Capitulo III
No sé en qué momento me quedé profundamente dormida, en mis sueños habitaba la posibilidad de salir corriendo, le decía a Kim que no saldría del apartamento y todo parecía estar en orden, pero después él venía por mi, sus ojos negro me acechaban, me sentía como un ciervo, atento en el medio de la selva, pero él venía por mi, un puma de pelaje oscuro, hambriento, degollaba mi cuello y me llevaba a rastas con él.
Había tenido muchísimas pesadillas, en otra escena corría de vuelta a mi habitación y le decía a Kim que no iría a la fiesta, le decía que me quedaba en casa y está me sacaba, me arrastraba y me llevaba fuera dónde Eros me esperaba como un Dios y sus alas negras abiertas para mi.
Me despierto desorientada por el bamboleo, Agatha me estaba tratando de despertar.
—Disculpe señorita Kramer, pero el señor Volkov la esperaba para cenar está noche, necesito ponerla en condiciones —susurra apenada.
Llevaba el mismo uniforme que horas atrás, con las mejillas sonrojadas por la vergüenza y sus ojos me transmiten lastimas, seguramente me había escuchado llorar.
—No te preocupes —no muestro sentimientos alguno.
Afuera ya comenzaba a oscurecer y el cielo mostraba un hermoso atardecer, de esos que se ven cuando está por llegar el otoño, despidiendo el verano, hasta el próximo año.
Camino hasta el baño y tomo una larga ducha, llorando en el proceso, sin fuerza, inerte, me habían arrebatado la vida, me arrebataron todo, sin clemencia, sin dolor, ni siquiera se detuvieron a pensar si lo que hacían estaba bien.
Cuando salgo de la ducha, me dirijo al vestidor dónde me espera mi doncella, quién ya tenía la ropa lista para mi, unas pequeñas tangas de esas que no acostumbro a usar, sin sujetador, un vestido verde oscuro con un escote profundo dejando gran parte de mi busto al descubierto y unos tacones sencillos con un collar de diamantes.
Me siento en una silla alta, dónde Aghata, me peina y me maquilla mientras que estoy perdida en mis pensamientos; borrando por completo la cara demacrada, las ojeras profunda y el rojo de mi rostro, no me reconocía, mis ojos verdes estaban opacos, vacíos, vagando en las millones de preguntas que tenía y ninguna con una respuesta lógica o razonable.
Jamás me había puesto un vestido como este, ni siquiera tenia el dinero suficiente para rentar uno igual, se veía de alta costura, el corsé refinado, no como esos que te lastiman, sino más bien suave y a la vez apretado, sacaba una cintura de avispa.
Salgo de mi habitación, caminando detrás de Aghata, vuelvo a recorrer el mismo camino, solo que esta vez continuo hasta un gran comedor como para más de treinta personas, el candelabro totalmente encendido y al final unas ventanas como en la demás habitaciones que daban vista al jardín, iluminado, Eros estaba parado en el balcón fumando un vape, de esos que botan humo de sabores con un porcentaje de nicotina.
Mis tacones resuenan en el piso haciendo que este se vuelva en mi dirección y fijé sus ojos en mi pecho, sin disimulo y con total descaro, sonríe de medio lado.
Camina hasta llegar a mi encuentro, su sonrisa no se esfuma, parece complacido, ama lo que ve, sin importarle mi total alexitimia.
—¿Tu elegiste ese vestido? —alza una ceja.
—Así parece —respondo sin fuerza alguna.
—Lo eligió Aghata —se burla.
—Que observador eres —ruedo los ojos.
—No te molestes conmigo, Ann, no fui yo quien te metió en este lío —se encoge de hombros, mientras da otra calada.
—Pero si eres tú quien acepto el trato, como si yo fuera un jarrón que estaba en venta sobre alguna estantería barata con el precio de descuento puesto —digo asqueada.
—¿Descuento? ¿Estantería barata? —pregunta incrédulo —deberías tenerte más cariño, nadie en mi posición aceptaría un trato tan desfavorable, deberías estar agradecida de mi compasión hacia tu familia.
—¿Agradecida? —lo miro inexpresiva —Seguramente no tienes lo necesario para tener a una mujer y no te queda más que comprarte una.
Suelta una carcajada que me sobresalta.
—Respeto muchísimo a las mujeres, pero cuida esa lengua Ann, no sabes en qué tablero estas jugando, cualquiera que te escuche hablarme así pensara que desafias mi autoridad.
Su autoridad, dice.
—Tipico de hombres, necesitan silenciar a las mujeres para sentirse poderosos.
Este se acerca a mi con paso lento y me sostiene del montón, pero no me aprieta, más bien lo hace para que lo mire directo a los ojos.
—Cuando estás en mi posición, preciosa, ni siquiera una mujer puede desafiarte, eso significaría su propia muerte, no tienes ni idea de quién soy —susurra cerca de mi boca.
Varios hombres entran por la puerta principal, ignorando por completo que Eros me tiene indefensa, agarrada del mentón, ninguno parece alterado o interesado, ni siquiera nos miran, solo comienza a servir platos sobre la mesa, preparandola para ocho personas.
Eros me suelta del mentón, pero no es si no para agarrarme de la mano y llevarme a mi silla justo la primera a la derecha y el toma asiento en la que está justo en medio, en la punta de la mesa.
Nos quedamos en silencio, no deja de mirarme, en cambio yo solo veo la pared grisasea.
—Asi que una beca en Harvard —dice rompiendo el silencio —cuentame sobre eso.
—No hay mucho que saber, quería estudiar administración, estuve trabajando duro para sacar la mejores calificaciones y optar por una beca completa, lo logré y eso es todo —suspiro viendo el plato vacío.
—Yo estudie en Harvard —dice llamando mi atención por primera vez —fui el mejor de mi promoción.
—Que suerte la tuya —digo afligida.
—¿Por qué? —me mira confundido.
—Tu si pudiste estudiar —digo apenada.
—Annemarie, no soy un carcelero, ni te secuestre, solo vas a ser mi esposa.
Claro solo sere su esposa, casada con diecinueve años, que horror, ni siquiera se su edad.
—¿Cuántos años tienes Eros? —pregunto curiosa.
—Tengo 24 años —responde sin más.
¡Por Dios!
—¿Y por qué quieres casarte tan joven? —pregunto incrédula.
—Ordenes, tengo que cumplir con la familia, solo hago lo que se tiene que hacer.
—O sea que esto es un sacrificio —concluyo.
¿Ridículo? Cierto.
—No —responde seco.
—¿Por qué no?
—Porque yo digo que no y fin —dice seco.
Nos quedamos callados de nuevo, un silencio tenso e incómodo, ninguno de los dos sabe que decir, es que ¿Que se podía decir en una situación como está?
No era la típica situación donde sales con el chico que te gusta, te lleva a su casa a cenar y te pones una linda ropa, platican de sus hobbies, del clima, de su futuro, esto era un secuestro, una violación de mis derechos.
La puerta se abre, interrumpiendo mis pensamientos, una mujer despampanante que debía tener por lo menos cuarenta y muchos años, llevaba el cabello lacio negro hasta las caderas, ojos profundo y misteriosos igual que los de Eros, labios gruesos jugosos, nariz perfilada, abdomen plato, busto operado de una talla XXL, llevaba un vestido rojo pasión igual que los labios y una sonrisa cautivadora enseñando los dientes demasiado blancos.
Lo que más contrastaba era un señor a su lado, que podría llevarle unos diez o veinte años más, con el cabello canoso, los ojos claros, las líneas de expresión marcadas, pero su rostro intimidaba, me generaba un escalofrío, a pesar de su edad se veía fuerte.
El hombre se sienta justo delante de mi y a su lado la mujer, ella solo observa callada, pero con una sonrisa de satisfacción, en cambio el hombre me ignora como si yo no existiera.
—Así que tú debes ser Annemarie —su voz es pausada y sensual con el asunto ruso marcado.
Yo solo asiento en respuesta y me mantengo callada.
—Sumisa, me gusta —pronuncia luego de un momento —Yo soy la madre de Eros, puedes llamarme Isabel —me mira sin apartar sus ojos de mi.
—Un placer señora Isabel —le respondo.
Un momento después se vuelve a abrir la puerta y una chica con la mismas características, solo que más delgada y joven entra por la puerta, con un vestido negro, tanto o más elegante que yo, la chica parecía de mi edad pero me confundía un poco los implantes que llevaba y algunos tatuajes, muy parecidos a los que llevaba Eros.
—Este es mi esposo, Vladímir Stepanovich Volkov —señala al hombre a su lado —y mi hija Hestia —dice señalando a la chica que acaba de entrar.
—Encantada de conocerlos a todos —le sonrió tensa.
La chica se sienta a mi lado y me observa recelosa, sin dirigirme palabras alguna, parece molesta, asqueada, frustrada.
Un segundo después entran tres hombres más, rubios y con ojos claros, que van tomando asiento y bromean en ruso, me miran directamente, como lo había hecho Eros.
—Vy videli yeye grud'? —susurra el más alto, dirigiéndose a los otros.
*¿Has visto sus pechos?
—Vy ponimayete, pochemu Eros tak bez uma ot neye —responde uno.
*Entiendes por qué Eros está tan loco por ella.
Estos sueltan una carcajada, pero Eros los fulmina con la mira y de inmediato se calla, tomando asiento dos en un lado y otro al lado de Hestia.
—Estos son mis sobrinos, Fausto, Dmitri y Valentin —los señala y yo solo asiento sin saber que decir —Faltan otros miembros de la familia, pero justo ahora están de viaje, pronto regresarán, todos estábamos emocionados de tu llegada, siempre es agradable tener caras nuevas en la casa —continua con la misma sonrisa de satisfacción ante mi timidez.
Eros se aclara la garganta e ignorando lo que dice su madre, como si no le importara en absoluto si conozco a su familia o no, comienza una amena charla con su padre, pero no logro entender nada de lo que dicen, los otros tres hombres se le unen, parece un tema serio y aunque trato de comprender ni siquiera me esfuerzo, porque no llega palabra alguna que pueda comprender.
—Te acostumbrarás —dice la chica a mi lado, su voz dulce me relaja.
—Gracias —le respondo.
—Solo no te metas en mi camino, aunque Eros este encantado de tener juguete nuevo, se que esto no le va a durar —susurra para que solo yo pueda escucharla —cuídate intrusa.
Me quedo pasmada, lo que parecía un consejo, termino siendo una amenaza, me ve como una enemiga, la chica ni siquiera me mira.
Momento después entran varios hombres, colocando en nuestros paltos una sopa rusa, que jamás en mi vida había probado, dudosa la miro, sin saber si me va a gustar o que contiene.
—Me dijo Eros que vienes de Boston, querida —dice la voz masculina que pertenece al padre de Eros y yo solo asiento —puedes hablar, aquí nadie te va a morder —se burla con la misma osadía de su hijo y los demás lo acompañan —¿Naciste en Boston? No pareces el tipo de chica que vive por ahí.
—Soy de Ámsterdam, señor Volkov, ahí nací —le respondo educada desviando su mirada.
—Espero que está vez mi hijo consiga en ti lo que necesita y seas la última que traiga a casa —dice el hombre —ya es hora de que siente cabeza y dime ¿Cuántos años tienes?
¿Consiga lo que necesita? ¿Ser la última?
Estaba más que claro que yo no era la primera que pasaba por aquí, pero ¿A todas las había comprado? Ó ¿Simplemente se aburriría?
—Cumplo 20 años, dentro de un par de semanas —le respondo.
—Oh, te ves mucho más joven —responde curioso.
Después de eso se vuelve y comienza otra conversación con Eros, quien parece ignorarme por completo desde que llegó su familia y así transcurre la cena, en silencio, rodeada de familia que no conozco, hablando un idioma que no conozco y solo dirigiéndose a mi para hacerme preguntas triviales, Hestia es la que se muestra más disgustada con mi presencia, bufa y hace ruidos cuando respondo o hablado.
Cuando terminamos la cena pasamos a una sala, Eros posiciona su mano en mi espalda y me guía hasta allá, que como el resto de la casa tiene techos altos y un candelabro enorme, sofás de lujo color vino y todo ambientado como un castillo de época solo que más moderno, la música clásica de fondo termina por darle ese toque de sentirme atrapada en un libro.
En el fondo hay un piano de cola, dónde Hestia se sienta y comienza a tocar una suave melodía, dejándome sorprendida, también se tocar el piano, mi padre se había encargado de enseñarme, todos la miran admirando a una princesa oscura tocar una melodía apropiada para un funeral, aparentemente triste y desolada.
Eros me mantiene a su lado y no me deja separar, me sentía aburrida, tensa, las piernas adoloridas, el dolor de cabeza espantoso y las ganas de correr era inexplicable.
Luego de un par de horas me retiro a mi habitación donde por fin me encuentro sola, sin miradas en mi nuca; en el baño abro el agua para llenar la enorme tina, mientras busco las sales dónde Aghata me había enseñado.
Me deshago de todo lo que llevo puesto hundo mi cuerpo en la tina caliente, el agua transparente deja mi cuerpo al descubierto y poco a poco va dejando alguna que otra espuma.
Por primera vez desde que llegué aquí me sentía relajada, el agua caliente quita la tensión en mis músculos, estaba vez no lloro.
¿Que podía hacer estando aquí? ¿Cómo podría irme?
Algo había comprobado, en distintas áreas de la casa había hombres de traje negro como un uniforme, con gorras y AK en sus manos, un auricular en su oído, vigilando cada esquina.
Por dónde viera todo era un inmensurable campo, rodeado de árboles, maleza, todo aparentemente limpio y alumbrado, aunque a cierta hora de la noche, ese campo quedaba en total oscuridad, pero también habían cámaras, seguramente con visión nocturna, no tenía forma de escapar de aquí ni siquiera corriendo kilómetros.
—Te estaba buscando.
Inmediatamente me sobresalto y un vago intento cubro mis pecho con mis brazos.
—Me estoy duchando, ¿puedes salir? —digo molesta.
—Ahí estás, ¿Ya no más niña tímida eh? —se burla.
—¿Puedes déjame sola, por favor? —vuelvo en un mejor tono.
Mi sistema nervioso se activa, alerta, estoy completamente desnuda, dentro de la tina, se lo estoy dejando tan fácil, ¡Dios mío!
Este se comienza a quitar la ropa y yo tiemblo, por un momento me pierdo, asombrada, observo su cuerpo, se nota que me puede alzar con solo un brazo, su cuerpo robusto y grueso, grande, manchado con algunos tatuajes simples, la piel tan blanca como la porcelana y no es hasta que me percató que queda totalmente en pelotas que me pongo roja como tonta y volteo a otra parte. Nunca había visto a un hombre desnudo, no más que en algunos vídeos porno o fotografías de Instagram, pero jamás cara a cara.
Pero eso no era lo que me preocupaba, realmente, una especie de sabor dulce/amargo se filtraba en mis gandules salivales.
¿Está buenísimo? Sí, definitivamente sí.
¿Quería acostarme con él? No, definitivamente no.
¿Sería capaz de obligarme? No lo sé.
Pero justo ahora está apunto de averiguar a qué clase de monstruo me había vendido.
—¿Qué éé ... —tartamudeo cuando lo veo de reojo al meterse en la tina —¿Qué haces? —digo sin aliento.
—Bañarme contigo —responde sin mas.
—No te invite a bañarte conmigo —susurro.
—¿Por qué te pones tan nerviosa? —dice complacido.
Trago seco, nunca he tenido contacto sexual, bueno, genitales con genitales, más que unos cuantos besos y unas cuantas probadas.
Y ahora estoy al frente de un desconocido desnuda y a su merced, siendo su propiedad y sin poder correr o pedir ayuda.
—¿Nunca has visto a un hombre desnudo? —se burla de nuevo —¿O es que esto te pone nerviosa? —dice señalando su entrepierna con la cabeza.
—Las dos cosas —respondo vacilante.
Se acerca a mi en un solo movimiento dejamos casi pegada a su cuerpo, abriendo mis piernas con las suyas, siento como su dureza se pega a mi intimidad, gime al primer contacto caliente de su piel.
Trago seco, tiemblo asustada, las lágrimas se acumulan en mis ojos y de inmediato los cierro.
—Por favor, no.
—Desde que te ví entrar con ese vestido estaba demasiado ansioso por quitartelo, imaginándote desnuda y gimiendo por mi.
—Eros —digo entre cortada.
Con una de sus manos agarra mi cara volviendo a hacia él.
—Mirame —me ordena con la voz pasiva —¿Estás llorando?
—No —susurro.
—Dije que me mires —dice más autoritario.
Abro los ojos, dejando al descubierto mi mentira, su cara se contrae, arrepentido.
—No me tengas miedo, Annemarie —me mira, pero está vez de verdad me mira.
Baja sus defensas, los ojos fríos y oscuros se van, dejándome ver la otra cara de la moneda, compasivo.
—Jamas te haría algo que tú no quieras —continua.
Las lágrimas se acumulan más, el alivio invade mi cuerpo.
—Por favor, no quiero —susurro con la garganta apretada.
—Lo siento, igual solo bromeaba.
Se arrastra hasta el otro lado de la tina y luego sale de esta, se pone una toalla en la cintura y se va, sin decir nada más.
Me deja totalmente sola, aliviada, por un momento lo creí capaz de todo, de tenerme a la fuerza, ¿Que podía espera de alguien como él? Nada, absolutamente nada, pero no hizo más que sorprenderme.
Irse de la habitación, creo que por mucho había hecho que cambiará un poco mi opinión, me tenía ahí, solo tenía que afincarse un poco más y me iba a arrebatar lo que más había cuidado en estos últimos años, esperanzada de que llegara el hombre perfecto.
Cuando salgo de mi trance termino de ducharme rápido, salgo de la tina, me pongo un pijama y duro un par de minutos observando el cielo hasta quedarme dormida.
Está noche, el sueño es diferente, sus ojos negros me desean y no con ganas de degollarme, más bien anhelaban el apareamiento, esperaban por mi.
Se metía en mi cama, invadiendo mis sabanas, interrumpiendo el espacio que nos separa, me besaba con devoción, me veneraba, yo era una deidad y el mi esclavo, anhelando beber de mi elíxir bendito, sus labios besando mi cuerpo, jadeaba sobre mí y me rogaba que lo amara, yo lo disfrutaba, lo deseaba, quería más, mucho más.
A media noche me despierto, excitada, asustada y anhelando que ese sueño fuera real.
Nota de autora:
¡Hola! Aquí estamos de nuevo.
Estoy demasiada emocionada con la receptividad que ha tenido el libro, al parecer les ha encantado.
Les cuento dos cosas:
1. Ya saben que nuestra protagonista: Annemarie no sabe hablar ruso, pero en este libro habrán muchas conversaciones en ruso, por ende ella no va a entender lo que se hable en esas conversaciones.
2. Debajo de cada texto en ruso van a conseguirse con un asterisco (*) esa es la traducción.
Aclarado esto, cuénteme:
¿Que les parece el libro?
¿Que piensan que va a pasar después?
¿Que creen sobre Eros Volkov?
Me encantaría saber sus opiniones.
Recuerden que es importante para mí tener sus votos y comentarios en casa capitulo, así me ayudan a crecer en esta plataforma.
Pueden conseguirme en Instagram como @crystalslipper.k ¡Alerta de Spoiler!
Nota: si este capítulo obtiene 20 votos hoy, estaré actualizando (capítulo 4).
Los quiero muchísimo, les mando unos besos y abrazos.
K.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro