Cinque
Esperé unas horas a que la lluvia cesara para salir a llorar a mi amada. Estaba hecho, Alina ya no existía, su cuerpo languidece en la habitación.
Era extraño, porque haberla matado no había hecho ningún cambio en mí, yo sentía el mismo dolor; y ahora un poco más intensificado.
Luego de unos minutos contemplando la noche trémula, entré a la casa. Una ráfaga me sorprendió y me dejé arrastrar hasta la pared mas cercana, sentí las perforaciones en mi cuello y una sonrisa tímida se me escapó.
-Buena noche, querida Ali- dije en un susurro.
-¿Es normal que tenga tanta sed?- dijo luego de un momento relamiéndose los labios, con mi pulgar limpié la gota que resbalaba por su mentón.
-Es normal, mi corazón.
-Me hubiera gustado que eligieras algun poema de Ritrovato, me resulta interesante la poesía italiana.- se acercó a mí y me detuve en sus ojos, esos dos pedacitos de miel no eran los mismo. Alina no era Alina. Se habia perdido, yo la había perdido.
Caí en la cuenta que el odio no era tal.
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