
Las dificultades de cazar un cometa
Una ballena salvó a Jonás cumpliendo la voluntad de Dios y otra destruyó a Ahab cumpliendo la del diablo.
Leviatán o la ballena. Philip Hoare.
Hoy César y yo atendíamos en el puente. No había mucha actividad, así que estuvimos charlando con Irene, la navegante, que nos estuvo hablando sobre las dificultades de cazar un cometa.
—¿Tenemos posibilidades de aterrizar en El Ophir? —preguntó César directamente.
Con su pelo naranja y su gorra negra de oficial, la cara de Irene siempre me parecía graciosa:
—No es sencillo —dijo.
—¿No es como hacer minería en un asteroide en busca del buen metal? —insistió el grandullón de César.
—No, no —Irene se tocó su gorra negra—. La órbita de cualquier asteroide del cinturón es muy similar a la de Ceres. Eso quiere decir que el delta de velocidad (es decir, el incremento de velocidad que tiene que adquirir nuestra nave) no es sustancial. Estamos hablando de deltas de velocidad que suelen ser muy reducidos, inferiores a 1 km/s. La maniobra siempre es fácil. Para un viaje largo, digamos a Júpiter, el delta sería algo mayor, rozando los 5 km/s.
—¿Y con El Ophir no es lo mismo?
—No, en absoluto. El Ophir es un cometa, un cuerpo del sistema solar externo. Viene de muy lejos, y cruza el cinturón de asteroides a gran velocidad. No será fácil alcanzarlo. Mis estimaciones son que necesitaremos un delta de velocidad superior a los 16 km/s.
—Eso es mucho acelerar —dijo César.
—Todos los cuerpos del sistema solar se encuentran más o menos en el mismo plano, salvo los cometas de periodo largo como El Ophir, que suelen salirse de dicho plano. Esto complica la maniobra enormemente y requiere gastar mucha más energía.
—¿Aguantará el motor? —preguntó César.
—Eso es cosa de Maraña. De cualquier forma, si lo intentamos supondrá someterlo al límite de sus prestaciones. Habrá que acelerar esos 16 km/s, o más, para alcanzar El Ophir, y luego desacelerar otros 16 km/s para volver al hogar en el cinturón de asteroides.
—¿Los motores aguantarán? —pregunté yo.
—Habrá que oír a Maraña. Son motores iónicos. Tienen mucha capacidad de aceleración porque gestionan el propelente de forma muy eficiente, expulsándolo nada menos que a 200 km/s; pero no tienen demasiado empuje, es decir, aceleran muy lentamente. En alcanzar esos 16 km/s pueden tardar varios meses, y otros tantos meses para desacelerar. La cuestión es tener paciencia.
—El Ophir viene de muy lejos, del cinturón externo del sistema solar —dije—. El llamado cinturón de Kuiper.
—No, no es así. La mayoría de los cometas famosos son cometas de periodo corto, como el cometa Halley, y vienen del cinturón de Kuiper. El cometa Halley, por ejemplo, nos visita cada 76 años y en su afelio llega a 35 UA (Unidades Astronómicas), superando la órbita de Neptuno.
—¿Cuánto es 35 UA? —pregunté porque no me enteraba.
—Perdone, grumete Vargas, lo daba por supuesto. 35 UA quiere decir 35 veces la distancia de la Tierra al Sol. La órbita de la Tierra está a 1 UA y la de Neptuno en torno a 30 UA del Sol.
—¿Cómo es entonces la órbita de ese maldito cometa? No es circular, es una gran elipse muy alargada, ¿verdad? —continuó preguntando César.
—Efectivamente, El Ophir es un cometa de periodo largo que tarda 50 millones de años en realizar una órbita, y en su perihelio (es decir, en su momento más cercano al Sol), llega a la órbita de la Tierra, a solo 1 UA; en su afelio (es decir, en su momento de mayor alejamiento del Sol), supera las 270.000 UA, lo que es mucho más lejos que el cinturón de Kuiper.
—Eso debe estar muy lejos... —dije sorprendida.
—270.000 UA son más de cuatro años-luz, una distancia comparable a la de las estrellas más cercanas.
—Sí que está muy lejos... —comentó César.
—Viene de la Nube de Oort, incluso más allá. Superando las 200.000 UA la influencia gravitatoria del Sol es menos intensa que la de la galaxia, así que es muy probable que ésta sea la última órbita de El Ophir en el sistema solar —sentenció Irene.
—Ese cometa del diablo viene del mismísimo Infierno de Oort, pero El Ophir es eterno, volverá una y otra vez para cumplir su maldición —dijo César mientras sujetaba con su mano el colgante con la palasita. Me inquietaba cuando se ponía en plan supersticioso.
—La nube de Oort es otro cinturón más lejano que el cinturón de asteroides y también más lejano que el cinturón de Kuiper. ¿Es así? —pregunté.
—No del todo. Está tan lejos que allí la influencia del Sol es muy reducida, y por eso no es un cinturón: la Nube de Oort tiene forma de esfera. Debido a esa esfericidad los cometas que llegan desde allí no siguen el plano del sistema solar. Vienen con cualquier inclinación.
—Es el infierno —. César se ponía pesado con sus cosas.
—Son solo leyendas —dijo Irene amablemente—, cuentos para niños, César. Nada más.
—Dicen que ese diabólico cometa rojo cruza la órbita de la Tierra cada 50 millones de años, pero que solo una vez pasó cerca de la Tierra, hace 4.000 millones de años, entonces un pedazo de ese cometa se desprendió y cayó sobre la joven Tierra, germinándola y dando lugar a los seres vivos en nuestro planeta madre. Así se inició todo.
—Por un lado, cuando los cometas se acercan al Sol, se calientan, y emiten la cola cometaria al sublimarse sus hielos, y es verdad que, por acción de ese choque térmico, algunos estallan y se fragmentan en múltiples trozos; pero me cuesta creer que El Ophir no haya cambiado su órbita en los últimos 4.000 millones de años. Estos cometas suelen tener órbitas inestables, apenas aguantan tres o cuatro órbitas completas, en el mejor de los casos.
—Es el cometa que ha creado la Vida en todo el Sistema Solar. Según la leyenda, es un cometa rojo y maldito que a veces da la Vida; otras, la quita, siempre según su capricho.
—Es solo un cometa más, un cometa muy interesante astrobiológicamente hablando, pero sólo un cometa más, César.
—No.
—Fue descubierto hace diez años por el Gran Telescopio de la Luna. Sabemos que tiene una órbita muy excéntrica con un periodo de 50 millones de años que toca la órbita de la Tierra. El análisis espectral en el infrarrojo de su superficie sólo puede entenderse si se asume que está compuesta de materia viva. Eso es lo que sabemos; el resto, son meras leyendas.
—No —. César negaba con la cabeza.
—Por desgracia, las sondas enviadas por los científicos han fallado. Habrían sido muy útiles para acallar toda la superchería y superstición que la gente tiene sobre este tema...
César no estaba de acuerdo y seguía con esas historias suyas que a veces me ponían nerviosa.
—No, no es así. Ese cometa rojo es un ser vivo. Todo él está vivo. Es el diablo del Espacio que viene del Infierno de Oort. Y está maldito. Lo mejor que podríamos hacer es olvidarnos de él; pero no, aquí estamos intentando dominarlo. Un inmenso error que pagaremos, y muy caro.
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