgraciado por mi desición?

»Fue entonces cuando reaccioné. No podía hacerlo. Aunque le amara, aunque le quisiera y le añorara, no podía tenerlo. Esa persona tenía sus propios intereses, su propia realidad, y yo no era nadie para destruirlo todo. No podía ser tan egoísta y tan inmaduro. Finalmente decidí que mi sueño podría ser mío en la privacidad de mis pensamientos, podía anhelarle, pero jamás imponerme. Mi alma gemela merecía ser feliz, merecía tener su propia vida y tomar sus propias desiciones. Entonces me alejé y decidí dejar que las cosas siguieran su curso. Él sería feliz, y yo sería feliz al verle satisfecho.

Entonces él también giró el cuello y lo miró directamente a los ojos, con la fuerza de mil huracanes, con el temple de un hijo del dragón. Por un momento, KyungSoo se sintió extremadamente abrumado. Su corazón se había saltado un latido y por una corta cantidad de tiempo, sintió calor en el rostro. Porque en ese justo instante, Kim JongIn era no solo un Emperador, era un hombre exponiendo sus sentimientos más profundos delante de él, y la imagen resultaba ser inexplicablemente cautivadora.

—Yo nací y crecí con un deseo y un objetivo específico alejados de la imposición y la costumbre, fue un deseo puro y honesto. Sin embargo, aprendí a dejarlo ir, porque no todo depende de mí o de lo que sienta. Porque la otra persona también es importante y no deseaba marchitarla al introducirla en una vida que no deseaba. Supe que querer, anhelar y extrañar estaba bien, pero era realmente satisfactorio ver a la persona querida siendo feliz y estando plena.

Los hombros de KyungSoo se desplomaron y algo cálido le llenó el pecho. Era fácil conocer el trasfondo, era sencillo ver a través de sus palabras y su mirada cálida y afectuosa. Tan simple, tan tangible. KyungSoo sonrió suavemente y bajó un poco la mirada mientras decía con suavidad:

—El Emperador del Sur se ha vuelto alguien sabio.

Finalmente la seriedad y la profundidad se quebró en las irises cafés del monarca y una sonrisa gentil llenó sus labios generosos.

—Este Emperador solo trata de vivir sin arrepentimientos y con la conciencia más limpia posible.

Decidieron comenzar una caminata casual por el jardín no mucho después. Con la pronta llegada del verano, la visualización de las numerosas flores y el choque de colores hermosos era cautivador y especialmente llamativo. Todo estaba lleno de vida, todo era armonioso.

En esa parte en especial del jardín había numerosas aves que paseaban y descansaban sobre las fuentes y las ramas de los árboles. Las peonías y los crisantemos hablaban idiomas extranjeros con significados extranjeros, que reflejaban grandeza y poder. Por otro lado, la mugunghwa hablaba del sentimiento nacional, de las maravillosas historias antiguas que circulaban por toda la Gran Nación. Observando fijamente el jardín, KyungSoo no puede evitar mencionar:

—Tienes gustos bastante clásicos de un país ajeno al nuestro. Nunca había visto un jardín donde no predominara el gusto y la naturalidad de la Gran Nación.

Kim JongIn sonrió; lejos de tomarlo como un ataque, se sintió bastante halagado y complacido.

—Tengo conexiones familiares provenientes de Zhou. Ellos me han enseñado parte de su cultura y tradiciones. Sus historias, sus poemas, sus libros y sus preferencias por lo hermoso y extravagante han crecido conmigo de forma inevitable. Es por eso que puede verse reflejado en mi Palacio y en mis lugares de descanso.

KyungSoo asintió, comprendiendo con prontitud, y volvió a mirar el paisaje.

—Ahora entiendo por qué tienes facciones tan exóticas. Tus genes son una mezcla bastante peculiar.

Ante esto, el Emperador no pudo evitar reír con diversión y conservar una sonrisa sobre sus labios de forma permanente.

—De hecho, soy exótico también para ellos —luego de minutos enteros de paseo ininterrumpido y un silencio cómodo y reconfortante, el Emperador se dirigió a él nuevamente, esta vez sonando un poco cauteloso—. Escuché que hace un tiempo recibiste la visita de la Emperatriz. Espero que no te haya incomodado ni haya traído al caso temas impropios.

KyungSoo perdió uno de sus pasos y su nariz se arrugó ligeramente como acto reflejo. Los labios, que antes se habían mantenido flexibles y a gusto, ahora estaban ladeados y llenos de suave disgusto. El Emperador perdió su sonrisa al verlo y se volvió especialmente atento y vigilante de cada nueva expresión.

—No puedo negar que se dirigió a mis aposentos. Ella hizo peticiones incómodas e inapropiadas.

Kim JongIn asintió lentamente y un suspiro prolongado abandonó su boca.

—Lo lamento mucho. Ella no suele ser de esa manera, es solo que ha sido arrastrada a todo esto y no ha podido tener la libertad que desea. El amor y la desesperación suelen causar amplios estragos en la mente y comportamiento de la gente —lo miró de reojo y una curva sutil hizo acto de presencia en su rostro—. Hablaré con ella; por favor, no consideres la idea del matrimonio ni te presiones por ello. Nuestros asuntos y acuerdos como esposos se mantendrán entre nosotros, sin arrastrar a nadie más en el camino.

KyungSoo asintió, lento e imperceptible.

—Está bien. Te encargo este asunto; aún así, no seas tan duro con ella. Es difícil no poder tener lo que deseas y lidiar con ello.

—Lo tomaré en cuenta. Por cierto, alejándonos de esto, escuché algo realmente maravilloso —ambos se detuvieron para poder mirarse libremente, la curiosidad del más joven destilando en sus grandes ojos de gacela—. Me han informado que el doncel embarazado proveniente del Imperio Do ha dado a luz hace algunas semanas. El parto fue exitoso y tanto el padre como el bebé se encuentran saludables.

Ante esta noticia, el corazón de KyungSoo saltó con fuerza y una sonrisa entusiasmada se abrió completamente en su rostro, mostrando su belleza y la figura dulce que formaban sus labios. Los ojos entrecerrados como un par de medias lunas relucieron su emoción y la ilusión que le hacía sentir este tema en específico.

—¿De verdad? No he podido ir a visitarlos últimamente, así que no había forma de que me enterara... ¿cómo están ellos? ¿Le está yendo bien? ¿Necesitan algo? Por favor, dime lo que sabes.

Kim JongIn asintió de buena gana y le proporcionó toda la información que tenía a su alcance.

—El bebé nació sin ningún problema. Aparentemente fue un alumbramiento rápido y fluido; había estado ocupándome de ellos y ayudándoles con algunas cosas que necesitarían, por ello pude enterarme pronto. El descendiente más joven del Imperio Do es un niño y ha sido llamado SeungSoo.

Esta vez, dejando a un lado la emoción, KyungSoo sintió calidez profunda extendiéndose por todo su cuerpo hasta calentar lo más profundo de su ser, llegando directamente a su alma. Su sonrisa se tornó más suave, más dulce y un poco melancólica y sus manos se sostuvieron frente a él.

—Realmente cumplió su palabra. Le ha puesto el nombre de mi hermano.

Endulzado por la belleza que KyungSoo demostraba mientras se encontraba lejos de las emociones corrosivas y tormentosas, el Emperador asintió.

—No habría razón para no hacerlo. Es un buen nombre que guarda un significado especial. El pequeño está envuelto en honor.

—Tienes razón... ¿crees que haya una posibilidad para ir a verlo pronto?

Realmente Kim JongIn no estaba en posición de negarle nada, no en ese momento cuando KyungSoo era especialmente dócil y precioso. Su corazón débil y lleno de afecto tembló vigorosamente y la aceptación llegó de forma inmediata.

—Puedo acomodar un carruaje y preparar algunos oficiales para que te acompañen en el camino.

KyungSoo parpadeó suavemente y lo miró con confusión.

—¿No vas a acompañarme?

—Oh, bueno, pensé que querrías ir solo, después de todo, es un asunto personal. No quisiera entrometerme —dijo con evidente sorpresa y KyungSoo frunció un poco las cejas—.

—No eres entrometido. Yo quiero que estés ahí, por favor, acompáñame.

KyungSoo creía que era lo menos que podía pedirle. Kim JongIn había hecho tanto por él y por su gente, por su nación, ¿cómo podría ir solo entonces? Haciéndose cargo de ese bebé, de esa familia durante estos meses... su corazón simplemente se había suavizado y llenado de compasión y gentileza.

El Emperador no dijo nada durante algunos eternos segundos. Él había bajado la mirada y observado el suelo empedrado; fue cuando KyungSoo estaba a punto de retirar su ofrecimiento cuando el mayor volvió a mirarlo, un brillo especial y latente en su mirada y en el rizo de su boca.

—Me encantaría ir. Arreglaré mis asuntos y tomaré un tiempo libre para poder estar junto a ti ese día. Por favor, espera un poco por mí, ¿está bien?

Finalmente KyungSoo suspiró por lo bajo y asintió con una pequeña sonrisa.

—Está bien. Y gracias por decirme esto.

—Los agradecimientos son innecesarios. Solo hice lo que debía hacer.

Entonces, justo en ese momento, todo se volvió repentinamente cálido entre los dos.

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             .(¸.·' (¸.·'* .  El Concubino del
                                       Emperador.

Kim JongIn se encontraba en su silenciosa oficina mucho más tarde ese mismo día. Había culminado su paseo con Do KyungSoo de forma agradable y, afortunadamente, igual de bien que el tiempo compartido en ocasiones anteriores.

Con el escritorio repleto de documentos, informes de la guardia en la frontera, de sus grupos de vigilancia en la Capital y de las numerosas cuentas y proyectos que comenzaba a planear en beneficio a su pueblo, Kim JongIn se tomó el tiempo de pensar en el joven Concubino.

No puede evitar notar que en sus pensamientos y recuerdos, él se había mostrado especialmente feliz el día de hoy. Últimamente sonreía abiertamente, sin presión sobre sus labios y con los hombros relajados. Parecía más tranquilo, más en paz consigo mismo y con los demás. Este cambio inusual, pero necesario, lo había transformado en una flor particularmente preciosa, dulce y delicada. Si es honesto consigo mismo, nunca se cansaría de admirarlo, de apreciar y perderse eterna y profundamente en la perfección de su sonrisa y sus ojos profundos.

Sonrió y bajó por un momento el pergamino en su mano.

¿Quién diría que llegaría el día en el que el gran Emperador Kim JongIn se sentiría de esta manera y tuviera pensamientos tan románticos y cursis?

Pensó en la idea de visitar al Emperador SeungSoo y ofrecerle incienso al Capitán SeungWang. Había pasado algún tiempo desde que habló con su buen amigo y él merecía mantenerse al día con la evolución y el proceso de sanación de su hermano pequeño. JongIn se lo debía.

Mientras trataba de acomodar sus prioridades en su mente, buscando un lugarcito para viajar a la Capital, la puerta de la oficina sonó dos veces. Kim JongIn parpadeó y dejó el documento en el escritorio, acomodó su postura y concedió el paso con voz firme.

—Adelante.

Cuando la puerta se abrió, pudo ver plenamente al estimado capitán que trabajaba directamente bajo el mando del General a cargo de supervisar la frontera. Kim JongIn frunció un poco las cejas, clara señal de su confusión, mientras el recién llegado formaba una reverencia pronunciada como saludo.

—Mis saludos para Su Alteza el Emperador.

—Sabes que las formalidades son innecesarias entre nosotros, SeHun. Acércate y bebe un poco de té.

—Sí, se lo agradezco, Mi Señor.

La figura alta y delgada de su subordinado acortó la distancia prontamente. Con una postura nada más que envidiable, se sentó delante de él y Kim JongIn sirvió el té para que lo bebiera. El silencio los rodeó mientras el capitán le daba un sorbo a la caliente bebida y, una vez hubo dejado la taza en la mesa de apoyo más cercana, inició una conversación introductoria y formal antes de llegar al tema real.

—Se nota con buen porte y salud, Majestad. Me complace verle tan bien.

—Me he cuidado. Sabes lo riguroso que suelo ser cuando se trata de mi salud. Por otro lado, también te ves bien, SeHun. Tienes todas tus extremidades intactas.

SeHun no rompió su seriedad incluso con la broma sutil en sus palabras. Kim JongIn no se sintió ofendido ni incómodo por ello, su capitán solía ser de esa manera: formal y extremadamente serio. Él creía con todo fervor que su rostro había sido tallado en mármol con la misma expresión de forma permanente, porque no había otra explicación con respecto a su falta de sentimientos y emociones faciales.

El terror y la crudeza de la guerra también tiene mucho que ver. Vuelve a los hombres criaturas frías y duras, se pierde parte de la humanidad y el temor. Incluso cuando la muerte te es indiferente, alcanzas un nuevo nivel en tu existencia.

—La situación en la frontera está controlada por el momento. Los bárbaros se han mantenido al margen luego de nuestra última disputa.

—Y eso me complace; sin embargo, te encuentras aquí portando tu uniforme. Has venido directamente de la frontera para verme sin atreverte a descansar un poco. ¿Cuál es la razón tras tu inquietud, SeHun?

El Capitán hundió un poco los hombros y sus labios se inclinaron hacia abajo ligeramente, casi pasando desapercibido para cualquiera que no supiera leer sus gestos con precisión y experiencia.

—Últimamente ha habido movimiento en la frontera. Son personas ajenas a los bárbaros y bandidos comunes; viajan en grupo y no hemos podido identificarlos. 

Con esto, la expresión suave de Kim JongIn se enserió y su mano fue directamente a su barbilla mientras pensaba en el asunto.

—¿Cuántos son aproximadamente? ¿Han hecho algo sospechoso?

—Los hemos mantenido vigilados por agentes secretos, Señor. Inicialmente no eran más de cinco personas, pero con el transcurrir del tiempo se ha formado un grupo de quince o dieciséis. No han hecho nada; ni robado ni asesinado, pero un grupo de esta magnitud formado repentinamente es bastante sospechoso.

JongIn asintió lentamente y pensó un poco más.

No era extraño que grupos de personas, normalmente familiares y comerciantes, se movilizaran por las fronteras para poder entrar o salir del país. Kim JongIn no tenía ningún problema con ello. Siempre y cuando no hicieran desastres ni levantaran el caos, él podría recibir a cualquier extranjero tranquila y pacíficamente. El problema con este caso, es que todas y cada una de las personas que entraban al Imperio del Sur había sido previamente identificada.

Que estos extraños no tuvieran un informe o un documento de nacimiento con ellos, especialmente cuando era una regla conocida por todos para poder acceder a su nación, era realmente inquietante.

—¿Saben de dónde podrían venir?

SeHun asintió lentamente y una mirada conocedora se instaló en sus pequeños y profundos ojos.

—Aparentemente provienen del Imperio Do, Señor.

Eso podría explicar la falta de documentos. Pero, nuevamente, no era la manera en la que se habían llevado a cabo las cosas con los sobrevivientes.

Kim JongIn había enviado a un grupo de guardias a hacer tiendas en la frontera. Ahí podían llegar los refugiados para que comieran y descansaran; luego se les daría un espacio en la Capital o en el campo para que pudieran vivir tranquilamente hasta que el Imperio Do haya sido reconstruido. Era imposible pasar desapercibidas las tiendas de ayuda, ¿entonces qué estaba ocurriendo?

Aunque el caso era inusual, JongIn no podría ordenar algo precipitado. De tratarse de verdaderos refugiados los haría pasar un mal rato y era algo que no deseaba, así que luego de un momento de reflexión, le dijo al Capitán:

—Démosle el beneficio de la duda. Ya que no tienen documentación y aparentemente vienen del Imperio Do, llévenlos a las tiendas de ayuda para que sean reubicados y dejen de caminar sin descanso. Mantengan un ojo alerta sobre ellos también. Aunque no quisiera desconfiar, es mejor ser precavidos.

—Comprendo, Señor. Partiré lo más pronto posible y le daré las noticias al General. Lamento haber interrumpido su trabajo por algo tan trivial.

—No te preocupes por eso, agradezco que me mantengas informado. Yo enviaré una carta al General Lee dándole órdenes, tú, por otro lado, tómate un par de días de descanso. Tal vez puedas aprovechar que estás aquí para visitar a Lu Han.

Con la mención de su pareja, SeHun pareció ablandarse un poco. Su rostro se aflojó y sus hombros se desplomaron ligeramente. JongIn conocía el sentimiento, así que no pudo evitar sonreír.

—Señor...

—Hazlo. Él ha esperado por ti. También tiene una sorpresa que darte, así que acepta estos días que te concedo.

SeHun había aceptado fácilmente después de eso y no mucho después, JongIn se quedó nuevamente solo en su oficina. Con las velas encendidas y la noche en su máximo apogeo, no puede evitar pensar en todo lo que había ocurrido el día de hoy.

Solo esperaba que este cambio repentino en los acontecimientos no trajera consigo sorpresas indeseables ni peligro inminente.

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