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22


Cuando la puerta se abre, deja al descubierto una maravillosa escena: en el interior del bosque, en la parte más profunda y lejana, se encuentra oculta una aldea. La habitan tal vez cientos de miles de Verde, además de un gran número de personas de los demás colores y, para sorpresa de todos, también hay mezclas de todo tipo. Sus casas son sencillas, fabricadas con madera, telas y hojas de árboles, y tienen la apariencia de tiendas o pequeñas cabañas. Todo se ve muy humilde, incluso sus prendas de vestir no son tan elaboradas como las de los habitantes de Croma, y llevan una vida tranquila y feliz.

León nos conduce por una calle principal, y conforme avanzamos los habitantes nos reciben con regocijo y palabras de bienvenida. Algunos nos abrazan, otros nos dan obsequios, e incluso algunos de los Amarillo ayudan a llevar nuestros carros cargados con nuestras cosas. Varias de las mezclas se acercan a mí, fascinados de ver a otro como ellos proveniente de fuera de su comunidad. Algunos son pequeños, otros son adultos e incluso hay ancianos. Sin embargo, lo más sorprendente es ver a varios Marrón entre sus integrantes. Conviven con ellos como si se tratara de otros miembros más de la sociedad. No causan disturbios, no pelean, no asesinan ni roban; todas esas actitudes que los Marrón manifestaban de acuerdo con la historia de Croma y que han mostrado en fechas recientes parecen no existir en ellos. Mis compañeros están casi tan perplejos como yo debido a esto, y la preocupación que antes sentíamos ha comenzado a marcharse de nosotros.

Continuamos en nuestro trayecto durante el camino principal hasta que, de pronto, nos encontramos con una persona Verde de edad muy avanzada. Su cabello es largo, pero no tanto como su barba que llega casi hasta la cintura. Viste con una larga túnica de mangas amplias ceñida por un cinturón de tela. No usa clase alguna de calzado, y en su mano derecha sostiene un largo bastón de madera.

Al momento en que la gente lo ve, rápido comienzan a colocarse lo más cerca posible alrededor suyo y de inmediato se inclinan con el rostro al suelo a la vez que comienzan a recitar algo en voz baja. Cyan nos hace una indicación con su mano, y procedemos a inclinarnos un poco en un intento por imitar sus acciones. El anciano Verde toca a algunos de ellos con su mano derecha al pasar a su lado, y ellos se levantan y elevan sus manos al aire al tiempo que expresan alabanzas.

—Pueden ponerse en pie —ordena con voz que impone respeto, y todos así lo hacemos.

—¿Es usted el Gran Anciano? —indago.

—Así es. Mi nombre es Sage, hijo de Basil —se presenta—. ¿Cuáles son sus nombres?

—Mi nombre es Flint, hijo de Pitch —contesto.

—Cyan, hijo de Marfil y Celeste —habla mi amigo.

—Dijon, hijo de Dandelion.

—Sol Toscano, hija de Limón.

—Oficial Scarlett, jefa del tercer regimiento de Guardias Rojo, hija del General Crimson —se presenta y efectúa un saludo militar.

—Es todo un placer conocerlos. Les damos una cordial bienvenida a "El Paraíso", nuestro hogar.

—Uno de los Verde llega de inmediato hasta el Gran Anciano y se pone de rodillas con el rostro al suelo.

—Gran Anciano, he venido hasta aquí para informar que solicitan su presencia —habla el hombre Verde.

—De acuerdo, hijo; iré en un momento —le dirige la palabra luego de tocar su cabeza, y este se pone de pie y desaparece entre la multitud —Como verán, tengo unos asuntos que debo atender, así que los acompañaré en un momento. Por favor, llévenlos a mi tienda para que descansen un poco —ordena a un grupo de ciudadanos Amarillo.

El Gran Anciano da la vuelta y comienza a caminar con calma en la misma dirección que el hombre Verde que llegó momentos atrás. A su paso, los Verde que se encuentran alrededor abren espacio para que pueda avanzar. Entonces los Amarillo toman nuestras cosas y las llevan detrás de nosotros.

Nos conducen hasta una construcción ubicada en el centro de la comunidad. Es la edificación de mayor tamaño dentro de este sitio. Al llegar, los Amarillo dejan nuestros carros fuera de la tienda y pasan a retirarse, no sin antes despedirse de nosotros de manera muy afectuosa.

—¿Qué harán ahora? ¿Desean pasear por esta pequeña comunidad? —pregunta León, quien nos acompañaba en el recorrido.

—Nos parece una idea agradable —comento.

—Bien, síganme —solicita, y nosotros así lo hacemos.

A pesar de las apariencias, "El Paraíso" es un lugar bastante grande con muchos sitios de interés para visitar. Cuenta con un mercado en el que pasamos a hacer algunas compras, un teatro, un parque e incluso un sitio para practicar deportes.

Las horas pasan rápido en ese recorrido, por lo que decidimos volver a la tienda principal del Gran Anciano.

—Adelante, pasen y pónganse cómodos; el Gran Anciano vendrá en un momento —anuncia un Amarillo apostado en la entrada.

Ante la invitación, asentimos, ingresamos a la tienda y tomamos nuestro lugar en ese pequeño recinto. No hay muebles, solo una enorme alfombra que cubre el piso de madera, varios almohadones y una mesa en el centro, así que nos sentamos sobre los almohadones en torno a la mesa.

En breve, aparecen algunos Amarillo que llevan hasta nosotros alimentos, lo que resulta conveniente pues ya es la hora de la cena. Los alimentos son sencillos, pero muy variados, y lo conforman platos con ensaladas, vegetales cocidos, tazones con frutas, semillas y frutos secos, además de panes, quesos, un poco de carne y vasos con agua.

Con amabilidad aceptamos su hospitalidad y pasamos a tomar alimentos. Tan solo unos segundos después ingresa una persona a la tienda del Gran Anciano. Se trata de una joven de color Verde de edad muy similar a la mía, pero por alguna razón su apariencia me resulta familiar. Lleva puesta una larga capa, y al igual que todos los Verde camina sin calzado. Sin embargo, en uno de sus tobillos lleva una ajorca sin cadenillas. Eso me recuerda a alguien que vi hace mucho tiempo, pero, ¿quién es?

—¡Floresta! —exclama León lleno de regocijo.

—Hola, León —saluda con una tierna sonrisa en su rostro.

—Damas, caballeros —habla León, y todos nos ponemos de pie—, ella es mi prometida. Su nombre es Floresta, la hija del Gran Anciano —presenta a la dama Verde, y nosotros respondemos y le decimos nuestros nombres a la joven.

—Ha sido un placer saludarles —expresa la joven.

—El placer es nuestro —respondemos los cinco casi al unísono.

Pasamos a sentarnos de nuevo y la recién llegada toman un lugar en la mesa, uno junto al otro. Acto seguido, los Amarillo le entregan otra porción de comida, y juntos comenzamos a comer.

Mientras cenamos, no logro quitar la mirada de la joven Floresta, quien me parece conocida de algún lado. Ella se da cuenta de esto, y entonces sonríe un tanto apenada.

—¿Se le ofrece algo? —pregunta, y todos los demás se ponen atentos a la conversación.

—Lo siento, es que... No sé cómo decirlo. Parecerá una locura, pero tengo el presentimiento de que ya la he visto antes —aclaro, y ella dibuja en su rostro una expresión llena de duda—. Disculpe que le pregunte, pero, ¿ha estado usted en Croma? —curioseo.

Ella abre grandes sus ojos y permanece seria por unos momentos, expresión que comparte con León.

—Pensé que a esa hora no habría nadie —señala León en voz algo baja, lo que llena de incertidumbre al resto de mis compañeros.

—Esperen, esperen; un momento —interrumpe la oficial Scarlett—. ¿Acaso insinúan que han visitado Croma? —interroga.

—Sí, en una ocasión —responde Floresta llena de confianza y tranquilidad—, pero solo visitamos nuestro antiguo hogar, las colonias Verde, y León me acompañó para cuidarme.

—Esa noche llevaba una capa larga —señalo—, y entró en una casa donde se encuentra el túnel que conduce al bosque —concluyo.

—Así es —aclara ella.

—Y, si se puede saber, ¿con qué finalidad construyeron ese túnel? —indaga la oficial Scarlett.

—Nunca lo supimos. Mi padre no ha hablado algo sobre eso, y dudo que tenga información al respecto. Nosotros no hemos mencionado detalle alguno sobre nuestra visita a nadie, ni siquiera a mi padre.

—Fue un acto impulsivo, una travesura juvenil si desean llamarlo de esa manera —añade León.

Aunque parezca una sorpresa y un hecho un tanto desconcertante, sabemos que esa es la verdad, pues los Verde no pueden mentir.

Unos segundos después aparece el Gran Anciano en el recinto, por lo que los cinco nos ponemos de pie. Él hace una seña y nos invita a sentarnos y continuar con los alimentos. Acto seguido le sirven una porción que en ese momento comienza a probar.

—De seguro tienen una gran cantidad de preguntas. Adelante, siéntanse con la libertad de hacerlas —invita el Gran Anciano.

—Yo tengo una. ¿Cuánto tiempo han vivido en este sitio? —indaga Cyan.

—Desde que salimos de Croma —responde con calma el Gran Anciano al tiempo que toma un pan y parte un trozo para comerlo—. Encontramos ese sitio después de varios días de camino, y los Azul y Amarillo que nos acompañaron al salir trabajaron duro para convertir este sitio en un lugar habitable. Tardamos algunos años, pero al final logramos establecernos y llevar una vida tranquila —añade, y prueba un poco de comida—. ¿Hay algo más que deseen saber?

—Debo decir que estamos un poco concernidos debido a la presencia de numerosos habitantes Marrón —habla la oficial Scarlett—. No voy a mentir cuando le digo que nos asustaron de muerte cuando aparecieron de la nada en el bosque, y temimos en gran medida por nuestras vidas, pero lo que más nos interesa saber es cómo cambiaron su naturaleza destructiva.

Cuando la oficial Scarlett hace su pregunta, el Gran Anciano lanza un hondo suspiro y coloca una mirada llena de decepción y lástima en sus ojos.

—Tal parece que no dejan de enseñar mentiras en Croma —habla en tono desilusionado, lo que nos deja a todos perplejos.

—¿A qué se refiere con ello, señor? —consultó Cyan.

—Tal vez les cueste mucho creerlo, pero en realidad los Marrón no son los seres despiadados, viles y faltos de bondad que les han dicho que son.

—Los Marrón somos, en realidad, incomprendidos —añade León—. Nadie en este mundo es perfecto, y algunos de nosotros podemos tener defectos de persona muy arraigados en nuestro interior, pero si hacemos un gran esfuerzo, podemos erradicarlos, sacarlos de nuestro ser y llevar una vida mejor.

—Es una pena que la sociedad entera de Croma no les haya dado la oportunidad de demostrarlo —se lamenta el Gran Anciano—, allí abunda el odio hacia los de su raza, y también hacia las mezclas en general.

La explicación del Gran Anciano nos deja a todos desconcertados. ¿Es verdad lo que dice sobre los Marrón? Y si es así, ¿por qué se aparecieron en Croma esa noche y provocaron tanto revuelo?

—Por cierto, tengo que felicitarlos. Han sido muy valientes por dejar una sociedad tan retrógrada como Croma, y debo decir que tomaron una decisión acertada —comenta, y lleva a su boca un poco de ensalada.

—Señor, no queremos contradecirlo, pero no escapamos de Croma —explica Cyan—. De hecho, hemos salido de allí porque fuimos víctima de una partida merodeadora de soldados Marrón. Ellos volvieron a Croma y le han declarado la guerra. Tienen artilugios y máquinas peligrosas —añade—. Se han vuelto más astutos y poderosos. Será difícil vencerlos.

—Puede ser que incluso necesitemos de su apoyo si lo que queremos es tener éxito en nuestra misión —comenta la oficial Scarlett.

El Gran Anciano suspira desalentado, y luego menea su cabeza.

—Lo entiendo, y comprendo la situación en la que se encuentra Croma; sin embargo, no lo haremos —resuelve el Gran Anciano para asombro de todos.

—¿Qué? ¿No piensa ayudar a sus hermanos? —pregunta Cyan.

—Dejaron de serlo cuando rechazaron a los de su sangre —espeta con amargura y odio—. El día en que comenzaron a dar caza a quienes antes consideraban como sus hijos fue en el que decidimos cortar lazos con Croma. Ellos no quisieron escuchar los lamentos de dolor de nuestros hijos, así que nosotros no escucharemos los suyos.

—¿Qué pasará cuando los Marrón lleguen aquí? —pregunta la señorita Sol Toscano.

—No hay razón para preocuparnos por ello; no existen motivos para temer a los Marrón —reitera, y entonces todo se vuelve claro para mí.

—Están de su lado —respondo un tanto escandalizado, reacción que comparten mis compañeros.

—No puedo creerlo. Siempre pensé que parte del credo de los Verde era proteger la vida —reclama Cyan.

—¡Y esta es nuestra manera de cumplirlo! —Señala exaltado con los brazos extendidos—. Aquí preservamos la vida, tal y como debe ser; aceptamos nuestras diferencias, aprendemos a existir con ellas y no odiamos a los que son diferentes.

—¿Y por eso darán su apoyo a un genocidio? —protesto.

—No es un genocidio, joven Flint, sino una purificación —expresa con tanto orgullo que me hace sentir náuseas—. La sociedad de Croma está corrupta hasta lo más profundo de su ser, pero nosotros les ofrecemos la oportunidad de ser limpios y salvarse de la devastación. La gente que vez aquí tomó esa sabia y sensata decisión, y ustedes tienen esa oportunidad de salvarse. Solo tienen que dejar su absurda e insensata misión y unirse a nuestra comunidad.

No puedo creer la forma en la que el Gran Anciano habla, sin manifestar interés en su prójimo. Le dedico a mis compañeros una leve mirada y percibo en sus rostro la misma indignación.

—Cyan, Dijon, señorita Sol Toscano, oficial Scarlett, es hora de irnos de aquí. Tenemos una misión que cumplir —hablo.

—¿En verdad te interesa tanto esa gente que sacrificarás tu vida y la de tus amigos? —pregunta el Gran Anciano, y luego continúa—. ¿Qué han hecho ellos por ti, Flint? ¿Acaso te alimentaron cuando pasaste hambre, o te cobijaron cuando tenías frío? ¿Cuidaron de ti y de tus padres? ¿Te aceptaron como uno de los suyos?

—No, no lo hicieron —respondo, y entonces me vuelvo hacia él—. Tiene razón en ello. Mi padre y yo fuimos tratados como basura, se nos negaron todas las oportunidades a las que cualquier otro ciudadano de Croma era merecedor por derecho, y a causa de ello lo perdí. Pero si algo he aprendido estos años, es que hay esperanza. Todos pueden cambiar, y mejorar —señalo, y me vuelvo hacia mis compañeros de viaje, sobre todo a la señorita Sol Toscano y a la oficial Scarlett, quienes sonríen y asienten—, solo es cuestión de darle a los demás la oportunidad de demostrarlo. Mis compañeros y yo luchamos por ello, por la posibilidad de un mundo mejor. Esa, para nosotros, es la más sabia y sensata decisión —concluyo.

—Encuentro tu optimismo fascinante, joven Flint; es una pena que tus objetivos se basen en vanas ilusiones —responde el Gran Anciano.

—No soy el único que cree en ello —replico, y el Gran Anciano suspira hondo.

—Veo que no tengo otra alternativa —contesta con algo de decepción en sus palabras, y acto seguido se puso de pie—. Lo lamento, pero no puedo permitir que tú y tus amigos sean un obstáculo para nuestros planes. León, trae a los guardias —ordena. León nos dedica una breve mirada, luego se vuelve hacia el Gran Anciano y asiente para entonces dejar la tienda del Gran Anciano y llamar a otros de sus amigos Marrón, quienes no tardan demasiado en llegar.

—A sus órdenes, Gran Anciano —habla uno de los Marrón.

—Quiero que los trasladen al campamento. Encierren en la prisión a los Amarillo, al Azul y la oficial Rojo. En cuanto a Flint, quiero que lo lleven ante el Gran Líder —ordena, y los soldados comienzan a acatar su orden de inmediato—. Tal vez yo no pude hacerte entrar en razón, jovencito —habla mientras nos llevan fuera de la tienda—, pero confío en que el Gran Líder logre convencerte y te unas a nuestra causa —continúa. Yo solo resoplo y vuelvo la mirada hacia otro lado.

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