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Capítulo 19: Colaborar

-¿Qué haces? -murmuré, riéndome. August me arrastraba en dirección al lago-

-Vamos a tener una caminata romántica... -dijo con humor. Yo solté una carcajada y seguí corriendo detrás de él-

-Esto no es una caminata, Durmstrang. -contesté- Es una carrera...

-¿Es romántico? -preguntó. Llegamos a la orilla del lago y dejamos de correr-

-¿Y yo qué sé? -me agaché y agarré un poco de nieve. La hice una bola y se la lancé en la cara- ¿Está fría? -August se sacó la nieve de la cara, murmuró algo en su idioma y se agachó a juntar nieve. Yo chillé y me puse a correr en la dirección opuesta-

-¡Me las pagarás! -exclamó, persiguiéndome. Yo me reía y saltaba los troncos caídos. Dejé de escuchar sus pasos y me di vuelta-

-¿Gus? -pregunté dejando de correr. No lo veía por ningún lado- ¿Dónde estás? -pregunté, mirando hacia el lago por si acaso no había caído allí accidentalmente. Luego sentí que me agarraban por atrás con un brazo y estampaban nieve en mi cara, pasándola de arriba a abajo-

-¿Está fría? -escuché su acento mientras su cálido aliento me chocaba en la oreja. Quitó su mano de mi cara y yo me sacudí-

-Eres un traidor. ¿Cómo vas a atacarme por la espalda? -dije, fingiendo estar molesta. Él rió y me rodeó con el otro brazo. Era el abrazo más tierno que me habían dado, pero no podía evitar pensar en que sería genial que otra persona me lo diera-

-¿En qué piensas? -preguntó con el mentón en mi hombro. Vimos el tentáculo del calamar salir del agua y agarrar a un cuervo que sobrevolaba por allí-

-Nada en especial... -mentí-

-Eso fue escalofriante. -comentó, señalando el agua que había quedado en movimiento por lo del calamar. Yo puse mis manos sobre sus brazos apoyé mi cabeza en su espalda-

-Estoy acostumbrada a ver las cosas raras que ese calamar gigante hace... -contesté, riéndome levemente-

-La segunda prueba es en el lago. -comentó- ¿Sabías?

-No... ¿Cómo sabías que era en el lago? ¿Qué había en el cofre? -me di vuelta en sus brazos. Era toda una escena romántica, pero yo no sentía nada. Un poco de incomodidad, solamente. Pero, si quiero superar el "enamoramiento pasajero" que tuve con esa serpiente estúpida, debo avanzar con otras cosas-

-Era algo escrito en idioma de sirenas. Fue difícil de descifrar, pero logré hacerlo en una hora. -sonrió con orgullo-

-¿Y de qué se trata?

-Era una especie de poesía que hablaba de los seres queridos y las aventuras acuáticas. No entendí bien, era extraño. -sonrió. Yo asentí y puse mis manos en su pecho. Él me abrazó con más fuerza y apoyó su mentón en mi cabeza- Tengo que averiguar una forma de respirar bajo el agua.

-Hay un hechizo... -dije-

-¿Cual?

-Casco burbuja. -contesté alejando mi cabeza para mirarlo. Él estaba pensativo, su cara era graciosa. Luego alzó las cejas y me miró con entusiasmo-

-¡Ya lo recordé! Nos lo habían enseñado en tercer año... -sonrió y me dio un corto beso. Yo me incomodé, pero lo disimulé apoyando mi mejilla en su pecho- Gracias por ayudarme con la prueba. -dijo mientras acariciaba mi cabello. Siempre me había relajado que lo hicieran, así que cerré los ojos y disfruté de eso y del calor que emanaba su cuerpo- Adeli... -no terminó de hablar, ya que un grande y estruendoso golpe nos hizo caer a un lado. Vimos el gran tentáculo del calamar volver al agua-

-¡Casi nos golpeas, pulpo inútil! -grité enojada. Él nos salpicó algo de agua y volvió a las profundidades del lago. Odiaba que lo llamaran "pulpo"-

-¿Estás bien? -preguntó August, poniéndose de pie y ayudándome a parar-

-Sí, no me pasó nada. ¿Tú?

-Estoy bien... -me sonrió-

-¿Y si mejor volvemos al castillo? -pregunté- Al maldito calamar puede agarrarle el instinto golpeador en cualquier momento. -miré el lago con recelo-

-Claro, vamos. -me rodeó los hombros con uno de sus grandes brazos y nos pusimos a caminar a en dirección a Hogwarts-


***


-Adeline... -me habló Myrtle tímidamente. Dejé de charlar con Daisy y me di vuelta. Estábamos en la puerta del Gran Comedor-

-Hola, Myrtle. -dije con una sonrisa- ¿Cómo estás? -pregunté-

-Bien, bien. -contestó. Por alguna razón no le creí-

-¿Necesitas algo? -ladeé la cabeza-

-Sí... -asintió con la cabeza- ¿Te molestaría que, a partir de mañana, haicieramos la tutoría una hora antes? Hoy no tengo problemas en estar a la misma hora.

-Claro. -contesté sonriéndole- No me molesta. Entiendo que necesites dormir. De hecho, es la hora que impuso el tutor anterior. No tengo problemas en cambiarla. -vimos a los prefectos de las casas guiar a los estudiantes a las habitaciones. Ya iba a comenzar el toque de queda-

-A las once está bien. Por la tarde quiero estudiar y adelantarme a lo que veremos el año que viene. -enroscó un mechón de su pelo en su dedo- Y, si hago la tutoría a las doce, me da menos horas de sueño y, sinceramente, soy muy dormilona. -sonrió con timidez-

-Entonces, a partir de mañana, iré a las once. -sonreí-

-¡Oye, cuatro ojos! -gritó una chica detrás de Myrtle. Miramos en su dirección y noté que era Olive Hornby, una Ravenclaw de un año más que Myrtle- Ya hay que volver a la sala común. Deja de acosar a esa pobre Hufflepuff y vuelve a tu cueva. -vi los ojos de Myrtle empañarse. Me miró y forzó una sonrisa-

-Nos vemos a las doce, Myrtle. -dije, abrazándola. Mientras abrazaba a la pobre niña, fulminé a Olive con la mirada. Ésta se intimidó y desvió la mirada, volviendo a caminar con sus amigas. Solté a Myrtle y vi que ya había derramado un par de lágrimas- Tranquila, sabes que no estás acosándome.

-Nos vemos a las doce, Addy. -dijo y se fue junto con los demás Ravenclaw-

-¿Quién se cree esa estúpida de Olive? -murmuró Daisy con enfado mientras veía en dirección a donde se había ido la Ravenclaw-

-No lo sé. -dije igual de molesta- Myrtle es una de las niñas más amables y dulces que conozco. ¿Cómo puede decirle esas cosas? -negué con la cabeza-

-No sé. -bufó- Recuerdo cuando Druella te hacía lo mismo. -contó- Con Mel estábamos muy enojadas con esa serpiente cochina de Rosier. -sinceramente, el nombre de esa chica me traía malos recuerdos respecto a Tom y lo que dijo en la biblioteca-

-Por eso fue que le pintaron el cabello de verde. -recordé riendo-

-Decidimos defenderte porque, cuando te conocimos en la fila para esperar que nos seleccionen la casa, nos caíste bien... -sonrió- Estabas más feliz que cualquiera. Cosa que era extraña viniendo de alguien ajeno a todo esto...

-Pasaron siete años... -murmuré con nostalgia- Cielos... -se me llenaron los ojos de lágrimas- Siete largos años de amistad, maldita pelirroja. -la abracé-

-Te quiero, sangre sucia inmunda. -murmuró. Me reí y la solté-

-Cierra la boca, maldita traidora de la sangre. -imité a Abraxas y su gesto de desdén y asco. Hacía algo con la nariz como si estuviese oliendo un pedazo de excremento-

-Tonta. -dijo, riéndose- Debo ir a mi sala común. -miró el pasillo- De paso le llevaré esto a Melissa. -sacó un pastelillo del bolsillo de su túnica-

-¿Sigue enferma? -pregunté. Ya serían varios días de estar afiebrada- Tiene que ir con la enfermera.

-Sabes el terror que le tiene. Prefiere morir antes de visitar a Pomfrey. -negó con la cabeza y yo me reí. Melissa siempre le había tenido pánico a las enfermeras-

-Está bien... Salúdala de mi parte. Dile que la adoro y que espero que se mejore. -Daisy asintió y se fue por el pasillo. Yo emprendí viaje rumbo a mi sala-

Definitivamente preferiría que Clifford fuese un caballo y no una pantera. Caminar tanto comenzaba a ser tedioso. Si mi gato/pantera fuera un caballo, todo sería mejor. Pero no. Tenía que ser un gato gigante, gordo, haragán, miedoso y tonto. Es mi culpa por haberlo malcriado tanto.

Todavía no tengo idea de qué es lo que hicieron con él cuando era pequeño. Dippet me dijo que lo hechizaron y quedó así. Y que, cuando usé el conjuro para volverlo a la normalidad (lo había convertido en una copa y luego utilicé "engorgio"), se transformó en lo que era verdaderamente. Una pantera. ¡Tengo una pantera de mascota! Me siento tan poderosa... De pequeña siempre quise un felino salvaje de mascota, como los leones o los tigres. Lo único que Clifford tiene de salvaje es el gruñido. El gruñido de su estómago si pasa una hora sin tragar algo. Gordo molesto.

-Señorita York. -escuché que me hablaban. Me di vuelta y vi al director Dippet acercándose a mí. Yo estaba a un metro de los barriles de mi sala-

-¿Necesita algo, director? -pregunté educadamente. Él dejó de caminar cuando llegó hasta mí-

-Sí, necesito de tu cooperación, Adeline. -sacó su varita y me tocó la frente con ella-

Y todo se volvió negro.

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