3
Han transcurrido varios días desde mi encuentro con Cyan, y no he vuelto a verlo desde entonces. Los víveres que él compró ya han comenzado a escasear a pesar de que los racioné de manera eficiente para que pudieran durar por un tiempo, por lo que ha llegado el momento de volver a resurtir la alacena.
Es muy temprano por la mañana y apenas acaba de amanecer. Camino por las afueras de la zona centro de la ciudad en busca de un lugar donde pueda realizar mis compras, actividad que resulta infructuosa debido a que nadie tiene deseos de atender a un rechazado de la sociedad. La única opción que me queda es intentar volver a la tienda de la señora Canario; sin embargo, existe cierto dilema personal con respecto a ello. Tengo la necesidad de hacerlo, pero la injusta manera en la que fui tratado en ese sitio la última vez, y la amenaza que cuelga sobre mi cabeza, me disuaden por completo.
Debo tomar una decisión, y debo hacerlo pronto.
—¿Flint? —me llama una voz desde la distancia, así que me vuelvo sobre mis talones para ver de quién se trata.
—Cyan —le saludo sorprendido al darme cuenta de que se trata de él.
—¡Cuánto tiempo sin verte! —responde a mi saludo entusiasmado al tiempo que me toma de los hombros—. Han sido muchos días desde entonces. ¿Cómo has estado? ¿Está todo bien en tu vida?
—Sí —respondo con voz algo baja.
—Te veo un poco cansado —señala en referencia a mis ojeras y mi rostro—. Estás demasiado delgado y demacrado. ¿No estarás enfermo?
—No —contesto un tanto cortante, un poco agobiado por sus preguntas—. Oye, quisiera pedirte un favor —añado.
—Oh, por supuesto —expresa entusiasmado.
—Verás, sí deseo conversar un poco, pero quisiera hacerlo en privado —señalo con los ojos de forma discreta a un par de personas que pasan a la distancia y que podrían vernos, lo que nos metería en problemas.
—Entiendo —responde a la vez que mira de reojo.
—Nos vemos en los callejones de la antigua colonia Verde —indico—. Ve, camina como si siguieras tu paso, y un par de calles después te internas sin que te observen. Yo me iré por esta calle, y nos encontraremos allá.
—De acuerdo —asiente, y entonces sigue su camino como si nada hubiese sucedido. Por mi parte, procedo a hacer lo que indiqué, y en un par de minutos nos encontramos en un punto donde no podamos ser vistos—. Ya estamos aquí. ¿Qué es lo que se te ofrece? —inquiere Cyan.
—Es justo lo que quiero saber. ¿Por qué muestra tanto interés en mi persona? ¿Qué es lo que desea conseguir de mí?
—Nada, Flint, solo trato de ser una buena persona contigo; no lo sé, tal vez quiero conversar y saber qué hay de nuevo en tu vida y ver si puedo ayudarte en algo —responde un tanto preocupado—. ¿Ocurre algo malo con eso?
Mi respuesta a sus palabras es una exhalación fuerte, y después reposo mi cuerpo contra la pared de una de las casas. Respiro con fuerza y después me río con cierta ironía.
—¿Estás bien? ¿Hay algún problema por el que atraviesas? —curiosea Cyan un poco preocupado.
—Discúlpame; me comporto un poco paranoico. Tal vez es el cansancio, o qué se yo —me excuso.
—Puedo percibirlo. No estás habituado a que otros te traten con amabilidad, por eso te mantienes en actitud defensiva todo el tiempo —explica—. Te comprendo, y puedo comprender la situación que vives —añade. Al principio, me muestro un tanto desconcertado por lo que dice, pero al fijarme mejor en su color entiendo mejor de lo que habla—. Claro, no sería justo comparar lo que vivo día a día con lo que tú vives, pero puede decirse que, en cierta medida, tú y yo somos iguales.
»Por eso muestro particular interés en tu persona, Flint. Entiendo que resulta complicado para los que son como nosotros tener a alguien en quien confiar, por esa razón pienso que debemos ayudarnos de alguna forma u otra. No sientas temor pues mis intenciones son nobles —concluye, y en su rostro muestra una tenue sonrisa.
—Lo entiendo a la perfección, y lo agradezco mucho —señalo.
—Entonces, ¿qué dices? ¿Te gustaría tener un amigo en quién confiar? —pregunta con su mano extendida hacia mi persona.
—Por supuesto —respondo a su saludo, y él sonríe con regocijo una vez que estrechamos nuestras manos.
—Perfecto. ¿En dónde estábamos? ¡Ah, sí! Me dirigía hacia una tienda para conseguir lo necesario para el desayuno. ¿Y tú?
—Lo mismo. Necesito llevar comida a la mesa para mí y mi padre enfermo, pero —digo, y luego exhalo resignado— no existe sitio donde hacerlo.
—¿Ya fuiste a todas las tiendas de la ciudad?
—Ya conoces las reglas, no puedo arriesgarme a ser visto en la ciudad. Es seguro que el recibimiento que tendré será negativo donde quiera que vaya.
—Ya lo he visto con mis ojos. Entonces permíteme hacerlo por ti —señala—. Solo dime qué necesitas.
—Bueno, por lo menos, lo más básico; ya sabes, piezas de pan, vegetales, alguno que otro fruto, lo más económico que encuentres.
—¿No quieres algo más? Puedo conseguir huevo, leche, queso y quizás un poco de carne para ti y tu padre.
—No tengo suficiente para eso —respondo a la vez que tomo de mis bolsillos el dinero que he juntado desde aquella vez.
—¡Despreocúpate por el costo! Eso representa apenas una cuarta parte de mi paga diaria en mi lugar de empleo —expresa animoso—. Sin problema alguno puedo conseguir lo que sea necesario para mí y para ustedes.
—Por lo menos conserva esto como paga por tu favor —solicito, y ofrecí mi dinero en la palma de mi mano.
—No es necesario, Flint. Guárdalo; lo necesitas más que yo —expresa, y entonces pasa a cerrar mi mano.
—Al menos permíteme pagarlo de alguna manera.
—No es necesario que lo hagas, amigo mío. Además, es mi deleite hacerlo —expone.
Compasión, nadie hasta ahora la había mostrado por mi persona. Debido a ello, no logro evitar que la emoción recorra mi cuerpo. Me estremezco, e incluso mis ojos comienzan a aguarse un poco.
—Gracias —expreso con voz tenue y los labios temblorosos, y luego Cyan frota su mano sobre mi hombro.
—Volveré en un momento —indica para después marcharse a uno de los establecimientos cercanos.
Cyan se aleja a paso tranquilo y yo permanezco con el cuerpo reposado contra la pared. Me cuesta mucho creer lo que acaba de suceder. ¡Un amigo! ¡Hice un amigo! Por primera vez en mi vida tengo a alguien más en quien confiar, una compañía, un confidente. No cabe dentro de mí esta dicha y decide salir en lágrimas de felicidad.
No mucho tiempo después veo que Cyan se acerca, así que limpio mi rostro y muestro en él una sonrisa.
—Para ustedes —señala Cyan a un par de sacos llenos de víveres suficientes para que una familia de dos personas pueda vivir por algunas semanas sin problema alguno. Me encuentro sorprendido. ¡No había visto tanto alimento en todos estos años!
Quisiera poder decir algo, pero estoy tan invadido de emociones y tengo un nudo enorme en la garganta que no puedo emitir palabra alguna. Mis ojos son los primeros en hablar al tiempo que copiosas lágrimas brotan de ellos.
—Tranquilo —me dice y coloca su mano sobre mi hombro.
—Estoy bien, estoy bien —sollozo a la vez que limpio mi rostro con las mangas de mi prenda de vestir—. Gracias —añado, y luego tomo su mano derecha con ambas manos.
—No tienes por qué agradecerlo, amigo —expresa él tranquilo y sonriente—. Tienes una enorme carga sobre tus hombros, y quiero ayudarte a llevarla. Ahora, si me disculpas, tengo que...
—Oh, claro, a trabajar —señalo, y suelto su mano—. Yo también tengo que irme.
—Nos veremos otro día —comenta, y entonces comienza a marcharse a paso tranquilo—. Cuídate mucho, y también cuida bien a tu padre —se despide luego de caminar unos pasos.
—Gracias. Y ten un buen día —le digo.
Cyan agita su mano, se da la media vuelta y se marcha. Algún día lo recompensaré. De algún modo u otro pagaré con creces la generosidad que ha manifestado para conmigo. Es una promesa que me hago este día, y buscaré la manera de cumplirla.
Una vez que Cyan se pierde de vista, regreso de inmediato a casa.
—¡Padre! ¡He vuelto! —exclamo al llegar. Sé que está despierto, pues escucho como tose desde la entrada.
Me dirijo a la cocina y guardo cada producto que había recibido en la alacena. Tomo algunos de ellos, sobre todo los que pueden echarse a perder pronto, y comienzo a preparar alimentos para él y para mí.
Hacía largo tiempo que la vieja estufa de leña no se encendía en casa, y hoy era un día memorable debido a que, después de unas largas vacaciones, estaba de vuelta en funcionamiento. Para no perder demasiado tiempo, pues debo partir al trabajo, parto y guiso el trozo de carne que venía entre las cosas que Cyan había comprado y la preparo con vegetales. Sirvo dos porciones, una para él y una para mí, e incluso guardo el resto para que mi padre pueda tomarla en el almuerzo. Hecho esto, me dirijo a su habitación y procedemos a tomar juntos el mejor desayuno que ambos, en años, habíamos probado.
—¿Cómo conseguiste esto? —pregunta un poco preocupado.
—No lo robé si es lo que teme, padre. Fue un alma bondadosa la que nos hizo llegar esta dádiva maravillosa —explico gozoso.
—Oh. Entiendo —expresa con regocijo y una gran seguridad en sus palabras—. Le deseo la mejor de las dichas a esa persona —añade con una sonrisa en sus labios, y entonces vuelve a comer.
Termino mi desayuno con deseos de que no se termine jamás. Mi padre, por el contrario, no llega a terminar de comer sus alimentos, así que decido guardarle el resto para después. Acto seguido, me despido de él y parto con rumbo hacia mi trabajo. Otro día ajetreado me espera, pero en esta ocasión, y para bien mío, parece que no será tan oscuro como los anteriores.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro