Un infante es espina y bálsamo.
Germen de mil migrañas, génesis de bonanzas indelebles.
Un crio es esfuerzo titánico sin garantía de pago.
Un pequeñito es pureza enorme y mitomanía ausente.

Los niños son humanos tiernos,
tiernos frutos que todos quieren cuidar,
corderos para guiar lejos del averno,
avernos de adictos a carne sin maldad.

Un retoño es un transplante de córneas
y por un retoño te quitas las córneas.
Son antibiótico para la rutinitis aguda.
Ayuda y compromiso, claridad y duda.

Y Jop era semilla de todo lo bueno en la vida.
Una niña humilde, con padres pobres y honestos.
Trabajaba por gusto y no para saciar el gusto de papá.
Una flor vendiendo flores para comprar todo lo que no le pueden dar.

Soid habló con ella y supo lo que era la paz.
Habló con los padres y no hubo rastro de mal.
Habló con el abogado para que todo fuera legal.
Habló con su conciencia, y por fin, no hubo resistencia a volar.

Todo estaba en orden, emociones, acciones y devociones.
Jop niña, recibiría un cuota mensual hasta ser mayor de edad.
Jop adulta, recibiría todo el oro maldito que Soid nunca vio brillar.
Papeles listos, heredero listo, pero faltaba un requisito...

Soid debía estár bajo cero para lucir cual aurora boreal.

Por lo tanto, después de tanta incertidumbre, después de olvidarse de la derecha del padre y del paraiso de fuego, después de convencerse de que al morir todo se acababa, por fin había llegado la hora de subirse al columpio que nadie quiere, el instante de adelantar su fecha de mortalidad.

Era tiempo de ir en busca de la soga, tiempo de dar el salto hacia la libertad.