Parte 24: Embaucar
Fenrir tomó la iniciativa, y movió su abultado cuerpo con increíble rapidez para alcanzar a Viper. Antes de lograrlo, el lacayo gigante pretendió aplastarlo con una mano, pero el lobo negro saltó a último momento y aprensó sus garras delanteras al brazo del monstruo. Ayudándose con las extremidades que le nacían del vientre, Fenrir escaló ágilmente hasta llegar a la cabeza de su enemigo. Sin darle tiempo a reaccionar, chasqueó su mandíbula y comenzó a desgarrar la oscura carne alrededor de los verdosos ojos del lacayo, intentando arrancar el cuerno que le crecía en la frente.
Viper no mostró preocupación alguna por el atroz sufrimiento que vivía su aberración, y decidió acercarse caminando a los miembros del Club. No pudo avanzar mucho antes de verse obligada a detenerse por una explosión violeta que resquebrajó el suelo a sus pies. La chica ladeó la cabeza y dio un paso a un costado para evitar ser golpeada por otro estallido, esquivándolo por los pelos.
Junto a una tercera explosión que levantó una espesa capa de polvo púrpura emergió Eshu, quien de unas pocas zancadas consiguió acercarse a Viper. El hombre negro, con su característico gesto inmutable en el rostro, alargó un brazo para aferrar a la chica del cuello, pero antes de conseguirlo su extremidad cayó cercenada al suelo. Eshu tomó distancia al notar el inesperado suceso, y esperó a que su brazo volviera a crecer.
El polvo se disipó y reveló que una larga y corpulenta serpiente amarillenta se bamboleaba alrededor de Viper. El reptil, además de los gruesos colmillos que se erigían en sus fauces abiertas, poseía como arma principal una terminación metálica en la punta de su cola a modo de sable curvo.
Eshu no se vio intimidado por la imponente bestia y, con su brazo ya regenerado, reanudó la carga sin dilación. La serpiente siseó con furia y arremetió como respuesta, pero el hombre le clavó un puño en medio del hocico, desviando su trayectoria. Sin permitirle recomponerse, Eshu la tomó del cuello con ambas manos, pero el reptil agitó todo su cuerpo y ambos salieron disparados, cayendo del dique sin dejar de luchar.
―¿Por qué siguen aquí? ―espetó Envy a Joseph, Sia y Lilian―. ¡Activen la palanca!
Ellos, enmudecidos por todos los increíbles acontecimientos que los rodeaban, se apresuraron a cumplir la orden. Se pegaron a un borde del dique, al lado contrario desde donde Eshu y la serpiente habían caído, y corrieron hacia a su objetivo sin importarles la inclemente turbulencia del viento. Pero, antes de llegar siquiera a la mitad del camino, perdieron el equilibrio por un fuerte ventarrón y fueron arrojados a distintas direcciones.
Sia logró asirse a una de las antenas amarillas que se erigían en la superficie antes de perder el equilibrio, y se puso de pie con rapidez. Miró a su alrededor para ubicar a Joseph y Lilian, pero dio un respingo al notar que Viper estaba al lado suyo.
―Me alegra haberte conocido, Siara ―dijo la demoniaca chica, agitando su cabello color paja―. Nunca antes había visto a un ser humano tan puro como tú. Lamentablemente, es mi obligación eliminarte.
Viper levantó un brazo del cual se desprendía una tenue luminosidad verdosa y cerró el puño firmemente. Sia, inmovilizada por el miedo, se limitó a taparse el rostro esperando recibir el inminente ataque. Pero, cuando Viper lanzó su puño contra ella, fue desviada repentinamente por una masa líquida de color azabache que brotó del suelo, causando que ambas se separaran.
Del centro de la emanación negruzca emergieron Edward, Ericka y Hans, quienes cayeron frente a Sia. Los tres recién llegados estaban cubiertos de oscura espuma que dejaba escapar un olor dulzón y levemente ácido. El piso también se manchó por aquella fuliginosa sustancia, la cual se expandió rápidamente hasta abarcar casi toda la superficie de la represa.
―¡Maldición! ¡Esa condenada Súper Gata nos dejó asquerosos! ―masculló Edward, levantándose mientras se sacudía la espuma.
―Huele a naranja, no está mal ―opinó Ericka―. Además, gracias a ella salimos ilesos.
―¿Estás bien, Siara? ―preguntó Hans, acercándose a su aún asustada amiga.
―¡Atentos! ―siseó Vestath, que también había surgido del líquido negro.
Los cuatro se sobresaltaron y buscaron a Viper con la mirada. Sin embargo, ella no les prestaba atención. Sus ojos esmeraldas estaban dirigidos a un punto lejano del dique, donde se podía observar a Lilian y Joseph, cada uno por su lado, dirigiéndose con premura a la palanca que debían activar. Ya que ningún peligro visible se interponía en su camino, nada parecía impedir que alguno de los dos chicos alcanzara su objetivo.
Viper suspiró al notarlo y dio un par de pisadas al suelo, tras lo que un lagarto de seis patas emergió desde un costado de la represa. El monstruo era relativamente pequeño en comparación al coloso del cuerno que Fenrir continuaba enfrentando encarnizadamente a lo lejos, pero su tamaño lo compensaba con su increíble velocidad. Reptó con rapidez, con sus cinco pares de ojos verdes clavados en Lilian, y saltó contra su víctima cuando la tuvo al alcance.
Pero, gracias a un fuerte bufido de Cheshire, el cual se había mantenido aferrado a los brazos de la chica todo el tiempo, ella pudo percatarse del ataque. Logró esquivarlo a duras penas, pero el reptil lanzó una nueva acometida prácticamente al instante. De manera imprevisible, fue contenido por Vestath, quien había vuelto a usar la masa negruzca que se esparcía por el suelo para acortar la distancia.
La pantera y el lagarto se envolvieron en una feroz batalla, comparando la letalidad de sus garras y fauces respectivamente. Lilian se hizo a un lado con absoluto horror, incapaz de continuar avanzando. Dado lo peligroso de la situación, prefirió retroceder y se reunió con Sia, Edward, Ericka y Hans.
Por su parte, Joseph no interrumpió su avance con dirección a la palanca, ignorando el caos a su alrededor. Sonrió triunfante al ver que su objetivo estaba a tan solo unos metros, pero su gesto dio paso al pavor al sentir que era bruscamente halado de un brazo.
―Te atrapé ―gorjeó Viper con un tono alegre, obligándolo a alejarse de la palanca.
―¡Espera! ―exclamó él, consternado, intentando soltarse sin éxito―. Matarme no vale la pena, ¿sabes? ―Tragó saliva―. Soy el más inútil de todos.
―Eres muy divertido, Joseph. No pienso hacerte daño, más bien al contrario, quiero proponerte un Pacto.
El chico miró fugazmente a su alrededor para calcular sus posibilidades. Fenrir continuaba ocupado manteniendo a raya al monstruo gigante del cuerno, similar a lo que Vestath estaba haciendo con el lagarto deforme. Sus amigos se encontraban muy lejos, incapaces de acercarse a la palanca por los combates que se desarrollaban en el camino. No podía ver a Eshu, pero era probable que aún estuviera midiendo fuerzas con la serpiente del sable, y de Envy no quedaba ni rastro.
―¿Un Pacto? ―masculló Joseph, decidido a ganar tiempo―. ¿Qué es eso?
―Algo beneficioso y placentero para ambos. Yo prometo terminar con esta violencia sin sentido, y a cambio tú me darás lo que deseo.
―Sé más específica. Tal vez no te des cuenta, pero tu aire de víbora no genera mucha confianza.
―Revisa tus opciones con frialdad. ¿Crees que puedes depositar tus esperanzas en algo que se hace llamar "Embaucador"? ―Viper sonrió―. Yo siempre cumplo mi palabra. Es parte de mi naturaleza.
Joseph chasqueó la lengua, y un estruendo llamó su atención. Los combates entre Fenrir, el coloso, Vestath y el lagarto habían acortado la distancia entre sí, convirtiéndose en una pelea múltiple. Eso había dejado un poco de espacio libre a los miembros del Club para alcanzar la palanca, aunque para ello tendrían que arriesgarse a sobrepasar la refriega.
―Digamos que acepto ―continuó Joseph, dejándose arrastrar por Viper lo más lejos posible de la palanca―. ¿No dañarás a nadie más?
―Así es, nosotros dos nos iremos de aquí y no habrá víctimas innecesarias. Es probable que el Embaucador y la falsa deidad nos persigan, así que tus amigos se librarán de ellos. Tu vida tampoco correrá peligro, yo te protegeré hasta que podamos escapar sanos y salvos.
―Ya veo, suena realmente bien ―El chico notó con disimulo que sus amigos se habían puesto en marcha―. Pero toda esta conmoción me tiene algo confundido. Repasemos todo el asunto otra vez, ¿te parece?
Pero Viper no respondió, ya que su atención estaba dirigida a los miembros del Club que se acercaban dificultosamente a la palanca. Suspiró con molestia y alzó una mano, preparando un pequeño orbe verdoso.
―¡Oye, maldita víbora! ―espetó Joseph, horrorizado, presintiendo lo que iba a suceder―. ¡Dijiste que no dañarías a nadie!
La demoniaca chica lo ignoró y lanzó el ataque. La esfera verde voló a toda velocidad, apuntando a los cinco chicos, y explotó con demencial potencia. Afortunadamente, cuando el destello de luz se disolvió permitió distinguir que los miembros del Club estaban ilesos gracias a la repentina intervención de Envy.
―Intrigante, realmente intrigante ―dijo la niña, observando cómo su brazo, donde había recibido el impacto, se distorsionaba lentamente dejando entrever músculos y huesos―. Eres mucho más violenta que tu contraparte fraternal.
Viper, que había comenzado a preparar otro ataque, bajó el brazo con un gesto de asombro plasmado en el rostro.
―¿Conoces a mi contraparte? Imposible, ella no debería...
―Ser una entidad de raíz gemela es algo contraproducente, ¿verdad? ―Envy rio burlonamente―. Todo este Juego fue una simple farsa para poder estudiarte. Tu contraparte fue lo suficientemente sensata como para evitar una confrontación directa conmigo, de modo que no pude investigarla a fondo. ―Ladeó la cabeza y entrecerró los ojos―. ¿Qué harás ahora, Liline Viper? ¿Piensas seguir actuando como mi sujeto de pruebas?
La demoniaca chica apretó la mandíbula con furia, sabiendo que estaba siendo subestimada. Tomó a Joseph de las solapas de su chaqueta, dispuesta a utilizar su último recurso. Pero, antes de siquiera intentar algo, quedó completamente anonadada.
―Vaya, ¿recién te percatas? ―canturreó Envy, riendo nuevamente―. Joseph Irolev ciertamente representa una intrigante fuente de energía debido a su raíz corrupta... Pero eso no aplica a este Joseph Irolev. Que decepcionante, ¿verdad?
Viper empujó a Joseph, completamente desesperada. Observó a todos lados y pateó el suelo con furia. Al instante, multitud de serpientes de distintos tamaños y colores comenzaron a aparecer por los bordes del dique. Los reptiles los rodearon a todos, abriendo y cerrando sus bocas con hostilidad, mientras acortaban la distancia moviéndose en espiral.
Pero en ese momento, Sia, Edward, Hans, Lilian y Ericka consiguieron alcanzar la palanca. Se observaron entre ellos, dubitativos. No estaban seguros de qué debían hacer luego de presenciar el confuso desarrollo de los acontecimientos. Conscientes de que no disponían de tiempo para más dudas, incluso sin tener claro quién era su verdadero enemigo, se resignaron a seguir con el plan hasta el final. Así, los cinco tomaron la palanca y la activaron con firmeza.
Al instante, el dique comenzó a temblar y resquebrajarse, mientras el sonido del agua se hacía cada vez más potente. Justo antes de que la represa colapsara por completo, los tentáculos del Embaucador que invadían el cielo cayeron y se incrustaron en diversos puntos del muro de concreto. En menos de un segundo, los cilios recogieron el agua que se colaba a través del dique, generando multitud de cristalinos orbes iridiscentes que empezaron a flotar alrededor de toda la represa.
Al ver el increíble espectáculo, Viper suspiró.
―Está bien, acepto mi derrota.
―¿Repentinamente has adquirido sensatez? ―preguntó Envy, irónicamente.
―Reconozco mi debilidad por aún no haber completado mi maduración ―Viper se cruzó de brazos―. Pero también sé que las cuatro formas que usas en este momento son incapaces de eliminarme. No me interesa involucrarme en una pelea interminable. ―Observó a su alrededor―. Aunque resulta curioso que hayas armado un plan tan complejo para enfrentarme.
―Funcionó con tu contraparte ―explicó Envy―. ¡Tuve que inundar toda la ciudad para obligarla a retirarse!
―Ya veo... ―Viper sonrió―. Me has dado mucha información vital, realmente debo agradecerte. Ahora sé dónde buscar.
Envy imitó su sonrisa.
―Adelante, resulta conveniente que mis enemigos se reúnan en un solo lugar. Así podré darme un festín cuando llegue el momento.
En ese momento, los lacayos de Viper lograron liberarse de sus respetivos contrincantes y se reunieron con la demoniaca chica. El coloso del cuerno y la serpiente del sable habían quedado seriamente dañados y apenas podían mantenerse conscientes, mientras que el lagarto de seis patas mantenía mejor semblante. Por otra parte, Eshu, Fenrir y Vestath parecían estar ilesos y tan sólo mostraban señales de agotamiento.
―Nos volveremos a encontrar, Embaucador ―dijo Viper, dándole la espalda―. Tienes mi respeto como enemigo. No me defraudes.
Sin más que decir, ella y sus lacayos fueron envueltos por el miasma verdoso que se dispersaba por el lugar. En un instante, desaparecieron en medio de un peculiar efecto que pareció distorsionar la realidad, mientras un sonido similar a la estática se esparcía en el ambiente.
Por su parte, los cilios del Embaucador soltaron el agua que habían reunido y se retrajeron al cielo. Poco a poco fueron retirándose hasta despejar el firmamento por completo, permitiendo que la luz solar reemplazara la extraña luminosidad violeta que había imperado hasta el momento. Mientras tanto, las fisuras que se habían formado en el dique se repararon y la estructura dejó de temblar, recobrando total estabilidad.
Ya sin peligro a la redonda, Joseph pudo reunirse con los otros miembros del Club. Todos suspiraron con alivio al cerciorarse que habían podido sobrevivir a tan espectaculares sucesos, y no pudieron evitar reír con tranquilidad.
―¡Muy bien! ―exclamó Envy, atrayendo la atención de los chicos―. Felicidades, ganaron el Juego del Embaucador. ―Ladeó la cabeza y se colocó un dedo debajo de los labios―. Pero como no acordamos ningún premio, entonces su única recompensa será el sentimiento de triunfo.
―¿En serio? ―Joseph enarcó una ceja―. ¿Ganamos? Te llamas "Embaucador", ¿no deberías embaucarnos o algo?
―No tientes tu suerte, humano ―espetó Eshu.
―Es innecesario malgastar mi poder en formas de vida inferior ―añadió Fenrir.
―En otras palabras, realmente ganaron ―finalizó Envy, asintiendo―. Regresen a la ciudad por sus propios medios. La gente irá despertando poco a poco y nadie sospechará nada extraño.
Los miembros del Club se miraron mutuamente, sin saber cómo reaccionar. Todavía tenían mucha adrenalina corriéndole por las venas, de modo que recobrar la paz de golpe les sentaba muy incómodo. Pero, como preferían evitar que surgieran nuevos problemas, se pusieron en marcha a la puerta que conectaba con el interior de la instalación.
Antes de que pudieran irse, Cheshire saltó de los brazos de Lilian y observó a Vestath. El gato dobló sus patas delanteras ante ella y emitió un suave maullido. La pantera asintió en silencio, y el felino regreso al lado de Lilian, quien lo cargó nuevamente.
―Espero que ese gato monstruoso no nos traiga otras aventuras no deseadas ―masculló Edward.
―¡Cheshire no es monstruoso, es lindo! ―rebatió Lilian.
Se inició entonces una discusión entre todos los miembros sobre el nivel de lindura del sobrenatural animal. Se mantuvieron conversando animadamente hasta que llegaron a la puerta. Mas antes de desaparecer tras ella, Sia dio media vuelta y se acercó a Envy.
―Muchas gracias ―dijo la chica en voz baja―. No nos hiciste daño y además nos ayudaste con Viper.
―Es mi manera de pagar parte de la deuda que tengo con el único ser que logró embaucarme ―afirmó la niña pelirroja soltando una risilla, mientras que Eshu y Fenrir chasqueaban la lengua―. Prefiero este final al del Juego original.
―Realmente no lo entiendo ―contestó Sia, sonriendo―. Pero sé que eres alguien bondadoso.
Sin esperar respuesta, Sia se despidió haciendo una leve venia y regresó al lado de sus amigos. Estos le preguntaron qué diablos le había dicho al Embaucador, pero ella se limitó a apresurarlos para retirarse del lugar. Mientras lo hacían, los miembros Club del Terror comenzaron a rememorar todas las cosas que habían vivido hasta el momento. Y concluyeron que, a pesar de todo el peligro que habían enfrentado, ciertamente había valido la pena gracias a que se habían mantenido unidos hasta el final.
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