
32
Permanezco en un estado de shock por un momento. El dolor que la hoja provoca en mi cuerpo es agudo, y se vuelve peor cuando Admiral retira la daga.
Poco a poco, el color abandona mi cuerpo. Mi cuerpo tiembla, las energías se marchan de mi ser, por lo que caigo de rodillas al suelo. Me cuesta trabajo respirar, y todo a mi alrededor se vuelve confuso.
—¡No! —escucho a Cyan gritar. Entonces vuelvo los ojos hacia Admiral, quien con una seña indica a los soldados que eliminen a mis amigos.
En ese momento alcanzo a escuchar que el ascensor sube hasta el cuarto de controles y percibo que se abre la puerta, lo que toma por sorpresa a los presentes. De este emerge un ave enorme que comienza a atacar a los soldados Marrón.
Justo después de la entrada del ave, ingresa al cuarto de control una persona que me hace dudar de la veracidad de lo que mis ojos ven. Se trata de León; pero, ¿cómo es esto posible? Hace unos momentos luchaba por su vida, y ahora se encuentra sano y salvo, listo para pelear. No logro entender qué es lo que sucede. ¿Es real, o acaso mi mente es engañada por la falta de color en mi cuerpo y el efecto del cristal Acrom?
Veo cómo León libera a Cyan y a la oficial Scarlett de las manos de los soldados Marrón que los sujetaban. Los otros dos soldados acuden a ayudarlos, mientras que Admiral se dirige a la reyerta con su daga en mano.
Debilitado, me siento contra la pared, cierro mis ojos por un momento debido al intenso dolor y solo escucho en lo que se ha convertido el conflicto.
—¡Flint! ¡Flint! —me habla Cyan lleno de desesperación, y abro mis ojos con pesadez—. Resiste, amigo; buscaremos la manera de curarte. Tenemos que parar esta pérdida de color —señala, para luego quitarse su pañoleta del cuello y colocarla sobre mi herida—. Presiona con fuerza —ordena.
—La máquina —mascullo con debilidad. Cada segundo que transcurre pierdo más color, y respirar y hablar se torna cada vez más pesado.
—Flint, no es momento de...
—No pierdas el tiempo conmigo. Cada segundo cuenta.
—No quiero dejarte —menciona entristecido.
—Estaré bien —aseguro. Es lo que me queda por hacer para tranquilizarlo y conseguir que se enfoque en su labor.
Cyan exhala resignado y entonces asiente, muy a su pesar, para luego retirarse al tablero de control.
Mientras continúa una lucha en la que León y la oficial Scarlett comienzan a tomar ventaja en contra de sus adversarios, pues cada vez quedan menos, Cyan comienza a averiguar cómo funciona el panel de control de la máquina con la intención de apagar la máquina.
Con sumo esfuerzo, procedo a levantarme del suelo. Es una pésima idea, pues al instante me siento mareado y pierdo el balance, por lo que me sujeto de las paredes.
—¡Flint! ¿Qué intentas hacer? —pregunta Cyan todavía más preocupado, y se acerca a mí.
—Te ayudaré —explico.
—No, no, por favor; tienes qué descansar y reponerte —insta Cyan, quien intenta que me siente.
—Sé cómo hacerlo —susurro—; sé cómo apagarla —añado, y Cyan se llena de asombro.
—Debiste comenzar con eso —expresa con rapidez, y entonces me ayuda a llegar hasta el panel de controles—. ¿Qué tengo qué hacer? —pregunta.
—Ese botón —señalo a uno que se encuentra apartado en la esquina superior izquierda—, presiónalo —ordeno, y Cyan obedece—. Ahora, el tercero de la segunda fila —continúo, y Cyan así lo hace—, luego el segundo de la cuarta fila, y de nuevo el tercero de la... —alcanzo a decir antes de que mis ojos se cierren por la debilidad. Mis piernas tiemblan y dejan de sostener mi peso, por lo que casi caigo al suelo de no ser por Cyan, quien me detiene.
—Te agradezco por la ayuda, Flint, y sé que tus intenciones son buenas, pero prefiero que dejes de esforzarte pues solo te harás más daño —reclama Cyan, quien me deja de nuevo sentado en el suelo donde me encontraba—. Yo me haré cargo de ello —aclara.
Ante tales expresiones solo me queda suspirar resignado, así que me quedo allí mientras intento recordar la combinación de teclas que Admiral usó para apagar la máquina. Todo en mi mente se vuelve confuso y comienza a dar vueltas, lo que complica más la situación.
Percibo que Cyan continúa en sus intentos, y mientras tanto la pelea continúa. Ya solo quedan dos soldados, pues León, con la ayuda de la oficial Scarlett, acaba de derribar a otro, y Admiral, quien hasta ese momento solo había atacado en un par de ocasiones.
De pronto, al ver que León y la oficial Scarlett comenzaban a tomar ventaja, Admiral entra en acción y comienza a atacar a la oficial Scarlett con tanto ímpetu que ella tiene problemas para defenderse. Es impresionante cómo puede hacerle frente sin problema alguno a pesar de que ella es un miembro del ejército Rojo y Admiral un anciano.
Mientras eso sucede, Cyan comienza a introducir comandos en la consola. Algunos solo encienden una luz roja en el tablero y emiten un sonido como el de un zumbido breve. Mueve las palancas y los otros interruptores, pero solo logra que la máquina comience a avanzar y retroceder, e incluso activa en una ocasión la poderosa arma al presionar el botón central, lo que causa daño a numerosos soldados Rojo. De pronto presiona una de las teclas, y su expresión se ilumina.
—¡Dhiestteister! Ya entiendo cómo funciona esto —clama orgulloso. Toma una de las palancas y comienza a moverla hacia abajo poco a poco y presiona una de las teclas. De repente, la luz verde se enciende, emite un pitido y el botón negro se enciende, lo que indica que ya puede desactivar la máquina. Por desgracia, el gusto le dura muy poco pues Admiral, quien se encontraba enzarzado en una lucha contra la oficial Scarlett, la derriba al suelo luego de provocar varias heridas en su cuerpo con su daga de cristal de Acrom, llega a la consola listo para lanzar un tajo.
—¡Cuidado! —grito para advertir. Cyan se vuelve y apenas logra evadir su ataque, pues a pesar de ello su hoja rasgó un poco sus prendas de vestir.
—¡No voy a permitir que arruines nuestros planes! —amenaza enfurecido, y entonces ataca a Cyan con su cuchillo.
Mi amigo intenta evadir sus ataques mientras nuestro enemigo lo ataca sin piedad. Mientras tanto, Floresta, quien se encontraba dentro del ascensor, emerge y arrastra a la oficial Scarlett hasta el interior del mismo, donde pasa a atenderla.
Conforme esto sucede, Cyan y Admiral forcejean por el dominio de la daga, y es este último el que lleva la ventaja. Desesperado, hago un intento más por levantarme del suelo y ayudarlos, pero esto solo provoca que vuelva al suelo, agotado y lleno de frustración, lo que capta la atención de ambos y hace que me miren con algo de preocupación.
En la distracción, Cyan aprovecha para desarmar a Admiral y arroja su daga hacia un lado; luego, alarmado, se dirige a mi para ayudarme, pero Admiral, con un golpe en la nuca, lo derriba. Cyan cae mi lado, consciente pero lleno de dolor.
Entonces, Admiral procede a hacer algo en la máquina, lo que supongo es cancelar el comando para apagarla, y justo en el momento es interrumpido por León, quien se había deshecho sin problemas de sus rivales.
Ambos forcejean sobre la mesa de controles, y en la disputa León mueve algunas palancas e interruptores y, sin que lo advierta, presiona varios de los botones. Asimismo, varios de sus embates terminan en golpes que provocan algo de daño a la consola de controles, por lo que esta deja de funcionar de manera apropiada. Además de esto, la máquina se detiene en seco y un sonido de fuertes zumbidos intermitentes comienza a sonar.
Admiral aparta a León con su pie y se acerca al panel de control para ver qué fue lo que sucedió durante la pelea. Tal parece que no fue nada grave lo ocurrido, pues aunque su mirada se muestra un poco seria y meditabunda, solo se limita a mover una palanca, y percibo que La Torre comienza a avanzar. León entonces arremete contra él, y Admiral se prepara para detener su embate.
Cyan se levanta adolorido y frota su cuello, entonces se vuelve hacia mí.
—¿Estás bien? —pregunta.
—¿Tú qué crees? —respondo.
—¿Qué fue lo que sucedió? —vuelve a preguntar; entonces se levanta y se asoma por la ventana—. ¡Por todos los colores! —clama alterado.
—¿Qué ocurre?
—La máquina... El arma que posee se ha salido de control. ¡Se dirige con lentitud hacia el ejército Rojo y arroja un haz de luz mucho más potente que...!
Mientras habla, un temblor se siente en La Torre.
—¡Cricketty crack! —expresa atónito—. ¡Una onda expansiva de energía ha salido de la máquina y ha borrado de la existencia a soldados Rojo y también Marrón! ¡No puede ser! ¡Parece que alcanzó a algunos de los jefes de ambos ejércitos, y también a los Verde! —describe lleno de terror—. ¡Tenemos que detener esta cosa antes de que acabe con todos!
Mientras León tiene problemas para detener a Admiral, quien tiene muchos trucos debajo de la manga para detener y superar a su contrincante a pesar de la gran diferencia que existe entre sus fuerzas físicas y sus edades, Cyan aprovecha el momento para desactivar la máquina, pero al parecer, aunque ingresa los comandos de nuevo, el botón negro no funciona.
—¿Ahora qué sucede? —se pregunta Cyan mientras presiona el botón en varias ocasiones.
—Trata de reactivarlo de forma manual. Abre el compartimento de abajo —señalo, y hago una pausa larga para tomar aliento—. Allí se encuentran los componentes de la consola.
Cyan asiente, entonces se inclina y abre la portezuela. Acto seguido, comienza a juguetear con todas y cada una de las conexiones y demás partes de la máquina con la esperanza de que alguna haga algo. No tarda demasiado antes de que uno de los controles, el gran botón en el centro, el que hace que la máquina dispare, se encienda en una gran cantidad de colores, lo que capta mi atención y también la de Admiral en la distancia, quien en ese momento forcejea con León, por lo que no le es posible acercarse a la consola.
Luego de mover otro par de conexiones y retirar alguno que otro cable, el botón de encendido se activa de nuevo.
—Ya funcionó —advierte Cyan una vez que termina de reajustar el panel de control. Entonces se percata de lo que sucede con el botón multicolor, lo que le deja algo perplejo.
—¿«ADVERTENCIA: LA POLARIDAD DEL NÚCLEO HA SIDO INVERTIDA. SOBRECARGA DEL NÚCLEO. PRESIONE EL BOTÓN PARA LIBERAR ENERGÍA»? —lee confundido—. ¿«Polaridad invertida»? ¿Qué en todo el mundo significa esto? —inquiere lleno de incertidumbre.
Admiral, mientras tanto, procede a asestar a León un par de golpes, y entonces este último cae al suelo de rodillas con gran dificultad para respirar y lleno de dolor. Luego de ello, Admiral se dirige hacia el tablero de control.
—¿Tú otra vez? —reclama furioso, y pone sus manos sobre Cyan—. ¡Deja de meterte con mi máquina! —expresa al tiempo que lo sujeta del cuello y lo arroja al suelo con fuerza.
Admiral busca su cuchillo en el suelo, y al encontrarlo lo guarda en su cinturón; entonces se dirige a la consola de controles, lee lo que se encuentra escrito en la pantalla y lleva sus manos a la cabeza.
—¿Es esto posible? —murmura intranquilo para después volverse con Cyan—. ¿Tienes alguna idea de lo que podía haber sucedido si activabas este botón? —interroga mientras señala con su dedo índice al panel de controles, pero Cyan solo responde con un gesto desconcertado en su rostro y menea su cabeza con rapidez—. Perfecto —expresa con tranquilidad, y acto seguido comienza a introducir comandos en el tablero, pero ninguno de estos parece tener efecto en la máquina, lo que comienza a frustrarlo.
—Polaridad invertida del núcleo; significa que la máquina ya no puede eliminar colores, sino que los otorga, ¿no es así? —comento, y Admiral me observa perplejo.
—¿Cómo lo sabes? —interroga.
—Tus notas... —trato de decir, pero el dolor y la debilidad que siento me lo impiden.
—Eso acabaría con nuestra sociedad tal y como la conocemos —explica.
—O tal vez... sería mejor —añado sin aliento.
Admiral me dedica una mirada seria por unos segundos, como si en verdad contemplara esa idea.
—Absurdo —musita, menea la cabeza y pasa a revisar el mecanismo de la máquina.
Mientras él se encuentra distraído, hago una seña con la mirada a Cyan y León, y ellos asienten. Ambos se ponen de pie con gran esfuerzo y se dirigen hacia él para detenerlo, pero Admiral se vuelve de inmediato con la daga en mano y los enfrenta.
—¡Ni siquiera lo intenten! —grita Admiral después de lanzar un ataque hacia Cyan, a quien logra herir aunque no de forma profunda, y luego ataca de nuevo a León.
Para ese momento Floresta ya había terminado de atender a la oficial Scarlett, quien permanece en el suelo en reposo, y al ver lo que sucede con Cyan y León se inquieta e intenta acercarse para ayudarles, pero Cyan la detiene con una seña de su mano.
—¡No te preocupes, estaremos bien! —señala Cyan con su mano sobre su herida—. ¡Ve, desactiva la máquina! —ordena, y Floresta se dispone a hacerlo. Por desgracia, justo en ese momento Admiral se las ingenia para deshacerse de ambos y bloquea el camino a Floresta con daga en mano.
—Retroceda —amenaza, y ella da un par de pasos atrás mientras, detrás de ella, Cyan y León tratan de recobrarse de su ataque.
Ya no puedo soportalo un momento más. He sido testigo de esta situación que parece no tener fin, y considero que ha llegado el momento de actuar. Esto no me resulta nada sencillo, pues me siento por completo agotado. El dolor se apodera de mi cuerpo casi vacío de su color. Las fuerzas me fallan, y apenas logro permanecer en pie. A pesar de todo, estoy decidido a hacer mi esfuerzo por seguir adelante así que, casi a rastras, me dirijo hacia la mesa de controles donde se encuentra ese interruptor que brilla en un millar de colores. Sin embargo, al llegar allí me doy cuenta de que no me encuentro solo.
Frente a mi se encuentra nuestro enemigo, quien vuelve a amenazarme con su daga de cristal, y entonces temo por mi vida.
—Por favor, hijo, detente —solicita.
—No... no lo haré —respondo casi sin aliento.
Él cierra sus ojos y exhala pesaroso y lleno de resignación.
—No me das más opciones —se lamenta, y levanta su mano para asestar un fatal ataque.
Me preparo para recibir el embate que me llevará a la muerte, pero resulta conveniente que allí cerca se encuentra Floresta, quien hace un esfuerzo por detenerlo un momento. No tarda en llegar la oficial Scarlett en compañía de León, y ambos le ayudan, lo sujetan y despojan de su peligrosa arma para después apartarlo de allí.
—¿Qué esperas? —grita Cyan en la distancia—. ¡Presiona el botón negro y desactiva la máquina! —ordena desesperado.
Floresta se acerca a la mesa de controles y extiende su mano hacia el interruptor de color negro.
—Detente, no lo hagas —pido con lo que me queda de aliento mientras aparto la mano de Floresta de dicho control.
—¿De qué hablas? Si lo hacemos, la máquina se desactivará y la guerra se terminará —responde ella desconcertada por sus palabras.
—En eso... tienes razón... esta guerra terminará... pero las cosas... no serán diferentes para ti... para León o incluso para mí —respondo.
Entonces, con mis últimas fuerzas, presiono el interruptor que parpadeaba en multitud de colores antes de caer al suelo.
—¡No! —grita Cyan.
Inerte, veo cómo Cyan se acerca al tablero de controles y procede a presionar todos los botones que encuentra a su alcance. Floresta, por su parte, se acerca a mi cuerpo y comienza a tratar la herida por la que el color se me escapa.
—Resiste, por favor —pide ella mientras sostiene mi cabeza por la parte de atrás y con fuerza presiona mi herida con una pieza de tela.
La máquina comienza a hacer un ruido extraño, como una suerte de zumbido fuerte, y Cyan mesa sus cabellos en desesperación.
—¡¿Qué es lo que has hecho?! —reclama.
Eso es lo último que recuerdo escuchar, pues instantes después cierro mis ojos y quedo por completo inconsciente.
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