2. Halwa Bahrain
Me desperté en cuanto amaneció, no había dormido demasiadas horas teniendo en cuenta que llegué más tarde de la medianoche. Aun así, me dispuse a salir de la cabaña para buscar algún lugar donde desayunar para reponer fuerzas.
Me quedé paralizada en cuanto salí de la cabaña, el agua era de un verde cristalino maravilloso que te dejaba ver el fondo y la diferente fauna que allí habitaba. Corría una ligera brisa que me removió los cabellos e hizo que aspirara profundamente aquel olor a sal marina.
Miré alrededor para tener una imagen más amplia de aquel fascinante lugar. Había otras cabañas de madera y paja dispersas sobre pequeños puentes alrededor así como pequeños botes y barcos surcando aquellas mareas a la lejanía. El oleaje se mantenía constante, en calma, dándome la bienvenida con un soleado día acompañado de una ligera marea permitiendo que me imaginase dándome un baño empapándome de aquella cultura.
Había escogido una zona alejada de las grandes multitudes que formaban aquel país. Prefería estar en una zona que conservase el estilo rústico y paradisiaco propio de las culturas babilónicas. Me parecía más conveniente para trabajar mis investigaciones, al igual que había decidido años atrás mi madre.
Me dispuse a caminar por entre las calles de piedra o arena que formaban aquel pequeño poblado a la orillas del mar. Había una gran variedad de tipos de casas: desde las cabañas de madera y paja como en la que me hospedaba hasta enormes chalés de color blanco perla que se levantaban majestuosos ante las calas del golfo persa.
Aquel pequeño poblado seguía sustentándose gracias a la pesca y la agricultura. Eran de carácter humilde, había familias dedicadas a la pesca, otras al ganado y otras a la artesanía. Gracias a la bondad y a la ayuda que se proporcionaban los unos a los otros llevaban sobreviviendo a cualquier inconveniente desde hacía siglos.
Era admirable aquel pequeño poblado, pasaba por delante de pequeños establecimientos dedicados a la madera, el hierro, el pan o incluso pequeños platos y otros utensilios de cerámica.
Llegué hasta lo que pensé que era un pequeño restaurante, tenía pequeñas mesas repartidas por la calle y un escaparate que mostraba platos y otros preparados listos para saborear.
Tuve ciertas dificultades para entenderme con aquel hombre puesto que no compartíamos ningun idioma en común, pero después de una gran cantidad de movimientos de manos y de gestos indicando que quería comer, conseguí que me preparase un desayuno típico de la zona.
Comí lo que denominó Halwa Bahrain que era una especie de pastelito rosa de harina de maíz, rosas y miel. Me sorprendió gratamente aquel dulce postre que por lo que pude entender, Halwa significaba postre en árabe y Bahrain era el lugar donde me encontraba.
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