
Propulsión nuclear
Al fondo había un cuarto tabique estanco como todos los demás, que separaba este dormitorio de la sala de máquinas. Se abrió una puerta y me encontré repentinamente allí, donde el capitán Nemo —ingeniero de primer orden con toda seguridad—, había instalado sus aparatos de locomoción.
20.000 leguas de viaje submarino. Jules Verne.
Manuel Maraña era el jefe de máquinas de la nave, un veterano nauta curtido en el Espacio que un día decidió abandonar su nave para estudiar Física nuclear en la universidad de La Ciudad de la Luna. Él era el encargado de que la propulsión de la nave funcionase sin problemas. Me tocaba con él en el Módulo de Recicladores, porque se turnaba con Beatriz.
Y, aunque atendía a los recicladores para que nada se descontrolara mientras Beatriz dormía, él estaba pendiente, sobre todo, de lo que le interesaba, es decir, de los motores de la nave.
—¿Conoces a mis chicos? —me preguntó con aire divertido al llegar al Módulo de recicladores para hacer mi turno.
—¿Qué?—dije, sorprendida.
Me condujo a popa, donde había dos holoconsolas en las que yo sabía que él pasaba mucho tiempo.
—Número Uno y Número Dos, saludad a Rebeca, que es nuestra invitada.
Súbitamente, sonaron dos voces chirriantes:
¡Buenos días!
Abrí los ojos desmesuradamente y, volviéndome hacia el ingeniero Maraña, pregunté:
—¿Estos dos quiénes son?
Manuel Maraña soltó una sonora carcajada. Se estaba divirtiendo:
—Número Uno y Dos son los drones de la nave. Ellos están siempre en el exterior revisándolo todo. ¿No esperarás que tenga que ponerme el traje y salir todos los días a comprobar los equipos?
En la holopantalla de Uno, aparecía una estructura muy voluminosa de la nave que no sabía qué era.
—¿Dónde está? —señalé su holopantalla.
—Lo que ves es el depósito de yodo.
—El yodo es el combustible.
—En verdad lo llamamos propelente porque es el material que se expulsa para propulsar la nave. No es un combustible, porque en el proceso no hay combustión alguna del yodo. El propelente es almacenado en forma sólida (cristales de yodo), lo que es muy útil. Es utilizado calentándolo para que produzca vapor, luego los átomos de ese vapor son ionizados para que adquieran carga eléctrica y después son acelerados en los motores de forma electrostática para propulsar la nave. Es sencillo. Y no utilizamos xenón, sino yodo.
—¿El xenón es malo?
—No, es excelente, pero muy caro. Los de la Tierra lo utilizan en sus naves iónicas. Allí lo obtienen de la atmósfera terrestre con relativa facilidad. Sin embargo, en Ceres no tenemos atmósfera y nos vemos obligados a utilizar otros propelentes más asequibles.
—Por eso utilizamos yodo.
—Precisamente. En Ceres, el yodo es muy abundante. Las salmueras del subsuelo y las manchas blancas de la superficie son riquísimas en múltiples variedades de sales, entre ellas las que contienen yodo. El problema del yodo es que es algo corrosivo y puede afectar a los motores iónicos, que deben ser revisados cada cierto tiempo. En lo demás, ofrece prestaciones similares al xenón: es un átomo muy masivo y, a la vez, fácil de ionizar.
En las holoimágenes Dos parecía metido en una estructura circular.
—¿Número Dos está dentro de un motor?
—Dos anda por la parte de popa. Hace unos días salimos de la zona de influencia gravitatoria de Ceres y, desde entonces, los motores están apagados. Dos se ha metido dentro de la tobera de uno de ellos para ver cómo están. Y te puedo decir que todo parece en orden.
—Está bien que esté todo en orden.
—Falta por revisar el corazón de la Stella Maris: su reactor de fisión.
—Es un motor nuclear.
—Precisamente, la energía proporcionada por el reactor se alimenta de las reacciones producidas por la fisión de los núcleos de uranio.
—Allí es donde está el combustible. Se consume muy lentamente.
—Precisamente, el consumo es muy reducido. Típicamente, cada vez que la nave vuelve a Ceres tras una singladura de unos años, es necesario reemplazar el núcleo del reactor de fisión.
—¿Y qué hacen con él?
—Es muy radiactivo, así que son acumulados en una órbita especial de Ceres hasta que son trasladados para siempre al cementerio nuclear en el asteroide Ast-0438.
—¿Cómo los construyen? ¿De dónde sale todo ese uranio? ¿Hay minas de uranio en Ceres?
—No, no, viene de la Tierra.
—Pero traer uranio radiactivo de la Tierra debe ser muy peligroso. Imagine que alguna lanzadera estalla en la atmósfera...
—Veo que sientes un gran interés por el tema. Te lo explico. Lo que traemos de la Tierra es torio, un material muy fácil de tratar. Después, ya en órbita en Ceres, bombardeamos el torio con neutrones para producir Uranio 233, el verdadero combustible de las naves nautas.
—Y ese Uranio 233 está en el núcleo...
—Precisamente. El núcleo de este reactor tiene que ser muy compacto para caber dentro de una pequeña nave iónica como la Stella Maris. Por eso, por ser un núcleo de dimensiones reducidas, debe estar altamente enriquecido con U-233.
—Eso me asusta. ¿Si está tan enriquecido podría estallar como una bomba nuclear?
—No, en ningún caso, por muy enriquecido que esté el núcleo, es imposible. Como debe proporcionar energía durante años, el núcleo cuenta con una buena provisión de uranio; pero está diseñado para consumirse lentamente: las barras de combustible van revestidas de materiales para que la reacción de fisión pueda dosificarse en el tiempo. Así, a medida que el combustible se va consumiendo, estos materiales se van deteriorando, permitiendo que nuevas porciones del combustible queden disponibles para las reacciones nucleares. Además, para producir una explosión nuclear una masa crítica del combustible debe alcanzar una densidad elevada, que nunca se podría alcanzar en este dispositivo.
—Entonces es imposible.
—Por si esto fuera poco, el motor cuenta con unas barras de control formadas por materiales como el boro que absorben muy eficazmente los neutrones. Cuando las metes a tope en el núcleo del reactor, paras la reacción casi totalmente; el reactor solo va a toda máquina cuando las sacas del todo, pero eso es algo no permitido por los protocolos de seguridad.
Maraña era un hombre orgulloso, consciente de la importancia de las tareas que tenía asignadas. Él se sentía complacido de explicar a aquella joven los secretos de su trabajo. También le agradaba que alguien se interesase por la propulsión, un tema que los capitanes y contramaestres en general no valoraban como se merecía.
—¿Cómo hace el reactor para producir electricidad?
—Básicamente, al fisionarse el uranio del núcleo se desprende muchísimo calor. La idea es aprovechar ese calor producido para generar energía eléctrica. Para ello, lo enfriamos, llevando el calor a donde se transforme en electricidad. En resumen, se emplea un sistema de refrigeración. Es un circuito...
—... lleno de agua a presión.
—No, no. Si fuera un sistema de agua las cañerías deberían ser muy gruesas para soportar la presión necesaria, es decir, muy pesadas, y eso no nos lo podemos permitir. El peso, ya sabes. Hay otros líquidos que pueden hacer la misma labor a presiones reducidas.
—¿Qué líquidos?
—Líquidos metálicos como el sodio, un elemento muy corrosivo que hay que tratar con sumo cuidado, porque daña con facilidad los elementos con los que entra en contacto. Con el agua, por ejemplo, reacciona de forma muy violenta. Sin embargo, tomando las precauciones adecuadas, refrigera muy eficazmente el núcleo del reactor. Luego, el líquido se traslada a la zona de los radiadores, donde se enfría.
—¿ Y si se interrumpe la refrigeración del núcleo qué pasaría?
—Es lo peor que puede pasar. El núcleo se calienta sin control hasta que se funde y se vuelve muy peligroso. En esos casos, lo mejor es eyectarlo de la nave y enviar un aviso de rescate para que te recojan, porque te has quedado sin propulsión.
Número Uno pasó el depósito de yodo para llegar al monstruoso radiador ubicado a popa. Pude verlo en la holopantalla,
—Los radiadores son eso tan voluminoso...
—Efectivamente, es esa gran estructura de más de cien metros con la forma de un enorme cono con la base hacia proa y que tiene el reactor de fisión en su vértice. Allí, el metal líquido se enfría. En esta zona el sodio caliente que llega del reactor entra en contacto con elementos fríos vinculados al radiador, produciendo energía eléctrica.
—Muy interesante.
—Sé lo que estás pensando: seguro que tienen generadores de electricidad termoeléctricos...
—¡Hum!, sí —dije, aunque no entendía demasiado lo que era esa cosa.
—Pues no, ese sistema es muy ineficiente. Lo que empleamos son los muy fiables y maduros motores Stirling que luego activan unos generadores eléctricos. ¿Algo más que quieras saber?
—Sí, ¿cómo hacéis para que no nos afecte la radiactividad del reactor?
—Está a popa de la nave, lejos de las zonas presurizadas, es decir, habitadas. Además, el núcleo del reactor está separado de nosotros por un escudo de media tonelada de hidruro de litio que nos protege.
—Una última pregunta: ¿Tiene la nave capacidad para dar caza y alcanzar a El Ophir?
Quizá fui demasiado directa. Lo cierto es que Maraña no se esperaba la pregunta. El jefe de máquinas se quedó callado, mirándome muy fijamente. Parecía molesto por poner en duda la capacidad de sus motores.
—Por supuesto —dijo. No añadió más.
El corazón de la nave era el de un león. No me quedó ninguna duda. La Stella Maris vencería a El Ophir.
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