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Capitulo XXXIV

Eros

—¿Qué quieres Karenina?

Justo ahora estaba terminado de revisar unos documentos antes de la ceremonia, ya llevaba puesto mi smoking negro y el cabello perfectamente peinado.

Pensaba en ser inversionistas en unos bienes raíces, pero no me convencían del todo.

—¿Por qué esa indiferencia? —dice con voz de súplica —mas después de lo de anoche.

—¿Que paso anoche exactamente? —volteo a mirarla por primera vez desde que había entrado a mi oficina.

Sus ojos transmitían desesperación pura, ella anhelaba que yo la mirase, lleva el cabello recogido, el maquillaje demasiado cargado y un vestido blanco perla que se pega a toda su figura y muestra casi toda su piel.

—¿Qué crees que haces? —me recuesto de la silla tratando de mantener la poca cordura que me queda —será mejor que vayas a cambiarte de inmediato, antes de que sea yo quien le diga a Romanov quien lo haga.

—¿No te gusta? —inclina su pecho de plástico hacia mi.

—Ya te di una orden —continuo serio —y la respuesta es no, a la única mujer que deseo ver vestida de blanco el día de hoy se llama Annemarie Kramer.

Está reacciona como si la hubiera abofeteado y de inmediato se pone a la defensiva.

—No tengo otro vestido, además yo llegue primero a tu vida—se encoge de hombros.

En serio Karenina cree que puede jugar conmigo, ¿En serio ella cree que se lo voy a permitir?

—Muy bien — sonrió con malicia —Romanov —alzo un poco la voz para que esté me escuche y este ingresa se inmediato.

—No, Eros ¿Qué-ué haces? —tartamudea.

—Te voy a dejar dos cosas muy en claro Karenina, mi esposa sera Annemarie, la mujer que escogí para pasar todo mi vidan y tú fuiste solo una diversión, fuiste tu quien me busco, así que ahora dejame en paz y por favor deja de decir que pasaste la noche conmigo, ni en tus mejores sueños pasaría.

—Antes amaba que estuviera en tu cama —casi grita al borde del llanto.

Pero al ignoro por completo.

—Lleva a la señora a su habitación y cerciorate de que cambie su vestido y desaste de él, además revisa su equipaje que no traiga algun otro y si no es así, no la dejes salir de su habitación.

—Como ordene mi señor —asiente este —señora Ivanova la acompaño a su habitación —le indica este dándole paso con su mano.

—¡Eros! —chilla ella poniéndose de pie.

—Una última cosa, te quiero en la ceremonia Romanov, así que deja que alguien se encargue de la señora y baja de inmediato conmigo.

Este solo asiente con su cabeza y procede a llevarse a Karenina por las fuerzas mientras la mujer grita mil maldiciones al aire.

De verdad no la soporto y no creo ser capaz de soportarla por más tiempo, ya me ha causado suficiente problemas con Annemarie, para tener que aguantar otra escenita de su parte, vuelvo a centrarme en el documento que estaba leyendo, tener unos condominios en las islas canaimas no sonaba nada mal, aunque es un negocio multimillonario no sabia que tan buena idea sería, por lo que le envio un correo a mi abogado, justo ahora deberiar estar pensando en todo lo que está pasando.

Annemarie sigue molesta conmigo, pensando en cuánta locura se le puede ocurrir, lo peor es que todo esto tenia que pasar justamente ahora.

—Hermano —entra Hestia, llevaba un vestido de santin negro con un abrigo de piel de oso en los hombros, con el cabello semi recogido y los labios vinotinto —ya están llegando todos tus invitados, en una hora comienza la ceremonia.

—Ya voy, déjame termino algo aquí —le respondo.

—Eros, es tu boda, todo está listo, más te vale venir conmigo, además queremos tomarte unas fotos.

—Estoy estresado, Hestia.

Está suspira y termina por entrar cerrando la puerta a su espalda.

—¿Estás bien?

—Mas que bien, solo que quiero matar a alguien, pero no puedo.

—¿Qué hizo ahora Karenina?

—¿No la viste? —pregunto incrédulo, irritado.

—Por supuesto que no —responde obvia.

—Lleva puesto un vestido blanco, Annemarie me mata si permito algo como eso —me paso las manos por la cara.

—Esa, zorra, ahorita mismos voy a verla —se altera de inmediato.

—Ya Romanov se la llevó, solo espero que esto no ocasione más problemas, ¿El código de vestimenta decía negro cierto?

—Por supuesto.

—Karenina está en busca de cualquier excusa para forma una guerra, ella sigue creyendo que debería ser con ella con quién me debo casar y no con Annemarie.

—Esta enferma si sigue creyendo eso, Karenina tiene porte de líder, sabe de esta vida, pero ella solo ambisiona tenerlo todo, tener el poder de todo y no precisamente para hacer algo bueno por esta familia, en cambio Annemarie, ella es perfecta.

—¿Tu llamando a Annemarie perfecto? —sonrio pasmado.

—Lo es, ella misma lo ha demostrado —dice con orgullo —estoy satisfecha con tu elección hermano, Annemarie es la perfecta Matrioska.

—No sabes lo que acabas de hacer al decir esas palabras Hestia, se que tenía tus dudas sobre ella.

—Conocerla me hizo cambiar, ella tiene un brillo natural, irradia vida, inspira, sus sentimientos son tan reales, no se le queda callada a nadie y no duda en poner a las personas en su lugar —me sonríe avergonzada —¿Nos vamos?

—Por supuesto —le sonrió complacido.

Nos ponemos de pie y camino con ella tomada de mi brazo, hasta el patio trasero donde muchas personas toman asiento en sus lugares, me quedo de pie observando la decoración.

Eso camino del medio es una pizza de espejos, que llegan hasta el altar, donde está decorado por un arco con flores, por lo laterales estaban colocadas las sillas de color pastel y alfombras de un tono beige por dónde pasan los invitados, todos llevaban un atuendo negro de distintas formas y colores.

El cielo estaba despejado, pero comenzaba a bajar un poco la temperatura.

Parte de toda la familia estaban ahí, muchos de los miembros principales con sus esposas e hijos.

—Señor Volkov —dicen a mi espalda y volteo de inmediato.

El abuelo de Annemarie estaba ahí, a mi espalda, con su traje negro y recién afeitado.

—Señor Kramer —le saludo estrechando su mano.

—Creo que usted y yo tenemos una larga conversación pendiente —dice el hombre anciano.

—Por mi parte no hay nada que decir, me quedé claro como son los hombres de su familia y yo soy un hombre que no pierde el tiempo en absolutamente nada.

—Con todo respeto...

—Eso es algo que les falta a ustedes dos, respeto, hacía mi, hacía mi familia y hasta le falta con su propia nieta.

—No estoy de acuerdo como están haciendo las cosas, mi nieta apenas cumplió 20 años hace un par de días atrás y usted si quería que ella fuera su esposa tuvo que cortejarla, tener un noviazgo, todo a su tiempo.

—La única razón por la que no conocí a su nieta con anterioridad fue debido a las decisiones que tomo su hijo —le aclaro —ademas Ann tuvo la oportunidad de irse de volver con su familia y cancelar la boda, pero fue ella quien quiso quedarse aquí y continuar con nuestro planes.

—Es porque se siente presionada.

—Es ella quien debe decírmelo, no usted, ya que esto no le compete.

—El matrimonio es sagrado, es hasta la muerte...

—De equivoca de nuevo, señor Kramer, el matrimonio para siempre, durante nuestra vida carnal y después de ella, el matrimonio no se deshace con la muerte.

Este se queda sin palabras, asombrados por lo que le acabo de decir.

—Ven —interrumpe Hestia —disculpe señor Kramer, pero mi hermano es solicitado por personas más importantes.

Me arrastra con ella por la alfombra beige sin dejarme despedir, pero el hombre sigue absorto en lo que le acabo de decir.

—Que maleducada fuiste, Hestia —la regaño.

—No quiero show hoy, hermano, además el señor Kramer es un poco intenso, no quiero verte furioso en este día especial —dice antes de llegar al altar en dónde se preparan dos jueces.

Los dos llevan trajes negro, con dibujos en gris, tienen un porte alto pero desgarbado, con vellos canosos.

—Gospoda, poznakom'tes' s moim bratom, Eros Volkov —me presente ella.
(Caballeros, conozcan a mi hermano)

Los hombres se miran entre si, asombrados de mi presencia, los dos tienen un aspecto de mayores de 50 años, sonríen con las líneas de experiencion marcadas.

—O, gospodin Volkov, priyatno nakonets s vami poznakomit'sya —dice el más anciano.
(Oh, señor Volkov, es un placer conocerlo por fin.)

—vse udovol'stviye moye —digo en respuesta.
(El placer es todo mío)

Los hombres no paraba de decirle los honrados que estaban de ser parte de este momento "historico", además de que ellos dos estuvieron cuando mis abuelos de casaron y ahora ellos daran parte en mi unión con Annemarie.

Después de los halagos, me voy con Hestia quien me enseña una chica francesa, quien piensa en un lienzo el paisaje y la estructura alrededor del altar con los invitados.

—Quise que este día quedará plasmado en un cuadro, me salieron algunos videos y me pareció una idea genial —mr sonríe nerviosa.

Decir que estaba impresionado con todo se queda corto, Hestia se había esforzado al máximo, todo está perfecto, en su lugar, la decoración, los invitados, los músicos, lo jueces y hasta el más mínimo detalle, no se le había escapado nada.

—¿Y que te parece? —se mueve nerviosa.

—Todo es perfecto, Hestia, creo que nadie lo hubiera hecho mejor que tú —le sonrió amable y está casi brinda de la emoción antes de darme un abrazo.

Después de ello, me voy con los fotógrafos quienes plasman algunas fotos solo, con mi madre y mi padre, además de mi hermana, pero el momento es interrumpido por las campanas, eso solo significaban una cosas.

Había llegado la hora.

Camino con decisión hasta el altar, me posicionó viendo de frente a suelo de espejos por dónde ella va a venir, todos los rezagados comienzan a tomar asiento en su lugar, la familia de Annemarie del lado izquierdo y mi familia del lado derecho y los demás invitados van tomando asiento detrás.

Por primera vez los nervios me invaden, el deseo de verla se intensificaba, la ansias me abruman, siento como una especie de sudor frío imaginario resbala por mi nuca, el calor se intensifica pero eso sería imposible en esta época.

Poco a poco las personas se comienza a organizar y hasta que todos están en su lugar no es que comienzan a sonar una tenue melodía con violines y piano.

Miró a todas partes en su búsqueda, primero dos pajecitos, después los dos testigos, pero no es hasta que veo un velo blanco que todo lo demás se nubla y solo tengo ojos para verla, aunque ella no me mire a mí.

Llevaba puesto un vestido blanco cremoso, con detalles en encaje, sencillo, recatado, elegante, con aires de princesa puritana, llevaba un peinado con el cabello semi recogido y una cosa pequeña sobre su cabeza, en sus manos tenía un pequeño ramo de flores y va guindada del brazo de su padre, pero no me mira, sus vista está centrada en el suelo de espejos que refleja el atardecer naranja.

Todo el público a nuestro alrededor la mira, incluyéndome, ansioso de que voltea a verme y saber que todo está bien.

¡Dios, Annemarie! Solo mírame, solo necesito que me mires.

Y como si leyera mi mente, voltea a verme.

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