25
Atrás ha quedado la cortesía y el respeto con el que fui recibido al entrar en el campamento de los Marrón, pues tan solo un momento después de llegar al sitio donde se encontraban aprisionados mis compañeros de viaje, soy arrojado dentro como una bolsa de basura. Entonces los soldados se marchan y dejan a uno de ellos para vigilar la prisión.
—¡Flint, amigo! —se acerca a ayudarme un preocupado Cyan.
—Estoy bien —respondo. No miento, pues el golpe que recibí al caer en el suelo no es nada comparado con los que ya he recibido en otra prisión. Tomo la mano de Cyan y me pongo de pie para después limpiar mis prendas de vestir.
—¿Qué sucedió? ¿A dónde te llevaron? —indaga Dijon.
—¿Te interrogaron? —pregunta la oficial Scarlett.
—No, solo fui presentado ante el Gran Líder —contesto lleno de decepción, y luego me siento sobre una camilla que allí se encuentra con la mirada perdida en el suelo mientras medito un poco en lo que acaba de suceder.
—Y, ¿quién era el gran líder? —inquiere Cyan, y me enmudezco por unos segundos.
—Admiral —respondo sin levantar la mirada del suelo. Después de decir esto, a mis compañeros casi se les cae la mandíbula al suelo—. Fuimos traicionados, Cyan; nuestro amigo en realidad ha trabajado para los Marrón todo este tiempo —suspiro—. Él ha sido la mente maestra detrás de ellos, y lo que han planeado para Croma es toda una atrocidad.
—¿Qué van a hacer? —inquiere Dijon preocupado.
—Acabarán con todos —agrego desesperanzado.
—Pero debe existir alguna forma de detenerlos, ¿no es así? —averigua la oficial Scarlett, y esto me deja en silencio. Luego vuelvo la mirada al suelo, abrumado por mis propios pensamientos.
—No hay nada que podamos hacer —resuelvo pesimista—. Aunque logremos escapar e intentemos rescatar a Lady Raven y las demás princesas Negro, no existe posibilidad de que logremos salir de aquí. Y si escapamos, ¿a dónde iremos? No será seguro volver a Croma; no después de lo que los Marrón harán, Si huimos, en cualquier momento nos encontrarán, y nuestra situación será mucho peor.
—Entonces no existe esperanza alguna —averigua la señorita Sol Toscano. Yo suspiro y meneo la cabeza de lado a lado.
—Estamos atrapados en esta prisión —resuelvo pesimista, resignado a aceptar nuestra fatal situación.
Mis compañeros exhalan entristecidos, y la señorita Sol Toscano busca refugio en los brazos de Dijon, quien la rodea y trata de confortarla.
El ambiente se ha vuelto tenso y lleno de incertidumbre. Las esperanzas nos han abandonado por completo, y solo nos queda rogar por que suceda un milagro.
De pronto, alguien toca a la puerta, y los cinco dentro del recinto nos volvemos hacia ella.
—¿Se encuentran bien? —pregunta el guardia, cuya voz resulta muy familiar.
—Sí —respondo algo dubitativo.
—¿Quién eres? —indaga Cyan.
—Soy yo, León —responde, aunque ahora en tono un poco más bajo.
—¿León? ¿El mismo de la colonia Verde? —averiguo.
—Así es —confirma—. Vine con ustedes para ayudarles —añade.
—¿En verdad? ¡Esto es maravilloso! —expresa fascinado Cyan.
—Lo decidimos justo después de que ustedes fueron escoltados por los soldados —explica—. Durante la cena, Floresta y yo comprendimos que toda nuestra vida pertenecimos a una comunidad que apoya una causa violenta, y promueve los mismos sentimientos que les hicieron abandonar su antiguo hogar. Ella y yo hablamos sobre nuestra discrepancia con la forma de pensar del Gran Anciano y toda la comunidad Verde, así que elegimos ayudarles en su campaña. Subí al carro con la mentira de que el Gran Anciano me había asignado a acompañarlos, mientras que Floresta fue a nuestras tiendas para conseguir cuantas cosas fuesen necesarias —narra León.
—León, tienes nuestra completa gratitud por tu ayuda —expreso con sinceridad, y coloco mis dedos en los barrotes de la pequeña ventana que tiene la puerta de la prisión, lo único que puedo asomar a través de ellos. León, compasivo, sonríe y toma mis dedos con su mano.
Luego de esto, se aparta un momento y abre la puerta con la llave que tenía en su poder, misma que le otorgaron los soldados Marrón que lo dejaron a cargo.
—¡Es su oportunidad! Salgan de inmediato. Floresta los espera fuera del campamento de los Marrón. Ella los guiará a un lugar seguro. Yo los alcanzaré después —ordena León.
—Pero, no podemos irnos todavía —aclaro.
—¿De qué hablas? ¡No tendrán una mejor oportunidad para salir de este sitio! —expresa alarmado.
—La razón de nuestra misión es rescatar a las princesas Negro que los Marrón raptaron. No puedo irme sin ponerlas a salvo —expongo, y León suelta un largo suspiro.
—No sé dónde se encuentran ellas. Si los dejo salir y las buscamos, podríamos poner en peligro nuestro plan de escape —responde León
—Entonces alguien de nosotros debe ir a buscarlas —sugiere la oficial Scarlett.
—Podría ir a buscarlas, pero sería arriesgado. Si surge un inconveniente, no podría enfrentarlo yo solo —comenta León.
—Debemos enviar a alguien más —opina Cyan—. Alguien que no levante sospechas, y que además tenga influencias dentro del círculo gobernante de los Marrón —explaya. Entonces su mirada se ilumina y me observa fijo.
Los demás miran a Cyan un tanto confundidos, y luego se vuelven hacia mí. Es entonces que resultan evidentes las intenciones de Cyan.
—Esperen, ¿quieren que yo busque a las princesas? —indago.
—Conoces al líder de los Marrón; no al Gran Jefe, sino a la mente maestra detrás de su plan, y tienes toda su confianza. Solo debes hablar con él y pedirle que te permita formar parte de ello. Mientras tanto, trata de averiguar lo que puedas.
—¿Qué sucederá con ustedes?
—Me encargaré de que nada les suceda —asegura León.
—Estaremos bien, amigo —me asegura Dijon, y todos los demás asienten.
—De acuerdo —expreso lleno de incertidumbre.
—Espera —me detiene Cyan—. Antes de que te marches, toma esto. Tal vez lo necesites —indica. Entonces comienza a hurgar en sus bolsillos y extrae de estos el curioso brazalete que los soldados Marrón dejaron caer en Croma.
—Pero si los sabios Azul lo tenían para analizarlo, ¿cómo fue que lo conseguiste? —pregunté desconcertado.
—Bueno, tengo mis métodos —habló orgulloso—. Además, pensé que nos sería de utilidad.
—Y, ¿cómo lo reparaste?
—Solo requería una pequeña celda de energía, como la de las linternas. No fue difícil conseguirla.
—Gracias.
—Adelante, amigo —expresa, y me da un par de palmadas en el hombro.
León abre la reja de la gran jaula en la que nos encontramos encerrados, y luego salimos los dos con rumbo al edificio principal; entonces, justo al llegar, los guardias nos detienen.
—¿Qué haces aquí, y por qué te acompaña el Gris de Croma? —interroga uno de ellos.
—Quiere hablar con el Gran Líder —responde León—. Al parecer el breve tiempo que pasó encerrado en la prisión fue suficiente para hacerlo cambiar de opinión.
—Entiendo. Esperen un momento, hablaré con el Gran Líder para anunciar su presencia —avisa; entonces se retira mientras el otro guardia permanece en la puerta junto a nosotros, y unos segundos después regresa—. Pasa, el Gran Líder te espera. Se encuentra en la misma habitación donde descansabas —anuncia, y yo asiento.
Entro al edificio y me dirijo hacia la mencionada habitación. Abro la puerta y allí dentro se encuentra Admiral
La reacción de Admiral no se hace esperar. Jubiloso, con los ojos también húmedos, se acerca a mí y me abraza con gran fuerza por varios segundos; luego de esto, se aparta de mi lado y con su mano derecha me da un par de palmadas sobre el hombro para después colocar su mano detrás de mi rostro mientras me dedica la más orgullosa de las sonrisas.
—Me alegra que hayas entrado en razón, hijo —expresa satisfecho, y entonces aplaude dos veces—. ¡Caramel! —llama con fuerza, y en ese instante ingresa una joven Marrón de hermosa apariencia, cabello largo y ondulado, muy alta y de cuerpo esbelto ataviada con una prenda de vestir larga hasta los tobillos y ceñida por la cintura con un cinturón de cuerdas.
—A sus órdenes, Gran Líder —expresa la muchacha con una reverencia.
—Por favor, quiero que atiendas a nuestro invitado. Se quedará a dormir esta noche, y mañana nos acompañará en el desayuno con los gobernantes y los altos oficiales, así que consigue la mejor vestimenta para él.
—Por supuesto, Gran Líder —responde la joven con otra pequeña reverencia, y luego sale de la habitación.
No tarda demasiado en regresar, y con ella trae ropa para dormir, además de varios trajes de lujoso aspecto. Ni siquiera cuando era sirviente en Croma me vestí mejor de lo que esa ropa luce. La joven Caramel coloca los trajes dentro de un armario que allí mismo se encuentra, y me entrega las prendas de vestir para la noche, gesto que agradezco. Ella me observa con una tierna sonrisa y retrocede un par de pasos sin quitarme sus ojos de encima.
—Estaré en la habitación contigua. Si me necesita, solo llámeme —indica, sonriente como hace un momento. Entonces se da la media vuelta, aunque no dejaba de cortar contacto visual, y luego pasa a retirarse a paso tranquilo.
—Descansa, hijo —dice Admiral—, mañana nos espera un grandioso día —concluye. Entonces me sujeta del brazo antes de pasar a retirarse.
Me coloco mis prendas de vestir para dormir y entonces me acuesto sobre la cama. Apago la lámpara y permanezco con la mirada hacia el techo.
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