Capítulo XXXX
Llegamos al hotel en donde pasaríamos la noche antes de salir del país. No había estado aquí antes, pero sentía que ya había sido así, el hotel es igual que estaba en Moscú, es de él.
En la recepción nos reciben con aplausos llanto y felicidades.
El gerente del hotel sale a darnos felicitaciones y la bienvenida, dejándonos subir al ascensor para ir a nuestra habitación.
—Por fin solos —dice Eros rompiendo el silencio.
—Ya estaba aturdida de tantas adulaciones, definitivamente no me gusta ser el centro de atención —me sincerizo con voz de cansancio.
—Te entiendo, mi amor, a veces que agotador atender a muchas personas y quedar tú de último, un vida de sacrificio —suspira —me hubiera gustado estar en todo momento juntos a ti.
—No te preocupes, ya me acostumbre a ello —le decido un corta sonrisa y el frunce el ceño.
—Eso no me agrada, no quiero que te acostumbres a mi ausencia —sigue pensativo.
—Es normal mi amor, tú eres un hombre muy ocupado y solicitado.
—Te prometo...
—Mejor no hagas promesas que no puedes cumplir y trata más de tomar cartas en el asunto —le acarició el brazo.
Este supiera resignado y el ascensor se abre, dándonos la bienvenida al penthouse del hotel.
La decoración en tonos blancos negro y madera, con detalle en dorado, las paredes son unos ventanales enormes que dan vista a la ciudad nocturna, nos recibe una sola pequeña con dos sofás, luego el comedor y por último la cocina, del lado derecho justo enfrente de la sala había una escalera que llevaba a la habitación, hay también un candelabro que decora la habitación, aunque es pequeño todo gritaba si me rompes tienes que vender un pulmón.
El aire del lugar estaba cargado de anticipación, con un suave aroma a rosas mezclado con feromonas y la luz tenue de las velas, la melodía relajante y la temperatura perfecta, se sentía como un refugio, justo enfrente un botella de champagne y dos copas, decorados con ramos de flores que llevaban tarjetas llena de buenos deseos.
Una vez entrando por completo al lugar y las puertas del ascensor se cierran detrás de nosotros, sabía que estábamos en el lecho de nuestra primera noche como marido y mujer.
Y todo lo que eso significaba, mucho muchísimo sexo desenfrenado.
Eros camina en dirección a la botella y me guía con él, para sentarme en el sofá, mi corazón latía con fuerza, una mezcla de emoción y un nerviosísimo delicioso que recorría mi piel, habíamos celebrado nuestra unión con amigos y familiares durante horas, pero la verdadera celebración está por comenzar, Eros abre la botella con el destapa corchos haciendo que el sonido me devuelva a la realidad, el hombre sirve las copas con una total elegancia y agilidad, para luego acercarse a mí y entregarme una de las dos copas.
—Quiero brindar —dice entonces sentándose a mi lado.
—Brindemos porque este matrimonio tenga éxito y duremos muchos años con salud y felicidad —alzó mi copa y bebe un trago sin dejarlo hablar y este solo se ríe y bebe un trago de la copa.
Volteo a verlo, mi esposo, se sentía raro llamarlo así, su mira obscura ardía de deseo. Su traje ya no estaba perfectamente arreglando tenía algunas arrugas y ese aire desaliñado solo lo hacía aún más atractivo, el cabello despeinado, los labios húmedos y las mejillas rojas por el licor, sentía como los escalofrío recorrían mi cuerpo al admirarlo.
—¿Estás lista? —su voz varonil me traspasa era como un susurro cargado de anhelo.
Trago seco anticipándome a lo que se viene, imaginarme la sensación de su piel contra la mía me eriza los vellos de todo el cuerpo.
—Si —mi voz se escucha suave, casi inaudible.
Siento como las palabras se atascan en mi garganta, incapaz de agregar algo más. Eros se acerca a mí al escuchar la dulce melodía que había emitido mi voz, con su mano toca mi cuello y me da un corto beso en los labios, aprietos los ojos, dejándome llevar por la sensación.
—Déjame quitarte el vestido —casi gruñe poniéndose de pie.
Su voz ronca me altera, me pongo de pie con su ayuda y doy vuelta para ayudarlo, sus manos viajan a su cintura, quitando el velo que llevaba puesto sobre mi cabello, dejándolo caer a un lado, su mano recorre mi cuello hasta llegar al broche que quita la parte del vestido que cubre mi pecho, la tela se desliza suave por mis brazos dejando la piel totalmente desnuda.
Sus fuerte manos recorren el área que ha quedado ahora desnuda, dejando a su paso una estela hormiguenate, jadeo ante sus tacto helado.
—Me gusta como tu cuerpo reacciona a mí —susurra con un tono de voz profundo.
Sus caricias continúan hasta mi espalda baja, donde comienza a quitar las tiras que mantienen el corsé ajustado hasta desatar la última, haciendo que este caiga al suelo de manera ruidosa, la lencería blanca perfectamente confeccionada queda expuesta, trago seco tratando de no avergonzarme, la suave y transparente tela deja mi piel casi desnuda, por último suelta los botones de la falda, la cual cae al suelo con los mil capaz de tela.
—Date la vuelta —gruño con la voz cargada de excitación.
Hago lo que me pide con un temblor leve en las piernas, giro sobre mi propio pesa quedando frente a él.
Casi desnuda, la tanga diminuta de encaje, el liguero y el corsé a juego, mi piel brillosa, dejando mi busto levantado casi llegando a mi garganta, los asesoré de oro blanco decorando mi piel.
Eros se lame los labios viendo mi cuerpo, todo mi cuerpo papita, la respiración se acelera, mi piel se pone sensible.
Con la poca valentía que tengo y el deseo de tenerlo completamente para mi, me acerco a él saliendo del vestido, nos unimos en un feroz beso, cierro los ojos dejándome llevar por el momento, sus caminos recorrer mi cuerpo con ansias, su lengua entra a mi boca ente jadeo, nuestros labios se mueven a un ritmo desenfrenado.
—¡Anne! —gruñe entre besos.
No logro hablar más allá de jadear sobre su boca, la lujuria, el deseo acumulado y la tensión sexual
Se mezclan entre nuestras gandulas salivales. Su boca se paseo por mi cuello y mi oreja gruñendo frases en ruso que no logro digerir.
—YA budu trakhat' tebya m, poka ty ne zarkrichish', chtoby ya ostanovilsya —susurra en mi oído y me estremezco.
*Voy a cogerte hasta que grites que pare.
En un abrir y cerrar de ojos la ropa comienzan a sobrar, entre besos y caricias la ropa de Eros comienza a desapareces, hasta quedar con los bóxers únicamente.
Este me guía al sofá, sentándome sobre sus piernas, su boca y sus manos viaja hacia mi busto, desprendiendo la poca tela que cubre el pezon, con las manos abiertas las aprietas y comienza a lamer todo el área, entierra su cabeza en mis tetas oliendo mi aroma.
Todo a nuestro alrededor se desvanece y solo quedamos él y yo.
Su boca viaja hasta mis pezones, chupando y lamiendo lentamente, les chupa con intensidad y mordisquea con delicadeza, un pequeño jadeo se escapa de mis labios, su mano viaja por mi abdomen mientras que con la otra baja sostiene mi espalda, sigue su recorrido hasta llegar a mi trasero y acaria la piel desnuda, cierro mi ojos disfrutando del momento, escalosfrio recorren desde mis columna vertebral hasta lo más profundo de mi vagina, estoy en el cielo
Me besa desde la clavícula, pasando por los pezones, repitiendo el mismo movimiento una y otra vez, mientras en clava su miembro duro pegado a mi humedad.
Sus labios húmedos recorren mi cuello, regando beso y mordisqueando con suavidad, sus dedos acarician con suavidad mi culo, me lanzo sobre el pegado mi pecho sobre el suyo, necesitaba su contacto ya.
—Estoy lista —jadeo.
Agarró su mano llevándola hasta mi húmeda intimidad, ronroneo en su oreja, me pagó más a él levándome para dejarlo librarse, mi corazón palpita fuertemente, retumba en mi pecho, quería sentirlo, anhelando su contacto, sin mediar palabra Eros mueve mi tangan a un lado y en un solo movimiento clava su potente miembro dentro de mí haciéndome gritar, las paredes vaginales se contraen apretándolo más, la boca se me llena de saliva, los escalofríos se intensifican.
Comenzamos un movimiento lento y doloroso, el cosquilleo en mi útero incrementa, mi cuerpo vibra con el suyo, la respiración entre cortada, poco a poco comenzamos a tomar ritmo, nos movemos uno con el otro, profundizando en cada movimiento, entra y sale, una y otra vez, cada vez más rápido, el sonido de nuestra húmeda intimidad hace eco en la habitación, el vapor incrementa, los escalofríos aún más, gimo desesperada por sus constantes ataques.
Nuestros cuerpo sudan por el intenso miento, aumentamos el ritmo y la intensidad, nos besamos, su lengua entra en mi boca y la mía en la de él, sin tabúes o asco, siento espasmos, mi respiración se entrecorta, cada vez me siento más excitada, sé que estoy muy cerca.
—¡Eros! —gimo desesperada, ausente.
—Shh, déjate ir, mi amor —responde ronco.
Su miembro entra mucho más dentro de mi, me aprieta, me lastima deliciosamente, sudo, grito, lloro, jadeo, mi ritmo cardiaco aumenta, mi cuerpo palpita, los escalofríos se acumulan en la parte más sensible de mi hasta que llego a un clímax incontrolable, mi cuerpo vibra, la tensión de mi útero se libera, el dolor se vuelve delicioso y las humedad se hace presente con el potente ruido generado por nuestros cuerpo unidos.
Me quedo quita, tendida sobre el, tratando de recobrar la cordura, pero sigo aturdida por el potente orgasmo arrasador.
Eros se pone de pie conmigo y gimo sensible por la sensación, su rostro están sombrío, intimidante, excitado, sudado, sus ojos negro se veían más profundos de lo normal y los labios húmedos entre abierto, su cuerpo marchado por el sudor.
—Creo que nos saltamos un paso —dice con tono ronco, depositándome parada en el suelo.
¿Pero qué haces? Pienso todavía aturdida.
Sin previo aviso Eros me carga entre sus brazos, llevándome por las escaleras hasta la habitación, mi corazón se infla, en algún punto en mi vida había soñado.
Eros me deposita en la cama con una suavidad casi etérea.
—Me encantas —me besa.
Su labios se pasean por mi boca húmeda, sus manos bajan con lentitud por mis muslos, abriéndolo hasta hundirse nuevamente dentro de mi, mi útero se contrae, exhausta y lista nuevamente, mi piel se eriza por su contacto, sus manos y sus piernas abren más las mías, dejándome completamente expuesta para el.
Su abdomen te apretado, la piel blanquecina ahora estaba rosada, sus tatuajes resaltaban por el sudor y su aspecto es un total deleite.
Entra y sale con calma y suavidad, disfrutando en momento soltando pequeño gemidos grutales, la sensación húmeda y caliente me alivian, los escalofrío recorren mi cuerpo.
Estoy en la cima, metida en el castillo del mismísimo adonis , atrapada en sus hechizos, húmeda por él, excitada, deseosa de más.
Mi esposo, mi ángel caído.
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