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20: amigas

─ creo que empiezo  a entender esto─ dijo emocionada mientras sostenía muchos vestidos en el brazo izquierdo.

Una pelirroja emocionada corría por los pasillos de la tienda de modas de los gemelos.

Por más increíble que parezca, los gemelos, Brutacio y Brutilda Thorton eran dueños de una de las tiendas de ropa más prestigiosa de la ciudad.

El negocio familiar era muy importante para ellos, sin embargo siempre habían causado algunos problemas a la hora de administrar la tienda.

Solo Brutacio y Brutilda.

─ quién lo diría… 2 chicos estudiando para ser escritores creativos y a la vez tener una pasión por la moda─ dijo algo sarcástica pero divertida rubia, mientras veía a lo lejos a sus 2 amigos.

Ellos ayudaban a Mérida a escoger nueva ropa, pensaban que necesitaba ayuda urgente.

─ ¡aaa!... su sentido de la moda es terrible─ exclamó el gemelo mientras se llevaba una palma con fuerza hacia la frente.

─ no te preocupes hermano, ya encontraremos como ayudar a esta pobre alma sin sol─ comentó igual de dramática que su hermano.

─ Por cierto… ¿quién dijiste que era?─ preguntó ahora el gemelo cambiando drásticamente de tema, hacia la rubia de ojos azules.

─ Am… una nueva amiga ─ dijo un poco dudosa, aún no sabía si confiar en ella.

─ aja… y esta amiga tuya, ¿qué? Salió debajo de una roca o como así no sabe la importancia de la alta costura y los estándares de moda impuestos en el mundo… ¿eh?─ interrogó Brutilda de manera absurda, según Astrid.

─ no creo que sea tan importante para que todo el mundo lo sepa─ reclamó un poco molesta por las prioridades que exigían los hermanos Thorton.

Ambos gemelos abrieron la boca en señal de desaprobación y ofensa, caminaron hacia Astrid y se dieron la vuelta rápidamente con la nariz en alto, haciendo que su largo, trenzado y despeinado cabello chocará en la cara de Astrid, mientras poco a poco se alejaban de ella.

─Agh ridículo, altamente ridículo─ dijo Brutacio con tono altanero y ambos hermanos se fueron de la vista de la ojiazul.

─ Agh…─ simplemente dijo Astrid, no podía creer que sus amigos podían ser tan… “irritantes” algunas veces.

Casi la mayoría.

De hecho, todas la veces.

Que más daba.

Tenía que soportarlo.

─ ¿ya te decidiste?─ preguntó a la pelirroja que aún corría por la tienda con demasiadas prendas en los brazos.

─ es que…─ Mérida parecía cansada de tanto correr ─no sé cuál elegir…─ dijo finalmente un poco desanimada.

─ no te preocupes, trae aquí─ rápidamente Astrid le quitó todo lo que traía en los brazos y con una mirada rápida eligió dos oufits diferentes.

─ anda… pruébatelos y me lo enseñas.

Sin más tiempo que perder, Mérida salió disparada hacia el probador y en menos de 2 minutos, salió de allí, con el primer conjunto.

Unos jeans de mezclilla ajustados con botas de cuero hasta la pantorrilla, una camiseta blanca un poco grande pero con un diseño simple que la hacía lucir refinada en la cintura, y unos lentes de sol en el salvaje cabello rojo.

─ me agrada- comentó Astrid admirando lo buena que era para elegir oufits para las personas.

─ veamos el otro.

Mérida no tardó mucho antes de volver a salir al exterior mostrando el nuevo conjunto.

Esta vez era un jean azul común, ajustado a la cadera pero ancho en las pantorrillas, dándole un estilo acampanado, unos convers blancos con una básica negra ajustada a su refinado cuerpo y una chamarra verde olivo holgada, junto con los mismos lentes de sol en el cabello centellantemente rojo.

─ muy bien, quédate con ese y compraremos los dos, llévate el otro como un regalo mío, te quedan muy bien─ dijo amablemente mientras se dirigía a la caja para pagar los conjuntos.

─ Muchas gracias señori… Astrid ─ respondió con las mejillas rosas por tanta emoción que sentía.

Su modelo a seguir estaba dándole un regalo a ella.

Un completa desconocida.

Que gran honor sentía.

Una vez que terminaron de pagar, y salieron de la tienda con bolsas en mano, se dispusieron a hablar.

─ entonces, ¿Cómo te llamabas?─ preguntó un tanto ansiosa de al fin saber exactamente con quién trataba.

─ Mi nombre es Mérida, princesa del clan Dunbroch, nos vimos en la cafetería ayer… recuerdas─ afirmó ella mientras continuaban su caminata perdida por la calles.

─ Si, recuerdo perfectamente… pero me preguntaba ¿qué te trae por aquí?─ fue directo al punto para no perder mucho tiempo, Heather le había llamado en la tienda, y dijo que necesitaba ayuda con algo.

─ Pues no es tan sencillo de explicar, pero mi madre…─ hizo una pausa un tanto avergonzada, ninguna madre común haría algo tan bajo como su madre pero aun así tenía que hablar.

Sentía que si no se lo contaba a alguien su cabeza iba a explotar por ansiedad.

─ Tu madre…─ trató de animar la rubia para llegar a una respuesta rápida.

La paciencia no era lo suyo.

Pero recordó que debía serlo para que sus respuestas lleguen.

Entre tanto conflicto con sus pensamientos no se dio cuenta que casi llegaban a la calle y por poco las golpea un camión.

─ ¡cuidado!─ exclamó Astrid, alejando a Mérida del asfalto antes de que ocurra un accidente.

Cuando ambas estuvieron a salvo, la rubia con ojos azules notó algo un poco extraño en lo que acababa de suceder.

No era uno, sino varios camiones con el mismo  logo de una especie de dragón, desfilando por las calles, al parecer todos se dirigían a las empresas Haddock.

Entonces lo recordó, fueron los mismos camiones que se cruzaron en la carrera que tuvo cuando Heather llegó.

Quizás nada fuera de lo común pero la inquieto un poco.

De todos modos, ahora no eran su problema principal.

─ ¿Estas bien?─ preguntó a la pelirroja que aún respiraba con dificultad.

─ Si si… no te preocupes─ respondió para calmar a Astrid, no le había pasado nada.

─ tengo que contártelo Astrid…─ sentía que iba a estallar en cualquier momento.

Al ver la ansiedad en todo su ser, la ojiazul decidió llevar a Mérida a un parque cercano, para al menos hablar en paz, sin miedo a ser atropelladas.

─ está bien, puedes contármelo, ¿Qué te preocupa?

A pesar de que Astrid conocía el motivo de la llegada de Mérida, ya que Hipo se lo había contado, ella quería tener más detalles.

No cualquier persona aparece de la nada después de tantos años para casarse con un completo extraño con la excusa de que es por un bien común.

Había algo más detrás de esto.

─ yo…─ Mérida no sabía por dondé empezar, pero rápidamente se liberó de la idea de desconfiar y lo soltó todo de una sola respiración.

─ Mi madre apareció de repente con la loca idea de casarme, y no con cualquier persona, mi madre  y el presidente de Berk son aliados antiguos, cuando Berk aún era más un pueblo que un país y la leyes eran diferentes. Entonces no entendí sus motivos pero ella dice que es por el bien mayor para protegernos a todos de una guerra por el trono de Berk. Cosa que no tiene sentido  ya que Berk no elige reyes, sino presidentes, pero al parecer el enemigo en común  es un psicópata que aún vive en esos años y cree en las alianzas de poder, por lo tanto si nos aliamos no podrá causar más daño.

Ella lo dijo tan rápido que Astrid apenas comprendió que un loco desquiciado que se quedó atorado en los años medievales estaba amenazando, no solo a uno, si no a dos países por motivos egoísta, el poder del trono.

Cuando se dio cuenta de algo más…

─ ¿más daño?... ¿acaso ya había causado daño anterior?─ cuestionó ahora un poco preocupada por lo que entendía.

─ hace muchos años, mi madre me contó que ya había intentado dejar a Berk y al clAn sin heridos…

─ eso significa que…

Astrid casi se paralizó, ella sabía a que se refería.

─ Hipo…

La rubia casi sale volando en ese instante por la urgencia que sentía de estar con él.

Sentía que debía correr para proteger a Hipo.

Sea quien sea.

Ella haría pagar al psicópata.

Casi logró su cometido hace algunos años.

Pero ahora no sería tan sencillo.

Ella sería la que protegería a su amado.

Y si el maniático tenía que pasar sobre ella para llegar a Hipo.

Así sería.

─ Gracias por la información Mérida…─ ella sintió que su conversación ya había acabado, pero que debía salir corriendo a contárselo a Hipo.

Luego lo pensó bien, quizás la pelirroja podría ayudarla…

─ De hecho.. tengo algo que contarte también, pero para eso debes prometer ser una amiga leal y a confiable… ¿comprendes?.

Al ver la mirada fría de Astrid, Mérida sintió que se encontraba ante un problema en común e incluso una misión de venganza por algo que pasó y se le revelaría en ese mismo instante.

Así que decidió adoptar la misma postura que la rubia.

Fría y firma ante sus adversarios.

Por algún hecho desconocido, al parecer tenía al mismo enemigo desquiciado.

─ Lo prometo─ respondió decidida de sus palabras.

Astrid dio un gran suspiró y estaba a punto de comenzar su relato ─ hace algunos años…

Su conversación de vio interrumpida de repente cuando su celular vibró y comenzó a reproducir su tono de llamada.

Uno especial.

Ella lo configuró así.

Todas sus llamadas sonaban igual.

“over horizont”

Pero solo una sonaba diferente a las demás.

“Don’t give up on me”

Hipo Haddock

Rápidamente se sobresaltó y tomo su celular.

Contestó su llamada un tanto preocupada.

─ ¿Hipo?, ¿estás bien? ¿Qué pasó? ¿Todo en orden?

Ella empezó a atacar al castaño con preguntas a montones.

─ wou wou wou, tranquila Astrid, estoy bien… ¿tu estas bien?, pareces un poco alterada… ¿qué pasó? ─ del otro lado de la línea, un castaño de ojos verdes se preocupó por el estado se su querida rubia de ojos azules.

¿Había pasado algo tan grave para lograr alterar a la chica más ruda y fría que conocía?

Claramente también sabía que ella podía ser muy dulce y tierna en muchos momentos, algo que solo el conocía de ella.

Será que…

─ Que te sucede Hipo, podría estar en medio de un ataque de ansiedad y tú pensando en posibilidades absurdas─ se regañó a si mismo por perderse en sus pensamientos.

─ no te preocupes, te lo contaré después… ¿Qué paso?─ se tranquilizó un poco la rubia para escuchar las razones del castaño para llamarla.

No siempre debía haber una razón pero…

─ concéntrate Astrid─ se regañó ella misma para prestar atención.

─ tenemos que hablar, esta pasando algo en la empresa y necesito tu ayuda y sorprendentemente el de Mérida también… ¿podría llamarla y…─ fue interrumpido por la rubia en ese instante.

─ Ya está conmigo, te veo en 10─ finalizó un poco apurada la llamada para correr lo antes posible.

Hipo se sorprendió un poco  y entendió que realmente había pasado algo importante.

Decidió esperar a que ella se lo cuente.

Al fin de cuentas...

Confiaba en ella ciegamente.

Continuará…

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