10
Cuando el cielo estaba a punto de perder su color, el concubino ciego sostenía la
mano del príncipe en su camino de regreso al patio.
Xiao Bao le estaba dando a Yu Li una mezcla de carne para gato. Sin alzar su rostro,
dijo, —a qué horas, ¿a dónde han ido a desenfrenarse?
Las pupilas de los ojos negros como azabache del príncipe se abrieron como platos,
perfectamente redondos.
—¿¡Cómo es que hablas exactamente como mi hermano!?
Xiao Bao le lanzó una mirada, —señorito, no ose en compararme con aquel honorable
noble.
Con la sonrisa a todo lo que daba, el concubino dijo, —Xiao Bao, se está haciendo
tarde, dejémosle que se quede aquí y que coma con nosotros.
Xiao Bao desestimó rotundamente la idea, —no tengo tiempo de sobra para atender
al señorito.
El concubino no tuvo la oportunidad para contestar cuando el príncipe dijo a gritos,
—¡cómo te atreves! ¡Eres muy atrevido como para rebatir a su señoría!
Con prisa, el concubino dejó las cosas de lado.
—De acuerdo, de acuerdo. Mi estómago ya tiene hambre. Después de comer,
hablaremos otra vez de esto, ¿sí?
El príncipe coloco de manera exquisita sus manitas blancas y tiernas en su espalda, y
con un sonido de suficiencia, dijo, —¡siendo un príncipe, ni siquiera debería
importarme el discutir contigo! ¡Dispón la comida!
Los ojos de Xiao Bao se abrieron todo lo que pudieron, "la extravagancia de este
señorito es más de la que tiene el emperador".
Tomando en consideración la reputación del concubino ciego, tuvo que preparar la
comida.
Poco después, regresó con puerco al vapor con arroz molido envuelto en una hoja de
loto y berenjenas guisadas en una salsa espesa de soya, para colocarlos en la mesa.
El príncipe preguntó, —¿solo son dos platillos?
Xiao Bao contestó, —no, solo uno.
Y añadió, —el puerco al vapor es para su señoría, tú puedes comer las berenjenas.
El concubino ocultó su boca para esconder su sonrisa.
—Xiao Bao, no te pelees con un niño.
Tomó un pedazo del fresco y tierno puerco y lo colocó en el tazón del príncipe.
—Come despacio, no te vayas a quemar.
El príncipe volteó los ojos hacia Xiao Bao, lo enfrentó haciendo una cara divertida. Su
pequeña mano alzó los palillos y comió lo que había al lado del tazón.
Lo único que pudo hacer el concubino fue sonreír, —este chiquillo es muy divertido.
No estaba moviendo sus palillos. En cambio, le interesaba más el servir una gran
cucharada de sopa de algas marinas, llevarla a sus labios para enfriarla con soplidos.
Después, se la acercó al príncipe.
Este bajó la cabeza para beber la sopa. Sorbo a sorbo, la engulló. Casi como un
animalillo, dibujó una expresión muy linda y encantadora.
Después de que terminara la sopa, se lamió los labios y le dio palmaditas a su
barriga.
—Esta es la primera vez que como acompañado en la misma mesa.
El concubino contestó, —¿es cierto eso?
—¡Ajá! —el principito asintió con la cabeza—. Hasta con mi hermano; no me he
sentado con él en la misma mesa para comer.
Xiao Bao lo interrumpió, —¿qué hay de tu mamá? Seguro que te sientas con ella en la
misma mesa para comer.
—No es así —respondió el príncipe—. No conozco a mi madre. Tampoco sé quién es.
Xiao Bao se quedó sin habla.
Pensándolo un rato, el principito dijo, —hermano les prohibió a las doncellas del
palacio que me alimentaran, mi nodriza tampoco lo tiene permitido. Tengo que
sentarme erguido en una mesa vacía, comer por mí mismo; nunca existió alguien que
me diera de beber sopa.
La mano con la que el concubino agarraba la cuchara se detuvo un momento,
después de un buen rato, dijo, —de ahora en adelante, puedes venir aquí con
regularidad. Comeremos juntos.
—¡De acuerdo!
El príncipe añadió alegremente, —les puedo ordenar a las criadas del palacio que
traigan comida deliciosa y la sirvan aquí. Muchísimos platillos y también gran variedad
de dulces y pastelillos. Todo lo que queramos comer se pide de inmediato para que en
la cocina imperial la cocinen.
El concubino rio, —ya soy lo suficientemente feliz con que pases por la casa.
Justo cuando el cielo había anochecido, lo tres terminaron de comer. El concubino le
ayudó al principito a limpiarse la boca; y sostuvo su mano hasta que llegaron a la
puerta del pequeño patio.
Xiao Bao llevaba en la mano un farol, listo para llevar al pequeño príncipe de regreso
al palacio.
El concubino no pudo más que preocuparse. Pendiente, les advirtió una y otra vez,
—debes tener mucho cuidado, llévalo sano y salvo a casa.
Haciendo una reverencia, Xiao Bao contestó, —su humilde servidor lo entiende.
Con firmeza, sostuvo la mano pequeña del príncipe y salió del patio.
El concubino regresó a su habitación, cogió a Yu Li en un abrazo, y acarició con
delicadeza y lentitud el pelaje suave y mullido del gatito, sumergiéndose poco a poco
en sus pensamientos.
En el tiempo que se necesitaba para terminarse una pequeña taza de té, Xiao Bao
entró al patio con el farol en la mano.
Al escuchar el sonido de los pasos, el concubino se reanimó.
—¿Ya regresaste?
Xiao Bao respondió, —¡ajá!
El concubino preguntó, —¿las criadas del palacio estaban preocupadas por él?
Xiao Bao rio, contestando, —está bien que estén preocupadas. Presentarán una queja
con su hermano, por lo que esa bola de arroz será castigada con una vara o un
bambú.
El concubino no aguantó la risa, —¿por qué hoy te portaste como un crío?
Xiao Bao alzó la ceja, —¿cuándo hice eso?
El concubino prosiguió, —cuando discutiste y peleaste verbalmente con el príncipe.
Y no terminó allí, —estuve pensando que por lo general, el Xiao Bao de siempre se
comporta seria y decididamente, de pocas palabras, entonces, ¿por qué una vez que
conoció al príncipe, dio un pisotón?
Los ojos de Xiao Bao se abrieron por completo, y alzó la voz, —¡porque era obvio que
aquella bola de arroz representaba malas noticias!
El concubino dio una palmada de satisfacción y rio con fuerza, —¿ves? ¿Ves?... Ahí
vas otra vez.
Hizo una pausa, —apenas me di cuenta, así que Xiao Bao de hecho puede contestar
insolentemente, también un chiquillo le puede hacer enojar y después reñir de tú a tú
con él.
Xiao Bao alzó la cabeza por lo alto, —¿y no puedo?
Tomándole el pelo con una sonrisa en el rostro, el concubino dijo, —la verdad es que
a Xiao Bao le agrada muchísimo el príncipe, ¿verdad?
Xiao Bao abrió los ojos, haciéndolos lucir como pequeños cascabeles, —¿cómo es que
me puede agradar esa bola de arroz?
—Está claro como el agua que sí.
—¡A qué no!
—No hay duda de que Xiao Bao es muy mordaz pero muy amable.
—No es verdad.
—Si no lo es, ¿por qué cocinaste un puerco al vapor tan exquisito?
—¡Lo cociné para que el amo lo comiera!
—Bueno... ¿Por qué hiciste el esfuerzo de cortar el puerco en forma de conejo? Sabes
a ciencia cierta que no lo vería.
—...
—Querías complacer al príncipe, ¿no?
—...
Con la misma sonrisa en el rostro, el concubino habló, —en realidad te agrada
muchísimo el príncipe, ¿no es así?
Al final, Xiao Bao no lo pudo soportar más y gritó muy fuerte, —¡no-me-agrada!
Para cuando el príncipe llegó a su residencia, ya había pasado mucho tiempo en que
el emperador le esperara.
—¿Por qué, sin decirle nada a nadie, saliste corriendo hacia el palacio frío?
—Mmm... —el principito mordió su labio inferior—. Porque hermano no me quería
llevar allí.
—Entonces, ¿simplemente me seguiste en secreto y creíste que no me iba a enterar?
—Mmm —su cabeza suave y esponjosa se cayó en posteridad, discretamente dirigió
su mirada en rápidos vaivenes por la habitación.
—No tiene sentido que hagas eso, nadie va a implorar perdón a tu favor.
El pequeño príncipe se comportó y retrocedió su mirada, para observar con atención
la punta de sus pies. Haciendo una expresión por más lastimera.
El emperador frunció la boca sin hablar.
Siendo sinceros, Rui Ze era el hijo de la concubina Shu. Por desgracia, la concubina
murió antes de que Rui Ze cumpliera su primer mes de vida. La Gran Emperatriz se
apiadó de él y lo trajo para que fuera criado en el palacio. Sus travesuras no iban más
allá que las de un niño normal. Era muy travieso pero aun así muy amado. Esto hacía
que la gente no fuera capaz de pegarle, y mucho menos de reprenderlo.
El príncipe miró a su hermano que permanecía en silencio, y levantó la cabeza,
—estoy pensando en traer al concubino ciego a vivir cerca de mi palacio.
—¿¡Qué qué!?
El emperador creyó haber escuchado mal.
—La residencia actual del concubino ciego está en mal estado. Hermano, tú también
debes saber eso. En su brazo hay un montón de puntitos rojos que le hicieron los
insectos.
Sin responder, el emperador volvió a fruncir levemente la boca.
—El clima está cada vez más caluroso, el palacio frío ni siquiera tiene cubos de hielo
para calmar el calor del verano...
El príncipe agarró con fuerza el borde de sus mangas, gastando energía de más para
armarse de valor.
—Si hermano no le deja mudarse del palacio frío, entonces yo... ¡yo lo tomaré como
mi concubino y le permitiré quedarse en mi palacio!
"¿¡Eh!?".
El emperador respiró con dificultad por la impresión. Se asfixió y tosió en varias
ocasiones.
—¡Imposible!
El príncipe bajó la mirada por la desilusión.
—¿No puedo? El concubino ciego me ha tratado con amabilidad. Voló un cometa
conmigo, me dio a beber sopa, también me ha permitido que vaya con regularidad
para comer juntos... como una familia.
El emperador entrecerró los ojos, y no pensó mucho sobre el tema, diciendo,
—permitirle que se mude es una buena idea.
De pronto, las pupilas azabache del príncipe brillaron. Su voz se llenó de esperanza.
—¿¡Hermano está de acuerdo!?
El emperador movió la ceja, —no obstante, no puede quedarse en tu palacio. De
momento, haré los arreglos correspondientes para que se quede en las habitaciones
de la servidumbre.
—¡Hermano, eres tan amable! —el príncipe sonrió abiertamente. Posó su mano en la
rodilla del emperador y trepó, abrazándole el cuello—. ¡Sabía que hermano estaría de
acuerdo!
—Y hablando de otro tema, te desenfrenaste durante todo el día, y seguiste sin
regresar para recitar el verso del poema.
Al principito no le importaba, solo quería hacerse el consentido y jugar a lo tonto.
El emperador utilizó su abanico para golpearle la cabeza, —mañana, si no lo recitas,
ten recelo del castigo del Gran Maestro. Te podría hacer transcribir cien veces el
poema.
El príncipe seguía riendo por lo contento que estaba, causando que la toga exterior
del emperador se manchara de saliva.
Parloteaba sin parar, —después de que se mude, lo podremos ver todos los días.
—El concubino ciego estará encantado.
—Sigo sin saber su nombre —el príncipe frunció el ceño con torpeza—. Sin embargo,
debe tener un nombre muy bonito.
Su voz sonó segura.
Divertido, el emperador elevó la ceja, —¿cómo es eso?
El príncipe alzó la mirada para verle desde abajo, y con toda la seriedad del mundo,
dijo, —porque el concubino ciego es una persona muy dulce. Para ser alguien dulce y
de buen corazón, no hay duda de que poseerá un nombre acorde que sea tan
hermoso como el jade.
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