
El rubor del cometa
Y de todas estas cosas, la ballena albina es el símbolo.
¿Os asombra entonces la ferocidad de la caza?
La blancura de la ballena. Moby Dick. Herman Melville.
Por la mañana, me incorporé al puente, donde me tocaba turno con la navegante Irene. No había mucho trabajo y yo estaba muy inquieta; así que hice muchas preguntas. Empecé con las más generales, las más previsibles, las más inocentes, con la idea de ir desviando el asunto de la conversación a lo que realmente me inquietaba: El Ophir. Especialmente, me llamaba la atención su color, su intenso color rojo.
¿Por qué El Ophir no era un cometa blanco o azul como otros cometas?
La navegante diseñaba las rutas por el Espacio, un tema más delicado de lo que parecía. Para ello, era necesario que la segunda oficial de la nave conociera detalladamente todos los rincones del cinturón de asteroides. Tengo que confesar que aquel día aprendí mucho sobre la materia.
Me explicó que el cinturón de asteroides está formado por una acumulación de cuerpos menores que orbitan entre Marte y Júpiter. Esta aglomeración sirve de frontera entre el sistema solar interno y el externo. Tiene una estructura muy definida, diferenciada en tres grandes zonas:
El cinturón interno, que va desde la órbita de Marte (1,5 UA, es decir, 1,5 veces la distancia entre la Tierra y el Sol) hasta las 2,5 UA. Esta parte del anillo no es muy buena para hacer minería, allí suelen encontrarse asteroides del tipo S, de silicatos. Sus superficies suelen ofrecer piedras sencillas sin demasiado metal. Es decir, rocas y más rocas.
El principal asteroide de esta zona es Vesta, el segundo cuerpo más grande del cinturón de asteroides, con más de 500 km de diámetro, pero de forma demasiado irregular para ser considerado un planeta enano. Esta formado por rocas de carácter ígneo, magníficas para realizar grandes construcciones; sin embargo, no demasiado buenas para la minería. Fue allí, en Vesta, donde se produjo el desastre de la Sirio que casi le cuesta la vida a mi padre.
El cinturón medio es el más interesante, se extiende desde 2,5 UA hasta 2,82 UA. En esta área del anillo se produce la transición de los asteroides ricos en silicatos a otro tipo dominado por el carbono y el agua; asteroides carbonáceos, o del tipo C. Son muy abundantes: tres de cada cuatro asteroides son de este tipo. Sin embargo, tampoco son muy buenos para la minería. El cuerpo más importante es, por supuesto, Ceres, el sitio donde nací, en la base espacial de Bengaluru.
Ceres es una esfera de casi 1.000 km de diámetro, redondeada, que hace muchos años fue catalogada como un planeta enano. Por supuesto, en su superficie abundan los carbonatos y los filosilicatos con claros signos de alteración acuosa, porque el agua abunda en el subsuelo. De vez en cuando, las corrientes afloran en la superficie y se evaporan rápidamente, dejando esas manchas blancas tan características de Ceres, que no son otra cosa que sal.
Otro cuerpo interesante del cinturón medio es Palas, un cuerpo irregular de unos 500 km de diámetro, solo un poco más pequeño que Vesta. Su composición es rica en compuestos de carbono y silicatos, como Ceres, aunque no tiene tanta agua.
Finalmente, la zona externa del cinturón de asteroides comprende la parte más allá de las 2,82 UA. Está dominada por asteroides carbonáceos muy oscuros. El asteroide más importante es Hygiea, de algo más de 400 km de diámetro y con una superficie rica en compuestos de carbono.
Pero vamos a lo que nos interesa. La buena minería del cinturón se obtiene de los asteroides del tipo M, ricos en metal —sobre todo hierro y níquel—, cuerpos muy brillantes en el radar, excelentes para aterrizar con tu lanzadera iónica y arrancar rocas con una buena lanza-láser. Suponen algo así como uno de cada diez asteroides y abundan en la zona intermedia del anillo. El más grande de todos es Psyche, un cuerpo irregular de unos 280 km de tamaño orbitando a unas 2,9 UA del Sol.
Recordé que César me había contado que pasear por Psyche es una experiencia alucinante, con montañas y valles formados casi enteramente por metal. Sin embargo, a los mineros veteranos no les gusta este asteroide porque, al ser tan grande, hay que gastar mucha energía para sacar el buen metal de su pozo gravitacional y llevarlo a Ceres. Es más rentable buscar algún asteroide metálico, pero de los pequeños, con poca gravedad, en los que las naves iónicas casi no emplean propelente para salir de su órbita.
Claro, uno puede preguntarse qué sucede para que el metal, que no es muy abundante en el sistema solar, haya decidido unirse para formar asteroides casi enteramente metálicos. La respuesta es que estos cuerpos tienen su origen en asteroides muy grandes formados por todo tipo de rocas. Por supuesto, el metal, al ser tan denso, se acumula en su núcleo por un proceso de diferenciación. Alguna vez, estos asteroides grandes sufrieron alguna colisión que les arrancó el manto externo de rocas, dejando solo al resistente núcleo, que queda al desnudo y es rico en metales. Es decir, no son más que el núcleo de enormes asteroides que perdieron su manto y su corteza.
Y cuando Irene me estaba soltando esta sesuda explicación sobre el origen de los asteroides ricos en metal, me lancé a preguntar sobre El Ophir. Era el momento adecuado:
—Todo esto es muy interesante, oficial navegante, pero me surge una pregunta: ¿Por qué El Ophir es de color rojo?
Irene pareció sorprendida por la cuestión. Se quedó meditando la respuesta durante unos segundos. Se rascó suavemente la cabeza, y luego me contestó:
—No es muy habitual encontrarlos, pero de vez en cuando es posible descubrir cuerpos en el cinturón que se formaron dentro del lejano y frío sistema solar externo y que, por algún motivo (quizá debido al pasado violento del sistema solar), han migrado, terminando aquí, en el sistema solar interno.
—Vienen de muy lejos.
—Eso es, desde más allá de la órbita de Neptuno. Son cuerpos extraordinarios en los que (a diferencia de los habituales asteroides carbonáceos, ricos en carbono) el carbono ha formado materia orgánica muy compleja, quiero decir enormes cantidades de hidrocarburos formando cadenas largas.
—Más que carbonáceos, son asteroides orgánicos.
—Sí. El más grande del cinturón se llama Pompeja. Tiene más de 100 km de extensión y no está muy lejos de aquí, a 2,7 UA del Sol...
—¿Usted lo ha visitado, oficial navegante? —interrumpí con inquietud.
—No, pero los que han tenido el privilegio de orbitar alrededor de alguno de estos asteroides maravillosos cuentan que son de un vivo color rojo; pero no nos equivoquemos, su rojo no llega a la intensidad del rojo de El Ophir, en el que dicen que la materia orgánica allí ha evolucionado hasta el punto de cobrar vida.
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