3._Caida
Mika tardo en calmarse. No le contó a Roshi nada de lo que sucedió, pero el viejo no eran ningún tonto. Sacó sus propias y acertadas conclusiones mientras luchaba con sus deseos de manera bastante dificultosa. Era lo correcto decírselo a la muchacha y lo hizo. La alentó a denunciar lo sucedido, le dijo que él podía testificar a su favor, pero Mika ni siquiera lo dejó terminar y salió huyendo. Seguramente sentía mucha vergüenza y miedo como para ir con el director a relatar el intento de violación del que fue víctima.
Una vez Roshi quedó sólo en ese cuartucho que tenía por habitación, Rochi respiró sobre sus manos. El aroma de Mika estaba en ellas como un fantasma de lujuria que intentaba poseerlo. El olor de esa chica era tan dulce y fragante como imaginó. El sólo aroma de esa muchachita le regaló la imagen vaporosa de la chica desnuda ante él. La fascinante ilusión bailo fugaz en un caño que surgió tan rápido como toda la escena que se esfumó en el viciado aire del lugar. Un suspiro de tentación infernal que se desintegró en un parpadeo, pero que quedó penando en la mente de Roshi por varias horas. Recordando el tibio toque de aquel cuerpo joven y aromático, esa noche se estímulo sin reparo en ese viejo colchón sobre el piso del cobertizo. Lo hizo con avidez e insensibilidad así mismo. Como si se estuviera desquitando de sus propios pensamientos.
No estaba bien despojarla de ese uniforme de falda corta, no estaba bien tenderla sobre esa cama y tocar ese cuerpo todavía virgen. Pero eran sus pensamientos solamente. Era una fantasía necesaria para mitigar ese deseo enloquecedor, ese que una vez reventó, derramandose en la sábana, le causaba un remordimiento tan grande cual si en verdad hubiera cometido el acto de profanar a Mika o a cualquier otra chica. Sólo en la oscuridad de un cuarto silencioso, sin una mano amiga a quien recurrir por esa palabra de alivio, Roshi lidiaba con su amargura como lidiaba con esa malévola distorsión: a pura fuerza de voluntad. Esa que temía un día fuera a perder.
Mika volvió a la escuela al día siguiente. Lo hizo con un ánimo decaído. Vistiendo un suéter amplio y un pantalón deportivo. Le dijo a la maestra que camino a la escuela tuvo un accidente y debió volver a cambiarse. La profesora no mostró interés ni molestia por el asunto así que le permitió asistir así a la clase por ese día. Pero Mika se presentó igual al día siguiente. Tenía catorce años. Su madre siempre le decía que se arreglaba como si tuviera veinte, que eso confundía a los hombres y debía tener cuidado. Era verdad. En la calle le hablaban chicos mayores porque pensaban tenía más edad, pero nunca alguien llegó tan lejos como el maestro Spopovich. Suponía que era culpa de ella y que tal como él le dijo nadie le iba a creer. Después de todo, nadie la tomaba demasiado en serio. Para todos era sólo una chica linda y divertida a la que los chicos querían invitar a salir, mientras que para las chicas era la envidiada por su popularidad con el sexo opuesto. Tenía pocas amigas y no se atrevía a contarles lo que pasó.
Para desgracia de Mika, el maestro Spopovich no se quedó sólo con un intento. No volvió a ensayar algo tan ruin porque no tuvo la oportunidad, pero en más de una ocasión y aprovechando alguna circunstancia la tocó más de la cuenta o le hizo un comentario asqueroso respecto a su cuerpo y a lo que tenía pensado hacer con el. El constante acoso logró que Mika le contará lo que estaba pasando a una de sus compañeras, pero aquella chica terminó por divulgar el asunto y en lugar de ayudar a Mika acabó haciendo las cosas todavía más difíciles para ella, pues el problema se desvirtuó y el rumor llegó a oídos del director como si fuera Mika la que estuviera provocando al profesor. Se llamó a los padres de la chica y se les advirtió del comportamiento de esta, respecto al maestro Spopovich. Era ridículo que de ser la víctima, Mika terminará siendo la responsable y que pese a toda la corriente feminista que en el mundo tomaba fuerza, aquel evento terminará como siempre.
Roshi miraba a la distancia. Él sabía que Spopovich no era un buen tipo. Sin embargo, prefería no involucrarse. No había nada que él pudiera hacer. Era un viejo que se pasaba sus días libres en cabaret de mala muerte, que dormía con prostitutas en moteles de cuarta y que tenía una colección de revistas para adultos. Su reputación era dudosa y la reputación es crucial cuando de hacer una denuncia se trata, pues es lo que otorga o no credibilidad. Su credibilidad era cuestionable al igual que la de Mika, quién una tarde salió corriendo de la escuela y fue directo hacia él. Cuando llegó a su lado le preguntó una tontería. Roshi le respondió, pero no ignoró a Spopovich saliendo de la escuela.
-¿Le importa si me quedo aquí con usted un rato? Puedo ayudarlo a barrer- le dijo quitándole la escoba para empezar con la tarea.
Roshi no se negó y se le quedó viendo barrer un rato antes de hacerle una preguntar si alguien iría por ella.
-Mi papá vendrá por mí-le contestó un poco nerviosa.
El viejo paseaba sus ojos por la figura de la chica, tristemente para él, escondida detrás de esa ropa ancha. Hablaron un poco, nada especial. La muchacha soltaba frases escuetas y siempre miraba el suelo. Roshi la veía en contraste a sus ideas, pero no sucumbió a ellas esa vez ni las que vinieron después. Mika empezó a buscar el amparo del viejo conserje cuando tenía que quedarse después de clases en la escuela. Quizá se debió a lo que pasó en el cobertizo o quién sabe. Roshi nunca se cuestionó demasiado el motivo por el que Mika fue tomándole tanta confianza, al punto que después de unas semanas, la chica, empezó a llevarle algún bocadillo que le quedó del almuerzo o compró por ahí.
Bills bostezo llegando a sacar unas lágrimas de sus entrecerrados ojos. Estiró las piernas cuan largas eran y dobló los brazos tras la cabeza.
-Entonces está mocosa se acercó a ti buscando protección y tú te aprovechaste de ella- le dijo de manera cruda y con reproche.
Roshi lo miró, pero no respondió. Miró sus brazos mutilados con una expresión de consternación, para después descansar esas extremidades sobre su regazo. La solitaria lámpara que colgaba del techo, con su luz focalizada, le dió al viejo un aspecto grave y solemne. El jefe de policía le miró con cierto fastidio y le pidió continuar.
-No importa que palabras uses anciano- le dijo Bills para terminar- El hecho es que te acostaste con la chica en algún punto de esta historia. No intentes negarlo.
-No lo haré-fue la ronca respuesta de Roshi antes de seguir con la historia.
Mika era ingenua. Tenía el cuerpo de una mujer, pero seguía siendo una niña. No estaba lista para defenderse sola del mundo y busco refugio en ese viejo que en más de una ocasión la salvó de Spopovich sólo apareciendo o acompañándola un rato en el patio. La muchacha le tomó un real afecto a Roshi por ser esa valla entre ella y su acosador. Sin embargo, no fue el único aliado que encontró.
La maestra Videl la ayudó un poco también. Aquella joven mujer se quejo varias veces de la actitud del maestro Spopovich, pero su palabra no era suficiente para conseguir resultados. El director le dijo que no podía confiar en lo que ella decía, que no podía darle más credibilidad a su palabra sólo por ser mujer. Después de todo no tenía pruebas y él no quería cacerías de brujas en su escuela. Por esos días en un establecimiento cercano se lincho a un profesor acusado de acosar a una chica, pero resultó que ella inventó todo porque el maestro la reprobó en un examen. El pobre hombre acabó hospitalizado y tuerto gracias a la reacción exacerbada de un grupo de padres. La maestra pensó en hacer un vídeo de los acosos de Spopovich a Mika, pero esa evidencia podía ser severamente cuestionada en la corte. Paso en un caso en que una madre filmó a su hija siendo abusada por su pareja. El juez dijo que ella era cómplice y acabó en otro proceso judicial.
Con el paso de las semanas, Mika fue contando algunas cosas a Roshi quien empezó a flaquear en su resistencia a su mal. Es que que nunca antes alguien le hizo sentir lo que Mika. No era sólo el deseo de tenerla entre sus manos, era lo mucho que lo alegraba verla y sobretodo mirarla cuando sonreía. Mika era ese soplo de aire fresco en su vida, que se seco bajo el sol de infierno que alumbró sus días. Pero hacia acopio de toda su fuerza para evitar sucumbir, aunque a ratos le parecía que ella estaba invitándolo a ir más allá. Mika empezó a aparecerse por el cobertizo sabiendolo solo allí. Se sentaba de forma provocadora sobre el caballete de gimnasia o en las colchonetas. Roshi en más de una ocasión le dió una nalgada como jugando, pero no estaba jugando. Estaba perdiendo una pelea sin cuartel con esa terrible parte de él.
En las noches se cuestionaba sino era su mal tomando el control de su mente, lo que lo hacía creer que una muchachita como Mika pudiera estar coqueteando con él. Tenía que ser eso, se repetía ¿O es que en algún momento cruzó la línea? Era demasiado para él. Sentía su cuerpo sobrecargado de una emergencia tremenda producto de la ansiedad y acaba saliendo a practicar sus golpes de artes marciales hasta que salía el sol.
Así lo encontró una mañana Spopovich.
El maestro empezó a sentir un profundo desagrado por ese viejo que siempre frustraba sus planes con Mika. Pensó que sería buena idea darle un buen susto aprovechando que a esa hora la escuela estaba vacía, pero se equivocó. Roshi estaba viejo si, mas todavía era capaz de darle una buena paliza a muchos y Spopovich fue uno de ellos. Pudo exigirle que se alejara de Mika, que no la molestara más, pero no lo hizo. Paso días cuestionandose aquello llegando a la horrible conclusión que se abstuvo, porque sin Spopovich Mika se alejaría de él y no quería que eso pasara. Que estúpido fue.
Mika tuvo un interés romántico. Un chico de último grado que la rechazo porque era una inexperta, que ni siquiera besaba bien. Aquello sumado a todo lo que estaba viviendo fue un golpe duro para Mika, quién caminó hacia el cobertizo ignorando que se dirigía a las fauces de una bestia famélica de carne fresca, por mucho tiempo padeciendo hambre.
-Dijo que no sabía besar-
terminó de decir la chica después de contarle a Roshi lo que pasó con el muchacho aquel.
-Eso no es tan grave. Se puede aprender...-le dijo el viejo.
Y eso desencadenó todo. Mika no tenía temor y como un animal incauto saltó al hocico de aquella bestia.
Roshi lo intentó. Luchó contra sus deseos e impulsos con todas sus fuerzas. Pelio hasta el último momento, pero no encontró resistencia en la chica.
¿Alguien iba a aplaudir su resistencia de años a no hacer daño a otros? ¿Valía la pena reprimirse al punto de mutilar partes de él para vivir en esta sociedad asquerosa? Fueron las preguntas que se hizo Roshi cuando beso esa boca tierna, suave y delicada en la que la suya posiblemente se sintió como un pantano para Mika. Le molestó la barba y el bigote, Roshi lo notó, pero habiendo puesto el primer pie al interior de aquel templo, perdió los sentidos.
¿Que había de malo en sucumbir, en entregarse a sus deseos si él nació con ese mal? Él no escogió ser así, él simplemente nació así. Desde siempre condenado al repudió de los demás, de los que se dicen buenos y morales. Era su naturaleza. Por primera vez en toda sus vida estaba siendo él. Mientras la desvestia sentía que iba camino a un encuentro divino. A un placer como no conoció antes y que se lo merecía. Ella no se resistía, ella no ponía límites a lo que pasaba y por tanto, desde su perspectiva, Mika consintió todo lo que ocurrió esa tarde en aquel cobertizo. La oyó gemir cómo lo hacía en sus sueños, fue tan exitante como en sus sueños, fue tan satisfactorio como en sus sueños, pero al terminar y vaciar más que sólo semen entre las piernas de aquella muchacha que tendida boca arriba, en las colchonetas de gimnasia viendo un punto en el techo, Roshi no experimento algo bueno. Un escalofrío bajo por su espalda y vio lo que pasó con horror. Mika lo miró y cuando esos ojos se posaron en él, Roshi entendió lo que había pasado. Se subió los pantalones para después salir del cobertizo dejando allí a Mika.
Salió de la escuela y caminó sin rumbo. Presa de un miedo que no pudo definir hasta que llegó a las vías del tren. Hizo mal a una persona inocente. Finalmente había sucumbido y sintiéndose como un monstruo se arrodilló ante los rieles. El suelo temblaba, el tren se estaba acercando. A esa velocidad le sería imposible detenerse. Roshi se acostó boca abajo,en el suelo, y entendió los brazos hacia las vías dejando las muñecas sobre el riel...
-Debiste haberte cortado otra cosa-le dijo Bills bajando los brazos de detrás de su cabeza para cruzarlos sobre su pecho, bostezando otra vez.
Roshi guardo silencio.
-Honestamente no sé que pensar, señor Whiss- comentó el oficial que oía el relato detrás del cristal.
-No olvide que estamos oyendo el relato de un pedófilo-le respondió el fiscal, sin despegar sus ojos del viejo.
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