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Parte 6: Belarus

Los siete participantes humanos del Juego se reunieron muy temprano, a la mañana siguiente de dado el segundo reto. El gato sonriente, acomodado perezosamente en los brazos de Lilian, también estaba presente debido a que había desarrollado un especial apego recíproco por la chica. Los demás no estaban seguros si era sensato incluir al animal en el siniestro reto en el que estaban metidos, pero cuando Lilian decidía algo era imposible hacerla cambiar de opinión.

Se encontraban a un lado de la Carretera Nacional, la cual se caracterizaba por recorrer casi todas las ciudades y pueblos que componían Ukriev. Dada la hora, el tráfico era prácticamente inexistente, de modo que no corrían el peligro de encontrarse con obstáculos inesperados. Aun así, no podían evitar sentirse muy nerviosos mientras esperaban que el Embaucador hiciera acto de presencia.

Finalmente, tras unos tensos minutos de expectativa, una destartalada camioneta familiar de color ébano se detuvo cerca de ellos. Del vehículo emergió un gigantesco hombre de piel tan oscura como la noche lo que, junto a su indumentaria igual de negra y su rostro de gesto hosco, le daba un aspecto enigmático e intimidante.

―Suban al auto ―espetó el extraño con una voz grave.

Los chicos se mantuvieron estáticos, incapaces de decidir si era sensato cumplir la orden o no.

―No se preocupen ―indicó Envy, tras aparecer a un lado de la camioneta y señalar los ojos púrpuras del alto hombre―. Él es Eshu, otra de mis formas.

Los miembros del Club se resignaron a obedecer y se acomodaron, junto con sus respectivos equipajes, en el interior del vehículo. Eshu era el conductor y Envy actuaba de copiloto, de modo que los chicos y el gato no tuvieron problemas en llenar los ocho asientos restantes.

―Es increíble que puedas adoptar dos formas al mismo tiempo ―comentó Ericka, quien lejos de sentir miedo estaba invadida por una profunda curiosidad.

―Ah... No estuviste presente durante la presentación del Juego, ¿verdad? ―respondió Envy, volteando para verla―. Aunque no te hubiera gustado conocer a Fenrir. Es realmente molesto que esté reemplazando a Tártarus.

―Fenrir no es el reemplazo ―acotó Eshu con cierto grado de desprecio, poniendo el auto en marcha―. Uno de los Abismales actúa como organizador principal.

―Increíble, acaba de explicarse algo a sí mismo ―dijo Joseph en un susurro.

―Es como si mi mano derecha le dijera a la izquierda que mi cabeza está buscando a mi espalda ―opinó Edward, asintiendo con fingida seriedad―. Un misterio.

―¿No deberíamos repasar lo que tenemos que hacer? ―preguntó Lilian, acariciando al gato que iba a su lado.

―Viajar a Krossia y exponer los crímenes de un noble ―dictaminó Edward y miró a las dos formas del Embaucador―. Nada complicado, ¿eh?

―Lord Belarus es uno de los nobles más prestigiosos de Krossia ―informó Sia, revisando su celular―. No parece ser una mala persona: el índice de felicidad de su ciudad es mayor al promedio y anualmente dona grandes sumas a la caridad.

―Dicen que tuvo un altercado con los Estados Papales hace unos años ―añadió Ericka, buscando información por su cuenta―. Y tampoco parece llevarse muy bien con la Teocracia de Maverick.

―¿Acaso hay alguien que se lleve bien con esos fanáticos religiosos? ―soltó Edward, lanzando una risotada.

―Entonces, si no parece ser especialmente malvado... ―Lilian ladeó la cabeza―. ¿Qué crímenes debemos exponer?

―Debe ser alguien infame ―aseguró Viper, observando a Envy y a Eshu―. Lord Belarus debe ser perverso, por eso hemos sido retados a matarlo, ¿verdad?

Los demás la miraron con horror.

―Espera, el reto no implica matar a nadie ―acotó Joseph.

―Así es, no es necesario que alguien muera por causa suya ―corroboró Envy―. Simplemente deben conseguir, directa o indirectamente, que la opinión pública califique al noble como un criminal.

―No podemos simplemente ir gritando por ahí que el Lord es cruel y perverso ―consideró Edward―. Es más... ¿cómo vamos a meternos a Krossia? ¿De ilegales?

―No necesitamos documentos para viajar allá ―explicó Lilian, con un suspiro de molestia―. ¿Acaso no sabes del tratado que tiene con Ukriev?

―No tendrán ningún problema en llegar e ingresar a la ciudad de Belarus ―afirmó Envy―. El reto consiste en ver qué harán en ese lugar.

El viaje continuó mientras los miembros del Club discutían los mejores métodos para exponer al noble. Consideraron que el primer paso era descubrir exactamente qué crímenes había cometido, por lo que tendrían que investigarlo a él y a sus allegados. Lamentablemente ninguno de ellos poseía experiencia en temas detectivescos, por lo que eran incapaces de armar una planificación clara de los pasos a seguir.

Incluso de conseguir la información necesaria para incriminar a Lord Belarus, no sabían si sería seguro revelarlo abiertamente en su propia ciudad. Los nobles krossianos podían llegar a ser especialmente peligrosos cuando se atentaba contra su prestigio, y si el Lord en cuestión realmente era un criminal, el riesgo crecía exponencialmente.

Tras algunas horas de conversación interrumpida únicamente por las cortas paradas que realizaron en unas pocas estaciones de servicio del camino, finalmente abandonaron la Carretera Nacional para ingresar al territorio krossiano. El país se caracterizaba principalmente por su agricultura, ganadería y minería, por lo que grandes campos y granjas cubrían las tierras próximas a la carretera.

Tras un considerable trayecto, pudieron distinguir la gran muralla que delimitaba a la pequeña ciudad-fortaleza de Belarus. Si bien desde el exterior mantenía un aspecto increíblemente medieval, los miembros del Club sabían que su estilo era mayoritariamente moderno. Lo comprobaron luego de ingresar por uno de sus múltiples puntos de acceso para vehículos: casas pintorescas, edificios enormes, la mayoría de concreto y algunos con paredes de vidrio, y demás estructuras llamativas se erigían por todos lados.

La camioneta continuó el recorrido hasta detenerse en la plaza central de la ciudad, un lugar muy popular entre los turistas. Sin dar mayores explicaciones, Envy informó que no tenían un tiempo límite para cumplir el reto, pero les convenía ponerse manos a la obra cuanto antes. Tras ello, los miembros del Club descendieron del vehículo, el cual se alejó con rapidez hasta perderse de vista.

―¿Ahora qué hacemos? ―preguntó Edward, observando a su alrededor con aburrimiento―. ¿Vamos al castillo del noble y lo sacamos a patadas? ¿O primero hacemos algo de turismo?

―Busquemos un lugar dónde alojarnos ―propuso Lilian―. Luego almorcemos algo.

Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a merodear por la ciudad. Gracias a su investigación previa, sabían hasta cierto punto cuál era la disposición de los puntos turísticos del lugar, así cómo qué zonas era mejor evitar. Luego de unos minutos, guiados por Lilian, llegaron a un inmenso hotel que, posiblemente, se encontraba entre los más lujosos de todo el lugar.

―Me niego a ser cómplice de la malvada burguesía ―masculló Edward, medio en broma medio en serio.

―El Embaucador dijo que no necesitábamos traer mucho dinero para el reto ―consideró Joseph, chasqueando la lengua―. Apenas tengo para sobrevivir un par de días.

―No se preocupen, yo pagaré por todos ―afirmó Lilian, colocando su tarjeta en la cabeza del gato que sostenía en sus brazos.

―Dividámoslo mitad y mitad ―propuso Hans, en un inesperado arrebato de valentía.

―Pero no creo que nos quedemos mucho tiempo ―opinó Sia―. ¿Es necesario gastar tanto?

―No pienso poner pie en nada de menor calidad ―aseguró Lilian, haciendo ondear su cabello dorado mientras se alejaba en dirección a la entrada del hotel―. Además, aquí aceptarán a mi gatito.

Hans se apresuró a alcanzarla, mientras los demás los miraban con una mezcla de admiración e incredulidad.

―Que buena suerte es tener amigos ricos ―dijo Edward, riendo con molestia―. Aunque por alguna razón me siento ofendido.

Se resignaron a seguirlos e ingresaron al lugar. No tuvieron complicaciones y, tras dejar sus cosas en sus respectivas habitaciones, se reunieron nuevamente en el recibidor. Si bien el hotel tenía su propio restaurante, prefirieron salir para explorar más a fondo la ciudad mientras buscaban algo de comer. Finalmente se decidieron por un elegante establecimiento que servía todo tipo de comidas y, tal como veían venir, Lilian y Hans se ofrecieron a cubrir todos los gastos.

Tras el agradable almuerzo, que compartieron con el gato sonriente, consideraron sensato empezar a trabajar con seriedad en el reto que tenían encima.

―Yo iré al castillo ―afirmó Lilian, cargando a su felino compañero―. Hans, ven conmigo. No creo que tengamos problemas en pasar desapercibidos.

El aludido bajó la mirada y asintió en silencio.

―Si los ricos van por un lado, yo iré a lo mío ―dictaminó Edward―. Sé que hay unos mercados populares en los alrededores. Con tanta gente, seguro que hay alguien que sepa algún oscuro secreto del noble. ―Miró a Joseph―. Y como este es un trabajo de hombres...

―¡Nosotros iremos a los centros de entretenimiento! ―interrumpió Viper, tomando a Joseph de un brazo―. Algunos miembros de la corte van a esos lugares, según la red.

―Suéltame, ¿por qué demonios tengo que ir contigo?

―Suena interesante ―opinó Ericka―. Yo también me apunto.

Sia intentó decir algo, pero se contuvo y miró a Edward.

―Entonces nosotros revisaremos los mercados.

Edward meneó la cabeza y suspiró con pesadez, tras lo que asintió. Salieron del restaurante y decidieron que se tomarían unas pocas horas para sus respectivas investigaciones. Finalmente, acordaron reunirse poco después del anochecer en la plaza central para compartir sus hallazgos. Con ese plan en mente, cada grupo partió hacia su propio destino.

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